martes, 19 de septiembre de 2017

Ensayo sobre la distinción entre izquierda celeste e izquierda terrestre

Yo sostengo que fundamentalmente ser de izquierdas hoy y aquí en España consiste en destruir la nación española, destruir sus instituciones sociales y políticas y el sistema económico y social amén de favorecer la desmembración de España, tan fuerte es el oportunismo de tal izquierda y su negrolegndarismo que impregna toda su concepción del mundo sobre la Nación Española a la que desprecian e ignoran.
Sin embargo, también hay voces de reducidas minorías de hombres doctos o no tan doctos, digamos, profesores y profesionales liberales de diversos sectores que se autodenominan de izquierdas y que reivindican la Nación Española y su preservación y conservación. Esto a mí me parece un poco chocante. ¿Por qué denominarse entonces de izquierdas? Porque creen en el mito de la izquierda, por el prestigio que otorga dicho término a quien se proclama perteneciente a ese campo semántico presuntamente. La primera izquierda, en sentido fuerte la denomino izquierda terrestre, utilizando metáforas platónicas y aristotélicas, perteneciente al mundo sublunar, donde reina el movimiento, el cambio y sobre todo la generación y la corrupción. Por eso ser de izquierdas en sentido terrestre es ser un sofista, un charlatán, un impostor, un estafador, un farsante, porque sostengo que la izquierda vende humo, palabrería. Las enseñanzas de la historia con el bolchevismo no hay que olvidarlas. Digamos que la izquierda terrestre está corrompida por completo por una suerte de corrupción no delictiva pero no por ello menos grave, más bien, al contrario.
La segunda izquierda es la izquierda celeste de las buenas intenciones, inmaculada y sin pecado concebido que habita en las esferas supralunares, con el éter. Está esperando para encarnarse en la Tierra para salvarnos y es buena, pero cuando se encarna lo hace en forma de socialdemocracia, lo cual no deja de ser algo sofístico. Se hace terrestre y pretende no ser revolucionaria pero evitar la ecualización con la derecha, hecho éste último que debiera ser reconocido por pura honestidad intelectual. En resumidas cuentas, la izquierda celeste se encarna en socialdemocracia y se ecualiza así con la derecha, pero no quieren reconocerlo e insisten en su pertenencia a la izquierda. Esto nos hace sospechar de su sofística y de su impostura. La izquierda celeste es así socialdemócrata y ello con sus taras de nacimiento: progresismo, antifranquismo, europeísmo, etc. Siempre algo viscoso e indefinido que puede mover a engaño a los incautos.

viernes, 15 de septiembre de 2017

El ateísmo esencial total


El ateísmo esencial total.   
Conviene que se sepa y conozca qué es el ateísmo esencial total para distinguirlo del ateísmo habitual que se queda como ateísmo existencial. El ateísmo esencial total niega la esencia de Dios y por ello concluye de ahí su inexistencia.

Se entiende por ateísmo la negación teórica y práctica de la existencia de Dios o la existencia de cualquier realidad trascendente al hombre.

Sin embargo, esta definición convencional, como la del término «ateo», es usada habitualmente con gran irresponsabilidad y confusión, por lo que ha de ser revisada desde las coordenadas del materialismo filosófico. Ni la fe ni el ateísmo son términos unívocos, sino análogos, con acepciones muy diversas y encontradas.

El ateísmo se refiere a las doctrinas que niegan la existencia de Dios. Pero la religión no puede definirse en función del Dios ontológico y esto obliga a distinguir de inmediato el ateísmo de la irreligiosidad o impiedad.

Hay que distinguir entre el ateísmo politeísta y el ateísmo monoteísta al igual que distinguimos entre el teísmo politeísta y el teísmo monoteísta. La definición del ateísmo dependerá en consecuencia de las distintas concepciones posibles de Dios, ya que no puede ser lo mismo el ateísmo respecto al Dios personal de la religión terciaria (ya sea el judaísmo, el cristianismo o el islamismo) que respecto al Dios de los filósofos, en tanto que principio abstracto y fundamento del mundo. Así, el deísmo, manifestado en personajes como Voltaire, propugnaba la lucha contra la Iglesia Católica («aplastar a la infame»), pero no renegaba de          Dios como Supremo Hacedor, Arquitecto del Universo. En la actualidad, hablamos de ateísmo para referirnos al ateísmo monoteísta, al ateísmo por referencia al Dios ontológico (ya sea puro, ya sea preambular).

El ateísmo es una situación a la que los hombres llegan después de haber creído en Dios, por eso ocurre que hay diferencias importantes entre un ateo católico, un ateo judío o un ateo musulmán. También cabe clasificar a los ateos no sólo en función de la existencia de Dios, sino también en función de la esencia o sistema de atributos en función de los cuales se define el ateísmo.

Además, no es lo mismo llamar ateo a un hombre que se mantiene por educación, temperamento o cultura, enteramente al margen de Dios, que llamar ateo a un hombre que se considera «privado» o mutilado por haber perdido la fe religiosa que tuvo antes. En el primer caso, hablamos de ateísmo negativo, y en el segundo, de ateísmo privativo.

