jueves, 5 de mayo de 2016

Ortega y Gasset: liberalismo y fascismo

Ortega y Gasset al igual que un sector importante del pensamiento liberal se verá conducido a defender posiciones cuasi-fascistas o lo que es lo mismo, apoyar soluciones autoritarias frente al bolchevismo o socialismo marxista o frente al movimiento obrero. En el caso concreto de Ortega y por tratarse del caso español, Ortega se hará franquista. Esto proviene de la agudización de los conflictos políticos y sociales existentes en Europa entre el trabajo asalariado y el capital.  Es en el siglo XIX cuando surge la llamada “cuestión social”. Esta llamada “cuestión social” prosigue con sus prolongaciones y fenómenos durante casi todo el siglo XX y sobre todo en el primer tercio del siglo XX. Frente y respecto a esta llamada cuestión social u obrera se postularán las más diversas soluciones ideológicas. Ortega y Gasset no pudo quedar al margen de este tema nunca. De todos modos, me apresuro a subrayar que Ortega y Gasset siempre pensó en la cuestión social como subordinada a la cuestión de la construcción nacional española, de una nación democrático-liberal y moderna. En todo caso, Ortega y Gasset desemboca en un cierto autoritarismo al apoyar al General Franco a partir de 1937 en “Sobre el pacifismo” y al volver a España en 1945 y contribuir con su presencia a legitimar intelectualmente al franquismo. Del liberalismo se puede desembocar en el fascismo perfectamente como es el caso de Pareto o por lo menos se puede ver al fascismo como al mal menor frente al bolchevismo. Un liberal como Von Mises en “Liberalismo” (1927) afirmará claramente que prefiere el fascismo al comunismo porque el fascismo conserva la propiedad privada.  La crisis de la democracia liberal dará lugar a la aparición y consolidación del fascismo. Esto es lo que se quiere demostrar en el presente escrito, a saber que Ortega se sitúa en esa encrucijada histórica entre fascismo y comunismo y por su origen liberal, optará por una vía autoritaria como mal menor frente al comunismo. Ortega va a vivir durante la época de la crisis del liberalismo y de la democracia liberal. Otro liberal como Pareto desembocará en el apoyo al fascismo al igual que Giolitti coqueteando con los fascistas, acabó abriéndoles la puerta del gobierno y del poder del Estado confiando así en debilitarlos y domesticarlos, lo cual fue, como luego se demostró un craso error, con lo que el liberalismo italiano se suicidó.

         Partimos de la constatación de que “los fenómenos históricos son esencialmente fenómenos políticos puesto que -según Hegel-, el elemento que se despliega en la Historia es el Estado”[1]. Para Gustavo Bueno tal elemento sería un tipo de realidad estatal superior: el Imperio, la plena realización política del Estado. Así pues, “Hegel, pensador de la Historia, sabe que sólo puede realmente serlo, convirtiéndose en el pensador del Estado”[2] Gustavo Bueno es el pensador del Imperio entonces, pero Ortega y Gasset es el pensador del Estado-nación llamado España y que necesita llegar a existir puesto que aún no se ha realizado plenamente o, lo que es peor, como dice algunas veces Ortega, ni siquiera existe aún.

         El Estado es a decir de Hegel la realización de la libertad concreta, la realización objetiva del hombre en el ciudadano y por esto tendrá el derecho supremo el Estado sobre los individuos que lo componen y cuyo deber supremo es ser miembros del Estado, ciudadanos. Entonces, el Imperio es la realización máxima de la libertad del Estado. Seamos espinosistas, la libertad del Estado es igual a su potencia, a su conatus. El Imperio es la plena realización del Estado. Ortega, como Bueno, constató que no hay humanidad puesto que afirmar tal cosa no deja de ser afirmar algo enteramente abstracto. La Idea de Humanidad es siempre partidista, propia de una parte atributiva de la Humanidad que pretende imponerla al resto. Las élites son las protagonistas de la historia a decir de Ortega y Gasset. Estas élites imponen su Idea de Humanidad al resto de la sociedad y al Estado y tendencialmente en forma de Imperio a otros Estados.

