1.¿Quién fue Santo Domingo de Guzmán?
Santo Domingo de Guzmán nació en Caleruega, provincia
de Burgos, diócesis de Osma o Burgo de Osma el 24 de junio de 1170 y murió en
Bolonia (Italia) el 6 de agosto de 1221. La Iglesia le llama “varón de pecho y
espíritu apostólico, sostén de la fe, trompeta del Evangelio, luz del mundo,
resplandor de Cristo, segundo precursor y gran ecónomo de las almas.”
Nació en el seno de una familia aristocrática
profundamente creyente y muy encumbrada. Su padre era Don Félix Fernán Ruiz de
Guzmán, hijo segundo de Don Ruiz Núñez de Guzmán, señor de Guzmán en Campo de
Roa y rico hombre, próximo descendiente directo de Ordoño I; y su madre, la
beata Juana de Aza y Bazán, hija de don García Garcés, IV de este nombre, señor
de Aza y alférez mayor de Castilla. Sus
padres en consecuencia, eran parientes de reyes castellanos y de León, Aragón,
Navarra y Portugal. Además, descendían de los condes fundadores de Castilla. Es
así Santo Domingo de Guzmán espejo de la Nación Española o de las Españas,
español por los cuatro costados. Tuvo Domingo de Guzmán dos hermanos, Antonio y
Manés. Cuando Juana por tercera vez se hallaba encinta, tuvo un sueño
misterioso: apreció que de su seno salía un cachorro con una antorcha en la
boca, en actitud de pegar fuego al mundo. Alarmada, recurrió a Santo Domingo de
Silos, y le fue revelado el futuro destino de su hijo. Al ser bautizado éste,
la marina vio un extraño resplandor en su frente. A los 7 años y hasta los 14 años (1177-1184) confiaron
su educación a un tio materno, arcipreste de Gumiel de Hizán o Izán, Don
Gonzalo de Aza. Recibió una esmerada educación moral e intelectual. En este
tiempo, transcurrido en Gumiel de Hizán (Burgos), despertó su vocación hacia el
estado eclesiástico. y a los 14 años y hasta los 28 años (1184-1198) fue
enviado a Palencia para cursar estudios superiores. Allí, en Palencia estudió
seis cursos estudiando Artes (Humanidades superiores y Filosofía); cuatro,
Teología; y otros cuatro como profesor del Estudio General de Palencia. Desde
su más tierna infancia ejercitó en grado sumo y hasta la heroicidad las
virtudes que destacaron en él: la austeridad y la caridad. Al terminar la
carrera de Artes en 1190, recibida la tonsura, se hizo canónigo regular de la
Catedral de Osma. Fue en el año 1191. ya en Palencia, cuando llegó a vender sus
libros para remediar y aliviar a los pobres de una gran hambruna que se padeció
por entonces en Castilla y llegó también
a querer darse a sí mismo por cautivo para redimir al hijo de una viuda.
Terminó su carrera en 1194 y se ordenó
sacerdote y fue nombrado regente de la Cátedra de Sagrada Escritura en el
Estudio de Palencia. Al finalizar sus cuatro cursos de docencia y Magisterio
universitario, con 28 años de edad, se recogió en su Cabildo, en el que
enseguida por sus relevantes cualidades intelectuales y morales, el Obispo le
encomienda la presidencia de la comunidad de canónigos y del gobierno de la
diócesis en calidad de Vicario general de la misma. Es entonces cuando el obispo de Burgo de
Osma, don Martín de Bazán introdujo la reforma del cabildo catedralicio de
Osma. Domingo de Guzmán prestó su eficaz concurso al prior capitular, Diego
Acevedo, brazo de aquella empresa, llegando hasta la dignidad de subprior.
