domingo, 1 de mayo de 2016

Octocentésimo aniversario de la fundación de la Orden de Predicadores


1.¿Quién fue Santo Domingo de Guzmán?

Santo Domingo de Guzmán nació en Caleruega, provincia de Burgos, diócesis de Osma o Burgo de Osma el 24 de junio de 1170 y murió en Bolonia (Italia) el 6 de agosto de 1221. La Iglesia le llama “varón de pecho y espíritu apostólico, sostén de la fe, trompeta del Evangelio, luz del mundo, resplandor de Cristo, segundo precursor y gran ecónomo de las almas.”

          Nació en el seno de una familia aristocrática profundamente creyente y muy encumbrada. Su padre era Don Félix Fernán Ruiz de Guzmán, hijo segundo de Don Ruiz Núñez de Guzmán, señor de Guzmán en Campo de Roa y rico hombre, próximo descendiente directo de Ordoño I; y su madre, la beata Juana de Aza y Bazán, hija de don García Garcés, IV de este nombre, señor de Aza y alférez mayor de Castilla.  Sus padres en consecuencia, eran parientes de reyes castellanos y de León, Aragón, Navarra y Portugal. Además, descendían de los condes fundadores de Castilla. Es así Santo Domingo de Guzmán espejo de la Nación Española o de las Españas, español por los cuatro costados. Tuvo Domingo de Guzmán dos hermanos, Antonio y Manés. Cuando Juana por tercera vez se hallaba encinta, tuvo un sueño misterioso: apreció que de su seno salía un cachorro con una antorcha en la boca, en actitud de pegar fuego al mundo. Alarmada, recurrió a Santo Domingo de Silos, y le fue revelado el futuro destino de su hijo. Al ser bautizado éste, la marina vio un extraño resplandor en su frente. A los 7  años y hasta los 14 años (1177-1184) confiaron su educación a un tio materno, arcipreste de Gumiel de Hizán o Izán, Don Gonzalo de Aza. Recibió una esmerada educación moral e intelectual. En este tiempo, transcurrido en Gumiel de Hizán (Burgos), despertó su vocación hacia el estado eclesiástico. y a los 14 años y hasta los 28 años (1184-1198) fue enviado a Palencia para cursar estudios superiores. Allí, en Palencia estudió seis cursos estudiando Artes (Humanidades superiores y Filosofía); cuatro, Teología; y otros cuatro como profesor del Estudio General de Palencia. Desde su más tierna infancia ejercitó en grado sumo y hasta la heroicidad las virtudes que destacaron en él: la austeridad y la caridad. Al terminar la carrera de Artes en 1190, recibida la tonsura, se hizo canónigo regular de la Catedral de Osma. Fue en el año 1191. ya en Palencia, cuando llegó a vender sus libros para remediar y aliviar a los pobres de una gran hambruna que se padeció por entonces en Castilla  y llegó también a querer darse a sí mismo por cautivo para redimir al hijo de una viuda. Terminó su carrera en 1194  y se ordenó sacerdote y fue nombrado regente de la Cátedra de Sagrada Escritura en el Estudio de Palencia. Al finalizar sus cuatro cursos de docencia y Magisterio universitario, con 28 años de edad, se recogió en su Cabildo, en el que enseguida por sus relevantes cualidades intelectuales y morales, el Obispo le encomienda la presidencia de la comunidad de canónigos y del gobierno de la diócesis en calidad de Vicario general de la misma.  Es entonces cuando el obispo de Burgo de Osma, don Martín de Bazán introdujo la reforma del cabildo catedralicio de Osma. Domingo de Guzmán prestó su eficaz concurso al prior capitular, Diego Acevedo, brazo de aquella empresa, llegando hasta la dignidad de subprior. Elevado Acevedo a la silla episcopal de Osma, por la muerte de don Martín, fue comisionado como embajador extraordinario en 1203 por el rey de Castilla Alfonso VIII para pedir la mano de una doncella noble de Dinamarca para su hijo Fernando, embajada que emprendió el obispo llevando por compañero a Domingo y en este viaje tuvieron que atravesar el sur de Francia, a la sazón infectado por la herejía cátara o albigense. Aquí se decidió el destino de Domingo de Guzmán y se clarificó definitivamente su ya antigua vocación misionera. Pudieron comprobar los estragos producidos por la formidable expansión de semejante herejía. En Tolosa convirtió Domingo a su hospedero, y traída la aceptación de Dinamarca, regresaron allá Domingo y Acevedo para conducir a España a la prometida; mas llegaron cuando ésta acababa de fallecer. Enviada la nueva al rey, se dirigieron a Roma a finales de 1204 y de acuerdo con Inocencio III (1198-1216) atravesaron los Alpes en la primavera siguiente para dedicarse a la conversión de los albigenses, en la cual iban sucesivamente fracasando misiones y delegaciones apostólicas. Acevedo, vuelto a Osma a los tres años de su ausencia, murió cuando disponía sus cosas para regresar a Languedoc. Domingo entra en una nueva fase de su vida. Esta fase va a durar 7 años. Su táctica especial para convertir a los herejes consistía en confirmar su predicación con una vida penitente, que contrastaba con la falsa austeridad y pobreza de los herejes y con el boato de los prelados y abades cistercienses. Su palabra era tan eficaz, que cada sermón, generalmente apologético, iba seguido de numerosas conversiones. Sometidas en Fanjeaux (antiguo Fanum Jovis) a la prueba del fuego una memoria suya y otra de los herejes, fue abrasada ésta y la de Domingo rechazada por las llamas. Hay que reconocer que este preclaro varón de Castilla tenía poderes sobrenaturales. Por eso lo hicieron santo, por sus milagros.

         Faltaba un centro de perpetua oración, que a la vez fuese refugio del sexo débil en medio de aquella corrupción de inteligencias y costumbres, y por celestial indicación eligió Domingo la ermita de Prulla en una explanada solitaria frente a Fanjeaux, dedicada a la Santísima Virgen y muy frecuentada por él. Tal fue el origen del monasterio de Prulla, bajo la regla de San Agustín, primera institución dominicana. Corría el año de 1206. Era el comienzo de la orden de los dominicos. Allí también recibió el santo la revelación del Rosario. Después de la cruzada contra los albigenses decretada en 1209 por Inocencio III a causa del asesinato del legado pontificio Pedro de Castelnau y de la guerra que se produjo por este acontecimiento, uniéronse a Domingo varios colaboradores, entre ellos su hermano mayor el Beato Manés; fue reconocida la casa de Prulla por Inocencio III y patrocinada por el obispo de Tolosa,  Fulco, cisterciense, que cedió la iglesia de Fanjeaux, su terreno y sus rendimientos, autorizando las donaciones de Montfort y demás cruzados; fue aceptada también la donación de una casa en Tolosa de Pedro Seila, que ingresó en la congregación, y el 25 de abril de 1215 se fundó el primer convento fijo de varones, expidiendo Fulco el decreto de erección canónica de la nueva orden en su diócesis en el mes de julio del mismo año. Al año siguiente se entregó la iglesia de San Román, que habitaron hasta que en 1232 se trasladaron a otra casa e iglesia más vasta. Se adoptó el hábito de canónigo que usaba el santo fundador: túnica blanca, roquete sencillo y capa negra con capucha, pero en 1218 la Santísima Virgen mostró al Beato Reginaldo de Orleáns el blanco escapulario como distintivo del hábito dominicano, y esta prenda substituyó al roquete. La primitiva comunidad de siete individuos que iniciaron su vida religiosa bajo estatutos provisionales echó pues a andar.

