Filosofía, política y educación.
Desarrollo
de la symploké entre estas tres ideas.
El que esto escribe es un profesor
de filosofía de bachillerato o de secundaria o de enseñanza no universitaria,
como ahora se nos denomina, curiosas caracterizaciones negativas éstas últimas
de nuestro oficio docente que denotan claramente nuestra penosa situación
actual por la que atravesamos en España debido al desmantelamiento liberal y
progresista de la enseñanza pública[1]. Asimismo semejante terminología negativa para definir
el status del profesorado de bachillerato denota el descenso en la estima del
prestigio social de una profesión que antes estaba mejor considerada
socialmente[2].
Empezaré
mi discurso tratando de la filosofía y trataré de relacionar las tres ideas
arriba citadas en el título de la presente ponencia: Filosofía, Política y Educación, y de establecer asimismo una symploké trimembre, triangular entre las
tres, si ello es posible, así como de establecer la relación entre el concepto
de enseñanza y la idea de la educación que la engloba a mi juicio. Mi tesis
sostendría la existencia de un lazo que une indisolublemente a tales ideas en symploké, sin reducir ninguna a las
otras dos o a ninguna, manteniendo las tres de forma inconmensurable, pero a la
vez íntimamente entretejidas en las otras. Digamos que cada una de las tres
ideas citadas exige a las otras dos restantes.
La
filosofía tal como la ha caracterizado Gustavo Bueno en reiteradas ocasiones[3] resulta ser un saber de segundo grado, y ello hace que
sea un saber que depende de otros saberes y de otras prácticas previas que
presupone para poder ejercer su actividad crítica. Si la filosofía no es un
saber exento a la manera de una sabiduría arcana, gnóstica, revelada a unos
cuantos privilegiados, ha de ser para empezar y, entre otras cosas, un saber
ético-político, de "implantación política". La filosofía en su propio
ejercicio dialéctico, en el momento de ejercer su cierre no categorial, sino
dialéctico, crítico o filosófico al tratar de reducir las perspectivas rivales
a las coordenadas propias realiza las mismas operaciones que las que ejecuta el
político al atacar a sus rivales y triturarlos desde sus propias coordenadas
ideológicas más o menos correctas. Lo mismo podríamos decir del educador, cuando
ha de optar por un tipo de educación o por otro. La capacidad de un sistema
filosófico está en función de su capacidad reductora de las alternativas
rivales. No diremos que la verdad de un sistema filosófico se demostrará de
forma axiomática cuanto por las deficiencias de las alternativas realmente
existentes a tal posición, pues pensar es pensar contra alguien. La verdad de
la filosofía es apagógica, indirecta[4] . De la misma manera, por su parte, el político, en el
ejercicio de su actividad o profesión, según sea el caso, ejercita su discurso
sobre ideas filosóficas suministradas por la tradición tanto política como
filosófica. Su procedimiento es típicamente dialéctico, puesto que hacer
política es hacer política en contra de alguien siempre. Su actividad, al igual
que la filosófica, es contradictoria, polémica. Es por ello por lo que la
filosofía tiene que ver en buena medida con la política y, por cierto, muchas
veces, con la lucha ideológica, con la polémica política. Todo ciudadano por
ello es político. Un ciudadano no político, apolítico, es un idiota. Resultaría
ser un concepto absurdo, tal como el concepto de círculo cuadrado. Sería un
objeto imposible, un súbdito[5]. A la idea de educación por cierto le ocurre lo mismo
que a la idea política y a la filosofía: es una actividad de segundo grado y es
polémica y por tanto, su verdad es también algo que se demuestra indirecta,
apagógicamente.
La
filosofía siempre está en un tris de devenir praxeología, tal como ocurre en el
caso de Marx o Platón. Ello es a causa de su carácter práctico y de la tesis
kantiana que sostenemos aquí como verdadera y como totalmente pertinente de la
primacía de la razón práctica. Todo discurso filosófico será político de alguna
manera o de otra por la razón aludida y por la tesis marxista del partidismo de
la filosofía. Así pues, la filosofía tiene un vínculo interno necesario con la
política. Esto ocurre sobre todo en la filosofía que Bueno denomina crítica. Abundando en el caso marxista,
hay que decir que los clásicos marxistas concibieron su teoría como una toma de
partido ético-política de suerte que la "neutralidad" no existe. El
presuntamente neutral ocurre que ya ha tomado partido tácita e implícitamente a
favor de la burguesía. Hay que advertir a este respecto, y supongo que ello
será de todos sobradamente conocido, que tal toma de partido no enturbia lo más
mínimo la percepción de la realidad. Se trata de adoptar el punto de partida
clasista correcto, el de la clase universal, la clase que tiene razón, que
representa el "interés general" a través de su propio interés
individual, la clase proletaria, y en el caso de Platón, la clase de los
filósofos o guardianes perfectos. La similitud entre Platón y Marx es
sorprendente si analizamos el comunismo platónico y lo comparamos con el
marxista. La nomenclatura de los países del socialismo real era profundamente
aristocrática, igual que la clase de los guardianes filósofos platónicos. Ambas
saben mucho de dialéctica y ello es lo que confiere legitimidad a su gobierno
de poder irrestricto, a no ser las restricciones que la razón se impone a sí
misma. Por otro lado, debido precisamente a este carácter de vocación política
de la filosofía, es por lo que la filosofía tiene una vocación pedagógica,
educativa, para formar al buen ciudadano. De ahí, entonces su relación doble
con la Política y con la Educación.
La
política es la praxis humana que
tiene que ver con el gobierno de la comunidad, del Estado. Como dice Carl
Schmitt, lo político tiene que ver con la distinción entre amigo/enemigo. A la
política le ocurre lo mismo que a la filosofía, que tiene vínculos internos
necesarios con la filosofía. En la política rigen las normas jurídicas que son
coactivas, siendo como dice Max Weber el Estado el legítimo poseedor del
monopolio de la violencia necesaria para que las normas tengan validez real, se
cumplan. A su vez, las normas son la cristalización de determinadas relaciones
de fuerza o poder en la lucha de clases. En la política juegan un importante
papel las ideologías como cemento social cohesionador del edificio social y
como posibilitadoras de la eutaxia
política. Por ello ahí se ve la influencia de la filosofía en la política y un
hilo conector entre ambas realidades. Además, el método de la política, la
polémica, es idéntico al de la filosofía: pensar es pensar contra alguien.
Mandar es mandar a alguien y contra alguien. Se trata de decidir sobre el
estado de excepción, la distinción amigo/enemigo, procedente de Platón, lo deja
muy a las claras. La filosofía puede ejercer su reflexión tanto sobre el
ejercicio de la política como sobre el Estado o el Derecho o sobre las
ideologías. Es más, la filosofía puede generar praxeologías (es el caso del
marxismo) o ideologías (es el caso de Locke con el liberalismo) cuyo papel en
el teatro político puede llegar a ser determinante. Concluiremos así que la
filosofía se relaciona estrechamente con la idea de política y que ocurre
también a la inversa. En contra de la tesis marxista clásica de la
insustancialidad de las formas políticas, tengo que afirmar aquí que la
política tiene una cierta autonomía con respecto a la infraestructura, con
respecto a los procesos de producción. La política es, entre otras cosas,
también producción de consenso en torno a una situación social o estatal con la
finalidad de mantener la eutaxia del
sistema. Por otro lado, la filosofía no sólo es la lucha de clases en la
teoría, como dijo Althusser. Es también la legitimación (la filosofía que
corresponda) de un régimen social y político. No es indiferente el régimen
político que se padezca. Es mejor una república democrática que una monarquía
parlamentaria o constitucional, por poner un ejemplo. Incluso añadiría a este
respecto que es mejor una república presidencialista que una parlamentaria.
La
educación es el proceso de constitución de un hombre como una persona humana
adulta y como ciudadano de un Estado. Es una actividad de segudo grado,
dependiente de la existencia de otras actividades dadas previas y es una praxis
política y, en Occidente, ligada inextricablemente con la filosofía. Ocurre
aquí que la educación está ligada necesariamente a la filosofía y a la
política, por lo menos en Occidente y en el territorio de tradición helénica, y
que lo mismo les ocurre a la filosofía y a la política con respecto a la educación.
La
Filosofía implica internamente a la política y a la educación. A la política,
porque la filosofía no es un saber exento sino que exige para su propio
ejercicio crítico la existencia previa de otros saberes o prácticas. Uno de
esos saberes es el saber político, el saber práctico, prudencial. Además, el
saber político funciona como el filosófico. Es un saber polémico, dialéctico.
El afirmar algo implica afirmar algo contra alguien. La dimensión práctica de
la filosofía es inexcusable. La filosofía ha surgido dentro del Estado y
constituye una reflexión sobre el Estado, sobre lo político. La filosofía ha
tratado desde siempre de determinar la esencia de lo político, describir lo
político, analizarlo y a su vez, ha tratado de formular prudencialmente lo que
debería ser lo político, ha tratado de sugerir políticas de cambio partiendo de
la constatación de que había anomalías enteramente criticables desde un punto
de vista filosófico. La Filosofía política tiene dos dimensiones entonces: 1.
El análisis de lo real y la formulación de un diagnóstico y 2. La prescripción
de recetas o de políticas de cambio o de conservación según sea el caso y la
posición concreta desde la que se filosofa. Desde la política, desde el Estado,
siempre se ha necesitado una legitimación del poder lo más racional posible, lo
más eficaz posible. En Occidente, la filosofía ha servido para legitimar el
Estado. A su vez, el Estado ha subvencionado a la filosofía crecientemente y
ello ha culminado con la creación de las facultades de filosofía y con la
introducción de la filosofía en la enseñanza media como asignatura obligatoria.
Hoy día, sin el Estado, la Filosofía desaparecería. La Filosofía es un saber
complejo que para ejercerse hoy día con garantías de éxito, necesita una ayuda
estatal, necesita estar institucionalizada. El fundador de la Filosofía
académica, Platón, estableció una íntima conexión necesaria entre filosofía y
política. Vio claro que el Estado necesitaba de la Filosofía para ser justo y
vio claro que la buena filosofía sólo se daría en un Estado justo.