Elevado Acevedo a la silla episcopal de Osma, por la muerte de don Martín, fue
comisionado como embajador extraordinario en 1203 por el rey de Castilla
Alfonso VIII para pedir la mano de una doncella noble de Dinamarca para su hijo
Fernando, embajada que emprendió el obispo llevando por compañero a Domingo y
en este viaje tuvieron que atravesar el sur de Francia, a la sazón infectado
por la herejía cátara o albigense. Aquí se decidió el destino de Domingo de
Guzmán y se clarificó definitivamente su ya antigua vocación misionera. Pudieron
comprobar los estragos producidos por la formidable expansión de semejante
herejía. En Tolosa convirtió Domingo a su hospedero, y traída la aceptación de
Dinamarca, regresaron allá Domingo y Acevedo para conducir a España a la
prometida; mas llegaron cuando ésta acababa de fallecer. Enviada la nueva al
rey, se dirigieron a Roma a finales de 1204 y de acuerdo con Inocencio III
(1198-1216) atravesaron los Alpes en la primavera siguiente para dedicarse a la
conversión de los albigenses, en la cual iban sucesivamente fracasando misiones
y delegaciones apostólicas. Acevedo, vuelto a Osma a los tres años de su ausencia,
murió cuando disponía sus cosas para regresar a Languedoc. Domingo entra en una
nueva fase de su vida. Esta fase va a durar 7 años. Su táctica especial para
convertir a los herejes consistía en confirmar su predicación con una vida
penitente, que contrastaba con la falsa austeridad y pobreza de los herejes y
con el boato de los prelados y abades cistercienses. Su palabra era tan eficaz,
que cada sermón, generalmente apologético, iba seguido de numerosas
conversiones. Sometidas en Fanjeaux (antiguo Fanum Jovis) a la prueba del fuego
una memoria suya y otra de los herejes, fue abrasada ésta y la de Domingo
rechazada por las llamas. Hay que reconocer que este preclaro varón de Castilla
tenía poderes sobrenaturales. Por eso lo hicieron santo, por sus milagros.
Faltaba un centro de perpetua oración,
que a la vez fuese refugio del sexo débil en medio de aquella corrupción de
inteligencias y costumbres, y por celestial indicación eligió Domingo la ermita
de Prulla en una explanada solitaria frente a Fanjeaux, dedicada a la Santísima
Virgen y muy frecuentada por él. Tal fue el origen del monasterio de Prulla,
bajo la regla de San Agustín, primera institución dominicana. Corría el año de
1206. Era el comienzo de la orden de los dominicos. Allí también recibió el santo
la revelación del Rosario. Después de la cruzada contra los albigenses
decretada en 1209 por Inocencio III a causa del asesinato del legado pontificio
Pedro de Castelnau y de la guerra que se produjo por este acontecimiento,
uniéronse a Domingo varios colaboradores, entre ellos su hermano mayor el Beato
Manés; fue reconocida la casa de Prulla por Inocencio III y patrocinada por el
obispo de Tolosa, Fulco, cisterciense,
que cedió la iglesia de Fanjeaux, su terreno y sus rendimientos, autorizando
las donaciones de Montfort y demás cruzados; fue aceptada también la donación
de una casa en Tolosa de Pedro Seila, que ingresó en la congregación, y el 25
de abril de 1215 se fundó el primer convento fijo de varones, expidiendo Fulco
el decreto de erección canónica de la nueva orden en su diócesis en el mes de
julio del mismo año. Al año siguiente se entregó la iglesia de San Román, que
habitaron hasta que en 1232 se trasladaron a otra casa e iglesia más vasta. Se
adoptó el hábito de canónigo que usaba el santo fundador: túnica blanca,
roquete sencillo y capa negra con capucha, pero en 1218 la Santísima Virgen
mostró al Beato Reginaldo de Orleáns el blanco escapulario como distintivo del
hábito dominicano, y esta prenda substituyó al roquete. La primitiva comunidad
de siete individuos que iniciaron su vida religiosa bajo estatutos
provisionales echó pues a andar.
