Tema: Los fundamentos filosóficos del
capitalismo.
El capitalismo es el modo de producción
actualmente vigente en el mundo. Tiene apenas unos siglos de vida. Es hora de
que presentemos aquí una fundamentación filosófica de tal modo de producción.
Ha habido históricamente diversas ideologías y filosofías que se han apoyado en
el capitalismo y han contribuido a fundamentarlo, a legitimarlo y justificarlo.
Por ello, es conveniente que presentemos unos cuantos fundamentos teóricos y
filosóficos históricamente dados y que constituyen la nematología legitimadora del
capitalismo.
1. Definición del concepto de
capitalismo.
Decía Schumpeter
que “capitalismo” es un término utilizado casi exclusivamente por los marxistas
y por los autores directamente influidos por el marxismo.
Podemos decir
para empezar que en la sociedad capitalista la producción se orienta
comercialmente a diferencia de la producción en economía natural de la aldea
medieval limitada al propio sostenimiento o a un ámbito inmediatamente local.
El capitalismo y su producción tienden al intercambio en un mercado mundial.
Schumpeter
identificaba el capitalismo con el ascenso de la burguesía. Una derivación de
esta interpretación del capitalismo es
la idea según la cual el capitalismo se identifica con libre competencia,
mercado libre y empresariado individual.
Capitalismo se
utiliza vulgarmente para definir la moderna sociedad industrial.
K. Marx utilizó
una definición del concepto de capitalismo consistente en hacerlo reposar sobre
las relaciones de producción y de propiedad y en los modos de producción. Para
la concepción marxista del capitalismo, el punto central lo constituyen las
relaciones de propiedad, las cuales son consideradas a su vez en conexión con
el concepto más amplio de “relaciones de producción”. Esta expresión designa el
conjunto de las relaciones existentes entre los hombres como seres sociales,
determinadas por la situación del individuo en el proceso de producción, por la
consiguiente diferenciación de clases. Y por la relación existente entre los
propietarios del capital y de los medios de producción y los que no disponen de
ninguna propiedad.
El capitalismo se
diferencia de los modos de producción
por el hecho de que el trabajo, tanto jurídica como políticamente, se ha
convertido en trabajo libre, es decir, alquilado por medio de un contrato
salarial. Esta transformación de las relaciones de producción presupone la
separación del trabajador de
sus medios de producción y, consecuentemente, de la propiedad de bienes
básicos. El capitalismo descansa básicamente en el individualismo, la propiedad
privada, la libertad individual y el libre mercado.
2. Filosofía del capitalismo. El
liberalismo.
La ideología por excelencia del
capitalismo se llama liberalismo.
El liberalismo es
la ideología burguesa por excelencia. Acompaña al capitalismo en todas sus
formas de dominación y explotación, y por tanto, su periodización, etapas y
evolución van ligadas inextricablemente a la suerte del modo de producción que
lo vio nacer con su propio despliegue de fuerzas productivas y ello tanto en su
momento de surgimiento como en la consolidación del poder burgués así como en
el repliegue defensivo a la desesperada en la etapa del capitalismo monopolista
tardío. Esta doctrina política y social aparece en la historia europea con J.
Locke. Desde su surgimiento hasta aproximadamente 1870 fue la ideología
dominante. Luego, atravesó por una etapa de decadencia hasta 1945, a partir de
entonces renació con Von Mises, Von Hayek, Popper, etc. El liberalismo es una
ideología nominalista, individualista. Sólo existen individuos. La sociedad no
es más que un aggregatum de
individuos. El hombre es un sujeto de derechos e intereses naturales innatos
anteriores a la sociedad política. Tales derechos son irrenunciables y
necesarios. La política ha de defender los intereses individuales, entre los
que se encuentra la propiedad privada. El Estado y la ley están al servicio del
individuo. El Estado procede de los individuos, de un contrato celebrado libremente
entre ellos para garantizar sus derechos. El análisis liberal supone el
individualismo metodológico. Las relaciones colectivas, la existencia misma de
la sociedad y de la política son resultado de elecciones individuales movidas
por intereses egoístas.
El liberalismo político nace en Gran
Bretaña, la formación social económicamente más evolucionada de Europa
Occidental, en el siglo XVII. El liberalismo es en primer lugar, un movimiento político
laico. En segundo lugar es un movimiento empirista, lo que significa que la
racionalidad es analítica, instrumental y calculística. En tercer lugar, tiene
una concepción antropológica pesimista. Los hombres se mueven por motivaciones
egoístas e individualistas. Es utilitarista. En cuarto lugar, es convencionalista.
Las instituciones sociales descansan sobre el convenio libre de los individuos
y a ellos y a su interés y protección están orientadas. Sin ellos, carecen de
vida propia.
