1. Introducción. La utopía.
El
término utopía procede del griego ou no, y tópos, lugar y significa literalmente “no lugar”, es decir, lugar
que no existe. Este término fue acuñado por Tomás Moro (1478-1535) para su obra
del mismo nombre (1516)
La
utopía es un proyecto político imaginario, irreal e imposible. Cuando se nos
propone una utopía y se nos dice que hay que luchar por ella, la utopía pasa a
ser una estafa política. Los proyectos políticos deben ser realizables. Las
utopías son situaciones irrealizables, absurdas. Según esto, una vida orientada
de acuerdo con la utopía es algo absurdo, un contrasentido. Sin embargo, con
frecuencia se defiende el sentido de la utopía, es más, se llega a decir que
sólo tiene un sentido verdadero la política utópica. Esto es lo que decía el
marxista alemán Ernst Bloch en “El principio esperanza”. Tal vez esto quiera
decir que la utopía confiere sentido a la acción política en tanto que al menos
algunos aspectos suyos determinan resultados prácticos políticos (“lo que es
utópico hoy será algo real y efectivo mañana”) con lo que se querría decir que
la utopía confiere sentido cuando no es utopía o bien se quiere decir que la
utopía da sentido a la vida de los hombres no en función de los resultados
obtenidos, sino de su influencia tranquilizadora sobre los individuos y como
algo que permite descargar tensiones, terrores o desesperanzas (entonces la
utopía aquí sería el opio del pueblo, un autoengaño o una falsa conciencia). Si
la vida tiene que tener sentido, este sentido debe ser racional y posible. Si
se fijan objetivos irrealizables entonces los actos encaminados a alcanzar
tales objetivos quedan privados de sentido.
Lo
característico del pensamiento utópico, desde el punto de vista estilístico,
consistirá en que la sociedad que en él se describe nos es presentada
precisamente como irreal (utópica y ucrónica) una presentación llevada a cabo
por procedimientos literarios “inmanentes” (una utopía no contiene
informaciones sobre los caminos o medios que hay que seguir para alcanzar la
sociedad descrita por ella). El autor o el lector de utopías podrá creer o no
creer en la posibilidad o en la existencia de esas sociedades futuras,
generalmente pacíficas y felices; pero sabe que estas sociedades no son de este
mundo, y en todo momento conoce las distancias que separan a la utopía de su
realidad. Precisamente la conciencia de esta dificultad de acceso a otro mundo
mejor, cuando está fundada en la misma rareza de las instituciones que se nos
ofrecen en ese “país de nunca jamás”, sirve para medir la distancia entre la
realidad efectiva y la ideal, y esto puede explicar por qué una novela utópica,
aun siendo imaginaria, nos obliga a analizar los componentes de la realidad
efectiva, y ello puede tener gran utilidad y alcance para formar un juicio
sobre la estructura de nuestro propio mundo y sobre las dificultades para darle
la vuelta, para medir también lo peligroso de las esperanzas infundadas y locas
puestas en los proyectos de transformación de nuestro mundo, y para medir y
analizar la capacidad de las palancas transformadoras de las que disponemos.
Así
las utopías pueden servir y han servido muchas veces, no ya tanto de
prefiguración de las “realidades del mañana”, sino para determinar los puntos
de referencia inexcusables en la crítica del mundo real (tras descomponerlo en
sus partes relevantes), y para la organización crítica de la misma política o
tecnología del presente, ensayando eliminar algunas de las partes obtenidas de
la descomposición o introducir otras partes nuevas o modificadas.
2. Una historia de las utopías.
Platón
construye una utopía política racional consistente en que el saber y el poder
estén unidos en la persona del filósofo-rey. Su Estado ideal está compuesto por
tres clases sociales. La primera es la de los jefes y tiene como virtud la
prudencia. La segunda es la de los guardias, dotados de fortaleza y la tercera
es la de los obreros, que necesitan de la templanza y del control de sus
apetitos. Platón nos ofrece una sociedad jerarquizada y unificada. Esta es la
primera utopía de Occidente. Las dos clases superiores viven en el comunismo,
sin propiedad privada y sin familia. Los filósofos, los jefes son los que
gobiernan debido a su saber científico-filosófico prudencial. Cada clase social tiene su función asignada
dentro de la sociedad.
