Panegírico
al Imperio.
Bernardo
de Balbuena (1562-1627) fue un poeta español de Valdepeñas. En 1584 se fue a la Nueva España en donde se reunió con su
padre en Nueva Galicia[1]. Su padre era miembro de
la gran audiencia de Guadalajara y terrateniente en San Pedro Lagunillas. La
mayor parte del tiempo vivió en Nueva Galicia, excepto cuando estudió en la
universidad de México. Balbuena viajó en reiteradas ocasiones a México para
participar en certámenes poéticos en los que por cierto, fue premiado varias veces.
En
México se hizo sacerdote seglar y eso le permitió viajar con frecuencia a
México y por México. En 1606 se fue a la Península tras recibir el grado de
licenciado de la Universidad de México. En Sigüenza se doctoró en letras en
1607. Terminó siendo obispo de Puerto Rico, donde murió en 1627.
En
el año 2011 las Ediciones Cátedra publicaron en Madrid la obra que pretendemos
recensionar. Se trata de la “Grandeza mexicana” de Bernardo de Balbuena. Este
libro comprende 276 páginas. Esta obra poética apareció en México en 1604. En
México aparecieron dos ediciones, la primera iba dirigida al arzobispo de
México y la segunda al Conde de Lemos.
“Grandeza
mexicana” es un largo poema político-geográfico en el que Bernardo de Balbuena
nos presenta un panegírico del Imperio español como imperio generador al alabar
a la ciudad de México, nunca olvidemos, claro está, que México era la ciudad
más grande del mundo hispánico. México es considerado por Balbuena como
metrópoli mundial, centro del mundo y todo ello se debe al imperio español.
Esta nueva ciudad que existe gracias a los españoles es superior a Tenochtitlán
y también a otras ciudades de la antigüedad. Todo lo que alaba a México es
alabanza a España. México es España, no lo olvidemos, para Balbuena. La grandeza
mexicana es en realidad la grandeza española. Es pues el poema de Balbuena una
exaltación del Imperio español. Se muestran y se cantan las excelencias de
México.
En
la edición de Cátedra de 2011 lo único que no me ha gustado en modo alguno son
los comentarios hispanófobos más o menos indisimulados inspirados en la Leyenda
Negra que de vez en cuando desliza el editor, la catedrática doña Asima F. X.
Saad Maura. Saad Maura le reprocha a Balbuena el que ignore por completo el
pasado prehispánico nos habla así como de pasada de los horrores que tenían
lugar en las colonias. No considera a Balbuena como escritor americano, sino
como un peninsular que está casado con los ideales imperiales, como si ello
fuera algo monstruoso y maldito. Después de leer el largo poema uno no advierte
nada monstruoso ni maligno en la espléndida obra de Balbuena. Además afirma de
México que era “una ciudad tan progresista como México”.[2] La introducción está
salpicada de referencias negativas a España y a su obra en la Nueva España. Le
acusa a Balbuena de obviar el pasado azteca, como si eso fuera un gran error.
Un imperio generador no puede reconocer ningún título de nobleza a la barbarie
ni al canibalismo. Balbuena llama a México “una nueva Roma….en trato y tall”
(VIII). Balbuena lógicamente admira a Hernán Cortés. La fundación de México
está fundada en la religión y no en la superstición prehispánica, sino en la
única religión verdadera, la religión católica. Esto le disgusta a la editora.
México
no está al margen de España. No hay por un lado México y por otro lado España.
Alabar a México es alabar a España. México es la Nueva España. La alabanza a
México es la alabanza a España. Balbuena glorifica a España todo lo que de
España viene a América y eso le disgusta a la editora de este monumental poema
político-religioso-geográfico de exaltación de México.
Con la llegada de los españoles bajo el mando
de Cortés llegan a México la riqueza, el imperio y la civilización. Hoy eso
parece una verdad palmaria, aunque les pese mucho a los indigenistas y a los
progresistas, profundos hispanófobos ambos.
Balbuena
considera a los indios como salvajes y los describe como de espantosa imagen y
espantosa figura y también dice del indio que es feo. Esto no desmejora la
interesante y grandiosa obra poética de exaltación de México por parte de
Balbuena. Hay que hacer tabla rasa del pasado como algo bárbaro y exaltar el
imperio generador español y católico en México. La editora Saad Maura no valora
en su justeza la grandeza de Balbuena y dice la siguiente lindeza progre: “Por
eso, mediante el acto de no aludir al pasado azteca y de ni siquiera nombrar a
Tenochtitlán, Balbuena impuso el silencio que, con el tiempo, habría de
ocasionar la pérdida de la memoria”.[3] Ya tenemos el tema de la
memoria histórica y del terrible pecado de Balbuena de exaltar a México-España.
