El célebre historiador César Vidal ha escrito un libro
titulado “Paracuellos-Katyn”, un ensayo sobre el genocidio de la izquierda”[1]con el
objeto de reflexionar sobre la formidable máquina de matar que ha sido el
comunismo, la quinta generación de la izquierda al parecer, aunque para mí ha
sido una de las degeneraciones de la izquierda, tal vez el primer analogado de
la degeneración de las izquierdas.
Bueno es que se recuerde lo de Paracuellos, máxime
cuando los progresistas se sienten orgullosos de las matanzas perpetradas por
el Frente Popular y organizan homenajes a Santiago Carrillo, el gran héroe de
Paracuellos, o se dedican a retirar estatuas de Franco en una suerte de
damnatio memoriae o buscan muertos del Frente Popular en las cunetas de las
carreteras.
Hay que reconocer que “El pasado siglo XX tuvo entre
sus características más terribles la de la perpetración del genocidio,
entendiendo como tal la búsqueda del exterminio de sectores completos de una
población por razones raciales, religiosas o políticas.”[2] Es
que no sólo los nazis realizaron un genocidio, también los comunistas lo
realizaron. Es más, mataron cuatro veces más. Todo ello para construir un
sistema social nefasto y odioso.
España pudo haberse convertido en el segundo país que
caía en manos del bolchevismo. La Guerra Civil Española de 1936-1939, comenzada
como muy acertadamente afirma Pío Moa en 1934, fue una guerra contra el
comunismo. La victoria del General Franco fue una victoria contra el comunismo.
En Paracuellos se ensayaron técnicas de exterminio masivo bolchevique luego
ampliamente utilizadas por los nazis y por los soviéticos en Katyn contra los
polacos. “Paracuellos y Katyn constituyen paradigmas del horror, un horror que
precedió a las grandes matanzas perpetradas por los nacional-socialistas
alemanes y que deja de manifiesto cómo el exterminio en masa fue un instrumento
privilegiado –indispensable, en realidad- de acción del denominado socialismo
real.”[3]
El presente libro deriva de “Checas de Madrid”,
Madrid, 2003, 365 páginas. Tengo que reconocer que “Paracuellos-Katyn” está
elaborado de manera muy descuidada por César Vidal. Cuando se escriben muchos
libros a mucha velocidad, los descuidos suelen ser frecuentes. Encuentro mejor
trabajado el libro “Checas de Madrid”.
Por ejemplo, no narra adecuada y completamente el
episodio del general Kornílov y su intento de golpe de Estado y cómo eso
favoreció a los bolcheviques. Es un libro popular de historia. Es apto para el
vulgo. Es eficaz y es contundente contra los comunistas. De todos modos está
hecho de manera muy poco rigurosa en la argumentación y en el hilo argumental.
Además, creo que comete una deshonestidad intelectual al no citar ni una vez al
insigne historiador español Pío Moa, principal inspirador ideológico de los
libros de César Vidal de 1999 para acá.
El marxismo es una filosofía de la guerra, de la
violencia revolucionaria. Es buena la guerra si es civil y produce la victoria
del Partido. Es buena la violencia si es revolucionaria. Esto es puro positivismo
moral y político. Lo que cuenta para los marxistas es la toma del poder. Una
vez tomado el poder político, la eliminación de segmentos sociales enteros en
aras del socialismo es necesaria y se lleva a cabo.
Esta perspectiva exterminista está
presente según César Vidal ya en el marxismo de Marx. La violencia es la
partera de la historia y es necesaria para la revolución, que no es más que un
acto de inmensa violencia sobre clases reaccionarias. En Lenin hay una toma de
partido por el terror de masas. El jefe de la Checa, Félix Dzerzinski lo deja
bien claro: para acelerar el cambio revolucionario, bien podría ser conveniente
el exterminio de clases sociales enteras. El terror rojo bolchevique fue
gigantesco. “El Terror, desde luego, se extendía de una manera que nadie
hubiera podido imaginar y que convertía, comparativamente, al régimen de los
zares en benévolo. Al respecto, las cifras no pueden ser más reveladoras. Entre
1825 y 1917, los denostados tribunales zaristas dictaron 6321 sentencias de
muerte que no fueron ejecutadas en su totalidad. Tan sólo en un par de meses
del otoño de 1918, la Checa fusiló a un número de detenidos que se acercó a los
quince mil.”[4]
La revolución bolchevique, nacida
directamente del marxismo ha girado en torno a los siguientes principios: 1. La
subversión del orden democrático por una minoría autolegitimada. 2. La
utilización del Terror de masas. 3. La aniquilación de clases enteras. 4. la
creación de aparatos represivos.