John Locke (1632-1704) es el fundador
del liberalismo. Es asimismo el principal ideólogo de la revolución inglesa de
1688. Partiendo del iusnaturalismo lo desborda sin embargo al sostener la
hipótesis individualista utilitarista respecto a la praxis. Los hombres se
mueven por el propio interés.
El hombre es un ser racional egoísta
que busca primeramente autopreservarse y trata de conseguir placer y evitar
dolor. Lo bueno es lo placentero y lo malo es lo que produce dolor. Este
supuesto hedonista permite analizar las conductas humanas observables. Así, es
bueno lo que los hombres dicen que es bueno, puesto que buscan el placer.
Hay tres tesis presentes ya en Locke
que son el núcleo básico de la tradición liberal inglesa posterior: a) Los
derechos fundamentales de la persona. b) La propiedad privada y el libre
mercado y c) El gobierno representativo o parlamentarismo.
La propiedad privada es un derecho
natural. Para Locke, no cabe la menor duda de ello. En Locke se vinculan
entonces propiedad y estado de naturaleza. El Estado tiene como única finalidad
el proteger los derechos naturales de los individuos. El Estado tiene un origen
contractual. Ello requiere leyes y sanciones para los infractores (jueces y
policías). "Un Estado no puede tener otro fin que la defensa de la
propiedad" Segundo Tratado sobre
el gobierno civil., Cap. VII, 94 y Cap. XI, 138. En su "Carta
sobre la tolerancia" afirma que "la comunidad política me parece una
sociedad de hombres constituida únicamente para procurar, preservar y promover
sus propios intereses civiles..." De tal manera que "La autoridad política es
así, un juez imparcial entre derechos e intereses contrapuestos de los
ciudadanos" op. cit. p. 26. El Estado ha de preservar por todos los medios
legítimos a su alcance los derechos individuales del hombre. Ahí entra en juego
la represión contra los delincuentes que atacan a los honrados ciudadanos para
despojarles de sus posesiones o de su vida. "Considero, pues, que el poder
político es el derecho de dictar leyes bajo pena de muerte y, en consecuencia,
de dictar también otras bajo penas menos graves, a fin de regular y preservar
la propiedad y ampliar la fuerza de la comunidad en la ejecución de dichas
leyes y en la defensa del Estado frente a injurias extranjeras. Y todo ello con
la única intención de lograr el bien público." Cap. 1, 3. Este bien público
no es otra cosa que la preservación de la propiedad. "Por consiguiente, el
grande y principal fin que lleva a los hombres a unirse en Estados y a ponerse
bajo un gobierno, es la preservación de su propiedad, cosa que no podían hacer
en el estado de naturaleza, por faltar en él muchas cosas" cap. 9, 124. La
sociedad sólo deriva su legitimidad de la conveniencia y utilidad individual de
cada uno de los individuos componentes de tal sociedad. "El fin principal
de los hombres al entrar en sociedad es disfrutar de sus propiedades en paz y
seguridad", cap. 11, 134.
Por lo que se refiere a los derechos,
todo hombre tiene derecho a la vida, la salud, la integridad física, la
libertad y la propiedad privada: "ningún hombre debe dañar a otro en lo
que atañe a su vida, salud, libertad o posesiones" (Segundo tratado, 6).
Ello es por la igualdad de todos los hombres: "siendo todos los hombres
iguales e independientes, ninguno debe dañar a otro en lo que atañe a su vida,
salud, libertad o posesiones". Cap. 2, 6.
El hombre tiene derecho a matar en
defensa propia para defender su libertad y para defender su propiedad.
"Esto hace que sea legal el que un hombre mate a un ladrón que no le ha
hecho el menor daño ni ha declarado su intención de atentar contra su vida, y
se ha limitado, haciendo uso de la fuerza, a tenerlo en su poder arrebatando a
ese hombre su dinero o cualquier otra cosa que se le antoje. Pues cuando
alguien hace uso de la fuerza para tenerme bajo su poder, ese alguien, diga lo
que diga, no logrará convencerme de que una vez que ha quitado la libertad, no
me quitará también todo lo demás cuando me tenga en su poder." cap. 3, 18.
De todos modos, los ladrones suelen ser
más astutos que los propietarios. Por ello, es conveniente la constitución de
un Estado mínimo que garantice la paz social y que cada individuo se
desenvuelva como él crea conveniente. La legitimidad del Estado deriva de los
individuos que lo han instituido. La libertad es un derecho prepolítico que
debe ser garantizado por el Estado. "La libertad del hombre en sociedad es
la de no estar más poder legislativo que el que haya sido establecido por
consentimiento en el seno del Estado, ni bajo el dominio de lo que mande o
prohíba ley alguna, excepto aquellas leyes que hayan sido dictadas por el poder
legislativo de acuerdo con la misión que le hemos confiado." cap. 4. 22.
El consentimiento es el fundamento del poder político, que tiene así una
naturaleza convencional, contractual. "Al ser los hombres, como ya he dicho,
todos libres por naturaleza, iguales e independientes, ninguno puede ser sacado
de esa condición y puesto bajo el poder político de otro sin su propio
consentimiento" cap. 8, 95.
Ahora bien, tal Estado nunca podrá
atacar a la propiedad privada de ninguno de los ciudadanos. "El poder
supremo no puede apoderarse de parte alguna de la propiedad de un hombre, sin
el consentimiento de éste; pues como el fin del gobierno es la preservación de
la propiedad, y ésa es la razón por la que los hombres entran en sociedad, ello
implica necesariamente que al pueblo ha de permitírsele tener propiedades"
cap. 11. 138.
Por tal razón, el Estado liberal del
liberal Locke es el Estado de régimen parlamentario. Es éste un Estado
garantista con división o equilibrio de poderes y representativo. En un régimen
parlamentario el poder legislativo es el supremo. "El poder ejecutivo que
se deposita en una persona que no es parte de la legislatura, es claramente un
poder subordinado al poder legislativo y debe rendir cuentas a éste; y puede cambiar
de manos y ser depositado en otra persona, si así lo desea la legislatura"
Cap. 13, 152.
La tradición liberal, desde Locke,
hasta hoy es la tradición de la aceptación de la economía de libre mercado en
la sociedad capitalista.
En el siglo XVIII comienza asimismo la
apología del mercado libre capitalista aludiendo a las ventajas de éste para el
crecimiento económico frente al intervencionismo feudal del Absolutismo del
Ancien Régime. Hume afirma que no puede restringirse el comercio. El mercado se
evalúa por sus consecuencias beneficiosas para la mayoría. Se defiende el lujo
porque es fuente de creación de riqueza.
Los liberales recurrirán a mecanismos
automáticos y teleológicos ocultos para justificar el capitalismo. Las acciones
humanas tienen efectos no deseados, inintencionados. Es la mano oculta, la
armonía preestablecida leibniziana para explicar por qué las mónadas
individuales coinciden sin existir comunicación entre ellas por carecer de
ventanas. Es, en definitiva Die List der
Vernunft (la asutucia de la razón) hegeliana. Esto explica los intercambios
con mutuo beneficio de personas movidas por egoísmo. Ciertas conductas
egoístas, viciosas, tienen consecuencias benefactoras. Vicios privados se
convierten en virtudes públicas. Hay una cierta sympathy o mano invisible que armoniza las conductas individuales y
resuelve los conflictos de intereses constituyendo el bien público o interés
general.
Mandeville observa que las conductas
egoístas traen beneficio público, descalificando así a la moral tradicional por
inútil.
La justicia es una virtud artificial
para armonizar los intereses contradictorios de la sociedad. De ahí la defensa
de la propiedad privada.
Los individuos no sólo son egoístas,
también sienten benevolencia hacia los otros.
Según Hume, es conveniente el régimen
parlamentario con división de poderes, el gobierno de las leyes, garantías
judiciales. La actividad política es por el propio interés individual. En las
instituciones políticas los gobernantes persiguen su propio beneficio aunque
sea a costa de los ciudadanos. Defienden sus propios intereses individuales.
Ello hace necesarios pues, los contrapesos y cautelas constitucionales para
evitar que el gobernante sea un tirano. Sabiendo que los gobernantes son delincuentes
o criminales en potencia, deben ser controlados y dirigidos para beneficio
público.
Bentham (1748-1832) es un apologista
declarado de la dominación burguesa que suministrará argumentos para la
apologética burguesa posterior. Igual que Helvetius, el fin del gobierno y de
la legislación no puede ser más que la felicidad general. Rechaza el contractualismo
y el iusnaturalismo como legitimaciones del Estado y del derecho.
Los principios básicos del utilitarismo
benthamiano son la motivación de la autopreferencia individual y una opción
ética igualitaria.
El principio de utilidad está vinculado
al placer y al dolor. "Cada individuo es el mejor juez de sus propios
intereses". El valor de la mercancía no depende de sus costes de
producción sino de la satisfacción subjetiva que experimenta el consumidor al
usarla, supuesto que se adelanta al adoptado por la economía neoclásica o
marginalista y del bienestar.
Según Bentham los intereses
individuales se armonizan artificialmente por medios políticos y legislativos.
Como principio normativo, el utilitarismo apunta a la consecución de "la
mayor felicidad para el mayor número de personas".
Los objetivos de la legislación son la
seguridad, la abundancia, la subsistencia y la igualdad. Bentham llega a la
concepción del sufragio universal en el régimen burgués parlamentario o
presidencial.
El discurso apologético de Bentham se
encuentra presente en otros liberales posteriores tales como Von Hayek,
Schumpeter, Pareto, Friedmann, etc. Ello ocurre en temas típicamente
ideológicos como:
1. La fundamentación misteriosa de la
propiedad privada como algo natural en el hombre.
2. La garantización del orden burgués
como algo sagrado e intangible así como el más adecuado.
3. La justificación de la dominación de
una élite y de la represión de la mayoría no poseedora por tal minoría
poseedora.
En este último punto se puede advertir
claramente cómo el liberalismo adopta un carácter autoritario creciente a
medida que las contradicciones sociales del capitalismo se van agravando.
El carácter reaccionario del
liberalismo se advierte ya con toda claridad en Bentham: "La igualdad sólo
debe favorecerse cuando no perjudica a la seguridad, cuando no turba las
esperanzas que la ley ha promovido y cuando no descompone la distribución
actualmente establecida" Tratados de legislación civil y penal, p. 107.
También afirma que "Cuando la seguridad y la igualdad se hallan en
oposición no se debe dudar ni un instante: la igualdad es la que debe ceder,
pues si se trastornara la propiedad con la intención de establecer la igualdad
de bienes, el mal resultante sería irreparable: adiós a la seguridad, adiós a
la industria, adiós a la abundancia...La sociedad volvería al estado salvaje
del que había salido", op. cit. p. 125.
Con Bentham y James Mill, el
liberalismo adopta la forma de utilitarismo moral y político. El único criterio
defendible racionalmente para pensar el bien o la utilidad pública es la mayor
felicidad del mayor número posible. La felicidad se define cuantitativa y
calculísticamente como cantidad de placer individual una vez restado el dolor.
Hay una verdadera aritmética del placer en el utilitarismo. La prudencia es el
cálculo. Al calcular la felicidad total neta de una sociedad hay que contar con
que cada individuo es una unidad.
La sociedad es un agregado de
individuos egoístas ansiosos de placer y de imponer su poder y dominio sobre
los demás, a expensas de otros para obtener placer y felicidad.
Esta sociedad de depredadores necesita
una legislación para que los vicios privados reviertan en virtudes públicas y
beneficien al mayor número. La legislación sirve para "facilitar la
subsistencia, producir la abundancia, favorecer la igualdad, mantener la
seguridad".
Bentham, por lo demás, acepta la
propiedad privada sin cortapisa alguna. Ello implica el Estado mínimo, el
Estado vigilante y represor. De ahí el interés con el que Bentham estudió el
Panóptico con la finalidad de perfeccionar la vigilancia y la represión.
Las leyes pueden "proveer a la
subsistencia indirectamente, al proteger a los hombres en su trabajo y hacer
que tengan asegurados los frutos de éste. Seguridad para el trabajador,
seguridad para los frutos del trabajo; para eso valen las leyes, y son de un
valor inestimable". op. cit. p. 40.
Bentham admite la propiedad privada y
por consiguiente la existencia de clases y la desigualdad, de tal manera que la
clase trabajadora está condenada a la indigencia como él mismo reconoce por lo
demás. Cuanto mayor haya de ser la indigencia de los trabajadores tanto mayor
será la prosperidad general. Esto es por el principio de suma cero. Esto es por
el principio de suma cero. Si la riqueza social es una totalidad resultante de
la suma de las riquezas individuales, según el capitalismo o el liberalismo
utilitarista de Bentham, cuanta más riqueza dentro del todo social tengan unos
cuantos, menos tendrán los demás: "En el estado más elevado de prosperidad
social, la gran masa de los ciudadanos no tendrá más recurso que su industria
diaria, y por consiguiente estará siempre próxima a la indigencia" op.
cit. p. 41. La ley ha de garantizar la seguridad de la propiedad privada
individual. Por su parte, William Petty, un liberal del siglo XVII ya había
llegado a conclusiones parecidas puesto que como sostiene crudamente William
Petty: "sólo debe concederse a los trabajadores aquello con lo que puedan vivir,
puesto que si se les concede el doble, por ejemplo, sólo trabajarán la mitad de
lo que podrían y harían en otras condiciones, lo que representaría en general
una pérdida en trabajo". Tratado
sobre los impuestos y la contribución", pp. 137-138.
Resumiendo el utilitarismo de Bentham,
llegaríamos a lo siguiente:
1. Toda persona actúa siempre en su
propio interés para maximizar el placer y minimizar el dolor, esto es, aumentar
el dinero, el poder y la capacidad de sometimiento de los otros a sus placeres.
2. La gran masa de los hombres
permanecerá en la indigencia.
3. El móvil de ellos será el miedo al
hambre y no las recompensas.
4. Para los más afortunados, la
esperanza de recompensa es un incentivo suficiente para alcanzar el máximo de
productividad.
5. Para que esta esperanza actúe como
incentivo, ha de existir una seguridad absoluta de la propiedad.
6. La seguridad de la propiedad es el
principio supremo por encima del principio de la igualdad.
La función del gobierno es la seguridad
y protección del libre mercado. El gobierno adecuado a tal fin es el
parlamentario. El hombre es entonces, un animal deseante insaciable que consume
infinitamente y cuya motivación suprema es maximizar las satisfacciones o
utilidades.
Otros liberales importantes en Alemania
y Francia fueron Wilhelm von Humboldt (1767-1835) autor en 1792 de un
importante ensayo delimitador de la esfera de la acción del Estado que no llegó
a publicarse hasta más tarde, y Benjamin Constant (1767-1830). Este último
afirma que la libertad individual es la base sobre la que reposan la moral
privada como la pública. Libertad individual es la independencia del individuo.
La propiedad es el criterio determinante a la postre de los derechos políticos.
Hay distinción entonces entre ciudadanos pasivos y ciudadanos activos. Por su
parte, Alexis de Tocqueville (1805-1859) describió la evolución social europea
como un irresistible impulso hacia la democracia, hacia la igualdad, que ponía
en peligro la libertad. Esto nos tiene que instruir sobre la diferencia entre
democracia y parlamentarismo y entre democracia y liberalismo. Hablar de
"democracia liberal" es un sinsentido y un absurdo. Lo mismo se puede
decir acerca de la expresión "democracia parlamentaria".
Tales críticas señalan la incoherencia
entre los principios abstractos y la experiencia práctica y que tales
principios no son sino la tapadera para ejercer el dominio, la opresión y la
explotación. He aquí, para empezar, la crítica reaccionaria contra el
liberalismo:
Por su parte, la crítica marxista del
capitalismo no se queda atrás en cuanto potencia analítica y crítica de la
falsa conciencia deformada liberal en cuanto fenómeno apologético que concibe
la realidad de forma invertida:
"(El
área) dentro de cuyos límites ocurre la compraventa de la fuerza de trabajo es,
en realidad, un Edén de los derechos innatos del hombre. Sólo allí impera la
Libertad, la Igualdad, la Propiedad y Bentham. La libertad, porque tanto el
vendedor como el comprador de una mercancía, digamos, la fuerza de trabajo,
están determinados únicamente por su libre albedrío. Realizan el contrato como
agentes libres, y su convenio no es más que la forma mediante la cual dan una
expresión legal a su voluntad común. Igualdad, porque cada cual entra en
relación con el otro como con el simple poseedor de una mercancía, e
intercambia con él cosas equivalentes. La propiedad, porque cada cual dispone
sólo de lo que es suyo. Y Bentham porque cada cual vela por sí mismo. La única
fuerza que reúne a las partes y las pone en relación es el egoísmo, la ganancia
y el interés privado de cada una. Cada cual vela únicamente por sí mismo y
nadie se preocupa de los demás; y precisamente por hacer esto, de acuerdo con
una armonía preestablecida o bajo los auspicios de una providencia llena de
sagacidad, todos trabajan juntos en pro de sus respectivas ventajas, por el
bienestar común y el interés de todos." Marx, Kapital, Vol I p. 184
Berlin, 1955.
Marx critica el
liberalismo económico con extraordinaria agudeza. Los liberales confunden la
libertad con el libre mercado y la libre competencia y la consideran esta
libertad burguesa como el más alto grado de libertad alcanzado por la
civilización y la humanidad. Ello es falso de todo punto:
"De ahí [...] la absurdidad de
considerar a la libre competencia como el último desarrollo de la libertad
humana; y la negación de la libre competencia=negación de la libertad
individual y de la producción social fundada en la producción individual. Es
precisamente sólo el libre desarrollo sobre un fundamento limitado: el
fundamento del dominio del capital. Este tipo de libertad individual es por lo
tanto, al mismo tiempo, la más completa supresión de toda libertad individual y
la completa sujección de la individualidad a las condiciones sociales que toman
la forma de potencias materiales, más aun, de cosas omnipotentes,
independientes de los individuos mismos que con ellas se relacionan."
Rohentwurf, p. 593.
Marx critica al liberalismo en su
propio terreno. Como dice A. Schmidt: "Marx refuta el argumento con sus
propias armas. El individuo libre, que debería ser supuestamente protegido
contra el socialismo, no ha existido nunca en toda la historia pasada en el
sentido que proclaman los ideólogos, y sólo será resultado del socialismo
correctamente entendido." "El concepto de naturaleza en Marx",
p. 168, Madrid, S.XXI, 1976.
Entre los liberales del siglo XX hay
que destacar a Von Mises, Von Hayek, R. Aron e I. Berlin.
Von Mises es autor de un libro titulado
"Liberalismo" de 1927.
El liberalismo renuncia a construir la
felicidad humana: "La política económica, cualquiera que sea, con los
medios que a su disposición tiene, puede enriquecer o empobrecer a las gentes;
lo que, en cambio no le cabe es ni darles la felicidad ni atender sus más
íntimos deseos" p. 19.
Además, el liberalismo condensa su
pensamiento en torno a la defensa de la propiedad privada. Todo lo demás
descansa en ella: "Los principios del liberalismo se condensan en una sencilla
palabra: propiedad; es decir, control privado de los factores de producción
(pues los bienes de consumo tienen, evidentemente, que ser siempre de condición
privada). Todas las restantes exigencias liberales derivan de tal fundamental
presupuesto." p. 37.
Un argumento a favor de la propiedad
privada es la razón de su utilidad social: beneficia el interés general:
"La investigación...hasta ahora, nos dice que el mantenimiento de la
propiedad privada es buena y útil para todos" p. 49. Corolario de tal afirmación
es la bondad de la desigualdad social de patrimonios y rentas entre los
individuos que componen la sociedad civil por la riqueza que ello produce al
conjunto. "Y tales logros son precisamente consecuencia de la desigualdad
de rentas y patrimonios, pues esa disimilitud es el motor que a todos, ricos y
pobres, induce a producir lo máximo que en su mano esté y al costo más bajo
posible, lo cual permite atender cada vez mejor, las necesidades de las masas
consumidoras" pp. 50-51.
Otro argumento a favor de la propiedad
es que es consustancial a la sociedad: "La propiedad privada no precisa de
defensa, justificación, apoyo o explicación. La propiedad es consustancial a la
pervivencia de la sociedad". Por tal razón "el liberalismo patrocina
siempre la propiedad, amparándola contra cualquier ataque, venga de donde
viniere." p. 113 y "Tienen por tanto, razón quienes tildan a los
liberales de apologistas de la propiedad, siendo destacable que el citado
vocablo en griego significa "defensor". ibídem.
Resulta que el lujo es positivo por sus
efectos benefactores. Ello posibilita el progreso. La propiedad privada fomenta
la desigualdad. La desigualdad fomenta el lujo. "La desigualdad, aunque
parezca mentira, desempeña otra función de no menor importancia: la de
posibilitar el lujo." p. 51.
La propiedad de los medios de
producción, ni qué decir tiene, ha de ser privada. Ello justifica el
capitalismo: "Advertido que, desde un punto de vista social, conviene sean
de propiedad privada los medios de producción y, además, que la desigualdad de
rentas y patrimonios resulta consecuente con lo anterior, patentizada queda la
justificación moral del derecho dominical y del sistema capitalista que en él
se basa." p. 53. Ello es porque "el capitalismo constituye la única
organización posible para una sociedad estructurada bajo el signo de la
división del trabajo." p. 111.
Como buen liberal, Von Mises postula el
Estado mínimo. "Lo que denominamos Estado no es, a fin de cuentas, más que
el aparato de coerción que obliga a las gentes a atenerse a las reglas de la
vida comunitaria." p. 56. Este Estado es necesario para proteger la
propiedad: "Tiene que haber una institución investida de poder suficiente
para controlar a los que no se muestran dispuestos a respetar la vida, la salud, la libertad y la propiedad de los
demás, pugnando contra la propia existencia de la convivencia social." p.
57.
Ello tiene que
quedar claro para un liberal. "Tal es la precisa misión que el liberalismo
asigna al Estado: salvaguardar la propiedad, la libertad y la convivencia
pacífica." ibídem. "La acción gubernamental, en opinión del liberal,
debe constreñirse a proteger la vida, la salud, la libertad y la propiedad
privada individual contra todo asalto" p. 73.
Hay que añadir que cada uno tiene
libertad en su vida privada de hacer lo que le plazca. "en cuanto se
abandona el principio de que el Estado no debe intervenir en la vida privada de
los ciudadanos, acabamos regulándosela a éstos hasta en los más mínimos
detalles." p. 75.
