martes, 5 de abril de 2016

El parlamentarismo


 

Dice Ortega y Gasset a propósito del liberalismo: "El liberalismo es el principio de derecho político según el cual el poder público, no obstante ser omnipotente, se limita a sí mismo y procura, aun a su costa, dejar hueco en el Estado que él impera para que puedan vivir los que ni piensan ni sienten como él, es decir, como los más fuertes, como la mayoría. El liberalismo -conviene hoy recordar esto- es la suprema generosidad: es el derecho que la mayoría otorga a la minoría y es, por lo tanto, el más noble criterio que ha sonado en el planeta. Proclama la decisión de convivir con el enemigo: más aún, con el enemigo débil. Era inverosímil que la especie humana hubiese llegado a una cosa tan bonita, tan paradójica, tan elegante, tan acrobática, tan antinatural. Por eso, no debe sorprender que prontamente parezca esa misma especie resuelta a abandonarla. Es un ejercicio demasiado difícil y complicado para que se consolide en la tierra" (José Ortega y Gasset, "La rebelión de las masas", México, 1937, pp. 81-82). Este liberalismo tiene necesidad de organizar el Estado de la forma más conveniente para los intereses de la burguesía y para poder realizar la libertad individual. Ha de ser un Estado garantista. Hay dos formas de hacerlo históricamente: la república presidencialista (EE.UU.) y las monarquías y repúblicas parlamentarias (Europa Occidental). Dentro de Europa Occidental hay una gran diferencia entre el parlamentarismo británico y el continental, "La diferencia esencial entre la teoría inglesa y la continental sobre el parlamentarismo, está basada en el distinto desarrollo real: el sistema representativo inglés estuvo plenamente formado antes de que los antagonismos sociales se convirtieran en amenaza política para la dominación burguesa. En el Continente, en cambio, la burguesía todavía estaba luchando contra el feudalismo y el absolutismo cuando el proletariado ya comenzó a formular sus reivindicaciones políticas frente a la burguesía." Friederum Karsch y Ursula Schmiederer, "Evolución funcional del poder legislativo" En "Abendroth y Lenk eds. "Introducción a la ciencia política", Barcelona, Anagrama, 1971, pp. 202-203.

Al igual que la burguesía inventó el liberalismo, inventó asimismo el parlamentarismo, hijo natural de aquél. El parlamentarismo es un régimen político en el cual el Parlamento es el poder supremo y nombra a los miembros del gobierno. El parlamento es la institución central de iure y de facto en el liberalismo clásico y en el Estado liberal. Según Locke, no se trata de un equilibrio de poderes, sino del poder supremo del Parlamento. Ello duró hasta 1870 aproximadamente. A Partir de tal fecha hasta 1945 ha atravesado un período de crisis y transición y desde 1945 ha conocido otra nueva metamorfosis: el Estado de partidos cuando el Parlamento, la máxima institución del Estado parlamentario de iure ya no lo es de facto. Esta última forma del parlamentarismo conoce ahora una grave crisis. No hay que pasar por alto que desde 1870 el poder ejecutivo ha ido adquiriendo un poder y un protagonismo políticos crecientes. La transición del capitalismo de libre competencia al de monopolio puede compararse con la transición del parlamentarismo clásico liberal representativo de sufragio censitario al parlamentarismo de partidos de masas y sufragio universal. Es más, hay una correspondencia puntual entre ambas transiciones.

La victoria de la burguesía sobre l´Ancien Régime, el feudalismo y la disgregación de la nobleza como clase política dominante, afianzó el parlamentarismo. A ello se sumaba la aparición de una teoría política racionalista que partía de la primacía de la ley y de un poder ejecutivo que procuraba limitar las normas aprobadas por mayorías representativas o reducirlas a meras leyes generales. Pero desde que el Estado adquiere crecientes funciones sociales y la administración tiene cada vez mayor expansión, ya no puede mantenerse la ficción de que el gobierno sólo aplica normas, ya que, cada vez con mayor frecuencia, éstas se contraponen al principio de que las leyes deban ser pocas y generales. En el Estado social proliferan leyes particulares para los detalles más nimios que no son más que concesiones o privilegios particulares para los distintos grupos sociales. Por ello, no ha de extrañar la considerable merma que ha experimentado la soberanía del parlamento desde 1945. Ello ha sido paralelo a la gran erosión que sufrió el parlamentarismo clásico liberal representativo por el avance del sufragio universal y la constitución de partidos obreros. Ello hizo que los partidos se convirtieran en los elementos de actuación política y social. Además, no hay que olvidar que el parlamento sólo garantiza a la burguesía el equilibrio de intereses mientras la clase antagonista no tenga acceso a dicho foro de discusión. Recuérdese el conflicto registrado por la llamada Reform Bill inglesa de 1829.