El ateísmo esencial total. El ateísmo esencial total niega por de pronto la existencia de Dios, porque al menos en la Teología natural tradicional la esencia de Dios implica su existencia, y ésta es la clave del llamado argumento ontológico de San Anselmo. El materialismo filosófico llega a la inexistencia de Dios mediante la imposibilidad de su Idea, recorriendo el argumento ontológico de Leibniz o Malcolm en sentido ateo: Dios, el Ser necesario, por su propia esencia existe necesariamente sólo si es posible; pero si Dios no es posible no puede existir. De este modo, el materialismo filosófico, en rigor, lo que demuestra es la inexistencia de la Idea de Dios, su imposibilidad como Idea contradictoria. Desde este reconocimiento de la imposibilidad de su Idea, no puede ser recorrido, bajo ningún caso, el camino hacia su existencia.

El ateísmo esencial total significa la negación de la misma Idea de Dios. El ateísmo esencial total no niega propiamente a Dios, niega la idea misma de Dios y con ello, por supuesto, niega el mismo argumento ontológico. Por consiguiente y siguiendo la argumentación de San Anselmo, la propia esencia de Dios implica su inexistencia.

El ateísmo esencial concluye que no tenemos una idea de Dios clara y distinta, sino tan confusa que en el fondo, la idea de Dios es una pseudoidea o una paraidea, a la manera como el llamado concepto de decaedro regular es un pseudoconcepto o un paraconcepto, es decir, un término contrasentido.

Desde la perspectiva del ateísmo esencial las preguntas habituales ¿Existe Dios o no existe?, o bien, ¿Cómo puede vd. demostrar que Dios no existe?, quedan dinamitadas en su mismo planteamiento, y con ello su condición capciosa. En efecto, cuando la pregunta se formula atendiendo a la existencia se está muchas veces presuponiendo su esencia Y esto supuesto, es obvio que no es posible la inexistencia de Dios, sobre todo teniendo en cuenta que su existencia es su misma esencia; y dicho esto sin detenernos en sus consecuencias, principalmente en ésta: que quien niega la esencia de Dios está negando también su existencia, precisamente en virtud del mismo argumento ontológico que los teístas utilizan.

Así pues, el ateísmo esencial sostiene que la idea de Dios es una pseudoidea, o una paraidea, una idea compleja inconsistente, del estilo del concepto de decaedro regular. Lo que el ateo esencial está negando no es la existencia de Dios, sino la idea de Dios de la Teología natural.

Concretamente, el materialismo filosófico  cifra la imposibilidad de la Idea de Dios  en múltiples puntos, entre los que cabe destacar:

Contradicción  entre  Dios como Ser infinito  o Ipsum esse, y  Ser egoiforme, personal, en tanto  la conciencia es siempre finita.

Contradicción  de  Dios como causa sui, en tanto  límite contradictorio  de las relaciones de  causalidad circular.

Contradicción  de  Dios como Ser simplicísimo, en tanto  el Ser es originariamente pluralista  y el  monismo, una concepción metafísica que se abre camino a través de la vía del  sustancialismo.

Contradicción  de  Dios como creador del Mundo, en tanto una  causa eficiente infinita  anegaría al efecto por ella creado,  destruyendo la propia relación de causalidad, aparte de que  la causalidad es inmanente al mundo, en tanto supone  cuerpos  (totalidades jorismáticas) y las  relaciones de causalidad  no sólo cuentan con una causa eficiente y un efecto, sino también con un  esquema material de identidad, que en el caso de la creación tendría que ser necesariamente  la Nada, algo absurdo.

Contradicción  de  Dios como ser omnisciente, en tanto el principio de symploké y la existencia de la materia ontológico-general que desborda a la “conciencia trascendental E” lo impiden.

Contradicción  de la idea de  omnipotencia.

Contradicción  de la idea de  eternidad atribuida a Dios  (fundamentalmente por Boecio).

 


miércoles, 6 de septiembre de 2017

Secesión

Cataluña intenta efectuar un acto de alta traición, de sedición, de secesión. No es un golpe contra la democracia, sino contra la Patria, contra España. ¿Qué me importa a mí la democracia? España está por encima de la democracia. Su existencia es anterior a la democracia. Por eso decimos que España es una Nación política, la nación española. La Patria no es un invento de Franco como afirman los idiotas progres, no. La Patria, para empezar, es el suelo, el territorio que comprende el Estado y que todos pisamos y que nos pertenece a todos en una suerte de pro indiviso, indivisible. Nadie puede expropiarnos de tal suelo, salvo por la fuerza. La secesión es pues, un robo, porque todas las partes del Estado están unidas de forma indivisible. La secesión es una expropiación de la que somos objeto y que no debemos consentir y cuando alguien quiere robarme tengo derecho a matarlo. Locke dixit. En el límite, la sedición se castiga con la muerte. Es un crimen de lesa Patria. Todo vale para defender la unidad indisoluble de España, del Estado, del territorio, del suelo. Así de claro y no esa conducta de mierda democrática, inútil, estúpida e ineficaz de la corrupta clase política del Régimen de 1978.