La
educación está íntimamente ligada a la filosofía. No es concebible en Occidente
una educación sin filosofía. Una educación sin filosofía no es racional. Una
enseñanza laica, ilustrada, precisa de la filosofía necesariamente para ser una
tal enseñanza laica e ilustrada. Por otro lado, sin la educación, la filosofía
no existiría. Sin su presencia en las instituciones de instrucción pública, la
filosofía no existiría como antes hemos dicho. Además, la Filosofía siempre ha
reflexionado sobre la educación. Hay una disciplina filosófica llamada
filosofía de la educación que ha dejado importantes reflexiones que están ahí
para su aprovechamiento y para la crítica de las actuales disposiciones legales
y administrativas acerca de la enseñanza pública en España. Por otro lado, el
Estado hoy día se encarga de la enseñanza pública, de la educación en cierta
manera. El Estado dicta normas legales de obligado cumplimiento y decide qué se
estudia y cuánto tiempo y cómo y quiénes aprueban y quiénes suspenden. Así
pues, las tres ideas están estrechamente conectadas las unas con las otras y de
forma necesaria. A continuación, quisiera formular de forma somera y resumida,
sinóptica, lo dicho arriba: esto es, las relaciones que cada Idea mantiene con
las demás:
LA
Filosofía-----Con el Estado, Filosofía política, legitimación filosófica del
poder estatal, políticas de cambio o de conservación. La filosofía es ella
misma política y toma de partido.
------------------Con la Educación, reflexión ética y
moral sobre la enseñanza pública, sobre la educación, sobre la persona, sobre
los valores. Necesidad de la enseñanza de la filosofía para configurar una
verdadera educación.
LO POLÍTICO-------Con la Filosofía, necesidad de Ideas y
de legitimación para configurar la eutaxia. Subvenciones a la Filosofía
académica, planes de estudio, institucionalización de la filosofía. Lucha
política e ideológica, afinidad con la filosofía y con la educación en cuanto a
procedimiento y método.
------------------Con la Educación. Políticas
educativas, planes de estudio, normas legales. Necesidad de una educación
nacional para consolidar ideológicamente el Estado nacional. Necesidad de una
enseñanza pública laica y por tanto, incluyendo la filosofía en los planes de estudio
para consolidar al Estado. En la educación también hay partidismo político y
filosófico necesariamente.
LA EDUCACIÓN-------Con la Filosofía. Necesaria presencia
de la filosofía en los planes de estudio para poder configurar una verdadera
educación. Necesidad de pensar y repensar la educación. Análisis de la
enseñanza. La educación determina a la filosofía como un saber que
necesariamente ha de ser enseñado para su subsistencia. La educación como
actividad, al igual que la política y la filosofía, esencialmente polémica y de
segundo grado.
--------------------Con la Política. Legitimación del
Estado, enseñanza de la constitución. Saberes políticos en la educación como
parte imprescindible del currículo. La educación genera obediencia al Estado o
rebeldía en algunos casos. Importancia de la libertad de cátedra. Colonización
jurídica de la enseñanza pública. Los profesores como instrumentos del Estado
para promover la pasividad moral del alumnado.
La
esencia de la filosofía estriba en ser un saber sustantivo acerca de las Ideas,
un taller de las Ideas. Tales Ideas se derivan de las categorías de la praxis
humana, con lo que resulta que la Filosofía es un saber de segundo grado que
presupone la existencia previa de otros saberes. La filosofía es un saber
racional y crítico. Es un saber polémico en el que la verdad se determina no de
modo axiomático o directo, sino de forma indirecta, apagógica. Se escoge entre
las alternativas múltiples la menos mala ex consequentiis y la que sepa
englobar a las demás de forma sistemática desde la propia posición. La
filosofía conduce a la impiedad según Gustavo Bueno. Según mi posición, al
materialismo y al ateísmo también.
La
esencia de lo político tiene que ver con el Estado. Según Gustavo Bueno, la
política no comienza con la sociedad humana. Comienza más bien in medias res
como organización de sus divergencias objetivas. Es una actividad de segundo
grado al igual que la filosofía. El Estado, a decir de Carl Schmitt "es el
status político de un pueblo organizado en el interior de unas fronteras
territoriales".[6] Gustavo Bueno, por su parte, precisa que el núcleo de
la sociedad política es el ejercicio del poder que se orienta objetivamente a
la eutaxia de una sociedad divergente según la diversidad de sus capas.[7] Para Carl Schmitt el asunto de la divergencia existe
también y se traduce en la distinción entre el amigo y el enemigo: "Pues
bien, la distinción política específica, aquella a la que pueden reconducirse
todas las acciones y motivos políticos, es la distinción de amigo y
enemigo".[8] Es el soberano el que decide quien es el enemigo
interno o externo: "Soberano es quien decide sobre el estado de
excepción". y quien le declara la guerra. Una unidad política, un Estado,
siempre se opone a otra: "lo que no se puede negar razonablemente es que
los pueblos se agrupan como amigos y enemigos, y que esta oposición sigue
estando en vigor, y está dada como posibilidad real, para todo un pueblo que
exista políticamente." [9] Aquí en este punto del pensamiento de Carl Scmitt referente
a tal distinción como constitutiva de la esencia de lo político discrepa Jürgen
Habermas notablemente respecto a Carl Schmitt en los siguientes puntos: 1.
Rechaza la homogeneidad racial y política y 2. El reconocimiento mutuo lo es
entre ciudadanos de un Estado democrático de derecho.[10] Además, a este respecto, podríamos señalar que Habermas
es liberal y que discrepa tanto de G. Bueno como de Carl Schmitt e incluso de
Kelsen, quien irónicamente ataca a la teoría del Estado de derecho en los
términos siguientes: "Si se reconoce en el Estado un orden jurídico, todo
Estado es un Estado de derecho, dado que esta expresión es pleonástica".[11] Kelsen identifica Estado y orden jurídico. Todo Estado
es pues, un orden jurídico. Segun Gustavo Bueno, el Estado busca mantener un
equilibrio inestable entre las clases sociales. No surge de la lucha de clases.
Se podría decir más bien que él es más bien esa lucha de clases divergentes.[12] La praxis política por tal razón ha de orientarse hacia
la eutaxia política. En este sentido hemos de decir que la eutaxia para Bueno
se expresa fundamentalmente en la duración como criterio objetivo lo más neutro
posible del grado de eutaxia de una sociedad política. Tal criterio ha sido
tomado de Aristóteles. Por otra parte, según Gustavo Bueno, desde una
perspectiva lógico-atributiva, lo decisivo para formar el concepto de Estado es
su relación con otros Estados.[13] En Esto, Bueno coincide asombrosamente con Carl Schmitt
cuando éste último precisa: "Del rasgo conceptual de lo político deriva el
pluralismo en el mundo de los Estados. La unidad política presupone la
posibilidad real del enemigo y con ella la existencia simultánea de otras
unidades políticas. De ahí que, mientras haya sobre la tierra un Estado, habrá
también otros, y no puede haber un "Estado" mundial que abarque toda
la tierra y a toda la humanidad. El mundo político es un pluriverso, no un
universo".[14] Como se puede advertir, la esencia de lo político es
compleja. En resumen: 1. Tiene que ver con el Estado. 2. Tiene que ver con la
lucha, con la polémica. 3. Es también una actividad de segundo grado, como la
Filosofía.
La
esencia de la educación o bildung o paideia es la constitución de la persona
humana. Esto es como decir: constitución del hombre en sujeto moral y en sujeto
político, ciudadano. Esta educación puede ser o bien del hombre o bien del
ciudadano. Toda educación abarca las dos perspectivas: éticas y morales. La
ética depende de la moral y ha de estar supeditada a la moral. Toda enseñanza
pública busca que predomine la perspectiva moral sobre la ética, aunque sin
destruir esta última. La educación es el proceso de personalización del hombre
que le lleva a convertirse en persona ética y en persona jurídica y política.
La educación es en el fondo, todo lo que le pasa a uno desde que nace hasta que
muere, puesto que todo puede influirle a uno. Por ello, es más operativo hablar
de enseñanza. La enseñanza es teórica, práctica y técnica. La enseñanza, igual
que la educación, es actividad de segundo grado. Se trata de enseñar, de educar
sobre algo, algo a alguien y por alguien. Esto ya sea enseñanza difusa o
reglada.
Ahora
bien, creo que se trataría ahora más bien de precisar el contenido
normativo-ideal de las tres Ideas de las que estamos hablando, esto es, de
formular propuestas para el futuro. Lo que sigue es un conjunto de propuestas
partidistas polémicas que no tienen porqué coincidir con las propuestas
dominantes en nuestra época y que necesariamente suscitarán discusión. A nadie
le dejarán indiferentes los siguientes contenidos programáticos que propongo
para su discusión y que figuran más desarrollados en las conclusiones del final
de este artículo.
A)
La Filosofía en su ejercicio crítico, racional y reflexivo conduce según
Gustavo Bueno a la asebeia o impiedad y ello de forma necesaria. Según lo que
yo pienso, ello lleva al materialismo y al ateísmo también de forma necesaria.
Yo sostengo la identidad entre filosofía y materialismo tal como la sostuvo
Gustavo Bueno en 1972 en los "Ensayos Materialistas". La filosofía ha
de ser materialista, atea, crítica e impía.
B)
Lo político o la Política nos conduce a pronunciarnos sobre el mejor Estado
posible actualmente. El Estado ha de ser de derecho y democrático. Ha de tener
forma republicana y ser presidencialista, esto es, constitucional y con plena
separación de poderes. Añadiría yo que sería menester separar la jefatura del
Estado de la jefatura del gobierno y que ambos cargos públicos fueran elegidos
por sufragio universal mayoritario a dos vueltas. Los jueces han de ser
elegidos por los ciudadanos, así como los jefes de policía y los fiscales. La
institución del jurado es necesaria. Los diputados han de ser elegidos en
distritos uninominales por mayoría absoluta a dos vueltas. El parlamento ha de
ser unicameral. Los partidos y sindicatos no han de recibir subvenciones, así
como las religiones. Un laicismo estricto es la mejor garantía de la libertad.
El mercado y la propiedad privada han de estar estrictamente intervenidos,
controlados y limitados.
C)
La Educación. Para ser operativos y prácticos, debemos hablar de la enseñanza
pública o estatal. La educación se traduce en un conjunto de instituciones de
instrucción pública. La enseñanza ha de ser obligatoria y gratuita de los 4 a
los 12 años. Después ha de haber tres bachilleratos: Académico, Técnico y
Popular. El primero y el segundo de los 12 a los 18 años y el tercero de los 12
años a los 20 años. En el bachillerato popular se utilizarán los métodos de la
enseñanza comprensiva y las motivaciones lúdicas. No habrá evaluaciones ni
tutorías. Todo será libre y los alumnos no se traumatizarán. En los demás
bachilleratos la lucha por la vida y la competitividad serán implacables. Se
cultivará el saber y la excelencia. No se permitirá el fracaso excesivo y se
suprimirá toda la gran cantidad de papeles inútiles que ahora inunda la
enseñanza pública.
Desde
los 12 años en adelante, la enseñanza será gratuita, aunque no obligatoria. En
la Universidad los procedimientos de acceso estarán abiertos a todo el mundo
siempre que supere una oposición que comprenda un amplio temario. Se suprimen
carreras inútiles e hiperespecializadas. La Universidad ha de ser estatal,
igual que toda la enseñanza. La enseñanza de la religión ha de quedar
desterrada a las parroquias y a las sectas. Quedan suprimidas las asignaturas
transversales y absurdas llamadas genéricamente "talleres" o
"transición a la vida adulta" y otras chorradas progresistas. La
enseñanza será partidista y directiva en todo caso, incluso en el bachillerato
popular, aunque allí los alumnos no se traumatizarán excesivamente.
En
este punto en el que estamos, vamos a concentrar la mayor parte de nuestro
esfuerzo en contemplar y analizar la relación trimembre
Filosofía-Política-Educación desde el ámbito educativo, dejando para otros
trabajos ulteriores el realizar tal operación desde la perspectiva de las otras
ideas aquí mencionadas, sobre todo, por razones de espacio, aunque se advertirá
siempre que se toman en cuenta las otras ideas. Tomaremos aquí la educación
como inserción de los individuos en su medio social y cultural mediante el
aprendizaje difuso o reglado[15]. Se supone aquí que una persona es un individuo
racional, con forma humana, con capacidad lingüística, sujeto de derechos y
deberes, y con capacidad de obrar. La educación consistirá en dotar a este
individuo de una serie de conocimientos, valores, destrezas, etc. Esto se llama
proceso de personalización. Este proceso es compuesto, múltiple, heterogéneo y
contradictorio. Se puede decir que el aprendizaje dura toda la vida. Hay que
distinguir entre enseñanza reglada y enseñanza difusa. Voy a destacar
interesadamente para mi propósito expositivo un proceso de esos que constituyen
la Idea filosófica de Educación. Se trata de la enseñanza pública, una
educación reglada y organizada directamente por el Estado a través de su
Ministerio de Educación correspondiente. Si hablamos de Educación o de ciencias
de la Educación estamos hablando de algo confuso e ideológico. Lo que se llama
pedagogía no es sino una praxeología beta-2. Sobre ellas trata el profesor
Bueno cuando aborda el tema de la distinción entre ciencias naturales y
ciencias humanas: "Salvo que la expresión "ciencias de la
educación" se tome en un sentido amplísimo e insulso ("todo aquello
que directa o indirectamente tiene que ver con el proceso educativo"; por
lo que la Biología será una ciencia de la educación, pues los escolares
respiran; pero también lo será la Aritmética, porque hay que contar los grupos,
y hay que evaluar "decimológicamente") no es fácil atribuir la
naturaleza de ciencias a todas esas disciplinas prácticas (pedagógicas) que
ofrecen reglas, planes modelos, recetas, ensayos (llamados
"experiencias", aunque no lo son en modo alguno). Estas disciplinas
suelen fundarse en conceptuaciones muy superficiales, o bien,
fenoménico-prácticas (tipo "niño difícil"); sus métodos son analogías
con caminos seguidos por otros, pero sin posibilidad de un análisis preciso
(dadas las circunstancias) y los resultados no son científicos, ni aplicación
de alguna ley científica, sino puramente tentativos. Por las mismas razones,
las disciplinas que pudieran llamarse "psicagógicas", como pueda
serlo el Psicoanálisis, habrían de ser consideradas antes que como ciencias,
como metodologías B-operatorias, praxiologías o "tecnologías
psíquicas" ”.[16] Ahora sabemos que hablar de educación hoy día implica
una necesaria toma de partido política y filosófica. Nos obliga a elegir
polémicamente entre varias alternativas en lucha. Ello se advierte, por
ejemplo, en la famosa cuestión platónica acerca de si es posible enseñar la
virtud. Toma política de posición, puesto que el Estado controla la enseñanza
pública y, en cierto modo, también la privada, y por tanto, la formación
filosófica tanto universitaria como del bachillerato. Toma de partido
filosófica porque la filosofía no puede callar ante estos problemas reales. Por
esto es por lo que hay que relacionar Política y Educación, por las cuestiones
de filosofía de la educación que se ven tocadas en todo discurso sobre
educación o enseñanza pública así como en todo discurso político. Además, la
educación no es tanto la del hombre cuanto la del ciudadano, sujeto de derechos
y deberes. Es un asunto estatal de importancia y trascendencia pública,
política, el cómo sea la educación de los ciudadanos y cómo se organicen la
enseñanza estatal obligatoria, el bachillerato y los altos estudios. La
educación es, desde el comienzo de la filosofía, un asunto político y un asunto
filosófico. La enseñanza es un acto de violencia, coacción, trascendentalmente
necesario, por el cual nos diferenciamos los hombres, de los chimpancés y nos
convertimos en ciudadanos de un Estado. La educación es una cuestión de poder,
como bien dijo ya el ilustre Antonio Gil de Zárate, el fundador del
Bachillerato en España que ahora con tanto ahínco pretenden destruir los
progresistas: "Porque, digámoslo de una vez, la cuestión de la enseñanza
es cuestión de poder: el que enseña, domina; puesto que enseñar es formar
hombres, y hombres amoldados a las miras del que los adoctrina. Entregar la
enseñanza al clero, es querer que se formen hombres para el clero y no para el
Estado; es trastornar los fines de la sociedad humana; es trasladar el poder de
donde debe estar a quien por su misión misma tiene que ser ajeno a todo poder,
a todo dominio; es en suma, hacer soberano al que no debe serlo"[17]. Ahí tenemos
la filosofía platónica y su proyecto político-educativo como el más claro
exponente de lo que digo, para que nadie piense que esto que aquí digo es algo
fantasioso o utópico.
Hay
una ideología burguesa, una pseudociencia con mucho predicamento intelectual en
el mundo académico, tanto burgués como no burgués, que se llama
"pedagogía". La denomino "ideología" o falsa conciencia
burguesa porque la pedagogía no ataca a las causas del conflicto social o de
los problemas educativos, sino que pasa más bien de puntillas sobre ellos y
trata los efectos de tal desigualdad social y de las contradicciones sociales
de la sociedad burguesa. La pedagogía pues, tiende a resolver problemas y
conflictos sin atacar la raíz social y económica de dichos problemas, sin
rebasar los límites impuestos por la ideología burguesa. Por otro lado, según
la teoría escolástica clásica del objeto formal, la pedagogía sería la ciencia
de la "educación", del proceso educativo. La pedagogía debería
descubrir y enunciar las leyes, sistemas y estructuras del proceso educativo y
que asimismo configuran el pensamiento. Sin embargo, los que sostienen tal
tesis se ven obligados de inmediato a reconocer que lo que ellos llaman "ciencia"
no es más que una yuxtaposición de saberes heterogéneos tales como la historia,
la sociología, la psicología, la biología, la antropología, etc., y como muy
bien dice el profesor Bueno, "¿no será preciso reconocer el hecho (el factum) de que las ciencias son
múltiples, heterogéneas, irreductibles (categoriales) incluso (a pesar de los
esfuerzos en pro de la interdisciplinariedad) inconmensurables (la
incomunicabilidad de los géneros de Aristóteles, desarrollado en la tesis
platónica de la symploké)"[18]. Tal vez ocurra que más bien fuera más pertinente
afirmar que la Educación no sea una categoría, sino más bien una idea
filosófica en especial conexión con la idea de Política y la idea de Filosofía
y que, por tanto, el tratamiento que sea menester darle a tal idea sea
eminentemente filosófico y se trate de constituir una geometría de las tres
ideas mencionadas. Se trata de describir el triángulo que constituyen tales
ideas. Precisamente fue Platón quien analizó su symploké, su epalláxis,
su entretejimiento o entrelazamiento mutuo
y, yo añadiría, su conjugación trimembre, con un esquema de conexión diamérica
que se muestra claramente en La
República, en especial en el Libro VI, al conectar constantemente lo
político (la polis, los guardianes),
lo educativo (la formación de los guardianes y de los filósofos) y la filosofía
(las cualidades que tiene que tener un filósofo así como la dialéctica).
De
paso añadiré que una asunción seria de la tesis del partidismo de la filosofía
implica considerar de forma también partidista la educación y combatir la
enseñanza neutral y avalorativa -que realmente no es avalorativa, puesto que
hay unos valores concretos en tal enseñanza burguesa, al igual que ocurre de
forma parecida con la presunta "Wertfreiheit" de raíz positivista por parte de Max Weber en la ciencia
sociológica- así como -paradójicamente en apariencia- en la enseñanza de
valores "transversales", como los llaman los progresistas para
camuflar la estafa que perpetran en las aulas. La progresiva asimilación por parte
del Estado social de derecho surgido después de 1945 como consecuencia de la
guerra fría, de las tesis progresistas pedagógicas y su paulatina aplicación
constituyen una interesada maniobra para separar del saber académico clásico y
científico a las clases "peligrosas". La lucha ideológica debe ir
dirigida en contra de la llamada "pedagogía" o más pomposamente de
las llamadas "ciencias de la educación" que hoy día pretenden ser
capaces pretenciosamente de poder enseñar la virtud in recto, refutando así presuntamente las afirmaciones hechas por
Platón en el Menón y en el Protágoras donde Platón ya vislumbró la
falsedad de las posiciones progresistas sofistas. También Hegel tuvo reparos
para con la pedagogía de su tiempo, "Hegel ve en la Pedagogía de su tiempo
el peligro de un formalismo vacío, carente de contenido, y por ello se va a
sentir inducido a insistir más en los contenidos de la práctica docente que en
los métodos pedagógicos en cuanto tales."[19]
A
mi juicio, de nada sirve discutir sobre Ideas abstractas si no se tocan los
fenómenos o se recuperan desde alguna perspectiva filosófica. Para no pecar de
abstracto excesivamente, es menester abordar la educación de forma empírica y
directa. Es preciso abandonar la nebulosa ideológica que implica el confuso
término "educación" y centrarnos en un término más concreto y
operativo como es el término "enseñanza". Hoy, a estas alturas de la
evolución de la civilización, sólo los liberales más fanáticos ponen en duda la
necesidad de una enseñanza obligatoria estatal y de una enseñanza media y
superior estatal. La enseñanza es así un asunto político, ideológico, donde el
enfrentamiento entre tesis rivales es inevitable. Según mi parecer, la
enseñanza ha de ser pública, estatal y gratuita. Pienso yo que ha de ser obligatoria
sólo hasta los 12 años. Sólo ha de ser obligatoria de 4 a 12 años y, después,
hay que dar libertad al alumno o buscar una institución paralela, alternativa
al bachillerato que podría ser una formación profesional o algún puesto de
trabajo. En este sentido propongo la institución de un bachillerato popular en
el cual se estudien oficios, así como filosofía moral y política además de
otros saberes científicos, pero sin poner notas ni hacer exámenes, con
promoción automática para no ejercer demasiada presión sobre unos sujetos que
serían incapaces de soportarla y que están en tales instituciones con la
condición del sosiego, la paz y la tranquilidad. Ahí sí que valdría la
metodología lúdico-progresista de Giner de los Ríos, de la cual más adelante me
ocuparé en detalle. La enseñanza tiene que ver con la libertad y con la
naturaleza de cada individuo y ha de desarrollar las aptitudes de cada uno de
forma adecuada. La enseñanza ha de serlo en libertad y para la libertad. Ahora
bien, tal libertad es la libertad de unos sujetos corpóreos operatorios y
racionales que han de estar emancipados intelectualmente, y ahí entra en juego
la filosofía al realizar una verdadera reforma del entendimiento social y una
auténtica tarea de limpieza de adherencias míticas, religiosas, etc. Es el
antídoto contra el oscurantismo. Un buen ciudadano ha de saber argumentar
racionalmente su posición política e ideológica. Ahí entra en juego la
enseñanza de la filosofía con sus contenidos, como disciplina teórica con
implantación política y con capacidad para desarrollar la conciencia política y
la reflexión ética y metacientífica del alumno. Esta enseñanza en el
bachillerato es imprescindible, de tal manera que un bachillerato sin filosofía
no es un bachillerato, sino lo que es el bachillerato concebido por el PSOE en
la LOGSE de 1990: una sombra de bachillerato. Es un bazar-supermercado de
optatividades diversas sin ninguna articulación racional ni lógica. Se trata de
ofrecer asignaturas muy llamativas y de contenido vacío. Hoy día en España,
gracias a la LOGSE, el bachillerato está en ruinas.
Ahora
podemos discutir más ampliamente la conexión entre política, educación y
filosofía. Es el Estado el que ha de regular la situación de la enseñanza
pública colocada bajo su control y, eventualmente y por qué no, también la
situación de la enseñanza privada. Como dice Platón, no tiene sentido la
enseñanza privada. La enseñanza, la formación del ciudadano está conectada con
la filosofía y ha de ser lógicamente asunto del Estado. Según el tipo de
Estado, así será la enseñanza pública y la filosofía enseñada en el
Bachillerato y en las Facultades de Filosofía. El Estado puede determinar la
existencia de la Filosofía en la enseñanza así como la educación impartida en
los centros de enseñanza pública. Asimismo, puede decretar su desaparición pura
y simple, como ha ocurrido en España recientemente al suprimir un inmenso
espacio a la asignatura de filosofía en el bachillerato. Las tres Ideas
(Filosofía, Política y Educación) se relacionan entre sí, pero es el Estado, lo
político, la determinante de las otras dos en última instancia, y ello en mayor
intensidad que lo que podría ocurrir a la inversa. Ocurre que la Filosofía
necesita del Estado para subsistir: facultades, institutos, cátedras, agregadurías,
becas, subvenciones. La filosofía, para funcionar socialmente con eficacia,
necesita del Estado y que éste subvencione a unos profesionales dotados de
talento así como del suficiente tiempo libre, de ocio, para realizar la tarea
de la trituración crítica de los fenómenos dados a la conciencia de forma
espontánea. La reflexión de segundo grado hoy día necesita de tiempo libre para
analizar con detenimiento las configuraciones categoriales, ideológicas,
políticas, sociales, religiosas y así poder proceder a la reforma del
entendimiento, lo cual acabará beneficiando a los ciudadanos de un Estado
democrático. Facilitará que éstos formen su juicio crítico y estén alerta y
vigilantes ante las supersticiones y frente a todo aquel sujeto que pretenda
poseer unos saberes suprarracionales que le han sido revelados a él por un
especial don divino o diabólico. La filosofía es racionalismo, y ello excluye
tales saberes sobrerracionales o tales experiencias solitarias y místicas. La
filosofía, como dice Gustavo Bueno, implica la impiedad, la asebeia. A mi
juicio, sería conveniente decir que implica el ateísmo.
La
asignatura de Filosofía en el Bachillerato, como muy bien dice G. Bueno en ¿Qué es la filosofía?, tuvo un papel
legitimador muy importante durante el franquismo (1939-1975) y no digamos las
facultades de filosofía de las universidades españolas durante la citada etapa
(lo mismo ocurrió en Italia bajo el fascismo con Gentile, que introdujo la
filosofía en el bachillerato y dotándola de una posición preeminente). Tal
preeminencia fue consecuente con su importancia legitimadora del orden político
y social. Por ello, la filosofía tenía un gran espacio en los planes de
estudio. Con la reforma de 1970 de Villar Palasí se produjo un recorte de la
extensión de la filosofía en el bachillerato. Los profesores franquistas de
filosofía consiguieron con sus presiones que el Régimen del General Franco
dejara algo para la filosofía. La reforma krausista y progresista de la
enseñanza pública realizada por el PSOE en 1990 con el apoyo de IU, los
"sindicatos de clase" UGT y CC.OO. -ansiosos como locos por la
captación de subvenciones estatales- y de todos los "progresistas"[20], entre los que se cuentan filósofos como Savater,
Victoria Camps, Aranguren, Muguerza, Quintanilla, Amelia Valcárcel, Adela
Cortina, Reyes Mate, Rubert de Ventós, y otros muchos abajo firmantes de
manifiestos de apoyo electoral al PSOE -un apoyo, es cierto, coyuntural, como
el de la OTAN, etc,.- ha proseguido tal retroceso de la filosofía en la
enseñanza con los recortes sufridos en el currículo del bachillerato y ha
dejado así a la filosofía reducida a una mínima expresión. La citada reforma de
los planes de estudio o de los currículos (según el nuevo lenguaje
políticamente correcto), ha recortado el espacio del que disponía la filosofía
en 1970 en un 75% aproximadamente. La filosofía corre el peligro de desaparecer
en los estudios en España y ello tanto en el bachillerato como en la
Universidad, con lo cual nos podemos representar con toda plausibilidad la progresiva
extinción y el progresivo cierre de tales facultades de Filosofía en España.
Las nuevas universidades carecen ya, por cierto, de facultades de filosofía,
siguiendo ya el "progreso" inexorable y el destino tecnocrático de la
sociedad posmoderna del fín de las ideologías.
También
en los países del socialismo real la filosofía, la ideología
marxista-leninista, cobró un papel político decisivo en lo que atañe al
problema de la legitimación de tales regímenes políticos y sociales.
¿Qué
legitimación puede dar la filosofía al régimen de 1978, que no diré que es
democrático, sino oligárquico? Parece que las oligarquías partidarias, vacías
de ideas y contenidos programáticos, y atentas sólo al expolio de la nación
española, han decidido prescindir de la filosofía haciendo así alarde de su
chochez y de su crasa ignorancia. La filosofía puede servir para legitimar la
oligarquía al hablar constantemente de democracia, al convertirse en ancilla democratiae intencionalmente y
no denunciar la inadecuación de la realidad del régimen político con la idea de
democracia, idea que puede ser considerada una idea regulativa y cuya
legitimidad descansa en su validez universal y en su racionalidad. Los
filósofos españoles pueden convertirse en cómplices de la oligarquía al hablar
de democracia y educar para la paz y la tolerancia sin referencia a las
situaciones concretas y no denunciar la no existencia de democracia. En
general, el régimen de 1978 no necesita de legitimación filosófica, puesto que
tanto los liberales como los socialdemócratas rechazan la filosofía de forma
radical, asumiendo el discurso positivista que afirma que la filosofía no tiene
sentido en una época del "fin de las ideologías".
La
filosofía no está ligada a ninguna forma de régimen político particular. Aun
así, creo que la forma política adecuada para el ejercicio de la filosofía es
la república democrática. Aquí debo hacer un inciso para decir que me apoyo en
la distinción efectuada en el siglo XVI por Jean Bodin (1530-1596) entre forma de Estado y forma de Gobierno, y creo que es oportuno traer a colación tal
distinción. La república democrática ha de ser la forma política del Estado. En
cuanto a la forma de gobierno, creo que es conveniente la forma de gobierno
democrática, esto es, el socialismo, siempre y cuando esté ligada a la forma de
Estado republicana presidencialista y democrática, claro está.
Diría
entonces que la filosofía en España puede jugar un papel ideológico y político,
en la medida en que la filosofía esté implantada políticamente, en la
conversión de nuestra sociedad oligárquica en una sociedad democrática. En un
Estado democrático la filosofía sí tiene sentido. La filosofía es solidaria de
la democratización de España. Por eso tal vez haya quedado relegada por los
oligarcas progresistas. No debe ser casualidad la conexión entre oligarquía y
LOGSE y LODE y LOPEGCE, los tres pilares de la demolición -realizada con
verdadera saña y odio, el odio del más intenso resentimiento- de la enseñanza
pública en España[21]. Sobre este particular también se pronunció con toda
claridad Antonio Gil de Zárate al afirmar: "El predominio de la teología y
de la jurisprudencia, unido al odio que los partidarios del oscurantismo
profesaron siempre a los adelantamientos modernos tenían envilecidos y ahogados
entre nosotros los estudios filosóficos"[22]. Hay que tener además en cuenta la profunda crisis del
Estado social o del Bienestar, surgido después de 1945, durante la guerra fría,
para hacer frente al Socialismo Real del Este. En el día de hoy, destruido, cautivo
y desarmado el Ejército Rojo, la guerra fría ha concluido. Se impone entonces
proseguir la guerra fría en el interior. En esta crisis hay que señalar la
progresiva involución en las garantías constitucionales y el progresivo
retroceso de las libertades públicas. Vivimos, en suma, un auténtico clima de
reacción antidemocrática. En el panorama de esta crisis se inscribe la reforma
educativa española. Las promesas del Estado social, que lo legitimaban, al
menos, de forma imaginaria, ahora devienen retóricas, irrealizables. Las leyes
educativas hechas por el PSOE en el período 1982-1996 no son más que un
lenguaje retórico, vacío y hueco que trata de ocultar las carencias de nuestra
oligarquía política en el campo educativo. Son buenas palabras, eso es todo.
Siendo
más realistas, creo que la asignatura de filosofía debe ser obligatoria por lo
menos durante los dos últimos años del bachillerato. Además, creo que en todos
los años del bachillerato debe ser obligatoria la asignatura de Filosofía moral
además de la asignatura de Filosofía política. Ahora bien, creo que el régimen
político que ahora padece España no es favorable a tal ordenación de la
enseñanza y del lugar de la asignatura de Filosofía como yo lo he descrito
idealmente.
En
lo que respecta a la lucha ideológica que es la filosofía por su partidismo
esencialmente constitutivo, esto es, a la conexión existente entre educación,
filosofía y política, la filosofía es un campo de batalla ideológico en el que
se dirime la legitimidad o racionalidad de los intereses sociales en pugna. De
ahí la importancia de los estudios de filosofía en el bachillerato, pues, como
bien decía Antonio Gil de Zárate, "El campo de la filosofía será siempre,
en efecto, el palenque donde se den los más terribles combates entre los
partidarios de la civilización y del retroceso"[23]. Un Estado democrático necesita contar con ciudadanos
ilustrados y predispuestos de alguna manera para criticar o demoler el
dogmatismo y el oscurantismo. La verdad es la idea regulativa de la democracia,
la que la debe orientar para que la democracia no quiebre y de lugar a otra
forma política que, necesariamente, será peor, y por tanto indeseable. Las
ciencias ayudan a conocer diversas parcelas de la realidad y, en cierta manera,
ya son críticas y enseñan a pensar, pero no pueden rebasar ciertos supuestos,
ni pensarse a sí mismas. La filosofía es más radical al incluir como necesario
trámite de su autoconstitución su autodefinición. Un Estado democrático
necesita educar a los ciudadanos en la democracia. En este sentido, la
democracia es solidaria de la filosofía. La democracia sofística no es tal,
sino demagogia que tiende a degenerar en otra forma política opresiva
necesariamente, pues los ciudadanos, al perder el sentido crítico, empiezan a
tolerar los desmanes de los gobernantes y dan cualquier cosa por buena, incluso
la demolición de las instituciones democráticas, comenzando por deteriorarse la
forma de gobierno y acabando por deteriorarse la forma de Estado,
transformándose ambas en otras bien distintas. La democracia no es el régimen
de las opiniones sino un régimen que, siendo necesariamente pluralista, no debe
acabar en el relativismo sino orientarse por la verdad y el antidogmatismo.
Tenemos que recordar la distinción platónica entre doxa/episteme. El
pensamiento filosófico está del lado de la episteme,
sirve para desenmascarar la doxa y,
en un régimen democrático, se trata de cribar las opiniones y obtener las
verdaderas y, si es posible, la episteme:
se trata de alcanzar la transparencia estructural de las ideas, que guardan
entre sí unas relaciones sistemáticas, un orden objetivo. Ahí es donde entra la
filosofía como institución social que colabora materialmente para dotar a los
entendimientos de los ciudadanos de contenidos críticos, que incluirán
necesariamente el conocimiento de la tradición filosófica europea y el
conocimiento de la situación filosófica y científica actual. Se trata de
afirmar que la filosofía debe realizar la reforma del entendimiento y enmendar
a la opinión pública de sus tendenciales y trascendentales errores, que
necesariamente siempre se producen y a los que tiende siempre. La filosofía es
correctora de tales tendencias y sirve también, entonces, para limpiar de malas
hierbas supersticiosas y oscurantistas los entendimientos del público y
contribuir así a que la falsa conciencia permanezca situada en tasas poco
elevadas estadísticamente desde un punto de vista social.
Si
un Estado suprime la Filosofía como asignatura, como institución oficial, su
política tenderá a perderse en practicismos estériles sin proyecto eutáxico a
largo plazo y en la demagogia populista[24]. Un discurso político sin ideas sería mera vacuidad, el
mejor camino para separar la política de los ciudadanos. La política necesita
de la filosofía. Una filosofía no política, es decir, no implantada
políticamente, no inmersa, no crítica, es una filosofía que se gana el
desprestigio y no es ésta una posición teórica correcta, puesto que, en última
instancia, lleva la filosofía a la desintegración. Ni un Estado democrático de
derecho puede prescindir de la Filosofía, ni la Filosofía puede desarrollarse
hoy al margen de la política ni desde una perspectiva elitista, aristocrática.
Sólo con libertades públicas puede la filosofía desarrollarse plenamente,
puesto que la filosofía es crítica y la crítica, aunque ha de ejercerse con
criterios, necesita no tener cortapisas. Respecto de la Educación, hoy, sin una
enseñanza estatal, pública, languidecería y se extinguiría. Un Estado sin
enseñanza pública, por otro lado, es hoy inviable por la necesidad que hay de
formar a los diversos profesionales de la sociedad civil. Tal Estado sería
inviable. La Filosofía se manifiesta como incapaz de existir al margen de la
educación. Es imposible y absurda la hipótesis del filósofo autodidacto tal
como la enuncia Abentofail, como bien ha señalado Bueno. Por su parte, una
educación sin filosofía es, por lo menos, irracional en la civilización
occidental. Si la filosofía desapareciera por una eventual decisión de algún
descerebrado ministro progresista de la Educación, se seguiría cultivando de
forma mundana. De todos modos, sería una catástrofe intelectual, puesto que
paralizaría provisionalmente la reflexión de segundo grado. Hoy día, la
filosofía, por la índole y la complejidad de las cuestiones y saberes de primer
grado que analiza, necesita de unas instituciones estatales que soporten tal
actividad reflexiva de segundo grado, que es a fin de cuentas la filosofía.
Necesita de un cierto gasto público. Nadie puede dedicarse a la filosofía como
aficionado, en los ratos libres, y esperar obtener con ello grandes resultados.
La eficacia en este terreno, como en los demás, se consigue sobre todo
profesionalizando la filosofía en instituciones universitarias y, en mayor
grado aun si cabe y como base y condición imprescindible de los altos estudios,
en el Bachillerato. Filosofía, Educación y Política, pues, se exigen mutua y
recíprocamente y de forma ineludible.
Pensar
es pensar contra alguien. Hablar sobre política, educación y filosofía es hacerlo
también contra alguien. Mi discurso tiene un antagonista principal, y ello
tanto en educación como en política y en filosofía de la educación: el
krausismo o progresismo que tanto daño ha hecho en España a la enseñanza
pública y a la izquierda al infiltrarse en esta última y descomponerla como
hace un carcinoma, desde dentro. De tal manera, la confrontación ideológica con
el krausismo es ineludible para construir una filosofía de la educación. Voy a
analizar someramente al más representativo ejemplar de esta flora ideológica
tan floreciente actualmente en España y ello no tanto in recto, cuanto in obliquo:
Giner de los Ríos.
El
krausismo lo fundó Sanz del Río (1814-1869) cuando en 1843/44 viajó a Alemania
a instruirse y no tuvo otra doctrina filosófica de por allí más interesante que
aprenderse y traerse a España que la doctrina de Karl Christian Friedrich
Krause (1781-1832). Se trataba de una filosofía escolástica y dogmática, muy
útil a efectos de catecismo y manual para impartir clases. A su vuelta, el
krausismo floreció en España en la universidad, en el Círculo Filosófico y en
el Ateneo. Francisco Giner de los Ríos (1839-1915), Gumersindo Azcárate
(1840-1917) y otros asumieron el ideario krausista y lo difundieron.
El
krausismo es una filosofía idealista, deísta, pequeño burguesa, cosmista y
armonista que políticamente es reformista y liberal. La debilidad de la
burguesía española orienta ésta al compromiso con el orden tradicional y al
escapismo reformista pedagógico. Para Giner de los Ríos, el fundador de la
Institución Libre de Enseñanza (1876), las formas políticas y sociales son
superfluas y no merecen atención ni intervención política. Es ilusorio pensar
que la reforma de los hombres y su mejoramiento se derivarán de la reforma de
las instituciones sociales. Es más bien al revés, hay que empezar por los
hombres mismos. Se trata de educarlos. Los krausistas depositan así todas sus
esperanzas en la educación y le confieren a la enseñanza mucho, demasiado. Se
trata de que para ellos la enseñanza es educación y formación integral de la
persona desde un punto de vista mental, afectivo, moral y físico. Como dice
Giner de los Ríos, "la educación, no la mera instrucción, ha de ser
siempre el fin de la enseñanza"[25]. El método empleado por Giner es el método intuitivo
que "exige del discípulo que piense y reflexione por sí en la medida de
sus fuerzas; que investigue, que arguya, que cuestione, que intente, que dude,
que despliegue las alas del espíritu, en fin, y se rinda a la conciencia de su
personalidad racional"[26]. El maestro no sólo ha de ser culto, sino además una
especie de taumaturgo o sacerdote laico dotado de "ese espíritu educador
que remueve, como la fe, los montes, y que lleva en sus senos, quizá cual
ningún otro, el porvenir del individuo y de la patria"[27]. Los krausistas introducen las excursiones, las
actividades extraescolares, la gimnasia, el dibujo, la tecnología, las cajas de
ahorro, ciencias sociales, etc,. Ello no deja de recordarnos a la LOGSE y a lo
que ha hecho en España el M.E.C. desde 1982, con los resultados desastrosos que
se empiezan a comprobar ya. Esta enseñanza no directiva despoja al profesor de
toda competencia intelectual sobre el alumno. El alumno ha de ser motivado a
aprender de sí mismo, pues parece que está dotado de una suerte de innatismo.
Aprender es recordar, pero recordar lo que uno tiene en su propia cabeza y, que
por tanto, no necesita recibir de ningún profesor, y entonces sobran las
órdenes del profesor. Ha de aprender a aprender o aprender a pensar. Es una
enseñanza socrática, formal. No enseña filosofía, sino a filosofar. Así
funciona ahora en todo el mundo la ideología llamada "FPN", Filosofía para niños, surgida en los
países anglosajones para extinguir la filosofía y proseguida en España y otros
países con las mismas finalidades: trivializar la filosofía siguiendo el
supuesto enteramente gratuito de que los niños pequeños saben ya mucha
filosofía por no se sabe qué razón. En España destaca en este empeño Félix
García Moriyón.
Giner
de los Ríos es un fanático de la pedagogía, a la que pomposamente denomina como
"la ciencia de la educación, una de esas grandes creaciones del espíritu
moderno"[28]. Una de las objeciones que Giner hace a la enseñanza
clásica, convencional, es que no enseña a vivir: "Se nos enseñan muchas
cosas -dice con frecuencia el joven-, menos a pensar ni a vivir"[29]. Esto se dice actualmente: el profesor debe ser un
animador sociocultural y entretener y deleitar a sus alumnos. Debe saber
motivarlos. Hay que fomentar saberes difusos y dejar a un lado los saberes
clásicos formales. Hay que jugar a enseñar o enseñar jugando, que a fin de
cuentas son uno y lo mismo. Ahí la tecnología, asignatura obligatoria, tiene la
finalidad de que el alumno le tome cariño a los tornillos y a las tuercas y se
haga obrero-masa socializado. La tecnología enseña a vivir trabajando. El latín
y el griego no enseñan a vivir, producen un distanciamiento crítico del
presente que es preciso evitar a toda costa. Unos estudios pragmáticos,
adaptados a la realidad y sin discutirla, son el mejor antídoto contra la
rebeldía.
Asimismo,
Giner critica el procedimiento tradicional de estampación de conocimientos en
el entendimiento de los alumnos, proceso éste en el que ellos son
fundamentalmente pasivos: "El procedimiento usual de estampación, que
podría decirse, y por medio del cual se lucha a brazo partido con el niño hasta
hacerle repetir mecánicamente unas cuantas nociones -más o menos inexactas-,
más parece artísticamente enderezado a anular en él la inteligencia que a
proteger su gradual evolución. Una disciplina absurda que obliga a la quietud y
al silencio, que favorece la vanidad, la envidia, la delación y la mentira, y
da frecuentes ejemplos de violencia, de ordinariez en aspiraciones, gustos y
maneras, por lo común de vergonzosa suciedad en la persona y el vestido, corona
dignamente esta obra de ignorancia. Ya después, ¿a qué hablar de personal, de
material, de locales? En todo ello, y tomadas en su conjunto, las escuelas
públicas y las privadas rivalizan desdichadamente"[30].
De
tal manera, la enseñanza se hace formal. El alumno ya lo sabe todo y sólo hay
que enseñarle formalmente a pensar, a vivir, a disponer de determinadas
destrezas, etc. La tesis de Giner es que se puede enseñar la virtud. La
enseñanza se convierte en educación. La escuela, el instituto, la universidad,
se convierten en fábricas de hombres, de personas. Se trata por ello de
"acentuar el carácter educativo en la escuela primaria, donde apenas
existe pero a cada instante brota, y llevarlo desde allí a la secundaria, a la
especial y profesional, a la superior, en suma, a todos los órdenes y
esferas"[31]. Es lo que se ha hecho con la LOGSE en España: poner en
conexión el Bachillerato más bien con la educación primaria que con la
enseñanza universitaria.
Las
clases deben perder según esta pedagogía lúdica y progresista el carácter
serio, severo, riguroso y académico de las clases magistrales y convertirse en
conversaciones o diálogos amenos y entretenidos: "hay que convertir las
lecciones en una conversación familiar, práctica y continua entre maestro y
discípulo; conversación cuyo límites variarán libremente en cada caso, según es
fácil suponer, pero que acabará con las explicaciones e interrogatorios del
método académico, como igualmente con la solemnidad de nuestros exámenes y
demás ejercicios inútiles"[32]. Se trata de convertir toda la enseñanza en una
prolongación de una escuela infantil. Tenemos que infantilizarnos e
infantilizar al público. Además, la escuela no puede ser coercitiva, por lo
menos en apariencia. Ha de ser placentera. Otra de las consecuencias nefastas
de la reforma de 1990: "en lo demás, una cátedra de Instituto, como una de
doctorado; las de Derecho Civil como las de Fisiología o las de Metafísica,
todas deben reproducir, cada cual a su modo, el tipo fundamental de una escuela
primaria bien organizada. Esto es, deben venir a ser una reunión durante
algunas horas, grata, espontánea, íntima, en que los ejercicios teóricos y
prácticos, el diálogo y la explicación, la discusión y la interrogación mutua
alternen libremente con arte racional, como otros tantos episodios nacidos de
las exigencias mismas del asunto"[33]. Esto culmina con el rechazo categórico de los
exámenes: no sirven para nada y el alumno sufre mucho. No hay que fomentar la
competitividad en la escuela, pues "La emulación, una de las formas
inferiores de la lucha animal por la existencia, desmoraliza, obliga a
desatender los fines superiores de la educación y hace imposible la diversidad
y la originalidad en ésta, imponiendo a todos un tipo único: el que ha de dar
la victoria en el concurso"[34]. Una
educación no directiva, no coactiva, una enseñanza sin coacciones es algo
utópico y falso: "La violencia que efectúa la naturaleza a la
determinación de la libertad, es superada mediante la otra violencia, mediante
la coacción pedagógica"[35]. Ocurre que la disciplina y la obediencia no son tan
malas como dicen los progresistas. Son más bien un medio imprescindible para
llegar a convertir a los alumnos en personas libres. Hay que imponer el imperio
de la razón y de la libertad sobre el mundo instintivo natural. Según Rousseau,
otro progresista muy famoso, "cuando tenga doce años, Emilio apenas sabrá
qué es un libro". Así se pronuncia Giner de los Ríos, también siguiendo
tal orientación. No conviene forzar al niño su ritmo. Frente a esto, ya Kant
afirmó que "Es de la mayor importancia que los niños aprendan a
trabajar"[36]. Por tal razón, la escuela no puede convertirlo todo en
juego, como los progresistas afirman. La escuela más bien ha de iniciar a las
nuevas generaciones en el hábito del trabajo, en la medida en que la escuela
implica una cultura no exenta de coacción. A mí esto me parece lógico. Ya no
parecen lógicos tal enunciados a muchos de mis colegas por la nefasta
influencia de la propaganda pedagógica. Es un error presentar al niño todo como
si fuera un juego. El niño tiene un cierto deseo de alcanzar la autonomía y la
libertad del adulto. Se trata entonces de concebir la enseñanza como el trabajo
duro que tiene por cometido la superación de la mera subjetividad, la vanidad y
la arbitrariedad de una subjetividad que no se ha elevado todavía hasta lo
universal y lo objetivo. Los krausistas, según Hegel, sostendrían, como lo
sostienen los reformistas actuales de la LOGSE, que el mundo del niño es como
debe ser y de tal forma no se haría la suficiente justicia a la seriedad que el
niño mismo parece estar ya exigiendo de parte del profesor. Se trata
simplemente de dejar un sitio al "dolor, a la paciencia y al trabajo de lo
negativo". Hegel, como buen platónico, pretende recuperar el sentido
filosófico profundo de la anámnesis
platónica, tal como aparece en el Menón.
Utiliza así la palabra alemana Erinnerung.
Tal palabra significa el recuerdo memorístico, pero por otro lado significa la
internalización de lo aprendido: Sich-innerlich-machen,
In-sich-gehen.
Según
Hegel, "La educación del niño consiste en que la conciencia puesta en él
como un otro que lo que es él mismo, se convierta en su propia
conciencia". Este es el sentido profundo de la anámnesis.
Según
Giner, el patriarca del progresismo del PSOE en materia de educación y
enseñanza, es menester que los adolescentes no trabajen mucho. Se hace así
necesaria "una atenuación en la intensidad del trabajo escolar, exigencia
que no basta para formar un tipo de instituciones pedagógicas diferente del de
las primarias"[37]. Entre nosotros, en fechas más recientes, una vez
Maravall presumía y se ufanaba en la TVE de que en España los niños aprendían
sin esfuerzo y que ya no hacían deberes en casa. Qué tiempos aquéllos cuando es
preciso defender con argumentos verdades evidentes.