En el caso ruso, fue el Partido
Bolchevique el sujeto revolucionario. En el caso fallido español, fue el PSOE,
un partido teóricamente perteneciente a
la II Internacional, pero que no sufrió ningún proceso revisionista. Era el
PSOE un partido revolucionario, bolchevique, partidario de la dictadura del
proletariado. No sería el PCE inicialmente el que desarrollaría el Terror en
España.
Una filosofía de la Historia que
pretendía suprimir la propiedad privada era lógico pensar que tendría que
recurrir necesariamente al Terror, a la violencia revolucionaria. “Los
marxistas podrían hablar de “expropiar a los expropiadores” pero un diputado
como Jové y Hevia señaló en el debate
mencionado que “después de todo las tendencias de la Internacional no
eran más que las tendencias de la Internacional no eran más que las tendencias
de José María, que se querían elevar a la categoría de ciencia social.” En
otras palabras, lo que el bandolero conocido como El Tempranillo había
realizado por los campos era lo que de manera pretendidamente científica y
desde luego en mucha mayor escala soñaban con hacer los socialistas. El mismo Sagasta
la calificaría en esa misma ocasión de “utopía filosofal del crimen”. En la
medida en que se considerara crimen el robo y la utilización de la violencia
para imponer las propias opiniones, poco puede dudarse de que su definición era
dura pero ajustada a la realidad.”[5]
El PSOE era un partido marxista
dogmático, revolucionario y partidario de la implantación de la dictadura del
proletariado. El PSOE no le hacía ascos a la violencia. Legitimó desde pronto
el terrorismo. Así pues “legitimó moralmente sus acciones contra los que
consideraba políticos opresores igualando el atentado terrorista con la defensa
del orden constitucional llevada a cabo por las fuerzas de seguridad”.[6]
El PSOE era un partido antisistema. No
era un partido demócrata. No creían en la democracia burguesa capitalista. En
1917 el PSOE intentó tomar el poder o al menos intentó destruir el régimen de
1876. Hay que decir además, que el PSOE simpatizó pronto con Lenin, su régimen y
sus métodos. Si el PSOE no se integró en la III Internacional no fue porque
renunciara a la dictadura del proletariado o a la revolución socialista. Ocurre
que Pablo Iglesias no quería que el Partido fuera controlado por Moscú. Tanto
el PCE como el PSOE eran revolucionarios, bolcheviques, antisistema.
Bajo la Dictadura de Primo de Rivera,
el PSOE y la UGT gozaron de libertad de acción. La situación del PSOE mejoró
bajo la Dictadura. Las organizaciones socialistas fueron respetadas. La UGT
tenía total libertad para realizar su actividad sindical. Los socialistas
colaboraron con la dictadura. El PSOE era en 1931 el partido más fuerte de
España.
El PSOE no quería la democracia, quería
la dictadura del proletariado. Las izquierdas españolas tampoco eran demócratas.
No aceptaban los resultados electorales adversos. “En puridad, tras las
elecciones de 1933, la fuerza mayoritaria –la CEDA- tendría que haber sido la
encargada de formar gobierno pero las izquierdas que habían traído la Segunda
República no estaban dispuestas a consentirlo a pesar de su indudable triunfo
electoral.”[7] Aquí César Vidal sigue el
camino trazado por Pío Moa. Lo sorprendente es que no lo cite ni lo mencione
una sola vez. Igual ocurrió con su anterior “Checas de Madrid”.
La guerra civil comenzó en 1934 como
dijo Pío Moa. A partir de febrero de 1936 España entró en un proceso
revolucionario que provocó la reacción contrarrevolucionaria del 18 de julio de
1936, un alzamiento nacional que acabó con el comunismo en España. “En contra
de lo que se afirma tópicamente en ocasiones, el levantamiento del 18 de julio
de 1936 ni pretendía poner fin a la república –a decir verdad, no eran pocos
los alzados, como Mola, Cabanellas o Queipo de Llano, favorables a la forma de
Estado republicana- ni desencadenó una revolución.”[8]
España estaba en plena revolución
marxista y los asesinatos tenían forzosamente que formar parte de tal
revolución. “Precisamente esa visión revolucionaria que afectó a todas y cada
una de las fuerzas que componían el Frente Popular sin excluir a los
denominados partidos burgueses, como el dirigido por Azaña, explica la
perpetración sistemática de matanzas masivas.”[9]
Paracuellos es una necesidad revolucionaria del Frente Popular. En Madrid llegó
a haber unas 250 checas, donde se torturaba, robaba y ejecutaba. No eran obra
de descontrolados. Era una política gubernamental, oficial. “Aun así, la acción
de las checas no quedó limitada a partidos de izquierdas y sindicatos. De
hecho, las autoridades republicanas fiscalizaron directamente algunas de las
checas que, como veremos, tuvieron un especial papel en la tarea de represión.
