La
substancia.
Según
Aristóteles la substancia es una categoría, la principal, es la ousía. La
substancia es el sujeto y todas las demás categorías se predican de ella. El
ser en Aristóteles se dice de muchas maneras. La substancia es para Aristóteles
el ser por excelencia, por ello la substancia se dice también de muchas
maneras. Todo el análisis ontológico de Aristóteles va a estar orientado hacia
la identificación de la substancia con su forma o más exactamente, con su
quidditas. (to ti en einai) pero esta identificación es singularmente laboriosa
y hace del libro Z de la Metafísica uno de los más complejos de la Metafísica
de Aristóteles.
Una
primera dificultad se presenta cuando vemos que la substancia tiene una
multiplicidad de significados. La substancia es por una parte lo que le
pertenece a cualquier cosa en su ser, pues es su fundamento de cognoscibilidad.
Por otra parte la substancia es lo que subyace bajo el sujeto. (hypokeimenon)- Desde el punto de
vista lógico, el sujeto de atribución es aquél del cual se afirma todo lo
demás. La substancia sería sujeto de atribución, del cual se predicarían los
demás predicamentos.
Desde
un punto de vista físico, el sujeto es aquél al que las determinaciones llegan.
Es el sustrato, la materia. Pero Aristóteles rechaza identificar la materia y
la substancia. La substancia desde un punto de vista lógico es el sujeto
lógico. La substancia es el sujeto real y determinado. Este sujeto es la
substancia y el individuo. La substancia es lo que es siempre sujeto, nunca
atributo.
Desde
un punto de vista físico, la substancia sería la materia. Si la substancia es
definida como el sujeto primero, ¿Acaso no ocurre entonces que el verdadero
sujeto, el hypokeimenon, es la materia? Aristóteles intenta disipar esta
dificultad dirigiendo su discurso a identificar la substancia con la forma y la
substancia primera, objeto último de la investigación, a la forma, sin la
materia.
Si
se le quita todo aquello que se le atribuye a un sujeto, ¿Qué le queda? La
materia indeterminada, parece pues que la materia es la pura indeterminación.
Dice Aristóteles en Libro Z, 1, 19-20: “Llamo materia a aquello que no es por
sí ni esencia determinada ni tiene cierta cualidad, ni de ninguna otra de las
categorías por las cuales el ser es determinado”. Se llega así a esta paradoja,
a saber, que la materia será tan substancia que la propia substancia en cuanto
categoría, será un predicado de la materia. Y Aristóteles concede que “al
considerar la cuestión bajo este respecto, resulta pues lógicamente que la
materia es substancia” (1. 27.). Aristóteles para salir de esta dificultad
afirma que no basta con decir que la substancia es sujeto, es preciso añadir
que es un sujeto determinado. La substancia debe ser “ti” cualquier cosa. Un
sujeto real y determinado, eso es la substancia. La substancia no es otra cosa
que la cosa individual, completa por sí misma, con todas sus cualidades y sus
relaciones y como tal ella puede existir aparte y separada.
La
prioridad de la substancia sobre las categorías es la prioridad de lo concreto
sobre lo abstracto, del individuo sobre sus propiedades, en consecuencia pues,
de la totalidad implícita de las determinaciones sobre su análisis explícito
según las categorías. El primado de lo determinado viene pues a limitar la
consecuencia aparente del análisis del sujeto y del predicado.
¿En
qué sentido se ponen los accidentes en la substancia si la substancia contiene
su determinación? ¿No es preciso acaso que la substancia no esté absolutamente
determinable para estar absolutamente determinada? Es necesario preguntarnos
cuál es el estatuto de la materia en la substancia aristotélica. Para
comprender en qué sentido ella es y ella no es la substancia y para hacer
aparecer la identidad entre substancia y forma hacia la que tiende todo este
análisis.
1.) La
noción de materia resulta de un análisis explicativo más que clasificatorio.
2.) Este
análisis funcional procede por términos correlativos, de tal modo que es vano
buscar una materia en sí, absoluta, un
aspecto de lo real juega el rol de materia por relación a otro aspecto que
juega el rol de forma.
3.) Finalmente,
este esquema explicativo de tipo correlativo constata una organización racional
de la experiencia que no es ni a priori ni propiamente experimentada.
La
materia cumple numerosas funciones en Aristóteles. La materia podría ser
definida sin referencia a la potencia si ella fuera considerada siempre como
fundamentalmente pasiva (aquello que recibe las determinaciones) y por ello,
indeterminada en sí y finalmente incognoscible. Inerte, ilimitada,
incognoscible. Así figura la materia en Z 3, que por esto es eliminada de la
definición de la substancia la cual está determinada como individuo. Pero la
materia no es nunca tratada por Aristóteles como lo indeterminado puro; es un
término correlativo o correlacional, es el material pensado según los esquemas
industriales. La materia determinada es lo que hace posible la fabricación de
cosas. Se supone una analogía entre el arte y la naturaleza. La naturaleza nos
indica que la materia es entonces una función analógica común a todas las
producciones y supone la analogía fundamental del arte humano y de la
naturaleza. Por otro lado, no se identifica la materia con un substrato inerte,
indeterminado, incognoscible, pero sin embargo, la materia representa lo menos
determinado en relación a lo más determinado en un proceso de fabricación. Por
otro lado, la materia, desde un punto de vista biológico, significa lo mismo
que un órgano respecto a la función que realiza.
Aristóteles
introduce una nueva significación para la materia sobre el modelo del deseo y
lo deseado. Física, I, 9, “Es pues la materia quien desea la forma como la
hembra desea al macho” (192ª 20, 200 a 24, 200 b5). Pero entonces las fronteras
establecidas entre las cuatro causas se disipan. La forma tiende a confundirse
con la causa final en el esquema biológico, mientras que la materia se
convierte en la necesidad que permite e impide unas veces colaborando,
convertirse en principio de fracaso, de azar, de monstruosidad.
La
distinción potencia/acto es la culminación del análisis metafísico de lo real,
pero también el supremo problema, pues la idea de potencia introduce a su vez
dificultades considerables. En H 1, Aristóteles dice: “llamo materia aquello
que no siendo un ser determinado en acto es en potencia solamente un ser
determinado”. Y en H 2 comienza “puesto que hay un acuerdo unánime a propósito
de la substancia considerada como substrato y como materia y que es ésta la que
existe en potencia, nos queda decir lo que es la substancia de las cosas
sensibles”.
La
materia por un lado es privación. Se distingue así la materia del no-ser, pues
la privación es el no ser verdadero, el no-ser en sí. La materia es el sujeto
que deviene. La materia es un no-ser por accidente.
Hay
que distinguir entre el sujeto y el punto de partida de la generación. La
materia se sitúa en el primer plano “ella es casi y en alguna manera
substancia”, Física I, 9, 19 15 mientras que la privación no es de ningún modo.
Pero
el libro I de la Física acaba señalando que se va a utilizar otro punto de
partida: introducción del concepto de physis o naturaleza. La introducción de
la idea de naturaleza va a dar ventaja a la forma, como se había hecho con la
consideración de lo determinado y de lo individual en la Metafísica Z 3. La
naturaleza es una substancia, tiene en sí misma inmanentemente y de manera
esencial (no por accidente) el principio de su movimiento y de cambio y de
reposo. ¿Se dirá que la materia constituye la naturaleza? En cierto sentido,
sí, en un sentido se llama naturaleza la materia que sirve de sujeto inmanente
a cada una de las cosas que tienen en ellas mismas un principio de movimiento y
de cambio. Pero en un sentido más decisivo, la permanencia del substrato no
basta más que para definir un ser como existente “por naturaleza”. Lo que va a
descualificar a la materia es que ella está del lado de la potencia y la forma
del lado del acto.
La
Física II identifica la substancia y la naturaleza; luego la naturaleza es el
principio del movimiento es la estructura del movimiento que impone ahora la
difícil noción de potencia; la potencia es lo que hace posible el movimiento y
el movimiento es lo que hace posible la Física. La potencia tiene dos sentidos:
1º la potencia es potencia de hacer, es la capacidad de un agente de producir
un movimiento en otro. 2º La potencia es potencia de recibir un cambio o movimiento
de otro (o de sí mismo como otro.).
La
idea de potencia permite fraguar una vía media entre lo posible y lo real. La
potencia está implícita en el movimiento como pasaje. La potencia, como la
materia está sometida a las oscilaciones entre numerosos esquemas
interpretativos: 1. Es lo posible como modalidad del juicio. Es la contingencia
en la afirmación luego lo posible así entendido no tiene más que
determinaciones negativas. 2. Pero la potencia es por otra parte la tendencia,
la aptitud para padecer, un impulso.
La
materia no es más que algo relativo a tal o tal forma. La pura materia no es
más que un límite abstracto. La pura posibilidad indiferente de los contrarios
es incapaz de dar cuenta del hecho del cambio: el cambio implica unos poderes
determinados, localizados por su relación al advenimiento de formas, no la nuda
contingencia de lo posible.