         Habiendo sido convocado el Cuarto Concilio Lateranense para el 1º de Noviembre de 1215, Fulco llevó consigo a Domingo. Llegados a Roma, visitaron al Papa, y como hablasen de los males de la cristiandad, Domingo de Guzmán expuso, desde luego su proyecto de una Orden apostólica cosmopolita. El Pontífice dio su aprobación sin prometer cosa alguna. Domingo tomó parte en el Concilio, donde refutó los errores del abad Joaquín. El concilio prohibió nuevas fundaciones viendo la facilidad con la que muchos religiosos dejaban su regla para inventar otra. Esta prohibición, junto con la tradición que adjudicaba la predicación privativamente a los obispos, y por otro lado la necesidad de es de esa Orden consagrada a la predicación, que Domingo proyectaba, traían perplejo a Inocencio III, más durmiendo tuvo sueños en los que la basílica de Letrán se inclinaba y Domingo de Guzmán la sostenía con sus hombros. Al día siguiente le llamó y para armonizar la prohibición del Concilio con sus deseos le mandó que eligiera una Regla de las ya aprobadas y sobre ella fundara su Orden.

         Durante su estancia en Roma, tuvo Domingo una visión: Jesucristo sentado en trono de juez, empujaba tres lanzas en actitud de arrojarlas sobre el mundo. María Santísima intercedía y presentaba la garantía de la conversión mundial con dos hombres. Uno de ellos era Domingo de Guzmán. El otro era desconocido. Lo propio aconteció a éste que era Francisco de Asís. A la mañana siguiente se encontraron en una de las basílicas romanas y se abrazaron con efusión transmitiendo el abrazo a sus respectivos hijos. Ambas órdenes corrieron desde el principio idénticas vicisitudes.

         Gozoso regresó Domingo de Guzmán a Tolosa y se trasladó con los suyos a Prulla. Bajo los auspicios de la Virgen a invocado el Espíritu Santo, propuso la regla de San Agustín, el nombramiento de superiores por elección, el sistema legislativo que se había de seguir y la pobreza absoluta. Puestos de acuerdo, volvió a Roma. Había muerto Inocencio III y ocupaba la Santa Sede Honorio III, el cual, el 22 de diciembre de 1216 despachó la bula de confirmación de la Orden “Religiosam Vitam”; y el 26 de enero de 1217 les concedió un diploma dándoles el título de Orden de Predicadores. Comenzó pues Domingo su ministerio oficial por el palacio del Papa, que le invitó a predicar la Cuaresma. Explicó las Epístolas de San Pablo tan satisfactoriamente, que el Pontífice creó el cargo de maestro del Sacro Palacio vinculado definitivamente a esta Orden de los Predicadores.

         Estaba orando Santo Domingo de Guzmán cuando se le aparecieron San Pedro y San Pablo presentándole el primero un báculo y el segundo un libro y le dijeron “Ve y predica, que esa sea tu misión”.  Y a la vez vio a sus discípulos dispersarse de dos en dos. Desde entonces llevó siempre consigo el Evangelio de San Mateo y las Epístolas de san Pablo, y caminaba con un bastón en la mano. Después de Pascua volvió a Tolosa y celebró nueva asamblea en Prulla; y el 15 de agosto de 1217 recibió la solemne profesión de sus compañeros, que ya eran 16; 7 españoles, 8 franceses y 1 inglés. Los distribuyó entre España y Francia, eligiendo él su residencia en Roma, donde el Pontífice le cedió San Sixto. Allí ocurrió un hecho memorable. En medio del auge que tenía la nueva comunidad, un día faltó el pan. Domingo mandó tocar a refectorio, echó la bendición, se empezó la lectura, y después de las oraciones del fundador, entran dos mancebos llevando panes en sendos manteles y, uno a cada lado, comenzaron a servir por los menores desapareciendo al fin: de entonces data en los conventos la costumbre de servir por este orden. Acto seguido mandó traer vino, que milagrosamente fue hallado y hubo pan y vino para tres días.

