lunes, 2 de mayo de 2016

El materialismo

El término «materialismo» aparece en la segunda mitad del siglo XVII para designar aquellas filosofías que niegan la existencia de sustancias espirituales y que, por lo tanto, sólo reconocen la existencia de substancias corpóreas. Esta tesis, desde perspectivas espiritualistas, suele implicar el ateísmo y la impiedad. Para decirlo con Fichte, mientras que el Idealismo deriva la realidad de la Idea, de la conciencia, del Espíritu, el materialismo deriva la conciencia, lo subjetivo, el Yo, el espíritu de la naturaleza, de la materia, de lo objetivo. Con la expresión materialismo se designa la doctrina ontológica según la cual la materia es la realidad fundamental o verdadera y todo lo inmaterial no existe en general, o puede reducirse de un modo o de otro, a la materia en cuanto algo secundario o dependiente. Todo lo real es material. Si ya hemos definido más arriba el idealismo o el espiritualismo, conviene definir el materialismo como la negación del espiritualismo y el realismo epistemológico o gnoseológico se opone al idealismo. El realismo sostiene que lo que conocemos existe independientemente de nuestra conciencia y de nuestra voluntad. Lo que conocemos es real y lo real es conocido por nosotros de forma objetiva. El materialismo lo que sostiene, al contrario que el espiritualismo, es que no existen seres vivientes incorpóreos. No existen entonces las sustancias espirituales. El materialismo puede ser o monista o pluralista. El materialismo monista homogeneiza, uniformiza y simplifica las sustancias materiales en la dirección del monismo del orden, de la sustancia, de la sustancia material que postula. El materialismo sin embargo, puede ser además pluralista, puede así rechazar la concepción monista originaria de la sustancia material (o del orden de las sustancias materiales) postulando la interpretación pluralista  de la materia. Como criterio más fuerte de distinción entre estas dos versiones del materialismo, hay que adoptar el principio de symploké, tal y como lo enunció Platón en el Sofista: es preciso negar que todo esté relacionado con todo, así como también que nada esté relacionado con nada, si se quiere mantener el discurso racional. El materialismo monista tiende a rechazar el principio de symploké, y a considerar como regla universal de la investigación científica, política y filosófica, el principio de continuidad: «Todo está relacionado con todo». Un criterio gnoseológico que se puede aplicar a las áreas o disciplinas filosóficas para distinguir entre idealismo y materialismo es el criterio de la corporeidad referencial, en cuanto piedra de toque para discriminar una metodología racional e intersubjetiva de una metodología poética o mística. Se trata del reconocimiento de los cuerpos  como realidades o referencias existentes fuera del sujeto corpóreo. Esto puede tener o bien un sentido asertivo, o bien un sentido exclusivo. En cualquiera de estos casos hablaremos de filosofía materialista y cuando la realidad de los cuerpos no sea reconocida, ni en la forma exclusiva de los materiales corpóreos, ni en la forma asertiva, hablaremos de idealismo o de filosofía idealista. El idealismo incorpóreo puede ser determinado como espiritualismo. No por ello el espiritualismo se identifica con el idealismo, aunque resulta ser muy afín a él. 
