miércoles, 27 de abril de 2016

La utopía y el pensamiento Alicia



1. Introducción. La utopía.

            El término utopía procede del griego ou no, y tópos, lugar y significa literalmente “no lugar”, es decir, lugar que no existe. Este término fue acuñado por Tomás Moro (1478-1535) para su obra del mismo nombre (1516)

            La utopía es un proyecto político imaginario, irreal e imposible. Cuando se nos propone una utopía y se nos dice que hay que luchar por ella, la utopía pasa a ser una estafa política. Los proyectos políticos deben ser realizables. Las utopías son situaciones irrealizables, absurdas. Según esto, una vida orientada de acuerdo con la utopía es algo absurdo, un contrasentido. Sin embargo, con frecuencia se defiende el sentido de la utopía, es más, se llega a decir que sólo tiene un sentido verdadero la política utópica. Esto es lo que decía el marxista alemán Ernst Bloch en “El principio esperanza”. Tal vez esto quiera decir que la utopía confiere sentido a la acción política en tanto que al menos algunos aspectos suyos determinan resultados prácticos políticos (“lo que es utópico hoy será algo real y efectivo mañana”) con lo que se querría decir que la utopía confiere sentido cuando no es utopía o bien se quiere decir que la utopía da sentido a la vida de los hombres no en función de los resultados obtenidos, sino de su influencia tranquilizadora sobre los individuos y como algo que permite descargar tensiones, terrores o desesperanzas (entonces la utopía aquí sería el opio del pueblo, un autoengaño o una falsa conciencia). Si la vida tiene que tener sentido, este sentido debe ser racional y posible. Si se fijan objetivos irrealizables entonces los actos encaminados a alcanzar tales objetivos quedan privados de sentido.

            Lo característico del pensamiento utópico, desde el punto de vista estilístico, consistirá en que la sociedad que en él se describe nos es presentada precisamente como irreal (utópica y ucrónica) una presentación llevada a cabo por procedimientos literarios “inmanentes” (una utopía no contiene informaciones sobre los caminos o medios que hay que seguir para alcanzar la sociedad descrita por ella). El autor o el lector de utopías podrá creer o no creer en la posibilidad o en la existencia de esas sociedades futuras, generalmente pacíficas y felices; pero sabe que estas sociedades no son de este mundo, y en todo momento conoce las distancias que separan a la utopía de su realidad. Precisamente la conciencia de esta dificultad de acceso a otro mundo mejor, cuando está fundada en la misma rareza de las instituciones que se nos ofrecen en ese “país de nunca jamás”, sirve para medir la distancia entre la realidad efectiva y la ideal, y esto puede explicar por qué una novela utópica, aun siendo imaginaria, nos obliga a analizar los componentes de la realidad efectiva, y ello puede tener gran utilidad y alcance para formar un juicio sobre la estructura de nuestro propio mundo y sobre las dificultades para darle la vuelta, para medir también lo peligroso de las esperanzas infundadas y locas puestas en los proyectos de transformación de nuestro mundo, y para medir y analizar la capacidad de las palancas transformadoras de las que disponemos.

            Así las utopías pueden servir y han servido muchas veces, no ya tanto de prefiguración de las “realidades del mañana”, sino para determinar los puntos de referencia inexcusables en la crítica del mundo real (tras descomponerlo en sus partes relevantes), y para la organización crítica de la misma política o tecnología del presente, ensayando eliminar algunas de las partes obtenidas de la descomposición o introducir otras partes nuevas o modificadas.

 

2. Una historia de las utopías.

            Platón construye una utopía política racional consistente en que el saber y el poder estén unidos en la persona del filósofo-rey. Su Estado ideal está compuesto por tres clases sociales. La primera es la de los jefes y tiene como virtud la prudencia. La segunda es la de los guardias, dotados de fortaleza y la tercera es la de los obreros, que necesitan de la templanza y del control de sus apetitos. Platón nos ofrece una sociedad jerarquizada y unificada. Esta es la primera utopía de Occidente. Las dos clases superiores viven en el comunismo, sin propiedad privada y sin familia. Los filósofos, los jefes son los que gobiernan debido a su saber científico-filosófico prudencial.  Cada clase social tiene su función asignada dentro de la sociedad.