         Habrá que esperar hasta finales de 1218 para que Domingo de Guzmán viniera a España, donde visitará Segovia, Madrid y Guadalajara. El primer convento de la Península Ibérica fue el de Monte Junto en Portugal, de cuya dirección quedó encargado el portugués Suero Gómez. El segundo que podemos llamar primero de España, fue el de Segovia, cuyos principios santificó Domingo con su presencia, milagros, sermones y austeridades, y donde se conserva, convertida en oratorio, “La Cueva” o retiro que solía escoger para sus ejercicios de penitencia, en la cual se venera una devota imagen suya del siglo XVI, muy parecida al original.

         De Segovia fue a Madrid, donde fundó el convento de monjas que hoy se llama Santo Domingo el Real, nombrando vicario a su propio hermano Manés, y continuó para Roma. En Roma fundó el convento de Santa Sabina, cuya iglesia le cedió el Papa; y por comisión apostólica, desocupado San Sixto, lo habilitó para reunir a todas las religiosas diseminadas en conventos decadentes y proveer a su reforma y dirección. Estableció rigurosa clausura, y llevó ocho religiosas de Prulla que imprimiesen carácter dominicano a la reciente comunidad. Por aquel entonces, resucitó tres muertos: al maestro de  obras de San Sixto sepultado bajo un lienzo de pared desplomada; al niño de una señora viuda principal, que estando enfermo había fallecido mientras su madre fue a oír al santo predicar en San Sixto; y al joven Napoleón, sobrino del cardenal Fossanuova, caído del caballo y arrastrado hasta descuartizarse. Este último milagro lo efectuó después de haber celebrado una misa, en cuya elevación se levantó del suelo un codo, prodigio que fue repetido al dirigirse a los restos del desgraciado, que coordenó exclamando: “Joven Napoleón, en nombre de Nuestro Señor Jesucristo te mando que te levantes.”

         En 1220 se celebró el primer Capítulo General de la Orden en Bolonia. Domingo presentó su dimisión pensando en ir a evangelizar a los infieles, pero fue unánimemente rechazada su pretensión de dejar el gobierno de la Orden. Se redactaron las constituciones fundamentales, tomando de los Premonstratenses las principales observancias, tales como el ayuno continuo desde la Exaltación de la Santa Cruz hasta Resurrección, prohibiendo beber entre horas, abstinencia perpetua, capítulo de culpas, silencio profundo después de Completas, etc., es decir, lo coral y lo penitencial, excepto algunas cosas menores tomadas del Císter. Se confirmó el título de Maestro General para el superior de la Orden y el de prior para el de cada convento. Como sistema de gobierno se adoptó la monarquía templada por las leyes y por capítulos generales compuestos vocales elegidos  conforme a la ley, para deliberar, legislar y modificar y para velar sobre el Maestro General con derecho a amonestarlo, corregirle y deponerle.

         Por entonces fundó Domingo de Guzmán en Lombardía la Milicia de Jesucristo, que fue aprobada por Honorio III. A fines de 1220 vuelve Domingo a Roma en cuyo convento de Santa Sabina siguió una vida de extremada austeridad y mortificación, no dispensándose del ayuno de regla ni aun estando enfermo, aplicándose rudas disciplinas, guardando extremado silencio y orando la mayor parte de la noche en la iglesia. La tradición conserva soldada a un soporte de media columna en este templo, una gran piedra que el demonio le arrojó desde lo alto. Fue singularmente amado por la Santísima Virgen, que se le mostró cobijando a la Orden bajo un inmenso manto.

         A principios de mayo de 1221 abandonó por última vez Roma y fue a Bolonia para el segundo Capítulo General de la Orden. En este se estableció el estudio como obligatorio. Se divide a la Orden en  ocho provincias: España, Provenza, Francia, Lombardía, Roma, Alemania, Hungría, Inglaterra, subdivididas con el tiempo en 52 y se destinan misiones a los países nórdicos.

