El presente libro analiza las
transformaciones militares que tuvieron lugar en Europa entre 1500 y 1789 y que
permitieron el desarrollo de las fuerzas armadas, del Estado y de los imperios
coloniales europeos. En este libro, Parker no busca hacer una historia general
del arte de la guerra ni un estudio económico de las repercusiones de las
guerras y del crecimiento de los ejércitos sobre la sociedad europea. Más bien,
por el contrario, afirma Parker:
“Yo me he dedicado al estudio de los
elementos de la historia militar europea que arrojan luz sobre un problema
distinto: ¿qué hizo exactamente Occidente, que era al principio tan pequeño y
deficitario en la mayoría de los recursos naturales, a fin de compensar estas
deficiencias por medio de su superioridad en el poder militar y naval?”[2]
La difusión de las armas de fuego fue
decisiva en la revolución militar. Aparecieron problemas logísticos producidos
por la construcción de nuevas fortificaciones. Los ejércitos aumentaron
constantemente de tamaño durante la Edad Moderna. Se produjo también una
verdadera carrera de armamentos entre las diversas potencias europeas. Esta
carrera de armamentos se desarrolló por tierra y por mar. La revolución militar
ofrecía la posibilidad de una expansión imperialista. La revolución militar se
extendió por Europa y alcanzó a Asia, América, África. Sólo el Extremo Oriente
se resistía a la expansión imperialista europea, pero tal resistencia cedió en
el siglo XIX con la revolución industrial, que supuso una acelerada y radical
modernización militar.
En el fondo la revolución militar en la
Edad Moderna y sobre todo, la Revolución Industrial en el siglo XIX han
permitido a Europa Occidental dominar la mayor parte de los continentes.
Con el desarrollo de la artillería, las
fortificaciones medievales perdieron sentido, eficacia. Esto obligó a construir
nuevas fortificaciones. El nuevo tipo dominante de fortificación es el bastión.
Esto hace que las guerras modernas sean guerras de asedio. Los asedios solían
ser largos. “Era normal que la toma de una plaza fuerte defendida por la trace italienne requiriese varios meses,
si no años, y había que erigir y guarnecer un conjunto de obras de asedio,
hasta que o bien los defensores se rendían por hambre, o bien las trincheras
podían acercarse tanto a las murallas que era posible cañonear a corta
distancia y dar el asalto, o bien se podían excavar túneles bajo un bastión e
instalar en ellos minas de pólvora.”[3]
Entonces esto hacía las guerras largas y la ofensiva y la defensiva eran
equivalentes, se equilibraban entre sí. “Por tanto, tras el Renacimiento, la
mayor parte de Europa occidental parecía anclada en un sistema militar en el
que la ofensiva y la defensiva estaban casi exactamente equilibradas.”[4]
La revolución militar afectó también a
las campañas militares. “Porque la revolución en la guerra de sitio durante el
Renacimiento fue acompañada por una revolución de la guerra en campaña, a
medida que las tácticas que recurrían al empleo directo de la fuerza bruta
(cargas frontales, lucha cuerpo a cuerpo) eran sustituidas por el empleo de las
armas de fuego. La transición comenzó, como ocurrió con el cambio de tipo de
fortalezas, en el siglo XV, y también tuvo lugar en Italia.”[5]
La revolución militar abarca: el uso de
la artillería, la construcción de nuevas fortificaciones, el uso creciente de
las armas de fuego, el predominio de la infantería sobre la caballería, nuevas
tácticas militares y el incremento constante de los ejércitos permanentes. “La
revolución militar a principios de la Europa moderna tenía pues, diversas
facetas. Primera, el perfeccionamiento cualitativo y cuantitativo de la
artillería en el siglo XV acabó por transformar el trazado de las
fortificaciones. Segunda, el creciente predominio del proyectil en la batalla
(mediante los arqueros, la artillería de campaña o los mosqueteros) produjo no
sólo el declinar de la caballería en provecho de la infantería en la mayor
parte de los ejércitos, sino también la aparición de nuevas disposiciones
tácticas que aumentaban las posibilidades de hacer fuego. Estos nuevos modos de
hacer la guerra fueron acompañados, sobre todo, por un notable aumento en el