Habiendo sido convocado el Cuarto
Concilio Lateranense para el 1º de Noviembre de 1215, Fulco llevó consigo a
Domingo. Llegados a Roma, visitaron al Papa, y como hablasen de los males de la
cristiandad, Domingo de Guzmán expuso, desde luego su proyecto de una Orden
apostólica cosmopolita. El Pontífice dio su aprobación sin prometer cosa
alguna. Domingo tomó parte en el Concilio, donde refutó los errores del abad
Joaquín. El concilio prohibió nuevas fundaciones viendo la facilidad con la que
muchos religiosos dejaban su regla para inventar otra. Esta prohibición, junto
con la tradición que adjudicaba la predicación privativamente a los obispos, y
por otro lado la necesidad de es de esa Orden consagrada a la predicación, que
Domingo proyectaba, traían perplejo a Inocencio III, más durmiendo tuvo sueños
en los que la basílica de Letrán se inclinaba y Domingo de Guzmán la sostenía
con sus hombros. Al día siguiente le llamó y para armonizar la prohibición del
Concilio con sus deseos le mandó que eligiera una Regla de las ya aprobadas y
sobre ella fundara su Orden.
Durante su estancia en Roma, tuvo
Domingo una visión: Jesucristo sentado en trono de juez, empujaba tres lanzas
en actitud de arrojarlas sobre el mundo. María Santísima intercedía y
presentaba la garantía de la conversión mundial con dos hombres. Uno de ellos
era Domingo de Guzmán. El otro era desconocido. Lo propio aconteció a éste que
era Francisco de Asís. A la mañana siguiente se encontraron en una de las
basílicas romanas y se abrazaron con efusión transmitiendo el abrazo a sus
respectivos hijos. Ambas órdenes corrieron desde el principio idénticas
vicisitudes.
Gozoso regresó Domingo de Guzmán a Tolosa
y se trasladó con los suyos a Prulla. Bajo los auspicios de la Virgen a
invocado el Espíritu Santo, propuso la regla de San Agustín, el nombramiento de
superiores por elección, el sistema legislativo que se había de seguir y la
pobreza absoluta. Puestos de acuerdo, volvió a Roma. Había muerto Inocencio III
y ocupaba la Santa Sede Honorio III, el cual, el 22 de diciembre de 1216
despachó la bula de confirmación de la Orden “Religiosam Vitam”; y el 26 de
enero de 1217 les concedió un diploma dándoles el título de Orden de
Predicadores. Comenzó pues Domingo su ministerio oficial por el palacio del
Papa, que le invitó a predicar la Cuaresma. Explicó las Epístolas de San Pablo
tan satisfactoriamente, que el Pontífice creó el cargo de maestro del Sacro
Palacio vinculado definitivamente a esta Orden de los Predicadores.
Estaba orando Santo Domingo de Guzmán
cuando se le aparecieron San Pedro y San Pablo presentándole el primero un
báculo y el segundo un libro y le dijeron “Ve y predica, que esa sea tu
misión”. Y a la vez vio a sus discípulos
dispersarse de dos en dos. Desde entonces llevó siempre consigo el Evangelio de
San Mateo y las Epístolas de san Pablo, y caminaba con un bastón en la mano.
Después de Pascua volvió a Tolosa y celebró nueva asamblea en Prulla; y el 15
de agosto de 1217 recibió la solemne profesión de sus compañeros, que ya eran
16; 7 españoles, 8 franceses y 1 inglés. Los distribuyó entre España y Francia,
eligiendo él su residencia en Roma, donde el Pontífice le cedió San Sixto. Allí
ocurrió un hecho memorable. En medio del auge que tenía la nueva comunidad, un
día faltó el pan. Domingo mandó tocar a refectorio, echó la bendición, se
empezó la lectura, y después de las oraciones del fundador, entran dos mancebos
llevando panes en sendos manteles y, uno a cada lado, comenzaron a servir por
los menores desapareciendo al fin: de entonces data en los conventos la
costumbre de servir por este orden. Acto seguido mandó traer vino, que
milagrosamente fue hallado y hubo pan y vino para tres días.