Ése fue el caso del comité provincial de investigación pública (la denominada
checa de Bellas Artes y también la de Fomento) y las de la Escuadrilla del
Amanecer, Brigada Ferrer, de Atadell, de la calle del Marqués de Riscal número
1, del palacio de Eleta, de la calle de Fuencarral, de los Linces de la
República y de los Servicios especiales que dependían directamente del
Ministerio de la Guerra.”[10] Se
fueron creando cada vez más checas por parte del Gobierno de la República.
Además, el PCE fue adquiriendo cada vez mayor relevancia en el control y
gobierno de las checas. “Como había sucedido en Rusia, las checas –y el
fenómeno de Terror vinculado a las mismas- no derivó de incontrolados cuyas
acciones lamentaban unas autoridades republicanas impolutamente democráticas.
Por el contrario, eran un instrumento privilegiado de Terror dependiente de los
partidos y sindicatos que componían el gobierno del Frente Popular y en no
pocas ocasiones incluso órganos de ese gobierno.”[11]
Las matanzas que tuvieron lugar en
Madrid en 1936 no fueron obra de incontrolados. Ciertamente también se
cometieron delitos en la zona nacional, pero “mientras que en la España
controlada por los alzados, la represión no había tardado en dejar paso a la
legalidad e incluso se había castigado a los que no se ceñían a ésta –Schlayer
fue testigo de la condena a muerte de ocho falangistas en Salamanca- en la zona
dominada por el Frente Popular “el asesinato organizado (…) respondía a una
metodología rusa”.[12]
Estaba claro a decir de César Vidal que las fuerzas políticas que integraban el
Frente Popular buscaban exterminar a los enemigos de clase. Las
responsabilidades alcanzaban a los encargados de velar por el orden público.
Ahí tenemos a Margarita Nelken. Las matanzas de Paracuellos de los días 6 y 7
de noviembre de 1936 son también responsabilidad de ella, además de Santiago
Carrillo. Las responsabilidades por los asesinatos alcanzan al propio gobierno
republicano. Era un gobierno en el desde el 4 de noviembre un ex delincuente como el anarquista García
Oliver era ministro de Justicia. Azaña tampoco podía comprender cómo cuando el
4 de septiembre de 1936 se remodeló el gobierno, la cartera de Instrucción Pública
fuera al comunista Hernández, que ni siquiera tenía el bachillerato elemental.
“El 1 de octubre, cuando se celebró el
último pleno de las Cortes –en el que se aprobó el Estatuto de autonomía vasco-
se gritó un ¡Viva Rusia! que fue coreado con fervor por los asistentes pero
nadie pronunció un Viva España”.[13] Por
eso tenía razón Franco cuando dijo que el Frente Popular era la Antiespaña. Lo
siguen siendo en la actualidad, cuando un tal ZP ni sabe lo que es la Nación
Española ni sabe qué es España.
César Vidal no se olvida de mencionar
el importante papel jugado por los agentes de la Komintern en España, uno de
ellos era Mijaíl Koltsov, quien desempeñaría un papel notable en las matanzas
de Paracuellos, dirigidas por Santiago Carrillo, un joven socialista que estaba
a punto de entrar en el PCE.
A todo esto hay que añadir el escaso
entusiasmo de los madrileños por el gobierno del Frente Popular. “Mientras el
gobierno del Frente Popular, a pesar de su superioridad inicial en términos
materiales, contemplaba cómo los rebeldes llegaban hasta las cercanías de
Madrid, los madrileños no se aprestaban precisamente a combatir contra ellos.
Como indicaría uno de los corresponsales extranjeros en la capital de España
refiriéndose a sus habitantes, “la mayoría de ellos no tenían interés alguno en
la guerra ni les importaba quién la ganase con tal de verse aliviados de las
penalidades y privaciones que les obligaban a soportar. No exageraba el
periodista.”[14]
Volviendo a Santiago Carrillo, de él
dice César Vidal lo siguiente: “La figura de Santiago Carrillo es, sin duda,
una de las más sugestivas de la Historia contemporánea de España, yendo a lo
largo de su trayectoria del socialismo al apoyo al movimiento
antiglobalización.”[15]
Carrillo estuvo implicado en el intento de golpe de Estado bolchevique organizado por el PSOE, el PCE y la Ezquerra.