En
el siglo XVI reaparece de nuevo la utopía. El inglés Tomás Moro propone un
Estado ideal perfecto situado en una isla y fundado sobre el principio de
igualdad económico-jurídica de los ciudadanos. El régimen ideal de Tomás Moro
se define a través de los siguientes tres puntos:
Todos
trabajan para todos.
Nadie
posee nada en propiedad.
El
Estado es exclusivamente administrador.
La
isla está organizada como una federación de ciudades semiautónomas. La base económica
es la agricultura y el artesanado que se practican mediante una jornada
reglamentada de seis horas de trabajo. El consumo es colectivo y se rige por el
principio de frugalidad. No existen ni la compraventa ni el dinero.
El
gobierno se organiza mediante una democracia escalonada. Los habitantes
practican una suerte de hedonismo inteligente. En política internacional se
puede intervenir militarmente en el exterior para ayudar a otros pueblos a
liberarse de la opresión. También se defiende la tolerancia religiosa y la
religión natural. Los utopistas no tienen más luz que la de la razón natural.
El
italiano Tomás Campanella (1568-1639) escribe su “Ciudad del Sol” (1602). El
plano de su ciudad ideal consiste en siete círculos concéntricos cuyas circunferencias
son murallas en las que se han representado gráficamente la totalidad de las
ciencias. En el centro se halla un gigantesco templo circular, cubierto por una
gran cúpula sustentada por columnas; el centro del templo está ocupado por el
altar.
La
autoridad suprema es príncipe y sacerdote. El sabio es elegido de forma
vitalicia por el colegio de los magistrados. Junto al sabio o Metafísico hay
otras tres altas autoridades que le ayudan en las tareas de gobierno: Potestad
(tiene la competencia sobre la guerra), Sabiduría (tiene la competencia sobre
la investigación) y Amor (tiene la competencia sobre la reproducción y todo lo
relativo al cuerpo). Este esquema reproduce el gobierno de Dios uno pero trino
a la vez.
Hay
que eliminar el egoísmo. Queda abolida la propiedad privada y la familia pero
para toda la sociedad. Platón sólo había inventado el comunismo para los
filósofos. En cuanto a la esfera económica, la Ciudad del Sol –igual que
Utopía- ha organizado el trabajo de toda la sociedad; es una obligación de cada
uno el cumplir las tareas para las que está especialmente dotado. Igual que en
Utopía, se aumenta la productividad y se reduce la jornada de trabajo. La
jornada laboral queda reducida a cuatro horas.
La
relación varón-hembra está vista exclusivamente desde el ángulo sexual. La
relación sexual sirve para la procreación, la reproducción de la sociedad. La
autoridad controla las relaciones sexuales para obtener el mejor resultado en
la procreación. Se impone lógicamente la eugenesia.
También
Campanella defiende una religión natural pero le añade la astrología. La
religión es única y obligatoria. Esta utopía es una teocracia. La disciplina es
mucho mayor que en la Utopía de Moro.
El
inglés Francis Bacon (1561-1626) nos expone su utopía en “La nueva Atlántida”
(1627) Bacon finge una isla imaginaria, Bensalem en parajes más remotos que
Utopía, en el Océano Pacífico. Lo más importante es la ciencia positiva y
experimental. La ciencia experimental es clave para el progreso de la sociedad.
Para que la ciencia progrese es necesaria la investigación colectiva
organizada, sistematizada, metódica y debe ser el Estado quien dirija la
política científica. La sociedad de Bensalem tiene su centro y culmen en la
Casa de Salomón que no es otra cosa que un instituto de investigación donde
trabajan reunidos los mejores cerebros de la isla. Aunque Bensalem es una
sociedad aislada, enviará agentes para ver los adelantos en otros países.
En
el siglo XIX aparecen las utopías socialistas (Saint Simon, Owen, Fourier, Cabet,
etc.). Los socialistas utópicos crearon sociedades en miniatura en las que
pusieron en práctica sus ideas. Todos los intentos de los socialistas utópicos
fracasaron. Marx y Engels contrapusieron a este socialismo utópico su
socialismo científico. Sin embargo, el marxismo también devino una utopía al
afirmar que con la dictadura del proletariado se alcanzaría el socialismo y
finalmente el comunismo, con la extinción paulatina del Estado. Esto se ha
demostrado imposible. Esta utopía se convirtió en el estandarte o en la
ideología legitimadora de los países del Socialismo Real de Europa del Este.
El
anarquismo libertario constituye una utopía más radical que el marxismo o
comunismo. Pretenden la destrucción del Estado inmediata mediante la
insurrección armada o la huelga general revolucionaria o mediante el atentado
terrorista individual. En el futuro los hombres vivirán en comunas libres y
autónomas autogestionadas. Es un comunismo pero sin transición desde la
dictadura del proletariado y desde el socialismo. Es aún más utópico si cabe
que el comunismo autoritario de Marx y de Lenin.
En
el siglo XX aparecieron utopías pesimistas como la de Aldous Huxley (“Un mundo
feliz”, de 1932) y la de George Orwell (“1984”, de 1949). En estas utopías se
denuncia el riesgo de desaparición de la libertad y de la autonomía
individuales en sociedades totalitarias.
Otra
utopía muy acorde con los tiempos que corren de exaltación del liberalismo y
del mercado y la propiedad privada podría ser el proyecto de Hans Hermann Hoppe
(1949) de destruir el Estado y de privatizar todos los bienes de la Tierra.
Sólo habría según este proyecto utópico liberal a ultranza, mercado libre
irrestricto y todos los servicios serían privados. Este proyecto
anarcocapitalista ultraliberal resulta también ser a la postre utópico. Sin
Estado no puede haber capitalismo ni mercado ni libertad, por supuesto.
3. El “Pensamiento Alicia”.
Se
trata de un tipo de pensamiento (centrado en torno a las relaciones humanas),
que denominamos “pensamiento Alicia” en recuerdo del personaje de Lewis Carroll
y una de cuyas realizaciones más recientes y a la vista del público es el
proyecto de una “Alianza de Civilizaciones”.
Hay
otro tipo de pensamientos irreales, creados por personas individuales, que nos
ofrecen descripciones o proyectos sobre sociedades futuras, felices y pacíficas
(como las utopías), pero que sin embargo, no poseen la característica
estilística que hemos señalado en las utopías, porque no nos ofrecen indicios
sobre su lejanía o sobre las dificultades insalvables que se interponen para
alcanzarlas. Simplemente se nos introduce en ese mundo irreal sin medir las
distancias que guarda con el mundo real nuestro; se nos presenta un mundo
visitable y visitado de hecho por los hombres, a la manera como Alicia
visitaba, según Carroll, el País de las Maravillas. Es a este tipo de
pensamiento al que llamamos “Pensamiento Alicia”.
Lo
característico del “Pensamiento Alicia” es precisamente la borrosidad de las
referencias internas del mundo que describe y la ausencia de distancia entre
ese mundo irreal y el nuestro. La “Alianza de Civilizaciones” es un proyecto
que tienen todas las características del tipo de pensamiento que hemos
denominado “Pensamiento Alicia”. El Pensamiento “Rodríguez Zapatero” es un caso
o individuo concreto del Pensamiento Alicia. Otros pensadores
internacionalmente conocidos han asumido tal pensamiento Alicia que es el
Pensamiento Zapatero, entre los que se encuentran Kofi Annan, el Sr. Mayor
Zaragoza y mismamente, el Ministro de Asuntos Exteriores, Moratinos
El
Pensamiento Zapatero nos dibuja un escenario planetario muy próximo en el cual
las civilizaciones realmente existentes habrán dejado de alimentar sus
conflictos y habrán olvidado sus guerras, llegando a comprenderse y abrazarse,
aceptando unos los credos de los otros.
Se
nos ofrece la representación de un mundo futuro pacífico, feliz y a la mano,
pero sin decirnos los medios que pueden conducir a él ni los métodos que nos
van a permitir evitar las guerras, las diferencias entre los pobres y los
ricos, o las distancias entre los politeístas, los monoteístas o los ateos.
Simplemente se nos pone delante de este mundo maravilloso como algo que ya
puede considerarse como dado, porque acaso sólo es la codicia la estupidez o la
ignorancia de algunos hombres lo que nos separa de él.
Problema:
¿Cómo podría avanzarse hacia una alianza entre entidades imaginarias cuyos
límites sólo pueden ser dibujados en el País de las Maravillas?
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