Lo
primero que se precisa es la materia, (hyle). Esta causa es eses substrato de
la cosa que “al pasar de una disposición
a otra”, Simplicio, comentario a la Física de Aristóteles, 194 b 23,, permite
constituirla; en la producción humana primitiva se utiliza a menudo la madera
para la fabricación de los objetos corrientes; por consiguiente, es la madera
para labrar (hyle en griego y materia en latín) lo que proporciona a
Aristóteles un símbolo para designar la causa primera, por esta razón dicha
causa es conocida tradicionalmente como causa material o como la materia, pero
, con mayor claridad y exactitud, ha de ser definida como la que responde a la
pregunta “¿de qué?” Aristóteles, Física, II, 3, 195 a 19 está hecha la cosa?
Además
de la materia, lo que se requiere para la producción de la cosa es “la idea y
el paradigma” Aristóteles, ibíd.., 194 b26.; aunque la causa material ya fue
puesta de relieve por los pensadores presocráticos. Toda producción humana se
refiere a un paradigma o modelo. La idea, el eidos, la forma constituye la segunda
causa de la producción y es imposible comprender el pensamiento de Aristóteles
si se adoptan las traducciones tradicionales que vierten el término griego idea
como si fuese equivalente a forma, considerando, por consiguiente, que la
segunda causa la que se opone a la causa material o a la materia es la causa
formal o la forma pues “la idea no es solamente la forma superficial de la
cosa” Simplicio, Comentario a la Física de Aristóteles, 194 b 26., sino el
principio de organización de la materia y la razón de su disposición. Sin
embargo, hay que precisar que, en los términos aristotélicos, la traducción de
idea por forma responde a la preocupación por diferenciar claramente el
aristotelismo del platonismo. El idealismo platónico afirma que la idea existe al
margen de la realidad empírica y que, en calidad de tal, es como resulta un
paradigma o modelo ejemplar para los seres sensibles, existente fuera y por
encima de la real-material. Tradicionalmente se denomina idea a este modelo
suprasensible de la realidad sensible. Aristóteles por su parte, no ve la
necesidad de separar la idea de la realidad efectivamente dada. Al conocimiento
y a la acción sensible del hombre; “el alma es el lugar de las ideas”.
Aristóteles, Acerca del alma, III, 4, 429 a 27. En tanto que éstas intervienen
en el conocimiento y en la acción humanas; pero, si se entiende la idea como el
principio de unidad y de organización en las cosas mismas (y no simplemente, en
tanto que dicho principio es captado por la reflexión humana), se puede decir
que “la idea no se separa más de la cosa que la materia”, Id. Física, IV, 2,
209 b 23.
La
segunda causa que explica la producción de una cosa puede llamarse pues causa
formal o causa ideal o ejemplar.
La
tercera causa es la causa motriz, el disparador, el motor. Sin embargo, falta
la causa más importante, la causa final, aquello hacia lo que tiende el proceso
de la producción. Se trata del fin.
El
análisis aristotélico lleva al establecimiento de un sistema causal de cuatro
causas, material, formal, eficiente y final.
La
distinción entre las cuatro causas sólo adquiere sentido pleno en el caso de la
explicación de la producción humana, pero en la generación natural, la
reducción de las tres causas a una sola únicamente deja en pie a la pareja
constituida por “la idea y la materia”. Id., Metafísica, VIII, 8 1033 b 13.
Entre ambas causas y hasta el antagonismo de los términos es particularmente
sensible cuando se trata de la producción humana, que consiste en imponer desde
fuera una forma a una materia. Se puede, incluso, efectuar una clasificación de
las actividades técnicas del hombre según se ocupen de modo preferente de la
materia o de la idea; las formas de la actividad técnica que “se ocupan
preferentemente de la idea pueden denominarse “arquitectónicas” Id., Física,
II, 2, 194 b 3-4. Estas actividades son las que utilizan Ibíd., 2-3 objetos
técnicos y los definen esencialmente según su finalidad y su idea.
En
todo caso, esta separación entre la idea y la materia no tiene nada de
incontrovertible; en las artes arquitectónicas el conocimiento de la forma
implica un cierto conocimiento de la materia.
Entonces,
aunque la producción humana misma imponga una idea –es decir, un cierto modo de
organización que la forma hace evidente- a una materia, que inicialmente no
estaba prevista para ella, no por ella deja de ser la materia relativa a la
idea; para la realización de una determinada idea no basta con una materia
cualquiera, sino que a cada idea le corresponde su materia.
Podemos
sustituir la distinción entre forma y materia por la distinción entre la
potencia y el acto. La generación o la producción se definen así como tránsito
de la potencia a la puesta en acto, por lo que la búsqueda de la causa puede
reducirse a la determinación de la causa de esta puesta en acto; dicha causa es
suficiente, ya que produce la unidad de ese compuesto de la materia y de la
idea, al que, en definitiva, se reduce la dispersión del sistema de las cuatro
causas.
La causa
motriz o eficiente no tiene un tratamiento privilegiado en Aristóteles, como sí
lo tenía en cambio en Platón. Aristóteles le concede mayor importancia al fin y
a la idea que a la causa motriz. La causa operatoria o motriz es secundaria o
un mero complemento del sistema de las causas. Esta forma de causalidad, mejor
dicho, se integra en la causalidad final, pues abarca el conjunto de medios
para la realización de un fin determinado; pero por cuanto considera la física
como una ciencia puramente teórica, dicha forma no ofrece gran interés. Un
análisis puramente teórico de la producción trata de descubrir en primer
término su significación, que vendrá dada por el resultado buscado y obtenido;
en cuanto a la búsqueda de los instrumentos y de los medios de producción, hay
que decir que tiene un valor eminentemente práctico.
En
razón de la orientación exclusivamente teórica de su física y del carácter
finalista de su filosofía, el aristotelismo no se preocupa por la investigación
minuciosa y precisa de la articulación de los efectos y de las causas en el
orden cronológico de la producción o de la generación.
El
aristotelismo rechaza el examen de la causalidad eficiente, es decir, de
aquella a través de la cual se pone de manifiesto de qué manera un efecto resulta
inmediatamente de otro, en los casos concretos de la producción técnica o de la
generación natural.
El
advenimiento de la ciencia moderna tiene como resultado la sustitución de la
pura especulación teórica por la búsqueda de un saber utilizable prácticamente.
Por lo tanto, se abandona la consideración de una causa final en la naturaleza
y se pasa a tener en cuenta solamente los medios gracias a los cuales pueden
ser producidos tales efectos. “No hay por qué examinar para qué fin ha creado
Dios cada cosa, sino, solamente, por qué medio ha querido que fuese producida”.
Descartes, Principia philosophiae, I art. 28. La búsqueda de la finalidad en la
naturaleza queda reservada para la teología, al tiempo que se declara su
imposibilidad, puesto que la inteligencia humana es incapaz de sondear las
intenciones del creador: “No debemos ser tan presuntuosos que creamos que Dios
ha querido hacernos partícipes de sus designios”.
En
cambio, la causa eficiente puede ser sometida a control por medio del método
científico experimental aplicado al examen detallado de la naturaleza. Esta
interpretación de la causalidad intenta poner de manifiesto cómo se transforma
la materia por obra de la causalidad eficiente; la materia es considerada como
una capacidad indeterminada para recibir sucesivamente formas, es decir, que se
define por medio de las formas que asume al pasar sucesivamente de un estado a
otro; Aristóteles denomina a este tránsito, movimiento. La ciencia moderna
reducirá definitivamente el movimiento a mero desplazamiento espacial.
Los
movimientos explican las transformaciones materiales, es decir, el paso de una
forma de la materia a otra. Si se deja de lado la causa final, si se identifica
la idea con la forma y no se contrapone ésta a la materia, sino que se define a
la materia como la capacidad para pasar de una forma a otra, si, por último, se
identifica la causa productora de este tránsito con el movimiento, entonces la
explicación de la naturaleza puede llevarse a cabo enteramente por medio de
figuras y movimientos. Esto se llama mecanicismo. Es una interpretación de la
naturaleza que procede exclusivamente por recurso a la causalidad eficiente.
El
mecanicismo es una explicación de la naturaleza según la cual la causalidad
sigue el orden de la sucesión temporal, puesto que en él la causa precede al
efecto, a diferencia de la causalidad final, que define el término del proceso
productivo y, por tanto, es posterior en el tiempo a los medios cuya puesta en
acción explica. Por lo demás, la causalidad eficiente actúa de acuerdo con las
leyes de la naturaleza, es decir, de modo regular y con exclusión de cualquier
determinación de los fines por una causalidad libre. Esto desemboca en un
determinismo de la naturaleza.
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