tamaño de los ejércitos.”[6]
También, más adelante, Geoffrey Parker
insiste en ello: “A modo de conclusión: a comienzos de la Europa moderna, el
arte de la guerra se transformó, sin duda alguna, a causa de la evolución
habida en tres importantes aspectos, relacionados entre sí: un nuevo modo de
usar la pólvora, un tipo nuevo de fortificaciones y el aumento en el tamaño de
los ejércitos. El ritmo de la evolución fue mucho más lento de lo que alguna
vez se pensó, y su repercusión, mucho menos general. La mayor parte de las
guerras que tuvieron lugar en Europa antes de la Revolución francesa no
concluyeron mediante una estrategia de exterminio, sino (utilizando palabras de
Hans Delbrück) mediante una estrategia de desgaste, por medio de una paciente
acumulación de pequeñas victorias y un lento desgaste de la base económica del
enemigo.”[7]
Las guerras de la Edad Moderna fueron
pues guerras largas: “Todas las guerras clásicas de la era de la revolución
militar fueron “guerras largas”, formadas por numerosas campañas y “acciones”
independientes.”[8]
Las guerras se hacían cada vez con
ejércitos más numerosos y eran cada vez más costosas. “Es en estos aumentos en
el número y en el coste donde reside la explicación principal de su larga
duración: el pensamiento estratégico había quedado aplastado entre el constante
aumento en el tamaño de los ejércitos y la falta relativa de dinero, equipo y
alimentos. En la era de la revolución militar, la habilidad de los gobiernos y
de los generales para sustentar la guerra se convirtió en el eje alrededor del
cual giraba el resultado de los conflictos armados.”[9]
A pesar del incremento del gasto y del
tamaño de los ejércitos, muchas veces, a pesar también de las victorias
militares, las guerras proseguían indefinidamente, las victorias no
necesariamente traían la paz. “Ni siquiera con ejércitos más numerosos podían
alcanzarse los objetivos políticos de los gobiernos en guerra con las limitadas
estrategias militares utilizables. Como sucedía antes, la mayoría de las
grandes guerras no eran decisivas. Los Estados de la primitiva Europa moderna
habían descubierto cómo sostener grandes ejércitos pero no cómo conducirlos a
la victoria.”[10]
Por ello es por lo que a partir de
finales del siglo XVI se desarrollaron
las hostilidades también en el mar y por lo que la revolución militar también
afectó a la marina.
“Esta es una de las razones por las
que, a partir de finales del siglo XVI, las hostilidades entre las grandes
potencias no sólo se dirimieron en el continente europeo, sino también en el
mar e incluso en ultramar. Cuanto más estancado se mostraba el combate
terrestre, más intentaban los principales países buscar la decisión mediante la
fuerza naval.”[11] El dominio de los mares
conoció entonces el triunfo de la revolución militar a decir de Parker: “A
partir del decenio de 1650, apenas hubo guerra alguna en Europa que no se
desbordase hacia una lucha por el dominio de los mares y, aún más allá, hacia
una contienda por el poder y la influencia en ultramar. También allí descolló
el triunfo de la “revolución militar”.[12]
En el centro de la revolución militar
marina estaba la artillería, el cañón. Esto permitió la expansión militar
europea por todo el mundo.
Los barcos europeos inicialmente
utilizaban la táctica militar consistente en la embestida y el abordaje. El
cambio consiste en utilizar la artillería para hundir a los barcos enemigos.
Las guerras en el mar a partir del
siglo XVI, hace nacer las flotas de guerra nacionales capaces de hacer la
guerra a gran distancia de la metrópoli. “La violenta y prolongada rivalidad
naval de los Estados europeos del Atlántico, durante el siglo siguiente a 1588,
había hecho surgir las flotas de guerra capaces, tanto por el número de sus
barcos como por el tipo de éstos, de perseguir objetivos estratégicos lejos de
la metrópoli. Los nuevos navíos de línea eran hacia 1688 aptos para operar en
el Caribe, en el océano Índico y en el Pacífico, a fin de lograr tanto la
superioridad táctica como la estratégica.”[13]
Los efectos de la revolución militar
afectaron a todo el mundo, porque posibilitaron la expansión militar europea.
