A PROPÓSITO DE GABRIEL ALBIAC.
Gabriel Albiac fue marxista, comunista,
progresista, revolucionario, bolchevique, etc. Fue muchas cosas y también fue y
es antisocialista, antiprogresista y proisraelí. Tuvo que romper con muchos
amigos por defender la legitimidad del Estado de Israel frente al terrorismo de
la OLP. Tuvo que separarse de muchos por trabajar en la COPE. Ahora es un
liberal, conservador y de orden. Nada de malo tiene eso. Es más bien el destino
de los izquierdistas lúcidos, darse cuenta de que todo eso era vanidad y vacío.
Quien de joven no es comunista es que no tiene corazón y quien de viejo aún lo
es, es que no tiene ya cabeza. Lo que se denomina para demonizarla, “la
derecha” es un conjunto de individuos procedentes de las generaciones o degeneraciones
de las izquierdas.
Es Albiac erudito, sabio, complicado,
una escritura tiene este autor español muy a lo francés, alambicada y difícil
de seguir. Su vocación es literaria más que filosófica o tal vez ambas a la
vez. Literatura, ensayo, filosofía, política. Así encuentro yo la prosa de
Gabriel Albiac, por lo menos en su último libro: “Diccionario de Adioses”, Seix
Barral, 2005, Barcelona. 417 paginas.
A través de nueve entradas de un
diccionario presunto: “Escribir”, “Exilio”, “Idénticos (los): Nacionalismos,
socialismos, fascismos”, “Idolatrías”, “Judeofobia (De Dreyfus a Yenín)”,
“Nada, muerte, guerra, política”, “Revolución”, “Revolucionario”
y”Terror(ismo)”, divididas en sus correspondientes parágrafos o comentarios
breves, Albiac expone sus pensamientos sobre algunos temas del siglo XX que han
llamado su atención. Cada entrada de este diccionario constituye un pequeño
ensayo o una pequeña reflexión sobre el particular.
A mí me parece que la mayor parte de
tales términos son interesantes e importantes para la reflexión política de
nuestros días. Es hora ya de hacer balance de la Edad Contemporánea
(1789-1992), que todavía en cierta manera forma parte aún de nuestro presente.
Voy en lo que sigue a seleccionar lo que me ha parecido más valioso de la
reflexión desarrollada por Albiac en su reciente libro.
Para empezar, la caída del socialismo
real de los países del Este de Europa deja sin sentido el izquierdismo. Se
puede decir que liquida el sentido de las palabras de los revolucionarios izquierdistas.
“Cayó el muro. Nos quedamos sin palabras. Fue lento. Al principio, ni nos dimos
cuenta. Dos siglos se cerraban sobre nuestros despojos. La era de la
revolución. Y un día percibimos –los más ni siquiera lo sospecharon, siguen aún
sin sospecharlo, morirán sin haberlo sospechado- que lo que nuestra voz decía
no significaba nada. Ya.”[1] Por
lo demás, como el hombre, Heidegger dixit, es un ser que camina hacia la
muerte, toda la vida es muerte, irse muriendo. Por tanto, todas las obras
humanas son testamentarias, legados. “Cuando, hace ahora algo más de treinta
años, tuve la certeza –no me gustó- de que ya nada haría que no fuera escribir
–aun cuando no escribiera, y sobre todo entonces-, me atenazó la sospecha, que
supe algo ridícula, de estar siendo testamentario.”[2] Lo
que hacemos en vida es morir. Pensamientos sombríos de quien se dice discípulo
de Epicuro y de Spinoza. Epicuro dijo que la muerte era insensible y que no
existía. Spinoza que un hombre libre en menos piensa que en la muerte. Albiac
lo va repitiendo a lo largo del libro, el asunto de la muerte y de la nada:
“Que un hombre nada hace sino morir: eso es su vida. Eso y saberlo. Que sólo en
el muriendo estamos vivos, y de esa sabiduría sólo nos viene toda fuerza.
