Era
materialista, sí, pero era materialista no monista, sino pluralista no mecanicista,
emergentista ni materialista dialéctico soviético al modo del Diamat. Era otra
cosa distinta. El siglo XX fue el siglo del materialismo hispano: Ferrater Mora
(1912-1991), Mario Bunge (1919-) y finalmente el más grande, el gigante Gustavo
Bueno (1924-2016).
El
materialismo filosófico de Gustavo Bueno no era una filosofía reduccionista.
Hundía sus raíces en Platón, particularmente en su concepto de symploké. Ni
todo está unido con todo ni todo está desconectado de todo. Las cosas son mucho
más complejas. Por ello la conciencia filosófica es esencialmente materialista,
porque tiene que reconocer la symploké. Posteriormente, 1995, admitió Bueno una
conciencia filosófica idealista.
La ontología materialista distingue entre dos
planos.
I. La ontología general, cuyo contenido es la Idea
de materia ontológico
general (M) definida positivamente como pluralidad
radical (partes extra
partes) y codeterminación.
II. La ontología especial, cuya realidad positiva
son tres géneros de
materialidad, que constituyen el campo de
variabilidad empírico
trascendental del mundo (Mi), es decir, Mi = M1, M2,
M3. Esta arquitectura
trimembre recuerda la tripartición ontológico especial
de Wolff (Mundo,
Alma y Dios) de la que nos distancia históricamente
la crítica ejecutada por
Kant en su Dialéctica Trascenental y la subsiguiente
sustitución, en el
idealismo alemán, por una estructura bimembre
(Filosofía de la
Naturaleza/Filosofía del Espíritu) que, aunque
modificada, sigue
perviviendo en el marxismo (Dialéctica de la
Naturaleza/Dialéctica de la
Historia).
En el plano ontológico-general se niega todo
cosmismo mundanista, que
abriga la idea metafísica del universo como una
omnitudo realitatis ordenada en
la que “todo lo racional es real y todo lo real es
racional”. Puesto que M es una
pluralidad infinita, el materialismo niega tanto el
monismo como el holismo
armonista. A su vez, en el plano de la ontología
especial se afirma la
inconmensurabilidad de los tres géneros de
materialidad, tesis que se opone a
todo formalismo, entendiendo por tal las doctrinas
reduccionistas que pretenden
explicar íntegramente algún genero en términos de
otro. Las variedades
algebraicas del formalismo (primario, terciario,
secundario, etc.) se
corresponden con los géneros de materialidad.
Por M1 (primer género de materialidad) entendemos
todas las entidades
constitutivas del mundo físico exterior, tales como
rocas, organismos, campos
electromagnéticos, explosiones nucleares, edificios
o satélites artificiales.
M2 (segundo género de materialidad) connota todos
los fenómenos
subjetivos de la vida interior etológica,
psicológica e histórica, tales como un
dolor de muelas, una conducta de acecho o una
estrategia bélica.
M3 (tercer género de materialidad) comprende todos
los objetos abstractos
tales como el espacio proyectivo reglado, las rectas
paralelas, el conjunto infinito
Filosofía y Ciudadanía 78
de los números primos, la Langue de Saussure o las
relaciones morales
contenidas en el imperativo categórico de Kant. Por
supuesto, los contenidos de
M3 se ejercitan en conexión con los contenidos de M1
y M2, pero las tres
materialidades son heterogéneas e inconmensurables
entre sí.
Las relaciones entre la materia ontológico-general y
los tres géneros de
materialidad son complejas, dialécticas y
circulares, pues M no consiste en la
suma de los Mi, ni se distribuye entre ellos como un
género en sus especies o un
todo en sus partes, sino que se constituye
regresivamente a partir de las
contradicciones constatadas entre las partes de Mi
por medio de su trituración y
autodestrucción efectivas. Así pues, en tanto que
producto del regressus desde
“lo que hay”, la Idea de Materia es una idea límite,
crítica, negativa (la negación
de que la Materia se agote en cualquier
determinación positiva), de la que sólo
tenemos un conocimiento negativo (que no es lo mismo
que la negación de todo
conocimiento). Porque la negación dialéctica brota
en la relación de la materia
cósmica consigo misma, cuando esa suerte de relación
reflexiva y
autocontextual alcanza ella misma la forma de una
contradicción. Este proceso,
cuyas resonancias neoplatónicas no ocultamos,
implica la presencia de una
conciencia o Ego trascendental (E), por cuya
mediación se ejercitan
autocontextualmente, tanto el regressus destructivo
desde las apariencias
ontológico-especiales, como el progressus
constructivo hacia la symploké
dialéctica o hacia el establecimiento de las
legalidades racionales de los
diferentes géneros. La instancia E juega un papel
esencial, pues supone un límite
infranqueable, “trascendental”, que la crítica
regresiva no puede rebasar, so pena
de nihilismo o escepticismo. Pero, además, hay un
privilegio de la corporeidad
humana de E, a cuya escala se ajusta el mundo,
consecuente con el
materialismo, hasta el extremo de llegar a
convertirla en punto de articulación
entre los distintos géneros de materialidad.
