martes, 5 de abril de 2016

La justicia en la polis. La filosofía política de Platón


La Justicia en la polis como objetivo de la filosofía de Platón.


El presente escrito trata de investigar y exponer el contenido y los fundamentos filosóficos del pensamiento político de Platón,  quiero decir que en lo que a continuación sigue describiré la forma y contenido de la filosofía política del fundador de la filosofía académica occidental y ello tanto por la relevancia de su pensamiento tomado en sí mismo como  por la influencia posterior que Platón ha ejercido sobre la teorización política occidental. Es cierto que los tiempos turbulentos y de crisis política son fecundos para la reflexión intelectual. Platón es un ejemplo señero de tal afirmación.[1] Por lo demás, filosofía política y filosofía académica vienen a ser lo mismo en cuanto a la finalidad del filosofar. Quiero decir que toda filosofía si es verdadera filosofía debe ser filosofía política. La razón práctica tiene primacía sobre la razón teórica y ello desde Platón. Hay que constatar una observación muy simple a este respecto, a saber que suelen coincidir los autores de una historia de la filosofía política con los autores de una historia de la filosofía. Por si esto fuera poco, añadamos que la filosofía y la política guardan una estrecha analogía entre sí amén de una profunda relación entre ellas. La filosofía o es saber político o no es verdadera filosofía y la política tiene que tener alguna relación con las Ideas de la Filosofía o si no, es mero practicismo político y sin ningún horizonte serio. La política de Estado tendente a conservar y mantener la eutaxia es política filosófica en última instancia, pues en ella se ventila el alcance y validez y relación entre ciertas Ideas filosóficas.

1.  Introducción a la filosofía política de Platón (-427- -347).


Según  Platón,  “es muy difícil conducir rectamente los asuntos políticos” y “todas las ciudades sin excepción están mal gobernadas en la actualidad”.[2] La filosofía política [3] platónica es una reflexión crítica sobre su presente -que él considera corrompido-  y sobre el Estado justo -la solución que él proyecta y presenta como alternativa- ideal. La filosofía política de Platón es el objetivo último de su actividad teórica. Los dos diálogos más extensos de Platón son “República” y “Leyes” y su objeto es lo político. Como dice acertadamente Friedländer, Platón buscaba el verdadero Estado y en la búsqueda del verdadero Estado encontró el reino de las Ideas.[4] La teoría de las Ideas es un momento fundamental en la constitución del Estado.

El objetivo de sus diálogos filosófico-políticos es constituir una ciencia política para unir así el saber con el poder. Sólo así la política es política verdadera amén de verdadera política. Sólo así además, a decir de Platón es la Filosofía verdadera filosofía así como filosofía verdadera. Éste es el sueño platónico: que la política sea ciencia y que su ejercicio se reserve a unos científicos políticos en los que el saber, la virtud, el poder y la felicidad estén unidos estrechamente y de forma indisoluble. Platón estaba firmemente persuadido de que conseguir la eutaxia política de la sociedad política es un saber científico o al menos debe llegar a serlo. Quien sabe distinguir entre el bien y el mal sabe cuál es la razón de Estado. Si no ocurre así, el político es un sofista, un demagogo, un mal político. Sólo el filósofo, teniendo en cuenta la concepción platónica de la filosofía, será el dirigente político adecuado: “No cesarán los males de la humanidad hasta que la clase de los que son recta y verdaderamente filósofos tenga acceso al poder político, o bien los que gobiernan en los Estados lleguen, por algún favor divino, a ser auténticos filósofos.”[5] Por cierto, que es menester señalar aquí que Platón puede ser considerado con propiedad como el fundador de la filosofía académica occidental. Podemos decir en términos filosófico políticos materialistas que la reflexión política de Platón se situaría o bien en la derecha negra o bien en la izquierda roja, caracterizadas por el predominio de la perspectiva moral sobre la perspectiva ética.[6]

Hay tres diálogos de Platón en los que se abordan específicamente los problemas filosófico-políticos: “República”, “Político” y “Leyes”, que fue el último que escribió y que quedó inconcluso. Son estos diálogos precisamente los que van a concentrar nuestra atención y análisis. La filosofía es filosofía del Estado, filosofía política. No cabe pues una filosofía apolítica.

2. "República".


Dice Platón para referirse a la Sofística, a su pedagogía, a su ideología  democrático-demagógico-populista lo siguiente: “Que cada uno de los particulares asalariados a los que esos llaman sofistas…no enseña otra cosa sino los mismos principios que el vulgo expresa en sus reuniones, y esto es a lo que llaman ciencia. Es lo mismo que si el guardián de una criatura grande y poderosa se aprendiera bien sus instintos y humores y supiera por donde hay que acercársele y por dónde tocarlo y cuándo está más fiero o más manso, y por qué causas y en qué ocasiones suele emitir tal o cual voz y cuáles son, en cambio, las que le apaciguan o irritan cuando las oye a otro; y, una vez enterado de todo ello por la experiencia de una larga familiaridad, considerase esto como una ciencia, y, habiendo compuesto una especie de sistema, se dedicara a la enseñanza ignorando qué hay realmente en esas tendencias y apetitos de hermoso o de feo, de bueno o de malo, de justo o de injusto, y emplease todos estos términos con arreglo al criterio de la gran bestia, llamando bueno a aquello con que ella goza, y malo lo que a ella molesta.”[7] Así es pues la política democrática según Platón. Ese es el comportamiento de los políticos sofistas, demagogos y retóricos. Ellos ensayan y ejercen una suerte de pedagogía de la mentira, diríamos, de objetivos mínimos para con la bestia que es el vulgo  “hoi polloi”.

Platón podría ser calificado hoy de socialista o de comunista y los sofistas a quienes ataca de relativistas y liberales. La filosofía y el comunismo o el socialismo se identifican según Platón. La filosofía sólo se puede realizar en el socialismo o en el comunismo. Para otros filósofos, como Sir Karl. R. Popper, la filosofía sólo se puede realizar en un Estado liberal. Por ello, los liberales siempre han odiado a Platón, tanto como a Marx, y han preferido frente a Platón, al conservador Aristóteles. De ahí el florecimiento actual y contemporáneo de Aristóteles como modelo ético y político en pensadores conservadores socialmente.

La  “República” pretende indagar acerca de la justicia individual, social y política[8]: “pero eso mismo de que hablamos, esto es, la justicia, ¿afirmamos que es simplemente el decir la verdad y el devolver a cada uno lo que de él se haya recibido, o estas mismas cosas se hacen unas veces con justicia y otras sin ella?”[9]. El sofista Trasímaco afirma la tesis de “que lo justo no es otra cosa que lo que conviene al más fuerte.”[10] Debido a que el gobierno de cada ciudad-Estado es el que tiene la fuerza, el monopolio de la violencia, por esta razón “así cada gobierno establece las leyes según su conveniencia: la democracia, leyes democráticas; la tiranía, tiránicas; y del mismo modo las demás. Al establecerlas, muestran los que mandan que es justo para los gobernados lo que a ellos conviene, y al que se sale de esto lo castigan como violador de las leyes y de la justicia. Tal es, mi buen amigo, lo que digo que en todas las ciudades es idénticamente justo: lo conveniente para el gobierno constituido. Y éste es, según creo, el que tiene el poder; de modo que, para todo hombre que discurre bien, lo justo es lo mismo en todas partes: la conveniencia del más fuerte.”[11] Trasímaco sostiene un positivismo jurídico: lo justo es la ley. También sostiene una suerte de positivismo moral: No existen conductas específicamente morales. Esto aboca en última instancia a un amoralismo trascendental, aquello contra lo que luchó siempre Platón y que constituía la consecuencia de la filosofía práctica sofística. Lo justo es el mandato del Estado dice Trasímaco. Platón va a sostener por el contrario dos tesis frente a Trasímaco, a saber: a) que como las decisiones del Estado son falibles puede darse una separación entre legalidad y legitimidad, entre derecho positivo y derecho natural. Los gobernantes pueden cometer errores y aprobar leyes injustas. Puede haber Estados injustos, leyes injustas, gobernantes injustos. Respuesta de Trasímaco: “ningún profesional, ni gobernante, ni sabio yerra al tiempo que es tal, aunque se diga siempre que el médico o el gobernante erró. Piensa, pues, que ésa es también mi respuesta ahora, y lo que hay con toda precisión es esto: que el gobernante, en cuanto gobernante, no yerra, y no errando establece lo mejor para sí mismo; y esto ha de ser hecho por el gobernado. Y así como dije al principio, tengo por justo el hacer lo conveniente para el más fuerte.”[12] Trasímaco recurre a una definición analítica: El Estado, por definición es justo. Si un Estado es injusto, no es Estado. Si un gobernante es injusto, entonces no es ningún gobernante. Se refugia en las definiciones, en el lenguaje, de modo que su afirmación es infalsable, tautológica. Segunda tesis de Sócrates: b) Respuesta de Sócrates: Todo arte busca el bien de su objeto. Su fin es su bien. Como la política es un arte también, buscará la perfección, el bien. Su fin es el bien común, el bien de los ciudadanos. El buen gobernante forzosamente buscará el bien de los ciudadanos, no su interés particular, no lo que le conviene a él individual y psicológicamente. “Y así, Trasímaco -dije yo-, nadie que tiene gobierno, en cuanto es gobernante, examina ni ordena lo conveniente para sí mismo, sino lo conveniente para el gobernado y sujeto a su arte, y dice cuanto dice y hace todo cuanto hace mirando a éste y a su conveniencia y ventaja.”[13] Respuesta de Trasímaco: “Y tanto has adelantado acerca de lo justo y la justicia y lo injusto y la injusticia que ignoras que la justicia y lo justo es en realidad bien ajeno, conveniencia para el poderoso y gobernante y daño propio del obediente sometido; y que la injusticia es lo contrario, y que gobierna a los que son de verdad sencillos y justos y que los gobernados realizan lo conveniente para el que es más fuerte y, sirviéndole, hacen a éste feliz, pero de ninguna manera a sí mismos.”[14] Antes había dicho que justo es lo que conviene a los fuertes, a los que gobiernan, luego, que el gobernante no yerra jamás. Ahora que lo que es justo para unos es injusto para otros. Además, concluye Trasímaco, el ser justo no es conveniente en modo alguno: “al hombre justo le va peor en todas partes que al hombre injusto.”[15] Por lo demás, el ideal moral carece de sentido, puesto que empíricamente nadie lo cumple: “porque los que censuran la injusticia no la censuran por miedo a cometerla, sino a sufrirla.”[16]  A este respecto decía Kant: “En realidad es absolutamente imposible determinar por medio de la experiencia y con absoluta certeza un solo caso en que la máxima de una acción, por lo demás conforme con el deber (pflichtmässige Handlung) haya tenido su asiento en fundamentos exclusivamente morales y por medio de la representación del deber.”[17] El que no existan empíricamente acciones realizadas por mor del deber (Handlungen aus Pflicht) no es obstáculo para poder pensar el ideal moral del deber por el deber, el cual no es derivable de la experiencia, sino de la razón pura práctica a priori y de forma universal y necesaria. En el fondo, Platón está pensando de la misma manera que Kant. Por ello hemos echado mano de Kant para leer a Platón. En contra de Trasímaco, podríamos argumentar con Kant que “Y aquí no hay nada que pueda evitarnos la caída completa de nuestra idea del deber y permitirnos conservar en el alma un respeto bien fundamentado a su ley, a no ser la clara convicción de que no importa que no haya habido nunca acciones emanadas de esas puras fuentes, pues no se trata aquí de si sucede esto o aquello, sino de que la razón, por sí misma e independientemente de todo fenómeno, ordena lo que debe suceder, y que algunas acciones, de las que el mundo quizá no ha dado todavía ningún ejemplo y hasta de cuya realizabilidad puede dudar muy mucho quien todo lo fundamenta en la experiencia, son ineludiblemente mandadas por la razón.”[18] Trasímaco no parece darle importancia a sus cambios en sus definiciones y a sus contradicciones manifiestas: “Así, Sócrates, la injusticia, si colma su medida, es algo más fuerte, más libre y más dominador que la justicia; y como dije desde el principio,  lo justo se halla ser lo conveniente para el más fuerte, y lo injusto lo que aprovecha y conviene a uno mismo.”[19] Respuesta de Sócrates: “creo yo ahora que es necesario confesemos que todo gobierno, en cuanto gobierno, no considera el bien sino de aquello que es gobernado y atendido por él, lo mismo en el gobierno público que en el privado.”[20] Asumiendo la tesis de Trasímaco de la infalibilidad del gobernante en cuanto tal gobernante, concluye Sócrates: “-Así pues, Trasímaco, resulta evidente que ningún arte ni gobierno dispone lo provechoso para sí mismo, sino que, como veníamos diciendo, lo dispone y ordena para el gobernado, mirando al bien de éste, que es el más débil, no al del más fuerte.”[21]. El hombre bueno no gobierna por provecho, sino por deber cívico. No gobierna  por ambición. Los buenos no quieren gobernar. “Porque si hubiera una ciudad formada toda ella por hombres de bien, habría probablemente lucha por no gobernar, como ahora la hay por gobernar, y entonces se haría claro que el verdadero gobernante no está en realidad para atender a su propio bien, sino al del gobernado; de modo que todo hombre inteligente elegiría antes recibir favor de otro que darse quehacer por hacerlo él a los demás.”[22]  Si esto es cierto, ya se ve entonces que los actuales políticos realmente existentes empíricamente son para Platón aparentes políticos. La política empírica le resulta a Platón una apariencia, tal vez necesaria, pero apariencia a fin de cuentas, igual que a Marx lo político le resultaba una apariencia, una superestructura derivada de algo más profundo y real: el modo de producción, la lucha de clases y la formación social concreta de que se trate en su caso.

Según Platón, todo orden social si quiere subsistir tiene que tener un mínimo de justicia. Una sociedad de gorrones es inviable. El gorrón, el delincuente tienen sentido solamente en una sociedad en la que la mayoría cumplan con su deber. Esto es un antecedente de la formulación kantiana del imperativo categórico. Una norma moral sólo es válida si es universal. La heteronomía es lo particular, lo caprichoso, lo que tiene como condición misma de su existencia justamente su particularidad. Esto es lo irracional. Lo universal es racional y lo individual es idiota, irracional. "¿crees que una ciudad o un ejército, o unos piratas, o unos ladrones, o cualquiera otra gente, sea cual sea la empresa injusta a que vayan en común, pueden llevarla a cabo haciéndose injusticia los unos a los otros?"[23] En el fondo, la injusticia introduce la discordia civil y la guerra civil haciendo peligrar la eutaxia[24] política del Estado. Todo Estado injusto no puede sobrevivir por largo tiempo. Sócrates concluye que el justo es feliz y el injusto infeliz y que, por consiguiente, "no conviene ser desgraciado, sino dichoso."[25] "jamás es la injusticia más provechosa que la justicia."[26] La injusticia de alguna manera es distáxica, suicida.

Además, como todo posee su función propia, cada cosa tiene su areté, su excelencia. Cuando algo cumple con su función propia puede ser llamado con toda propiedad bueno. Un buen cuchillo es el que corta bien. La areté de la psyché es la justicia. Entonces, el hombre justo, no el injusto, es el que vive bien y, por ello, es próspero y feliz.

A continuación, hace su aparición Glaucón manifestando serias dudas acerca de las tesis sostenidas por Sócrates anteriormente. Expone una teoría sofística más coherente y sistemática que las sostenidas por Calicles antes en el "Gorgias" y por Trasímaco en la "República". Los que son buenos es porque no tienen más remedio que ser buenos, que comportarse fenoménicamente como tales, no porque exista la bondad o la conducta moral. Toda conducta humana es egoísta, egoísta refinada tal vez o mejor dicho, una conducta instrumental, estratégica al servicio de intereses singulares y particulares. No existe la conducta moral. No existen hechos morales, sino valoraciones morales de hechos como diría Nietzsche. Se afirma el positivismo moral de esta manera tal y como lo sostenía la sofística: la moralidad carece de todo fundamento trascendental específico. Hay que darse  "cuenta de cómo los buenos lo son contra su voluntad, porque no pueden ser malos"[27] Los hombres, en ausencia de coacciones sociales o jurídicas, al no tener sentimientos morales, se comportarían como lobos, tal y como los describirá Hobbes en el "Leviatán". Esto es lo que se quiere decir con el relato del lidio Giges. No existe la conciencia ética. Sólo existen coacciones sociales o legales que crean la artificialidad de la conducta justa. Esta tesis sofística desemboca en el amoralismo trascendental: la moral como es un hecho social, no existe objetivamente. El superhombre estará más allá del bien y del mal (Nietzsche). Por lo demás, añade Glaucón, será más feliz el injusto que el justo, pues en este mundo todo es apariencia. No importa ser, sino parecer. No hay que querer por tanto ser justo cuanto que parecerlo. Se trata de que tanto Adimanto como Glaucón le están pidiendo a Sócrates que demuestre que la justicia es un bien en sí, tanto por sí misma como por sus consecuencias[28]. Debe explicar entonces, con sus propias palabras, “qué son la justicia y la injusticia y cuáles son los efectos que cada una de ellas puede causar en sí y por sí mediante su presencia en el alma”[29]. “No hay que tener en cuenta la reputación externa, las recompensas o los castigos, de manera que partimos del supuesto de que ni los dioses ni los hombres se enteran de la valía del hombre justo ni perciben la maldad del injusto. Dejemos que el injusto prospere y sea respetado y que al justo (como sucedería muy probablemente) se le malinterprete, humille, torture y asesine”[30]

Ante este problema planteado por Glaucón y por su hermano Adimanto, Sócrates va a emplear otra metodología, lo que equivale a la enunciación o más bien a la ejercitación de un primer principio constitutivo de la filosofía política platónica: es la metodología del isomorfismo entre individuo, sociedad y Estado. La estructura del individuo es la misma que la del Estado[31]. La estructura del individuo es isomórfica respecto a la estructura política. Por lo demás, hay que señalar que los griegos no distinguían entre Estado y sociedad civil ni entre ética y política. Como el Estado es un organismo mayor, en él sus partes o elementos formales son más fáciles de vislumbrar que en el individuo, algo más reducido de tamaño ontológicamente. El todo es anterior a las partes. Analizando la justicia en el Estado, sabremos en qué consiste la justicia como virtud individual. "lo mejor es seguir en esta indagación el método de aquel que, no gozando de muy buena vista, recibe orden de leer desde lejos unas letras pequeñas y se da cuenta entonces de que en algún otro lugar están reproducidas las mismas letras en tamaño mayor y sobre fondo mayor también. Este hombre consideraría una feliz circunstancia, creo yo, la que le permitía leer primero estas últimas y comprobar luego si las más pequeñas eran realmente las mismas."[32] Se trata entonces de reconstruir en qué consiste una ciudad y por tanto, de establecer cuáles son sus partes formales para descubrir en qué consiste la justicia estatal. Esta es una reconstrucción ideal. Platón adopta así el método genético-geométrico para establecer qué cosa sea el Estado. La esencia del Estado se descubrirá analizando cómo surge, su origen y génesis.[33]

El origen del Estado no es otro que las necesidades humanas materiales y económicas. El punto de vista de Platón no difiere en esto en nada del punto de vista del materialismo histórico de Marx. "la ciudad nace, en mi opinión, por darse la circunstancia de que ninguno de nosotros se basta a sí mismo, sino que necesita de muchas cosas."[34] No se menciona la sociabilidad natural para explicar el hecho de la existencia de la sociedad natural prepolítica. Esto se parece a la teoría desarrollada por Protágoras en el diálogo platónico del mismo nombre, aunque Protágoras atribuye la vida en común a la necesidad de protegerse de las bestias salvajes, dado que las necesidades básicas se han asegurado con anterioridad.[35] La sociedad es una asociación de diversos hombres, cada uno de los cuales se especializa por una suerte de división técnica y social del trabajo, en una función económica o social.  Entonces, según esto,  cada miembro de la sociedad debe realizar una sola función para conseguirse así una mayor eficiencia. Cada hombre es diferente de los demás como individuo que es y por ello cada cual deberá dedicarse a aquello para lo cual es más apto y ello según su naturaleza: "me doy cuenta de que, por de pronto, no hay dos personas exactamente iguales por naturaleza, sino que en todas hay diferencias innatas que hacen apta a cada una para una ocupación."[36] Entonces,  hay un innatismo de las facultades humanas y hay un principio de especialización exclusiva de cada uno en una sola función social. Este segundo principio de especialización funcional no representado por el propio Platón, pero sí ejercitado efectivamente por él en la “República” presupone que tal especialización será notablemente útil y eficaz para la sociedad. "Por consiguiente, cuando más, mejor y más fácilmente se produce es cuando cada persona realiza un solo trabajo de acuerdo con sus aptitudes, en el momento oportuno y sin ocuparse de nada más que de él."[37] Particularmente interesante resulta que Platón no menciona la existencia de la esclavitud. Los trabajadores son los asalariados, "cuya cooperación no resulta ciertamente muy estimable en lo que toca a la inteligencia, pero que gozan de suficiente fuerza física para realizar trabajos penosos. Venden, pues, el empleo de su fuerza y, como llaman salario al precio que se les paga, reciben, según creo, el nombre de asalariados."[38] Según Platón, "Estos asalariados son pues, una especie de complemento de la ciudad,"[39].

Esta sociedad resultante inicialmente sería la sociedad natural. No es todavía la sociedad política, el Estado. Esta sociedad le parece a Glaucón más bien más propia de cerdos que de hombres, pues la sociedad humana es más compleja realmente. Hay necesidades humanas más complejas que las meras necesidades básicas de sustento, vestido y refugio. La injusticia no surgirá en la sociedad simple, natural diseñada más arriba por Sócrates. Hay que pasar de lo biológico, natural, cultural a lo político y moral, que es lo que nos interesa para saber qué es la justicia, concepto esencialmente ético-político. La realidad efectiva es que los Estados y las sociedades son más complejas y ahí sí que pueden surgir las injusticias. La civilización crea necesidades continuamente y ello va a contribuir a complicar la ciudad diseñada por Sócrates en principio para satisfacer las necesidades humanas más elementales. Esta sociedad compleja requerirá una ampliación territorial en detrimento de otras. Una sociedad estatal se delimita con respecto a otras. Ahí surge entonces la guerra, en la delimitación de un Estado con otro.  La causa de la guerra es el deseo de posesiones materiales ilimitadas, el mismo que está en la base de la mayoría de los males que acontecen en las ciudades, en los individuos y en la sociedad.[40] Platón pues, se anticipa notablemente al materialismo histórico por indicar que la guerra tiene causas económicas. “Todas las guerras se hacen para obtener dinero”[41] Por otro lado, el Estado implica la existencia de Estados vecinos que tienen con él una frontera. Los Estados no están en un universo, esto es, no hay Estado único. Más bien lo que ocurre es que la realidad política es un pluriverso político. Si hay guerras, entonces surge el verdadero y auténtico Estado, la diferencia entre amigo/enemigo constitutiva de lo político, como diría Carl Schmitt, diferencia por cierto, tomada de Platón tal y como lo reconoce por cierto el propio Carl Schmitt[42]. Se puede decir que a partir de aquí, Platón empieza a delimitar lo político. Sin ejército, sin guerras y sin distinción ontológica existencial entre amigo/enemigo no podemos hablar de que haya Estado alguno ni de lo político. Por eso, el Estado ideal de Platón es un Estado con fuerzas armadas y que sostiene guerras. También Hegel afirma que es a través de la guerra como el Estado reafirma su existencia, esto es, su independencia. Por todo ello, es correcto afirmar que si no fuera así, esto es, si no hubiera conflictos interestatales, no se podría hablar de justicia como virtud moral o política, puesto que entonces no habría Estado alguno. Desde el momento en que la sociedad es compleja, limita con otras sociedades enemigas, surge la guerra, entonces el Estado empieza a cobrar su verdadera figura, pues a partir de aquí Platón aborda el tema del elemento dirigente del Estado, los guardianes, el ejército, lo que caracteriza verdaderamente un Estado. No dejará de tratar este tema Platón a partir de aquí, con lo cual, hemos llegado al punto decisivo del discurso filosófico-político platónico. La anterior polis natural, no era un Estado propiamente hablando. Era una sociedad natural, prepolítica. Ahora surge el Estado, la sociedad política. Ello se ve por la atención dedicada a partir de ahora por Platón a la clase de los guardianes, el aparato coercitivo del Estado. Estos soldados son un ejército profesional siguiendo con el principio de especialización profesional formulado más arriba: "cuanto más importante sea la misión de los guardianes, tanto más preciso será que se desliguen absolutamente de toda otra ocupación y realicen su trabajo con la máxima competencia y celo."[43] Una vez introducida la clase política o las clases políticas (guardianes como fuerzas armadas y guardias perfectos como dirigentes políticos) el resto de la sociedad, la sociedad civil diríamos hoy, quedan relegados a una tercera clase productiva. Así, Platón acierta al concebir lo político como la diferencia entre el gobernante y el gobernado y quedar por esto mismo descartado el autogobierno de la sociedad política por utópico. Esto va a convertir a la clase de los guardianes primero y luego a la de los guardianes perfectos o filósofos gobernantes en la "clase pensante" que diría Hegel, desligados de todo interés económico o social concreto y vinculados a la universalidad, esto es, a la profesionalidad meritocrática, imparcial y objetiva de la función pública, la función estatal. Esto garantizaría, a decir de Platón, la justicia en el Estado. Los guardianes pues deben ser un poco filósofos puesto que tendrán que saber cuáles son los intereses del Estado y quiénes son los amigos y los enemigos del Estado. Cuando hay guardianes ya podemos decir que existe el Estado, lo político, pues aquí, como hemos dicho antes, es necesaria la distinción entre el amigo y el enemigo y ello lo tiene que realizar el soberano, que en el caso de Platón, inventor de tal distinción, tendrá que hacerla el rey-filósofo. El obrero o trabajador desempeña pues la función económica y corresponde a la sociedad natural. El guardia desempeña la función política. Aquí aparece el Estado. El guardia perfecto o filósofo es la clase pensante en y por sí y desempeña la función política dirigente.

Ahora bien, debido a la importancia de la clase de los guardianes, hay que buscar los individuos más adecuados para el desempeño de tan trascendental función política. Es este el tercer principio, el principio consistente en adscribir a cada individuo a la función social y política que le sea más propia y adecuada a su naturaleza. Las otras funciones que habíamos visto hasta ahora eran funciones sociales, económicas. Ahora surge la función política. El individuo guardián ha de tener thymós, apetito irascible. Es que en el alma hay una parte que es así también. El individuo fogoso, irascible es aquel en el que predomina el apetito irascible. Es él el más adecuado para ser guardián. Ha de ser valiente, agresivo, pero sólo cuando sea necesario y contra el enemigo, no contra los ciudadanos a los que teóricamente ha de defender, "hace falta que sean amables para con sus conciudadanos, aunque fieros ante el enemigo."[44] El guardián será como un perro guardián: manso con los suyos y fiero con los extraños. Pero no basta con eso. El guardián ha de tener temperamento filosófico, esto es, ha de sentir amor por la verdad. El guardián representa el tipo más elevado de ciudadano. También los perros guardianes son como los filósofos, pues saben distinguir entre los suyos y los extraños y eso indica que algo saben. Los perros tienen un natural filosófico, puesto "Que se enfurecen al ver a un desconocido, aunque no hayan sufrido previamente mal alguno de su mano, y en cambio, hacen fiestas a quienes conocen, aunque jamás les hayan hecho ningún bien."[45] Efectivamente, así se comportan los perros guardianes, ergo, "Pues bien, ahí se nos muestra un fino rasgo de su natural verdaderamente filosófico".[46] Como el deseo de saber o eros o amor por la sabiduría es lo mismo que la filosofía y para que el hombre se muestre apacible con los conocidos tendrá que ser filósofo, entonces, "tendrá que ser filósofo, fogoso, veloz y fuerte por naturaleza quien haya de desempeñar a la perfección su cargo de guardián en nuestra ciudad."[47] El resto de la población del Estado está sometida a los guardias. Hemos pasado a una sociedad política en la que hay una discontinuidad entre gobernados y gobernantes. En la sociedad prepolítica o natural no es necesario el gobierno. En la sociedad política en cambio sí.

El buen guardia tiene pues estas cualidades simultáneamente: salud física, nobleza de ánimo y naturaleza filosófica. El guardia tiene que tener capacidad política. Entonces el guardia perfecto es el hombre o ciudadano perfecto, porque su carácter exige un equilibrio delicado entre lo que podemos decir que son las tres partes del alma, a saber la parte concupiscible, la parte irascible y la parte inteligible. Ello implica que hay que educar a los hombres que sean necesarios para poder llegar a ser guardianes y ello de una manera especial. Hay que seleccionar al personal político necesario para dirigir al Estado y para mantener la paz pública. Es la educación la encargada de realizar la selección de las élites dirigentes. El criterio será ético, científico y filosófico. Serán criterios teóricos y prácticos los utilizados para seleccionar al personal dirigente político. Si el guardián es el guardián de la justicia, analizar su formación y educación nos informará de aquello en lo que consisten la justicia y la injusticia. No hay educación si no es educación para la verdad, para el bien y para la belleza. No puede haber educación sin conocimientos objetivos, universales y necesarios y ello, como veremos, al menos en la etapa culminante y final de la educación: la filosófica y por tanto, la educación política por excelencia superior y definitiva. La formación inicial de los guardianes incluirá la gimnástica para el cuerpo y la música para el alma. La música se impartirá primero y por ello es necesario controlar los contenidos de la música, las fábulas y narraciones. Por ello, se impone la censura: "Debemos, pues, según parece, vigilar ante todo a los forjadores de mitos y aceptar los creados por ellos cuando estén bien y rechazarlos cuando no; y convencer a las madres y ayas para que cuenten a los niños los mitos autorizados, moldeando de este modo sus almas por medio de las fábulas mejor todavía que sus cuerpos con las manos. Y habrá que rechazar la mayor parte de los que ahora cuentan."[48] Sólo lo verdadero tiene derecho a existir. Si existe la verdad, entonces hay que rechazar la falsedad y preferir la verdad. La literatura y el arte han de promover con sus contenidos la virtud. Platón es el teorizador así del realismo socialista mucho antes de que Stalin lo prescribiera bajo el socialismo real.

Además de la música, como hemos indicado más arriba, es necesaria la gimnasia en la educación de los jóvenes ciudadanos dirigentes del Estado. El cuidado del cuerpo será razonable, ascético. Recomienda pues Platón en la gimnasia: “Es necesario, pues, -dije-, un régimen de vida más flexible para nuestros atletas guerreros, ya que tienen por fuerza que estar, como los canes, siempre en vela, tener sumamente aguzados vista y oído y, aunque cambien muchas veces de aguas y alimentos o padezcan soles y temporales en sus campañas, su salud no debe sufrir quebranto alguno.”[49]

Platón recomienda para alcanzar los más altos fines del Estado el uso de la mentira política "y realmente la mentira es algo que, aunque de nada sirva a los dioses, puede ser útil para los hombres a manera de medicamento, está claro que una semejante droga debe quedar reservada a los médicos, sin que los particulares puedan tocarla."[50] El opio del pueblo que pueda ser necesario administrar queda bajo estricto control de los dirigentes del Estado. Platón es el primer teorizador filosófico-político de la Razón de Estado en Occidente. La filosofía nace como filosofía académica, sistemática, política y, por tanto, a partir de ahí, nace la consideración de la necesidad de la razón de Estado. "Si hay, pues, alguien a quien le sea lícito faltar a la verdad, serán los gobernantes de la ciudad, que podrán mentir con respecto a sus enemigos o conciudadanos en beneficio de la comunidad, sin que ninguna otra persona esté autorizada a hacerlo. Y si un particular engaña a los gobernantes, lo consideraremos como una falta igual o más grave que la del enfermo o atleta que mienten a su médico o preparador en cuestiones relacionadas con sus cuerpos o la del que no dice al piloto la verdad acerca de la nave o de la tripulación o del estado en que se halla él o cualquier otro de sus compañeros."[51] Es repugnante ver a la gente cometiendo delitos y recurriendo luego a la ley para eludir las consecuencias penales del delito.  De modo semejante la medicina ha de ser para evitar las enfermedades menores e inevitables y las heridas, no para aquellos sujetos que no tienen solución alguna. Cuando un criminal o un pervertido o un degenerado o enfermo es irreversible un buen médico no es partidario de prolongar una vida inútil y perjudicial para la sociedad. Los moralmente incurables deben ser enviados a la muerte, a una suerte de eutanasia procesal a decir de Gustavo Bueno.[52] Como los guardias están perfectamente adecuados no tienen pues casi ninguna necesidad de médicos ni ninguna de abogados. El gobernante puede mentir al pueblo por su bien. Igualmente, los estalinistas cultivaban exquisitamente la razón de Estado marxista o comunista por el bien del proletariado. El Estado platónico no sólo tiene el monopolio legítimo de la violencia, sino el monopolio legítimo de la verdad y de la mentira. Claro, que sólo puede mentir quien sabe, quien se halla previamente en la posesión del saber y miente por ello deliberadamente y en función de determinados designios políticos. Se miente por el pueblo y para el pueblo pero sin contar con él. Es el despotismo ilustrado.

El régimen propuesto es una meritocracia. Para legitimar la meritocracia, esta aristocracia del intelecto y de la honradez y no de sangre ni de dinero, Platón inventa una ideología legitimadora: el mito de los diversos metales: "Sois pues, hermanos todos cuantos habitáis en la ciudad;…pero, al formaros los dioses, hicieron entrar oro en la composición de cuantos de vosotros están capacitados para mandar, por lo cual valen más que ninguno; plata, en la de los auxiliares, y bronce y hierro, en la de los labradores y demás artesanos. Como todos procedéis del mismo origen, aunque generalmente ocurra que cada clase de ciudadanos engendre hijos semejantes a ellos, puede darse el caso de que nazca un hijo de plata de un padre de oro, o un hijo de oro de un padre de plata o que se produzca cualquier otra combinación semejante entre las demás clases. Pues bien, el primero y principal mandato que tiene impuesto la divinidad sobre los magistrados ordena que, de todas las cosas en que deben comportarse como buenos guardianes, no haya ninguna a que dediquen mayor atención que a las combinaciones de metales de que están compuestas las almas de los niños. Y si uno de éstos, aunque sea su propio hijo, tiene en la suya parte de bronce o hierro, el gobernante debe estimar su naturaleza en lo que realmente vale y relegarle, sin la más mínima conmiseración, a la clase de los artesanos y labradores. O al contrario, si nace de éstos un vástago que contenga oro o plata, debe apreciar también su valor y educarlo como guardián en el primer caso o como auxiliar en el segundo, pues, según un oráculo, la ciudad perecerá cuando la guarde el guardián de hierro o el de bronce".[53] Este engaño mítico o ideológico sirve para justificar la más estricta meritocracia política y social en la república platónica. Hay que acabar con el nepotismo, la corrupción y las prácticas del amiguismo, que debilitan al Estado y lo conducen irremediablemente a su ruina. Las facciones, las clases sociales económicas, los partidos, los grupos familiares, forzosamente conducen a la división, a la sedición y a la guerra civil. Hay que lograr una unidad moral de la sociedad, lo que Rousseau denominará la "voluntad general". El gobierno democrático, a decir de Platón, es irracional y sin sentido. A fin de cuentas, la sofística legitimaba la democracia en la teoría convencionalista o contractualista que equiparaba el Estado a un contrato privado[54]. El dirigente político, el estadista, debe gobernar por ser sabio y por tanto políticamente capaz de dirigir el Estado y de garantizar su eutaxia política. Conoce la razón de Estado y gobierna en función de su ciencia política rigurosa. Este conocimiento es la dialéctica, el conocimiento de las relaciones que las Ideas guardan entre sí. El gobierno, lo político es algo que jamás debe privatizarse. Se trata de que los gobernantes sólo se orienten en función del interés del Estado.

Hay que vigilar que los guardianes no se conviertan en opresores y tiranos en contra de los intereses de los ciudadanos: "¿No habrá, pues, que celar con todo empeño para que los auxiliares no nos hagan lo mismo con los ciudadanos y, abusando de su poder, se asemejen más a salvajes tiranos que a aliados amistosos?"[55] Por ello es menester establecer algunas medidas para regular el modo de vida de los guardianes: "Ante todo, nadie poseerá casa propia, excepto en caso de absoluta necesidad. En segundo lugar , nadie tendrá tampoco ninguna habitación ni despensa donde no pueda entrar todo el que quiera. En cuanto a víveres, recibirán de los demás ciudadanos, como retribución por su guarda, los que puedan necesitar unos guerreros fuertes, sobrios y valerosos, fijada su cuantía con tal exactitud que tengan suficiente para el año, pero sin que les sobre nada. Vivirán en común, asistiendo regularmente a las comidas colectivas como si estuviesen en campaña. Por lo que toca al oro y plata, se les dirá que ya han puesto los dioses en sus almas, y para siempre, divinas proporciones de estos metales, y, por tanto, para nada necesitan de los terrestres, ni es lícito que contaminen el don recibido aliando con la posesión del oro de la tierra, que tantos crímenes ha provocado en forma de moneda corriente, el oro puro que en ellos hay. Serán pues, ellos los únicos ciudadanos a quienes no esté permitido manejar ni tocar el oro ni la plata, ni entrar bajo el techo que cubra estos metales, ni llevarlos sobre sí, ni beber en recipiente fabricado con ellos. Si así proceden se salvarán ellos y salvarán a la ciudad; pero si adquieren tierras propias, casas y dinero, se convertirán de guardianes en administradores y labriegos, y de amigos de sus conciudadanos en odiosos déspotas. Pasarán su vida aborreciendo y siendo aborrecidos, conspirando y siendo objeto de conspiraciones, temiendo, en fin, mucho más y con más frecuencia a los enemigos de dentro que a los de fuera; y así correrán en derechura al abismo tanto ellos como la ciudad."[56]

Adimanto argumenta que los guardianes entonces no tienen incentivos ni sociales ni económicos. Sólo vale para ellos la virtud por la virtud, la fidelidad política al Estado antes que los intereses particulares y egoístas. El individualismo ha sido extirpado de los guardianes. Entonces, los guardianes desde el punto de vista del individualismo autoposesivo liberal, distan mucho de ser felices. Respuesta de Platón: lo importante es el interés general. "como quiera que sea, nosotros no establecemos la ciudad mirando a que una clase de gente sea especialmente feliz, sino para que lo sea en el mayor grado posible la ciudad toda; porque pensábamos que  en una ciudad tal encontraríamos más que en otra alguna la justicia,"[57] Lo más importante es el bien público, que está por encima del bien individual. Respecto a las otras clases sociales, hay dos defectos de los que conviene siempre huir: hay que evitar tanto la indigencia como la riqueza: "por consiguiente, tanto con la riqueza como con la indigencia resultan peores los productos de las artes y peores también los que las practican".[58] Los guardianes tienen pues la función de controlar que la población del Estado no sea ni demasiado rica ni demasiado pobre, "ya que la una trae la molicie, la ociosidad y el prurito de novedades, y la otra, este mismo prurito y, a más, la vileza y el mal obrar."[59] En política internacional, un Estado como el de Platón, tiene la ventaja de ser más fuerte que los Estados oligárquicos por la sobriedad y valentía de sus soldados y porque en la guerra no busca ni codicia bienes ajenos, antes bien, los ofrece a algunos de los enemigos coaligados para deshacer la coalición enemiga. Se ofrece a una ciudad enemiga la riqueza de otra ciudad enemiga coaligada con ella y la coalición se rompe por las ventajas que reporta el cambio de bando. Por lo demás, las ciudades con ricos y pobres no tienen unidad. Una ciudad con ricos y pobres no es una ciudad más que por analogía con la de Platón, pues, en el fondo, es una combinación o yuxtaposición de dos ciudades: la de los ricos y la de los pobres. "porque cada una de ellas no es una sola ciudad, sino muchas, como las de los jugadores. Dos, en el mejor caso, enemiga la una de la otra: la de los pobres y la de los ricos. Y en cada una de ellas hay muchísimas, a las cuales, si las tratas como a una sola, lo errarás todo, pero si te aprovechas de su diversidad, entregando a los unos los bienes, las fuerzas y aun las personas de los otros, te hallarás siempre con muchos aliados y pocos enemigos."[60] El Estado justo guarda en su seno una especie de solidaridad moral que mantiene su unidad y su fortaleza política. Justicia es unidad de intereses de la sociedad en torno al Estado y a su perdurabilidad, a su eutaxia política.

Los guardianes deben vigilar la ideología dominante, para que siga siendo dominante. Tienen que controlar la educación e impedir las novedades en el sistema educativo.

Platón formula la doctrina de las cuatro virtudes cardinales: Prudencia, Fortaleza, Justicia y Templanza. A la clase de los productores sólo se les exige templanza y aun si les falta, para eso están los guardianes. A los guardianes, además se les exige fortaleza y a los Filósofos o guardianes superiores o guardianes perfectos, además, la prudencia, el arte o virtud de saber lo que conviene al Estado, al individuo y al grupo. Será Aristóteles quien distinga entre prudencia individual, familiar y política. En Platón se hace un uso de tal virtud en varios sentidos: tanto en el sentido político como en el sentido individual o colectivo. Así cada clase tiene una virtud diferencial y propia. La justicia consistirá en que cada cual cumpla con la función que se le ha asignado según su naturaleza. La justicia será la virtud del Estado por excelencia. Así lo formulará siglos más tarde el platónico San Agustín: "remota iustitia, quid sunt regna nisi magna latrocinia?"[61]. Nada hay más nefasto para el Estado que la alteración de las clases y de sus funciones. "Por tanto, el entrometimiento y trueque mutuo de las tres clases es el mayor daño de la ciudad, y más que ningún otro podría ser con plena razón calificado de crimen."[62] En los trabajadores predomina el apetito concupiscible. En los guardianes auxiliares el apetito colérico o agresivo y en los guardianes perfectos predomina la razón. Entonces,  "en el alma de cada uno hay las mismas clases que en la ciudad y en el mismo número."[63] Hay pues, una correspondencia entre las especies del alma y las clases del Estado. Los gobernantes son quienes son porque en ellos prevalece la razón. Los gobernantes son la clase pensante del Estado. Son la razón del Estado. Son los únicos que tienen prudencia política. Son los únicos que tienen la competencia política. "¿Y no es a lo racional a quien compete el gobierno, por razón de su prudencia y de la previsión que ejerce sobre el alma toda, así como a lo irascible el ser su súbdito y aliado?"[64]

Según Platón, hay una sola virtud y cuatro especies de vicio. Hay una sola forma de acertar y varias de equivocarse: "hay una sola especie de virtud e innumerables de vicio; bien que de estas últimas son cuatro las más dignas de mencionarse."[65] De igual manera, hay una forma de Estado correcta: Monarquía o Aristocracia y cuatro formas degeneradas de Estado: Timocracia, Oligarquía, Democracia y Tiranía.

Platón introduce la igualdad plena entre hombres y mujeres por lo menos en las dos clases superiores. Realizarán hombres y mujeres juntos las mismas funciones sociales y recibirán la misma educación. Pues Platón justifica tales afirmaciones así: "si los sexos de los hombres y de las mujeres se nos muestran sobresalientes en relación con su aptitud para algún arte u otra ocupación, reconoceremos que es necesario asignar a cada cual las suyas. Pero si aparece que solamente difieren en que las mujeres paren y los hombres engendran, en modo alguno admitiremos como cosa demostrada que la mujer difiera del hombre con relación a aquello de que hablábamos; antes bien, seguiremos pensando que es necesario que nuestros guardianes y sus mujeres se dediquen a las mismas ocupaciones."[66] La conclusión platónica acerca de la igualdad sexual merece ser anotada: "Por tanto, querido amigo, no existe en el regimiento de la ciudad ninguna ocupación que sea propia de la mujer como tal mujer, ni del varón como tal varón, sino que las dotes naturales están diseminadas indistintamente en unos y otros seres, de modo que la mujer tiene acceso por su naturaleza a todas las labores, y el hombre también a todas; únicamente que la mujer es en todo más débil que el varón."[67] En un Estado racional, justo, el gobierno es meritocrático y no hay ninguna razón para discriminar a las mujeres. La construcción del Estado platónico no hace ninguna concesión a la opinión común ni a los prejuicios. Está deducido de la razón. Por ello es necesario "que sean mujeres de esa clase las elegidas para cohabitar con los hombres de la misma clase y compartir la guarda con ellos, ya que son capaces de hacerlo y su naturaleza es afín a la de ellos." Hay que acabar con los prejuicios sexistas: hombres y mujeres realizarán desnudos y juntos los ejercicios gimnásticos: "Deberán, pues, desnudarse las mujeres de los guardianes -pues, en vez de vestidos, se cubrirán con su virtud-, y tomarán parte tanto en la guerra como en las demás tareas de vigilancia pública, sin dedicarse a ninguna otra cosa; sólo que las más llevaderas de estas labores serán asignadas más bien a las mujeres que a los hombres, a causa de la debilidad de su sexo. En cuanto al hombre que se ría de las mujeres desnudas que se ejercitan con los más nobles fines, ése "recoge verde el fruto" de la risa y no sabe, según parece, ni de qué se ríe ni lo que hace; pues con toda razón se dice y se dirá siempre que lo útil es hermoso y lo nocivo es feo."[68]

A continuación Platón establece su comunismo de mujeres e hijos: "Esas mujeres serán todas comunes para todos esos hombres, y ninguna cohabitará privadamente con ninguno de ellos; y los hijos serán asimismo comunes, y ni el padre conocerá a su hijo ni el hijo a su padre."[69] Como hay que procurar la unidad moral y política del Estado, conviene que la clase dirigente y la clase militar o guardiana carezcan de riquezas y familia, elementos que introducen el individualismo, el egoísmo. Así se separa el poder político del poder económico y se separa el poder político de la familia, del nepotismo. Son medidas estructurales anticorrupción. Conviene evitar las facciones tanto económicas como familiares. No puede haber grupos privados dentro del poder político del Estado. Los matrimonios estarán programados por el Estado. Esta es una medida eugenésica para mejorar a los individuos de las clases superiores, puesto que Platón cree en la heredabilidad de los caracteres. Todo esto, claro está, se debe realizar utilizando la mentira política para que no surjan problemas, pues no todo el mundo estaría de acuerdo con la excelencia de estas medidas eugenésicas. Sólo los gobernantes tendrían plena conciencia de la racionalidad de estas medidas y por lo tanto de su conveniencia: "De lo convenido se desprende -dije- la necesidad de que los mejores cohabiten con las mejores tantas veces como sea posible, y los peores con las peores al contrario; y si se quiere que el rebaño sea lo más excelente posible, habrá que criar la prole de los primeros, pero no la de los segundos. Todo esto ha de ocurrir sin que nadie lo sepa, excepto los gobernantes, si se desea también que el rebaño de los guardianes permanezca lo más apartado posible de toda discordia."[70] Además, los seres deformes que nazcan serán eliminados. Se establece un sistema de sorteo amañado para hacer asumir a los interesados la decisión establecida: "Será, pues, necesario, creo yo, inventar un ingenioso sistema de sorteo, de modo que, en cada apareamiento, aquellos seres inferiores tengan que acusar a su mala suerte, pero no a los gobernantes."[71] Por lo demás, aquellos que sean más valientes y fuertes en la guerra, podrán tener relaciones sexuales con las mujeres que quieran: "Y a aquellos de los jóvenes que se distingan en la guerra o en otra cosa, habrá que darles, supongo, entre otras recompensas y premios, el de una mayor libertad para yacer con las mujeres; lo cual será a la vez un buen pretexto para que de esta clase de hombres nazca la mayor cantidad posible de hijos."[72] Los hijos serán separados de sus padres y serán criados aparte. Nadie conocerá a sus hijos. Todos llamarán "hijos a todos los varones e hijas a todas las hembras de aquellos niños que hayan nacido en el décimo mes, o bien en el séptimo, a partir del día en que él se haya casado; y ellos le llamarán a él padre."[73]

La justificación de todas estas medidas comunistas o socialistas no es otra que el conseguir una perfecta Gemeinschaft, más que una Gesellschaft liberal e individualista. La unidad, la armonía y la concordia sociales son el objetivo del Estado. La unidad moral del Estado garantiza su eutaxia, su pervivencia, su duración. El mayor mal del Estado es la disensión interna, la división. Como luego dirá Hobbes, lo peor que le puede pasar al Estado es la guerra civil. "La ciudad en que haya más personas que digan del mismo modo y con respecto a lo mismo las palabras "mío" y "no mío", ¿ésa será la que tenga mejor gobierno?

-Con mucho."[74]

El Estado es así concebido como un individuo compuesto, como un organismo, con una unidad moral que cuanto mayor sea, tanto más garantiza su eutaxia. La unión entre los ciudadanos garantiza la pervivencia del Estado. La amistad entre los ciudadanos es imprescindible. La solidaridad entre los ciudadanos es necesaria frente al enemigo exterior. Según Platón, su comunismo fortalece la unidad moral de la sociedad y del Estado. La supresión de la familia fortalece la unidad de la clase gobernante y de la clase de los guardianes. Suprimidos todos los grupos particulares y las facciones, el único grupo que queda es la clase social. Queda suprimida la diferencia entre lo privado y lo público, entre Estado y sociedad civil, típica del liberalismo. La única clase en la que estas medidas no se adoptan es la clase de los productores. Ahí reinan la propiedad privada y la familia. El comunismo platónico es solamente intelectual, político y moral. La economía escapa de tales medidas a diferencia del socialismo marxista. Esta es la verdadera dictadura del proletariado. El proletario no posee nada sino el cuerpo para alquilarlo en el mercado al capitalista y además posee su prole, de ahí su nombre. Aquí, en Platón, sólo poseen cada guardián y cada gobernante su propio cuerpo. Ni siquiera tienen familia. Es la dictadura del proletariado más radical. Es un proletariado en lo económico y no en lo intelectual. La clase universal, la de los filósofos, la clase pensante, los gobernantes carece de propiedad y de familia. Sólo poseen la ciencia. Platón pensó más radicalmente que Marx el tema de la dictadura proletaria. El proletario en Marx tiene intereses económicos particulares y ello por mucha literatura marxista empeñada en negarlos. El filósofo platónico carece de todo interés. No existe en política un interés más desinteresado que en los gobernantes y guardias de Platón.

En cuanto a las posibilidades de realizar la utopía platónica, Platón sostiene que : "A menos -proseguí- que los filósofos reinen en las ciudades o que cuantos ahora se llaman reyes y dinastas practiquen noble y adecuadamente la filosofía, que vengan a coincidir una cosa y otra, la filosofía y el poder político, y que sean detenidos por la fuerza los muchos caracteres que se encaminan separadamente a una de las dos, no hay, amigo Glaucón, tregua para los males de las ciudades, ni tampoco, según creo, para los del género humano; ni hay que pensar en que antes de ello se produzca en la medida posible ni vea la luz del sol la ciudad que hemos trazado de palabra."[75] Sólo la unión entre política y filosofía es la solución adecuada. El gobierno de los mejores es el gobierno de los filósofos.

El filósofo ama la totalidad. Ama la verdad. En contraposición al filósofo están el filodoxo, amante de las opiniones del vulgo y el filotheamon, amante de los espectáculos. El filotheamon es el hombre estético por excelencia. Es un aficionado al saber. Quiere saber, pero siempre que ello no implique excesivo esfuerzo ni estudio atento. Éstos últimos se parecen al filósofo puesto que se complacen en saber, pero no alcanzan la verdad objetiva y absoluta. Los guardias más inteligentes y honrados estudiarán durante diez años matemáticas, esto es, aritmética y geometría y sus estudios culminarán con los cinco años de dialéctica, esto es, de filosofía. Al final, el verdadero guardia, el guardia perfecto es el filósofo. Los filósofos gustan de contemplar la verdad. El filósofo cree que hay un tercer género de realidad que no es ni física ni subjetiva, sino objetiva, un género de esencias o de Ideas merced a las cuales podemos decir que hay verdad, objetividad, ciencia. El filósofo ama la verdad. El filósofo tiene una ética de la ciencia y de la objetividad. ¿Acaso el amor a la verdad no es un ideal ético? El filósofo en consecuencia "será temperante y en ningún modo avaro de riquezas, pues menos que a nadie se acomodan a él los motivos por los que se buscan esas riquezas con su cortejo de dispendios."[76] El pensamiento del filósofo se ha de ocupar de lo universal, de la totalidad. El filósofo no temerá a la muerte. Tampoco pues, debe ser el filósofo una naturaleza cobarde y vil. Tampoco puede ser vanidoso. El filósofo no puede ser injusto. Tampoco puede ser avaro. Para ser filósofo hay que ser justo y pacífico, sociable, generoso. El filósofo, además, debe tener capacidad intelectual suficiente para aprender con facilidad. Debe estar dotado de buena memoria, pues aprender es recordar según Platón.[77] Así pues, memorioso, templado, elevado de mente, justo, amigo de la verdad y del estudio, valiente, generoso, "Ni el propio Momo -dijo- podría censurar a una tal persona."[78] Las metas del Estado, la universalidad, son las mismas que las del filósofo. Las virtudes del ciudadano individualmente tomado son las mismas que las del Estado tomado como un todo. La política y la filosofía se identifican entonces. La Filosofía se realiza en el Estado platónico: Socialismo y comunismo. El Estado se realiza en la Filosofía o gracias a ella. El individuo cuenta muy poco en la Filosofía de Platón y en el Estado ideal que diseña: Los derechos subjetivos son inexistentes y son totalmente desconocidos para Platón como por cierto para los griegos en general. El individualismo burgués es algo solamente concebible a partir del cristianismo. Se echa de menos el principio de libertad subjetiva. “Al pretender excluir la particularidad, Platón no ofrece ninguna solución, porque esto contradice el infinito derecho de la idea, según el cual se debe liberar la particularidad.”[79]

El buen gobierno del Estado es el gobierno del Filósofo. El filósofo es un amante de todo. Tiene un apetito insaciable para aprenderlo todo.[80]

El filósofo es un compendio de todas las cualidades buenas: amigo de la verdad, la justicia, el valor y el autodominio, dotado de buena memoria, rápido en aprender, digno y amable.

La realidad es que  las personas que siguen cultivando la filosofía en la edad adulta, en lugar de abandonarla cuando ha pasado la edad escolar, se convierten en bichos raros, inútiles en el mejor de los casos y, en el peor, en unos granujas de mucho cuidado. El filósofo es inútil para el vulgo de las ciudades, para las masas de los Estados, pero si es así, tanto peor para los Estados, no para los filósofos. La política es una ciencia que se enseña y se aprende y que posee el filósofo en grado sumo. Si el Estado, siguiendo la vana opinión del vulgo desprecia al filósofo, peor para el Estado y el vulgo. El filósofo no va a suplicar por favor que se le conceda el poder. "Porque no es lo natural que el piloto suplique a los marineros que se dejen gobernar por él, ni que los sabios vayan a pedir a las puertas de los ricos."[81] El filósofo es orgulloso y arrogante, no humilde. No pueden rebajarse los filósofos ante la plebe. Es la plebe quien tiene que elevarse hacia ellos. El descrédito de la filosofía no deriva de ella misma, sino de los falsos filósofos que a ella se dedican, desprestigiándola. Son éstos los sofistas. Existen individuos que no cumpliendo con las cualidades arriba expuestas que deben reunir los filósofos, provocan el desprecio a la filosofía por parte del vulgo de las ciudades. "Es imposible que el vulgo sea filósofo."[82] La multitud, en modo alguno puede ser filósofa. Hay unos impostores que se disfrazan de filósofos y que no son dignos en modo alguno de dedicarse a filosofar. Ellos acarrean a la filosofía el desprestigio que ella padece ante la opinión pública: "El descrédito se ha abatido sobre la filosofía[…] porque no se la cultiva dignamente; pues no deben cultivarla los bastardos, sino los bien nacidos."[83] Resumiendo, la culpa del descrédito existente en torno al filósofo y a la filosofía  se debe a tres razones: a) La sociedad no quiere recurrir a sus servicios. b) La sociedad los corrompe. C) Los filósofos ficticios ocupan el lugar correspondiente a los verdaderos.

Según Platón, ningún régimen político realmente existente favorece el surgimiento de naturalezas filosóficas: "De eso precisamente me quejo: de que no hay entre los de ahora ningún sistema político que convenga a las naturalezas filosóficas, y por eso se tuercen éstas y se alteran."[84] Entonces, se produce la paradoja platónica consistente en que el filósofo sólo es posible en el Estado platónico perfecto y el Estado platónico perfecto sólo es posible si surgen o hay naturalezas filosóficas. Tienen que coincidir los dos hechos: el filósofo y el Estado: "no habrá jamás ninguna ciudad ni gobierno perfectos, ni tampoco ningún hombre que lo sea, hasta que, por alguna necesidad impuesta por el destino, estos pocos filósofos, a los que ahora no llaman malos, pero sí inútiles, tengan que ocuparse, quieran  que no, en las cosas de la ciudad, y ésta tenga que someterse a ellos; o bien hasta que, por obra de alguna inspiración divina, se apodere de los hijos de los que ahora reinan y gobiernan, o de los mismos gobernantes, un verdadero amor de la verdadera filosofía."[85] Todo esto es posible entonces, si la musa filosófica se adueñe del Estado. Por todo lo anterior, concluye Platón "que es necesario designar filósofos para que sean los más perfectos guardianes."[86]

El filósofo es el que domina la episteme de la Idea del Bien. El filósofo es el dialéctico. Esta ciencia dialéctica de la visión intelectual intuitiva de la Idea del Bien proporciona al filósofo como guardián perfecto y por tanto, como gobernante del Estado la legitimidad política y epistemológica para gobernar así como la prudencia política que es necesaria para el buen gobierno del Estado. Por ello es por lo que el filósofo debe volver a la caverna a hacer partícipes de los beneficios de la filosofía a la sociedad entera, pues será así útil al Estado y con miras a su unificación. Por tal razón "la ciudad en que estén menos ansiosos por ser gobernantes quienes hayan de serlo, ésa ha de ser forzosamente la que viva mejor y con menos disensiones que ninguna; y la que tenga otra clase de gobernantes, de modo distinto."[87]. Es éste un buen criterio para averiguar si un régimen político es bueno o no siguiendo el criterio platónico. Por el contrario, "donde son mendigos y hambrientos de bienes personales los que van a la política creyendo que es de ahí de donde hay que sacar las riquezas, allí no ocurrirá así. Porque cuando el mando se convierte en objeto de luchas, esa misma guerra doméstica e intestina los pierde tanto a ellos como al resto de la ciudad."[88] Esto es lo que ocurre en la política empírica y real. No tienen los filósofos que dirigirse al poder como amantes, pues entonces surgirán las disensiones políticas. El filósofo es más feliz sin dedicarse a la política que con ella, por ello, debe ser él paradójicamente quien gobierne.

Además de la gimnástica y la música, necesarias para la formación de los guardianes, es necesario para los guardianes perfectos o filósofos la formación científica en la matemática y la formación estrictamente filosófica en la Dialéctica. Estos filósofos o guardianes perfectos "serán reyes los que tanto en la filosofía como en lo tocante a la milicia, resulten ser los mejores de entre ellos."[89]

Terminada la descripción del filósofo o dirigente político ideal después de haber expuesto la constitución o estructura y contenido de la ciudad o Estado ideal, Platón procede a continuación a describir su teoría de los regímenes políticos. Se trata de estudiar el orden a priori, ideal de los regímenes político. Platón realiza una deducción trascendental de los regímenes políticos partiendo de la constitución política ideal por él diseñada. Hay, pues, como ya se dijo más arriba, cinco regímenes políticos. Uno perfecto y los demás degenerados, "aquellos de que hablo son los que tienen también su nombre: el tan ensalzado por el vulgo, ése de los cretenses y lacedemonios; el segundo en orden y segundo también en cuanto a popularidad, la llamada oligarquía, régimen lleno de innumerables vicios; sigue a éste su contrario, la democracia, y luego la gloriosa tiranía, que aventaja a todos los demás en calidad de cuarta y última enfermedad del Estado."[90] Una forma de Estado es perfecta y las demás son enfermedades de ella. Se produce así una deducción a priori de las formas políticas a partir de una inicial y considerando a las restantes como descendientes, derivadas genéticamente de la primera. La clasificación de los regímenes políticos es genética y no empírica. Son géneros políticos plotinianos y no porfirianos. Cada régimen político corresponde a un tipo de hombre. Hemos hablado ya del Estado ideal, la aristocracia y del tipo de hombre aristocrático, el filósofo, que tiene forzosamente, que ser bueno y justo.

Un gobierno cambia, un régimen político cambia, "¿O no está claro el hecho de que ningún gobierno cambia sino cuando se produce una disensión en el seno mismo de aquella parte que ocupa los cargos, y que, por muy pequeña que sea esta parte, es imposible que se produzca ningún movimiento mientras ella permanezca acorde?"[91] El consenso interno de las clases dominantes es fundamental para la eutaxia política de un sistema político. La cohesión de las clases dominantes es fundamental para mantener la estabilidad y la duración de un régimen político. Es una verdad confirmada posteriormente por multitud de autores, entre los que se encuentra Marx y su materialismo histórico: la historia es la historia de la lucha de clases. Todo lo que nace está sujeto a corrupción, de modo que la degeneración política es inevitable, ni el mejor sistema político perdurará eternamente, sino que se destruirá.

El primer régimen degenerado es la timocracia o gobierno de los ambiciosos, guerreros o militares. Es una dictadura militar. Se ansía la gloria y la fama. No se fían de los sabios, prefieren gente simple y dada a la acción directa. Es un régimen intermedio entre la aristocracia y la oligarquía. Además serán avaros. Es la preponderancia del elemento fogoso, del apetito irascible. El hombre timocrático es altanero y ansioso de honores.

El segundo régimen degenerado es la oligarquía o gobierno de los ricos. Es el "gobierno basado en el censo […], en el cual mandan los ricos, sin que el pobre tenga acceso al gobierno".[92] Tal y como ocurría en los regímenes liberales del siglo XIX. El móvil de los gobernantes oligárquicos es la acumulación y el gasto de las riquezas. Cuanto más riqueza menos virtud. Esta afirmación platónica nos recuerda a Robespierre y a Saint-Just. "y cuanto mayor sea la estima en que tienen a ésta, tanto menor será su aprecio de la virtud. ¿O no difiere la virtud de la riqueza tanto como si, puestas una y otra en los platillos de una balanza, se movieran siempre en contrarias direcciones?"[93] y la consecuencia es esta: "De modo que cuando en una ciudad son honrados la riqueza y los ricos, se aprecia menos a la virtud y a los virtuosos".[94] Esta es creo yo la causa y razón íntima del desprecio que sufre Platón por parte de los liberales como Popper. Eso es lo que no soportan: ese comunismo antioligárquico platónico. No soportan el desprecio platónico por la riqueza o por el gobierno fundado en los privilegios económicos o sociales. En la sociedad oligárquica se ama al rico y se desprecia al pobre. Una de las características del régimen oligárquico es el sufragio censitario, muy usado por la burguesía liberal en los siglos XVIII y XIX para establecer la diferencia entre ciudadanos activos y ciudadanos pasivos y garantizarse para sí el monopolio del poder político. Ya Platón critica tales procedimientos de privilegio político para el dinero: "Y entonces establecen una ley, verdadero mojón de la política oligárquica, en que determinan una cantidad de dinero, mayor donde la oligarquía es más fuerte y menor donde es más débil, y prohíben que tenga acceso a los cargos aquel cuya fortuna no llegue al censo fijado; y esto lo logran o por la fuerza y con las armas o bien, sin llegar a tanto, imponiendo por medio de la intimidación ese sistema político."[95] Además, en este tipo de regímenes la unidad social se fractura. La cohesión social corre peligro. La lucha de clases echa a perder la eutaxia política. Surge una sociedad dual, o dos sociedades, como dice Platón, teniendo tal Estado o sociedad  "necesariamente que ser no una sola, sino dos, una de los pobres y otra de los ricos, que conviven en un mismo lugar y conspiran incesantemente la una contra la otra."[96] El gobierno oligárquico permite una movilidad total de la riqueza. Esto equivale a la privatización de los bienes y riquezas. Es el Estado liberal. Permite la enajenación o venta de las riquezas o bienes así como su compra o adquisición. Pueden surgir así individuos que no hagan nada porque no necesiten trabajar. Si es malo que uno se dedique a varios trabajos no menos malo resulta que uno no se dedique a nada. Eso es parasitismo social para Platón. También pueden darse los casos de personas que no trabajen porque no tienen nada y vivan sin trabajar, de la limosna. Son los mendigos. Así ocurre en las sociedades liberales capitalistas contemporáneas, lo cual no deja de ser una confirmación de los diagnósticos de Platón. "En efecto, en las ciudades regidas oligárquicamente no hay nada que lo impida [la libre disposición de los bienes]. Pues en otro caso no serían los unos demasiadamente ricos y los otros completamente pobres" [97]Crítica al mercado libre, a la libre circulación de bienes. Fastidio de los liberales, amantes del mercado libre y de sus ventajas y excelencias. La sociedad oligárquica fomenta la existencia de mendigos y de ricos ociosos, así como de ladrones, cortabolsas, saqueadores de templos y otros semejantes. "¿No ves mendigos en las ciudades regidas oligárquicamente? -Casi todos lo son -dijo-, excepto los gobernantes."[98] El hombre oligárquico sólo ama la riqueza, el dinero y a los ricos. Todo su esfuerzo va dirigido a la acumulación y adquisición de riquezas. El hombre timocrático era ambicioso y avaro. El hombre oligárquico es codicioso y avaro. Es un hombre sórdido que en todo busca beneficio económico, igual que el sistema político oligárquico. El hombre oligárquico tiende o bien a ser mendigo o bien a ser malhechor. Será avaro con su propia fortuna y zángano o dilapidador con las de los demás. Será tacaño y codicioso a la vez. Es un hombre sin honor, sólo con riquezas. Sólo quiere ser rico.

El tercer régimen degenerado es la democracia. En la sociedad oligárquica las personas nobles se convierten en mendigos. Los pobres se sublevan contra los ricos y destruyen la oligarquía. La estructura contradictoria interna de la oligarquía conduce inexorablemente a la democracia. La concentración de la riqueza en cada vez menos manos hace crecer el ejército de pobres y la tensión aumenta hasta el límite y la oligarquía cae y surge la democracia. "así como a un cuerpo valetudinario le basta con recibir un pequeño impulso de fuera para inclinarse hacia la enfermedad, y como a veces nace la disensión en su propio seno incluso sin causa exterior, ¿no le ocurre otro tanto a la ciudad que está lo mismo que aquél, pues basta el menor pretexto para que, llamando unos a otros en su auxilio a aliados exteriores procedentes de ciudades oligárquicas o democráticas, enferme ella y se debata en lucha consigo misma, mientras que a veces se produce la disensión incluso sin necesidad de los de fuera?"[99] Así se producen entonces, la revolución democrática: "Nace, pues, la democracia, creo yo, cuando, habiendo vencido los pobres, matan a algunos de sus contrarios, a otros los destierran y a los demás les hacen igualmente partícipes del gobierno y de los cargos, que por lo regular, suelen cubrirse en este sistema mediante sorteo."[100] La democracia, tal y como la entienden Platón y Aristóteles después, se caracteriza por el sorteo, pues así es como realmente todos tienen la oportunidad de acceder a los cargos. El sistema democrático es el sistema de la libertad. Todo el mundo puede hacer lo que quiera: "¿No serán, ante todo, hombres libres, y no se llenará la ciudad de libertad y de franqueza, y no habrá licencia para hacer lo que a cada uno se le antoje?"[101] Cada cual entonces será libre de organizar su vida de la manera que estime conveniente. Algo que ya vio Platón como característico de la democracia vale perfectamente para la democracia liberal actual: a saber, su individualismo autoposesivo y subjetivista. Claro que como cada individuo es diferente de todos los demás, esto forzosamente implica el pluralismo más radical. Por lo  tanto, el pluralismo es la consecuencia más clara y visible de la democracia. Habrá múltiples tipos de hombres y de modos de vida. "Por tanto, este régimen será, creo yo, aquel en que de más clases distintas sean los hombres."[102] Es posible pues, que sea el más bello de los sistemas políticos por su pluralismo interno, por la gran variedad de colores y tendencias que agrupa el régimen democrático. La democracia es el régimen de la libre oferta de regímenes e ideologías en el mercado político y los ciudadanos se convierten en consumidores de las mercancías políticas que les son ofrecidas por los políticos de acuerdo con las técnicas enseñadas por los sofistas. Todos los regímenes políticos están presentes en la democracia como posibilidad y alternativa para escogerse. "Porque gracias a la licencia reinante, reúne en sí toda clase de constituciones, y al que quiera organizar una ciudad, como ahora mismo hacíamos nosotros, es probable que le sea imprescindible dirigirse a un Estado regido democráticamente para elegir en él, como si hubiese llegado a un bazar de sistemas políticos, el género de vida que más le agrade y, una vez elegido, vivir conforme a él."[103] La democracia es un régimen anárquico, placentero y vario que pone en el mismo lugar a todo el mundo. Es el régimen de la igualación de todos aunque no sean iguales. Es el gobierno de la doxa. Todas las opiniones valen lo mismo, esto es, nada. Platón divide los deseos en necesarios, innecesarios e ilícitos. El oligarca cede a los primeros, el demócrata a los primeros y segundos y el tirano a los terceros. En el hombre democrático la insolencia es buena educación, la indisciplina, libertad; el desenfreno es grandeza de ánimo y el impudor hombría. Para el demócrata todos los deseos tienen los mismos derechos. Pone igualdad en sus placeres y concede por azar el mando a los diversos apetitos. No desestima ninguno de sus deseos. Los nutre a todos por igual, "democráticamente". Este hombre igualitario cambia constantemente de ocupación y de actividad. Todo depende del deseo que por azar tome el mando en él en cada momento. Se rechaza toda autoridad y toda disciplina. Este espíritu invade también no sólo la vida política, sino la vida social y las instituciones sociales. Los padres tienen miedo de sus hijos, que ya no los respetan; los profesores y maestros temen a sus discípulos y ya no tienen autoridad ninguna en su aula. Son los profesores demócratas que quieren parecer más jóvenes de lo que son y se dejan mandar por los alumnos. Los jóvenes hacen objeciones a los mayores y discuten con ellos, y aquéllos a su vez se mezclan con los jóvenes e imitan sus frivolidades por miedo a que se les considere despóticos y desagradables.[104]

Resumiendo, la indisciplina se impone sistemáticamente en todos los ámbitos de la vida social y política. En los domicilios privados reina el desorden. También las bestias asumen el espíritu democrático y se niegan a obedecer a los dueños. "el padre -dije- se acostumbra a hacerse igual al hijo y a temer a los hijos, y el hijo a hacerse igual al padre y a no respetar ni temer a sus progenitores a fin de ser enteramente libre; y el meteco se iguala al ciudadano y el ciudadano al meteco y el forastero ni más ni menos."[105] Esto es lo que ha ocurrido con determinados padres que quisieron educar a sus hijos en la libertad y no les pusieron trabas ni coacciones. En la ausencia de normas y de coacción como integrantes de la educación, suelen salir verdaderos desastres morales. Así ha ocurrido con algunos padres de "izquierdas" o "progresistas" en su odio contra la educación "autoritaria". "el maestro teme a sus discípulos y les adula; los alumnos menosprecian a sus maestros, y del mismo modo a sus ayos; y en general, los jóvenes se equiparan a los mayores y rivalizan con ellos de palabra y de obra, y los ancianos, condescendiendo con los jóvenes, se hinchen de buen humor y de jocosidad, imitando a los muchachos, para no parecerles agrios ni despóticos."[106] Así es la permisiva educación democrática y "antiautoritaria" según Platón y también en nuestro país y en general en Occidente desde hace algunos años. Los pedagogos actuales son los sofistas democráticos denunciados ya por Platón por impostores en 493 a-c y aquí, en el libro VIII de la República. La LOGSE española de 1990, aún en vigor hoy es un ejemplo en su articulado y en sus resultados desastrosos del acierto del diagnóstico platónico. Como hemos dicho antes, hasta los animales cogen ínfulas y arrogancia frente a los dueños y a los viandantes. Esta es la realización de la libertad. Se confunde libertad con ausencia de normas y de coacciones y coerciones. No puede haber ningún constreñimiento. Todo se deja a la libre espontaneidad del sujeto, sin trabas y sin dirección. Una educación no directiva, "progresista". Qué lucido fue Platón ya entonces con lo que ahora se padece en la educación en España y en Europa Occidental.

La tiranía nace de las entrañas mismas de la democracia. Lo que disuelve a la democracia es la libertad anárquica, el desorden y el caos. Esta libertad democrática se convierte con su exceso, según Platón, en su contrario: "Que la misma enfermedad -dije- que, produciéndose en la oligarquía, acabó con ella, esa misma se hace aquí aún más grave y poderosa, a causa de la licencia que hay, y esclaviza a la democracia. Pues en realidad, todo exceso en el obrar suele dar un gran cambio en su contrario, lo mismo en las estaciones que en las plantas que en los cuerpos, y no menos en los regímenes políticos.[…] La demasiada libertad parece, pues, que  no termina en otra cosa sino en un exceso de esclavitud, lo mismo para el particular que para la ciudad."[107] Entonces,  concluye Platón, "es natural que la tiranía no pueda establecerse sino arrancando de la democracia; o sea que, a mi parecer, de la extrema libertad sale la mayor y más ruda esclavitud."[108] En la democracia se forman tres clases sociales: la clase de los políticos. Viven de la política. Son los miembros de las familias ricas más tontos y menos dotados para los negocios.Son por lo demás manirrotos y holgazanes. Ante tantos fracasos en los negocios, deciden dedicarse a la política. Por ello, viven a costa de la política, del Estado, del erario público. Son de ellos, los más activos quienes vociferan y agitan la Asamblea, mientras que los demás, con su bullicio, no dejan hablar a los otros. Luego viene la clase adinerada, que son desplumados por el primer grupo arriba citado y el pueblo sencillo y pobre en tercer lugar. En la democracia, la demagogia se impone necesariamente, pues la mayor parte de la sociedad está compuesta de pobres. Los demagogos crean redes de clientelismo político con sus subvenciones dinerarias a los pobres. Los políticos tienen que dar algo al pueblo para mantener su situación de poder, lo cual no es posible sin expoliar a los ricos. El dinero se lo quitan a los ricos y lo reparten entre los pobres para ganarse sus favores políticos. Una parte de los despojos de los ricos va a mantener felices a los pobres. Esta situación da lugar a disturbios políticos. Si los ricos se defienden, son tildados de oligarcas y reaccionarios. Esto aumenta la tensión. Los pobres se ven amenazados.  Esto dura hasta que surge un líder popular muy querido por el pueblo. El pueblo nombra a  un hombre y hace "que medre en grandeza". Y surge así el tirano, un individuo sin escrúpulos éticos y se convierte como dice Platón, de hombre en lobo. El tirano ataca a los ricos. Éstos se resisten y la resistencia produce más ataque. Organiza para su propia seguridad una guardia personal y las conspiraciones son muy frecuentes contra él. Además, cuando el tirano ha cumplido sus promesas iniciales y todo está tranquilo, tiene necesidad de suscitar guerras exteriores para consolidar su poder, ya que así, durante la guerra, hace falta un conductor, un caudillo para el pueblo. Durante las guerras, el pueblo tiene necesidad de un conductor. Pagando impuestos, el pueblo se hace pobre y así teniendo que buscarse la subsistencia, tiene menos tiempo para pensar en la política y así conspirarán menos contra el tirano. También eliminará a quienes aman la libertad. Las guerras son un excelente medio de fomentar la solidaridad y la unión del pueblo en torno al tirano y un excelente propósito para eliminar la disidencia interna. Además, puede enviar al frente a todos los elementos políticamente molestos. A la larga, todo esto acabará por granjearle al tirano el odio de los ciudadanos. Las críticas arreciarán contra el tirano, incluso de parte de los que antaño le apoyaron y le auparon al poder. La dinámica interna de la tiranía lleva al tirano a la igualación de los ciudadanos en la mediocridad y siempre hacia abajo. La mediocridad es amiga del tirano y la excelencia y la virtud son ajenas a la tiranía. Esto lo repetirán durante la Revolución Francesa incesantemente, Robespierre y Saint-Just. El tirano pues, descabezará a la oposición y descabezará a sus propios partidarios. Eliminará los mejores de entre sus enemigos y los mejores de entre sus partidarios. Así no habrá alternativa a su gobierno ni a su persona. El tirano practica la táctica de la tierra quemada en política. Por ello llega a ocurrir que el tirano sólo está seguro rodeado de hombres ruines que además le odian. El tirano entonces fomenta la mediocridad y la medianía y la vileza y la ruindad a su alrededor y por doquiera que está. Cuanto más riesgo corre el tirano de ser derrocado por los odios que suscita, tanto más segura será la fuerza armada digna de su confianza. Serán reclutados entre extranjeros y serán mercenarios.

El hombre tiránico está dominado por la locura y el furor. Está lejos de toda mesura. Está dominado por los excesos de todo tipo: "el hombre se hace con todo rigor tiránico cuando, por su naturaleza o por sus modos de vivir o por ambas cosas, resulta borracho o enamorado o loco."[109] Los deseos más viles habitan en el alma del tirano. Las pasiones de la peor especie lo dominan. Además, "¿Y no es verdad que al lado de éstos brotan cada día y cada noche nuevos y terribles deseos con multitud de exigencias?"[110] El tirano parece un drogadicto o un alcohólico sometido al síndrome de abstinencia. Cuando se han agotado sus recursos financieros en saciar a sus tiránicos deseos, se enfurece y mira a quién le pueda quitar su patrimonio para proseguir su escalada demencial en la satisfacción de todas sus inclinaciones. "Es preciso, pues, que saque dinero de donde sea, so pena de ser presa de atroces dolores y tormentos."[111] Nada le frena al tirano. Puede atacar violentamente a su padre y a su madre cuando ha agotado su propio patrimonio para arrebatarles sus bienes. Después de esto, la emprenderá con los demás ciudadanos y con los templos. El tirano no se abstiene de horror alguno ni de crimen alguno. Carece de todo escrúpulo ético o moral. El hombre tiránico lleva en sí un tirano: el amor, que domina a sus restantes deseos. El tirano sólo puede ser amo o esclavo, nunca amigo. La amistad sólo se da entre hombres iguales y libres. "Y así, no son en toda su vida amigos de nadie, sino que siempre son déspotas de alguno o esclavos de otro; pues de la verdadera libertad y amistad no gusta nunca la naturaleza tiránica."[112] Como el tirano es el hombre más perverso, es forzosamente también según Platón, el más infeliz. El filósofo es el más feliz y el tirano es el más infeliz. Lo mismo podemos decir del Estado: "para todo el mundo resulta evidente que no hay ciudad más infeliz que la tiranizada, ni más dichosa que la gobernada por el rey."[113]Igual ocurre respecto a la libertad. El tirano es el hombre menos libre: está sometido a sus deseos, esclavo de sus inclinaciones. La ciudad o el Estado gobernado dictatorialmente o de forma tiránica es la comunidad política menos libre igualmente. El hombre tiránico "es, con mucho, el más desdichado de todos los hombres."[114] Conclusión de Platón: "el auténtico tirano resulta ser auténtico esclavo, sujeto a las más bajas adulaciones y servidumbres, lisonjeador de los hombres más perversos, totalmente insatisfecho en sus deseos, falto de multitud de cosas y verdaderamente indigente si aprendemos a mirar en la totalidad de su alma; henchido de miedo durante toda su vida y lleno de sobresaltos y dolores, si de veras se parece su disposición a la de la ciudad que gobierna."[115] El régimen de Platón es un comunismo ilustrado. Todo para el pueblo pero sin el pueblo. Quien no es capaz de regirse por su propia razón debe ser gobernado y regido por su bien por quien sea racional.[116] Platón reconoce que este Estado construido y deducido racionalmente y a priori sólo existe conceptualmente, mas no en ningún lugar terrestre, sin embargo, eso no le resta la menor fuerza y validez, pues "quizá -proseguí- haya en el cielo un modelo de ella para el que quiera mirarlo y fundar conforme a él su ciudad interior. No importa nada que exista en algún sitio o que haya de existir; sólo en esa ciudad actuará y en ninguna más."[117] Constituye así una idea regulativa de la razón política, un modelo o arquetipo de acuerdo con el cual se puede orientar la conducta ético-política.

3. El "Político".


                Se trata de definir qué es un político. “¿Nuestra investigación sobre el Político se ha propuesto con una finalidad propia o para hacernos más bien mejores razonadores sobre cualquier tema?”. “Es evidente que por lo segundo.”[118] En principio, de acuerdo con todo el discurso platónico, el político es un científico. La política es una ciencia lo suficientemente seria como para dejarla en manos del vulgo, que no está preparado. Sólo el político, el filósofo dispone de la suficiente prudencia política como para ejercer el poder. La política es una ciencia teórica. Se "divide entonces el conjunto de las ciencias, llamando, a la una "ciencia práctica", a la otra, simplemente "teórica".[119] Esta ciencia también se llama "ciencia real" y al que la posee se le debe llamar "rey". El rey justifica su poder político en su ciencia. Gobierna porque sabe. Platón nunca renunciará a unir el poder político con el saber filosófico-político. El gobierno del saber caracteriza toda la filosofía política platónica. Además, la  política y la filosofía siempre tienen entre sí una cierta afinidad. Ya sabemos desde la “República” que el maestro de la dialéctica y el político son el mismo hombre. Ambas –filosofía y política- son polémicas y en ambas pensar y actuar siempre son pensar y actuar contra alguien o algo. La definición de una tesis nunca es axiomática, sino polémica, en su enfrentamiento con las alternativas que se le oponen. Por ello la definición de Carl Schmitt de lo político como la oposición permanente y empírico-trascendental de amigo/enemigo podría también aplicarse a la filosofía. Por eso, política y filosofía son dialécticas en el sentido de que suponen e implican contradicciones y oposiciones. La verdad de una tesis política o filosófica siempre será indirecta, apagógica, por reductio ad absurdum de sus contrincantes, no tanto por una demostración axiomática de la propia posición, que, por cierto, nunca está aislada, sino en lucha permanente con otras que se le oponen. Se busca una definición del político utilizando la técnica de las definiciones y de las divisiones y clasificaciones. Es éste el método socrático-platónico o dialéctico o escolástico. El político es el rey que gobierna a su pueblo igual que un pastor gobierna a su rebaño. El hombre es un animal rebañego, mejor, el pueblo es rebañego, amante del gregarismo, de ser un rebaño. La política es "ciencia que cría en común a los hombres."[120] Se ve claramente que Platón nunca tuvo confianza en la capacidad política del pueblo. La comparación del pueblo con el rebaño y del rey o político con el pastor se presta a críticas y objeciones. No podemos confundir al rey con el pastor ni con el tirano. Conviene pues seguir definiendo lo que entendemos por el rey o poseedor de la ciencia real o política. Por ello, Platón irá afinando a lo largo del diálogo la definición. Vuelve otra vez Platón a utilizar el procedimiento de las definiciones y desde el arte de tejer, a través de unas indicaciones sobre las ciencias auxiliares de la política, llega al tema de las formas de gobierno. La Monarquía es un régimen político en el que el poder recae en una sola persona. "¿No es la Monarquía uno de los que entendemos por regímenes políticos?"[121] A continuación vienen la aristocracia y la democracia. De estos tres regímenes perfectos surgen formas degeneradas: "Mas, siendo estos tres, ¿acaso no resultan en cierto modo cinco, al engendrar de sí mismos otras dos designaciones?

-¿Cuáles?

-Considerando su condición violenta o voluntaria, así como la pobreza o riqueza, legalidad o ilegalidad que en estas formas de gobierno ocurren, se divide en dos cada una de las dos clases citadas, y así, por lo que toca a la Monarquía, como ofrece dos especies, se designa con dos nombres, tiranía o reino."[122] La oligarquía es el gobierno de unos pocos, pero también la aristocracia lo es: "En cambio, toda ciudad sometida al mando de unos pocos se llama aristocracia u oligarquía."[123] La democracia es el gobierno del pueblo: "En cuanto a la democracia, sea por la fuerza, sea de grado, como ejerza su mando en los hacendados y ya observe exactamente las leyes, ya no, en todo caso su nombre nadie suele cambiarlo."[124] Hay tres regímenes perfectos: Monarquía, Aristocracia y Democracia. Aquí se respetan las leyes. Diríamos que tales regímenes son Estados de Derecho[125]. Hay tres formas correlativas imperfectas o incorrectas: Tiranía, Oligarquía y Democracia demagógica diría Aristóteles. Aquí no se respeta la legalidad establecida. Ahora bien, la bondad de tales regímenes políticos no debe juzgarse o evaluarse para la ciencia real o política, ciencia crítica y directora a decir de Platón, según el criterio del número de gobernantes ni según el criterio de la violencia o la libertad ni tampoco según la pobreza o riqueza, "sino el que haya en ellos o no una determinada ciencia"[126] Si el régimen político está orientado por la ciencia real o política, tal régimen es correcto o legítimo. Si no es así, es imperfecto o ilegítimo. Lo ideal sería un gobierno sin leyes, sólo regido por el Saber y la Ciencia políticos, tal y como quedó expuesto en la "República". Entonces,  "Por fuerza, pues, hay que examinar ahora la cuestión del siguiente modo: en cuál de estos regímenes llega a realizarse la ciencia del gobierno de los hombres que es, en definitiva, la más grande y más difícil de adquirir. Se impone, en efecto, fijar nuestra atención en ella, para así poder ver quiénes son los sujetos que hay que apartar del rey verdaderamente inteligente; esos, digo, que se las dan de políticos e intentan hacérselo creer a muchos, mas no lo son en modo alguno."[127]  Para empezar, la masa, el vulgo no es filósofo. Es incapaz de adquirir la ciencia política. Si alguien tiene la ciencia real es él quien debe gobernar por derecho propio que le otorga su saber objetivo práctico apodíctico y necesario político. El que posee el saber real es el verdadero y legítimo y auténtico rey. El que debe mandar lo debe hacer ya sea de forma monárquica o democrática o aristocrática, ya sea por la fuerza o por la legalidad. Quien tiene razón la tiene aunque no guste subjetiva y psicológicamente al vulgo: "Y en cuanto a esos hombres, lo mismo manden a súbditos voluntarios que forzados, ya lo hagan por medio de leyes escritas o sin ellas, ya estén en la opulencia, ya en la pobreza, es necesario pensar, como suponíamos ahora, que ejercen con pericia su mando, cualquiera que éste sea."[128] La verdad es la verdad por encima de acuerdos o consensos a lo Habermas o a lo Apel. La ciencia política, como se ha visto, es patrimonio de unos pocos o quizá de uno solo. La ciencia real, por lo que venimos viendo es la filosofía. La política se identifica con la filosofía. El gobernante al final ha de ser filósofo o a la inversa. Este rey filósofo es como el médico, su ciencia no obedece en su estructura y verdad al consenso o a factores extracientíficos. Un buen gobierno será aquél guiado por el saber y ello por encima de leyes escritas, tal y como se afirmó en la "República". Ahora, en el "Político" se va a dar la transición hacia un cierto realismo político. De entre las formas de gobierno ha de existir forzosamente una que sea la más perfecta y en la que la ciencia real se puede ejercer de forma más adecuada: "Necesario es, entonces, por las trazas, que entre las formas de gobierno exista una sola recta en grado especialísimo, aquella en que puedan encontrarse los jefes dotados de su ciencia en realidad, no en apariencia tan sólo, ya ejerzan el mando según leyes o sin ellas, ya con el consentimiento de sus súbditos o sin él, ya sean pobres o gocen de riqueza; de estas últimas consideraciones no hay que tener absolutamente ninguna en cuenta al fijar cualquier norma de rectitud."[129] El gobierno del saber es el único gobierno legítimo según Platón y no hacen falta leyes escritas en tal caso. Es la única forma legítima de gobierno, pues, "en cuanto a las demás que citamos, diremos que no son genuinas ni constituyen en realidad formas de gobierno, sino que, imitando a ésta nuestra, mientras aquéllas que consideramos como dotadas de buenas leyes se conforman según los mejores modelos, las otras, en cambio, según los peores."[130] Así, hay una forma perfecta que es el gobierno del saber, el modelo platónico. Hay tres formas de gobierno que la imitan correctamente y establecen leyes y a ellas se adecuan y hay tres formas que la imitan incorrectamente y son formas degeneradas y son las peores imitaciones del modelo. El político debe saber legislar, pero el ideal es el gobierno del saber, de la ciencia real, pues las leyes se basan en la experiencia, mientras que la ciencia real es a priori, es la dialéctica platónica, la ciencia eidética suprema. El conocimiento del filósofo está por encima del conocimiento empírico. Estamos sosteniendo la misma tesis que sostenía la "República" de Platón. Esta tesis resulta un poco dura: "Tus demás afirmaciones, extranjero, parecen mesuradas; pero eso de pretender que se debe gobernar sin leyes resulta un tanto duro de oír."[131] Respuesta de Platón: "es evidente que en cierto modo la legislación pertenece al arte real; pero el ideal no consiste en que las leyes detenten el poder, sino el varón real dotado de inteligencia."[132] Pues "una ley no podría nunca abarcar a un tiempo con exactitud lo idea y más justo para todos, y luego dictar la más útil de las normas; porque las desemejanzas entre los hombres y los actos, y el hecho de que nada goza jamás, por así decirlo, de fijeza entre las cosas humanas, no permiten que un arte, sea el que sea, imponga en cuestión alguna ningún principio absoluto válido para todos los casos y para todos los tiempos."[133] El rey filósofo necesita las leyes como medida auxiliar para disponer lo que se debe hacer en los casos de los que él no pueda ocuparse directamente. La comparación con el médico es recurrente. Incluso el rey filósofo puede obligar a su pueblo a desobedecer la ley. Esta es la constitución perfecta, el Estado perfecto. El arte político, la ciencia real o política es superior a la ley. El único criterio de gobierno es el bien público. El hombre prudente, sabio sabrá lo que tiene que hacer en cada momento y sin regirse por ninguna ley universal. La ley suplirá la prudencia y la sabiduría. El “Político” reafirma igual que la “República” la distinción entre política ideal o verdadera y el resto de las políticas. El “Político” señala que la política ideal no es de este mundo. Hay que pensar en la política empírica, mundana, tal y como la configuran los hombres de este mundo.

         La masa no está preparada políticamente. Sólo unos pocos tienen la ciencia política: "jamás la masa, sea de los hombres que fuere, podría estar en condiciones de adquirir semejante ciencia para administrar con reflexión la polis, por el contrario, es en una pequeña cantidad, en un reducido número, en la unidad incluso, donde hay que buscar aquella única constitución, la acertada; en cuanto a las demás, hemos de tenerlas por imitaciones,"[134] Si un Estado no se rige por el gobierno del filósofo, forzosamente ha de ser un Estado de derecho, que se rige por la ley escrita. Esto es lo que se llama el “imperio de la ley” y según Max Weber era la legitimación legal-racional. Ahora bien, la política justa en segunda instancia -esto es, no lo más justo- ha de ser en tal caso la de garantizar un escrupuloso cumplimiento de la legislación. Tenemos que contentarnos pues con la dictadura de la ley, con el Estado de derecho, con la rule of Law. Ahora bien, esto exige el imperio de la ley y que la ley sea implacable: dura lex, sed lex: "El que nadie en la polis se atreva a hacer cosa alguna contra las leyes, y quien se atreviere a ello, sea condenado a muerte y a las penas más severas. Y esta norma es la más justa y perfecta en segunda instancia, una vez se descartó la primera,"[135]

         Como no surgen en las ciudades reyes comparables a los que nacen en las colmenas, es menester decidir qué hacer en el caso de que los Estados se vean necesitados de regirse por las leyes escritas. Si no hay filósofo, el gobernante se debe regir obedeciendo a las leyes, debe confiar en la sabiduría de las leyes. Se entra en el nivel de los gobiernos menos perfectos. Hay siete regímenes: 1º Régimen perfecto regido por el rey filósofo y su ciencia política o real. 2º Régimen Monárquico. 3º Régimen Aristocrático. 4º Régimen Democrático. 5º Régimen Tiránico (Monarquía corrompida y no sometida a la ley). 6º Régimen Oligárquico (Aristocracia corrompida y no sometida a la ley). 7º Régimen Democrático (Democracia corrompida y no sometida a la ley). Esta clasificación de gobiernos menos perfectos está más cercana a la realidad que la clasificación ofrecida en la "República". Esta clasificación combina dos factores: quien gobierna y cómo gobierna. Cuando se respeta la legalidad la monarquía es el mejor régimen. Cuando no se respeta la legalidad, la monarquía en forma de tiranía es el peor régimen y el más insoportable. "Según eso, la monarquía, vinculada en normas escritas que llamamos leyes, es la más perfecta de las seis formas de gobierno. Sin ley, en cambio, la más perversa, la más insoportable para vivir en ella."[136] La democracia es incapaz de hacer grandes cosas, tanto en lo bueno, como en lo malo. "finalmente, al de la multitud lo consideraremos en todo impotente e incapaz de hacer nada serio, ni bueno ni malo, en comparación con las otras, por estar en ella repartidos los cargos fragmentariamente entre muchos."[137] Cuando todo va bien según la ley, la democracia es lo peor. Cuando todo está mal, va contra la ley, la democracia es lo mejor. "De ahí proviene que, si las formas de gobierno son según ley, ésta resulta la peor de todas ellas; si al contrario, van contra ley, la mejor de todas. Y si todas son desordenadas, es mejor vivir en democracia; más, siendo ordenadas, de ningún modo hay que vivir en ella, sino en la primera, que con mucho ocupa el lugar preferente, y constituye la más perfecta,  exceptuando la séptima: a ésta, en efecto -como a un dios de entre los hombres- debemos separarla de todas las demás constituciones."[138] Ya en Platón aparece delimitada la función judicial como una función no política: "la fuerza de los jueces no es la fuerza real, sino guardiana de leyes y servidora de aquélla."[139] Esto nos recuerda a Montesquieu cuando decía que el poder judicial es casi nulo. La ciencia política no es la función judicial ni el arte del general, pues el poder judicial y el poder militar, así como sus respectivos saberes no son más que ciencias auxiliares de la ciencia política. La ciencia suprema política ha de ser entonces superior a tales actividades y puede ser definida pues como “la que dirige a todas éstas, cuida de las leyes y de todos los asuntos de la polis, y todo lo entreteje con exactitud extrema, si la designamos incluyendo el sentido general de su propio poder, la llamaremos, con toda justicia al parecer, política.”[140] La ciencia política resulta ser una actividad de segundo grado por encima de las otras actividades. No hace nada propio sino dirigir a las otras ciencias que sí tienen objeto propio y específico. La política es una suerte de metaactividad de segundo grado que regula y dirige las otras actividades. El parecido con la filosofía es evidente. "He aquí, pues, la conclusión que se ha de tomar a la vista de todas las ciencias expuestas: ninguna de ellas apareció como ciencia política. En efecto: la que es realmente ciencia política no tiene por misión "hacer" sino dirigir a las que están capacitadas para ese hacer, sabedora de cuál sea el momento oportuno o inoportuno para comenzar o llevar adelante los importantísimos negocios que surgen en las ciudades, mientras que la misión de las demás se reduce a cumplir lo que les fue ordenado."[141] La política al igual que la filosofía tiene una labor de urdimbre.[142] A fin de cuentas, la Filosofía y la Política se ocupan de la symploké de las Ideas. La comparación entre el arte de tejer y la política prosigue. Hay que tener en cuenta los diversos caracteres de los hombres y saberlos combinar correctamente entre sí para conseguir una buena organización del Estado y de la sociedad. Esta ciencia filosófica o política se distingue de la tiranía en que la tiranía sólo gobierna por la coerción, por la violencia, mientras que el verdadero hombre de Estado gobierna a los hombres voluntariamente.[143] Por lo demás, podemos decir que es la primera vez en la historia de la filosofía política en la que aparece la idea del gobierno mixto, que aparecerá posteriormente en Aristóteles, Polibio y Montesquieu, aunque en este diálogo aparece sólo desde una perspectiva psicológica. El rechazo a la tiranía es evidente por los juicios que Platón formula contra los tiranos. En el siglo XX hubiera rechazado a los dictadores populistas y demagogos. Igualmente hubiera rechazado la praxis de los políticos faltos de saber: “a los que participan en todas estas formas de gobierno –excepción hecha de la que posee la ciencia- se impone descartarlos, convencidos de que no son políticos, sino revolucionarios, los cuales, siendo promotores de las más torpes alucinaciones, resultan ellos mismos los alucinados, los más burdos imitadores, los embaucadores más vulgares, sofistas entre los sofistas.

         -Posiblemente, esta palabra se aplica a los llamados “políticos” con toda justicia.”[144]

1.3. Las "Leyes".


               

                Esta es la última obra de Platón. Murió Platón antes de acabarla. La obra está pues, inconclusa. La obra refleja la filosofía política final de Platón además de ser la más extensa de todo el corpus platonicum.

         Para empezar, Platón señala el estado de permanente bellum omnium contra omnes en que están los Estados, su permanente estado de naturaleza, su permanente estado de guerra: "lo que la mayoría de las gentes llaman paz no es más que un nombre y, en realidad, hay por naturaleza una guerra perpetua y no declarada de cada ciudad contra todas las demás."[145] El conflicto es la base de la vida política y social y ello tanto en las relaciones interestatales como en el Estado, como en los grupos sociales e incluso en el interior del individuo mismo a nivel psicológico-subjetivo.

         En el libro I de las “Leyes” Platón formulará un pensamiento pacifista pues afirmará lo siguiente: 1. Que la guerra civil ha de ser evitada a toda costa para salvar al Estado. Lo peor que le puede pasar a un Estado es la guerra civil, “guerra que nadie querría que surgiese en su propia ciudad y que, una vez surgida, querrían todos que acabase cuanto antes.”[146] Aquí se anticipa a Aristóteles. 2. Es más importante la paz que la guerra. La guerra se hará para conseguir la paz. “Pues lo mejor no es la guerra ni la sedición –antes bien, se ha de desear estar libre de ellas-, sino la paz recíproca acompañada de la buena concordia…de la misma manera el que atiende a la felicidad de la ciudad y de los individuos no sería buen político si sólo, y en primer término, mirara a la guerra exterior; ni legislador cumplido si no dispusiese más bien las cosas de la guerra en gracia de la paz que las de la paz en gracia de la guerra.”[147] Platón, como se ve, no es un militarista pues “La educación, sin duda, trae consigo entre otras cosas la victoria, mientras que la victoria a veces trae consigo la ineducación. En efecto, muchos, haciéndose más insolentes por las victorias de guerra, se llenan por causa de esa insolencia de otros mil males.”[148]  Entonces la función de las leyes es tender a la paz civil, a la reconciliación de los antagonistas políticos en el seno del Estado, así como a la promoción de una política pacífica.

         Por lo demás, no se renuncia en modo alguno en las "Leyes" al gobierno del saber, pues afirma Platón: "Quede, pues, esto firme como opinión declarada: que a los ciudadanos afectados de esta ignorancia no se les ha de confiar nada que signifique gobierno, antes se les ha de reprender como ignorantes, aunque sean muy sutilizadores y se hayan ejercitado en toda clase de argucias y en cuanto sirve a la rapidez del ingenio;"[149] Hay que mantener  a los ignorantes alejados del ejercicio del poder político. Además, el autogobierno de la humanidad es imposible: siempre tiene que haber gobernantes y gobernados. Esta asimetría es necesaria de todo punto: "Por otra parte, es necesario de cierto que en las ciudades haya quienes manden y quienes sean mandados."[150] A continuación Platón describe diversas formas de relaciones de poder: 1º El poder del padre sobre el hijo en la familia. 2º El poder de la aristocracia sobre los plebeyos. 3º El poder de los ancianos sobre los más jóvenes. 4º El poder de los amos sobre sus esclavos. 5º El poder del fuerte sobre el débil. 6º El poder del sabio sobre el ignorante. Y  7º El poder democrático del que por sorteo ha sido nombrado gobernante. Es la ignorancia la que lleva a los Estados a la decadencia y a la destrucción. Como hay ausencia de sabiduría en los Estados, en la política, es conveniente establecer límites al poder político. Jamás debe establecerse una autoridad demasiado poderosa que no esté controlada y limitada por otra autoridad. Es un anticipo de la tesis de Montesquieu de que el poder sea quien limite al poder. Se trata así, de "que la ley no debía establecer poderes grandes ni tampoco absolutos:"[151] Hay según Platón, dos regímenes básicos o madres como los llama él: Monarquía y Democracia.  Los demás se derivan de ambas formas políticas primigenias: "hay como dos regímenes-madres, de los que puede decirse acertadamente que nacen todos los demás; y al uno debemos llamarle monarquía y al otro democracia.[…] Todos los demás regímenes presentan, como dije, variedad

de matices de esos dos y es fuerza que en algún modo participen de ambos, si ha de haber en ellos libertad y concordia concertadas con la razón;"[152]  Hay que  alcanzar un justo medio, un equilibrio conforme al buen sentido. Hay que tener en cuenta a las cuatro virtudes cardinales a la hora de gobernar: prudencia, justicia, fortaleza y templanza. Así se produce en Platón el hallazgo del gobierno mixto. El gobierno ha de ser el resultado de un equilibrio de fuerzas o que en él se combinen adecuadamente los elementos monárquicos y democráticos de organización política.[153]

         Entonces se concibe un Estado con el pensamiento, a priori, conceptual, ideal, aunque teniendo esta vez en cuenta más las circunstancias reales y empíricas que en la "República". Respecto al territorio, la ciudad-Estado estará lejos del mar. Se trata de evitar las influencias externas así como el peso de las masas democráticas en el caso de que hubiese una flota. El ideal pues, es el aislamiento geográfico y la autosuficiencia o autarquía económica para no necesitar del comercio. El gobernante ideal de tal Estado será un tirano joven e inteligente, provisto de una extraordinaria nobleza moral. Es el filósofo otra vez: "Dadme la ciudad sometida a un tirano. […] Sea este tirano joven, de buena memoria, dócil, valeroso y magnífico por naturaleza."[154]Además, será menester contar con la presencia y la colaboración de un legislador u hombre de Estado sabio en extremo. Será así el régimen perfecto, aquél en el que recaiga el poder en dos jefes. "Según parece, afirmas que de la tiranía sale la mejor ciudad si cuenta con un legislador consumado y un tirano virtuoso, y que el paso de una cosa a otra es entonces más fácil y rápido; en segundo lugar viene la que nace de una oligarquía -¿no dices eso?-, y en tercero la que de una democracia."[155] Respuesta correctora de Platón: "De ningún modo: el mejor origen es una tiranía; el segundo un régimen de realeza; el tercero una cierta democracia. En cuarto lugar está la oligarquía: es la que con mayor dificultad dará lugar a una generación semejante; pues en ella es donde hay el mayor número de potentados. Decimos que lo dicho nace cuando existe un verdadero legislador y concurre en él una cierta fuerza común con los que pueden más en la ciudad; en donde este elemento es más corto en número por un lado y más fuerte por otro, como ocurre en la tiranía, hay modo y ocasión tales que el cambio suele ocurrir con la mayor rapidez y facilidad."[156] En última instancia, al igual que en la "República", todo depende de quién sea el que gobierne. Aquí entonces si el filósofo-político o el político ilustrado filosófico se encontrara con un tirano ilustrado y benévolo también, ello sería el régimen perfecto ya que el déspota se hallaría en situación de poder poner en práctica las reformas que aquél le sugiriese. Si el tirano es bueno, todo irá bien por su poder omnímodo para cambiar todo lo que sea menester en orden a conseguir la armonía y la justicia política. Se trata de "que cuando ésta en su máximo grado coincide en un hombre con la prudencia y la moderación, se produce en consecuencia el nacimiento del mejor régimen y de las mejores leyes; y que si no es así, no hay que pensar en que se produzcan."[157]Todo depende pues, de un feliz azar. En el gobierno del Estado hay que dar primacía a lo más divino del hombre, a la razón. La ley pues, será lo dispuesto por la razón.  Lo más importante será el gobierno de la Ley impersonal y producto de la razón. Hay además tantas leyes como regímenes políticos. De todos modos, la orientación hacia el gobierno del saber aparece clara en la necesidad enunciada por Platón de colocar preámbulos justificatorios racionalmente de la necesidad de la ley en cuestión de que se trate. Es muy importante que las leyes no solo manden con claridad y firmeza, sino que se trata además de que sus preceptos convenzan a los ciudadanos. En el gobierno se pueden y se deben utilizar tanto la persuasión como la fuerza. El objetivo de la ley es educativo. Se trata de fomentar la virtud. “Todo aquel que se ocupa de la ley como lo hacemos nosotros no está estableciendo la ley para los ciudadanos, sino educándolos”.[158] El legislador pues, no debe buscar el favor del vulgo. Hay dolores buenos y hay placeres malos tal y como ya dijo Platón en el “Gorgias”.

         Según Platón, "hay dos aspectos en la función política, la atribución de las magistraturas a cada uno de sus titulares y la distribución de los reglamentos entre las magistraturas."[159] Ahora bien, antes conviene depurar a la sociedad de sus elementos más degenerados, pues "en lo que toca a los hombres no hay nada más grave para el legislador que la búsqueda y la interpretación de qué es lo que conviene en cada caso, tanto en punto a depuraciones como por lo que toca a todas las demás actividades."[160] Hay varios tipos de depuraciones. Todo depende del poder del gobernante para poderlas llevar a cabo. De todos modos, entre las depuraciones, la mejor es la más dolorosa por ser ésta la más eficaz. "Ahora bien, la mejor de las depuraciones es la dolorosa, como ocurre con las drogas en casos parecidos: es la que lleva a la corrección por medio de un castigo basado en la justicia y establece como punto extremo del castigo la muerte o el destierro; que así es como suelen ser quitados de en medio los que, habiendo cometido los más grandes delitos y siendo incurables, constituyen el mayor daño que pueda haber para la ciudad."[161] La más dura es la muerte de los degenerados. Otra depuración, más suave es el destierro, eufemísticamente denominado "colonia". "Y he aquí ahora cómo será la más suave de nuestras depuraciones: a todos cuantos, movidos por la carencia de recursos, se declaren dispuestos y preparados a seguir a sus jefes en la marcha de quienes no tienen contra lo de aquellos que tienen, a esos, que son como una enfermedad crónica en la ciudad, se les envía, con los mejores modos posibles, a un destierro al que se dará por eufemismo el nombre de colonia."[162]

         El Estado ha de ser una verdadera administración pública. La democracia, la oligarquía y la tiranía son formas de gobierno indeseables porque son clasistas. Son gobiernos que favorecen sólo a una parte de la sociedad. Estos sistemas políticos son partidos, son facciones, no forman un Estado. Y su noción de justicia no es tal. “Después de producirse una lucha por el mando, los vencedores se apropiaron con tal fuerza la cosa pública que no dejaron a los vencidos la más mínima parte del poder, ni tampoco a sus descendientes; y viven vigilándose unos a otros a fin de que nadie se revuelva alzándose con el mando por el rencor de los pasados males. De éstos decimos nosotros, sin duda alguna, que no son tales regímenes, como también que no son rectas leyes las que no se establecen en razón de la comunidad total de la ciudad. Donde las leyes se hacen  en gracia sólo de unos cuantos, decimos que no hay ciudadanos, sino sediciosos, y que su pretendida justicia no es sino un nombre vano.”[163] A nadie se le debe confiar el gobierno por razones de alcurnia o de riquza o poder social, sino sólo porque tal individuo tenga capacidad política, carácter adecuado y cualidades de buen gobernante y por encima de todo, que respete a la Ley, pues ésta se halla por encima de los gobernantes y éstos deben estar sometidos a ella. El Estado existe pues no para el bien de una clase determinada sino al servicio del bien común, para que todos los ciudadanos vivan conforme es debido y sometidos al Imperio de la Ley.

         Platón concede gran importancia al número de habitantes de la polis y su número de ciudadanos. Hay que buscar la mesura y evitar la desproporción. Por eso, el número de ciudadanos terratenientes será de 5040. Este número es el resultado de multiplicar 1x 2 x 3 x 4 x 5 x 6 x 7= 5040.[164] Este número tiene hasta 59 divisores. Ofrece pues, la posibilidad de agrupar la población en muchas combinaciones. Platón vuelve a insistir en la necesidad del comunismo, porque en "la primera ciudad y constitución y las mejores leyes se darán donde en el mayor grado posible ocurra por toda la ciudad aquello que desde hace tiempo se dice: y lo que se dice es que realmente las cosas de los amigos son comunes. Así, pues, si hay algún lugar en que ahora suceda esto o algún día haya de suceder, que sean comunes las mujeres y comunes los hijos y comunes las riquezas todas, y en que haya sido extirpado de la vida por todos los medios y en todas partes todo aquello que se suele calificar de propio, e inventado un medio para que en la medida de lo posible lleguen a ser comunes de una manera u otra incluso las cosas que son personales por naturaleza, de suerte que parezca que hasta los ojos los oídos y las manos ven, oyen y obran en comunidad, y en que todos alaben y censuren con la mayor unanimidad posible alegrándose y entristeciéndose ante las mismas cosas; en una palabra, si hay unas leyes que, en la medida de su poder, den la mayor unidad posible a una ciudad, no habrá jamás nadie que pueda formular una definición más justa ni mejor de lo que es el más alto grado de excelencia. Una ciudad semejante, sean dioses o hijos de los dioses quienes la habiten en número superior a uno, proporcionará a quienes vivan así el habitar dichosos, por lo cual no es necesario ir a ninguna otra parte para buscar un modelo de constituciones, sino atenernos a este tipo y buscar una que sea en todo lo que cabe semejante a ésta."[165] No renuncia Platón a su ideal de comunismo filosófico entre los ciudadanos. Ahora bien, aquí y ahora se impone el realismo. La segunda forma de Estado, menos perfecta, va a ser la que va a describir a continuación Platón, es precisamente más concorde con las cosas reales y aún quedaría una tercera que sería preciso estudiar y considerar si las condiciones objetivas reales fuesen aún más desfavorables o menos adecuadas para las construcciones platónicas ideales. Ante el abandono del comunismo, procede el reparto de los bienes de forma equitativa entre los ciudadanos. Hay que admitir pues, la propiedad privada bien que con limitaciones en las diferencias de patrimonio entre los ciudadanos. La propiedad privada sufre así severas restricciones. Primero, la tierra será repartida en lotes iguales para todos los ciudadanos. La tierra será inalienable en el futuro. Segundo, los ciudadanos establecerán el mayorazgo. Sólo podrá heredar la tierra un hijo. Tercero, los hijos sin herencia serán adoptados por las familias que no tengan descendencia. Cuarto, habrá que admitir un control de la natalidad para que el número de ciudadanos adultos varones terratenientes del Estado se mantenga en 5040. En caso de defecto de población se admiten inmigrantes. En caso de exceso se envían a fundar colonias. En este Estado los negocios les están prohibidos a los ciudadanos, así como los trabajos manuales o artesanales, por ser serviles y envilecedores del cuerpo y del alma. "En efecto, en una tal organización los negocios no existen en absoluto, pues está concorde con ella el no ser necesario ni lícito para nadie el dedicarse a ninguno de los negocios que, por ser esa ocupación censurable que se llama artesanía capaz de privar de libertad a los caracteres, son indignos de toda persona libre, ni el pretender en modo alguno atesorar riquezas por ninguno de esos procedimientos."[166] Se sigue buscando pues la unidad moral del Estado y se trata de evitar el surgimiento de diferencias sociales y económicas que fomentarían el egoísmo, el individualismo, la falta de cohesión social y por tanto, la desunión y la guerra civil. La virtud y la riqueza son incompatibles para Platón, así como la pobreza y la virtud son también igualmente incompatibles entre sí. Esto es lo que los liberales nunca le han perdonado a Platón. La austeridad está reñida con el consumismo y con el capitalismo. Si es verdad que la filosofía se identifica con el comunismo y con el socialismo, entonces, la filosofía es incompatible con el capitalismo. Esto es lo que vino a decir Ernst Bloch, que el avance del capitalismo ha hecho entrar a la filosofía en decadencia. Por lo demás, siguiendo con Platón, éste prescribe que no debe haber ni oro ni plata en su Estado: "Y además de esto hay aún otra ley que sigue a todas esas, y es que a ningún particular le esté permitido el poseer nada de oro ni plata, con excepción del dinero necesario para el intercambio cotidiano que es casi indispensable hacer con los artesanos y de aquel con que hay que pagar sus sueldos a todas las personas de esa índole de quienes tiene uno necesidad: mercenarios, siervos e inmigrantes. Razones por las cuales afirmamos que deben tener una moneda válida para ellos, pero que no tenga valor entre los demás humanos."[167] Esto mismo ocurría con las monedas de curso legal en los países del socialismo realmente existente en el Este de Europa hasta 1989. El legislador será realista y tratará de adecuar las leyes a la realidad social y política del Estado del que se trate. En todo caso, la riqueza es incompatible con la virtud y con la felicidad tanto del individuo como del Estado: "de entre estas cosas hay unas que es factible que sucedan, y otras que no; pues bien, el organizador debe querer las que son posibles, y las que no lo son, ni las querrá con vano deseo ni menos pondrá mano en ellas. Que los que son buenos sean también felices es cosa que debe suceder casi inevitablemente, y esto habrá de quererlo él; pero, en cambio, que sean buenos los muy ricos es imposible, al menos si se trata de aquellos a quienes los más califican de ricos, que así son calificados aquellos pocos de entre los hombres que poseen cosas que valen mucho dinero, es decir, lo que no pueden tener más que los malos. Ahora bien, si esto es así, yo no convendría con ellos en que el rico pueda ser realmente feliz si no es también bueno: no, sino que ser  a la vez señaladamente bueno y señaladamente rico es cosa imposible"[168] Mientras que el liberalismo señala que la libre iniciativa económica privada es positiva socialmente y que el que haya riqueza en pocas manos, que haya ricos, es beneficioso para la sociedad toda, Platón adopta una actitud antiliberal y antimercado libre. Los muy ricos no son buenos y si no son buenos tampoco son dichosos. La crítica social de Platón es demoledora, tanto desde el punto de vista de la ética como desde la política. La sociedad platónica diseñada en las "Leyes" es una sociedad agraria y en esta sociedad "no hace falta oro ni plata […] ni tampoco un gran tráfico comercial con artesanía, usura e innobles ganaderías, sino sólo cuanto da y produce la labranza, y aun de esto únicamente todo lo que no obligue al traficante a desentenderse de aquello para lo cual está hecho el dinero, que es el alma y el cuerpo, los cuales sin la gimnástica y la restante educación no merecerían la pena de que se interese uno por ellos."[169] Al igual que ocurría en la “República”,  hay que evitar la excesiva riqueza y la excesiva pobreza en el Estado. Se trata pues, de que "no haya en ninguno de los ciudadanos ni extrema pobreza ni tampoco grandes riquezas."[170] El ideal sería que todos los ciudadanos fueran económicamente iguales, pero como esto no es posible, se admite que cada uno pueda poseer bienes muebles hasta un cuádruplo del valor del lote de tierra. En todo caso, el principio que debe regir todo esto consiste en que “el dinero debe ocupar el último lugar en la escala de valores”, después del cuidado propio del alma y el cuerpo.[171] La ocupación del ciudadano es la de dedicarse a la política, mantener el orden social del que disfruta. Esta es una tarea que exige mucho estudio y mucha práctica.  Los ciudadanos no trabajarán ni tendrán oficio alguno. Trabajarán los esclavos y los extranjeros o metecos. El diálogo se extiende en la consideración de la organización geográfica del Estado y ello tanto de la ciudad como del campo, aplicando pautas extraídas de la geometría. Platón parece estar convencido de la bondad de las matemáticas para resolver acertadamente otras muchas cuestiones sociales de muy diversa índole. El pitagorismo nunca desapareció del todo en Platón.

         Se trata ahora de establecer la constitución política del Estado. A este respecto afirma Platón lo siguiente: "He aquí los dos momentos que hay en toda organización de un régimen político; en primer lugar, los establecimientos de las magistraturas y de quienes hayan de ocuparlas, es decir, cuántas es menester que sean y de qué manera han de ser establecidas; y después, entonces es ya cuando hay que asignar a cada magistratura sus normas, esto es, la cuestión, en ese segundo momento, de cuáles y cuántas y de qué índole es conveniente que las tenga cada una de aquéllas."[172] Se trata ya de concretar en qué consiste el régimen mixto propuesto por Platón. En primer lugar está la magistratura de los 37 guardianes de la ley, hombres maduros y probados de al menos 50 años de edad. El Consejo se compone de 360 miembros. Cada una de las cuatro clases económicas aporta una cuarta parte, 90 miembros. Cada clase lo es según el monto de su propiedad mobiliaria. Según Platón este régimen es intermedio entre la monarquía y la democracia, "de los cuales es menester que siempre participe toda constitución; pues no es posible que jamás se hagan amigos los esclavos y los dueños, ni tampoco la gente baja y los hombres de pro, a pesar de que se hable de las mismas dignidades para unos y otros."[173] Platón no cree que todos los hombres sean iguales. Tiene que haber una cierta igualdad entre los ciudadanos, pero en la polis, en el Estado hay hombres sin derechos: extranjeros, esclavos, mujeres. En un estilo que luego retomará Aristóteles en su "Política" afirma sin ningún empacho Platón: "Porque para quienes son desiguales la igualdad se hará desigualdad si no se le aplica una medida, y esas son las dos causas por las que se llenan de disensiones los regímenes políticos."[174] Aquí se adivina la posterior distinción aristotélica entre justicia conmutativa y justicia distributiva. Hay una igualdad consistente en dar a todos lo mismo y hay otra igualdad que es la de oportunidades pero que consistiría en el lema "a cada uno según sus méritos". Ambas son homónimas, pero son diferentes. Hay que tender, según Platón a fomentar la justicia distributiva, la justicia según los merecimientos de cada cual: "Ahora bien, para nosotros, según creo, la política no es nunca más que esto mismo, lo justo, a lo cual, ¡oh Clinias!, debemos ahora tender, teniendo la vista fija en ese tipo de igualdad, en la fundación de la ciudad que ahora está naciendo."[175] La igualdad azarosa, democrática hay que evitarla en la medida de lo posible. La otra, la meritocrática, es la mejor. Platón habla con prolijidad de más cargos públicos. Sigue una detallada descripción de lo que entiende Platón por poder judicial. Atención especial merecen los magistrados encargados de la música y la gimnasia. Platón además cita un magistrado encargado de la educación. Es una especie de ministro de la educación.  La educación sigue siendo importante en el Platón viejo: "es menester que el legislador no permita que la educación de los niños venga a ser cosa secundaria ni accesoria, y puesto que lo primero por lo que hay que comenzar es que sea escogido como es debido quien haya de ocuparse de ellos, será necesario que aquél haga todo cuanto esté en su mano para establecer e imponer como encargado de ellos a aquel de entre los ciudadanos que sea el mejor en todos los aspectos."[176] Este magistrado se elige para un mandato de cinco años. Los matrimonios deben celebrarse siguiendo los intereses del Estado, al igual que en la "República". "En una palabra, haya en todo caso una sola consigna en cuanto a matrimonios: es imprescindible que cada cual contraiga las nupcias que vayan a convenir a la ciudad, no las más placenteras para sí."[177] El Estado está por encima del individuo. El matrimonio es obligatorio y la ley regula la intimidad de la vida conyugal. En el Estado predomina el régimen mixto de monarquía y democracia, que Aristóteles criticó afirmando que el régimen mixto lo es entre democracia y oligarquía y que el predominio lo es de la oligarquía (Política, II, 6; 1266 a.). La religión ocupa un lugar muy importante en la legislación y en el Estado platónico diseñado en las "Leyes". Todas las instituciones tienen una dimensión religiosa para legitimarlas. El Platón viejo parece influido notablemente por su tío Critias.

         Platón es duro con los esclavos. Esto nos puede escandalizar notablemente hoy día pero es una hipocresía si consideramos la situación en que se hallan los extranjeros inmigrantes, los trabajadores del servicio doméstico y el trabajo asalariado en general. Igual que hoy no nos escandaliza la diferencia de riqueza y poder social y el trabajo asalariado lo consideramos "normal" y "natural", para los griegos, para Platón y también como veremos más adelante, para Aristóteles, la esclavitud era algo normal y natural. Así es como hay que obrar con los esclavos: "Ahora bien, cuando se tenga razón es preciso castigar a los esclavos y no limitarse a amonestarles como a hombres libres haciendo así que se estropeen; y es menester por lo regular que ninguna palabra dirigida a un esclavo sea otra cosa que un mandato, y que en ningún caso se empleen jamás con los criados, sean éstos varones o hembras, chanzas con que suelen muchos echar a perder muy imprudentemente a los esclavos haciendo más difícil la vida de éstos como subordinados y la de sí mismos como dueños."[178] La distinción entre lo público y lo privado desaparece en Platón como algo enteramente carente de sentido alguno. Todo es competencia del legislador y del Estado: "Así pues, quien se proponga sacar a la luz leyes acerca de cómo es menester que obren en su vida oficial y pública las ciudades, pero crea que acerca de lo privado no conviene nada que sea una coacción, antes bien, que es preciso que cada cual tenga libertad para vivir como se le antoje a lo largo del día entero sin necesidad de que la ordenación se extienda a todo, y por ello deje sin regular lo privado, creyéndose que así van ellos a consentir en vivir conforma a leyes en lo público y oficial, ese no tiene razón en opinar así."[179]

         En el libro VII Platón se ocupa extensamente de la educación. Nos expone sus ideas acerca de la infancia, formación del ser humano, cuidados, crecimiento. Los paseos de las embarazadas ocupan también la reflexión de Platón. También cómo deben las ayas mecer a los niños, etc. De tres a seis años los niños deben jugar juntos en los templos, vigilados por niñeras, y a partir de los seis años se les separará y a cada sexo se le educará aparte, por más que Platón no renuncia del todo a su igualitarismo sexual proclamado anteriormente en la “República” Siempre jugarán a los mismos juegos y cantarán las mismas canciones. Hay que huir en esto de las novedades. Luego, posteriormente, la formación será musical y literaria. La censura aparece de nuevo aquí como algo necesario. Se compondrá para ellos una antología poética estatal. Habrá que construir escuelas públicas. La educación es un asunto estatal, público, no privado. Estas escuelas públicas serán provistas de profesores extranjeros a sueldo, puesto que los ciudadanos no pueden ser profesores ni maestros Las matemáticas son la culminación de la instrucción pública.

         En el libro VIII se proponen leyes sobre las fiestas religiosas y sobre los certámenes. Platón se muestra en contra de la homosexualidad y en contra de la pederastia. Los ciudadanos no pueden dedicarse más que a la política, a la guerra y a la religión. Los ciudadanos no pueden dedicarse a las actividades económicas.

         El peor enemigo del Estado es el sedicioso. "El que, llevando una persona al poder, esclaviza las leyes y deja a la ciudad sometida a una camarilla y además quebranta la legalidad ejecutando todo esto por la violencia y suscitando una sedición, ha de ser considerado necesariamente como el mayor enemigo de la ciudad entera."[180] Si alguien no tiene remedio, sólo la muerte es la solución. "Reconociendo que para ellos mismos no hay ventaja en vivir y que, partiendo de esta vida, podrían beneficiar doblemente a los demás, por servirles de escarmiento contra la injusticia y por dejar la ciudad libre de malvados, ese legislador ha de poner por fuerza la muerte como castigo de tales delitos,"[181]La justicia es igual de importante en las "Leyes" que en la "República", sólo que aquí se hace un análisis mucho más pormenorizado y empírico y teniendo en cuenta las circunstancias reales.

         En el libro X de las "Leyes" llegamos a algo verdaderamente importante desde el punto de vista de la Historia de la Filosofía. Se trata de algo que se puede comparar por su importancia y por su contenido con los postulados de la razón práctica enunciados por Kant. Hay tres actos de impiedad que son intolerables para el Estado según Platón: 1º El Ateísmo, la negación de la existencia de los dioses; 2º La creencia de que los dioses existen pero les es indiferente lo que los hombres hagan; 3º Los dioses existen pero se les puede convencer con regalos. "Sea, pues, así: nadie que creyera en los dioses conforme a la ley cometió jamás voluntariamente ningún hecho impío ni dejó escapar contra ellos palabra fuera de regla; si lo hizo, fue por hallarse en una de estas tres situaciones: o no creía, como acabo de decir, en los dioses; o bien, creyendo en ellos, negaba que se preocupasen de los hombres; o, en tercer lugar, juzgaba que era fácil persuadirlos con sacrificios o seducirlos con plegarias."[182] Aquí se muestra lo importante que es para la teología platónica el diálogo "Leyes". Platón considera sucesivamente las siguientes posiciones arriba mencionadas. Primero el ateísmo. Es una doctrina fundada en el azar, en la no existencia de teleología en el universo. No hay providencia. Sólo hay causas mecánicas. Ser ateo para Platón equivale a sostener que el mundo y sus contenidos son el producto de movimientos irracionales y sin sentido y de causas mecánicas y de contenidos corporales. Se trata de refutar el ateísmo. Los ateos son "Esos hombres, mi bendito amigo, afirman ante todo que los dioses existen por el arte, quiero decir, no por naturaleza, sino por determinadas prescripciones legales, y que son distintos en cada sitio, según cada pueblo acordó consigo mismo al darse las leyes;"[183] Es la tesis del origen político de la religión como invento de los sacerdotes, como opio del pueblo para que el pueblo obedezca las leyes. Esta tesis la sostuvo el tío de Platón, el sofista Critias. Platón parece sostener la necesidad de la religión para mantener el orden social y por ello insiste en querer demostrar la existencia de la divinidad como una cuestión de Estado. En cuanto a la sinceridad de Platón en lo que respecta a sus creencias teológicas, ahí no podemos decir nada al respecto. No es posible una sociedad justa compuesta de ateos honrados. Esta parece ser la tesis platónica. El alma no es muy conocida por los ateos. El alma gobierna los cuerpos. Es anterior a ellos. El movimiento del alma precede al movimiento del cuerpo. El alma preside las cosas y los movimientos de nuestro cuerpo. El alma es el principio del movimiento. El alma es principio de su propio movimiento. "el alma se nos revela con toda propiedad como anterior a todo, pues resulta ser principio del movimiento."[184] Como consecuencia de esto, afirma Platón: "Pues exacta, firme, verdaderísima y definitivamente podemos dejar dicho que el alma es en nosotros anterior al cuerpo, y que el cuerpo es lo segundo y postrero, mandando aquélla y obedeciendo éste conforme a naturaleza."[185] Hay que añadir además que "si el alma se mostraba como anterior al cuerpo, las cosas propias del alma serían también anteriores a las del cuerpo."[186] Entonces el alma será también la causa de los bienes y de los males, de lo hermoso y de lo feo, de lo justo y de lo injusto. El alma es la causa de todo. El alma rige el cielo. Hay por lo menos dos almas: el alma buena y el alma mala. La teología platónica está dominada por la idea de la regularidad de la naturaleza, a partir de donde se deduce la existencia del alma buena. Dios es un alma. El universo es el resultado de un designio divino. Conclusión: Respuesta al ateo: "Que, o nos demuestre que no tenemos razón al suponer que el alma es el primer origen de todas las cosas, ni tampoco en todo lo demás que dijimos como consecuencia de ello, o bien que, si no puede explicarse mejor que nosotros, nos haga caso y viva creyendo en los dioses durante el resto de su vida."[187]

         En cuanto a la doctrina que afirma que los dioses existen pero que no se preocupan de los asuntos humanos, Platón tampoco puede aceptarla porque pondría en entredicho todo lo anteriormente dicho sobre el alma. "No hay por tanto, entre los dioses ninguno que se despreocupe por indolencia ni por pereza; pues nada tienen que ver, creo yo, con la cobardía."[188]

         Respecto a la doctrina que afirma que los dioses existen, se preocupan de los hombres pero se dejan halagar por regalos y dones, también es inaceptable para Platón esta posición impía, "pues bien, eso otro de que los dioses se dejan ablandar recibiendo regalos de los pecadores, esto no se le puede admitir a nadie, sino que hay que refutarlo por todos los medios de que dispongamos."[189]

         Llega el momento de tomar medidas legales y penales contra la impiedad. "Si alguno comete impiedad de palabra o de obra, que todo el que se lo encuentre pueda reprimirle dando cuenta a los magistrados, y los primeros de entre los magistrados que se enteren de ello háganle comparecer según las leyes ante el tribunal designado para entender en estos asuntos; y si hay alguna magistratura que, habiendo sido informada, no obre así, hágase ella reo de impiedad ante todo el que quiera castigarla de acuerdo con las leyes."[190] Habrá prisión para los impíos en principio. Sin embargo, los ateos honrados tendrán un tratamiento especial: "Porque aquellos que, no creyendo en absoluto en la existencia de los dioses, tengan anejo a su naturaleza un carácter justo, esos se hacen odiadores de los malos y, por el desagrado con que ven la injusticia, no toleran el hacer cosas de esa índole y rehuyen a los no justos de entre los hombres amando en cambio a los justos, mientras que hay otros de quienes, aparte de la creencia de que todo está vacío de dioses, es propia la incontinencia en el placer y en la pena, y en quienes hay también, además, una memoria poderosa y una viva facultad de aprender; pues bien, el no creer en los dioses será un mal común que afectará tanto a los unos como a los otros, pero en relación con el perjuicio causado a los demás hombres el uno es natural que se haga menos daño y el otro que se haga más. Porque el uno será todo franqueza en sus palabras con respecto a los dioses o a los sacrificios y juramentos, y quizá lo más que hará, si no recibe su merecido, sea el volver como él a otros con su ridiculizar a los demás; mientras que el segundo, opinando igual que el primero, goza, además, de reputación de hombre de buenas dotes y es maestro en astucias y emboscadas, y en su clase es donde se forman en gran número los adivinos y cuantos se afanan en torno a la magia de toda índole, y a veces también es de entre ellos de donde surgen los tiranos, los políticos, los generales y los que conspiran a hurtadillas en ritos místicos, e igualmente las artimañas de los llamados sofistas."[191] Según Platón, se trata de los herejes o impíos que trafican o se aprovechan de la superstición e ignorancia de los otros ciudadanos para sacar provecho de ellos o fundan cultos religiosos inmorales. A éstos el Estado los condenará a cadena perpetua y se les tendrá presos en la parte más desolada del país, y cuando mueran se arrojarán sus cuerpos sin darles sepultura, y a sus familiares se les considerará como a menores de edad y pupilos del Estado sometidos a su tutela permanente. Los ateos pueden ser honrados y pueden ser degenerados, amorales, situados más allá del bien y del mal. En este último caso, son un auténtico peligro público para el Estado y para la salud política y moral de los ciudadanos. Según Platón, la raíz de todo comportamiento político sedicioso es la impiedad. El impío ateo hipócrita merece la muerte. El impío o ateo honrado sólo merece la cárcel acompañada de amonestación. Si después de la cárcel persiste en su impiedad o ateísmo, será castigado con la muerte.

         Los herejes moralmente inofensivos será recluidos durante cinco años –por lo menos- en la casa-correccional adonde irán a visitarle los miembros del Consejo Nocturno, que razonarán con él acerca de lo erróneo de su conducta. A los convictos de las dos herejías más graves se les condenará a un encierro más largo. La reincidencia será castigada con la pena de muerte. En

         También quedan prohibidas las sectas destructivas y los santuarios y los cultos privados por lo que se ha dicho antes de los embaucadores magos y sacerdotes de lo que hoy llamaríamos “sectas destructivas”.

         El Estado platónico está en contra del parasitismo social, de los vagos y maleantes. "Que no haya ningún mendigo en nuestra ciudad, y si alguien se dedicare a esa ocupación de allegar recursos por medio de súplicas incesantes, expúlsenle de la plaza los reguladores del mercado, y de la ciudad el cuerpo de reguladores de la ciudad, y que los del campo les vayan encaminando desde los distintos distritos hasta la frontera, para que de ese modo quede el país absolutamente limpio de animales de tal ralea."[192]

         El que un ciudadano pleitee sin necesidad y en reiteradas ocasiones para sacar provecho pecuniario, aprovechándose y abusando del derecho y de la legalidad, podrá ser condenado a muerte. “Aunque son muchas las cosas hermosas que hay en la vida de los hombres, a la mayoría de ellas les es inherente una especie de maleficio que las ensucia y las corrompe. Así, por ejemplo, ¿cómo no va a ser cosa bella la justicia de los hombres, que es la que mantiene amansado al género humano? Y si ello es bueno, ¿cómo no vamos a tener por bueno también el litigar? Pues bien, a estas cosas, que así son, lo que las desacredita es un azote que se ha puesto por delante el bello nombre de arte y que, en primer lugar, afirma que existe un procedimiento para pleitear y que éste a su vez es el que está capacitado para vencer en procesos propios o en la ayuda a otro que litigue, y ello tanto si es justo como si no lo que se haga en relación con cada pleito; y que este arte como tal, y el modo de argumentar que de ella nace pueden serle dados a cualquiera que a cambio de ellos dé dinero. Pues bien, esto bien sea efectivamente un arte o bien una cierta rutina empírica desprovista de arte alguno, esto es absolutamente necesario que no surja en nuestra ciudad. Y ante el requerimiento del legislador para que obedezca sin decir cosa contraria a la justicia quien no quiera marcharse a otro país, la ley callará respecto a quienes lo cumplan, pero para los desobedientes hablará del siguiente modo: si se descubre que alguien está intentando pervertir y deformar el sentido de la justicia en las almas de los jueces y multiplicar indebidamente los pleitos o ayudar a quien lo haga, que todo el que quiera pueda procesarle por perversa tendencia a pleitear o a ayudar al pleitista y sea juzgado ante el tribunal de los escogidos, y si es condenado, decida el tribunal si parece haber hecho cosa semejante por amor de la riqueza o por amor propio, y si es por amor propio, que le fije el tribunal la longitud del período durante el cual no le será lícito al tal incoar procesos contra nadie ni ayudar a quien los tenga, y si es por codicia, el extranjero culpable habrá de marcharse del país sin regresar jamás so pena de muerte, y el ciudadano morirá a causa de este afán de riquezas entronizado en él por encima de todo. Y si hay alguno que sea juzgado dos veces por haber hecho cosa tal movido de amor propio, muera también.”[193]

         La corrupción está castigada con la pena de muerte, al igual que ocurría en la URSS o en China, países de socialismo real. La apropiación fraudulenta de fondos públicos, esto es, la corrupción, la malversación de fondos, etc.  será castigada con la pena de muerte si el delincuente es un ciudadano, puesto que el hombre que, habiendo recibido del Estado el beneficio de la educación, se comporta de tal modo es irrecuperable, incorregible. Sólo le queda la muerte. En cambio, si el delincuente es extranjero o esclavo, los tribunales decidirán qué pena imponerle, considerando que quizá se le pueda curar todavía. “Si hay alguien que hurte cualquier cosa de dominio público, el castigo necesario será idéntico si es pequeña como si es grande; porque el que hurta algo pequeño lo hace con la misma codicia, sólo que con menos poder, mientras que, en cambio, delinque plenamente el que coge una cosa mayor sin haberla depositado antes. Y así la ley no reclama que se castigue a ninguno de ellos con pena menor que la del otro por causa de la magnitud del hurto, sino, si acaso, porque en un caso se trate de algo que todavía puede sanar y en el otro de una cosa incurable. Por lo tanto, si es un extranjero o un siervo aquel a quien se declare ante el tribunal convicto de hurto de alguna cosa pública, como probablemente se tratará de un mal curable, que se tome una decisión acerca de qué es menester que sufra o cual es la multa que deba pagar; mas si es un ciudadano, educado como tendrá que haberlo sido, el que haya sido o no cogido en flagrante, condénesele a muerte como a un ser poco menos que incurable.”[194]

         Es un tema fundamental en las “Leyes” el de los viajes al extranjero y el de las visitas de los extranjeros. Aquí Platón se comporta como los dirigentes de los países del socialismo real del Este de Europa, regímenes ya caídos hace años. Los contactos con el exterior traen influencias que se mezclan con los caracteres autóctonos. El mestizaje cultural e ideológico no es bueno para Platón. Las innovaciones no tienen sentido si el régimen político es correcto. En la "República" los filósofos debían sólo velar por la conservación del Estado y no aportar novedades al sistema político. En las "Leyes", tampoco son buenas las innovaciones, ni en las canciones, ni en los juegos ni en nada. Por ello, las visitas de los extranjeros no están bien vistas y deben ser estrictamente reguladas por el Estado. Respecto a los viajes al extranjero así como las visitas del exterior, "En primer lugar, que a nadie que sea más joven de cuarenta años le esté permitido en modo y manera alguna el salir del país; pero además, que no le sea lícito a nadie el hacerlo en particular, sino en misiones públicas como heraldos o embajadores o peregrinos de una u otra clase."[195] Tampoco hay que prohibir los viajes de estudios: "Si hay entre los ciudadanos quienes deseen examinar las cosas del resto de los hombres con algún mayor detenimiento, que ninguna ley se lo prohiba. Porque no es posible que ninguna ciudad carente de experiencia en cuanto a hombres malos o buenos sea capaz, aislada como ha de estarlo, ni de llegar a un grado suficiente de civilización y perfección, ni tampoco de mantener puras sus leyes sin que sea el entendimiento de los ciudadanos, no sólo el mero hábito, el que las tome por suyas."[196] Este viajante o peregrino ha de tener más de cincuenta años: "Ante todo que ese nuestro peregrino tenga más de cincuenta años, y  además que haya figurado entre los bien reputados en todos los aspectos, y particularmente en el orden militar, aquel a quien el cuerpo de los guardianes de la ley haya de enviar para que se presente en las demás ciudades. Y una vez que tenga más de sesenta años, que ya no siga viajando. Y cuando haya vuelto a casa después de haber viajado durante los años que quiera de entre esos diez, que se una al consejo de los supervisores de las leyes."[197] Aquí aparece por vez primera de forma clara la institución política suprema del Estado platónico diseñado en las "Leyes": el Consejo Nocturno, una especie de Comité de defensa de la Revolución o de Eforado o de Consejo Supremo de la Inquisición. Este Consejo está compuesto por jóvenes y ancianos y se reúne por la noche para deliberar. Al introducir en su Estado esta institución, Platón ha vuelto a sostener y reiterar su tesis del gobierno del saber como algo superior al gobierno de las leyes. Este consejo se encarga del control ideológico, político y religioso del Estado. Además, cuenta con el poder político directo en sus manos. Desde luego, Sócrates, el maestro de Platón, hubiera sido condenado a muerte seguramente por el Consejo Nocturno. El que haya hecho muchos viajes que se una al Consejo: "Pues bien, a este consejo incorpórese en seguida el que haya llegado después de contemplar las instituciones de los demás hombres, y si se ha encontrado con personas que hayan podido darle alguna noticia sobre cosas atañentes a la implantación de leyes o a la educación y crianza, o si él mismo viene con algo discurrido al respecto, comuníqueselo al consejo entero."[198] Si este peregrino resulta que se ha corrompido, entonces será expulsado del Consejo y deberá vivir como un particular sin producir problemas. Si no obedece, será condenado a muerte: "Mas si parece haber vuelto corrompido, que no tenga trato, haciéndose pasar por sabio, con ningún joven ni anciano: si obedece a los dirigentes, viva como un particular, pero si no, que muera, al menos si se demuestra ante un tribunal que se ha inmiscuido en lo referente a la educación y las leyes."[199]

         Respecto a las visitas de los extranjeros, distingue Platón cuatro clases de extranjeros: 1ª El que repite sus visitas estacionales todos los años. Debe poder acceder a los puertos y a los mercados, pero fuera de la ciudad y debe ser vigilado para que no introduzca novedades. Con él hay que tener el mínimo trato imprescindible. 2ª El visitador que quiere ver espectáculos y arte. Se le hospedará en hospederías junto a los templos. Los sacerdotes y diáconos se ocuparán de ellos por un tiempo prudencial hasta que hayan visto y oído aquello por lo que vinieron y se marchen sin hacer daño a nadie y sin que nadie se lo haga. 3ª Los embajadores o que vienen en misión oficial. Se les tiene que recibir pública y oficialmente. Y 4ª Los peregrinos que vienen en viaje de estudios. Que sea agasajado amablemente por las autoridades.

         Los miembros del Consejo Nocturno tendrán una educación especial: filosófica, musical, astronómica, matemática, dialéctica. El gobierno del saber se impone en Platón al final y ello por encima de las leyes a todas las demás instituciones política. No se renuncia pues al gobierno del saber, al gobierno de los filósofos. Platón siempre aspiró a la unión entre el saber y el poder en toda su obra filosófico-política.

 



[1]  “Los tiempos de disturbios incitan a la meditación. La crisis de la ciudad griega nos ha legado la “República” de Platón y la  “Política” de Aristóteles.” Raymond Aron,  “Paz y guerra entre las naciones”, vol. 1. Alianza Universidad, Madrid, 1985, p. 25. Por eso durante el Imperio Romano la reflexión filosófico-política estuvo ausente o por lo menos no brilló a tanta altura.
[2]  Platón, , Carta VII, 325c, 326  a.
[3]  Podríamos considerar que toda la filosofía platónica no es más que un discurso que gira en torno a los problemas éticos y políticos que siempre preocuparon a Platón. La teoría de las Ideas, la Dialéctica, su Idea de la Filosofía no son más que elementos o momentos constitutivos esenciales de su Estado ideal o "politeía".
[4]  Paul Friedländer “Platón”, tecnos Madrid, 1989. “Él buscaba la ciudad y en la búsqueda de la verdadera ciudad encontró el reino de las ideas.” P. 23.
[5]  Platón, Carta VII, 326 a-b.
[6]  Víd. Gustavo Bueno, "La ética desde la izquierda" "El Basilisco" n´º 17 segunda época, , páginas 3-36, 1994. En donde se distingue entre Derecha negra y Derecha amarilla por el predominio en la primera de la moral y de la ética en la segunda. La primera sería la Derecha tradicional, reaccionaria, conservadora, fascista, colectivista, mientras que la segunda sería la derecha liberal, el liberalismo. Asimismo, la izquierda se divide también entre la Izquierda Blanca y la Izquierda Roja. En la primera predominaría la perspectiva ética y en la segunda la perspectiva moral. La primera sería la socialdemocracia y la segunda el comunismo o socialismo marxista. Así, aquí queremos sostener la hipótesis hermenéutica o filosófica consistente en afirmar que Platón en su filosofía adopta la posición de la derecha negra y de la izquierda roja. De ahí el odio que le profesan todos los liberales como Popper. Aristóteles, en cambio se movería en el "centro", en la derecha amarilla, liberalismo y en el ámbito de la izquierda blanca, socialdemocracia.
[7]  Platón, "República, VI, 493 a-c. Edición bilingüe, traducción, notas y estudio preliminar por José Manuel Pabón y Manuel Fernández Galiano, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1981.
[8]  Aunque al final se va a ver que la Justicia en Platón es una virtud  política más que individual. Es una virtud que cabe predicar del Estado bien ordenado igual que del individuo bien ordenado más que contener ella alguna materia específica.
[9]  Platón,  "República", I, 331c-d.
[10]  Platón, "República", I,  338c
[11]  Platón, "República", I, 338e-339 a .
[12]  Platón, "República", I, 340e-341 a.
[13]  Platón, "República", I, 342e.
[14] Platón, "República", I, 343c-d. Obsérvese la transición contradictoria realizada por Trasímaco de lo ideal a lo real. La sofística es una pura erística que sólo busca persuadir, en modo alguno la verdad.
[15]  Platón, "República", I, 343d.
[16]  Platón, "República", I, 344c.
[17]  Kant, "Fundamentación de la metafísica de las costumbres" Edición de Luis Martínez de Velasco, Colección Austral, Espasa Calpe, Madrid, 1990, p. 72.
[18]  Kant, op. cit. P. 73.
[19]  Platón, "República", I, 344c.
[20]  Platón, "República", I, 345d.
[21]  Platón, "República", I, 346e.
[22]  Platón, "República", I, 347d.
[23]  Platón, "República", I, 351c.
[24]  Término tomado de Aristóteles, más concretamente de la "Política", que significa "buen gobierno", "buena dirección", "estabilidad política" "orden", "buen orden político".
[25]  Platón, "República", I, 354 a.
[26]  Platón, "República" ibídem.
[27]  Platón, "República", II, 359b.
[28]  Platón, “República”, (358 a).
[29]  Platón, “República” (358b).
[30]  W.K.C. Guthrie, “Historia de la Filosofía Griega”, Vol. IV, “Platón, el hombre y sus diálogos, primera época. Editorial Gredos, Madrid, 1990, p. 425. Recuérdese además lo que dice Platón en Gorgias 521b-d.
[31]  Hay que señalar, por supuesto, que el Estado es la polis griega, la ciudad Estado independiente con sus alrededores cultivados, cuya población se cuenta en unos cuantos miles de habitantes y que la politeía o constitución es la organización de su unidad o eutaxia política. Sin embargo, ello no obsta para usar la analogía para pensar la relación y continuidad con el Estado-nación contemporáneo. Si Platón nos interesa es por sus enseñanzas políticas y por sus Ideas filosófico-políticas. De lo contrario, el presente escrito sólo tendría un interés meramente erudito-filológico-arqueológico. Queremos que Platón nos enseñe cosas sobre la política y el bien común y entendemos que hay una relación de analogía entre la polis y el Estado-nación.
[32]  Platón, "República", II, 368d.
[33] El Estado es entendido así aquí por Platón como un organismo, como un individuo compuesto como luego lo entenderán en el siglo XVII tanto Hobbes (en el prólogo del Leviatán) como Spinoza. Según Hobbes el Estado es un hombre artificial aunque de estatura y fuerza mayores que el natural, para cuya protección y defensa se había proyectado. En Platón, “República”, 462c-d se puede ver una analogía explícita entre el Estado y el cuerpo humano.
[34]  Platón, "República", II, 369b. Platón señala otras teorías sobre el origen del Estado y la sociedad civil en "Leyes" 676 a-680e, "Protágoras", 320c y ss., Aristóteles en "Política" 1291 a critica a Platón al afirmar que la sociedad no se formó con vistas a lo necesario, sino con vistas a lo bueno u honesto. Cf. También "Cármides", 161e.
[35]  Platón, “Protágoras”, 322 a-b.
[36]  Platón, "República", II, 370 a-370b.
[37]  Platón, "República", II, 370c.
[38]  Platón, "República", II, 371e.
[39]  Platón, "República", II, ibídem.
[40]  Platón, “República”, 373d-e.
[41]   Platón, Fedón, 66c.
[42]  Víd. Platón, "República" V, 470. Es la diferencia entre polemós y ekhthrós, entre hostis e inimicus,  entre enemigo público y enemigo privado. Gran descubrimiento filosófico-político de Platón. Víd. "El concepto de lo político" de Carl Schmitt, trad.  Española de 1991, Madrid, Alianza Universidad.
[43]  Platón, "República", II, 374d-e. Obsérvese que aquí es la primera vez que aparece la palabra phylakes.
[44]  Platón, "República", II, 375c.
[45]  Platón, "República", II, 376 a.
[46]  Platón, "República", II, 376b.
[47]  Platón, "República", II, 376c.
[48]  Platón, "República", II, 377c.
[49]  Platón, “República”, III,  404 a-b. No se pretenden atletas pesados que se pasan el día durmiendo como son los atletas profesionales, especializados en el atletismo.
[50]  Platón, "República", III, 389b, Cf. "Leyes", 916e.
[51]  Platón, "República", III, 389b-c.
[52]  Es la justificación platónica de la pena de muerte, extraordinariamente cercana a la justificación de Gustavo Bueno de la eutanasia procesal en nuestros días.
[53]  Platón, "República", III, 415 a-d.
[54]  Por ser el Estado la realización de la Eticidad (Sittlichkeit) según Hegel, no es admisible entenderlo como resultado de un contrato entendido como acuerdo subjetivo entre individuos particulares arbitrarios. Ahí según Hegel se equivocó Rousseau. En el fondo la teoría del contractualismo constituye una privatización del Estado al dejarlo en manos del arbitrio de los individuos privados que lo componen.
[55]  Platón, "República", III, 416b.
[56]  Platón, "República", III, 416d-417b.
[57]  Platón, "República", IV, 420b.
[58]  Platón, "República", IV, 421e.
[59]  Platón, "República", IV, 422 a.
[60]  Platón, "República", IV, 422e-423 a.
[61]  San Agustín, "De Civitate Dei", Libro IV, cap. IV.
[62]  Platón, "República", IV, 434c.
[63]  Platón, "República", IV, 441c.
[64]  Platón, "República", IV, 441d.
[65]  Platón, "República", IV, 445c.
[66]  Platón, "República", V,  454d-e.
[67]  Platón, "República", V,  455d-e.
[68]  Platón, "República", V, 457 a-b.
[69]  Platón, "República", V, 457d.
[70]  Platón, "República", V, 459d-e.
[71]  Platón, "República", V, 460 a.
[72]  Platón, "República", V, 460b.
[73]  Platón, "República", V,  461d.
[74]  Platón, "República", V,  462c.     
[75]  Platón, "República", V, 473d-e.
[76]  Platón, "República", VI, 485e.
[77]  Cf. "República" VII, 518b-c y Men., 81 a y ss. Y Fed., 72-6.
[78]  Platón, "República", VI, 487 a.
[79] G.W.F Hegel, “Principios de la filosofía del derecho”, edhasa, Barcelona, 1999. § 185, Agregado.
[80] Platón, “República”, 475c.
[81]  Platón, "República", VI, 489b-c.
[82]  Platón, "República", VI, 494 a.
[83]  Platón, "República", VII, 535c. Víd. República, VI, 495c-496 a.
[84]  Platón, "República", VI, 497b.
[85]  Platón, "República", VI, 499b-c.
[86]  Platón, "República", VI, 503b.
[87]  Platón, "República", VII, 520d.
[88]  Platón, "República", VII, 521 a.
[89]  Platón, "República", VIII, 543 a.
[90]  Platón, "República", VIII, 544c.
[91]  Platón, "República", VIII, 545d.
[92]  Platón, "República", VIII, 550c-d.
[93]  Platón, "República", VIII, 550e.
[94]  Platón,  "República", VIII, 551 a.
[95]  Platón,  "República", VIII, 551b.
[96]  Platón,  "República", VIII, 551d.
[97]  Platón,  "República", VIII, 552b.
[98]  Platón,  "República", VIII, 552d-
[99]  Platón, "República", VIII, 556e.
[100]  Platón, "República", VIII, 557 a.
[101]  Platón, "República", VIII, 557b.
[102]  Platón, "República", VIII, 557c.
[103]  Platón, "República", VIII, 557d.
[104] Esto nos recuerda a los consejos escolares en España, el fomento de las asociaciones de padres y de alumnos y a los profesores que dejan la enseñanza y sus obligaciones en manos de los alumnos camuflando esto de participación democrática.
[105]  Platón, "República", VIII, 562e-563 a.
[106]  Platón, "República", VIII, 563 a-b.
[107]  Platón, "República", VIII, 563e-564 a.
[108]  Platón, "República", VIII, 564 a.
[109]  Platón, "República",  IX,  573c.
[110]  Platón, "República",  IX,  573d.
[111]  Platón, "República",  IX,  574  a.
[112]  Platón, "República", IX, 576 a.
[113]  Platón, "República", IX, 576e.
[114]  Platón, "República", IX, 578b.
[115]  Platón, "República", IX, 579d-e.
[116]  Platón, "República", IX, 590 c-e.
[117]  Platón, "República", IX, 592b.
[118] Platón, “Político” 285d.
[119] Platón, "Político", 258e  introducción, texto crítico, traducción y notas de Antonio González Laso, segunda edición, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1981.
[120]  Platón, "Político", 267d.
[121]  Platón, "Político", 291d.
[122]  Platón, "Político", 291d-e.
[123]  Platón, "Político", 291e.
[124]  Platón, "Político", 292  a.
[125]  Pero ¿Cómo podría haber un Estado sin leyes? El Estado platónico parece enteramente utópico desde este punto de vista. Platón parece que va a admitir de hecho que el Estado no es posible sin ley o, tal vez que el Estado y el Derecho son una y la misma cosa como ocurrirá en Kelsen, pues ¿Cómo podría un Estado infringir sus propias leyes, o sea, contradecirse a sí mismo?. Esta pregunta nos recuerda a Ockham cuando nos dice que lo único que no puede hacer Dios es contradecirse a sí mismo. A fin de cuentas, como decía Hobbes, el Estado es un dios mortal.
[126]  Platón, "Político", 292c.
[127]  Platón, "Político", 292d.
[128]  Platón, "Político", 293 a.
[129]  Platón, "Político", 293c-d.
[130]  Platón, "Político", 293e.
[131]  Platón, "Político", 293e.
[132]  Platón, "Político", 294 a.
[133]  Platón, "Político", 294 a-b.
[134]  Platón, "Político", 297b-c.
[135]  Platón, "Político", 297e.
[136]  Platón, "Político", 302e.
[137]  Platón, "Político", 303  a.
[138]  Platón, "Político", 303 a-b.
[139]  Platón, "Político", 305c.
[140]  Platón, “Político” 305 e 2-4.
[141]  Platón, "Político", 305c-d.
[142]  Véase al respecto el diálogo "El Sofista" de Platón, en el que el concepto de symploké de los géneros supremos del ser sirve para definir la tarea dialéctica de la filosofía. "Symploké" significa urdimbre, entretejimiento. Se llega a proponer en el mismo diálogo definir a la filosofía como una gramática filosófica de las Ideas, dentro de las cuales ni todas están relacionadas con todas (Monismo) ni todas están separadas de todas (Atomismo, Nihilismo), sino que unas sí están relacionadas pero no con todas, al igual que las consonantes y las vocales. Si la política es urdimbre según Platón, entonces, política y filosofía son disciplinas teórico-prácticas muy cercanas y sinónimas, pues realizan tareas análogas: combinar géneros o actividades u hombres entre sí siguiendo reglas estrictas y no arbitrarias. No se pueden juntar las letras consonantes y las vocales a capricho. Así los hombres y las Ideas o Géneros o Especies.
[143]  Platón, “Político”, 276 e 10-12.
[144]  Platón, “Político” 303 b 8-c 5.
[145]  Platón, "Leyes", I, 625e. Edición bilingüe, traducción, notas y estudio preliminar por José Manuel Pabón y Manuel Fernández-Galiano, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1983.
[146]  Platón, “Leyes”, I, 628b.
[147]  Platón, “Leyes”, I, 628 c-e.
[148]  Platón, “Leyes”, I, 641c.
[149]  Platón, "Leyes", III, 689c.
[150]  Platón, "Leyes", III, 689e.
[151]  Platón, "Leyes", III, 693b.
[152]  Platón, "Leyes", III, 693d.
[153]  De esto trata Platón en 693c-701.
[154]  Platón, "Leyes" IV, 709e.
[155]  Platón, "Leyes", IV, 710d-e.
[156]  Platón, "Leyes", IV, 710e-711 a.
[157]  Platón, "Leyes", IV, 712 a.
[158] Platón, “Leyes”, 857e.
[159]  Platón, "Leyes", V, 735 a.
[160]  Platón, "Leyes", V, 735c.
[161]  Platón, "Leyes", V, 735d-e.
[162]  Platón, "Leyes", V, 735e-736 a.
[163]  Platón, “Leyes”, 715 a 8-b 6.
[164]  Platón, “Leyes” 737e-38 a.  W.K.C. Guthrie, en “Historia de la Filosofía Griega”, Vol. V, Platón, Segunda época y la academia” Gredos, Madrid, 1992 p. 358. Afirma: “Platón postula una comunidad de 5040 familias, cada una con su parcela separada de tierra”. Además añade citando otros autores que el Estado platónico tendría entre 10.000 y 12.000 ciudadanos varones y una ciudadanía total de 40.000 a 48.000. Habría 7000-8000 metecos y casi 30.000 esclavos.
[165]  Platón, "Leyes", V, 739b-739e.
[166]  Platón, "Leyes", V, 741e.
[167]  Platón, "Leyes", V, 741e-742 a.
[168]  Platón, "Leyes", V, 742e-743 a.
[169]  Platón, "Leyes", V, 743d-e.
[170]  Platón, "Leyes", V, 744d.
[171]  Platón, “Leyes”, 743e.
[172]  Platón, "Leyes", VI, 751 a-b.
[173]  Platón, "Leyes", VI, 756e.
[174]  Platón, "Leyes", VI, 757 a.
[175]  Platón, "Leyes", VI, 757c.
[176]  Platón, "Leyes", VI, 766 a.
[177]  Platón, "Leyes", VI, 773b.
[178]  Platón, "Leyes", VI, 777e-778 a.
[179]  Platón, "Leyes", VI, 780 a.
[180]  Platón, "Leyes", IX, 856b.
[181]  Platón, "Leyes", IX, 862e.
[182]  Platón, "Leyes", X, 885b.
[183]  Platón, "Leyes", X, 889e.
[184]  Platón, "Leyes", X, 896b.
[185]  Platón, "Leyes", X, 896b-c.
[186]  Platón, "Leyes", X, 896c.
[187]  Platón, "Leyes", X, 899c-d.
[188]  Platón  "Leyes", X, 901e.
[189]  Platón, "Leyes", X, 905d.
[190]  Platón, "Leyes", X, 907d-e.
[191]  Platón, "Leyes", X, 908b-908d.
[192]  Platón, "Leyes", XI, 936c.
[193]  Platón, “Leyes”, XI, 937 d-4-938-c-5.
[194]  Platón, “Leyes”, XII, 941 c-4 942 a4.
[195]  Platón, "Leyes", XII, 950e.
[196]  Platón, "Leyes", XII, 951 a-b.
[197]  Platón, "Leyes", XII, 951c-d.
[198]  Platón, "Leyes", XII, 952b-c.
[199]  Platón, "Leyes", XII, 952c.

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