Es la propiedad privada un derecho
natural prepolítico inalienable y tan importante y básico, fundamental, que hay
que defenderlo a cualquier precio, incluido el fascismo, al que Von Mises
disculpa considerándolo un mal menor en comparación con el marxismo. Ello
provoca una cierta benevolencia liberal para con el fascismo. "Admitamos
que los dictadores fascistas rebosan de buenas intenciones y que su acceso al
poder ha salvado de momento, la civilización europea. La historia no les
regateará tales méritos." p. 72. El
liberalismo opta por el autoritarismo y renuncia a la democracia, a la igualdad
en pro de la propiedad. Así lo reconoce también Milton Friedmann en
"Freedom to Choose", Avon Books, New York, 1980, p. 126. "El
Estado debe ser democrático, de eso no hay duda. Ahora bien, democrático en el
sentido de amplia participación en el gobierno, nunca en el sentido político de
gobierno de la mayoría".
Por su parte, Von Hayek constituye una
fuerte reacción frente al socialismo y al comunismo. El liberalismo opta por el
escepticismo gnoseológico y moral. Se adopta un relativismo radical, lo que
supone una crítica a la modernidad, a la ilustración, a los "grandes
relatos". El liberalismo se aproxima así al "pensamiento débil",
a la posmodernidad. Ello nos hace pensar en el carácter apologético del
capitalismo tardío de la ideología posmoderna. La desconfianza en los
"grandes relatos", las visiones o concepciones del mundo
totalizadoras es desconfianza en la razón ilustrada, a la que se atribuye un
sentido holista, totalizador aunque ya un gran ilustrado como Kant había
renunciado a los discursos totalizadores, no otra es la filosofía crítica
kantiana con su renuncia a hacer discursos metafísicos acerca de la totalidad,
de la omnitudo realitatis. Con lo
cual cabría concluir que la posmodernidad se enfrenta con un fantasma: el gran
relato, que no existe desde hace tiempo y realiza la operación de endosar al
discurso ilustrado un carácter de "gran relato", lo que no es sino
una falsedad. Su escepticismo (el del liberalismo actual y tal vez del clásico)
es conservadurismo puro.
Hayek busca poner al día el liberalismo
clásico. Es un economista que desemboca en la política al luchar
encarnizadamente contra el intervencionismo estatal en la economía. Su primer
libro político es "Camino de servidumbre"
(1944) que defiende enérgicamente la economía de mercado y ataca ferozmente a
la planificación económica como semilla del totalitarismo y de la incompetencia
económica. Pensar es pensar contra algo o alguien. Aquí se piensa contra el
socialismo, el comunismo.
Su pensamiento bebe de las fuentes del
liberalismo clásico e insiste en la mano invisible y en el componente
conservador, tradicionalista con origen en Burke, Savigny, Humboldt o en
Spencer.
Según Von Hayek las tradiciones y
reglas establecidas son legítimas porque son útiles, son el resultado de la
evolución y adaptación conductual de la humanidad y han demostrado su éxito
adaptativo por su duración y pervivencia. Representan el producto del proceso
de selección de las reglas idóneas para satisfacer los fines, el progreso
social y la libertad. Es menester observarlas y obedecerlas. Se trata de ser
eficaz.
El mercado es el modelo por antonomasia
de orden espontáneo y racional. El mercado es un correcto mecanismo de
distribución y asignación de recursos.
La apuesta por el mercado supone una
racionalización empresarial de la democracia. En las sociedades complejas sólo
caben dos alternativas: modelo de mercado o planificación totalitaria:
"El
hombre, en una sociedad compleja, no tiene otra opción que ajustarse a lo que
han de parecerle fuerzas ciegas del proceso social, el mercado, u obedecer las
órdenes de un superior" "Individualism and Economic Order",
1948, p. 24.
Jürgen Habermas (1929) es el epígono de
la llamada Escuela de Frankfurt y trata de legitimar el Estado social desde una
perspectiva diríamos, políticamente socialdemócrata y desde una perspectiva de
filosofía ético-política la posición de Habermas es un formalismo moral
dialógico-trascendental-discursivo-pragmático-trascendental. Rechaza el
marxismo y sustituye la lucha de clases por el diálogo o acción comunicativa
como fundamento de la edificación de un orden moral y político justo. La
filosofía moral y política es dialógica, es discursiva. Su doctrina converge
con la posición de John Rawls. Habermas rechaza hablar de contenidos de la
teoría de justicia. Su teoría es neutral con respecto a los contenidos. Esto
sin embargo es incongruente con los presupuestos de la pragmática universal. Su
concepción resulta ser una concepción puramente procedimental. Habermas afirma
que la pragmática universal permite fundamentar sólo el diálogo pero no ofrece
ningún contenido normatico a la idea de justicia
Para que el diálogo postulado como
necesario por Habermas tenga lugar y ofrezca resultados positivos hay que
presuponer la existencia de una pragmática universal del lenguaje, según la
cual en todo discurso humano subyacen tres pretensiones: a) de verdad (función
representativa del lenguaje, vinculada a las proposiciones); b) de corrección
(normativamente legitimable de los actos ilocucionarios); y c) de veracidad o
sinceridad de los actos performativos. De estas tres pretensiones se deriva una
cuarta, la pretensión de comprensibilidad o de sentido del discurso humano.
Esto exige actuar de forma comunicativa, orientada a la comprensión.
La acción comunicativa es para Habermas "la acción social en que los planes
de acción de los distintos agentes quedan coordinados a través de
"acciones de habla" en que los hablantes pretenden
"inteligibilidad" para lo que dicen, "verdad" para el
contenido de lo que dicen o para las presuposiciones de existencia de lo que
dicen cuando la "acción de habla" no es un acto de aserción; "rectitud"
para sus acciones de habla en relación con el contexto normativo vigente e,
indirectamente, para ese contexto normativo, y "veracidad" para sus
actos de habla como expresión de lo que piensan".
Además, Habermas distingue entre su
principio U y su principio D. El principio U significa que el principio moral
debe ser universal. El principio U es el principio de universalización que
afirma, como regla de argumentación que es que:
"-en
el caso de normas válidas los resultados y consecuencias laterales que, para la
satisfacción de los intereses de cada uno, previsiblemente se sigan de la
observancia general de la norma tienen que poder ser aceptados sin coacción
alguna por todos." Escritos sobre moralidad y eticidad", op. cit. pp.
101-102.
En la ética del discurso, el principio
D ocupa el lugar del imperativo categórico kantiano y dice que:
"-sólo
pueden pretender validez aquellas normas que pudiesen contar con el
asentimiento de todos los afectados como participantes en un discurso
práctico." op. cit. p. 101. Por lo demás, en una nota a pie de
página, Habermas lo aclara de la siguiente manera: "Sólo es exigible el cumplimiento de aquellas normas, acerca de
las que puede llegarse discursivamente a un acuerdo en el círculo de los
afectados". ibídem. Así, la argumentación moral y su procedimiento
dialógico ocupan el lugar del imperativo categórico en la ética discursiva.
Esto es porque según Habermas: "Toda ética formalista ha de poder
señalar un principio que básicamente permita llegar a un acuerdo racionalmente
motivado cuando surja la discusión acerca de cuestiones práctico-morales."
Habermas, op. cit. p. 68.
La acción comunicativa es la acción
primaria "en el sentido de que
otros tipos de empleo habrán de resultar "parasitarios" o
"derivativos" de él" Manuel Jiménez Redondo, op. cit. p. 11. Se
da así por supuesto el carácter primario del empleo del lenguaje orientado al
entendimiento. Por ello la teoría de Habermas es cognitivista o
intelectualista. Un presupuesto fundamental para ello es la existencia según
Habermas de una pragmática universal del habla, de universales del habla.
Como Habermas no es socialista y no
cree en la revolución, desemboca en resultados parecidos a aquellos en los que
desemboca Rawls. Su teoría es una teoría liberal de la justicia. "Habermas pertenece, pues, a una
generación cuyos mentores intelectuales hacía ya mucho tiempo que habían dejado
de creer en "la" Revolución, es decir, en la ruptura que Marx lleva a
cabo del esquema de pensamiento de Hegel a partir de la crítica a su filosofía
del Estado". Manuel Jiménez Redondo, op. cit. pp. 30-31.
Para que el diálogo sea posible y
conduzca a resultados, el lenguaje debe constituir una suerte de "comunidad ideal de comunicación que
abraza a todos los seres capaces de lenguaje y de acción". Manuel
Jiménez Redondo, op. cit. pp. 51-52. El discurso se orienta hacia una comunidad
ideal de comunicación que incluye a todos los sujetos capaces de hablar y de
actuar.
Pero esto significa que todo aquel que
participe en una discusión tiene que aceptar los presupuestos pragmático-universales
normativos. Se supone (lo que a mi juicio es mucho suponer) que los
participantes en la discusión buscan la verdad y que los discursos son acciones
orientadas hacia el entendimiento.
Entonces, la racionalidad es la
argumentación. La argumentación moral racional constituye la voluntad racional.
Esto permite "entender la
argumentación moral misma como el procedimiento adecuado de formación de una
voluntad racional." op. cit. p. 162.
Entrando ya en cuestiones políticas
directamente, sostiene Habermas que la ética discursiva, la racionalidad
comunicativa es la fuente legitimadora del Estado de derecho. Formula así
Habermas "la idea de un Estado de
derecho con división de poderes, que extraiga su legitimidad de una
racionalidad que garantice la imparcialidad de los procedimientos legislativos
y judiciales." op. cit. p. 159
Las normas jurídicas se legitiman si
los intereses que ellas representan o defienden son susceptibles de universalización.