         En la medida en que una filosofía según Sartre se constituye para dar su expresión al movimiento general de la sociedad o para constatar el momento en el que se encuentra la lucha de clases en la sociedad, siendo entonces la lucha de clases en la teoría según Althusser o es según Gustavo Bueno una reflexión de segundo grado sobre el presente desde el presente, podemos afirmar que la especulación filosófica nos revelará ciertos intereses clasistas, partidistas sociales en el seno de una formación social en su doble tendencia hacia el orden y el cambio. En este sentido, podemos decir que Ortega y Gasset es un pensador paradigmático que refleja los conflictos de su tiempo y de la sociedad española entre 1908 y 1955 con una insistencia manifiesta.

         Ortega ha sido un pensador político liberal español y se ha ido aproximando al fascismo y al pensamiento reaccionario y ello desde la propia entraña interna del liberalismo por razones de disciplina social, siendo el fascismo el corolario necesario de su liberalismo no tanto en él directamente como cuanto en algunos de sus discípulos, que de él toman los conceptos, la metodología y la retórica. La filosofía de Ortega y Gasset es una filosofía hecha siempre de cara al público. Es por ello una filosofía totalmente exotérica, pública. Ortega siempre quiso formar una ideología para luego adoctrinar al público y así conseguir sus metas políticas. Tanto desde su posición liberal inicial como desde su posición progresivamente conservadora y autoritaria, Ortega se ha fijado siempre como objetivo y ello desde 1908 la constitución de unas élites o minorías dirigentes rectoras capaces de dirigir a las masas. Pensadores ilustres como Pareto, Mosca y Michels son antecesores de Ortega y cómo no, Platón. Sin olvidar naturalmente a Lenin, pensador revolucionario de un intenso y curioso elitismo socialista. Por lo tanto, volviendo a Ortega y Gasset, el elitismo es la característica más importante de su liberalismo. El elitismo puede ser liberal, socialista, comunista y fascista. Por lo tanto, no nos rasguemos las vestiduras al oír hablar de élite o de minorías rectoras, pues como el autogobierno de la sociedad política es imposible o es utópico, entonces admitamos francamente la realidad de que siempre alguien tiene que tener el poder, mandar y que esa élite que manda es menor numéricamente que la masa que es gobernada y que obedece. Recordemos lo que Ortega dice: “La función de mandar y obedecer es la decisiva en toda sociedad.”[3]

1.     Liberalismo.

Dice Ortega y Gasset, “La Historia no contiene más que fuerzas históricas y en ella todo se cumple por la fuerza. Frente a una, otra. Frente a una política caduca, pacifista e inerudita sólo cabe otra política novísima, áspera y técnica”.

         Una nueva España sólo es posible si se unen estos dos términos: democracia y competencia. La instauración de la democracia sólo es posible en España mediante la revolución de las competencias.”[4] Se trata de una democracia liberal dirigida por una élite dominante y liberal que con su saber oriente al pueblo. Así llegaríamos a la definición de democracia del también liberal Schumpeter: elección entre diversas élites políticas que compiten en un mercado político ante unas masas consumidoras políticas. Ortega, pues es liberal inicialmente, pero elitista. El liberalismo siempre ha sido elitista. Hay unos individuos selectos que conviene que tengan el poder político y estos son los ciudadanos activos, los capaces políticamente, frente al vulgo, los ciudadanos pasivos. Ortega no rechaza pues el sufragio universal, pues no piensa que con tal sufragio sean las masas las que de alguna manera gobiernen. Ortega es de esos liberales que le han perdido el miedo al sufragio universal. En las elecciones el vulgo, la masa elige entre las alternativas que le presentan las élites. Ese es el modelo de democracia de Ortega y Gasset: “En nuestro tiempo domina el hombre-masa; es él quien decide. No se diga que esto era lo que acontecía ya en la época de la democracia del sufragio universal. En el sufragio universal no deciden las masas, sino que su papel consistió en adherirse a la decisión de una u otra minoría. Estas presentaban sus “programas” –excelente vocablo-. Los programas eran, en efecto, programas de vida colectiva. En ellos se invitaba a la masa a aceptar un proyecto de decisión.”[5]

         Es Ortega pues liberal y también demócrata a su manera y se aproxima al socialismo del PSOE a condición de no ser ni marxista ni internacionalista. Es pues su socialismo un socialismo liberal y un socialismo nacional español.

         En 1917 se separa ya de la democracia. En su artículo “Democracia morbosa” escribe: “la democracia en el corazón y en la costumbre es el más peligroso morbo que puede padecer una sociedad”. Y prosigue “la democracia es una pura forma jurídica…nace…como noble deseo de salvar a la plebe de su baja condición. Pues bien, el demócrata ha acabado por simpatizar con la plebe precisamente en cuanto plebe, con sus costumbres, con sus maneras, con su giro intelectual” y concluirá así: “toda interpretación soi-disant democrática de un orden vital, que no sea el derecho público, es fatalmente plebeyismo.” La democracia es algo degenerativo, decadente: “Lo que hoy se llama democracia es una degeneración de corazones”, puesto que vivimos en un mundo en que hay gentes que, al no estimarse a sí mismas, quisieran que la igualdad entre los hombres fuera decretada a toda prisa, y a los que no basta la igualdad ante la ley”. Hablar de democracia fuera de lo político es demagogia, resentimiento, plebeyismo: “La democracia como democracia, es decir, estricta y exclusivamente como norma del derecho político, parece una cosa óptima. Pero la democracia exasperada y fuera de sí, la democracia en religión o en arte, la democracia en el pensamiento y en el gesto, la democracia en el corazón y en la costumbre es el más peligroso morbo que puede padecer una sociedad.”[6]

         A Ortega le preocupa la construcción nacional y la modernización y el fortalecimiento del Estado pero las propuestas que hace van a ser de carácter elitista. Las masas van a estar al margen de los proyectos políticos de Ortega y Gasset. Es evidente que tal construcción nacional puede ser democrática, pero también puede ser autoritaria. Será la vía por la que transite Ortega y Gasset a partir de la Guerra Civil Española, como veremos más adelante.

         En “Origen deportivo del Estado”, 1924, Ortega sostiene que el Estado es anterior a la sociedad civil. El Estado no brota de la nación. Es del Estado de donde surge la nación.

         La jerarquía social es esencial para que haya orden social o la sociedad misma. Democracia y liberalismo son dos cosas diferentes. En la democracia, el ejercicio del poder público corresponde a los ciudadanos. Se trata de la participación de la ciudadanía en la vida política. El liberalismo es otra cosa “Porque el liberalismo, antes que una cuestión de más o menos política, es una idea radical sobre la vida: es creer que cada ser humano debe quedar franco para henchir su individual e intransferible destino.”[7]

         En “La rebelión de las masas” afirma Ortega que sindicalismo y fascismo son dos movimientos de masas que se caracterizan por querer imponer sus principios por la fuerza y no por la razón: “Bajo las especies de sindicalismo y fascismo aparece por primera vez en Europa un tipo de hombre que no quiere dar razones ni quiere tener razón, sino que, sencillamente, se muestra resuelto a imponer sus opiniones.”[8]

El liberalismo político, el parlamentarismo liberal, la democracia liberal burguesa, constituyen la más alta forma de civilización política alcanzada a decir de Ortega y Gasset: “La forma que en política ha representado la más alta voluntad de convivencia es la democracia liberal. Ella lleva al extremo la resolución de contar con el prójimo y es prototipo de la “acción indirecta”. El liberalismo es el principio de derecho político según el cual el poder público, no obstante ser omnipotente, se limita a sí mismo y procura, aun a su costa, dejar hueco en el Estado que él impera para que puedan vivir los que ni piensan ni sienten como él, es decir –conviene hoy recordar esto- es la suprema generosidad: es el derecho que la mayoría otorga a las minorías y es, por tanto, el más noble grito que ha sonado en el planeta. Proclama la decisión de convivir con el enemigo; más aún, con el enemigo débil. Era inverosímil que la especie humana hubiese llegado a una cosa tan bonita, tan paradójica, tan elegante, tan acrobática, tan antinatural. Por eso no debe sorprender que prontamente parezca esa misma especie resuelta a abandonarla. Es un ejercicio demasiado difícil y complicado para que se consolide en la tierra.”[9]

