Los antiguos pensaban y tenían claro
que la democracia, como todos los demás regímenes políticos, podía degenerar y
corromperse. No padecían pues la enfermedad ideológica o moral del
fundamentalismo democrático tan habitual y omnipresente en nuestros días. En la
“Historia de la guerra del Peloponeso”, Tucídides constató la degeneración del
régimen democrático, incapaz de dirigir la guerra y administrar sus asuntos
internos. Según afirmaba Tucídides, la democracia, régimen político que
garantizaba la isonomía y las libertades privadas, exige una constante atención
por parte de todos los ciudadanos a los asuntos públicos. Los dirigentes
nombrados por el pueblo ha escogido no deben dejar de calcular y reflexionar
sus decisiones. La democracia se desmorona cuando las empresas suyas no son
conducidas por la inteligencia, del intelecto calculador que no sólo establece
estrategias regidas por la phrónesis, sino que también se preocupa por no herir
ni favorecer a ninguno de los grupos de la polis. Los demagogos demócratas no
conducen al Estado según la reglas de la prudencia
Platón sostenía que la democracia
conducía a la tiranía y fomentaba la inmoralidad de cada uno. La solución de
Platón consiste en asociar el saber con el poder. Según Aristóteles, la
república, el gobierno de todos según la legalidad puede degenerar en
democracia, régimen de la mayoría, de los pobres, que buscan ser iguales en
todo a los aristócratas, los mejores. En la práctica, sólo existe la demagogia,
la democracia, entendida como gobierno de los pobres.
En su último libro
político-filosófico Gustavo Bueno
también sostiene que la democracia se corrompe. La democracia en su versión
parlamentaria sobre todo, es el objeto de su crítica y de su reflexión
filosófico-política. La bestia a la que hay que abatir no es otra que el
fundamentalismo democrático: “El fundamentalismo democrático –que considera a
la democracia parlamentaria como la forma más depurada de la convivencia
política y social, aquella forma mediante la cual el Género humano ha alcanzado
por fin los valores supremos de la Libertad, de la Igualdad y de la Fraternidad
(hoy Solidaridad)- tiende sistemáticamente a circunscribir la corrupción, en
sus “indagaciones conceptuales”, al campo de las conductas individuales de
determinados funcionarios, políticos o empleados de la sociedad política o
civil involucrada en aquella.”[1]
Es más, el propio fundamentalismo democrático
es un síntoma de la corrupción política democrática y es la ideología
legitimadora de la corrupción democrática, de la propia democracia al ocultar a
los ciudadanos la corrupción del propio régimen democrático.
Así el fundamentalismo democrático
entiende que estamos al final de la evolución política histórica. Ya no hay
nada que inventar ni añadir. No hay corrupción del régimen democrático. No
puede degenerar. Es incorruptible, como los cielos en Aristóteles. Sólo se
corrompen los individuos. Las instituciones democráticas no pueden corromperse.
No se corrompen. Como dice el Ministro de Educación Gabilondo, los problemas de
la educación en materia de orden público en las aulas se solucionan con
entretenimiento, esto es, más clases amenas y con más democracia. Todos los
problemas de la democracia se solucionan con más democracia.
Es necesario y conveniente saber en
qué consiste la corrupción de la democracia si es que tal corrupción existe. Lo
primero que constata Bueno es “el carácter confuso de la idea de corrupción”[2]
La idea de democracia es una idea borrosa además de confusa, oscurantista y
confusionaria. Por lo demás, está establecido por el Código Penal que algunas
conductas delictivas sean denominadas corruptas, delitos de corrupción. Sin
embargo, hay una corrupción sistémica del sistema democrático que no constituye
delito. La corrupción democrática no es delictiva. Sólo se considera delito un
conjunto delimitado de conductas de los funcionarios. Así se circunscribe la
corrupción al ámbito de la conducta individual. Se llega así a la paradoja de
que hay múltiples corrupciones individuales, pero no hay corrupción colectiva
ni institucional ni, por tanto, corrupción del régimen democrático. “Pero no
todo lo que es corrupto es delictivo, porque esto equivaldría a ejercitar el
conocido principio de que lo que no está en el sumario no está en el mundo”.[3]
Gustavo Bueno afirma pues, debido al
carácter confusionario de la idea de corrupción tal como se da que “En
conclusión, podemos afirmar que en cuanto idea funcional la idea de corrupción
es una idea indeterminada cuando en ella no se distingue su característica de
los valores de la función, y por tanto permanece indeterminada cuando se la
utiliza reducida a su característica sustantivada.”[4]
El análisis de la democracia desde
la idea de corrupción o del análisis de la corrupción democrática no puede ser
ejercitado desde la neutralidad axiológica. El análisis que sigue será partidista
o no será….El odio puede ser esclarecedor a este respecto. El odio permite el
acceso a la verdad.
Gustavo Bueno entiende la corrupción
como un proceso objetivo, pero relativo a los sujetos capaces de tomar partido
ante tal corrupción. “La corrupción en sentido fuerte la entendemos como un
proceso objetivo, no mental o subjetivo, pero cuya realidad no es absoluta,
puesto que está dada en función de determinados subconjuntos de sujetos capaces
de tomar partido ante los substratos considerados corruptos.”[5]
Entonces, la definición de corrupción en general según Gustavo Bueno podría ser
que es la transformación de un sustrato sano en un sustrato repugnante, enfermo
o peligroso. “La corrupción es la transformación de un sustrato aparentemente
sano, según su presencia estética en el entorno del sujeto, en un sustrato que
resulta ser repugnante y aun peligroso para el mismo sujeto que descubre esa
transformación.”[6]
Si aplicamos la idea de corrupción a
las sociedades políticas, podríamos considerar a la idea de corrupción como un
análogo de atribución cuyo primer analogado sería la podredumbre o
putrefacción….Fetidez o hediondez repugnante. Esto, claro está, hace alusión o referencia necesaria a un
sujeto percipiente que percibe esa hediondez de la transformación del sustrato.
El sujeto reacciona ante la percepción organoléptica que hace que sea capaz de
estimar a la transformación como algo hediondo o pútrido o repugnante.
Así pues, la corrupción es una idea
análoga, no unívoca…Se dice de muchas maneras. Bueno busca establecer una
ontología regional acerca de la corrupción teniendo en cuenta lo arriba
afirmado. Es preciso pues “considerar a la idea de corrupción como un análogo
de atribución cuyo primer analogado fuera precisamente la podredumbre, la
descomposición, pero en el sentido registrado en los diccionarios de la lengua
española, en la cual esta alude también a la diarrea que envuelve la
connotación de fetidez repugnante.”[7]
Habitualmente los ideólogos del
Régimen de 1978, los ideólogos democráticos fundamentalistas reducen la
corrupción a casos aislados individuales y de manera ética por tanto y no como
una propiedad sistémica de la sociedad política de la que se trate en su
momento.
Respecto a la democracia hay que
distinguir entre el momento procedimental de la democracia y el momento
ideológico de la democracia. La práctica política real sería el momento
procedimental de la democracia y el momento ideológico lo constituyen las
ideologías democráticas acerca de en qué consiste la democracia.
Es característico de las
concepciones formalistas de la democracia el que éstas giran en torno a la capa
conjuntiva de la sociedad política. Esto es un formalismo porque se olvidan de
la capa basal y de la capa cortical.
Es un error pensar que en la
democracia es el pueblo el que gobierna. Se invoca al pueblo como una entidad
infalible, vox populi, vox Dei, de la misma manera que como se hacía en el
Antiguo Régimen, donde se invocaba a Dios para legitimar las decisiones
políticas del Monarca.
Las concepciones formalistas de la
democracia sólo tienen en cuenta a la capa conjuntiva de la sociedad política
en sus consideraciones.
La ideología democrática
fundamentalista es pacifista y rechaza la guerra como algo bárbaro y primitivo,
así como la pena de muerte. Sin embargo, es un error rechazar la violencia
es una verdadera insensatez hacerlo. El
Estado es quien en la sociedad política tiene el legítimo monopolio de la
violencia física y esa violencia legítima es la que garantiza la paz pública.
Por lo demás, el Estado tiene el derecho a hacer la guerra y la guerra busca la
paz, pero la paz que se busca conseguir es la paz más ventajosa posible….la
victoria militar consigue la paz. El vencedor será el que imponga la paz.
Además, cuando se piensa la idea del Estado del Bienestar o Estado Social, se
está pensando en el fondo que el Estado no tiene como misión controlar la
esfera económica en la que se asienta la sociedad civil.
En el fondo, el formalismo
democrático hereda la concepción del Estado proveniente de la idea de Estado
propia del Antiguo Régimen.
Además el formalismo político es el
núcleo mismo del llamado “Estado de derecho” o “Democracia burguesa”. Libertad,
Igualdad y Fraternidad no son más que ideales formales porque se sobreentienden
como objetivos que hay que conseguir en el ámbito de la capa conjuntiva.
“La tríada de valores supremos,
Libertad, Igualdad y Fraternidad, puede considerarse de hecho como índice de la
holización de una sociedad constituida
como un todo atributivo, de partes heterogéneas, con una anatomía
diferenciada.”[8]
El formalismo democrático desvincula
a la democracia de las naciones políticas. No se tiene en cuenta que la
democracia hay que conectarla con la capa basal y con la capa cortical. La
democracia se convierte en una substancia separada de la Nación, del Pueblo,
del Estado, de la capa basal y de la cortical. Esto es un auténtico formalismo
político. La Idea de democracia queda así desvinculada de la sociedad política
concreta de la que se trate. Lo decisivo no es ser español o francés, sino ser
hombre, hombre demócrata. Todos los hombres del mundo pertenecen a la humanidad
democrática, independientemente de la nación política a la que pertenezcan.
También es formalismo
democrático el definir la democracia
como Estado de Derecho, un concepto típico de la escuela alemana, de Th.
Welcker y de Robert von Mohl. Se define Estado de derecho como Estado
democrático de derecho y la democracia a su vez se define como Estado de
derecho. Círculo vicioso. Esto es la petitio principii.
Hay que volver a recordar que todo
Estado por el mero hecho de ser Estado es por ello Estado de derecho. Los
ideólogos democráticos distinguen entonces entre Estado legal y Estado de
derecho. El invento es metafísico y vuelve a pedir el principio. No hay leyes emanadas del pueblo y leyes
impuestas al pueblo. Todas las leyes son impuestas al pueblo. La política es la
dominación del hombre por el hombre y ello en todos los regímenes políticos
realmente existentes.
Las teorías formalistas de la
democracia, esto es, aquellas teorías de la democracia que separan la capa
conjuntiva de la sociedad política de la capa basal y de la capa cortical se
corresponden con la política del Antiguo Régimen. La democracia burguesa o
liberal abandonó a la sociedad civil la capa basal. La sociedad burguesa ha
evolucionado hacia la incorporación de la capa basal a los planes del Estado.
Es una evolución hacia el materialismo político. Se va así de un formalismo a
un materialismo.
Según el materialismo filosófico
tanto frente a la socialdemocracia como frente al leninismo, es menester dar la
vuelta del revés al marxismo. “El Estado no es el resultado de la lucha de
clases, sino que la lucha de clases comienza con el Estado.”[9]
Toda sociedad política es la apropiación de un territorio frente a otras
sociedades política. Ahí comienza la propiedad privada. Como dijo Hobbes, es el
Estado el que funda el derecho de propiedad privada. Gracias al Estado hay
propiedad privada y no como ocurría en el marxismo. Ahí surge la Patria. La
Patria es siempre el suelo sobre el que vivimos. No tiene sentido el
patriotismo constitucional. Da igual que la Patria sea una democracia, una
tiranía, una oligarquía. Lo decisivo es la sociedad política. Esto significa
que la democracia en abstracto, como sustancia separada, no existe. Entonces
ocurre que “la democracia conjuntiva es preciso referirla a su capa basal y a
su capa cortical.”[10]
Cuando Bueno afirma que la
democracia es corruptible, es ésta una afirmación genérica. Gustavo Bueno
quiere “decir sencillamente, que la corruptibilidad deriva de la misma esencia
de la democracia, y que no es por tanto un “accidente aleatorio quinto
predicable” (como pudiera serlo la corrupción de algún funcionario público).
Queremos decir que la corrupción es un accidente propio de la democracia,
derivado de su esencia, es decir, que es un accidente cuarto predicable.”[11]
La corruptibilidad puede afectar a
las democracias tanto a nivel genérico como a nivel específico. Claro está que
la principal corrupción ideológica de la democracia es la ideología llamada
fundamentalismo democrático. Es una corrupción ideológica. El fundamentalismo
democrático considera a la democracia como internamente incorruptible. He aquí
la corrupción ideológica fundamental del Régimen democrático. La corrupción ideológica, el fundamentalismo
democrático es la principal corrupción del régimen democrático. “El
fundamentalismo democrático supone que la sociedad democrática es el sistema de
organización de la sociedad política más perfecto e irreversible.”[12]
La ideología fundamentalista
democrática explica la degeneración democrática o la corrupción apelando a
déficits democráticos o constitucionales. La democracia según el
fundamentalismo democrático es incorruptible. Las deficiencias se subsanarán
con más democracia aún. Bueno selecciona
tres casos de canalizaciones o soluciones para los problemas de déficit
democrático.
1.
Elección
directa por parte del pueblo del poder ejecutivo. Superación del
parlamentarismo. El parlamentarismo sería una variedad corrupta de democracia.
Esto lo decía Antonio García Trevijano en 1994.
2.
Modificación
de la ley electoral para un sistema electoral mayoritario uninominal.
3.
División
y separación de los poderes del Estado.
Según Gustavo bueno quienes proponen estas soluciones se hallan
situados aún en la plataforma ideológica del fundamentalismo democrático. El
fundamentalismo democrático consigue así minimizar la corrupción democrática y
ocultar la democracia real ante los ciudadanos. Es una legitimación ideológica
de la democracia. Es una forma de falsa conciencia, de engaño del pueblo para
que siga ilusionado con la democracia y siga participando en las elecciones.
Incluso con las
canalizaciones arriba supuestas, “habría que seguir hablando de corrupciones,
desviaciones o degeneraciones internas de las sociedades democráticas, y por
tanto, de la naturaleza precaria de su eutaxia (así como es precaria la
naturaleza de la eutaxia de cualquier otro sistema político no democrático).”[13]
Tales reformas institucionales del Estado democrático parlamentario no
solucionarían nada ni solucionan nada a decir de Gustavo Bueno.
Ocurre que la sociedad
política está envuelta por otras realidades diferentes de ella misma,
naturales, sociales, históricas que son inseparables de la democracia. La
democracia no es autónoma….No es una forma separada. “No hay una sociedad
política compuesta de ciudadanos (individuos, átomos) que puedan regirse por el
principio de la inercia (o de la libertad de), ni por tanto, por los principios
asociados a él.”[14] No es
correcto separar la sociedad civil del Estado. “La involucración de la sociedad
civil así definida con la sociedad política determina en la sociedad política
profundas perturbaciones y obstáculos a la supuesta libertad, a la igualdad y a
la fraternidad de los ciudadanos. Perturbaciones que podemos considerar como
una de las fuentes más profundas de la corruptibilidad política.”[15]
La sociedad política no está separada de la sociedad civil. Tampoco es autónoma
con respecto a la sociedad civil. Las contradicciones internas de la sociedad
civil que envuelve a la sociedad política, son el origen de la corrupción
democrática. Por último, Bueno señala la ficción constitucional o políticamente
necesaria del concepto de representación presente en el concepto de democracia
representativa. Representación es un concepto procedente del derecho privado.
Sin embargo, en la democracia representativa, la representación es diferente al
concepto usado en el derecho privado. Se supone que los diputados representan a
Toda la Nación, pero no es así, pertenecen a distintos grupos, partidos o
facciones. Eso significa que el pueblo está dividido, partido. Entonces “no
puede decirse que el diputado represente en el Parlamento a sus electores,
aunque recoja una parte genérica, al menos retóricamente, de los deseos de los
ciudadanos que le votan (precisamente aquellas partes genéricas en las que el
pueblo puede percibir las oposiciones disyuntivas y maniqueas más groseras).”[16]
Gustavo Bueno entonces afirma que “las fuentes de las corrupciones,
perversiones o desviaciones de la democracia teórica, sobre todo aquellas que
tienen lugar en sus estratos más específicos, habrá que ponerlas no ya tanto en
la sociedad política en su conjunto, sino en las diversas capas (conjuntiva,
basal, cortical) y ramas del poliedro, o en los conflictos entre aquellas capas
y estas ramas.”[17]
Gustavo Bueno distingue
cuatro tipos de regiones o dominios de la sociedad civil de donde puede manar
la corrupción de la democracia: la región religiosa, la región familiar, la
región étnica y la región artística, científica o académica.
Desde las tres capas del
cuerpo político podemos distinguir las fuentes de corrupción provenientes de la
capa conjuntiva. Son múltiples las degeneraciones que tienen lugar en la capa conjuntiva.
“Sin duda, una de las fuentes de corrupción más profundas de la democracia es
la abstención creciente de los ciudadanos ante las urnas (abstención que en
algunas democracias se considera un delito).”[18]
Las fuentes de corrupción
provenientes de la capa basal son también muy abundantes y surgen de lugares
diversos del sistema económico.
Las fuentes de la corrupción
surgidas de la capa cortical tienen que ver con la política exterior o de
defensa y con el cuidado de las fronteras del Estado.
Por último, hay que tener en
consideración la corrupción que brote en las intersecciones de las capas
conjuntiva, basal y cortical.
La corrupción democrática es
múltiple y comprende todos los fenómenos ideológicos, morales, institucionales
que tienen lugar en el interior mismo del régimen democrático. Bueno tiene el
acierto de adoptar el partido de la Nación política española para evaluar la
corrupción política española actual del Régimen de 1978.
Según afirma Gustavo Bueno,
es en los procesos de ejecución de los principios democráticos en métodos y
procedimientos de la democracia como técnica política en donde se advierten los
gérmenes de la corrupción democrática.
Por lo demás, el pueblo como
bien dijo Platón, no es filósofo, sino filodoxo. El pueblo no tiene un
conocimiento riguroso ideológico político. Platón decía que carecía de
capacidad política. Es el viejo argumento platónico de la incapacidad política
del pueblo, del demos para entender los asuntos del Estado y para dirigir el
Estado. El pueblo democrático vive sumido en la doxa y ello dificulta el que
las decisiones electorales democráticas del pueblo sean acertadas en todo
punto. Gustavo Bueno sostiene además que son los partidos políticos los
principales responsables del Estado de partidos, los canalizadores de la
opinión pública y de las necesidades del pueblo. La democracia sería así una
suerte de oligarquía de partidos a decir de Bernard Manin. Oligarquía o
aristocracia. Las aristocracias son los partidos políticos que componen la
clase política o el personal dirigente del Estado democrático. Gustavo Bueno
sostiene la solidaridad estricta entre gobernantes y gobernados en el régimen
democrático. “El pueblo, al votar mayoritariamente a un partido o a unas leyes,
no hará en pleno subjetivismo, sino votarse a sí mismo. Y en este sentido
podría suscribirse la sentencia de Mirabeau: “Cada pueblo tiene el gobierno que
se merece”.[19]
Finalmente, El régimen
democrático, aún con corrupción, puede seguir existiendo y manteniéndose en
corrupción permanente. Aún así, esto no refutará los errores ideológicos de los
fundamentalistas democráticos. Seguirán considerando que la democracia es el
régimen político definitivo, más perfecto para organizar el Estado y el fin de
la historia humana. “Tampoco las democracias, no por corrompidas, están
condenadas a la muerte a causa de la corrupción.”[20]
La democracia según Gustavo Bueno tiene aún un recorrido muy largo. La
democracia desemboca necesariamente en la corrupción política. Es incierto que
la corrupción democrática destruya la eutaxia política democrática, la propia
democracia y que desemboque así en otro régimen político distinto. Lo que sí es
cierto, a mi juicio, es que el cambio periódico de régimen político corrija la
corrupción democrática. Cada régimen político se alimenta de alguna manera de
las deficiencias de los regímenes políticos contrarios o distintos, de tal
manera que la solución de las anomalías o corrupciones de uno sólo puedan
subsanadas por la implantación de otro régimen político contrario y así sucesivamente.
Hay corruptelas que la democracia es incapaz de extirpar, pero un régimen
político distinto sí puede hacerlo, hasta corromperse él mismo a su vez y
entonces, procede o bien retornar a la democracia o inventar otro régimen
político distinto. La corrupción política es inevitable en la democracia. Sería
necesario o bien reformar el régimen democrático o bien sustituirlo por otro
régimen político aún sabiendo de la corruptibilidad en general de todo régimen
político.
En conclusión, la democracia es intrínsecamente corruptible y corrupta,
como cualquier otro régimen político realmente existente. Tales corruptelas son
inevitables y no se pueden atajar con reformas constitucionales, esto es, del
ordenamiento jurídico de la capa conjuntiva. Esto sería fundamentalismo
democrático, esto es formalismo político o idealismo político, consistente en
creer que es la capa conjuntiva de la sociedad política la que rige la
totalidad del cuerpo político a nivel causal. Resulta que como la sociedad
civil es la causa y el origen de la corrupción del Estado, esto hace que la
corrupción sea imposible de atajar. Los grupos, las instituciones sociales
pertenecientes a la sociedad civil son el origen de la corrupción del Estado y
por lo tanto de la democracia. Ciertamente, también otros regímenes son
corruptibles. La cosa no tiene remedio, es fatalmente inevitable. Hay que
contar con la universal y necesaria corruptibilidad de todos los Estados y de
todos los regímenes políticos realmente existentes. La conclusión es ciertamente
desoladora y descorazonadora, induce a un pesimismo político, a un pesimismo de
los fuertes, al realismo político. No hay que hacerse muchas ilusiones con la
democracia. Claro, que para todo esto, para este viaje, no hacían falta tantas
alforjas. A esta conclusión parece que habían llegado ya hace tiempo los
clásicos. Lo más importante del libro es la crítica al fundamentalismo
democrático como ideología legitimadora de la democracia y como principal
síntoma ideológico de la corrupción de la democracia, por otro lado, fatalmente
inevitable. La crítica a la ideología del Estado de derecho prosigue la crítica
implacable y demoledora emprendida contra tal doctrina por Gustavo Bueno en
otros libros suyos anteriores. La tradición realista política sostenía y sostiene
tesis parecidas al respecto.
Felipe Giménez Pérez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario