martes, 5 de abril de 2016

Filosofía, política y educación


Filosofía, política y educación.
         Desarrollo de la symploké entre estas tres ideas.
 
  El que esto escribe es un profesor de filosofía de bachillerato o de secundaria o de enseñanza no universitaria, como ahora se nos denomina, curiosas caracterizaciones negativas éstas últimas de nuestro oficio docente que denotan claramente nuestra penosa situación actual por la que atravesamos en España debido al desmantelamiento liberal y progresista de la enseñanza pública[1]. Asimismo semejante terminología negativa para definir el status del profesorado de bachillerato denota el descenso en la estima del prestigio social de una profesión que antes estaba mejor considerada socialmente[2].
                Empezaré mi discurso tratando de la filosofía y trataré de relacionar las tres ideas arriba citadas en el título de la presente ponencia: Filosofía, Política y Educación, y de establecer asimismo una symploké trimembre, triangular entre las tres, si ello es posible, así como de establecer la relación entre el concepto de enseñanza y la idea de la educación que la engloba a mi juicio. Mi tesis sostendría la existencia de un lazo que une indisolublemente a tales ideas en symploké, sin reducir ninguna a las otras dos o a ninguna, manteniendo las tres de forma inconmensurable, pero a la vez íntimamente entretejidas en las otras. Digamos que cada una de las tres ideas citadas exige a las otras dos restantes.
                La filosofía tal como la ha caracterizado Gustavo Bueno en reiteradas ocasiones[3] resulta ser un saber de segundo grado, y ello hace que sea un saber que depende de otros saberes y de otras prácticas previas que presupone para poder ejercer su actividad crítica. Si la filosofía no es un saber exento a la manera de una sabiduría arcana, gnóstica, revelada a unos cuantos privilegiados, ha de ser para empezar y, entre otras cosas, un saber ético-político, de "implantación política". La filosofía en su propio ejercicio dialéctico, en el momento de ejercer su cierre no categorial, sino dialéctico, crítico o filosófico al tratar de reducir las perspectivas rivales a las coordenadas propias realiza las mismas operaciones que las que ejecuta el político al atacar a sus rivales y triturarlos desde sus propias coordenadas ideológicas más o menos correctas. Lo mismo podríamos decir del educador, cuando ha de optar por un tipo de educación o por otro. La capacidad de un sistema filosófico está en función de su capacidad reductora de las alternativas rivales. No diremos que la verdad de un sistema filosófico se demostrará de forma axiomática cuanto por las deficiencias de las alternativas realmente existentes a tal posición, pues pensar es pensar contra alguien. La verdad de la filosofía es apagógica, indirecta[4] . De la misma manera, por su parte, el político, en el ejercicio de su actividad o profesión, según sea el caso, ejercita su discurso sobre ideas filosóficas suministradas por la tradición tanto política como filosófica. Su procedimiento es típicamente dialéctico, puesto que hacer política es hacer política en contra de alguien siempre. Su actividad, al igual que la filosófica, es contradictoria, polémica. Es por ello por lo que la filosofía tiene que ver en buena medida con la política y, por cierto, muchas veces, con la lucha ideológica, con la polémica política. Todo ciudadano por ello es político. Un ciudadano no político, apolítico, es un idiota. Resultaría ser un concepto absurdo, tal como el concepto de círculo cuadrado. Sería un objeto imposible, un súbdito[5]. A la idea de educación por cierto le ocurre lo mismo que a la idea política y a la filosofía: es una actividad de segundo grado y es polémica y por tanto, su verdad es también algo que se demuestra indirecta, apagógicamente.
                La filosofía siempre está en un tris de devenir praxeología, tal como ocurre en el caso de Marx o Platón. Ello es a causa de su carácter práctico y de la tesis kantiana que sostenemos aquí como verdadera y como totalmente pertinente de la primacía de la razón práctica. Todo discurso filosófico será político de alguna manera o de otra por la razón aludida y por la tesis marxista del partidismo de la filosofía. Así pues, la filosofía tiene un vínculo interno necesario con la política. Esto ocurre sobre todo en la filosofía que Bueno denomina crítica. Abundando en el caso marxista, hay que decir que los clásicos marxistas concibieron su teoría como una toma de partido ético-política de suerte que la "neutralidad" no existe. El presuntamente neutral ocurre que ya ha tomado partido tácita e implícitamente a favor de la burguesía. Hay que advertir a este respecto, y supongo que ello será de todos sobradamente conocido, que tal toma de partido no enturbia lo más mínimo la percepción de la realidad. Se trata de adoptar el punto de partida clasista correcto, el de la clase universal, la clase que tiene razón, que representa el "interés general" a través de su propio interés individual, la clase proletaria, y en el caso de Platón, la clase de los filósofos o guardianes perfectos. La similitud entre Platón y Marx es sorprendente si analizamos el comunismo platónico y lo comparamos con el marxista. La nomenclatura de los países del socialismo real era profundamente aristocrática, igual que la clase de los guardianes filósofos platónicos. Ambas saben mucho de dialéctica y ello es lo que confiere legitimidad a su gobierno de poder irrestricto, a no ser las restricciones que la razón se impone a sí misma. Por otro lado, debido precisamente a este carácter de vocación política de la filosofía, es por lo que la filosofía tiene una vocación pedagógica, educativa, para formar al buen ciudadano. De ahí, entonces su relación doble con la Política y con la Educación.
                La política es la praxis humana que tiene que ver con el gobierno de la comunidad, del Estado. Como dice Carl Schmitt, lo político tiene que ver con la distinción entre amigo/enemigo. A la política le ocurre lo mismo que a la filosofía, que tiene vínculos internos necesarios con la filosofía. En la política rigen las normas jurídicas que son coactivas, siendo como dice Max Weber el Estado el legítimo poseedor del monopolio de la violencia necesaria para que las normas tengan validez real, se cumplan. A su vez, las normas son la cristalización de determinadas relaciones de fuerza o poder en la lucha de clases. En la política juegan un importante papel las ideologías como cemento social cohesionador del edificio social y como posibilitadoras de la eutaxia política. Por ello ahí se ve la influencia de la filosofía en la política y un hilo conector entre ambas realidades. Además, el método de la política, la polémica, es idéntico al de la filosofía: pensar es pensar contra alguien. Mandar es mandar a alguien y contra alguien. Se trata de decidir sobre el estado de excepción, la distinción amigo/enemigo, procedente de Platón, lo deja muy a las claras. La filosofía puede ejercer su reflexión tanto sobre el ejercicio de la política como sobre el Estado o el Derecho o sobre las ideologías. Es más, la filosofía puede generar praxeologías (es el caso del marxismo) o ideologías (es el caso de Locke con el liberalismo) cuyo papel en el teatro político puede llegar a ser determinante. Concluiremos así que la filosofía se relaciona estrechamente con la idea de política y que ocurre también a la inversa. En contra de la tesis marxista clásica de la insustancialidad de las formas políticas, tengo que afirmar aquí que la política tiene una cierta autonomía con respecto a la infraestructura, con respecto a los procesos de producción. La política es, entre otras cosas, también producción de consenso en torno a una situación social o estatal con la finalidad de mantener la eutaxia del sistema. Por otro lado, la filosofía no sólo es la lucha de clases en la teoría, como dijo Althusser. Es también la legitimación (la filosofía que corresponda) de un régimen social y político. No es indiferente el régimen político que se padezca. Es mejor una república democrática que una monarquía parlamentaria o constitucional, por poner un ejemplo. Incluso añadiría a este respecto que es mejor una república presidencialista que una parlamentaria.
                La educación es el proceso de constitución de un hombre como una persona humana adulta y como ciudadano de un Estado. Es una actividad de segudo grado, dependiente de la existencia de otras actividades dadas previas y es una praxis política y, en Occidente, ligada inextricablemente con la filosofía. Ocurre aquí que la educación está ligada necesariamente a la filosofía y a la política, por lo menos en Occidente y en el territorio de tradición helénica, y que lo mismo les ocurre a la filosofía y a la política con respecto a la educación.


                La Filosofía implica internamente a la política y a la educación. A la política, porque la filosofía no es un saber exento sino que exige para su propio ejercicio crítico la existencia previa de otros saberes o prácticas. Uno de esos saberes es el saber político, el saber práctico, prudencial. Además, el saber político funciona como el filosófico. Es un saber polémico, dialéctico. El afirmar algo implica afirmar algo contra alguien. La dimensión práctica de la filosofía es inexcusable. La filosofía ha surgido dentro del Estado y constituye una reflexión sobre el Estado, sobre lo político. La filosofía ha tratado desde siempre de determinar la esencia de lo político, describir lo político, analizarlo y a su vez, ha tratado de formular prudencialmente lo que debería ser lo político, ha tratado de sugerir políticas de cambio partiendo de la constatación de que había anomalías enteramente criticables desde un punto de vista filosófico. La Filosofía política tiene dos dimensiones entonces: 1. El análisis de lo real y la formulación de un diagnóstico y 2. La prescripción de recetas o de políticas de cambio o de conservación según sea el caso y la posición concreta desde la que se filosofa. Desde la política, desde el Estado, siempre se ha necesitado una legitimación del poder lo más racional posible, lo más eficaz posible. En Occidente, la filosofía ha servido para legitimar el Estado. A su vez, el Estado ha subvencionado a la filosofía crecientemente y ello ha culminado con la creación de las facultades de filosofía y con la introducción de la filosofía en la enseñanza media como asignatura obligatoria. Hoy día, sin el Estado, la Filosofía desaparecería. La Filosofía es un saber complejo que para ejercerse hoy día con garantías de éxito, necesita una ayuda estatal, necesita estar institucionalizada. El fundador de la Filosofía académica, Platón, estableció una íntima conexión necesaria entre filosofía y política. Vio claro que el Estado necesitaba de la Filosofía para ser justo y vio claro que la buena filosofía sólo se daría en un Estado justo.