         Ortega y Gasset había hablado en sus escritos primeros de 1908-1914 de un nuevo liberalismo social, intervensionista como el que había ya en Francia y en Gran Bretaña. En “La rebelión de las masas” afirma que “No cabe duda de que es preciso superar el liberalismo del siglo XIX. Pero esto es justamente lo que no puede hacer quien, como el fascismo, se declara antiliberal.”[10]

         Aclaremos de paso que élite y masa no son categorías sociológicas al entender de Ortega y Gasset: “Por masas –prevenía yo al principio- no se entiende especialmente al obrero; no designa aquí una clase social, sino una clase o modo de ser hombre que se da hoy en todas las clases sociales, que por lo mismo representa a nuestro tiempo, sobre el cual predomina e impera.”[11] Élite y masa son conceptos filosóficos axiológicos. La élite es el conjunto de hombres selectos e ilustres con capacidad de liderazgo, con capacidad política y las masas son los hombres que deben seguir a los líderes políticos.

2. Fascismo.

En “Sobre el fascismo”, 1925, afirma que el fascismo consiste en la violencia y la ilegitimidad. “No pretende éste…gobernar con derecho; no aspira siquiera a ser legítimo. Esta es a mi juicio, su gran originalidad, por lo menos su peculiaridad, yo añadiría su profunda virtud.” “Su triunfo se debería, pues, a que representa con sinceridad y energía la realidad total del espíritu público.” Ortega y Gasset en “La rebelión de las masas” constata la hiperdemocracia de su época. Ha terminado la democracia liberal en la que las masas participaban aceptando el papel dirigente de las minorías rectoras, de las élites intelectuales y políticas. Ortega y Gasset es el Nietzsche español, no es Unamuno el más influido por Nietzsche, sino Ortega. La teoría de las élites de Ortega procede de Nietzsche así como la calificación de la masa como resentida. La época actual es la de la nivelación: “Lo característico del momento es que el alma vulgar, sabiéndose vulgar, tiene el denuedo de afirmar el derecho de la vulgaridad y lo impone dondequiera.”[12] Es lo que Nietzsche llama “el último hombre”, el nihilismo, la moral del rebaño, etc. Siguiendo a Nietzsche, distingue Ortega y Gasset entre el hombre vulgar y el hombre noble: “Recuérdese que, al comienzo, distinguíamos al hombre excelente del hombre vulgar diciendo: que aquel es el que se exige mucho a sí mismo, y éste, el que no se exige nada, sino que se contenta con lo que es y está encantado consigo.”[13]

En “Rectificación de la República” de 6 de diciembre de 1931 sostiene que para rectificar la república hace falta un gran partido nacional para forjar la nueva nación.

Los seguidores de Ortega fundan el Frente Español primero a principios de 1933  y luego la Falange en  octubre de 1933. En 1931 Ramiro Ledesma Ramos funda las JONS. Todo ello deriva de Ortega. El manifiesto del Frente Español aparece en Luz, el 3 de marzo de 1933. En “Luz”, 7-III-1933 se afirma: “El Estado es Estado de la comunidad nacional. Todo interés particular ha de subordinarse al bien común, representado por el Estado. Las instituciones del Estado, los partidos políticos, tienen sólo valor instrumental; su forma y existencia quedan supeditadas a las necesidades del bien común”.

         En “Homenaje y reproche” José Antonio en “Haz  el , 5 de diciembre de 1935  escribe que “para que un pueblo no se desvertebre, la masa tiene que seguir a sus jefes como a profetas” y añade que “una generación que casi despertó la inquietud española bajo el signo de Ortega y Gasset se ha impuesto a sí misma, también trágicamente, la misión de vertebrar a España” y en donde le ofrece a Ortega el vaticinio de que “llegará un día en que al paso triunfal de esta generación, de la que fue lejano maestro, tenga que exclamar complacido: “Esto sí que es”. El propio Giménez Caballero reconoce, cuando habla de Ortega, que, “como la urraca, pone los huevos en una parte y canta en otra”.