1. El materialismo antiguo. Hay que reconocer la presencia ya en sus primeros pasos, de las versiones monistas del materialismo. El materialismo comenzó como monismo materialista. El monismo fue el cauce del ataque al espiritualismo. El materialismo se abrió paso a través del monismo de la sustancia (barro, agua, aire, fuego). Es este un materialismo monista que llega hasta las postrimerías del siglo XX como materialismo emergentista mecanicista y materialismo dialéctico soviético (Diamat). Pero el materialismo en cuanto que es una negación de la sustancia espiritual no tiene por qué constreñirse a los límites del monismo de la sustancia. A partir de Empédocles, comienza a desarrollarse un materialismo pluralista con su teoría de los cuatro elementos irreductibles. Según Demócrito (460 – 370 a.c.).  El pluralismo de la sustancia es neutralizado por el monismo del orden en muchos filósofos presocráticos. El atomismo combinó una forma peculiar de monismo de la sustancia (disimulado por su visión discreta de esa sustancia homogénea, a saber, la del pluralismo de los corpúsculos atómicos) con una decidida forma de pluralismo del orden (mediante su concepción del azar).  Sólo hay dos realidades: átomos y vacío. Los átomos son partículas sólidas, duras, impenetrables, invariables, ingenerables, incorruptibles, móviles (moviéndose en trayectorias rectas a velocidad constante), indivisibles. Sólo tienen figura, orden y posición. Todas las demás cualidades y realidades derivan de los átomos. El vacío es un cierto no-ser necesario para posibilitar el movimiento rectilíneo de los átomos. Todo está compuesto de átomos. Lo demás es pura apariencia. Por lo demás, el número de mundos es infinito y se están formando y destruyendo constantemente en un espacio infinito. Los átomos se mueven por azar, sin ninguna teleología. El materialismo de Demócrito es el primero completamente consecuente y claro respecto a la teoría de la diferencia entre fenómenos y realidad. La apariencia se explica recurriendo a los átomos y al vacío. Por lo general se considera a Demócrito como fundador del materialismo. 
2. El materialismo en la Edad Media. En la Edad Media, el materialismo no pudo prevalecer ante la presencia de la autoridad del cristianismo y más tarde de las doctrinas aristotélicas, tuvo el carácter de una mística de la naturaleza. David de Dinant defendió la concepción de que Dios, el «alma del mundo» y la «materia prima» son una y la misma cosa. 
3. El materialismo en la Edad Moderna. materialismo y mecanicismo. El renacimiento del materialismo en el pensamiento moderno, depende del renacer, en el siglo XVII, del mecanicismo y del desarrollo de la física clásica. Hobbes (1588-1679). Afirma que la noción de substancia y la noción de cuerpo son sinónimas: la expresión «substancia espiritual» carece de sentido, es absurda. La imaginación no es otra cosa que una combinación de movimientos físicos dentro de nuestros órganos cerebrales, que prolonga el movimiento procedente de nuestros órganos sensoriales. De este modo Hobbes extiende el mecanicismo a la vida psíquica del hombre, es decir, formula la tesis según la cual todo se explica a partir de los dos únicos principios de la materia y el movimiento. El materialismo ilustrado francés del siglo XVIII tiene dos fuentes de las que bebe: la filosofía de Descartes y la filosofía de Locke. Este materialismo concibió al mundo como un todo material, en el que todos los procesos están rigurosamente determinados y en el que el azar está de todo punto excluido. La materia se mueve por sí misma y desde sí misma espacio y tiempo son sus formas de existir. La conciencia está determinada materialmente. La Mettrie (1709-1751) dotó de automovimiento a la materia. También dotó de la facultad de pensar a la materia, al cuerpo. Hay que pensar a la materia unida a la fuerza. Rechaza la distinción cartesiana entre res cogitans y res extensa. La diferencia entre el animal y el hombre le parece sólo cuantitativa y no cualitativa. Las