            En el siglo XVI reaparece de nuevo la utopía. El inglés Tomás Moro propone un Estado ideal perfecto situado en una isla y fundado sobre el principio de igualdad económico-jurídica de los ciudadanos. El régimen ideal de Tomás Moro se define a través de los siguientes tres puntos:

            Todos trabajan para todos.

            Nadie posee nada en propiedad.

            El Estado es exclusivamente administrador.

            La isla está organizada como una federación de ciudades semiautónomas. La base económica es la agricultura y el artesanado que se practican mediante una jornada reglamentada de seis horas de trabajo. El consumo es colectivo y se rige por el principio de frugalidad. No existen ni la compraventa ni el dinero.

            El gobierno se organiza mediante una democracia escalonada. Los habitantes practican una suerte de hedonismo inteligente. En política internacional se puede intervenir militarmente en el exterior para ayudar a otros pueblos a liberarse de la opresión. También se defiende la tolerancia religiosa y la religión natural. Los utopistas no tienen más luz que la de la razón natural.

            El italiano Tomás Campanella (1568-1639) escribe su “Ciudad del Sol” (1602). El plano de su ciudad ideal consiste en siete círculos concéntricos cuyas circunferencias son murallas en las que se han representado gráficamente la totalidad de las ciencias. En el centro se halla un gigantesco templo circular, cubierto por una gran cúpula sustentada por columnas; el centro del templo está ocupado por el altar.

            La autoridad suprema es príncipe y sacerdote. El sabio es elegido de forma vitalicia por el colegio de los magistrados. Junto al sabio o Metafísico hay otras tres altas autoridades que le ayudan en las tareas de gobierno: Potestad (tiene la competencia sobre la guerra), Sabiduría (tiene la competencia sobre la investigación) y Amor (tiene la competencia sobre la reproducción y todo lo relativo al cuerpo). Este esquema reproduce el gobierno de Dios uno pero trino a la vez.

            Hay que eliminar el egoísmo. Queda abolida la propiedad privada y la familia pero para toda la sociedad. Platón sólo había inventado el comunismo para los filósofos. En cuanto a la esfera económica, la Ciudad del Sol –igual que Utopía- ha organizado el trabajo de toda la sociedad; es una obligación de cada uno el cumplir las tareas para las que está especialmente dotado. Igual que en Utopía, se aumenta la productividad y se reduce la jornada de trabajo. La jornada laboral queda reducida a cuatro horas.

            La relación varón-hembra está vista exclusivamente desde el ángulo sexual. La relación sexual sirve para la procreación, la reproducción de la sociedad. La autoridad controla las relaciones sexuales para obtener el mejor resultado en la procreación. Se impone lógicamente la eugenesia.

            También Campanella defiende una religión natural pero le añade la astrología. La religión es única y obligatoria. Esta utopía es una teocracia. La disciplina es mucho mayor que en la Utopía de Moro.

            El inglés Francis Bacon (1561-1626) nos expone su utopía en “La nueva Atlántida” (1627) Bacon finge una isla imaginaria, Bensalem en parajes más remotos que Utopía, en el Océano Pacífico. Lo más importante es la ciencia positiva y experimental. La ciencia experimental es clave para el progreso de la sociedad. Para que la ciencia progrese es necesaria la investigación colectiva organizada, sistematizada, metódica y debe ser el Estado quien dirija la política científica. La sociedad de Bensalem tiene su centro y culmen en la Casa de Salomón que no es otra cosa que un instituto de investigación donde trabajan reunidos los mejores cerebros de la isla. Aunque Bensalem es una sociedad aislada, enviará agentes para ver los adelantos en otros países.

            En el siglo XIX aparecen las utopías socialistas (Saint Simon, Owen, Fourier, Cabet, etc.). Los socialistas utópicos crearon sociedades en miniatura en las que pusieron en práctica sus ideas. Todos los intentos de los socialistas utópicos fracasaron. Marx y Engels contrapusieron a este socialismo utópico su socialismo científico. Sin embargo, el marxismo también devino una utopía al afirmar que con la dictadura del proletariado se alcanzaría el socialismo y finalmente el comunismo, con la extinción paulatina del Estado. Esto se ha demostrado imposible. Esta utopía se convirtió en el estandarte o en la ideología legitimadora de los países del Socialismo Real de Europa del Este.