Balbuena
define a América como la culminación de España. No tiene nada de extraño el
asunto, desde luego. Parece que así fue efectivamente. Los juicios de valor
desfavorables hacia Balbuena y su concepción del mundo así como hacia la labor
de España en las Indias abundan en la introducción del libro así como en las
notas a pie de página posteriormente. Por ejemplo: “el valdepeñero reinterpreta
la historia en términos de su formación intelectual europea y así construye su
propia utopía para convencer a los demás de su valor.”[4] Lo peor es que esto es
falso. México no era ni es ninguna utopía. Era la ciudad más poblada del mundo
hispánico y aún lo sigue siendo y con diferencia. Desde luego, era imposible
que Balbuena tuviera una formación intelectual asiática o azteca. Por lo demás,
el racionalismo europeo era claramente superior al pensamiento mítico salvaje,
ágrafo y azteca, pongo por caso.
La
profesora Saad Maura llega a afirmar lo siguiente acerca de la maldad del
imperialismo español:
“Al
considerar lo discutido hasta ahora, no debería sorprender que en aquel
período, y en ambas orillas del Atlántico, se respirara un aire cortante, que
fueran ambientes llenos de desconfianza, donde existían desaforadas ansias de
sobrevivir contra viento y mareas, acaso más alegóricos que las ventiscas y
marejadas reales.”[5]
Encima,
Balbuena realiza este panegírico de España-México para encubrir la irrefrenable
decadencia del Imperio. “Mediante su obra laudatoria en y para ese Nuevo Mundo
tan lleno de conflictos y contradicciones, Balbuena escribía para encubrir el
deterioro que estaba experimentando el Imperio, a la vez que para complacer y
obtener favores de la Corona.”[6]
Balbuena
se deshace en elogios hacia Hernán Cortés como refundador de la ciudad de
México, “esta gran ciudad de México, fundada como de nuevo por el valeroso
Hernando Cortés y unos pocos compañeros suyos que, arrojados de la furia del
mar, no en busca de la perdida Europa, sino de la fama suya, aportaron a ella.
Y habiendo muerto la serpiente de la idolatría de aquellos mismos dientes que
le quitaron, esto es, de sus ritos y fuerzas bárbaras, renacieron hombres
nuevos en la fuente del bautismo, con que
quedó mejorada en todo, creciendo después sus edificios y calles tan por
orden y compás, que más parecen puestas por concierto y armonía de música que a
plomo y machinas de arquitectos”[7].
Balbuena
elogia a la Universidad de México, fundada en 1551. Afirma de ella que es una
“insigne universidad, llena de borlas y letras gravísimas”.[8] Además, “el ordinario
lenguaje de esta ciudad es el más cortesano y puro, el más casto y medido que
usa y tiene la nación española, haciendo sus ingenios, así en esto como en lo
demás, conocida ventaja a los más famosos del mundo.”[9]
El
catolicismo hace que México sea un lugar aventajado en la civilización y
superior, por supuesto a la cultura egipcia a decir de Balbuena: “Compárela a
México en la religión, no supersticiosa, sino verdadera y católica; en la gran
suma de iglesias, monasterios, capillas, ermitas, hospitales, religiones,
oratorios y santuarios llenos de indulgencias, jubileos y estaciones, de un
número increíble y casi infinito.”[10]
En
la introducción a su largo poema aparece esto que puede resultar desagradable
para los relativistas culturales o indigenistas. “O cuando mucho se ve coronar
el peinado risco de un monte con la temerosa imagen y espantosa figura de algún
indio salvaje, que en suelta y negra cabellera con presto arco y ligeras
flechas, a quien él en velocidad excede, sale a caza de alguna fiera menos
intratable y feroz que el ánimo que la sigue.”[11]
Balbuena
en su poema considera a México el centro del mundo.
“Mándasme
que te escriba algún indicio/de que he llegado a esta ciudad famosa,/centro de
perfección, del mundo el quicio,
su
asiento, su grandeza populosa,/sus cosas raras, su riqueza y trato,/su gente
ilustre, su labor pomposa.
Al
fin, un perfectísimo retrato/pides de la grandeza mexicana,/ahora cueste caro, ahora
barato”.[12]
El
poema resulta ser entre otras cosas una descripción geográfica de la ciudad de
México:
“Tiene
esta gran ciudad sobre agua hechas/firmes calzadas, que a su mucha gente por
capaces que son vienen estrechas.”[13]
Aquí
tiene el lector al imperio generador perfectamente concebido por Balbuena:
“dando
a su imperio y ley gentes extrañas/que le obedezcan, y añadiendo al mundo/una
española isla y dos Españas,
De
cuyo noble parto sin segundo/nació esta gran ciudad como de nuevo/en
ascendiente próspero y fecundo.”[14]
México,
gracias a España está en su mejor momento:
“que
México por pasos diferentes/está en la mayor cumbre de grandeza/que vieron los
pasados y presentes.”[15]
Balbuena
recurre a los más ingeniosos epítetos elogiosos de México:
“Oh ciudad
bella, pueblo cortesano,/primor del mundo, traza peregrina,/grandeza ilustre,
lustre soberano,”[16]
Balbuena
le concede a México el título de centro del mundo. El centro del mundo queda
desplazado a la Nueva España, a la Hispanidad, a América. No hay pues, tanto
eurocentrismo en Balbuena como Saad Maura maliciosamente le atribuye a
Balbuena:
“México
al mundo por igual divide/y como a un sol la tierra se le inclina/y en toda
ella parece que preside.[17]
En
todo el poema se cantan pormenorizadamente las excelencias de México.