         Ortega y Gasset partiendo de unas posiciones liberales, eso sí, elitistas, valga la redundancia, desembocó si no en el fascismo, sí en una cierta connivencia y tolerancia con el fascismo y la dictadura al volver a España en 1945 contribuyendo en cierta manera a legitimar la dictadura de Franco. A fin de cuentas, la dictadura de Franco era una coalición de fuerzas heteróclitas cuyo común denominador era la negación de la República de 1931, si Ortega negaba la República, podía estar perfectamente integrado en la coalición vencedora y lo estaba y lo aceptó de buen grado.  Las élites rectoras y selectas deben gobernar en todo caso, bien con democracia liberal en la que se turnen pacíficamente las élites elegidas por la masa o bien de forma autoritaria. Todos los hijos de Ortega y Gasset lucharon en el bando franquista durante la guerra civil española y siguió percibiendo su sueldo de catedrático de metafísica en la facultad de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid aunque ya nunca ejerció allí la docencia y ello hasta su jubilación, consiguiendo así la máxima jubilación posible. Que Ortega y Gasset era franquista ha quedado claro ya después de lo que han escrito sobre el particular primero Antonio Elorza y luego Gregorio Morán. Ortega y Gasset jugó a querer ser el consejero áulico del franquismo el líder espiritual o filosófico-político de la élite franquista pero el franquismo le dio de lado porque era ya demasiado viejo y ya tenía el Régimen otros intelectuales orgánicos para aquel entonces más eficaces. Ya podemos decir con claridad que su apoyo al franquismo  fue temprano, pues en 1937 Ortega ensalza la guerra en “En cuanto al pacifismo”. En este último escrito se desliza hacia un apoyo cauto e indirecto del bando franquista al concentrar sus críticas sobre los republicanos y no criticar en absoluto al bando franquista. “Por lo tanto, vendrá una articulación de Europa en dos formas distintas de vida pública: la forma de un nuevo liberalismo y la forma que, con un nombre impropio, se suele llamar “totalitaria”.[14] El totalitarismo es la salvación del liberalismo. Se entiende aquí que se refiere al fascismo naturalmente. “El totalitarismo salvará al liberalismo, destiñendo sobre él, depurándolo, y gracias a ello veremos pronto a un nuevo liberalismo templar los regímenes autoritarios.”[15]

 

Felipe Giménez Pérez.



[1]  Bernard Bourgeois, “La pensee politique de Hegel”. P.U.F. París, 1969, p. 5.
[2]  Bernard Bourgeois, “La pensee politique de Hegel”. P.U.F. Paris, 1969 ibídem, p. 6.
[3]  Ortega y Gasset, “La rebelión de las masas”, Revista de Occidente, Alianza Editorial, 2001, p. 156.
[4]  Ortega y Gasset, “Competencia”, El Imparcial, 9 de febrero de 1913.
[5]  Ortega y Gasset,  “La rebelión de las masas”, Alianza Editorial, Madrid, 2001, p. 77.
[6]  Ortega y Gasset,  “De democracia morbosa”, 1917, OC. II, p. 135.
[7]  Ortega y Gasset, O.C. II, p. 746
[8]  Ortega y Gasset, “La rebelión de las masas”, Revista de Occidente, Alianza Editorial, Madrid, 2001, p. 98.
[9] Ortega y Gasset, “La rebelión de las masas”, Revista de Occidente, Alianza Editorial, Madrid, 2001, p.101.
[10]  Ortega y Gasset, “La rebelión de las masas”, Revista de Occidente, Alianza Editorial, Madrid, 2001. p. 116.
[11]  Ortega y Gasset, “La rebelión de las masas”, Revista de Occidente, Alianza Editorial, Madrid, 2001, p.128.
[12]  Ortega y Gasset, “La rebelión de las masas”, Revista de Occidente, Alianza Editorial, Madrid, 2001,  p. 52.
[13]  Ortega y Gasset, “La rebelión de las masas”, op. cit. p. 89..
[14]  Ortega y Gasste, “En cuanto al pacifismo” en “La rebelión de las masas”, op. cit. p. 237.
[15]  Ortega y Gasset, “En cuanto al pacifismo”, en “La rebelión de las masas”, op. cit. p. 238.

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