Se escriben voluntades últimas. Nada
más. A las cuales no sobrevive el que las dicta.”[3]
Particularmente lúcida me parece la
reflexión de Albiac sobre el fascismo. El fascismo, afirma Albiac no es un
fenómeno de la derecha, conservador. El fascismo es socialismo, es
revolucionario. El único fallo que yo le encuentro a Albiac es que mete en el
mismo saco al nazismo y al fascismo. No los distingue: “El nazismo no es sino
la forma administrativamente centralizada –esto es, socialista- del
nacionalismo, y la nación nada pone sino la ficción de un sentido a la
historia: identidad de “destino en lo universal”, por utilizar una fórmula cara
a su fofa variante española.
El fascismo no es una anomalía del
modelo de poder burgués: es una deriva interna de su paradigma formal: una
variación extrema del socialismo. No se ubica en uno de los polos de la
metáfora topográfica derecha/izquierda. Es transversal a ellos.”[4]
Albiac insiste en este diccionario en la secreta afinidad entre nazismo y
bolchevismo. Hasta 1934 por lo menos, “Adolf Hitler ha concebido –en público
cuanto en privado- su proyecto político como una depuración nacional del
socialismo obrero, cuyo extremo sería el “nacional-bolchevismo” de Röhm, pero
también la disposición de Goebbels hacia una “comunidad de espíritu” con la
URSS de Stalin”.[5] Gabriel Albiac se remite a
las conversaciones de Hitler con Hermann Rauschning para probar sus
afirmaciones. Hitler se define como socialista, claro, nacionalsocialista. “Mi
socialismo –ha proclamado Hitler- es distinto del marxismo. Mi socialismo no es
la lucha de clases, sino el orden….Os pido que llevéis con vosotros la
convicción de que el socialismo, tal cual lo comprendemos, aspira, no a la
felicidad de los individuos, sino a la grandeza y al porvenir de la nación
toda. Es un socialismo heroico. Es el ligamen de una fraternidad de armas que
no enriquece a nadie y todo lo pone en común.”[6] Hay
una tenue frontera entre el fascismo y el comunismo o entre el nazismo y el
comunismo. Desde 1789 a 1992 se ha producido un conjunto de revoluciones. Esto
procede de la Ilustración. “El sueño de la revolución –que es la instancia
suprema del sueño de la razón ilustrada- ha dado a luz sus monstruos ya, a lo
largo de dos siglos. Y se cierra, no dejando tras de sí sino tierra quemada.”[7] Esta
época contemporánea también ha sido la época de la judeofobia más feroz que ha
desembocado en el Holocausto. Pero ya en Francia, en la Francia laica y
republicana, “en 1891, una moción parlamentaria a favor de la total expulsión
de los judíos de Francia obtenía 32 votos en la Cámara de los diputados”[8]
Después de 1945 el antijudaísmo, la judeofobia ha resurgido en forma de
antisionismo en Europa. Gabriel Albiac nos cuenta cómo ha tenido que romper con
algunas amistades por esta razón, porque rechaza de plano la judeofobia de las
izquierdas. Se trata del cerco de Yenín por parte del Ejército israelí. “Yenín
acababa de ser tomado, tras un breve y duro asedio. Y toda –toda- la opinión
pública española hablaba de genocidio, por aquellos días. Primero fue la loca
comparación de Yenín con Auschwitz. Los más moderados sólo condescendían hasta
igualarlo al ghetto de Varsovia. Era un deber moral no ceder a su pesada
interferencia. Ni siquiera a la –infinitamente más pesada- del afecto hacia los
amigos perdidos. Fui –fuimos, los pocos que desertamos del armónico coro de lo
establecido- un canalla sionista, un asesino sádico de niños palestinos, un
racista sanguinario, un notorio agente a sueldo del Mosad y de la CIA…Fui todo
lo que, en algún momento, leí que habían sido todos los que , en instantes
infinitamente más duros que los míos, decidieron romper con la mortal
fantasmagoría estaliniana, entre los años veinte y los cuarenta.”[9] Así
es el progresismo hoy día en España, judeófobo.
Gabriel Albiac prefirió la honradez, la verdad que lo políticamente
correcto, que sus viejas amistades de las izquierdas definidas pasadas ya al
detritus de las divagantes, extravagantes y bogavantes. “Escribí. No por
capricho. Ni siquiera por preferencia o afecto: yo ya no tengo afectos en
política –lo digo sin alegría alguna; los tuve; no los añoro; ni me arrepiento
de ellos- . Lo escribí por respeto a la lógica, que es algo por encima de
cualquier deseo. Y por respeto a los hechos. Lo escribí porque no hay más deber
moral de aquel que escribe que el de no mentir nunca, que el de no mentirse
nunca. Y jamás tomar en cuenta el precio que no mentir, que no mentirse,
acarree.”[10]
Ahora hay una cierta islamofilia por
parte de las izquierdas o por parte de esos individuos náufragos de la
extinción de las izquierdas rojas definidas (anarquismo, socialismo, comunismo)
y de su degeneración en izquierdas indefinidas o simplemente, progresismo.
Llenos de rabia y de rencor y resentimiento, en su impotencia teórica e
intelectual, no tienen ningún proyecto político ni económico, sino que más bien
dirigen su odio contra el capitalismo y el liberalismo y por ello optan por el
Islam. Esa es la estupidez progresista, que es suicida. “Bajo regímenes
teocráticos así, todos y cada uno de los manifestantes antiglobalización que
claman contra la arrogancia estadounidense, habrían sido, hace mucho, pasados
por las armas.”[11] Lo mismo podría decirse
de la complacencia de la prensa europea con el terrorismo palestino de la OLP y
con el injusto desprecio a Israel. Albiac afirma que se olvida la verdad: que
los países árabes no sólo han querido eliminar a Israel sino que inicialmente
no han admitido ningún Estado palestino. “Olvidamos, con demasiada facilidad,
lo esencial: los países árabes no sólo negaban el derecho de Israel a existir;
negaban también (y aún más) la posibilidad de existencia de un Estado
palestino.”[12] Arafat llevó a su pueblo
a la catástrofe. “Todo el mundo sabe (hasta el último canalla sabe) que no hay
crimen peor que el de llevar a los subordinados a la muerte, por pura y simple
incompetencia y sin necesidad alguna. O sí, hay algo peor: sobrevivirles
después de eso.”[13] Por todo ello, “Si algo
puede reprochársele a Israel, es su exceso de tolerancia con semejante
indeseable. Mueve al vómito. El individuo. También la tolerancia.”[14] Así,
pues, Arafat fue un terrorista. Pudo haber sido un santo y se convirtió en
verdugo. “Arafat fue, en sus años mejores, un eficaz terrorista: es una
alabanza. Sus diez últimos años son los de un loco. Y nada hay peor que un
hombre de cerebro deteriorado al frente de una organización armada.”[15]
Así pues, el antisemitismo hoy es
antisionismo. Los antisemitas de hoy se autodenominan antisionistas. En esto
Gabriel Albiac acierta.
Por lo demás, una buena parte del libro
o diccionario de Albiac insiste machaconamente en la muerte, en la nada, en el
vacío. Por ejemplo, “Sólo la muerte no muere.”.
Respecto a la guerra, Albiac adopta una
posición materialista, realista. Rechaza a las gentes de buen corazón, que
simplemente no entienden el fenómeno bélico. Se guía principalmente por las
ideas de Clausewitz. El humanitarismo, doctrina que subyace al SPF, síndrome
pacifista fundamentalista es una posición errónea, puesto que “lejos de lograr
el amable objetivo que proclama, el humanitarismo sólo multiplica –y lo hace
exponencialmente- las bajas: las propias como las adversas. “La guerra
–concluye, con una serenidad analítica casi conmovedora- es un asunto tan
peligroso que los errores debidos a la benevolencia son los peores de todos.”. Como afirmaba Clausewitz, profusamente
citado por Albiac, “Introducir el principio de moderación en la teoría de la
guerra siempre conduce al absurdo lógico.”.Todo
depende, para una mayor inteligencia del asunto, de no contraponer guerra y paz
como dos estados diferentes y opuestos. Se trata de depurar el “tópico común,
que embrolla todo el supuesto saber humanitario: aquel que cree poder
contraponer paz y guerra como estadios excluyentes, el segundo de los cuales
vendría a turbar la primacía ontológica del primero. La paz es un acto de guerra:
tal es la hipótesis más original del ensayo clausewitziano.”. En el fondo, la política es una forma de
guerra “y todo ejercicio del poder de Estado, forma determinada de dictadura.”[16] Como
decía el sabio Schmitt, “Política no es sino teología de la hostilidad.”[17]
Albiac es lúcido respecto a las gentes bienpensantes de buen corazón víctimas
del SPF: “Nada hay más dulce que condenar la guerra, cualquier guerra, toda.
Como si habláramos de algo que rige nuestra mano o nuestro deseo. Nada hay más
necio, nada engaña de un modo más perverso, ni tiene consecuencias más
homicidas.”.
Respecto a la situación política
europea y española, Gabriel Albiac reconoce la descomposición de Europa y de
España. No lo lamenta, porque todo lo que nace tiene que morir. Su posición es
de aceptación del inexorable destino histórico de nuestra Patria, España. “No
lamentemos, pues, ni la agonía de España ni la de la vieja Europa. Son
acontecimientos determinados e irreparables. Lamentemos nuestra desdicha de
haber venido a nacer para ver eso. La capitulación sin condiciones del 14 de
marzo de 2004.”.
Toda revolución implica terror,
terrorismo. El terror es revolucionario. No hay libertad para los enemigos de
la libertad. Como dice Albiac, el terror es la liturgia de la revolución. “El
terrorismo es la forma específicamente ilustrada del monoteísmo; transcripción
política que, donde Dios, pone Estado.”[18] Así,
pues, “El terror es la democracia.”.
Es pues, este libro un buen libro que
puede ayudar a tener claras las ideas políticas y a realizar la reforma del
entendimiento.
[1] Gabriel Albiac,
“Diccionario de adioses” op. cit. pág. 9.
[2] Gabriel Albiac,
“Diccionario de adioses”, op. cit. pág. 30.
[3] Gabriel Albiac,
“Diccionario de adioses”, op. cit. pág. 31.
[4] Gabriel Albiac,
“Diccionario de adioses”, op. cit. pág. 94.
[5] Gabriel Albiac,
“Diccionario de adioses”, op. cit. pág. 95.
[6] Gabriel Albiac,
“Diccionario de adioses”, op. cit. págs. 96-97.
[7] Gabriel Albiac,
“Diccionario de adioses”, op. cit. pág. 120.
[8] Gabriel Albiac,
“Diccionario de adioses”, op. cit. pág. 137.
[9] Gabriel Albiac,
“Diccionario de adioses”, op. cit. pág. 140.
[10] Gabriel Albiac,
“Diccionario de adioses”, op. cit. pág. 140.
[11] Gabriel Albiac,
“Diccionario de adioses”, op. cit. pág. 142.
[12] Gabriel Albiac,
“Diccionario de adioses”, op. cit. pág. 157.
[13] Gabriel Albiac,
“Diccionario de adioses”, op. cit. pág. 158.
14. Gabriel Albiac, “Diccionario de adioses”, op.
cit.. pág. 159.
15. Gabriel Albiac, “Diccionario de adioses”, op. cit.
pág. 163.
16. Gabriel Albiac. “Diccionario de adioses”, op. cit.
pág. 174.
17. Gabriel Albiac, “Diccionario de adioses”, op. cit.
pág. 204.
18. Gabriel Albiac, “Diccionario de adioses”, op. cit.
pág. 204.
19. Gabriel Albiac, “Diccionario de adioses”, op. cit.
págs. 208-209.
20. Gabriel Albiac, “Diccionario de adioses”, op. cit.
pág. 227.
21. Gabriel Albiac, “Diccionario de adioses”, op. cit.
pág. 227.
22. Gabriel Albiac, “Diccionario de adioses”, op. cit.
pág. 230.
23. Gabriel Albiac, “Diccionario de adioses”, op. cit.
pág. 233.
24. Gabriel Albiac, “Diccionario de adioses”, op. cit.
págs. 366-367.
25. Gabriel Albiac, “Diccionario de adioses”, op. cit.
pág. 369.
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