Habrá que esperar hasta finales de 1218
para que Domingo de Guzmán viniera a España, donde visitará Segovia, Madrid y
Guadalajara. El primer convento de la Península Ibérica fue el de Monte Junto
en Portugal, de cuya dirección quedó encargado el portugués Suero Gómez. El
segundo que podemos llamar primero de España, fue el de Segovia, cuyos
principios santificó Domingo con su presencia, milagros, sermones y
austeridades, y donde se conserva, convertida en oratorio, “La Cueva” o retiro
que solía escoger para sus ejercicios de penitencia, en la cual se venera una
devota imagen suya del siglo XVI, muy parecida al original.
De Segovia fue a Madrid, donde fundó el
convento de monjas que hoy se llama Santo Domingo el Real, nombrando vicario a
su propio hermano Manés, y continuó para Roma. En Roma fundó el convento de
Santa Sabina, cuya iglesia le cedió el Papa; y por comisión apostólica,
desocupado San Sixto, lo habilitó para reunir a todas las religiosas
diseminadas en conventos decadentes y proveer a su reforma y dirección.
Estableció rigurosa clausura, y llevó ocho religiosas de Prulla que imprimiesen
carácter dominicano a la reciente comunidad. Por aquel entonces, resucitó tres
muertos: al maestro de obras de San
Sixto sepultado bajo un lienzo de pared desplomada; al niño de una señora viuda
principal, que estando enfermo había fallecido mientras su madre fue a oír al
santo predicar en San Sixto; y al joven Napoleón, sobrino del cardenal
Fossanuova, caído del caballo y arrastrado hasta descuartizarse. Este último
milagro lo efectuó después de haber celebrado una misa, en cuya elevación se
levantó del suelo un codo, prodigio que fue repetido al dirigirse a los restos
del desgraciado, que coordenó exclamando: “Joven Napoleón, en nombre de Nuestro
Señor Jesucristo te mando que te levantes.”
En 1220 se celebró el primer Capítulo
General de la Orden en Bolonia. Domingo presentó su dimisión pensando en ir a
evangelizar a los infieles, pero fue unánimemente rechazada su pretensión de
dejar el gobierno de la Orden. Se redactaron las constituciones fundamentales,
tomando de los Premonstratenses las principales observancias, tales como el
ayuno continuo desde la Exaltación de la Santa Cruz hasta Resurrección,
prohibiendo beber entre horas, abstinencia perpetua, capítulo de culpas,
silencio profundo después de Completas, etc., es decir, lo coral y lo
penitencial, excepto algunas cosas menores tomadas del Císter. Se confirmó el
título de Maestro General para el superior de la Orden y el de prior para el de
cada convento. Como sistema de gobierno se adoptó la monarquía templada por las
leyes y por capítulos generales compuestos vocales elegidos conforme a la ley, para deliberar, legislar y
modificar y para velar sobre el Maestro General con derecho a amonestarlo,
corregirle y deponerle.
Por entonces fundó Domingo de Guzmán en
Lombardía la Milicia de Jesucristo, que fue aprobada por Honorio III. A fines
de 1220 vuelve Domingo a Roma en cuyo convento de Santa Sabina siguió una vida
de extremada austeridad y mortificación, no dispensándose del ayuno de regla ni
aun estando enfermo, aplicándose rudas disciplinas, guardando extremado
silencio y orando la mayor parte de la noche en la iglesia. La tradición
conserva soldada a un soporte de media columna en este templo, una gran piedra que
el demonio le arrojó desde lo alto. Fue singularmente amado por la Santísima
Virgen, que se le mostró cobijando a la Orden bajo un inmenso manto.
A principios de mayo de 1221 abandonó
por última vez Roma y fue a Bolonia para el segundo Capítulo General de la
Orden. En este se estableció el estudio como obligatorio. Se divide a la Orden
en ocho provincias: España, Provenza,
Francia, Lombardía, Roma, Alemania, Hungría, Inglaterra, subdivididas con el
tiempo en 52 y se destinan misiones a los países nórdicos.
Domingo había ya terminado su obra y su
carrera. Hizo un viaje a Venecia a tratar y encomendar su obra al cardenal
Hugolino, gran amigo y devoto suyo, futuro Gregorio IX; y de vuelta, murió en
Bolonia el 6 de agosto de 1221, tras breve enfermedad en el convento de
Bolonia, donde sus restos permanecen sepultados después de declarar
solemnemente que era virgen. Al amortajarle, se le quitó una cadena de hierro
con la que se ceñía y que le servía de disciplina. En 1234, su gran amigo y
admirador, el Papa Gregorio IX lo canonizó.
Era Santo Domingo de estatura regular y
enjuto de carnes, bello rostro, ojos vivos y hermosos, barba bipartida tirando
a rubia y cabello del mismo color, entero y sembrado de canas al final de su
vida, manos largas, bien perfiladas, voz argentina, y llevaba ordinariamente la
cabeza un poco inclinada, en actitud de humildad y recogimiento. Algún tiempo
conservó la barba, fundada la Orden, con propósito de ir a evangelizar a los cumanos
en la primera oportunidad que se le presentara.
2. Valoración de Santo Domingo de
Guzmán.
Fue uno de los más importantes santos
que ha tenido la Iglesia Católica. Fue un varón preclaro de Castilla. Con
sentido práctico, comprendió la necesidad que tenía la Iglesia de buenos
predicadores para combatir a los herejes. La Orden Dominicana u Orden de
Predicadores fundada por él en 1206 es una prueba de su acierto y buen sentido.
Esta Orden de Predicadores, O.P., ha tenido una importancia y una influencia
decisivas en la Historia de la Iglesia Católica. A ella pertenecieron Santo
Tomás de Aquino, Fray Francisco de Vitoria, Fray Domingo de Soto, Fray
Bartolomé de las Casas y otros importantes individuos.
3. La Orden de Predicadores. Los
dominicos. Su fundación.
Los dominicos son los religiosos de la
Orden de Predicadores. Esta orden es considerada por la Curia romana como la
primera de entre las órdenes mendicantes. También se les llama dominicanos.
El Pontífice Honorio III el 22 de
diciembre de 1216 promulga dos decretos de confirmación, en el primero de los
cuales se decía así: “Nos, esperando que los Hermanos de tu Orden han de ser grandes defensores de la Fe y
verdaderas lumbreras del mundo, confirmamos tu Orden”. Hasta el 21 de enero de
1217 no recibieron sanción pública los dominicos de su género especialísimo de
vida. Honorio los llamó entonces Predicadores.
El 15 de agosto de 1217 se reunieron
todos en Prouille (Prulla) para distribuirse por el mundo. Se eligió como jefe
a Mateo de Francia y Domingo de Guzmán quedó como corrector y vigilante. En menos
de dos años ocupaban los dominicos, Roma y París, Bolonia, gran parte de
España, de Italia y de Francia; habían escogido para su actividad los puntos
estratégicos, prefiriendo los centros universitarios y los focos de herejía.
Bien conocidos son los versos que señalan la diferencia entre los dominicos y
las órdenes más pujantes de su tiempo:
Bernardus
valles, montes Benedictus amabat
Oppida
Franciscus, celebres Dominicus urbes,
que
significa: Para sus fundaciones san Bernardo escogía los valles, san Benito los
montes, san Francisco las villas, santo Domingo las ciudades celebres.
La Orden de Predicadores fue instituida
según las primtivas Constituciones specialiter ob praedicationem et animarum
salutem, para la predicación y salvación de las almas. Es una orden
esencialmente doctrinal, comunicándose la doctrina por la predicación y la
enseñanza, ocupando, por lo tanto, el grado sumo entre las órdenes religiosas,
según la doctrina teológica de Santo Tomás (Summa Theol.. 2-2, q. CLXXXVIII, a.
VI, c.).
En esta Orden la vida apostólica
condicionaba la vida religiosa. La guarda de la castidad no excluía en absoluto
el trato con el pueblo, con quien había que tratar para evangelizarlo; la
pobreza les tenía que dar algo con qué vivir, viajar, predicar, estudiar y
escribir. La obediencia conservaba su rigidez absoluta, su veneración
integérrima (votum obedientur pruefertur utrique paupertatis scilicet et
castitatis, dice Santo Tomás, loc, cit., a. 7, ad. Lm.); en la fórmula de la
profesión, sencilla, no se menciona más que éste en el cual se fundan los
demás. La obediencia se promete hasta la muerte; pero es una obediencia dulce,
pues las leyes no obligan a culpa sino a la pena señalada por las mismas a sus
infractores.
Fue la Orden de Predicadores la primera
Orden que antepuso el estudio al trabajo manual y fue la primera que organizó y
reglamentó el estudio dentro de los claustros. Visten los dominicos hábito
coral, túnica y escapulario blancos, capa y capuela (capilla) negras, todo de
lana. Anteponen a la firma el Fr., abreviatura de fray-frater-hermano, y
posponen las letras O.P. que significan Ordinis Praedicatorum, Orden de
Predicadores.
Es conveniente, por lo demás referir
algunas conclusiones que se desprenden del contenido de las Constituciones de
la Orden de Predicadores:
1. El estudio ordenado al apostolado que ha de ser
continuo, devoto, dirigido por la fe y por el amor. No se permitía fundar
conventos sin prior y doctor. El progreso de la orden y la utilidad depende del
estudio y por eso debe estimularse más y castigar con gran severidad a los
negligentes. Todas las austeridades se interrumpen cuando este fin principal
puede sufrir algún quebranto; ni el coro debe estorbar el estudio (ha de
cantarse breviter et succinte). Aún la pobreza les permite usar de algún dinero
para comprar libros que pueden tener consigo, aunque bajo la autoridad del
superior. Las bibliotecas de los dominicos han sido siempre famosísimas
2. Al estudio contribuye el silencio continuo. Sólo se
permite hablar en ciertos lugares o a horas de recreo o brevemente con
licencia. Hay un celador (circator) que vela por el cumplimiento de esta ley;
3. La oración
pública que profundiza el estudio con el amor de Dios; el canto del oficio y de
la misa, maitines lo más cerca posible de la media noche;
4. Abstinencia perpetua de carnes dentro del convento, a
no mediar dispensa que a colegios se suele conceder dos o tres días por semana;
5. Ayuno desde el 14 de septiembre a Pascua Florida, y,
además, todos los otros viernes del año y muchas vigilias de fiestas.
6. Vestir de lana a raíz de la carne;
7. Acusación pública de ciertas faltas en capítulos al
menos semanales y corrección fraterna.
El convento va formando insensiblemente el alma del
dominico, que de mente pecadora va pasando a mente estudiosa y de ahí a teológica,
la cual se convierte en apologética.
En cuanto al gobierno interno de la Orden, hay que
destacar la legislación de la Orden, que data de 1220. En cada convento se
elige por tres años el prior que, como los electores, ha de reunir determinadas
condiciones mínimas. El provincial puede confirmar o anular la elección,
procediéndose entonces a otra nueva. Cada prior, más un vocal elegido por cada
convento, eligen al provincial cada cuatro años, por mayoría de votos; el padre
maestro general puede confirmar la elección o rechazarla. El maestro general,
que así con gran significado se llama jerarca supremo de la orden, es elegido
por cada provincial y por otros dos padres elegidos a su vez por cada
provincia. Antes era vitalicio este cargo, después duró 6 años (PíoVII); por
fin, vino a durar 12 (Pío IX). Hoy día dura 9 años. En todos los casos cabe la
reelección con ciertas condiciones. Para el mejor gobierno, tienen el general,
el provincial y el prior su Consejo formado por cinco ó seis padres graves que
le asesoran, le ilustran, examinan las cuentas.
Existen en la orden legos para los trabajos manuales,
con sus rezos de padrenuestros, sus votos, su maestro de conversos para
instruirse, su participación absoluta en privilegios y sufragios, pero sin voto
ni capacidad para el gobierno.
Hoy día la orden está distribuida por toda la Tierra y
cuenta con 83 provincias. Grandes filósofos como San Alberto Magno, Santo Tomás
de Aquino, Francisco de Vitoria, Domingo de Soto, etc., fueron miembros de tan
ilustre orden de predicadores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario