Francisco
Sánchez de las Brozas (1522-1600)
es un gramático español que desarrolla una gramática general racionalista. El
Brocense busca unos principios generales que den cuenta de los diferentes
hechos de la lengua. Este racionalismo se manifestará en la teoría de la
elipsis. Fueron precisamente los extranjeros los primeros en apreciar en su
justa medida el valor teórico de la
Minerva seu de causis linguae latinae (1587) de Franciscus Sanctius Brocensis y
por lo tanto el valor de la teoría lingüística del Brocense. El éxito que tuvo
tal obra teórica del Brocense fuera de España fue clamoroso
La propuesta teórica del Brocense es la de una
gramática teórica y general fundada en la razón que anticipa entonces por ello
la gramática universal de la Escuela de Port Royal y la de la lingüística
teórica contemporánea de Chomsky y de Lakoff. El Brocense es el primero en
hacer que la noción de una estructura sintáctica profunda pasara a ser un
postulado teórico esencial. Todas las lenguas tienen la misma estructura lógica
subyacente. Esta gramática será racional, deductiva y no inductiva. El papel
del gramático será pues el de encontrar la ratio, la razón suficiente común
subyacente que todas las lenguas tienen en ellas. Esto es lo que hace Sanctius
en la lengua latina. Esta estructura del lenguaje igual, común, universal y
única deriva de la existencia de la mente humana, del alma humana. Es una tesis
idealista, espiritualista del Brocense. También Noam Chomsky incurrirá en el
mentalismo, es más hablará de gramática cartesiana porque sostiene que el
lenguaje descansa en la existencia de una suerte de ideas innatas existentes en
el cerebro humano o en el ADN.
La Minerva es un trabajo teórico que distingue entre
usus, ratio y testimonia o antiquitas. La palabra clave en el Brocense es la
ratio. Todo lo que constituye el mundo encierra unas causas, causas que deben
ser el objeto del estudioso. El Brocense subordina la gramática a la lógica. La
ratio es el fundamento del análisis lingüístico. Esto guarda relación con las
teorías gramaticales generativistas y transformacionales: el estudio de una
lengua concreta debe apoyarse en la razón que descubre en esta lengua los
rasgos universales del lenguaje. Según la Minerva, existe una estructura
abstracta universal subyacente común a todas las lenguas, racional y natural,
que es posible descubrir bajo la aparente diversidad de las lenguas particulares.
El más importante principio es el principio de la elipsis.
La Gramática es el “ars recte loquendi cuius finis
est congruens oratio”[1].La
gramática se ocupa de la oración y de sus partes: “Quoniam res de qua agimus,
ratione primum, deinde testimoniis et usu est comprobanda”[2] La
gramática descansa en la razón y el uso y la autoridad nada valen si no van de
acuerdo con aquélla.
Gonzalo Correas (1571-1631), discípulo del Brocense
afirma prosiguiendo en esta línea teórica: “Arte de Grammatica se llama la que
trata i enseña los prezetos i rreglas para entender i hablar una lengua”.[3]
La teoría gramatical se ocupa del análisis de la
oración, de su estructura racional y de su realización sintáctica, de sus
componentes mínimos, posibles y de sus relaciones. La gramática universal
general busca establecer las leyes que rigen la articulación correcta de los
elementos de la oración en general.
En el libro I de la Minerva el Brocense establece
tres elementos de toda oración: Nombre, verbo y partículas (preposición, adverbio
y conjunción). Hay una estructura sintáctica original común a todas las lenguas.
Es un logro del Brocense el distinguir entre la estructura profunda y la
estructura superficial.
Esta gramática general comprende varios niveles: 1.
El natural. 2. El semántico (categorías de significado y de relaciones
universales entre éstas, presentes en todos los seres humanos y que se referían
a la realidad, reflejaban la realidad). 3. El sintáctico subyacente o profundo.
4. El nivel de las reglas de transformación y 5. Las estructuras superficiales.
Según Noam Chomsky, el Brocense es el precedente de
lo que él llama lingüística cartesiana y uno de los precedentes por lo tanto de
la Gramática de Port-Royal escrita por Arnauld y Lancelot. Por lo demás, la
idea de que la lengua produce resultados infinitos con medios finitos se
encuentra ya por lo menos en la Minerva del Brocense. Según afirmó Menéndez
Pelayo, Sanctius fue el padre de la gramática general y de la filosofía del
lenguaje.[4]
2. La teoría de la
elipsis.
Hay una ratio subyacente en el discurso. Esto lo
ilustra Sanctius con la elipsis. Lo más importante de Sanctius es el
tratamiento que lleva a cabo de la sintaxis, que divide en regular e irregular,
incluyendo en esta última las formas figuradas (orationes figuratae), como por
ejemplo, la elipsis. También el obispo español Juan Caramuel Lobkowitz (1606-1682) es un precedente de la Gramática
de Port-Royal y distingue entre el verbo sustantivo como una iudicativa
copula uniendo un sujeto lógico y un predicado. Juan Caramuel Lobkowitz
escribió la Grammatica audax en 1654. La teoría de Juan Caramuel define el
discurso de manera medieval como una disposición de palabras cuyo propósito es
la expresión de complejas nociones en la mente y su visión de la sintaxis hace
que distinga entre el verbo sustantivo y adjetivo, y la definición de verbo
sustantivo como iudicativa copula tal y como es recogida en la gramática de
Port-Royal y también es aportación de Caramuel el tratamiento del participio
presente, que es igualado al pronombre relativo más verbo (amans. Qui amat), explicitando así dos tipos de estructuras. El
lenguaje según Sanctius es un fenómeno racional cuya ratio subyacente puede ser
puesta de manifiesto y cuyas causae son susceptibles de análisis, lo cual conduce
al gramático al gramático a realizar su análisis no en el nivel del discurso
sino en el subyacente o interno. Rechaza Sanctius el criterio del uso y del
descriptivismo para ser guiado por el criterio racional. También influyó
Caramuel en la Gramática de Port-Royal aunque menos que Sanctius.[5]
Noam Chomsky fue uno de los primeros lingüistas que
redescubrieron al Brocense y el valor de sus aportaciones teóricas en torno al
lenguaje. Chomsky comienza a citar en su obra “El lenguaje y el entendimiento”
(1968) al médico español Juan Huarte de
San Juan para pasar luego a citar a Francisco Sánchez de las Brozas a propósito
de la gramática filosófica universal, como jalones previos a Descartes y por lo
tanto de la gramática cartesiana que reivindica él como precedente histórico de
su gramática generativo transformacional. Según afirma Noam Chomsky: “Francisco
Sánchez de las Brozas…había desarrollado una teoría de la elipsis que tuvo gran
influencia sobre la gramática filosófica”[6].…”No
hay duda de que en su exposición del concepto de la elipsis como una propiedad
fundamental del lenguaje, Sánchez dio muchos ejemplos lingüísticos que
exteriormente guardan un estrecho paralelo con los que se usaron para
desarrollar la teoría de la estructura profunda y superficial, tanto en la
gramática filosófica clásica como en sus variantes modernas que sin duda son
más explícitas.”[7]
Parece ser que “en la intención de Sánchez de las Brozas, la elipsis tiene
meramente la función de un instrumento para la interpretación de los textos.
Así, para establecer el verdadero sentido de un pasaje literario, uno debe
muchas veces considerarlo como una variante elíptica de una paráfrasis más
elaborada….El evidente intento de la gramática filosófica era el desarrollo de
una teoría psicológica y no el de una técnica de interpretación textual. Según
esa teoría, la oculta estructura profunda, con su abstracta organización de
formas lingüísticas, se hace “presente el entendimiento” tan pronto la señal,
con su estructura superficial, es producida o percibida por los órganos
corporales. Y las operaciones transformacionales que relacionan las estructuras
profunda y superficial son operaciones mentales reales, ejecutadas por el
entendimiento cuando se produce o comprende una oración. La distinción es
fundamental Según la última interpretación, se sigue que debe existir,
representado en el entendimiento, un sistema fijo de principios generativos que
caracterizan y asocian las estructuras profundas y superficiales de un modo
definido; debe existir, en otras palabras, una gramática que se usa de alguna
manera al mismo tiempo que se produce o se interpreta el discurso. Esa
gramática representa la oculta competencia lingüística a que antes me he
referido. El problema de determinar el carácter de esas gramáticas y los
principios que las gobiernan es un problema típico de la ciencia, tal vez muy
difícil, pero en principio capaz de resolverse de un modo que será adecuado o
inadecuado según que las soluciones dadas correspondan o no a la realidad
mental. Pero la teoría de la elipsis en la función de una técnica de la
interpretación textual no consiste necesariamente en un conjunto de principios
que de algún modo hay que suponer que están representados en el entendimiento y
son un aspecto de la competencia y la inteligencia normal. Por el contrario,
puede muy bien fundarse en razones circunstanciales y puede suponer factores
culturales y personales de diversa índole relevantes en el caso de las obras
sometidas a análisis.”[8]
“El concepto de la elipsis sustentado por Sánchez,
si lo entiendo correctamente, es una técnica entre otras que habrá que aplicar
según las condiciones le permitan, pero no tiene necesariamente la
representación mental como un aspecto de la inteligencia normal. Siendo los
ejemplos lingüísticos a menudo semejantes, entre Sánchez y los gramáticos de
Port Royal media la contribución de la revolución cartesiana”.[9]
Dice el Brocense sosteniendo que la unidad de
análisis es la oración que: affirmo elegantiorem ese orationem in qua nonnulla
desidentur. Sed illa tantum suplenda sunt quae quotidiana et familiaris
loquendi consuetudo facile potest intellegere”.[10]
El racionalismo del Brocense se manifiesta en su
doctrina de la elipsis. La elipsis viene tratada en el libro IV de la Minerva. El
hecho del lenguaje se fundamenta en una comunidad racional. Precisamente el
Brocense quiere fundamentar la gramática y el estudio del lenguaje en la razón.
“Quoniam res de qua agimus, primum ratione, deinde testimonius est
comprobanda…grammatici enim, ut inquit Seneca, sermonis latini custodes sunt,
non auctores” La costumbre de hablar es el fundamento de su sistema. El hombre
es “suapte natura rationis particeps”[11]
Así mismo había afirmado a este respecto Cicerón en De Legibus que solum est
enim ex tot animalium generibus atque naturis particeps rationis.[12]
La participación en la comunidad racional permite el conocimiento de sus reglas
y posibilita su expresión en el lenguaje
orientado a su buen uso.
“Ars imitatur naturam; sed ordo naturae postulat ut
primus loquamur, deinde ratione utamur, postremo sententiam ornemus; praecedat
oportet grammatica, quae voces ordinat, sequamu. Dialectica, quae rationem
informat, addat colophonem Rhetorica, sententias ornando commitat et figurat” .[13]
El Brocense insiste en el orden y en la estructura
de la oración de la que se ocupa la gramática, cuyo fin es lograr la congruentem
orationem, la participación del hombre en la comunidad racional, en una
tradición, que cuanto menos, podemos situar en el estoicismo y su razón común.
El Brocense está notablemente influido por el estoicismo y su teoría del
lenguaje.
El Brocense aplica el principio de economía en su
gramática. Prescinde en el lenguaje y en el pensamiento de todo aquello que es
superfluo y reiterativo y que obstaculiza a la razón. Busca reducir el lenguaje
y la sintaxis a unas pocas reglas universales y sencillas.
“Rudolphus eventa nominat omnia genera factorum,
effecta proprie quae de efficientibus existunt, Destinata quae a fine sunt”. Nos
ex ómnibus causis vocamus Effecta.”
La teoría de la elipsis configura la sintaxis lógica
del Brocense. Si vamos a la Minerva del Brocense, libro III, capítulo 1,
comprobamos que para el Brocense ninguna oración puede tener que ser producida
sin nombre y sin verbo y aquí a este respecto, el Brocense cita a Platón en
“Sofista” 261c-262d, pasaje en el que se afirma que todas las oraciones constan
de nombre y de verbo. Por lo demás, los nombres y los verbos no tienen
significados aisladamente por sí mismos. Aristóteles en el capítulo 3 del De Interpretatione se aproxima a Platón
al declarar que el verbo es un signo de algo que se dice o afirma de alguna
otra cosa. También declara que el verbo no puede aparecer por sí mismo. En su
doctrina de la elipsis domina el formalismo. Se busca el rigor sistemático
absoluto. La función está estereotipada en la forma. “verbum sine suppositio
nihil significabit”.[14]
Ellipsis, dicit Sanctius, est defectus dictionis vel dictionum ad legitimam
constructionem, ut paucis te volo, notuas Athenas.[15]
Hay un doble criterio para distinguir cuándo hay elipsis, el uso y la
integridad gramatical. La elipsis es la omisión de un término que aunque no
está dicho materialmente, subyace sin embargo a la frase. La elipsis es por lo
tanto la ausencia de algo, de una de varias palabras; cometido del gramático es
propiamente el de suplir tal ausencia, en otras palabras llenar los vacíos presentes
en la oración.
El proceso de interpretación de una expresión
elíptica consiste en suplir los elementos sin los que la oración gramatical no
puede permanecer firme. Entre estos considera el Brocense que se encuentran el
nombre y el verbo (SN+SV). La elipsis puede afectar tanto a ellos como al resto
de las categorías gramaticales.
El Brocense distingue entre el nivel subyacente del
lenguaje y lo que los poetas denominan discurso. Ya Quintiliano distinguía
entre hablar gramaticalmente y hablar latín. El Brocense se propone descubrir
la estructura profunda del lenguaje, la estructura subyacente de la oración.
Las estructuras lógicas subyacentes en el lenguaje no siempre pueden mostrarse
y no hace falta hacerlo. Hay que postular elementos borrados para dar cuenta
del sistema de la gramática. Uno no se sorprende al discernir que la
abstracción juega un significativo papel en su análisis lingüístico.[16]
Hay una gramática profunda del lenguaje que el Brocense intenta sacar a la luz.
Las estructuras subyacentes del Brocense se fundan
en varios criterios: 1. Naturalidad. 2. Semántico. 3. Gramatical. 4.
Comparación entre idiomas y 5. Filosófico.
Las estructuras lógicas subyacentes en el lenguaje
no siempre pueden mostrarse y no hace falta hacerlo. Hay que postular elementos
borrados para dar cuenta del sistema de la gramática y por eso uno no se
sorprende al discernir que la abstracción juega un papel significativo en su
análisis lingüístico.
Las reglas lógicas son universales, La ratio o regla
o sistema de reglas o la lógica que permite describir la estructura de las
palabras y de las oraciones en el fondo constituye el conjunto de las
estructuras profundas. Esto refleja la estructura profunda y natural del
lenguaje
Los elementos de la oración son los nombres, los verbos
y las partículas como dijimos más arriba. Las relaciones entre estos elementos
son la flexión, los casos y la declinación y las operaciones efectuadas con
estos términos son la omisión, la adición, la delección o elipsis, la
permutación o transposición y la sustitución. Son las reglas de transformación.
“Sunt autem tria, nomen, verbum, particulae. Nam apud Hebraeos tres sunt partes
orationis, nomen, verbum et dictio consignificant. Arabes quoque has tantum
tres orationis partes habent”.[17]
Recordemos que el juicio en Aristóteles consta de sujeto y de predicado. La
oración es la expresión lingüística de un juicio. No da el Brocense una
definición explícita de la oración y por lo tanto no discute a nadie sus
teorías. La oración es la expresión de algo. “Nihil sit, quod per orationem non
possimus enunciare”.[18]
Correas: “Orazion es el sentido y rrazon que se haze con nombre y verbo y verbo
conzertados en numero y persona i se adorna con la partezilla”.[19]
El Brocense es el primer gramático que busca
conscientemente las estructuras lógicas profundas del lenguaje (causae). El
estudio científico del lenguaje lo realiza el Brocense con la gramática latina.
La elipsis busca la conexión entre el nivel
subyacente y el uso superficial del lenguaje. El Brocense es uno de los
primeros gramáticos, si no el primero que menciona de modo consciente que las
estructuras lógicas u originarias (causae) no han de estar atestiguadas en los
autores para ser válidas. Se trata de construcciones teóricas que explican la
regularidad o analogía de la lengua lógica primordial.
3. La naturaleza
del lenguaje.
La estructura lógica subyacente del lenguaje deriva
del carácter racional de las lenguas en cuanto que son expresiones del
pensamiento humano. El lenguaje es una creación humana. Como el lenguaje
expresa la naturaleza, es natural, el Brocense sostiene que hubo una lengua
primitiva, natural inicialmente “Creavit Deus hominem rationis participem cui
quia sociabilem ese voluit magno pro munere dedit sermonem.”[20]
Dios le dio al hombre inteligencia y, como quiso que fuera social, le concedió
al hombre el don de la lengua, es decir, facultad de hablar. Los términos
lingüísticos se refieren a la realidad de manera natural. “An nomina
significent natura, an fortuito, magna quaestio est, et tota physica, nihil ad
grammaticos”.[21]
Podemos calificar la posición filosófica del Brocense como idealista-mentalista-espiritualisa.
Y ello porque la unidad del lenguaje humano universal deriva de la unidad del espíritu humano. Hay un hombre universal
con un pensamiento universal y con un lenguaje universal que corresponde
unívocamente a la realidad corpórea atribuyéndosele en última instancia a cada
término un objeto a nivel de estructura profunda. Las reglas universales del
lenguaje se derivan del pensamiento humano único y universal, del espíritu
pensante, de la res cogitans. También Noam Chomsky en el siglo XX nos habla del
entendimiento humano con sus ideas innatas como el origen y procedencia del
lenguaje humano único fundado en una suerte de gramática universal subyacente a
todos los idiomas empíricos. Noam Chomsky apela al ADN, pero este reduccionismo
ya se hallaba presente en el Brocense y luego posteriomente en Descartes. La
unidad de la conciencia, del pensamiento es solidaria con la unidad monista del
cosmos, con el cosmismo.
El Brocense creyó que el lenguaje era algo natural y
que por tal razón tiene que poseer necesariamente una completa estructura
lógica interna en términos de nombres, de palabras y en términos de sintaxis.
Los nombres y los verbos expresan así la naturaleza de las cosas. Por lo tanto, el conocimiento del origen de
las palabras nos llevará al conocimiento del origen del lenguaje.
La posición del Brocense acerca de la naturaleza del
lenguaje puede decirse que es intermedia entre Platón y Aristóteles. El
Brocense rechaza la arbitrariedad del signo lingüístico. El lenguaje es
convencional pero de manera motivada racionalmente. El lenguaje tiene un origen
natural inicial según el cual la correspondencia entre cosas y palabras era de
carácter unívoco, pero luego tal relación entre el signo lingüístico y las
cosas se hace convencional. Inicialmente, el lenguaje es natural, pero los
lenguajes realmente existentes tienen algo de convencional, de instrumentos que
por ser repetidos y repetibles han adquirido una cierta fijeza que descarta la
arbitrariedad del signo lingüístico. Los cambios en el lenguaje se producen sin
embargo, de manera motivada racionalmente.
Audi Platonem ipsum, qui nomina et verba natura
constare affirmat: qui sermnonem ese a natura non ab arte contendit. Scio
Aristoteleos aliter sentire; sed nemo diffitebitur, nomina ese velut
instrumenta rerum et notam: instrumentum autem cuiuslibet artis ita, illi arti
accomodatur, ut ad alia omnia ineptum ese videatur; sic terebro terebramus et
serra scindimus lignum, at lapides cuneis discindimus et cunei gravissimus
malleis adiguntur.
Qui igitur primi nomina rebus imposuere credibile
est, illos adhibito consilio id fecisse, et id crediderim Aristotelem
intellexisse, quum dixit, ad placitum nomina significare. Nam qui nomina casu
facta contendunt, audacissimi sunto: nimirum illi, qui universo mundi seriem et
fabricam fortuito, ac temeré ortam persuadere conabantur.[22]
Es indudable que las palabras y los conceptos son
algo inseparable de las cosas, pero no existe una relación directa o fonética
entre ambas. Son los hombres quienes han puesto nombre a cada cosa, pero no
arbitrariamente, sino con intervención de la razón. Las palabras son pues,
signos motivados racionalmente.. El Brocense se sitúa en el medio entre Platón
y Aristóteles. Nomina certe, et verba, rerum natura, significare cum Platone
assererem libentissime, si hoc ille tantum de primaeva ómnium linguarum
asseverasset ut, im Genesi cap. 2 legimus….vides in illo primo sermone,
quicumque ille fuit, nomina et etymologias rerum ab ipsa natura fuisse
deprontas. Sed ut hoc in caeteris idiomatis asseverare non possum, ita mihi
facilem persuaserim, in omni
El Brocense en la Minerva intenta descubrir las
estructuras sintácticas subyacentes
profundas en el lenguaje. Serían las estructuras sintácticas primeras
comunes a todas las lenguas existentes y a lo que el hablante dice al hablar.
El Brocense distingue entre el nivel lógico y el
habla. Esto corresponde a la distinción ya presente en Quintiliano entre hablar
gramaticalmente y hablar latín. Se distingue así entre estructuras lógicas y
estructuras históricas del lenguaje. La abstracción desempeña un papel
significativo en su análisis del lenguaje.
La idea del Brocense de que las estructuras subyacentes son esencialmente
semejantes en todas las lenguas no es una tesis atrevida porque es el resultado
de su conocimiento de la tradición lingüística. Si el lenguaje es universal
cualquier estructura latente será análoga en las diversas lenguas.
Si el pensamiento y la semántica son universales,
una de las maneras de redescubrir las estructuras subyacentes será mediante el
examen de las relaciones significativas que se dan entre los elementos
constitutivos de la oración. Se trata aquí del análisis de la expresión
oracional correcta (congruens oratio). El Brocense construye estructuras
lógicas que corroboran las relaciones semánticas que existen entre los diversos
elementos de la oración.
Las estructuras lógicas subyacentes reflejan la
regularidad existente en la lengua originaria que el Brocense intenta
redescubrir. “Sin duda, es posible reconstruir la lógica de todas las cosas y
también la de las palabras. Si se nos pregunta sobre semejante lógica, digamos,
si la ignoramos, que no la sabemos, en lugar de afirmar de manera invariable
que no la hay”.[23]
Evidentemente, ha habido antecedentes históricos del
proceder del Brocense. Sin embargo, es el precisamente el análisis de las
causas de las palabras y de sus accidentes, así como las definiciones generales
lo que el Brocense incluyó en su teoría y lo que le diferenció de sus
antecesores gramáticos.
La principal aportación del Brocense a la teoría
sintáctica es la introducción de un nivel sintáctico lógico con ciertas
características especiales en la teoría gramatical. Como se ha dicho antes,
para el Brocense el lenguaje era lógico y perfecto inicialmente porque tal
idioma universal le vino al hombre de la mente de Dios, Minerva. En un
principio la estructura de las palabras y de las oraciones agotaba toda la
información posible referente a los pensamientos que cualquiera quisiera
expresar. El lenguaje, de ser un espejo que reflejaba la naturaleza se volvió
convencional. La reconstrucción de la estructura profunda le permite al Brocense
descubrir la lógica del lenguaje y muestra la universalidad y simplicidad de
sus reglas.
El Brocense es un antecedente histórico de la
lingüística generativo-transformacional. Chomsky hace la siguiente lectura de
la elipsis del Brocense como hemos visto más arriba: se trata de un instrumento
para la interpretación textual. Esto es el resultado de una lectura superficial
de la Minerva.
Robin Lakoff fue más lejos de Chomsky en su
apreciación positiva y elogiosa del Brocense en 1969. El Brocense era un verdadero
teórico y bastante original por cierto. Vio en la doctrina del Brocense algo
mucho más importante aún que lo que vio en su día Chomsky.
Según Lakoff, desde el capítulo 1 de la Minerva hay
cuatro temas principales que aparecen:
- El lenguaje es producto de la mente humana y siendo ésta racional, el lenguaje resulta ser una cosa racional.
- Necesidad de explicaciones racionales de los fenómenos gramaticales.
- Ausencia de accidentalidad en el lenguaje.
- Irrelevancia de la autoridad en las cuestiones gramaticales.
Habría que hablar entonces pues de lingüística
sanctiana con mayor propiedad aún si cabe que de lingüística cartesiana como
habla Chomsky. Chomsky no se dio cuenta de esto porque no conocía el latín y no
pudo leer la Minerva de Sanctius.
4. La semántica.
La doctrina semántica del Brocense parte de que hubo
inicialmente una lengua primera perfecta con significados unívocos. Cada
palabra tiene un único significado. Los términos son nombres y verbos. A cada
nombre o verbo le corresponde un solo objeto como ocurre en el Tractatus de
Wittgenstein, aunque en Wittgenstein sólo hay nombres propios. El lenguaje
perfecto no era ni análogo ni equívoco, sino unívoco. Unius vocis única est
significatio.
Sin embargo, en las lenguas actuales tienen lugar la
homonimia, la polisemia, la analogía y el Brocense se limita a constatar la
pluralidad de palabras y de significados existentes en las lenguas que poco
tienen que ver con la univocidad inicial del lenguaje perfecto. El Brocense se
esforzará en eliminar la equivocidad y la homonimia para lograr un idioma
perfecto o lengua exacta y racional mediante tres argumentos.
Primer argumento: El Brocense en cuanto a la
naturaleza del lenguaje intenta conciliar el mito bíblico de la lengua única y
universal primigenia con el convencionalismo aristotélico y la tesis platónica
acerca del lenguaje como producto de elecciones repetidas y repetibles expuesta
en el Cratilo. En cualquier caso parece claro que para el Brocense la homonimia
no existe y que el lenguaje no es jamás ambiguo. Los hombres sabios
establecieron las palabras y los significados fundándose en la razón. El signo
lingüístico no es pues arbitrario.
Segundo argumento: Si existiera equivocidad,
entonces nosotros nos serviríamos de nombres o de adjetivos adecuados para
establecer las distinciones pertinentes y para evitar la ambigüedad.
Tercer argumento: Es preciso que los homónimos de
Aristóteles sean interpretados como casos de analogía, porque de lo contrario
Aristóteles no nos habría transmitido ninguna regla concerniente a la analogía,
que es necesaria para los silogismos.
Cuarto argumento: El Brocense echa mano de una lista
de autores que sostendrían su tesis como fuentes de su argumentación.
El problema de la homonimia tiene tanta importancia
en el Brocense como el problema de la elipsis. No interesa el fenómeno de la
homonimia en sí mismo, sino las causas que lo provocan. La elipsis ayuda a
deshacer la impresión de falta de correspondencia entre la realidad y su
enunciación. La homonimia plantea el problema de la adecuación entre lenguaje y
realidad porque no es admisible que un término designe dos cosas diferentes.
Para el Brocense la norma básica del lenguaje y del
significado es la adecuación del lenguaje y de la realidad entre sí.
Felipe Giménez Pérez. Villaviciosa de Odón, Madrid,
30 de enero de 2013.
[5] C.P.
Otero en “Introducción a la lingüística transformacional”, México, Siglo XXI,
1973; Páginas 32-39 y 42-50 estudia las figuras de Sánchez de las Brozas, Gómez
Pereira y Huarte de San Juan, a los que considera notables antecedentes del
pensamiento de Lancelot el primero y del de Descartes los segundos.
[6] Noam
Chomsky “El lenguaje y el entendiiento”, Seix Barral, Barcelona, 1971, Planeta
de Agostini, Barcelona, 1992, páginas 41-42.
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