         Domingo había ya terminado su obra y su carrera. Hizo un viaje a Venecia a tratar y encomendar su obra al cardenal Hugolino, gran amigo y devoto suyo, futuro Gregorio IX; y de vuelta, murió en Bolonia el 6 de agosto de 1221, tras breve enfermedad en el convento de Bolonia, donde sus restos permanecen sepultados después de declarar solemnemente que era virgen. Al amortajarle, se le quitó una cadena de hierro con la que se ceñía y que le servía de disciplina. En 1234, su gran amigo y admirador, el Papa Gregorio IX lo canonizó.

         Era Santo Domingo de estatura regular y enjuto de carnes, bello rostro, ojos vivos y hermosos, barba bipartida tirando a rubia y cabello del mismo color, entero y sembrado de canas al final de su vida, manos largas, bien perfiladas, voz argentina, y llevaba ordinariamente la cabeza un poco inclinada, en actitud de humildad y recogimiento. Algún tiempo conservó la barba, fundada la Orden, con propósito de ir a evangelizar a los cumanos en la primera oportunidad que se le presentara.

 

2. Valoración de Santo Domingo de Guzmán.

         Fue uno de los más importantes santos que ha tenido la Iglesia Católica. Fue un varón preclaro de Castilla. Con sentido práctico, comprendió la necesidad que tenía la Iglesia de buenos predicadores para combatir a los herejes. La Orden Dominicana u Orden de Predicadores fundada por él en 1206 es una prueba de su acierto y buen sentido. Esta Orden de Predicadores, O.P., ha tenido una importancia y una influencia decisivas en la Historia de la Iglesia Católica. A ella pertenecieron Santo Tomás de Aquino, Fray Francisco de Vitoria, Fray Domingo de Soto, Fray Bartolomé de las Casas y otros importantes individuos.

 

3. La Orden de Predicadores. Los dominicos. Su fundación.

         Los dominicos son los religiosos de la Orden de Predicadores. Esta orden es considerada por la Curia romana como la primera de entre las órdenes mendicantes. También se les llama dominicanos.

         El Pontífice Honorio III el 22 de diciembre de 1216 promulga dos decretos de confirmación, en el primero de los cuales se decía así: “Nos, esperando que los Hermanos de tu Orden  han de ser grandes defensores de la Fe y verdaderas lumbreras del mundo, confirmamos tu Orden”. Hasta el 21 de enero de 1217 no recibieron sanción pública los dominicos de su género especialísimo de vida. Honorio los llamó entonces Predicadores.

         El 15 de agosto de 1217 se reunieron todos en Prouille (Prulla) para distribuirse por el mundo. Se eligió como jefe a Mateo de Francia y Domingo de Guzmán quedó como corrector y vigilante. En menos de dos años ocupaban los dominicos, Roma y París, Bolonia, gran parte de España, de Italia y de Francia; habían escogido para su actividad los puntos estratégicos, prefiriendo los centros universitarios y los focos de herejía. Bien conocidos son los versos que señalan la diferencia entre los dominicos y las órdenes más pujantes de su tiempo:

Bernardus valles, montes Benedictus amabat

Oppida Franciscus, celebres Dominicus urbes,

 

que significa: Para sus fundaciones san Bernardo escogía los valles, san Benito los montes, san Francisco las villas, santo Domingo las ciudades celebres.

         La Orden de Predicadores fue instituida según las primtivas Constituciones specialiter ob praedicationem et animarum salutem, para la predicación y salvación de las almas. Es una orden esencialmente doctrinal, comunicándose la doctrina por la predicación y la enseñanza, ocupando, por lo tanto, el grado sumo entre las órdenes religiosas, según la doctrina teológica de Santo Tomás (Summa Theol.. 2-2, q. CLXXXVIII, a. VI, c.).

         En esta Orden la vida apostólica condicionaba la vida religiosa. La guarda de la castidad no excluía en absoluto el trato con el pueblo, con quien había que tratar para evangelizarlo; la pobreza les tenía que dar algo con qué vivir, viajar, predicar, estudiar y escribir. La obediencia conservaba su rigidez absoluta, su veneración integérrima (votum obedientur pruefertur utrique paupertatis scilicet et castitatis, dice Santo Tomás, loc, cit., a. 7, ad. Lm.); en la fórmula de la profesión, sencilla, no se menciona más que éste en el cual se fundan los demás. La obediencia se promete hasta la muerte; pero es una obediencia dulce, pues las leyes no obligan a culpa sino a la pena señalada por las mismas a sus infractores.