El
acercamiento del maestro o profesor al alumno es radical: "Transformad
esas antiguas aulas; suprimid el estrado y la cátedra del maestro, barrera de
hielo que lo aísla y hace imposible toda intimidad con el discípulo; suprimid
el banco, la grada, el anfiteatro, símbolos perdurables de la uniformidad y del
tedio"[38].
La
enseñanza se convierte en asistencia social, en cura de almas. Se trata de
sustituir al sacerdote por el maestro: "Por alta que la obra del
científico sea, como en otro sentido la del sacerdote, o el artista, o el
gobernante político, no lo es menos la cura de almas -o más bien, de almas y
cuerpos- que al maestro encomendamos y de que pende en realidad, y no por obra
de charlatanes y retóricos que se ven obligados ya al menos a injertar el
tópico en sus arias tonantes o melosas, la cultura del espíritu nacional, la
purificación de su moralidad, la nobleza de sus gustos, el refinamiento de sus
costumbres, la elevación del ideal y hasta la salud material de la raza"[39]. Por tal razón, "la enseñanza ha de ser concebida
en razón de su fin como una obra destinada a preparar al hombre, no para
examinarse a fin de curso, sino para el ministerio individual y social de la
vida: cosa que es algo diferente, casi me atrevería a decir contraria"[40].
Frente
a las tesis progresistas acerca de la enseñanza, la cual absorbe a la
educación, afirmo que la enseñanza forma parte de la idea de Educación, en
cuanto que es una educación reglada, pero que no es toda la Educación ni la
monopoliza. La enseñanza transmite conocimientos, instruye. Educa, por así
decir, in obliquo, no in recto. Giner de los Ríos quiere
educar en actitudes, comportamientos. Es lo que ahora se nos dice: que tenemos
que formar gente tolerante, no racista, no machista, progresista, que ame su
barrio, pacífica, dialogante y otras majaderías al uso de los progres. Sólo
tenemos que transmitir conocimientos y de la mejor manera posible. Los
contenidos que impartimos han de estar organizados de la manera más racional y
sistemática posible. La pedagogía se arroga el título falso de
"ciencia" y engaña a la sociedad, mientras el Estado burgués del
bienestar apuesta por tal falacia con evidentes fines demagógicos y
caciquil-clientelares. La pedagogía nos promete cosas absurdas que escapan a su
alcance de forma trascendental: "Pero al arrogarse la función de
"ciencias" se hinchan, se envanecen y desvían constantemente de sus
fines sociales (acaso enseñar la mnemotecnia, y no la creatividad; acaso
enseñar el lenguaje escrito, y no la capacidad de hablar; acaso enseñar la
gimnasia y la música y no la expresividad). Pero mediante su presentación como
científicos, engañan a los poderes públicos, y a las familias, es decir, se
convierten en sofistas, prometiendo, por ejemplo, mediante el cultivo de la
libre creatividad o la expresividad corporal espontánea, la auto-realización de
la personalidad misma del individuo (cuando ya sería bastante que se atuviesen
a enseñar la flauta como Ortágoras de Tebas o la pintura como Zeuxis). Y lo que
ocurre es que, al arrogarse la función del maestro de la personalidad, no sólo
se confunden y se desorientan, sino que producen daños irreparables a sus
discípulos, sin perjuicio de lo cual, se atreven a percibir grandes sumas de dinero"[41].
Frente
a esta sofística, sólo cabe afirmar que la racionalidad de la educación reglada
ha de descansar en la propia racionalidad inmanente de los contenidos
impartidos en y de la enseñanza pública. De esa organización racional de los
materiales de la enseñanza que se imparte en cada caso es precisamente de donde
debe brotar la racionalidad del proceso educativo en la enseñanza pública. ¿Es
que acaso entonces me estoy contradiciendo al postular una enseñanza
presuntamente neutral cuando antes afirmé que no hay neutralidad axiológica que
valga? Pues no. El objetivo de la enseñanza es la instrucción pública a los
ciudadanos. Los valores los tenemos todos y están presentes en la vida social,
también en el Instituto y en el acto de instrucción o docencia, pero no son el
objeto directo de la enseñanza. La virtud no se puede enseñar. Esto lo aprendí
de Platón, del Menón y del Protágoras, así como del magnífico
prólogo que escribió Gustavo Bueno en 1980 a la traducción y edición de Julián
Velarde Lombraña de este último diálogo de Platón. Como dice allí Bueno,
"la virtud no aparecerá ya como un hábito sobreañadido al hombre (al
individuo) preexistente, como ser natural, sino como aquéllo que es
constitutivo del hombre mismo". Se
trata, como bien dice Bueno, de que hay que insertar la educación pública en
los contextos políticos y sociales, "porque la virtud ya no será tanto el
proceso por el cual el hombre previamente dado asimila las costumbres de la
ciudad, cuanto el proceso mismo por el cual el hombre se hace hombre
(universal) en el proceso mismo de la constitución de las ciudades (o
culturas)". La forma más eficaz
de inculcar valores positivos en los alumnos es no inculcándolos de forma
catequética o transversal. Me niego a ser un sustituto secularizado de los
sacerdotes, un adoctrinador, un moralizante. No es esa la función del profesor
de filosofía. De todos modos, el objetivo de la enseñanza, lo reitero una vez
más, no es fabricar buenos ciudadanos sino ciudadanos cultos y críticos. Aquí
hay que señalar que, como Platón dice, no hay tontos buenos. Es necesario
desasnar al pueblo, alejarlo de la burricie, la estulticia y la bruticie. La
filosofía es, una vez más, junto con las ciencias, el instrumento indirecto
adecuado. Puede haber hombres cultos criminales y santos, morales e inmorales,
pero los tontos son siempre, forzosamente, de acuerdo con la tesis platónica
que defiendo, inmorales. Los ciudadanos tontos pueden ser llevados al huerto
por un hitleriano hábil y astuto dotado de un hermoso bigotito cuadrangular.
Por
lo demás, ya Gustavo Bueno ha criticado el discurso pedagógico al comentar el
"Protágoras" de Platón. Su tesis es que el pedagogo no es ningún
científico, sino más bien el continuador de los sofistas y de los curas. Es en
ellos en donde hunde sus raíces tal especimen progresista. El Pedagogo se nos
presenta como científico de la educación, igual que hacía en el siglo XIX Giner
de los Ríos. Se nos dice que el pedagogo es "maestro de humanidad y de sus
virtudes más genuinas (la libertad, la formación, la creatividad, la
personalidad, la realización de la propia mismidad)"[42].
Hoy,
los pedagogos, junto con los psicólogos, son los sofistas de la posmodernidad:
"Lo que hace siglos fueron los sacerdotes son, pues, hoy, los pedagogos
científicos (y, por motivos similares, los psicoanalistas, y tantos
psicólogos)"[43].
La
pedagogía, como antes dije, no es ciencia. Gustavo Bueno se opone tajantemente "contra la pretensión de un
tratamiento global de la Educación (Skinner), de un tratamiento científico de
la formación científica de la personalidad (las virtudes de Hermes) como
"tarea integradora en la educación humana del hombre (Sucholdosky)"[44].
La
educación, por ser una idea filosófica, al tener un carácter global, es
refractaria a cualquier tratamiento científico. "Porque este tratamiento
global, el de las ciencias de la Educación, precisamente por serlo, no puede
ser científico, sino filosófico. Y es pura propaganda gremial el presentar
planes generales de educación, metodologías pedagógicas globales, como algo
"científicamente fundado": las relaciones entre las diversas ciencias
del aprendizaje, si las hay, no pueden ser científicas"[45].
Ya
Hegel criticó duramente a la pedagogía de su tiempo, sobre todo la que afirmaba
la "bondad natural del hombre". Consideraba que tales corrientes eran
banales y superficiales, tal como lo es la pedagogía que inspira la LOGSE. Como
se puede ver, mi punto de vista no es nuevo ni raro: "Tal es el banal
punto de vista de la Pedagogía de nuestro tiempo"[46].
Hay
que decir, entonces, que "Lo que quiere criticar Hegel ante todo es que se
conciba al hombre como bueno, tal como existe empíricamente, por naturaleza,
sin "la mediación de lo negativo", de forma que el desarrollo del ser
humano viniera a ser un proceso positivo, armonioso, carente de conflictos,
como mero cultivo de las buenas inclinaciones y disposiciones"[47].
Como
dice Hegel, la pedagogía puede llevarnos a considerar la posibilidad de que
exista "un pueblo culto sin metafísica". Hegel proclama, y estoy en
ello plenamente de acuerdo con él, que "el estudio de la filosofía
constituye el auténtico fundamento de toda formación teórica y práctica".
A
la filosofía le ocurre que una de las causas de su dificultad en la enseñanza
es que todo el mundo cree que es doxa,
que cualquiera puede opinar y decir lo que le plazca y que en ello consiste la
filosofía. La gente está de acuerdo en que para hablar de ciencia es menester
estudiarla; sin embargo, no sostiene lo mismo respecto a la filosofía, pues se
cree que por el mero hecho de poseer la razón cabe emitir un juicio autorizado
sobre los problemas filosóficos. De ahí el gusto ñoño y pueril de los pedagogos
reformistas al fomentar el trabajo en equipo y los "debates" para
exponer opiniones de alumnos indocumentados e ignorantes. Para Hegel, no se
trata tanto de que la filosofía descienda hasta el pueblo, sino más bien de que
éste se eleve hasta la filosofía.