propiedades del alma pueden ser explicadas como modificaciones de la materia.: incluso el pensamiento no es más que una prolongación de la sensación, común a todos los animales y completamente material. Las actividades espirituales son epifenómenos de los cambios neurales del cerebro y consideró al hombre como una máquina que se pone en movimiento por sí misma. Más adelante, rechazando el modelo mecanicista, La Mettrie afirma que toda la materia es sensible, incluso en los niveles más bajos e inertes. Denis Diderot (1713-1784) fue el principal materialista ilustrado francés y derivó su doctrina del sensualismo de Locke y del mecanicismo racionalista cartesiano y de ello surgió un materialismo. Pasó Diderot del materialismo atomista a un materialismo emergentista y vitalista. La materia es heterogénea y plural y contiene en su seno elementos vivos, activos, los cuales están mezclados y confundidos en el interior de su masa. Todo esto es suficiente para que la materia evolucione y para dejar de considerar a la materia como algo inerte. Helvetius (1715-1771). Afirmará que la materia posee ella misma la facultad de sentir y de pensar. Helvetius sostiene un ambientalismo  determinista: toda la vida psíquica de los seres humanos se hallaría estrictamente determinada por las condiciones naturales y sociales en que se desarrolla. Paul Heinrich Dietrich D´Holbach (1723-1789). Es el único materialista ilustrado que concibe un materialismo sistemático y total que se aplica a todas las regiones ontológicas. No en vano es el autor del Sistema de la naturaleza (1770), la Biblia del ateísmo. Holbach parte de la unidad material del mundo. Su materialismo es cósmico, cosmista, universal. Fuera de la materia nada existe. La materia es una secuencia causal continuada y encadenada y estrictamente determinada de las configuraciones o disposiciones de la materia en movimiento. Toda la obra de Holbach y particularmente el Sistema de la naturaleza está destinada a proporcionar las bases ideológicas de una concepción rigurosamente materialista y atea de la naturaleza, de la sociedad y del hombre; esta concepción intenta emancipar al hombre de la superstición religiosa y de la impostura de que es víctima, y a hacerle de este modo dueño de sí mismo y feliz. Con la finalidad de excluir toda causa sobrenatural de los eventos físicos, Holbach mantiene que la materia no es pasiva, sino activa. Todo ente natural está dotado de un movimiento propio; sólo si es obstaculizado por alguna causa externa más fuerte, este movimiento es desviado o interrumpido. La acción humana se explica del mismo modo, dado que el hombre es un ser natural a todos los efectos. Su naturaleza individual, el temperamento, es el resultado de causas físicas y químicas que empiezan a actuar ya desde la vida prenatal; las pasiones, el carácter, la voluntad, no son más que determinaciones del temperamento originario. 
4. El materialismo histórico. Karl Marx (1818-1883) y Friedrich Engels (1820-1895) son los padres del materialismo histórico. La esencia del hombre no es pensar, sino actuar y esta actuación práctica, esta praxis es una praxis productiva, es trabajo. El hombre es homo faber. El hombre hace cosas. Existe entre el hombre y el entorno que lo rodea una relación de interacción. En su lucha contra el medio ambiente que lo rodea, el hombre transforma esa relación y en este proceso de transformación de la naturaleza a su vez se transforma el hombre a si mismo. La naturaleza humana se hace en el proceso productivo, en el transcurso de la historia. El hombre es un ser activo que se autocrea por el trabajo. Este trabajo es un trabajo social Los hombres producen sus medios de subsistencia y su vida material. Desde el momento en que los hombres producen sus medios de subsistencia podemos distinguir dos relaciones: relaciones hombre-naturaleza y relaciones entre los hombres mismos. A lo primero se le denomina fuerzas productivas, que son todas las condiciones y elementos necesarios para que haya producción Las fuerzas productivas son: herramientas y la manera de utilizarlas, los inventos, todo lo que permita al hombre trabajar y los propios trabajadores. A lo segundo relaciones de producción, las relaciones que los hombres mantienen entre sí en el interior mismo del proceso productivo. El trabajo es social, cooperativo. El desarrollo de las fuerzas productivas trae consigo la división social del trabajo. A las diversas etapas históricas de esta división del trabajo les corresponden diversas formas de relaciones de producción. Por lo demás, la historia del hombre es la historia de la producción, del desarrollo de las fuerzas productivas bajo determinadas relaciones de producción. Recapitulando, el punto de partida de Marx es que la actividad del sujeto no es pensamiento, sino la actividad material, es producción, trabajo tendente a la satisfacción de sus necesidades (dominio de la naturaleza). El modo de producción es la articulación entre relaciones de producción y fuerzas productivas. En el interior mismo de cada totalidad social hay una interrelación entre los elementos que la constituyen. El movimiento histórico se explica por el hecho de que, en el desarrollo de las fuerzas productivas, llega un momento en el que las relaciones de producción existentes son un obstáculo para el progreso de dichas fuerzas.  La tesis fundamental del materialismo histórico es que las producciones llamadas «espirituales» de los hombres —incluidos el arte, la religión y la filosofía— están determinadas en última instancia por la estructura económica de las diversas formas sociales, es decir, son modos en  que llegan a la conciencia y se expresan las contradicciones entre las clases sociales, la lucha de clases, que es el motor de la historia, junto con el desarrollo de las fuerzas productivas. Esta tesis constituye una derivación del concepto de Espíritu Objetivo hegeliano.  La superación de cada forma social se expresa asi: Unas determinadas relaciones de producción han triunfado sobre otras anteriores porque liberaban y favorecían el «desarrollo de las fuerzas productivas» para el cual la estructura social precedente había llegado a ser una traba; a su vez, el nuevo sistema conduce a un nuevo nivel de desarrollo de las fuerzas productivas en el cual el mismo se convierte en traba para ese desarrollo y ha de ser a su vez suprimido. Que el sistema cree un desarrollo de las fuerzas productivas por encima del nivel en el que el propio sistema se justifica y que cree una fuerza que ha de destruir ese mismo sistema no son sino dos aspectos del mismo proceso. 
5. El materialismo dialéctico. Este materialismo procede y deriva del marxismo, pero ha sido desarrollado por Engels, Lenin y sobre todo por los filósofos de la Unión Soviética que le dieron su forma definitiva, canónica, escolástica. Se convirtió en la filosofía oficial de los países sometidos al socialismo real. El materialismo dialéctico sostiene que la materia es móvil y que evoluciona hacia formas cualitativamente más elevadas de realidad. Todos los elementos de la realidad se encuentran en una relación de acción recíproca universal. El pensamiento se deriva de las leyes de la materia. El pensamiento es material. Se va pasando de lo físico a niveles más complejos de materialidad por emergencia de propiedades nuevas en cada nuevo nivel evolutivo ascendente. El materialismo dialéctico sostiene la teoría del reflejo. La conciencia consiste en reflejar o copiar las cosas independientes del pensamiento. La conciencia es una propiedad emergente del sistema nervioso central. El materialismo dialéctico o Diamat pretende que hay una lógica dialéctica ontológica distinta de la formal. Esta lógica rige el movimiento de las cosas, de la realidad. Es que la realidad es dialéctica. La conciencia se rige también por las leyes de la dialéctica. Tal dialéctica materialista es un instrumento de la praxis revolucionaria que conducirá inevitablemente al socialismo y al comunismo al proletariado internacional. 
6. El materialismo en el siglo XX.  El materialismo filosófico. Tanto el materialismo mecanicista, emergentista, histórico como dialéctico confluyen en las propuestas materialistas actuales, representadas por pensadores tales como Ferrater Mora, Mario Bunge o Gustavo Bueno. Principalmente, hay que destacar el materialismo filosófico de Gustavo Bueno (1924) Este materialismo ofrece un sistema de coordenadas ontológicas capaces de traducir a sus términos el núcleo esencial de la filosofía clásica, constituyendo una filosofía sistemática plenamente realizada. Es éste un materialismo académico no dogmático ni metafísico ni reduccionista que sostiene la identidad esencial entre la filosofía y el materialismo. La conciencia filosófica es esencialmente materialista. La ontología materialista distingue entre dos planos.   I. La ontología general, cuyo contenido es la Idea de materia ontológico general (M) definida positivamente como pluralidad radical (partes extra partes) y codeterminación.  II. La ontología especial, cuya realidad positiva son tres géneros de materialidad, que constituyen el campo de variabilidad empírico trascendental del mundo (Mi), es decir, Mi = M1, M2, M3. Esta arquitectura trimembre recuerda la tripartición ontológico especial de Wolff (Mundo, Alma y Dios) de la que nos distancia históricamente la crítica ejecutada por Kant en su Dialéctica Trascenental y la subsiguiente sustitución, en el idealismo alemán, por una estructura bimembre (Filosofía de la Naturaleza/Filosofía del Espíritu) que, aunque modificada, sigue perviviendo en el marxismo (Dialéctica de la Naturaleza/Dialéctica de la Historia). En el plano ontológico-general se niega todo cosmismo mundanista, que abriga la idea metafísica del universo como una omnitudo realitatis ordenada en la que «todo lo racional es real y todo lo real es racional». Puesto que M es una pluralidad infinita, el materialismo niega tanto el monismo como el holismo armonista. A su vez, en el plano de la ontología especial se afirma la inconmensurabilidad de los tres géneros de materialidad, tesis que se opone a todo formalismo, entendiendo por tal las doctrinas reduccionistas que pretenden explicar íntegramente algún genero en términos de otro. Las variedades algebraicas del formalismo (primario, terciario, secundario, etc.) se corresponden con los géneros de materialidad. Por M1 (primer género de materialidad) entendemos todas las entidades constitutivas del mundo físico exterior, tales como rocas, organismos, campos electromagnéticos, explosiones nucleares, edificios o satélites artificiales. M2 (segundo género de materialidad) connota todos los fenómenos subjetivos de la vida interior etológica, psicológica e histórica, tales como un dolor de muelas, una conducta de acecho o una estrategia bélica.  M3 (tercer género de materialidad) comprende todos los objetos abstractos tales como el espacio proyectivo reglado, las rectas paralelas, el conjunto infinito de los números primos, la Langue de Saussure o las relaciones morales contenidas en el imperativo categórico de Kant. Por supuesto, los contenidos de M3 se ejercitan en conexión con los contenidos de M1 y M2, pero las tres materialidades son heterogéneas e inconmensurables entre sí. Las relaciones entre la materia ontológico-general y los tres géneros de materialidad son complejas, dialécticas y circulares, pues M no consiste en la suma de los Mi, ni se distribuye entre ellos como un género en sus especies o un todo en sus partes, sino que se constituye regresivamente a partir de las contradicciones constatadas entre las partes de Mi por medio de su trituración y autodestrucción efectivas. Así pues, en tanto que producto del regressus desde «lo que hay», la Idea de Materia es una idea límite, crítica, negativa (la negación de que la Materia se agote en cualquier determinación positiva), de la que sólo tenemos un conocimiento negativo (que no es lo mismo que la negación de todo conocimiento). Porque la negación dialéctica brota en la relación de la materia cósmica consigo misma, cuando esa suerte de relación reflexiva y autocontextual alcanza ella misma la forma de una contradicción.  Este proceso, cuyas resonancias neoplatónicas no ocultamos, implica la presencia de una conciencia o Ego trascendental (E), por cuya mediación se ejercitan autocontextualmente, tanto el regressus destructivo desde las apariencias ontológico-especiales, como el progressus constructivo hacia la symploké dialéctica o hacia el establecimiento de las legalidades racionales de los diferentes géneros de materialidad. La instancia E juega un papel esencial, pues supone un límite infranqueable, «trascendental», que la crítica regresiva no puede rebasar, so pena de nihilismo o escepticismo. Pero, además, hay un privilegio de la corporeidad humana de E, a cuya escala se ajusta el mundo, consecuente con el materialismo, hasta el extremo de llegar a convertirla en punto de articulación entre los distintos géneros de materialidad. 
7. José Ferrater Mora.  Otro pensador que formula una filosofía materialista es José Ferrater Mora. Ferrater, en explícita confrontación con Moulines, persiste en el empeño de formular conjeturas respecto del mundo, que se pueden agrupar bajo el rótulo de materialismo, si por éste entendemos «una concepción según la cual: a) lo que hay precisamente es el mundo material. b) el mundo material tiene rasgos que permiten el autoensamblaje de algunos de sus componentes para formar organismos; c) muchos (si no todos) de los organismos se comportan socialmente; d) algunos de los comportamientos sociales dan origen a comportamientos y a productos culturales; e) dentro de los productos culturales figuran métodos que aspiran a servir de criterios para determinar la racionalidad y, en un último extremo (posiblemente inalcanzable) la universalidad de la conducta y el conocimiento» (De la materia a la razón). El materialismo de Ferrater es emergentista, evolucionista, continuista, realista crítico desde el punto de vista epistemológico, empirista y racionalista a la vez, relativista, integracionista y sistémico. Es un pensamiento pluralista que estratifica la realidad en cuatro niveles: físico, orgánico, social y cultural, entre los que se establecen relaciones de continuidad. 
8. Mario Bunge. Por su parte Mario Bunge desarrolla una ontología de carácter materialista, que integra en su seno una concepción materialista de la vida, una teoría materialista de la mente y una concepción materialista de la cultura, basadas todas en la idea de que «todo ente material es cambiable cuando menos en lo que se refiere a su posición respecto de otros entes materiales»  (Materialismo y ciencia). Esta idea última de posibilidad de cambio es lo común a todos los conceptos de materia que se han ido dando a lo largo de la historia. Para Bunge, el materialismo no es una filosofía única, sino una familia de ontologías que tienen en común la tesis de que «cuanto existe realmente es material», o la tesis inversa de que «los objetos inmateriales tales como las ideas carecen de existencia independiente de las cosas materiales tales como cerebros».  El materialismo de Bunge caracteriza un objeto material como aquel que puede estar por lo menos en dos estados, de modo que puede saltar de uno a otro; y su idea de materia coincide con «el conjunto de todos los objetos materiales o entes». Dado que la materia para Bunge es un conjunto, es decir, un objeto abstracto, no existe de la manera en que existen los objetos materiales y no es material a su vez. Para Bunge la realidad es idéntica con la materia; es decir, los únicos objetos reales son los materiales. 
Este materialismo es un monismo substancial (sólo hay una substancia) pero es un pluralismo de propiedades. En ese sentido se podrá relacionar con la versión óntica del materialismo, en la cual una única energía dinámica da lugar a diferentes propiedades, según las diversas configuraciones que adopta. Es un materialismo emergentista, y distingue varios niveles de entes, en concreto cinco: físico, químico, biológico, social y técnico. La ontología materialista defendida por el filósofo argentino ha sido expuesta y formalizada en dos volúmenes (el III y el IV) de su Tratado de Filosofía Básica, y presenta las siguientes características: a) es exacta (todo concepto es exacto o exactificable); b) sistemática (toda hipótesis pertenece a un sistema hipotéticodeductivo); c) científica (toda hipótesis es compatible con la ciencia contemporánea); d) dinamicista (todo ente es cambiable); e) sistémica (todo ente es un sistema o un componente de algún sistema); f) emergentista (todo sistema posee propiedades que no poseen sus componentes); g) evolucionista (toda emergencia original es una etapa de algún proceso evolutivo). Con esta ontología materialista, Bunge pretende superar los defectos de las ontologías materialistas vigentes hasta ahora, que son inexactas, metafóricas, asistemáticas, dogmáticas, anticuadas y fisicalistas o reduccionistas. Con su propuesta Bunge intenta armonizar el materialismo con el racionalismo en contra de filósofos como Popper que mantienen actitudes espiritualistas en problemas como el de la mente, según nos cuenta Miguel Ángel Quintanilla en su obra A favor de la razón. 

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