Todo
el análisis de la substancia está orientado en un sentido: como no se conoce de
la materia más que lo que está ya formado o la forma en potencia, todo aquello
que hay de inteligibilidad y de ser en las substancias sensibles se concentra
en la forma que el análisis metafísico distingue de la materia. La
identificación de la substancia y de la forma es el objetivo del grupo de los
libros dseta, eta y zeta y, a su vez el mdio de la teología del grupo lambda,
mi, ni.
La
reducción de la substancia a la forma responde a dos órdenes de consideraciones
convergentes: lógicas y físicas. La forma es todo lo cognoscible de las cosas;
la forma es toda la realidad de aquello que produce y de aquello que es
producido. Esta doble demostración es llevada a un orden muy sutil: primero
lógico en Z 4-6, luego físico, Z 7-9, más tarde lógico aún Z10-12. La demostración física sirve en cualquier
caso de alguna forma de etapa intermediaria para hacer avanzar la demostración
lógica.
La
forma se identifica con el to ti en einai que los latinos tradujeron por
quidditas; es cualquier cosa más precisamente que el ti esti o esencia. La
esencia conviene a muchos, la quidditas conviene a la cosa en sí. Una cosa y su
quidditas son lo mismo. La quidditas es el principio de cognoscibilidad de las
cosas. Tenemos ciencia de cada ser cuando conocemos la quididad de tal ser. La
quididad es hija de la Idea platónica, pero idéntica a lo real. Cuando
conocemos la quidditas conocemos la realidad misma y no su modelo. Cuando
conozco la realidad yo capto lo inteligible y no su sombra. Así se identifican
la forma y el individuo.
Tener
una naturaleza es estar definido por la forma. Es tener una esencia. La
exigencia de la definición y la realidad de la naturaleza están superpuestas
exactamente. Se muestra aquí que la producción es una transmisión de la forma y
que en la producción la forma no es engendrada sino que es algo que existe
previamente.
a) Hay
una reflexión sobre la causalidad eficiente que impera en este primer punto de
la demostración (Z 7) en el caso de la producción natural, La causa y el efecto tienen la misma forma en
materias diferentes. En el caso de la producción artificial, la cosa es más
delicada. La forma, la quidditas está en el entendimiento del artesano y ella
produce el producto manufacturado. Así se esboza la reducción en Aristóteles de
la causa a la razón y de la relación de causalidad a una identidad en el
sentido de Meyerson.
b) Esta
reducción de la causa a la razón fue impulsada más adelante por esa afirmación
radical que decía que en la producción de cualquier cosa, lo que es engendrado
es el individuo como compuesto de materia y de forma. Pero ni la materia de la
que se ha hecho la cosa ni la forma que la ha hecho, ni la cosa que ha devenido
son engendradas. Parece claro que:
1) Lo
inengendrado no significa meramente eterno. Sólo las formas no sensibles (Dios,
inteligencias de las esferas y razón) son eternas; en cuanto a las formas
sensibles, o bien ellas preexistían en otro individuo de la misma especie que
las ha transmitido, o bien ellas han surgido “sin dirección” “ácronos” en un
instante indivisible.
2) Estas
formas inengendradas no son de ninguna manera unos paradigmas. Aristóteles dice
que los universales no son en sí.
Después
de esta reducción de la causa a la forma, podemos volver al problema de la
identidad de la cosa y de su forma. Esta identidad es desde ahora la verdadera
de las cosas producidas. Podemos decir ahora con más fuerza que la forma es el
fundamento de la definición. Se percibe entonces que la teoría de la forma
tiene por propósito insertar toda la lógica de la definición en la realidad de
las cosas. Las substancias son por sus formas unas definiciones realizadas.;
inversamente, se puede decir que son las realidades definibles. Esta
aproximación entre la definición y la forma ocupa Z 10-12; se hace ello por la
noción intermediaria de “logos”. De un
mismo golpe, la definición recibe en el aristotelismo un estatuto ontológico
que aclara el sentido último.
En
efecto, ¿Cómo se presenta una definición? Con unas partes que son género,
especie, etc. Se trata de comprender que estas partes son unas partes de la
forma misma. Una articulación del sentido, no señala a unas partes de la
materia. Proceden de un análisis de la forma no de una división de la cosa
tomada como compuesto material. Es preciso para que la forma no sea posterior a
sus partes materiales sino solamente a sus partes formales, en resumen, para que
la forma sea primera en el orden de la substancia en el asunto de la distinción
entre partes de la definición o partes formales y partes materiales.
Lo
que hace la unidad de la definición es la presencia del género en la especie y
de la especie en la última diferencia; esta presencia del género en la última
diferencia Aristóteles la asimila a la inmanencia de la materia en la forma. No
se puede igualar más radicalmente la substancia y la determinación, el género
siendo lo indeterminado por relación a la determinación más precisa de la
especie, como el mármol en relación a la estatua. Esta muy profunda visión de
la unidad ontológica de la definición consolida en un sentido la teoría de la
definición, la cual encuentra así la base de su unidad; pero
sobre todo ella hace beneficiaria a la teoría de la substancia de todo
el saber de la lógica de la definición. De un solo y mismo golpe está
definitivamente descartado el universal platónico, puesto que él es lo
indeterminado al que sólo la cosa determinada da la actualidad, la realidad
completa. El eidos platónico ha devenido la forma misma de lo real. ¿Se ha
convertido en el individuo?
Para
Aristóteles un individuo es un individuo distinto de otro individuo. Esto es un
problema existencial que no le interesa a Aristóteles. Lo que le interesa es lo
que determina la realidad, lo que le da un estatuto estable e identificable.
Toda la reducción de la substancia a la forma está inspirada por esta
preocupación. Su antiplatonismo que le lleva a sumergir las formas en las cosas
hasta identificarlas lógicamente y físicamente con las cosas, no va hasta
hacerle perseguir la realidad hasta su existencia más singular.
Por
una serie de razones, el problema se impone al aristotelismo: 1)El problema del
yo. 2) aquello de la individualidad animal se impone necesariamente a un
pensamiento que abarca de una parte a una ética y por otra en un sentido más
estricto a los organismos biológicos más bien que a los mecanismos abstractos;
3) su sistema culmina en una forma que es un individuo: Dios; 4) Pero sobre
todo, la lucha contra Platón le lleva a identificar las ideas con las cosas y
en consecuencia a aproximar la inteligiblidad de las formas a la singularidad
de las existencias.
El
individuo, considerado en relación con la teoría del conocimiento se presenta
como el límite inferior del conocimiento inmutable, cierto y uno, que
Aristóteles llama ciencia. Se habla pues negativamente del individuo como
aquello de lo que no hay ni ciencia ni demostración. Es en este sentido como
hablan el libro 5 de las Categorías y la Metafísica Z 15. La realidad del
individuo no es su singularidad. La ciencia aristotélica no es ciencia de las
generalidades.
La
ciencia quiere ajustar de cerca las especies últimas, inmediatamente superiores
a los individuos y en relación a las cuales los géneros son unos
indeterminados. La ciencia lo es de formas, de lo determinado, no es de
individuos. El género está presente en la especie como una materia inteligible,
como un campo indeterminado de significación que la última diferencia viene a
precisar y resolver en un último núcleo de sentido. Es lo que el sabio tal como
lo entiende Aristóteles, quiere saber no lo más general, sino lo más
determinado. El movimiento del pensamiento no es una huida hacia lo más universal
sino una aproximación inteligible a lo real en dirección de lo que es más
específico. La ciencia es ciencia de formas.
Se
llega al mismo resultado si se subraya que el verdadero objeto de la ciencia es
lo necesario y no lo general. Es preciso volver aun una vez más al problema de
la definición: ella se hace en comprensión, no en extensión; es decir que el
haz de determinaciones que pertenecen necesariamente a la cosa y hacen que ella
sea lo que es sabido, lo que es la cosa antes de su pertenencia a una clase; la
universalidad es una consecuencia accidental de la necesidad. Entonces, si el
individuo es incognoscible, es porque él escapa del trabajo de aproximación de
la definición, porque su comprehensión es infinita; él excede la ínfima
especie; no se opone como el singular al universal, sino como lo contingente a
lo necesario.
Es
preciso observar la cuestión del individuo. El individuo es la substancia no
como forma, sino como forma en una materia, es la substancia compuesta. Luego,
el compuesto es sólo engendrado, la forma es inengendrada; si lo compuesto es
generable, es perecedero; he aquí la verdadera razón de su carácter
indefinible; pues la materia puede ser o no ser; la precariedad del objeto
compuesto, produce la precariedad de la opinión. Es evidente que de las
substancias sensibles individuales no se podría tener ni definición ni
demostración. Lo perecedero puede desaparecer en cada instante de la sensación
actual; y si la noción subsiste en la memoria, subsiste en mí, soy yo el que
subsiste, no la cosa. La ciencia es siempre definida por lo imperecedero y el
objeto de la ciencia por su ingenerabilidad: ciertas formas son inmanentes y no
trascendentes: no son por lo menos sustraídas al tiempo. Al nivel mismo de la
sensación, la substancia se revela como forma y no individuo bruto. Esto es
porque al final la forma es llamada en el aristotelismo substancia primera.
Por
una parte la substancia expresa lo que ella es en su forma, por otra lo
universal no puede ser substancia.
a) La
substancia de un individuo es lo que le es propio y lo que no pertenece a otro.
Puesto que lo universal es común a muchos, lo universal no es substancia. Hay
una oposición entre lo propio y lo común. Más propiamente la substancia es lo
que confiere a la cosa una unidad: puesto que los seres cuya substancia es una,
de son también un solo y mismo ser.
b) La
predicación excluye por otra parte que lo universal sea substancia, pues lo
universal está siempre atribuido a otra cosa; mientras que la substancia no
está jamás atribuida a un substrato. Aristóteles es totalmente radical: no se
puede igualmente decir que el universal esté contenido en la quidditas bajo
pena de introducir unas substancias en la substancia y de arruinar la unidad
misma del individuo; habría en acto dos substancias inmanentes a la cosa: por
el acto separado.
La
unidad numérica debe ser distinguida de la unidad en el sentido de
indivisibilidad. También por otro lado debe ser distinguida de la unidad
inteligible. Es ésta la que nos interesa, pues la unidad numérica distributiva,
que hace que haya un cada uno, está expresamente cercana al tode ti, al esto de
la substancia compuesta. En consecuencia la unidad distributiva coincide con la
unidad de composición forma-materia. Luego
¿Qué es la unidad de cada cosa? ¿Qué es lo que hace de cada una la
unidad de su propia forma y de su propia materia? Respuesta: la forma. No hay
que buscar ningún principio exterior a la unidad de la materia y de la forma,
pues la materia próxima y la forma son la misma cosa, salvo que esta cosa esté
de un lado en potencia y del otro en acto. La forma al establecerse, establece
la materia que le conviene; inversamente la materia aspira a la forma.
Esta
individualidad que procede de la forma y que coincide con lo definido está
realizada en Dios. El individuo por excelencia, él es individuo por la forma
solamente, puesto que es sin materia, es decir, sin potencia de devenir otra
cosa sin indeterminación. Esta individualidad está realizada además en los
astros –con la excepción de una individuación que tiende al cambio de lugar- en
fin, con otras diferencias, en las almas humanas.
Negar
una cierta individuación por la forma sería pues arruinar la doctrina de Dios,
de los astros y de las almas humanas. Y por consiguiente Aristóteles no cesa de
afirmar que la diferenciación de las cosas se persigue más allá de la última
diferencia, que define, que actualiza en una significación totalmente
determinada y precisada las potencialidades del género y de la especie
diferencial y quien tiene este título es “principio” ¿Qué significa esta
individualidad que no es más que aquella de la quidditas?
1ª
característica: a decir verdad lo que aparece más allá de la última diferencia
no es más que el orden de la diferenciación, eso es porque eso no es del todo
inteligible. Es una diversificación en la que no hay más logos en todos los
sentidos de la palabra: más de discurso, más de definición, más de aprehensión
inteligible. La primera característica de esta individualidad es pues su
carácter de pluralidad ininteligible, no dominable intelectualmente. Esta
primera característica deriva de la materia.
2ª
característica: En cada individuo tomado separadamente su propia materia
designa su inacabamiento, es decir, su aptitud para devenir otro. Esta
característica es pues opuesta a lo definido y envía a otro carácter de la
materia: toda materia próxima es potencia, pues acabamiento, capacidad de
escapar a la red de las determinismos alcanzados hic et nunc en el “tode ti”.
3ª
característica: la materia en fin es el principio de contingencia que
atestiguan las perversiones y las monstruosidades. La forma no es solamente lo
definido sino el orden. En este sentido la individuación no es solamente
indeterminación, sino imperfección en el orden de la finalidad además de
inacabamiento en el orden de la actualidad.
Aristóteles
no identifica el individuo con la forma.
No hablamos de la misma cosa cuando decimos que la forma confiere una
cierta individualidad y que la materia individualiza. En el segundo caso,
individualidad quiere decir singularidad, variación accidental de un tipo. Las
mismas palabras griegas tode ti y ekaston indican una ambigüedad que no ha sido
dejada clara por Aristóteles.
En
conclusión: en la teoría de la quidditas (tode ti en einai) encuentran
equilibrio las dos personalidades de Aristóteles que luchan entre sí: el
platonismo y el Asclepíades: de un lado la simpatía secreta y combatida por
Demócrito y de otro lado el sentido profundo de la realidad de la forma, es
decir, la idea.
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