“En
todo es grande México, y sería/o envidia o ignorancia defraudalle/la majestad
con que se aumenta y cría.”[18]
La
ciudad de México es grandiosa, imperial, mundial….Tiene una importancia
mundial:
“Es
México en los mundos de Occidente/una imperial ciudad de gran distrito,/ sitio,
concurso y poblazón de gente.”[19]
Tan
importante es México que hace la competencia a la Vieja España. Ha superado a
su Madre…La Nueva España es eso, una nueva España más potente tal vez que la
vieja. Eso insinúa Balbuena al señalar que el español se habla mejor en México
que en la Península.
“Es
ciudad de notable policía/y donde se habla el español lenguaje/más puro y con
mayor cortesanía.”[20]
Hay
que citar, por supuesto la importancia del oro y de la plata americana:
“América
sus minas desentraña,/y su plata y tesoros desentierra,/para darle los que ella
a nuestra España,”[21]
Como
España es un Imperio generador, Balbuena señala que la Universidad de México es
realmente grande e importante:
“una
universidad, tres señalados/colegios, y en diversas facultades/más de ochenta
doctores graduados.”[22]
Antes
de la conquista sólo había barbarie y pobreza. En la parte final se cantan las
glorias de España. La grandeza de México es grandeza de España. México=España y
España=México. Ha valido la pena la conquista. México está en su cénit.
“Y
admírese el teatro de fortuna,/pues no ha cien años que miraba en esto/chozas
humildes, lamas y laguna.”[23]
Balbuena
no se olvida de utilizar el nombre de España y de recordarnos sus gestas
imperialistas:
“Mas
¿quién será, invencible patria mía,/en mil años, mil siglos, mil
edades/bastante a ver lo que de ti podría?
¿En
qué guarismo hallará unidades/al rigor, los trabajos, asperezas,/calmas,
tormentas, hambres, mortandades,
tierras
fragosas, riscos y malezas,/profundos ríos, desiertos intratables,/bárbaras
gentes, llenas de fierezas,
que
en estos nuevos mundos espantables/pasaron tus católicas banderas,/hasta
volverlos a su trato afables?”[24]
España
precisamente según Balbuena, igual que México, está viviendo un siglo de oro a
juzgar por los tercetos que figuran en su gran poema:
“Oh
España altiva y fiel, siglos dorados/los que a tu monarquía han dado priesa,/ y
a tu triunfo mil reyes destocados.”[25]
Concluye
el gran patriota español Balbuena su Grandeza mexicana, libro o poema
exaltatorio y patriótico español, imperial y católico, que recomiendo leer
encarecidamente:
El
mundo que gobiernas y autorizas/te alabe, patria dulce, y a tus playas/mi
humilde cuerpo vuelva, o sus cenizas.
Y
pues ya al cetro general te ensayas,/con que dichosamente el cielo ordena/ que
en triunfal carro de oro por él vayas.
entre
el menudo aljófar que a su arena/y tu gusto entresaca el indio feo,/y por
tributo dél tus flotas llena,
de
mi pobre caudal el corto empleo/recibe en este amago, do presente/conozcas tu
grandeza, o mi deseo/de celebrarla al mundo eternamente.”[26]
Felipe
Giménez Pérez. 3-VI-2013. Villaviciosa de Odón.
[1]
La Nueva Galicia (oficialmente "Nuevo Reino de Galicia" o "Reino
de Nueva Galicia"), estaba formado por 3 provincias1 2 que abarcaban la
Provincia de Nueva Galicia (Nayarit y Jalisco), la Provincia de Los Zacatecas
(Aguascalientes y Zacatecas) y la Provincia de Culiacán (Sinaloa). El Reino de
Nueva Galicia era uno de los dos únicos reinos autónomos dentro del Virreinato
de Nueva España. La conquista del territorio fue consumada por Nuño Beltrán de
Guzmán, cuya capital fue Santiago de Compostela, la cual fue trasladada a
Compostela (México) el 25 de julio de 1540, donde se estableció en definitiva
un obispado sufragáneo del arzobispado.
.
[7]
Op. Cit. Bernardo de Balbuena, Al Doctor
Don Antonio de Ávila y Cadena, Arcediano de la Nueva Galicia. Pág. 145. La Dra
Saad Maura anota en pie de página: “Este discurso refuerza lo expuesto en la
Introducción a la presente edición: que Balbuena defiende y aplaude el
blanqueamiento, la cristianización y europeización de México.” Sic.
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