José Ferrater Mora.
Otro pensador que formula una filosofía materialista
es José Ferrater
Mora. Ferrater, en explícita confrontación con
Moulines, persiste en el
empeño de formular conjeturas respecto del mundo,
que se pueden agrupar
bajo el rótulo de materialismo, si por éste
entendemos “una concepción según
la cual:
a) lo que hay precisamente es el mundo material.
b) el mundo material tiene rasgos que permiten el
autoensamblaje de
algunos de sus componentes para formar organismos;
c) muchos (si no todos) de los organismos se
comportan socialmente;
d) algunos de los comportamientos sociales dan
origen a
comportamientos y a productos culturales;
e) dentro de los productos culturales figuran
métodos que aspiran a servir de criterios para determinar la racionalidad
y, en un último extremo
(posiblemente inalcanzable) la universalidad de la
conducta y el
conocimiento” (De la materia a la razón).
El materialismo de Ferrater es emergentista,
evolucionista, continuista,
realista crítico desde el punto de vista
epistemológico, empirista y racionalista
a la vez, relativista, integracionista y sistémico.
Es un pensamiento pluralista
que estratifica la realidad en cuatro niveles:
físico, orgánico, social y cultural,
entre los que se establecen relaciones de
continuidad.
Mario Bunge.
Por su parte Mario Bunge desarrolla una ontología de
carácter
materialista, que integra en su seno una concepción
materialista de la vida, una
teoría materialista de la mente y una concepción
materialista de la cultura,
basadas todas en la idea de que “todo ente material
es cambiable cuando
menos en lo que se refiere a su posición respecto de
otros entes materiales”
(Materialismo y ciencia). Esta idea última de
posibilidad de cambio es lo
común a todos los conceptos de materia que se han
ido dando a lo largo de la
historia. Para Bunge, el materialismo no es una
filosofía única, sino una
familia de ontologías que tienen en común la tesis
de que “cuanto existe
realmente es material”, o la tesis inversa de que
“los objetos inmateriales tales
como las ideas carecen de existencia independiente
de las cosas materiales
tales como cerebros”.
El materialismo de Bunge caracteriza un objeto
material como aquel
que puede estar por lo menos en dos estados, de modo
que puede saltar de uno
a otro; y su idea de materia coincide con “el
conjunto de todos los objetos
materiales o entes”. Dado que la materia para Bunge
es un conjunto, es decir,
un objeto abstracto, no existe de la manera en que
existen los objetos
materiales y no es material a su vez. Para Bunge la
realidad es idéntica con la
materia; es decir, los únicos objetos reales son los
materiales.
Este materialismo es un monismo substancial (sólo
hay una substancia)
pero es un pluralismo de propiedades. En ese sentido
se podrá relacionar con
la versión óntica del materialismo, en la cual una
única energía dinámica da
lugar a diferentes propiedades, según las diversas
configuraciones que adopta.
Es un materialismo emergentista, y distingue varios
niveles de entes, en
concreto cinco: físico, químico, biológico, social y
técnico.
La ontología materialista defendida por el filósofo
argentino ha sido
expuesta y formalizada en dos volúmenes (el III y el
IV) de su Tratado de
Filosofía Básica, y presenta las siguientes
características:
a) es exacta (todo concepto es exacto o
exactificable);
b) sistemática (toda hipótesis pertenece a un
sistema hipotéticodeductivo);
c) científica (toda hipótesis es compatible con la
ciencia contemporánea);
d) dinamicista (todo ente es cambiable);
e) sistémica (todo ente es un sistema o un
componente de algún
sistema);
f) emergentista (todo sistema posee propiedades que
no poseen sus
componentes);
g) evolucionista (toda emergencia original es una
etapa de algún
proceso evolutivo).
Con esta ontología materialista, Bunge pretende
superar los defectos de
las ontologías materialistas vigentes hasta ahora,
que son inexactas,
metafóricas,