                La educación está íntimamente ligada a la filosofía. No es concebible en Occidente una educación sin filosofía. Una educación sin filosofía no es racional. Una enseñanza laica, ilustrada, precisa de la filosofía necesariamente para ser una tal enseñanza laica e ilustrada. Por otro lado, sin la educación, la filosofía no existiría. Sin su presencia en las instituciones de instrucción pública, la filosofía no existiría como antes hemos dicho. Además, la Filosofía siempre ha reflexionado sobre la educación. Hay una disciplina filosófica llamada filosofía de la educación que ha dejado importantes reflexiones que están ahí para su aprovechamiento y para la crítica de las actuales disposiciones legales y administrativas acerca de la enseñanza pública en España. Por otro lado, el Estado hoy día se encarga de la enseñanza pública, de la educación en cierta manera. El Estado dicta normas legales de obligado cumplimiento y decide qué se estudia y cuánto tiempo y cómo y quiénes aprueban y quiénes suspenden. Así pues, las tres ideas están estrechamente conectadas las unas con las otras y de forma necesaria. A continuación, quisiera formular de forma somera y resumida, sinóptica, lo dicho arriba: esto es, las relaciones que cada Idea mantiene con las demás:

 

                LA Filosofía-----Con el Estado, Filosofía política, legitimación filosófica del poder estatal, políticas de cambio o de conservación. La filosofía es ella misma política y toma de partido.

------------------Con la Educación, reflexión ética y moral sobre la enseñanza pública, sobre la educación, sobre la persona, sobre los valores. Necesidad de la enseñanza de la filosofía para configurar una verdadera educación.

 

LO POLÍTICO-------Con la Filosofía, necesidad de Ideas y de legitimación para configurar la eutaxia. Subvenciones a la Filosofía académica, planes de estudio, institucionalización de la filosofía. Lucha política e ideológica, afinidad con la filosofía y con la educación en cuanto a procedimiento y método.

------------------Con la Educación. Políticas educativas, planes de estudio, normas legales. Necesidad de una educación nacional para consolidar ideológicamente el Estado nacional. Necesidad de una enseñanza pública laica y por tanto, incluyendo la filosofía en los planes de estudio para consolidar al Estado. En la educación también hay partidismo político y filosófico necesariamente.

 

LA EDUCACIÓN-------Con la Filosofía. Necesaria presencia de la filosofía en los planes de estudio para poder configurar una verdadera educación. Necesidad de pensar y repensar la educación. Análisis de la enseñanza. La educación determina a la filosofía como un saber que necesariamente ha de ser enseñado para su subsistencia. La educación como actividad, al igual que la política y la filosofía, esencialmente polémica y de segundo grado.

--------------------Con la Política. Legitimación del Estado, enseñanza de la constitución. Saberes políticos en la educación como parte imprescindible del currículo. La educación genera obediencia al Estado o rebeldía en algunos casos. Importancia de la libertad de cátedra. Colonización jurídica de la enseñanza pública. Los profesores como instrumentos del Estado para promover la pasividad moral del alumnado.

               

                La esencia de la filosofía estriba en ser un saber sustantivo acerca de las Ideas, un taller de las Ideas. Tales Ideas se derivan de las categorías de la praxis humana, con lo que resulta que la Filosofía es un saber de segundo grado que presupone la existencia previa de otros saberes. La filosofía es un saber racional y crítico. Es un saber polémico en el que la verdad se determina no de modo axiomático o directo, sino de forma indirecta, apagógica. Se escoge entre las alternativas múltiples la menos mala ex consequentiis y la que sepa englobar a las demás de forma sistemática desde la propia posición. La filosofía conduce a la impiedad según Gustavo Bueno. Según mi posición, al materialismo y al ateísmo también.

                La esencia de lo político tiene que ver con el Estado. Según Gustavo Bueno, la política no comienza con la sociedad humana. Comienza más bien in medias res como organización de sus divergencias objetivas. Es una actividad de segundo grado al igual que la filosofía. El Estado, a decir de Carl Schmitt "es el status político de un pueblo organizado en el interior de unas fronteras territoriales".[6] Gustavo Bueno, por su parte, precisa que el núcleo de la sociedad política es el ejercicio del poder que se orienta objetivamente a la eutaxia de una sociedad divergente según la diversidad de sus capas.[7] Para Carl Schmitt el asunto de la divergencia existe también y se traduce en la distinción entre el amigo y el enemigo: "Pues bien, la distinción política específica, aquella a la que pueden reconducirse todas las acciones y motivos políticos, es la distinción de amigo y enemigo".[8] Es el soberano el que decide quien es el enemigo interno o externo: "Soberano es quien decide sobre el estado de excepción". y quien le declara la guerra. Una unidad política, un Estado, siempre se opone a otra: "lo que no se puede negar razonablemente es que los pueblos se agrupan como amigos y enemigos, y que esta oposición sigue estando en vigor, y está dada como posibilidad real, para todo un pueblo que exista políticamente." [9] Aquí en este punto del pensamiento de Carl Scmitt referente a tal distinción como constitutiva de la esencia de lo político discrepa Jürgen Habermas notablemente respecto a Carl Schmitt en los siguientes puntos: 1. Rechaza la homogeneidad racial y política y 2. El reconocimiento mutuo lo es entre ciudadanos de un Estado democrático de derecho.[10] Además, a este respecto, podríamos señalar que Habermas es liberal y que discrepa tanto de G. Bueno como de Carl Schmitt e incluso de Kelsen, quien irónicamente ataca a la teoría del Estado de derecho en los términos siguientes: "Si se reconoce en el Estado un orden jurídico, todo Estado es un Estado de derecho, dado que esta expresión es pleonástica".[11] Kelsen identifica Estado y orden jurídico. Todo Estado es pues, un orden jurídico. Segun Gustavo Bueno, el Estado busca mantener un equilibrio inestable entre las clases sociales. No surge de la lucha de clases. Se podría decir más bien que él es más bien esa lucha de clases divergentes.[12] La praxis política por tal razón ha de orientarse hacia la eutaxia política. En este sentido hemos de decir que la eutaxia para Bueno se expresa fundamentalmente en la duración como criterio objetivo lo más neutro posible del grado de eutaxia de una sociedad política. Tal criterio ha sido tomado de Aristóteles. Por otra parte, según Gustavo Bueno, desde una perspectiva lógico-atributiva, lo decisivo para formar el concepto de Estado es su relación con otros Estados.[13] En Esto, Bueno coincide asombrosamente con Carl Schmitt cuando éste último precisa: "Del rasgo conceptual de lo político deriva el pluralismo en el mundo de los Estados. La unidad política presupone la posibilidad real del enemigo y con ella la existencia simultánea de otras unidades políticas. De ahí que, mientras haya sobre la tierra un Estado, habrá también otros, y no puede haber un "Estado" mundial que abarque toda la tierra y a toda la humanidad. El mundo político es un pluriverso, no un universo".[14] Como se puede advertir, la esencia de lo político es compleja. En resumen: 1. Tiene que ver con el Estado. 2. Tiene que ver con la lucha, con la polémica. 3. Es también una actividad de segundo grado, como la Filosofía.

                La esencia de la educación o bildung o paideia es la constitución de la persona humana. Esto es como decir: constitución del hombre en sujeto moral y en sujeto político, ciudadano. Esta educación puede ser o bien del hombre o bien del ciudadano. Toda educación abarca las dos perspectivas: éticas y morales. La ética depende de la moral y ha de estar supeditada a la moral. Toda enseñanza pública busca que predomine la perspectiva moral sobre la ética, aunque sin destruir esta última. La educación es el proceso de personalización del hombre que le lleva a convertirse en persona ética y en persona jurídica y política. La educación es en el fondo, todo lo que le pasa a uno desde que nace hasta que muere, puesto que todo puede influirle a uno. Por ello, es más operativo hablar de enseñanza. La enseñanza es teórica, práctica y técnica. La enseñanza, igual que la educación, es actividad de segundo grado. Se trata de enseñar, de educar sobre algo, algo a alguien y por alguien. Esto ya sea enseñanza difusa o reglada.

                Ahora bien, creo que se trataría ahora más bien de precisar el contenido normativo-ideal de las tres Ideas de las que estamos hablando, esto es, de formular propuestas para el futuro. Lo que sigue es un conjunto de propuestas partidistas polémicas que no tienen porqué coincidir con las propuestas dominantes en nuestra época y que necesariamente suscitarán discusión. A nadie le dejarán indiferentes los siguientes contenidos programáticos que propongo para su discusión y que figuran más desarrollados en las conclusiones del final de este artículo.

 

                A) La Filosofía en su ejercicio crítico, racional y reflexivo conduce según Gustavo Bueno a la asebeia o impiedad y ello de forma necesaria. Según lo que yo pienso, ello lleva al materialismo y al ateísmo también de forma necesaria. Yo sostengo la identidad entre filosofía y materialismo tal como la sostuvo Gustavo Bueno en 1972 en los "Ensayos Materialistas". La filosofía ha de ser materialista, atea, crítica e impía.

 

                B) Lo político o la Política nos conduce a pronunciarnos sobre el mejor Estado posible actualmente. El Estado ha de ser de derecho y democrático. Ha de tener forma republicana y ser presidencialista, esto es, constitucional y con plena separación de poderes. Añadiría yo que sería menester separar la jefatura del Estado de la jefatura del gobierno y que ambos cargos públicos fueran elegidos por sufragio universal mayoritario a dos vueltas. Los jueces han de ser elegidos por los ciudadanos, así como los jefes de policía y los fiscales. La institución del jurado es necesaria. Los diputados han de ser elegidos en distritos uninominales por mayoría absoluta a dos vueltas. El parlamento ha de ser unicameral. Los partidos y sindicatos no han de recibir subvenciones, así como las religiones. Un laicismo estricto es la mejor garantía de la libertad. El mercado y la propiedad privada han de estar estrictamente intervenidos, controlados y limitados.

 

                C) La Educación. Para ser operativos y prácticos, debemos hablar de la enseñanza pública o estatal. La educación se traduce en un conjunto de instituciones de instrucción pública. La enseñanza ha de ser obligatoria y gratuita de los 4 a los 12 años. Después ha de haber tres bachilleratos: Académico, Técnico y Popular. El primero y el segundo de los 12 a los 18 años y el tercero de los 12 años a los 20 años. En el bachillerato popular se utilizarán los métodos de la enseñanza comprensiva y las motivaciones lúdicas. No habrá evaluaciones ni tutorías. Todo será libre y los alumnos no se traumatizarán. En los demás bachilleratos la lucha por la vida y la competitividad serán implacables. Se cultivará el saber y la excelencia. No se permitirá el fracaso excesivo y se suprimirá toda la gran cantidad de papeles inútiles que ahora inunda la enseñanza pública.

                Desde los 12 años en adelante, la enseñanza será gratuita, aunque no obligatoria. En la Universidad los procedimientos de acceso estarán abiertos a todo el mundo siempre que supere una oposición que comprenda un amplio temario. Se suprimen carreras inútiles e hiperespecializadas. La Universidad ha de ser estatal, igual que toda la enseñanza. La enseñanza de la religión ha de quedar desterrada a las parroquias y a las sectas. Quedan suprimidas las asignaturas transversales y absurdas llamadas genéricamente "talleres" o "transición a la vida adulta" y otras chorradas progresistas. La enseñanza será partidista y directiva en todo caso, incluso en el bachillerato popular, aunque allí los alumnos no se traumatizarán excesivamente.

               

                En este punto en el que estamos, vamos a concentrar la mayor parte de nuestro esfuerzo en contemplar y analizar la relación trimembre Filosofía-Política-Educación desde el ámbito educativo, dejando para otros trabajos ulteriores el realizar tal operación desde la perspectiva de las otras ideas aquí mencionadas, sobre todo, por razones de espacio, aunque se advertirá siempre que se toman en cuenta las otras ideas. Tomaremos aquí la educación como inserción de los individuos en su medio social y cultural mediante el aprendizaje difuso o reglado[15]. Se supone aquí que una persona es un individuo racional, con forma humana, con capacidad lingüística, sujeto de derechos y deberes, y con capacidad de obrar. La educación consistirá en dotar a este individuo de una serie de conocimientos, valores, destrezas, etc. Esto se llama proceso de personalización. Este proceso es compuesto, múltiple, heterogéneo y contradictorio. Se puede decir que el aprendizaje dura toda la vida. Hay que distinguir entre enseñanza reglada y enseñanza difusa. Voy a destacar interesadamente para mi propósito expositivo un proceso de esos que constituyen la Idea filosófica de Educación. Se trata de la enseñanza pública, una educación reglada y organizada directamente por el Estado a través de su Ministerio de Educación correspondiente. Si hablamos de Educación o de ciencias de la Educación estamos hablando de algo confuso e ideológico. Lo que se llama pedagogía no es sino una praxeología beta-2. Sobre ellas trata el profesor Bueno cuando aborda el tema de la distinción entre ciencias naturales y ciencias humanas: "Salvo que la expresión "ciencias de la educación" se tome en un sentido amplísimo e insulso ("todo aquello que directa o indirectamente tiene que ver con el proceso educativo"; por lo que la Biología será una ciencia de la educación, pues los escolares respiran; pero también lo será la Aritmética, porque hay que contar los grupos, y hay que evaluar "decimológicamente") no es fácil atribuir la naturaleza de ciencias a todas esas disciplinas prácticas (pedagógicas) que ofrecen reglas, planes modelos, recetas, ensayos (llamados "experiencias", aunque no lo son en modo alguno). Estas disciplinas suelen fundarse en conceptuaciones muy superficiales, o bien, fenoménico-prácticas (tipo "niño difícil"); sus métodos son analogías con caminos seguidos por otros, pero sin posibilidad de un análisis preciso (dadas las circunstancias) y los resultados no son científicos, ni aplicación de alguna ley científica, sino puramente tentativos. Por las mismas razones, las disciplinas que pudieran llamarse "psicagógicas", como pueda serlo el Psicoanálisis, habrían de ser consideradas antes que como ciencias, como metodologías B-operatorias, praxiologías o "tecnologías psíquicas" ”.[16] Ahora sabemos que hablar de educación hoy día implica una necesaria toma de partido política y filosófica. Nos obliga a elegir polémicamente entre varias alternativas en lucha. Ello se advierte, por ejemplo, en la famosa cuestión platónica acerca de si es posible enseñar la virtud. Toma política de posición, puesto que el Estado controla la enseñanza pública y, en cierto modo, también la privada, y por tanto, la formación filosófica tanto universitaria como del bachillerato. Toma de partido filosófica porque la filosofía no puede callar ante estos problemas reales. Por esto es por lo que hay que relacionar Política y Educación, por las cuestiones de filosofía de la educación que se ven tocadas en todo discurso sobre educación o enseñanza pública así como en todo discurso político. Además, la educación no es tanto la del hombre cuanto la del ciudadano, sujeto de derechos y deberes. Es un asunto estatal de importancia y trascendencia pública, política, el cómo sea la educación de los ciudadanos y cómo se organicen la enseñanza estatal obligatoria, el bachillerato y los altos estudios. La educación es, desde el comienzo de la filosofía, un asunto político y un asunto filosófico. La enseñanza es un acto de violencia, coacción, trascendentalmente necesario, por el cual nos diferenciamos los hombres, de los chimpancés y nos convertimos en ciudadanos de un Estado. La educación es una cuestión de poder, como bien dijo ya el ilustre Antonio Gil de Zárate, el fundador del Bachillerato en España que ahora con tanto ahínco pretenden destruir los progresistas: "Porque, digámoslo de una vez, la cuestión de la enseñanza es cuestión de poder: el que enseña, domina; puesto que enseñar es formar hombres, y hombres amoldados a las miras del que los adoctrina. Entregar la enseñanza al clero, es querer que se formen hombres para el clero y no para el Estado; es trastornar los fines de la sociedad humana; es trasladar el poder de donde debe estar a quien por su misión misma tiene que ser ajeno a todo poder, a todo dominio; es en suma, hacer soberano al que no debe serlo"[17]. Ahí tenemos la filosofía platónica y su proyecto político-educativo como el más claro exponente de lo que digo, para que nadie piense que esto que aquí digo es algo fantasioso o utópico.

                Hay una ideología burguesa, una pseudociencia con mucho predicamento intelectual en el mundo académico, tanto burgués como no burgués, que se llama "pedagogía". La denomino "ideología" o falsa conciencia burguesa porque la pedagogía no ataca a las causas del conflicto social o de los problemas educativos, sino que pasa más bien de puntillas sobre ellos y trata los efectos de tal desigualdad social y de las contradicciones sociales de la sociedad burguesa. La pedagogía pues, tiende a resolver problemas y conflictos sin atacar la raíz social y económica de dichos problemas, sin rebasar los límites impuestos por la ideología burguesa. Por otro lado, según la teoría escolástica clásica del objeto formal, la pedagogía sería la ciencia de la "educación", del proceso educativo. La pedagogía debería descubrir y enunciar las leyes, sistemas y estructuras del proceso educativo y que asimismo configuran el pensamiento. Sin embargo, los que sostienen tal tesis se ven obligados de inmediato a reconocer que lo que ellos llaman "ciencia" no es más que una yuxtaposición de saberes heterogéneos tales como la historia, la sociología, la psicología, la biología, la antropología, etc., y como muy bien dice el profesor Bueno, "¿no será preciso reconocer el hecho (el factum) de que las ciencias son múltiples, heterogéneas, irreductibles (categoriales) incluso (a pesar de los esfuerzos en pro de la interdisciplinariedad) inconmensurables (la incomunicabilidad de los géneros de Aristóteles, desarrollado en la tesis platónica de la symploké)"[18]. Tal vez ocurra que más bien fuera más pertinente afirmar que la Educación no sea una categoría, sino más bien una idea filosófica en especial conexión con la idea de Política y la idea de Filosofía y que, por tanto, el tratamiento que sea menester darle a tal idea sea eminentemente filosófico y se trate de constituir una geometría de las tres ideas mencionadas. Se trata de describir el triángulo que constituyen tales ideas. Precisamente fue Platón quien analizó su symploké, su epalláxis, su entretejimiento o entrelazamiento mutuo y, yo añadiría, su conjugación trimembre, con un esquema de conexión diamérica que se muestra claramente en La República, en especial en el Libro VI, al conectar constantemente lo político (la polis, los guardianes), lo educativo (la formación de los guardianes y de los filósofos) y la filosofía (las cualidades que tiene que tener un filósofo así como la dialéctica).

                De paso añadiré que una asunción seria de la tesis del partidismo de la filosofía implica considerar de forma también partidista la educación y combatir la enseñanza neutral y avalorativa -que realmente no es avalorativa, puesto que hay unos valores concretos en tal enseñanza burguesa, al igual que ocurre de forma parecida con la presunta "Wertfreiheit" de raíz positivista por parte de Max Weber en la ciencia sociológica- así como -paradójicamente en apariencia- en la enseñanza de valores "transversales", como los llaman los progresistas para camuflar la estafa que perpetran en las aulas. La progresiva asimilación por parte del Estado social de derecho surgido después de 1945 como consecuencia de la guerra fría, de las tesis progresistas pedagógicas y su paulatina aplicación constituyen una interesada maniobra para separar del saber académico clásico y científico a las clases "peligrosas". La lucha ideológica debe ir dirigida en contra de la llamada "pedagogía" o más pomposamente de las llamadas "ciencias de la educación" que hoy día pretenden ser capaces pretenciosamente de poder enseñar la virtud in recto, refutando así presuntamente las afirmaciones hechas por Platón en el Menón y en el Protágoras donde Platón ya vislumbró la falsedad de las posiciones progresistas sofistas. También Hegel tuvo reparos para con la pedagogía de su tiempo, "Hegel ve en la Pedagogía de su tiempo el peligro de un formalismo vacío, carente de contenido, y por ello se va a sentir inducido a insistir más en los contenidos de la práctica docente que en los métodos pedagógicos en cuanto tales."[19]

                A mi juicio, de nada sirve discutir sobre Ideas abstractas si no se tocan los fenómenos o se recuperan desde alguna perspectiva filosófica. Para no pecar de abstracto excesivamente, es menester abordar la educación de forma empírica y directa. Es preciso abandonar la nebulosa ideológica que implica el confuso término "educación" y centrarnos en un término más concreto y operativo como es el término "enseñanza". Hoy, a estas alturas de la evolución de la civilización, sólo los liberales más fanáticos ponen en duda la necesidad de una enseñanza obligatoria estatal y de una enseñanza media y superior estatal. La enseñanza es así un asunto político, ideológico, donde el enfrentamiento entre tesis rivales es inevitable. Según mi parecer, la enseñanza ha de ser pública, estatal y gratuita. Pienso yo que ha de ser obligatoria sólo hasta los 12 años. Sólo ha de ser obligatoria de 4 a 12 años y, después, hay que dar libertad al alumno o buscar una institución paralela, alternativa al bachillerato que podría ser una formación profesional o algún puesto de trabajo. En este sentido propongo la institución de un bachillerato popular en el cual se estudien oficios, así como filosofía moral y política además de otros saberes científicos, pero sin poner notas ni hacer exámenes, con promoción automática para no ejercer demasiada presión sobre unos sujetos que serían incapaces de soportarla y que están en tales instituciones con la condición del sosiego, la paz y la tranquilidad. Ahí sí que valdría la metodología lúdico-progresista de Giner de los Ríos, de la cual más adelante me ocuparé en detalle. La enseñanza tiene que ver con la libertad y con la naturaleza de cada individuo y ha de desarrollar las aptitudes de cada uno de forma adecuada. La enseñanza ha de serlo en libertad y para la libertad. Ahora bien, tal libertad es la libertad de unos sujetos corpóreos operatorios y racionales que han de estar emancipados intelectualmente, y ahí entra en juego la filosofía al realizar una verdadera reforma del entendimiento social y una auténtica tarea de limpieza de adherencias míticas, religiosas, etc. Es el antídoto contra el oscurantismo. Un buen ciudadano ha de saber argumentar racionalmente su posición política e ideológica. Ahí entra en juego la enseñanza de la filosofía con sus contenidos, como disciplina teórica con implantación política y con capacidad para desarrollar la conciencia política y la reflexión ética y metacientífica del alumno. Esta enseñanza en el bachillerato es imprescindible, de tal manera que un bachillerato sin filosofía no es un bachillerato, sino lo que es el bachillerato concebido por el PSOE en la LOGSE de 1990: una sombra de bachillerato. Es un bazar-supermercado de optatividades diversas sin ninguna articulación racional ni lógica. Se trata de ofrecer asignaturas muy llamativas y de contenido vacío. Hoy día en España, gracias a la LOGSE, el bachillerato está en ruinas.

                Ahora podemos discutir más ampliamente la conexión entre política, educación y filosofía. Es el Estado el que ha de regular la situación de la enseñanza pública colocada bajo su control y, eventualmente y por qué no, también la situación de la enseñanza privada. Como dice Platón, no tiene sentido la enseñanza privada. La enseñanza, la formación del ciudadano está conectada con la filosofía y ha de ser lógicamente asunto del Estado. Según el tipo de Estado, así será la enseñanza pública y la filosofía enseñada en el Bachillerato y en las Facultades de Filosofía. El Estado puede determinar la existencia de la Filosofía en la enseñanza así como la educación impartida en los centros de enseñanza pública. Asimismo, puede decretar su desaparición pura y simple, como ha ocurrido en España recientemente al suprimir un inmenso espacio a la asignatura de filosofía en el bachillerato. Las tres Ideas (Filosofía, Política y Educación) se relacionan entre sí, pero es el Estado, lo político, la determinante de las otras dos en última instancia, y ello en mayor intensidad que lo que podría ocurrir a la inversa. Ocurre que la Filosofía necesita del Estado para subsistir: facultades, institutos, cátedras, agregadurías, becas, subvenciones. La filosofía, para funcionar socialmente con eficacia, necesita del Estado y que éste subvencione a unos profesionales dotados de talento así como del suficiente tiempo libre, de ocio, para realizar la tarea de la trituración crítica de los fenómenos dados a la conciencia de forma espontánea. La reflexión de segundo grado hoy día necesita de tiempo libre para analizar con detenimiento las configuraciones categoriales, ideológicas, políticas, sociales, religiosas y así poder proceder a la reforma del entendimiento, lo cual acabará beneficiando a los ciudadanos de un Estado democrático. Facilitará que éstos formen su juicio crítico y estén alerta y vigilantes ante las supersticiones y frente a todo aquel sujeto que pretenda poseer unos saberes suprarracionales que le han sido revelados a él por un especial don divino o diabólico. La filosofía es racionalismo, y ello excluye tales saberes sobrerracionales o tales experiencias solitarias y místicas. La filosofía, como dice Gustavo Bueno, implica la impiedad, la asebeia. A mi juicio, sería conveniente decir que implica el ateísmo.

                La asignatura de Filosofía en el Bachillerato, como muy bien dice G. Bueno en ¿Qué es la filosofía?, tuvo un papel legitimador muy importante durante el franquismo (1939-1975) y no digamos las facultades de filosofía de las universidades españolas durante la citada etapa (lo mismo ocurrió en Italia bajo el fascismo con Gentile, que introdujo la filosofía en el bachillerato y dotándola de una posición preeminente). Tal preeminencia fue consecuente con su importancia legitimadora del orden político y social. Por ello, la filosofía tenía un gran espacio en los planes de estudio. Con la reforma de 1970 de Villar Palasí se produjo un recorte de la extensión de la filosofía en el bachillerato. Los profesores franquistas de filosofía consiguieron con sus presiones que el Régimen del General Franco dejara algo para la filosofía. La reforma krausista y progresista de la enseñanza pública realizada por el PSOE en 1990 con el apoyo de IU, los "sindicatos de clase" UGT y CC.OO. -ansiosos como locos por la captación de subvenciones estatales- y de todos los "progresistas"[20], entre los que se cuentan filósofos como Savater, Victoria Camps, Aranguren, Muguerza, Quintanilla, Amelia Valcárcel, Adela Cortina, Reyes Mate, Rubert de Ventós, y otros muchos abajo firmantes de manifiestos de apoyo electoral al PSOE -un apoyo, es cierto, coyuntural, como el de la OTAN, etc,.- ha proseguido tal retroceso de la filosofía en la enseñanza con los recortes sufridos en el currículo del bachillerato y ha dejado así a la filosofía reducida a una mínima expresión. La citada reforma de los planes de estudio o de los currículos (según el nuevo lenguaje políticamente correcto), ha recortado el espacio del que disponía la filosofía en 1970 en un 75% aproximadamente. La filosofía corre el peligro de desaparecer en los estudios en España y ello tanto en el bachillerato como en la Universidad, con lo cual nos podemos representar con toda plausibilidad la progresiva extinción y el progresivo cierre de tales facultades de Filosofía en España. Las nuevas universidades carecen ya, por cierto, de facultades de filosofía, siguiendo ya el "progreso" inexorable y el destino tecnocrático de la sociedad posmoderna del fín de las ideologías.

                También en los países del socialismo real la filosofía, la ideología marxista-leninista, cobró un papel político decisivo en lo que atañe al problema de la legitimación de tales regímenes políticos y sociales.

                ¿Qué legitimación puede dar la filosofía al régimen de 1978, que no diré que es democrático, sino oligárquico? Parece que las oligarquías partidarias, vacías de ideas y contenidos programáticos, y atentas sólo al expolio de la nación española, han decidido prescindir de la filosofía haciendo así alarde de su chochez y de su crasa ignorancia. La filosofía puede servir para legitimar la oligarquía al hablar constantemente de democracia, al convertirse en ancilla democratiae intencionalmente y no denunciar la inadecuación de la realidad del régimen político con la idea de democracia, idea que puede ser considerada una idea regulativa y cuya legitimidad descansa en su validez universal y en su racionalidad. Los filósofos españoles pueden convertirse en cómplices de la oligarquía al hablar de democracia y educar para la paz y la tolerancia sin referencia a las situaciones concretas y no denunciar la no existencia de democracia. En general, el régimen de 1978 no necesita de legitimación filosófica, puesto que tanto los liberales como los socialdemócratas rechazan la filosofía de forma radical, asumiendo el discurso positivista que afirma que la filosofía no tiene sentido en una época del "fin de las ideologías".

                La filosofía no está ligada a ninguna forma de régimen político particular. Aun así, creo que la forma política adecuada para el ejercicio de la filosofía es la república democrática. Aquí debo hacer un inciso para decir que me apoyo en la distinción efectuada en el siglo XVI por Jean Bodin (1530-1596) entre forma de Estado y forma de Gobierno, y creo que es oportuno traer a colación tal distinción. La república democrática ha de ser la forma política del Estado. En cuanto a la forma de gobierno, creo que es conveniente la forma de gobierno democrática, esto es, el socialismo, siempre y cuando esté ligada a la forma de Estado republicana presidencialista y democrática, claro está.

                Diría entonces que la filosofía en España puede jugar un papel ideológico y político, en la medida en que la filosofía esté implantada políticamente, en la conversión de nuestra sociedad oligárquica en una sociedad democrática. En un Estado democrático la filosofía sí tiene sentido. La filosofía es solidaria de la democratización de España. Por eso tal vez haya quedado relegada por los oligarcas progresistas. No debe ser casualidad la conexión entre oligarquía y LOGSE y LODE y LOPEGCE, los tres pilares de la demolición -realizada con verdadera saña y odio, el odio del más intenso resentimiento- de la enseñanza pública en España[21]. Sobre este particular también se pronunció con toda claridad Antonio Gil de Zárate al afirmar: "El predominio de la teología y de la jurisprudencia, unido al odio que los partidarios del oscurantismo profesaron siempre a los adelantamientos modernos tenían envilecidos y ahogados entre nosotros los estudios filosóficos"[22]. Hay que tener además en cuenta la profunda crisis del Estado social o del Bienestar, surgido después de 1945, durante la guerra fría, para hacer frente al Socialismo Real del Este. En el día de hoy, destruido, cautivo y desarmado el Ejército Rojo, la guerra fría ha concluido. Se impone entonces proseguir la guerra fría en el interior. En esta crisis hay que señalar la progresiva involución en las garantías constitucionales y el progresivo retroceso de las libertades públicas. Vivimos, en suma, un auténtico clima de reacción antidemocrática. En el panorama de esta crisis se inscribe la reforma educativa española. Las promesas del Estado social, que lo legitimaban, al menos, de forma imaginaria, ahora devienen retóricas, irrealizables. Las leyes educativas hechas por el PSOE en el período 1982-1996 no son más que un lenguaje retórico, vacío y hueco que trata de ocultar las carencias de nuestra oligarquía política en el campo educativo. Son buenas palabras, eso es todo.

                Siendo más realistas, creo que la asignatura de filosofía debe ser obligatoria por lo menos durante los dos últimos años del bachillerato. Además, creo que en todos los años del bachillerato debe ser obligatoria la asignatura de Filosofía moral además de la asignatura de Filosofía política. Ahora bien, creo que el régimen político que ahora padece España no es favorable a tal ordenación de la enseñanza y del lugar de la asignatura de Filosofía como yo lo he descrito idealmente.

                En lo que respecta a la lucha ideológica que es la filosofía por su partidismo esencialmente constitutivo, esto es, a la conexión existente entre educación, filosofía y política, la filosofía es un campo de batalla ideológico en el que se dirime la legitimidad o racionalidad de los intereses sociales en pugna. De ahí la importancia de los estudios de filosofía en el bachillerato, pues, como bien decía Antonio Gil de Zárate, "El campo de la filosofía será siempre, en efecto, el palenque donde se den los más terribles combates entre los partidarios de la civilización y del retroceso"[23]. Un Estado democrático necesita contar con ciudadanos ilustrados y predispuestos de alguna manera para criticar o demoler el dogmatismo y el oscurantismo. La verdad es la idea regulativa de la democracia, la que la debe orientar para que la democracia no quiebre y de lugar a otra forma política que, necesariamente, será peor, y por tanto indeseable. Las ciencias ayudan a conocer diversas parcelas de la realidad y, en cierta manera, ya son críticas y enseñan a pensar, pero no pueden rebasar ciertos supuestos, ni pensarse a sí mismas. La filosofía es más radical al incluir como necesario trámite de su autoconstitución su autodefinición. Un Estado democrático necesita educar a los ciudadanos en la democracia. En este sentido, la democracia es solidaria de la filosofía. La democracia sofística no es tal, sino demagogia que tiende a degenerar en otra forma política opresiva necesariamente, pues los ciudadanos, al perder el sentido crítico, empiezan a tolerar los desmanes de los gobernantes y dan cualquier cosa por buena, incluso la demolición de las instituciones democráticas, comenzando por deteriorarse la forma de gobierno y acabando por deteriorarse la forma de Estado, transformándose ambas en otras bien distintas. La democracia no es el régimen de las opiniones sino un régimen que, siendo necesariamente pluralista, no debe acabar en el relativismo sino orientarse por la verdad y el antidogmatismo. Tenemos que recordar la distinción platónica entre doxa/episteme. El pensamiento filosófico está del lado de la episteme, sirve para desenmascarar la doxa y, en un régimen democrático, se trata de cribar las opiniones y obtener las verdaderas y, si es posible, la episteme: se trata de alcanzar la transparencia estructural de las ideas, que guardan entre sí unas relaciones sistemáticas, un orden objetivo. Ahí es donde entra la filosofía como institución social que colabora materialmente para dotar a los entendimientos de los ciudadanos de contenidos críticos, que incluirán necesariamente el conocimiento de la tradición filosófica europea y el conocimiento de la situación filosófica y científica actual. Se trata de afirmar que la filosofía debe realizar la reforma del entendimiento y enmendar a la opinión pública de sus tendenciales y trascendentales errores, que necesariamente siempre se producen y a los que tiende siempre. La filosofía es correctora de tales tendencias y sirve también, entonces, para limpiar de malas hierbas supersticiosas y oscurantistas los entendimientos del público y contribuir así a que la falsa conciencia permanezca situada en tasas poco elevadas estadísticamente desde un punto de vista social.

                Si un Estado suprime la Filosofía como asignatura, como institución oficial, su política tenderá a perderse en practicismos estériles sin proyecto eutáxico a largo plazo y en la demagogia populista[24]. Un discurso político sin ideas sería mera vacuidad, el mejor camino para separar la política de los ciudadanos. La política necesita de la filosofía. Una filosofía no política, es decir, no implantada políticamente, no inmersa, no crítica, es una filosofía que se gana el desprestigio y no es ésta una posición teórica correcta, puesto que, en última instancia, lleva la filosofía a la desintegración. Ni un Estado democrático de derecho puede prescindir de la Filosofía, ni la Filosofía puede desarrollarse hoy al margen de la política ni desde una perspectiva elitista, aristocrática. Sólo con libertades públicas puede la filosofía desarrollarse plenamente, puesto que la filosofía es crítica y la crítica, aunque ha de ejercerse con criterios, necesita no tener cortapisas. Respecto de la Educación, hoy, sin una enseñanza estatal, pública, languidecería y se extinguiría. Un Estado sin enseñanza pública, por otro lado, es hoy inviable por la necesidad que hay de formar a los diversos profesionales de la sociedad civil. Tal Estado sería inviable. La Filosofía se manifiesta como incapaz de existir al margen de la educación. Es imposible y absurda la hipótesis del filósofo autodidacto tal como la enuncia Abentofail, como bien ha señalado Bueno. Por su parte, una educación sin filosofía es, por lo menos, irracional en la civilización occidental. Si la filosofía desapareciera por una eventual decisión de algún descerebrado ministro progresista de la Educación, se seguiría cultivando de forma mundana. De todos modos, sería una catástrofe intelectual, puesto que paralizaría provisionalmente la reflexión de segundo grado. Hoy día, la filosofía, por la índole y la complejidad de las cuestiones y saberes de primer grado que analiza, necesita de unas instituciones estatales que soporten tal actividad reflexiva de segundo grado, que es a fin de cuentas la filosofía. Necesita de un cierto gasto público. Nadie puede dedicarse a la filosofía como aficionado, en los ratos libres, y esperar obtener con ello grandes resultados. La eficacia en este terreno, como en los demás, se consigue sobre todo profesionalizando la filosofía en instituciones universitarias y, en mayor grado aun si cabe y como base y condición imprescindible de los altos estudios, en el Bachillerato. Filosofía, Educación y Política, pues, se exigen mutua y recíprocamente y de forma ineludible.

                Pensar es pensar contra alguien. Hablar sobre política, educación y filosofía es hacerlo también contra alguien. Mi discurso tiene un antagonista principal, y ello tanto en educación como en política y en filosofía de la educación: el krausismo o progresismo que tanto daño ha hecho en España a la enseñanza pública y a la izquierda al infiltrarse en esta última y descomponerla como hace un carcinoma, desde dentro. De tal manera, la confrontación ideológica con el krausismo es ineludible para construir una filosofía de la educación. Voy a analizar someramente al más representativo ejemplar de esta flora ideológica tan floreciente actualmente en España y ello no tanto in recto, cuanto in obliquo: Giner de los Ríos.

                El krausismo lo fundó Sanz del Río (1814-1869) cuando en 1843/44 viajó a Alemania a instruirse y no tuvo otra doctrina filosófica de por allí más interesante que aprenderse y traerse a España que la doctrina de Karl Christian Friedrich Krause (1781-1832). Se trataba de una filosofía escolástica y dogmática, muy útil a efectos de catecismo y manual para impartir clases. A su vuelta, el krausismo floreció en España en la universidad, en el Círculo Filosófico y en el Ateneo. Francisco Giner de los Ríos (1839-1915), Gumersindo Azcárate (1840-1917) y otros asumieron el ideario krausista y lo difundieron.

                El krausismo es una filosofía idealista, deísta, pequeño burguesa, cosmista y armonista que políticamente es reformista y liberal. La debilidad de la burguesía española orienta ésta al compromiso con el orden tradicional y al escapismo reformista pedagógico. Para Giner de los Ríos, el fundador de la Institución Libre de Enseñanza (1876), las formas políticas y sociales son superfluas y no merecen atención ni intervención política. Es ilusorio pensar que la reforma de los hombres y su mejoramiento se derivarán de la reforma de las instituciones sociales. Es más bien al revés, hay que empezar por los hombres mismos. Se trata de educarlos. Los krausistas depositan así todas sus esperanzas en la educación y le confieren a la enseñanza mucho, demasiado. Se trata de que para ellos la enseñanza es educación y formación integral de la persona desde un punto de vista mental, afectivo, moral y físico. Como dice Giner de los Ríos, "la educación, no la mera instrucción, ha de ser siempre el fin de la enseñanza"[25]. El método empleado por Giner es el método intuitivo que "exige del discípulo que piense y reflexione por sí en la medida de sus fuerzas; que investigue, que arguya, que cuestione, que intente, que dude, que despliegue las alas del espíritu, en fin, y se rinda a la conciencia de su personalidad racional"[26]. El maestro no sólo ha de ser culto, sino además una especie de taumaturgo o sacerdote laico dotado de "ese espíritu educador que remueve, como la fe, los montes, y que lleva en sus senos, quizá cual ningún otro, el porvenir del individuo y de la patria"[27]. Los krausistas introducen las excursiones, las actividades extraescolares, la gimnasia, el dibujo, la tecnología, las cajas de ahorro, ciencias sociales, etc,. Ello no deja de recordarnos a la LOGSE y a lo que ha hecho en España el M.E.C. desde 1982, con los resultados desastrosos que se empiezan a comprobar ya. Esta enseñanza no directiva despoja al profesor de toda competencia intelectual sobre el alumno. El alumno ha de ser motivado a aprender de sí mismo, pues parece que está dotado de una suerte de innatismo. Aprender es recordar, pero recordar lo que uno tiene en su propia cabeza y, que por tanto, no necesita recibir de ningún profesor, y entonces sobran las órdenes del profesor. Ha de aprender a aprender o aprender a pensar. Es una enseñanza socrática, formal. No enseña filosofía, sino a filosofar. Así funciona ahora en todo el mundo la ideología llamada "FPN", Filosofía para niños, surgida en los países anglosajones para extinguir la filosofía y proseguida en España y otros países con las mismas finalidades: trivializar la filosofía siguiendo el supuesto enteramente gratuito de que los niños pequeños saben ya mucha filosofía por no se sabe qué razón. En España destaca en este empeño Félix García Moriyón.

                Giner de los Ríos es un fanático de la pedagogía, a la que pomposamente denomina como "la ciencia de la educación, una de esas grandes creaciones del espíritu moderno"[28]. Una de las objeciones que Giner hace a la enseñanza clásica, convencional, es que no enseña a vivir: "Se nos enseñan muchas cosas -dice con frecuencia el joven-, menos a pensar ni a vivir"[29]. Esto se dice actualmente: el profesor debe ser un animador sociocultural y entretener y deleitar a sus alumnos. Debe saber motivarlos. Hay que fomentar saberes difusos y dejar a un lado los saberes clásicos formales. Hay que jugar a enseñar o enseñar jugando, que a fin de cuentas son uno y lo mismo. Ahí la tecnología, asignatura obligatoria, tiene la finalidad de que el alumno le tome cariño a los tornillos y a las tuercas y se haga obrero-masa socializado. La tecnología enseña a vivir trabajando. El latín y el griego no enseñan a vivir, producen un distanciamiento crítico del presente que es preciso evitar a toda costa. Unos estudios pragmáticos, adaptados a la realidad y sin discutirla, son el mejor antídoto contra la rebeldía.

                Asimismo, Giner critica el procedimiento tradicional de estampación de conocimientos en el entendimiento de los alumnos, proceso éste en el que ellos son fundamentalmente pasivos: "El procedimiento usual de estampación, que podría decirse, y por medio del cual se lucha a brazo partido con el niño hasta hacerle repetir mecánicamente unas cuantas nociones -más o menos inexactas-, más parece artísticamente enderezado a anular en él la inteligencia que a proteger su gradual evolución. Una disciplina absurda que obliga a la quietud y al silencio, que favorece la vanidad, la envidia, la delación y la mentira, y da frecuentes ejemplos de violencia, de ordinariez en aspiraciones, gustos y maneras, por lo común de vergonzosa suciedad en la persona y el vestido, corona dignamente esta obra de ignorancia. Ya después, ¿a qué hablar de personal, de material, de locales? En todo ello, y tomadas en su conjunto, las escuelas públicas y las privadas rivalizan desdichadamente"[30].

                De tal manera, la enseñanza se hace formal. El alumno ya lo sabe todo y sólo hay que enseñarle formalmente a pensar, a vivir, a disponer de determinadas destrezas, etc. La tesis de Giner es que se puede enseñar la virtud. La enseñanza se convierte en educación. La escuela, el instituto, la universidad, se convierten en fábricas de hombres, de personas. Se trata por ello de "acentuar el carácter educativo en la escuela primaria, donde apenas existe pero a cada instante brota, y llevarlo desde allí a la secundaria, a la especial y profesional, a la superior, en suma, a todos los órdenes y esferas"[31]. Es lo que se ha hecho con la LOGSE en España: poner en conexión el Bachillerato más bien con la educación primaria que con la enseñanza universitaria.

                Las clases deben perder según esta pedagogía lúdica y progresista el carácter serio, severo, riguroso y académico de las clases magistrales y convertirse en conversaciones o diálogos amenos y entretenidos: "hay que convertir las lecciones en una conversación familiar, práctica y continua entre maestro y discípulo; conversación cuyo límites variarán libremente en cada caso, según es fácil suponer, pero que acabará con las explicaciones e interrogatorios del método académico, como igualmente con la solemnidad de nuestros exámenes y demás ejercicios inútiles"[32]. Se trata de convertir toda la enseñanza en una prolongación de una escuela infantil. Tenemos que infantilizarnos e infantilizar al público. Además, la escuela no puede ser coercitiva, por lo menos en apariencia. Ha de ser placentera. Otra de las consecuencias nefastas de la reforma de 1990: "en lo demás, una cátedra de Instituto, como una de doctorado; las de Derecho Civil como las de Fisiología o las de Metafísica, todas deben reproducir, cada cual a su modo, el tipo fundamental de una escuela primaria bien organizada. Esto es, deben venir a ser una reunión durante algunas horas, grata, espontánea, íntima, en que los ejercicios teóricos y prácticos, el diálogo y la explicación, la discusión y la interrogación mutua alternen libremente con arte racional, como otros tantos episodios nacidos de las exigencias mismas del asunto"[33]. Esto culmina con el rechazo categórico de los exámenes: no sirven para nada y el alumno sufre mucho. No hay que fomentar la competitividad en la escuela, pues "La emulación, una de las formas inferiores de la lucha animal por la existencia, desmoraliza, obliga a desatender los fines superiores de la educación y hace imposible la diversidad y la originalidad en ésta, imponiendo a todos un tipo único: el que ha de dar la victoria en el concurso"[34]. Una educación no directiva, no coactiva, una enseñanza sin coacciones es algo utópico y falso: "La violencia que efectúa la naturaleza a la determinación de la libertad, es superada mediante la otra violencia, mediante la coacción pedagógica"[35]. Ocurre que la disciplina y la obediencia no son tan malas como dicen los progresistas. Son más bien un medio imprescindible para llegar a convertir a los alumnos en personas libres. Hay que imponer el imperio de la razón y de la libertad sobre el mundo instintivo natural. Según Rousseau, otro progresista muy famoso, "cuando tenga doce años, Emilio apenas sabrá qué es un libro". Así se pronuncia Giner de los Ríos, también siguiendo tal orientación. No conviene forzar al niño su ritmo. Frente a esto, ya Kant afirmó que "Es de la mayor importancia que los niños aprendan a trabajar"[36]. Por tal razón, la escuela no puede convertirlo todo en juego, como los progresistas afirman. La escuela más bien ha de iniciar a las nuevas generaciones en el hábito del trabajo, en la medida en que la escuela implica una cultura no exenta de coacción. A mí esto me parece lógico. Ya no parecen lógicos tal enunciados a muchos de mis colegas por la nefasta influencia de la propaganda pedagógica. Es un error presentar al niño todo como si fuera un juego. El niño tiene un cierto deseo de alcanzar la autonomía y la libertad del adulto. Se trata entonces de concebir la enseñanza como el trabajo duro que tiene por cometido la superación de la mera subjetividad, la vanidad y la arbitrariedad de una subjetividad que no se ha elevado todavía hasta lo universal y lo objetivo. Los krausistas, según Hegel, sostendrían, como lo sostienen los reformistas actuales de la LOGSE, que el mundo del niño es como debe ser y de tal forma no se haría la suficiente justicia a la seriedad que el niño mismo parece estar ya exigiendo de parte del profesor. Se trata simplemente de dejar un sitio al "dolor, a la paciencia y al trabajo de lo negativo". Hegel, como buen platónico, pretende recuperar el sentido filosófico profundo de la anámnesis platónica, tal como aparece en el Menón. Utiliza así la palabra alemana Erinnerung. Tal palabra significa el recuerdo memorístico, pero por otro lado significa la internalización de lo aprendido: Sich-innerlich-machen, In-sich-gehen.

                Según Hegel, "La educación del niño consiste en que la conciencia puesta en él como un otro que lo que es él mismo, se convierta en su propia conciencia". Este es el sentido profundo de la anámnesis.

                Según Giner, el patriarca del progresismo del PSOE en materia de educación y enseñanza, es menester que los adolescentes no trabajen mucho. Se hace así necesaria "una atenuación en la intensidad del trabajo escolar, exigencia que no basta para formar un tipo de instituciones pedagógicas diferente del de las primarias"[37]. Entre nosotros, en fechas más recientes, una vez Maravall presumía y se ufanaba en la TVE de que en España los niños aprendían sin esfuerzo y que ya no hacían deberes en casa. Qué tiempos aquéllos cuando es preciso defender con argumentos verdades evidentes.

                El acercamiento del maestro o profesor al alumno es radical: "Transformad esas antiguas aulas; suprimid el estrado y la cátedra del maestro, barrera de hielo que lo aísla y hace imposible toda intimidad con el discípulo; suprimid el banco, la grada, el anfiteatro, símbolos perdurables de la uniformidad y del tedio"[38].

                La enseñanza se convierte en asistencia social, en cura de almas. Se trata de sustituir al sacerdote por el maestro: "Por alta que la obra del científico sea, como en otro sentido la del sacerdote, o el artista, o el gobernante político, no lo es menos la cura de almas -o más bien, de almas y cuerpos- que al maestro encomendamos y de que pende en realidad, y no por obra de charlatanes y retóricos que se ven obligados ya al menos a injertar el tópico en sus arias tonantes o melosas, la cultura del espíritu nacional, la purificación de su moralidad, la nobleza de sus gustos, el refinamiento de sus costumbres, la elevación del ideal y hasta la salud material de la raza"[39]. Por tal razón, "la enseñanza ha de ser concebida en razón de su fin como una obra destinada a preparar al hombre, no para examinarse a fin de curso, sino para el ministerio individual y social de la vida: cosa que es algo diferente, casi me atrevería a decir contraria"[40].

                Frente a las tesis progresistas acerca de la enseñanza, la cual absorbe a la educación, afirmo que la enseñanza forma parte de la idea de Educación, en cuanto que es una educación reglada, pero que no es toda la Educación ni la monopoliza. La enseñanza transmite conocimientos, instruye. Educa, por así decir, in obliquo, no in recto. Giner de los Ríos quiere educar en actitudes, comportamientos. Es lo que ahora se nos dice: que tenemos que formar gente tolerante, no racista, no machista, progresista, que ame su barrio, pacífica, dialogante y otras majaderías al uso de los progres. Sólo tenemos que transmitir conocimientos y de la mejor manera posible. Los contenidos que impartimos han de estar organizados de la manera más racional y sistemática posible. La pedagogía se arroga el título falso de "ciencia" y engaña a la sociedad, mientras el Estado burgués del bienestar apuesta por tal falacia con evidentes fines demagógicos y caciquil-clientelares. La pedagogía nos promete cosas absurdas que escapan a su alcance de forma trascendental: "Pero al arrogarse la función de "ciencias" se hinchan, se envanecen y desvían constantemente de sus fines sociales (acaso enseñar la mnemotecnia, y no la creatividad; acaso enseñar el lenguaje escrito, y no la capacidad de hablar; acaso enseñar la gimnasia y la música y no la expresividad). Pero mediante su presentación como científicos, engañan a los poderes públicos, y a las familias, es decir, se convierten en sofistas, prometiendo, por ejemplo, mediante el cultivo de la libre creatividad o la expresividad corporal espontánea, la auto-realización de la personalidad misma del individuo (cuando ya sería bastante que se atuviesen a enseñar la flauta como Ortágoras de Tebas o la pintura como Zeuxis). Y lo que ocurre es que, al arrogarse la función del maestro de la personalidad, no sólo se confunden y se desorientan, sino que producen daños irreparables a sus discípulos, sin perjuicio de lo cual, se atreven a percibir grandes sumas de dinero"[41].

                Frente a esta sofística, sólo cabe afirmar que la racionalidad de la educación reglada ha de descansar en la propia racionalidad inmanente de los contenidos impartidos en y de la enseñanza pública. De esa organización racional de los materiales de la enseñanza que se imparte en cada caso es precisamente de donde debe brotar la racionalidad del proceso educativo en la enseñanza pública. ¿Es que acaso entonces me estoy contradiciendo al postular una enseñanza presuntamente neutral cuando antes afirmé que no hay neutralidad axiológica que valga? Pues no. El objetivo de la enseñanza es la instrucción pública a los ciudadanos. Los valores los tenemos todos y están presentes en la vida social, también en el Instituto y en el acto de instrucción o docencia, pero no son el objeto directo de la enseñanza. La virtud no se puede enseñar. Esto lo aprendí de Platón, del Menón y del Protágoras, así como del magnífico prólogo que escribió Gustavo Bueno en 1980 a la traducción y edición de Julián Velarde Lombraña de este último diálogo de Platón. Como dice allí Bueno, "la virtud no aparecerá ya como un hábito sobreañadido al hombre (al individuo) preexistente, como ser natural, sino como aquéllo que es constitutivo del hombre mismo". Se trata, como bien dice Bueno, de que hay que insertar la educación pública en los contextos políticos y sociales, "porque la virtud ya no será tanto el proceso por el cual el hombre previamente dado asimila las costumbres de la ciudad, cuanto el proceso mismo por el cual el hombre se hace hombre (universal) en el proceso mismo de la constitución de las ciudades (o culturas)". La forma más eficaz de inculcar valores positivos en los alumnos es no inculcándolos de forma catequética o transversal. Me niego a ser un sustituto secularizado de los sacerdotes, un adoctrinador, un moralizante. No es esa la función del profesor de filosofía. De todos modos, el objetivo de la enseñanza, lo reitero una vez más, no es fabricar buenos ciudadanos sino ciudadanos cultos y críticos. Aquí hay que señalar que, como Platón dice, no hay tontos buenos. Es necesario desasnar al pueblo, alejarlo de la burricie, la estulticia y la bruticie. La filosofía es, una vez más, junto con las ciencias, el instrumento indirecto adecuado. Puede haber hombres cultos criminales y santos, morales e inmorales, pero los tontos son siempre, forzosamente, de acuerdo con la tesis platónica que defiendo, inmorales. Los ciudadanos tontos pueden ser llevados al huerto por un hitleriano hábil y astuto dotado de un hermoso bigotito cuadrangular.

                Por lo demás, ya Gustavo Bueno ha criticado el discurso pedagógico al comentar el "Protágoras" de Platón. Su tesis es que el pedagogo no es ningún científico, sino más bien el continuador de los sofistas y de los curas. Es en ellos en donde hunde sus raíces tal especimen progresista. El Pedagogo se nos presenta como científico de la educación, igual que hacía en el siglo XIX Giner de los Ríos. Se nos dice que el pedagogo es "maestro de humanidad y de sus virtudes más genuinas (la libertad, la formación, la creatividad, la personalidad, la realización de la propia mismidad)"[42].

                Hoy, los pedagogos, junto con los psicólogos, son los sofistas de la posmodernidad: "Lo que hace siglos fueron los sacerdotes son, pues, hoy, los pedagogos científicos (y, por motivos similares, los psicoanalistas, y tantos psicólogos)"[43].

                La pedagogía, como antes dije, no es ciencia. Gustavo Bueno se opone tajantemente "contra la pretensión de un tratamiento global de la Educación (Skinner), de un tratamiento científico de la formación científica de la personalidad (las virtudes de Hermes) como "tarea integradora en la educación humana del hombre (Sucholdosky)"[44].

                La educación, por ser una idea filosófica, al tener un carácter global, es refractaria a cualquier tratamiento científico. "Porque este tratamiento global, el de las ciencias de la Educación, precisamente por serlo, no puede ser científico, sino filosófico. Y es pura propaganda gremial el presentar planes generales de educación, metodologías pedagógicas globales, como algo "científicamente fundado": las relaciones entre las diversas ciencias del aprendizaje, si las hay, no pueden ser científicas"[45].

                Ya Hegel criticó duramente a la pedagogía de su tiempo, sobre todo la que afirmaba la "bondad natural del hombre". Consideraba que tales corrientes eran banales y superficiales, tal como lo es la pedagogía que inspira la LOGSE. Como se puede ver, mi punto de vista no es nuevo ni raro: "Tal es el banal punto de vista de la Pedagogía de nuestro tiempo"[46].

                Hay que decir, entonces, que "Lo que quiere criticar Hegel ante todo es que se conciba al hombre como bueno, tal como existe empíricamente, por naturaleza, sin "la mediación de lo negativo", de forma que el desarrollo del ser humano viniera a ser un proceso positivo, armonioso, carente de conflictos, como mero cultivo de las buenas inclinaciones y disposiciones"[47].

                Como dice Hegel, la pedagogía puede llevarnos a considerar la posibilidad de que exista "un pueblo culto sin metafísica". Hegel proclama, y estoy en ello plenamente de acuerdo con él, que "el estudio de la filosofía constituye el auténtico fundamento de toda formación teórica y práctica".

                A la filosofía le ocurre que una de las causas de su dificultad en la enseñanza es que todo el mundo cree que es doxa, que cualquiera puede opinar y decir lo que le plazca y que en ello consiste la filosofía. La gente está de acuerdo en que para hablar de ciencia es menester estudiarla; sin embargo, no sostiene lo mismo respecto a la filosofía, pues se cree que por el mero hecho de poseer la razón cabe emitir un juicio autorizado sobre los problemas filosóficos. De ahí el gusto ñoño y pueril de los pedagogos reformistas al fomentar el trabajo en equipo y los "debates" para exponer opiniones de alumnos indocumentados e ignorantes. Para Hegel, no se trata tanto de que la filosofía descienda hasta el pueblo, sino más bien de que éste se eleve hasta la filosofía.

                Respecto a la tan cacareada cuestión de los "contenidos mínimos", Hegel se va a oponer repetidas veces a la práctica de la filosofía, como si fuera un formalismo vacío y carente de contenido. Es la tesis de que hay que aprender a filosofar antes que a ser instruido en el contenido de la filosofía. Aquí Hegel se enfrenta a Kant. Filosofar sin contenido equivale, en palabras de Hegel, a "viajar y siempre viajar, sin llegar a conocer las ciudades, los ríos, los países, los hombres, etc". La filosofía puede ser enseñada y aprendida como cualquier otra ciencia. Desde temprano se opuso a disociar aprender a filosofar y aprender filosofía. Ya en los aforismos de Jena, ironiza Hegel sobre la pretensión kantiana de aprender a filosofar, no filosofía. Así es la pedagogía oficial hoy en España: vacía y formal.

                A estas alturas creo que es oportuno concluir mi alocución así como señalar las conclusiones a las que podemos llegar desde mi perspectiva.

                Conclusiones. Quiero concluir y resumir mis afirmaciones anteriores formulando las siguientes tesis:

                1. La Educación es el proceso de constitución del hombre en ciudadano, en persona. Sin embargo, desde un punto de vista práctico, lo que interesa de la Educación desde el punto de vista filosófico-político es la enseñanza pública o estatal y su organización y contenidos.

                2. Lo Político tiene que ver con el Estado, con las relaciones de poder sociales. Tiene que ver con los asuntos del Estado y su funcionamiento.

                3. La Filosofía es una praxis reflexiva de segundo grado que presupone otras praxis previas, la constitución de otros saberes previos.

                4. Las tres Ideas filosóficas citadas están entrelazadas en symploké. Platón, el fundador de la filosofía académica, las enlazó diamérica y magistralmente en la República y en particular en el libro VI.

                5. La filosofía, si es solidaria con un tipo de Estado, lo es con un Estado republicano, democrático  y de derecho, como forma de Estado con contenido socialista, como materia o forma de gobierno. La filosofía materialista de implantación política lo exige así.

                6. La Educación es un proceso conflictivo y contradictorio.

                7. La enseñanza tiene que ver con la educación, pero no es toda la educación. Hay una educación difusa y hay una educación reglada.

                8. La enseñanza ha de ser obligatoria y gratuita de los cuatro a los doce años. Luego ha de ser voluntaria y gratuita. Hay que buscar alguna alternativa a los que no pueden, a los que no quieren y a los que ni pueden ni quieren.

                9. La enseñanza nada tiene que ver con la moralización ni con la formación de actitudes. Es instrucción. Es transmisión de conocimientos.

                10. La pedagogía es una falsa representación ideológica generada por la burguesía en el siglo XVIII y que supone el comienzo de la constitución de la escuela como espacio de encierro y de disciplina.

                11. Sólo una política de pleno empleo juvenil puede resolver los actuales problemas de la enseñanza pública española y ello sólo es factible en el socialismo.

                12. La izquierda, como dice Gustavo Bueno, es socialismo más racionalismo, que son las notas características constitutivas de la Izquierda. Es preferible que ese racionalismo sea democrático y de derecho a que se exprese de otras formas.

                13. La izquierda debe abandonar las necedades progresistas, que hoy día son la mejor cobertura ideológica de la opresión.

                14. La función de la filosofía no es tanto afirmar cuanto negar. Es un saber crítico imprescindible para la izquierda, imprescindible para convivir aceptablemente en un Estado democrático de derecho, imprescindible para un socialismo medianamente aceptable, imprescindible para un bachillerato que quiera preparar teóricamente a los ciudadanos para la discusión y para analizar su entorno y orientar correctamente su praxis.

                15. La Filosofía no es posible que se de al margen de la Educación. Tampoco cabe una filosofía apolítica, no partidista.

                16. La Educación no es posible en Occidente, al menos, sin filosofía.

                17. La política democrática no es posible sin ideas, sin Filosofía.

                18. La Filosofía es necesaria si quiere ser filosofía stricto sensu, que sea crítica, que tenga implantación política.

                19. La Educación sólo es posible, hoy por hoy, si es pública, gratuita, estatal y obligatoria (esto último, claro está, dentro de unos ciertos límites).

                20. La Política no es posible al margen de la Educación. Es la Política una educación en cierta manera no reglada y difusa. Toda política involucra necesariamente una educación del ciudadano. El Estado democrático de derecho ha de promover la educación de sus ciudadanos. En tal educación debe ocupar un lugar preeminente la Filosofía.

 

Felipe Giménez Pérez



   [1] He de advertirles que hablar de progreso y de liberalismo es un pleonasmo así como que a partir de ahora, "progreso" tendrá un significado peyorativo en mi discurso. La idea de progreso tiene un sentido moral apologético de la realidad, legitimador de la opresión. Como dice Juan Ramón Capella, "la percepción histórica del "progresismo", de "lo moderno", es cada vez más ideológica" (Los ciudadanos siervos, Ed. Trotta. Madrid, 1993, pág. 32).
    [2] Una prueba fehaciente de lo que afirmo es la gran cantidad de persecuciones contra profesores que se producen en toda España. Siempre y casi siempre hay aquí elementos de fascismo cotidiano, de autoritarismo reaccionario por parte de "la sociedad de las familias" o, incluso, de caciques municipales locales. Para más información, léase "El Pasquín de Voltaire", http://www.geocities.com/Athens/Academy/8509.
[3] Véase, por ejemplo, “El papel de la filosofía en el conjunto del saber” (Ciencia Nueva, 1970), “Ensayos materialistas” (Taurus, 1972) o ¿Qué es la Filosofía? (Ed. Pentalfa 1995 y 1996).
[4] De tal forma es esto así que podríamos decir que la verdad es científica y que cuando hablamos de verdad filosófica lo decimos por analogía con la verdad científica, la identidad sintética entre distintos cursos operatorios que confluyen entre sí.
[5] Tal vez por ello, pudiera muy bien decirse que no vivimos en un Estado democrático sino en un Estado oligárguico de partidos en el que los individuos sólo votan listas cerradas elaboradas antidemocráticamente por los partidos. El individuo no es ciudadano, sino súbdito. Sólo debe votar y luego dejar de preocuparse de lo político, conceptuado peyorativamente como "la política", algo que está en manos de profesionales, de especialistas, de "políticos".
[6] Carl Schmitt, "El concepto de lo político", Madrid, A. Editorial, 1991. Traducción de Rafael Agapito. p. 49.
[7] G. Bueno, víd. "Primer Ensayo sobre las categorías de las "ciencias políticas", Biblioteca Riojana, Logroño, 1991. p. 181.
[8] Carl Schmitt. op. cit. p. 56.
[9] Carl Schmitt, op. cit. p. 58.
[10] Esto nos lleva al "normativen Kern des demokratischen Rechtsstaates zu Bewusstsein -symmetrische Anerkennungsverhältnisse, die jedem gleichen Respekt sichern. Diesegegenseitige Anerkennung darf sich nicht, wie Carl Schmitt meinte und seine Schüler (zuletzt in der FAZ vom 22 april 1994) immer noch behaupten, auf die Angehörigen eines homogenen, sich gegen äussere und innere Feinde behauptenden Volkes beschränken; sie erstreckt sich nicht auf eine Nation von Volksgenossen, die durch ethnische Herkunft, sondern auf eine Nation von Staatsbürgern, die durch gleiche Rechte miteinander verbunden sind." Jürgen Habermas "Die Normalität einer Berliner Republik", edition Suhrkamp, Frankfurt am Main, 1995, p. 51.
[11] Kelsen, Teoría pura del Derecho, Ed. Porrúa, México, 1993, Traducción por Roberto J. Vernengo, p. 315.
[12] G. Bueno, op. cit. p. 170.
[13] víd. op. cit. p. 243.
[14] Carl Schmitt, op. cit. p. 82.
[15] Gustavo Bueno El Papel de la Filosofía, Ciencia Nueva, Madrid, 1970.
[16] Gustavo Bueno, "Gnoseología de las ciencias humanas", 1982, "Actas del 1º Congreso de Teoría y Metodología de las ciencias" Pentalfa, Oviedo, p.333.
[17] Antonio Gil de Zárate, "De la Instrucción pública en España" 3 tomos, Edición de 1995, facsímil de la de Madrid de 1855 realizada por Pentalfa Ediciones, Tomo I. p. 117.
[18] Gustavo Bueno, prólogo a la traducción española del "Protágoras" de Platón efectuada por Julián Velarde Lombraña, Pentalfa ediciones, Oviedo, 1980, p. 36.
[19] Arsenio Ginzo, "Hegel y el problema de la educación", introducción a la traducción española de los Escritos pedagógicos de Hegel, FCE, 1991, Madrid, p. 18.
[20] También ansiosos de subvenciones estatales. Se les puede llamar filósofos cortesanos del régimen de partidos de 1978, encarnado como analogado principal en el gobierno del PSOE entre 1982 y 1996.
[21] También puede decirse, por consiguiente, que son los tres pilares socialistas de la corrupción en materia de enseñanza.
[22] Antonio Gil de Zárate, op. cit. I, p. 93.
[23] Antonio Gil de Zárate, op. cit. I, p. 94.
[24] Es lo que ocurre tanto con partidos liberales como socialdemócratas. La tecnocracia competitiva capitalista tiende a suprimir la filosofía. El relativismo axiológico, sin ideologías, su pragmátismo, hace que estas dos fuerzas políticas o ideologías tiendan a despreciar a la filosofía y a verla como un estorbo ideológico e institucional para la realización de sus planes. No es de extrañar que siempre que tengan el poder traten de prescindir de la filosofía. Capitalismo y filosofía son incompatibles de todo punto.
[25] Francisco Giner de los Ríos, "Ensayos", "El espíritu de la Educación" Alianza Editorial, Madrid, 1969, p. 106.
[26] Francisco Giner de los Ríos, "Ensayos", "El espíritu de la Educación" Alianza Editorial, Madrid, 1969, p. 106.
[27] Francisco Giner de los Ríos, "Ensayos", "El espíritu de la Educación" Alianza Editorial, Madrid, 1969, p. 106.
[28] F. Giner de los Ríos "Instrucción y educación" en "Ensayos" , op. cit. p. 85
[29] F. Giner de los Ríos "Instrucción y educación" en "Ensayos" , op. cit. p. 86
[30] F. Giner de los Ríos "Instrucción y educación" en "Ensayos" , op. cit. p. 88.
[31] F. Giner de los Ríos "Instrucción y educación" en "Ensayos" , op. cit. p. 88.
[32] F. Giner de los Ríos "Instrucción y educación" en "Ensayos" , op. cit. p. 93
[33] F. Giner de los Ríos "Instrucción y educación" en "Ensayos" , op. cit. pp 93-94
[34] Francisco Giner de los Ríos, "Escritos sobre la universidad española", edición de Teresa Rodríguez de Lecea, Espasa Calpe, Madrid, 1990, p. 186.
[35] Hegel, Vorlesungen über Rechtsphilosophie 1818-1831, Edition und Kommentar von K.H. Ilting, Stuttgart-Bad Canstatt, 1974, Bd. 4, pág. 274.
[36] Kant, Werke, Suhrkamp, Bd. XII, pág. 730.
[37] op. cit. p. 97.
[38] op. cit. p. 107
[39] op. cit. p. 126
    [40] op. cit. p. 153.
    [41] G. Bueno, 1980, op. cit. pp. 83-84.
    [42] G. Bueno, 1980, op. cit. p. 82.
    [43] G. Bueno, 1980, op. cit. p. 83.
    [44] G. Bueno, op. cit. ibídem.
    [45] G. Bueno, op. cit. ibídem.
    [46] Hegel, Vorlesungen über die Philosophie der Religion, II, ii, pág. 103.
    [47] Arsenio Ginzo, op. cit. p. 37.

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