“si se desea abarcar plenamente la dinámica de la expansión europea en
ultramar, es esencial estudiar el cambiante equilibrio militar entre Occidente
y el resto del mundo.”[14] Está
claro que la revolución militar inclinó decisivamente la balanza a favor de la
fuerza europea, de su supremacía militar.
Parker afirma que “Hacia 1650,
Occidente había logrado ya el dominio militar de cuatro zonas distintas: la
América central y del nordeste, Siberia, algunas zonas costeras del África
subsahariana y las islas del sureste asiático. Aunque estas regiones y sus
habitantes eran, indudablemente, diversos, su experiencia de los invasores
europeos fue idéntica, en un aspecto esencial: descubrieron que los hombres
blancos luchaban de un modo sucio y (lo que era mucho peor) luchaban para
matar.”[15]
Los pueblos indígenas de América,
Siberia, Africa negra y sudeste asiático perdieron su independencia por ser
incapaces de adoptar la tecnología militar occidental. El Islam no pudo adaptar
la tecnología militar occidental a su sistema militar. En cambio, China y
Japón, consiguieron hasta el siglo XIX mantener a raya al imperialismo
occidental.
“Si, según lo expuesto, los pueblos
indígenas de América, Siberia, el África negra y el sudeste asiático perdieron
su independencia porque parecían incapaces de adoptar la tecnología militar
occidental, los del mundo musulmán sucumbieron aparentemente por no poderla
adaptar a su propio sistema militar. Por el contrario, los pueblos del este de
Asia fueron capaces de mantener a raya a Occidente durante todo el período
inicial de la Edad Moderna porque al parecer, conocían ya las reglas del
juego.”[16]
Sólo con la tecnología de la revolución
industrial, pudo someterse también el este de Asia en el siglo XIX, gracias a
la artillería de acero, el barco de vapor y los cipayos. “De modo que China y
Japón se mantuvieron sin ser casi desafiados por los europeos durante el siglo
XVIII, y tampoco se amenazaron entre sí. El “orden mundial” propio de China y
de Japón permaneció intacto hasta que las naciones industriales de Occidente
pusieron en acción contra ellos los barcos de vapor, la artillería de acero y
los cipayos, a mediados del siglo XIX. No cayeron ante la revolución militar.”[17]
En Europa el sistema militar moderno
duró hasta la Revolución Francesa. “Cuando moría Federico en 1786, sin embargo,
el sistema militar de la primitiva Europa moderna estaba claramente cambiando.”[18]
Nuevas transformaciones hicieron su
aparición. “Estas tres transformaciones (el empleo de tropas ligeras y
escaramuceadotas; la implantación de las divisiones y la adopción de una
estrategia de mayor movilidad; y la creación de una artillería de campaña
rápida y potente) se combinaron después de 1793 con otra revolución en el
volumen del personal militar. Una vez más los franceses se anticiparon.”[19]
El espectacular aumento de los
ejércitos durante la Revolución francesa hacía que se pudiera asaltar a las
fortalezas con relativa eficacia y rapidez. Se había producido otra revolución
militar. A partir de ahora, con Clausewitz, el objetivo de la guerra pasa a ser
la aniquilación del enemigo. Lo mismo ocurrió en el plano naval. Gran Bretaña
pasó a tener más barcos que sus competidores todos juntos.
“Ahora el Occidente se había realmente
engrandecido. De un modo que pocos podían haber anticipado, la continuada
preocupación de los Estados europeos por luchar entre sí por tierra y por mar
había producido, por fin, unos magníficos dividendos. Gracias, sobretodo, a su
superioridad militar, basada en la revolución militar de los siglos XVI y XVII,
las naciones occidentales habían conseguido el nacimiento de la primera
hegemonía global de la Historia.”[20]
El libro adopta una perspectiva, que a
mí, por mi parte, me parece fundamentalmente correcta, diferente a la
perspectiva tradicional del materialismo histórico marxista y enfoca la
historia como la historia de las guerras, de los conflictos internacionales
como motores de la historia. Las grandes transformaciones mundiales, políticas
han sido ocasionadas por las guerras, los conflictos entre Estados. La
dialéctica entre Estados es superior en potencia a la dialéctica entre clases.
La historia es la lucha entre Estados, más bien que la lucha de clases.
FIN.
Felipe
Giménez Pérez.
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