            El anarquismo libertario constituye una utopía más radical que el marxismo o comunismo. Pretenden la destrucción del Estado inmediata mediante la insurrección armada o la huelga general revolucionaria o mediante el atentado terrorista individual. En el futuro los hombres vivirán en comunas libres y autónomas autogestionadas. Es un comunismo pero sin transición desde la dictadura del proletariado y desde el socialismo. Es aún más utópico si cabe que el comunismo autoritario de Marx y de Lenin.

            En el siglo XX aparecieron utopías pesimistas como la de Aldous Huxley (“Un mundo feliz”, de 1932) y la de George Orwell (“1984”, de 1949). En estas utopías se denuncia el riesgo de desaparición de la libertad y de la autonomía individuales en sociedades totalitarias.

            Otra utopía muy acorde con los tiempos que corren de exaltación del liberalismo y del mercado y la propiedad privada podría ser el proyecto de Hans Hermann Hoppe (1949) de destruir el Estado y de privatizar todos los bienes de la Tierra. Sólo habría según este proyecto utópico liberal a ultranza, mercado libre irrestricto y todos los servicios serían privados. Este proyecto anarcocapitalista ultraliberal resulta también ser a la postre utópico. Sin Estado no puede haber capitalismo ni mercado ni libertad, por supuesto.

3. El “Pensamiento Alicia”.

            Se trata de un tipo de pensamiento (centrado en torno a las relaciones humanas), que denominamos “pensamiento Alicia” en recuerdo del personaje de Lewis Carroll y una de cuyas realizaciones más recientes y a la vista del público es el proyecto de una “Alianza de Civilizaciones”.

            Hay otro tipo de pensamientos irreales, creados por personas individuales, que nos ofrecen descripciones o proyectos sobre sociedades futuras, felices y pacíficas (como las utopías), pero que sin embargo, no poseen la característica estilística que hemos señalado en las utopías, porque no nos ofrecen indicios sobre su lejanía o sobre las dificultades insalvables que se interponen para alcanzarlas. Simplemente se nos introduce en ese mundo irreal sin medir las distancias que guarda con el mundo real nuestro; se nos presenta un mundo visitable y visitado de hecho por los hombres, a la manera como Alicia visitaba, según Carroll, el País de las Maravillas. Es a este tipo de pensamiento al que llamamos “Pensamiento Alicia”.

            Lo característico del “Pensamiento Alicia” es precisamente la borrosidad de las referencias internas del mundo que describe y la ausencia de distancia entre ese mundo irreal y el nuestro. La “Alianza de Civilizaciones” es un proyecto que tienen todas las características del tipo de pensamiento que hemos denominado “Pensamiento Alicia”. El Pensamiento “Rodríguez Zapatero” es un caso o individuo concreto del Pensamiento Alicia. Otros pensadores internacionalmente conocidos han asumido tal pensamiento Alicia que es el Pensamiento Zapatero, entre los que se encuentran Kofi Annan, el Sr. Mayor Zaragoza y mismamente, el Ministro de Asuntos Exteriores, Moratinos 

            El Pensamiento Zapatero nos dibuja un escenario planetario muy próximo en el cual las civilizaciones realmente existentes habrán dejado de alimentar sus conflictos y habrán olvidado sus guerras, llegando a comprenderse y abrazarse, aceptando unos los credos de los otros.

            Se nos ofrece la representación de un mundo futuro pacífico, feliz y a la mano, pero sin decirnos los medios que pueden conducir a él ni los métodos que nos van a permitir evitar las guerras, las diferencias entre los pobres y los ricos, o las distancias entre los politeístas, los monoteístas o los ateos. Simplemente se nos pone delante de este mundo maravilloso como algo que ya puede considerarse como dado, porque acaso sólo es la codicia la estupidez o la ignorancia de algunos hombres lo que nos separa de él.

            Problema: ¿Cómo podría avanzarse hacia una alianza entre entidades imaginarias cuyos límites sólo pueden ser dibujados en el País de las Maravillas?

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