Respecto
a la tan cacareada cuestión de los "contenidos mínimos", Hegel se va
a oponer repetidas veces a la práctica de la filosofía, como si fuera un
formalismo vacío y carente de contenido. Es la tesis de que hay que aprender a
filosofar antes que a ser instruido en el contenido de la filosofía. Aquí Hegel
se enfrenta a Kant. Filosofar sin contenido equivale, en palabras de Hegel, a
"viajar y siempre viajar, sin llegar a conocer las ciudades, los ríos, los
países, los hombres, etc". La filosofía puede ser enseñada y aprendida
como cualquier otra ciencia. Desde temprano se opuso a disociar aprender a
filosofar y aprender filosofía. Ya en los aforismos de Jena, ironiza Hegel
sobre la pretensión kantiana de aprender a filosofar, no filosofía. Así es la
pedagogía oficial hoy en España: vacía y formal.
A
estas alturas creo que es oportuno concluir mi alocución así como señalar las
conclusiones a las que podemos llegar desde mi perspectiva.
Conclusiones. Quiero concluir y resumir mis afirmaciones anteriores
formulando las siguientes tesis:
1.
La Educación es el proceso de constitución del hombre en ciudadano, en persona.
Sin embargo, desde un punto de vista práctico, lo que interesa de la Educación
desde el punto de vista filosófico-político es la enseñanza pública o estatal y
su organización y contenidos.
2.
Lo Político tiene que ver con el Estado, con las relaciones de poder sociales.
Tiene que ver con los asuntos del Estado y su funcionamiento.
3.
La Filosofía es una praxis reflexiva
de segundo grado que presupone otras praxis
previas, la constitución de otros saberes previos.
4.
Las tres Ideas filosóficas citadas están entrelazadas en symploké. Platón, el fundador de la filosofía académica, las enlazó
diamérica y magistralmente en la República
y en particular en el libro VI.
5.
La filosofía, si es solidaria con un tipo de Estado, lo es con un Estado
republicano, democrático y de derecho,
como forma de Estado con contenido socialista, como materia o forma de
gobierno. La filosofía materialista de implantación política lo exige así.
6.
La Educación es un proceso conflictivo y contradictorio.
7.
La enseñanza tiene que ver con la educación, pero no es toda la educación. Hay
una educación difusa y hay una educación reglada.
8.
La enseñanza ha de ser obligatoria y gratuita de los cuatro a los doce años.
Luego ha de ser voluntaria y gratuita. Hay que buscar alguna alternativa a los
que no pueden, a los que no quieren y a los que ni pueden ni quieren.
9.
La enseñanza nada tiene que ver con la moralización ni con la formación de
actitudes. Es instrucción. Es transmisión de conocimientos.
10.
La pedagogía es una falsa representación ideológica generada por la burguesía
en el siglo XVIII y que supone el comienzo de la constitución de la escuela
como espacio de encierro y de disciplina.
11.
Sólo una política de pleno empleo juvenil puede resolver los actuales problemas
de la enseñanza pública española y ello sólo es factible en el socialismo.
12.
La izquierda, como dice Gustavo Bueno, es socialismo más racionalismo, que son
las notas características constitutivas de la Izquierda. Es preferible que ese
racionalismo sea democrático y de derecho a que se exprese de otras formas.
13.
La izquierda debe abandonar las necedades progresistas, que hoy día son la
mejor cobertura ideológica de la opresión.
14.
La función de la filosofía no es tanto afirmar cuanto negar. Es un saber
crítico imprescindible para la izquierda, imprescindible para convivir
aceptablemente en un Estado democrático de derecho, imprescindible para un
socialismo medianamente aceptable, imprescindible para un bachillerato que
quiera preparar teóricamente a los ciudadanos para la discusión y para analizar
su entorno y orientar correctamente su praxis.
15.
La Filosofía no es posible que se de al margen de la Educación. Tampoco cabe
una filosofía apolítica, no partidista.
16.
La Educación no es posible en Occidente, al menos, sin filosofía.
17.
La política democrática no es posible sin ideas, sin Filosofía.
18.
La Filosofía es necesaria si quiere ser filosofía stricto sensu, que sea crítica, que tenga implantación política.
19.
La Educación sólo es posible, hoy por hoy, si es pública, gratuita, estatal y
obligatoria (esto último, claro está, dentro de unos ciertos límites).
20.
La Política no es posible al margen de la Educación. Es la Política una
educación en cierta manera no reglada y difusa. Toda política involucra necesariamente
una educación del ciudadano. El Estado democrático de derecho ha de promover la
educación de sus ciudadanos. En tal educación debe ocupar un lugar preeminente
la Filosofía.
Felipe Giménez Pérez
[1] He de
advertirles que hablar de progreso y de liberalismo es un pleonasmo así como
que a partir de ahora, "progreso" tendrá un significado peyorativo en
mi discurso. La idea de progreso tiene un sentido moral apologético de la
realidad, legitimador de la opresión. Como dice Juan Ramón Capella, "la percepción
histórica del "progresismo", de "lo moderno", es cada vez
más ideológica" (Los ciudadanos
siervos, Ed. Trotta. Madrid, 1993, pág. 32).
[2] Una prueba fehaciente de lo que afirmo es la gran
cantidad de persecuciones contra profesores que se producen en toda España.
Siempre y casi siempre hay aquí elementos de fascismo cotidiano, de
autoritarismo reaccionario por parte de "la sociedad de las familias"
o, incluso, de caciques municipales locales. Para más información, léase
"El Pasquín de Voltaire",
http://www.geocities.com/Athens/Academy/8509.
[3]
Véase, por ejemplo, “El papel de la filosofía en el conjunto del saber” (Ciencia
Nueva, 1970), “Ensayos materialistas” (Taurus, 1972) o ¿Qué es la Filosofía?
(Ed. Pentalfa 1995 y 1996).
[4] De tal forma es esto así que podríamos decir que la
verdad es científica y que cuando hablamos de verdad filosófica lo decimos por
analogía con la verdad científica, la identidad sintética entre distintos
cursos operatorios que confluyen entre sí.
[5] Tal vez por ello, pudiera muy bien decirse que no
vivimos en un Estado democrático sino en un Estado oligárguico de partidos en
el que los individuos sólo votan listas cerradas elaboradas
antidemocráticamente por los partidos. El individuo no es ciudadano, sino
súbdito. Sólo debe votar y luego dejar de preocuparse de lo político,
conceptuado peyorativamente como "la política", algo que está en
manos de profesionales, de especialistas, de "políticos".
[6] Carl Schmitt, "El concepto de lo político",
Madrid, A. Editorial, 1991. Traducción de Rafael Agapito. p. 49.
[7] G. Bueno, víd. "Primer Ensayo sobre las categorías
de las "ciencias políticas", Biblioteca Riojana, Logroño, 1991. p.
181.
[10] Esto nos lleva al "normativen Kern des
demokratischen Rechtsstaates zu Bewusstsein -symmetrische
Anerkennungsverhältnisse, die jedem gleichen Respekt sichern. Diesegegenseitige
Anerkennung darf sich nicht, wie Carl Schmitt meinte und seine Schüler (zuletzt
in der FAZ vom 22 april 1994) immer noch behaupten, auf die Angehörigen eines
homogenen, sich gegen äussere und innere Feinde behauptenden Volkes
beschränken; sie erstreckt sich nicht auf eine Nation von Volksgenossen, die
durch ethnische Herkunft, sondern auf eine Nation von Staatsbürgern, die durch
gleiche Rechte miteinander verbunden sind." Jürgen Habermas "Die
Normalität einer Berliner Republik", edition Suhrkamp, Frankfurt am Main,
1995, p. 51.
[11] Kelsen, Teoría pura del Derecho, Ed. Porrúa, México,
1993, Traducción por Roberto J. Vernengo, p. 315.
[16] Gustavo Bueno, "Gnoseología de las ciencias
humanas", 1982, "Actas del 1º Congreso de Teoría y Metodología de las
ciencias" Pentalfa, Oviedo, p.333.
[17] Antonio Gil de Zárate, "De la Instrucción pública
en España" 3 tomos, Edición de 1995, facsímil de la de Madrid de 1855
realizada por Pentalfa Ediciones, Tomo I. p. 117.
[18] Gustavo Bueno, prólogo a la traducción española del
"Protágoras" de Platón efectuada por Julián Velarde Lombraña,
Pentalfa ediciones, Oviedo, 1980, p. 36.
[19] Arsenio Ginzo, "Hegel y el problema de la
educación", introducción a la traducción española de los Escritos pedagógicos de Hegel, FCE,
1991, Madrid, p. 18.
[20] También ansiosos de subvenciones estatales. Se les puede
llamar filósofos cortesanos del régimen de partidos de 1978, encarnado como
analogado principal en el gobierno del PSOE entre 1982 y 1996.
[21] También puede decirse, por consiguiente, que son los
tres pilares socialistas de la corrupción en materia de enseñanza.
[24] Es lo que ocurre tanto con partidos liberales como
socialdemócratas. La tecnocracia competitiva capitalista tiende a suprimir la
filosofía. El relativismo axiológico, sin ideologías, su pragmátismo, hace que
estas dos fuerzas políticas o ideologías tiendan a despreciar a la filosofía y
a verla como un estorbo ideológico e institucional para la realización de sus
planes. No es de extrañar que siempre que tengan el poder traten de prescindir
de la filosofía. Capitalismo y filosofía son incompatibles de todo punto.
[25] Francisco Giner de los Ríos, "Ensayos",
"El espíritu de la Educación" Alianza Editorial, Madrid, 1969, p.
106.
[26] Francisco Giner de los Ríos, "Ensayos",
"El espíritu de la Educación" Alianza Editorial, Madrid, 1969, p.
106.
[27] Francisco Giner de los Ríos, "Ensayos",
"El espíritu de la Educación" Alianza Editorial, Madrid, 1969, p.
106.
[34] Francisco Giner de los Ríos, "Escritos sobre la
universidad española", edición de Teresa Rodríguez de Lecea, Espasa Calpe,
Madrid, 1990, p. 186.
[35] Hegel, Vorlesungen über Rechtsphilosophie 1818-1831,
Edition und Kommentar von K.H. Ilting, Stuttgart-Bad Canstatt, 1974, Bd. 4,
pág. 274.
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