         Fue la Orden de Predicadores la primera Orden que antepuso el estudio al trabajo manual y fue la primera que organizó y reglamentó el estudio dentro de los claustros. Visten los dominicos hábito coral, túnica y escapulario blancos, capa y capuela (capilla) negras, todo de lana. Anteponen a la firma el Fr., abreviatura de fray-frater-hermano, y posponen las letras O.P. que significan Ordinis Praedicatorum, Orden de Predicadores.

         Es conveniente, por lo demás referir algunas conclusiones que se desprenden del contenido de las Constituciones de la Orden de Predicadores:

1.     El estudio ordenado al apostolado que ha de ser continuo, devoto, dirigido por la fe y por el amor. No se permitía fundar conventos sin prior y doctor. El progreso de la orden y la utilidad depende del estudio y por eso debe estimularse más y castigar con gran severidad a los negligentes. Todas las austeridades se interrumpen cuando este fin principal puede sufrir algún quebranto; ni el coro debe estorbar el estudio (ha de cantarse breviter et succinte). Aún la pobreza les permite usar de algún dinero para comprar libros que pueden tener consigo, aunque bajo la autoridad del superior. Las bibliotecas de los dominicos han sido siempre famosísimas

2.     Al estudio contribuye el silencio continuo. Sólo se permite hablar en ciertos lugares o a horas de recreo o brevemente con licencia. Hay un celador (circator) que vela por el cumplimiento de esta ley;

3.      La oración pública que profundiza el estudio con el amor de Dios; el canto del oficio y de la misa, maitines lo más cerca posible de la media noche;

4.     Abstinencia perpetua de carnes dentro del convento, a no mediar dispensa que a colegios se suele conceder dos o tres días por semana;

5.     Ayuno desde el 14 de septiembre a Pascua Florida, y, además, todos los otros viernes del año y muchas vigilias de fiestas.

6.     Vestir de lana a raíz de la carne;

7.     Acusación pública de ciertas faltas en capítulos al menos semanales y corrección fraterna.

El convento va formando insensiblemente el alma del dominico, que de mente pecadora va pasando a mente estudiosa y de ahí a teológica, la cual se convierte en apologética.

En cuanto al gobierno interno de la Orden, hay que destacar la legislación de la Orden, que data de 1220. En cada convento se elige por tres años el prior que, como los electores, ha de reunir determinadas condiciones mínimas. El provincial puede confirmar o anular la elección, procediéndose entonces a otra nueva. Cada prior, más un vocal elegido por cada convento, eligen al provincial cada cuatro años, por mayoría de votos; el padre maestro general puede confirmar la elección o rechazarla. El maestro general, que así con gran significado se llama jerarca supremo de la orden, es elegido por cada provincial y por otros dos padres elegidos a su vez por cada provincia. Antes era vitalicio este cargo, después duró 6 años (PíoVII); por fin, vino a durar 12 (Pío IX). Hoy día dura 9 años. En todos los casos cabe la reelección con ciertas condiciones. Para el mejor gobierno, tienen el general, el provincial y el prior su Consejo formado por cinco ó seis padres graves que le asesoran, le ilustran, examinan las cuentas.

Existen en la orden legos para los trabajos manuales, con sus rezos de padrenuestros, sus votos, su maestro de conversos para instruirse, su participación absoluta en privilegios y sufragios, pero sin voto ni capacidad para el gobierno.

Hoy día la orden está distribuida por toda la Tierra y cuenta con 83 provincias. Grandes filósofos como San Alberto Magno, Santo Tomás de Aquino, Francisco de Vitoria, Domingo de Soto, etc., fueron miembros de tan ilustre orden de predicadores.

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