“Al fracasar la sublevación
socialista-nacionalista en octubre de 1934, Carrillo fue a parar a la cárcel,
donde estrechó lazos con un Largo Caballero cada vez más stalinizado. Desde
luego, es un lapsus freudiano bien revelador que en sus Memorias Carrillo
denomine esta stalinización de Largo Caballero identificación con “lo más
avanzado del país.”[16]
El terror producido en Madrid por el
Frente Popular hacía aparecer como nimias las presuntas atrocidades cometidas
por los franquistas. Finalmente, la mayor parte del Frente Popular, menos los
comunistas y sus compañeros de viaje del PSOE, prefirieron en 1939 entregarse a
Franco antes que seguir con los comunistas. La victoria de Franco se convirtió
en un mal menor.
Lo mejor del libro son los documentos
soviéticos desclasificados después de la caída y desaparición de la URSS que
César Vidal cita con profusión. En uno de ellos, dirigido a Voroshílov en el
que se refiere una conversación mantenida con Negrín el 10 de diciembre de 1938
por Marchenko, el encargado de los negocios de la URSS en España se nos refiere
lo siguiente: “No cabe un regreso al viejo parlamentarismo. Sería imposible
permitir el “libre juego” de los partidos tal como existía antes, ya que en ese
caso la derecha podría conseguir nuevamente llegar al poder. Eso significa que
resulta imperativo o una organización política unificada o una dictadura
militar. No ve que sea posible ninguna otra salida.”[17]
España era y fue el precedente de las llamadas “democracias populares”.
Respecto a los muertos de Paracuellos,
“Siguiendo los estudios recientes –y verdaderamente escrupulosos de J.A.
Ezpeleta- la cifra de fusilados en Paracuellos y Torrejón debe cifrarse en 4200
personas que han sido totalmente identificadas. A ese número, ciertamente
escalofriante, habría que añadir otros setecientos inhumados y traídos después
de la guerra a la fosa número 7, entre los que se encuentran los 146 fusilados
de Boadilla del Monte, los 414 fusilados en Soto de Aldovea en Torrejón de
Ardoz el 8 de noviembre de 1936 –de los que sólo fueron identificados 96 por
los familiares- y algunos más procedentes de Barajas y otros enclaves de
Madrid.”[18] Entonces, la cifra de
fusilados en Paracuellos rondó las cinco mil personas.
Katyn fue otra muestra de la técnica
terrorista comunista de poder. En 1940 los soviéticos fusilaron a unos 21 857
presos polacos y los enterraron en Katyn. El desglose es el siguiente: 4421 en
el bosque de Katyn, en la región de Smolensk, 3820 en el campo de Starobielsk,
cerca de Járkov; 6311 en el campo de Ostashkov, en la región de Kalinin; 7305
en otros campos de concentración y prisiones situados en Ucrania occidental y
Bielorrusia occidental.
El siglo XX cuenta con dos grandes
aberraciones políticas: El nacional-socialismo y el internacional-socialismo.
Ambas utilizaron los mismos métodos, pero los comunistas siempre gozaron del
prestigio del racionalismo y de la Ilustración. El progresismo les protegía de
la crítica. Los nazis tuvieron peor suerte. Los nazis después de 1945 no
tuvieron la admiración y el apoyo de nadie. Los comunistas tuvieron el apoyo de
la URSS, de los progresistas de todo el mundo y la inhibición de los
conservadores y liberales por motivos de prudencia y por la existencia de la
Guerra Fría entre 1945 y 1991.
El comunismo, consciente de su misión
histórica, de su superioridad moral, suspendió teleológicamente la moral y la
ética en aras de las inevitables leyes del destino histórico y de la
construcción del hombre nuevo, y, situado más allá del bien y del mal, cometió
atrocidades sin cuento. Paracuellos y Katyn son el paradigma del terror
comunista. El comunismo desembocó en un amoralismo trascendental, en un
inmoralismo, en un nihilismo.
[1] César Vidal, “Paracuellos-Katyn”, un ensayo
sobre el genocidio de la izquierda. LIBROSLIBRES, Madrid, 2004, Tercera
edición, Madrid, abril de 2005 419 páginas.
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