miércoles, 26 de septiembre de 2012

Son cosas que pasan

Una multitud perrofláutica ha intentado rodear al Congreso de los Diputados español y en parte lo ha conseguido. Luego ha habido lucha callejera entre los perroflautas y la policía y ésta ha vencido por su disciplina, su fortaleza y su unidad de mando frente al vulgo desordenado e ignaro. Desordenado porque no obedece a un plan unitario de acción, ignaro porque no sabe nada de doctrina política ni tiene proyecto político coherente y viable alguno. Los balbuceos democráticos no sirven para construir un Estado, que forzosamente ha de contener elementos no democráticos necesarios para lograr su eutaxia política.
El policía es un ser superior. El vulgo es un ser inferior. El poder y la violencia van de la policía al vulgo para disciplinarlo y reducirlo al orden y a la obediencia. Ha vencido de nuevo la policía del Régimen. El Régimen prosigue con su putrefacción habitual y con su círculo de infamias y cúmulo de vilezas y despropósitos. El pueblo no tiene aún la fuerza. Tiene que fortalecerse en la lucha callejera y en el dolor y en la paciencia y el sufrimiento y el trabajo de lo negativo. Sólo así podrá hacerse eficaz en la lucha y en el combate frente al Estado y a la clase política del Régimen.
No apoyo al vulgo, pero tampoco apoyo al Régimen de 1978, que quede claro eso. Contemplo como un espectador desesperanzado las luchas callejeras mientras España se va derrumbando a trozos de manera acelerada y la clase política por mor de su progresismo, democratismo y europeísmo deja que todo siga su curso sin intervenir en absoluto.
De esta situación sólo nos puede salvar un hombre superior providencial con el apoyo entusiasta del vulgo y de las fuerzas armadas y policiales. Dentro del Régimen sólo hay escoria política y éste es incapaz de autorreformarse. Nuestro potencial salvador si es que existe, vendrá de fuera del Régimen.

martes, 18 de septiembre de 2012

Esperanza Aguirre

Soy liberal y por eso me siento cercano a Esperanza Aguirre, pero soy patriota y nacionalista español republicano y de orden y ahí me siento lejano de Esperanza Aguirre. Ella comenzó una gestión brillante y socialdemócrata, pero poco a poco se fue imponiendo en su gestión la idea de la privatización de los servicios públicos, la doctrina del anarquismo liberal, que me parece aberrante e infantil: creer que el mercado y la sociedad civil descansan sobre sí mismos y que pueden prescindir de la coacción y de la dirección por parte del Estado. Decidió ahorrar en la sanidad y en la enseñanza y así comenzó un proceso privatizador progresivo y creciente. Esto la llevó a enfrentarse con las poderosas burocracias sindicales antaño, que yo creo que ya no son nada ni nadie. Ha hecho grandes cosas: sus obras públicas, su fomento del despliegue y formidable desarrollo de las fuerzas productivas en Madrid, su mayor sentido patriótico que en el resto del PP, putrefacto y vendido al progresismo y al separatismo, ha hecho que de vez en cuando sintiera admiración por ella. Sus críticas al progresismo me han gustado muchas veces. Sin embargo, no puedo tragar con ella con sus subvenciones a la enseñanza privada y a la sanidad privada y su decidido apoyo a los negocios privados con fondos públicos. Por ahí yo no trago, ni tampoco con el deterioro de la enseñanza promovido e impulsado por ella con la estúpida educación bilingüe y con el aumento de alumnos por aula y el aumento de horas de trabajo de los profesores a cambio de menor salario. El balance de Esperanza Aguirre es agridulce. Pudo haber sido mejor. Fue mejor que el resto del PP. Tenía las taras de los liberales anarquizantes, sin ninguna conexión con la tradición liberal española. Tenía el fundamentalismo democrático en los huesos. Era del PP. Partido de la Puta Pena. Todo eso lastraba su acción política y su ideología. Ahora, que descanse y que sobreviva y disfrute de las sensaciones agradables.