La teoría política liberal de la burguesía partía de la base de que se conseguiría el bienestar general como resultante de las fuerzas conflictivas existentes en el Parlamento. En los parlamentos burgueses había una gran coincidencia entre todos los diputados, pues, debido al sufragio censitario, los representantes lo eran de las diversas formas de propiedad. Las discrepancias eran mínimas, pues se aceptaba la base: la propiedad privada en sus diversas formas. Había una esfera social homogénea en los parlamentos burgueses liberales. La filosofía burguesa liberal del laissez faire pudo permanecer desde el principio libremente como ideología política dominante dentro del parlamentarismo, al igual que se sobreentendía la tesis de que el capitalismo era la culminación de la racionalidad económica. El sufragio universal modificó la situación al irrumpir en los parlamentos los partidos obreros. Esto provocó un progresivo reforzamiento del poder ejecutivo para poder hacer frente con mayor eficacia el avance del movimiento obrero. El parlamentarismo ha sido considerado por los marxistas como un instrumento de dominio de las clases burguesas y sus normas formales y procedimiento se han mostrado extraordinariamente adaptables a las necesidades de tal dominio. Desde 1945, el parlamentarismo se ha adaptado a la situación social y política mundial constituyéndose en Estado de partidos oligárquicos constitucionalizando los partidos políticos todos los países capitalistas europeos con excepción de Gran Bretaña. Sólo el régimen presidencialista de los Estados Unidos y el régimen colegial suizo -con su ejecutivo cronológicamente limitado- ofrecen, aún hoy, una alternativa diferente de democracia burguesa formal.

Se ha producido en los regímenes parlamentarios partitocráticos de 1945 para acá una progresiva fusión entre la mayoría parlamentaria y el gobierno y parte del poder judicial. La vinculación entre el gobierno y la fracción mayoritaria del parlamento ha disuelto la tripartita división de poderes. El parlamento ha ido vaciándose de contenido y de capacidad de control del ejecutivo. La decodificación es un ejemplo de ello. Tal proceso es debido al creciente desplazamiento del poder del parlamento al gobierno y por la actividad reglamentaria del gobierno. El poder ejecutivo tiene facultades legisladoreas y la potestad reglamentaria. Además, la constitucionalización de los partidos, junto con la ley electoral proporcional favorece el poder de las oligarquías partidarias que nombran los candidatos y luego controlan el gobierno, el parlamento y algunas veces, incluso gran parte del poder judicial. Podemos decir para describir la situación de hoy que 1) el moderno parlamentarismo de partido ha volatilizado la división de poderes:

"En el momento actual, el esquema clásico de la separación de poderes ha sido derogado en su mayor parte, y sólo se conserva como esquema organizativo.

Ya no es posible delimitar claramente el poder legislativo y la administración. Ambas llegan a confundirse por varias causas:

1) el legislador faculta a la administración a establecer normas,

2) el mismo legislador toma medidas detalladas acerca de un asunto actual (disposiciones),

3) mediante la renuncia a toda normación, el legislador deja en manos de la administración la regulación de una cuestión (cláusula general de contenido indefinido).

Por último, la administración de la justicia no sólo se ocupa de dar su veredicto en los litigios, sino que también se ocupa de la legislación y la administración. Los tribunales constitucionales realizan funciones legislativas y de dictaminación política a través de su facultación para decidir acerca del carácter obligatorio de las leyes" Jörg Kammler, "El Estado social" en Abendroth y Lenk eds. "Introducción a la ciencia política", Barcelona, 1971, p. 110.

2). La existencia de partidos políticos vacía de contenido político al parlamento en el parlamentarismo del Estado de partidos:

"Con la transformación de la democracia liberal-representativa en una democracia de partidos gubernamentales de masas, el parlamento pierde todo su significado original. Antaño, como órgano de una opinión pública burguesa y crítica de la sociedad burguesa, el parlamento servía tanto para la fundamentación legislativa del poder como para el control crítico de la praxis del poder. Pero, puesto que bajo las condiciones de la sociedad industrial del capitalismo desarrollado la opinión pública puede reivindicar menos que nunca el rango de un correctivo crítico y políticamente eficaz del ejercicio del poder, desaparece la función del parlamento como foro de discusión políticamente decisivo para convertirse en un foro de manifestación, esto es: "en un lugar...en donde se dan cita los delegados militantes de los partidos para dar constancia de unas decisiones que ya han sido tomadas con anterioridad en los comités o los congresos de los partidos". En lo que se refiere a la dirección del poder ejecutivo, el parlamento queda relegado cada vez más por la administración y por otro lado por los partidos y las asociaciones. El poder legislativo pasa en gran medida a manos del gobierno y de la burocracia dirigida por él, dado que la inmensa mayoría de los proyectos de ley los propone e impone el mismo gobierno. En esta situación, la fracción mayoritaria constituye el "poder ejecutivo legislador". Por consiguiente, el gobierno, la fracción mayoritaria y la burocracia estatal forman una unidad política, que tiene en cuenta la importancia real de los partidos y rompe el marco institucional del parlamento", p. 111 op. cit.

Hoy el parlamentarismo es un tipo de gobierno con partidos partidos parlamentariamente responsables ante ellos mismos, que está caracterizado por las siguientes notas institucionales y sociales:

1. Existe una estrecha relación entre el ejecutivo y el legislativo, que se agrega al derecho de los diputados a ser ministros (compatibilidad).

2. El jefe del gobierno y los ministros cuentan con apoyo del Parlamento.

3. El gobierno tiene obligación de dimitir si la mayoría parlamentaria le retira la confianza (responsabilidad parlamentaria del gobierno).

4. El Parlamento tiene derecho a controlar el gobierno por medio de interpelaciones y a crear comités de investigación y encuesta, sesiones informativas y otras medidas de control para conseguir la información necesaria.

5. El Parlamento nombra al jefe del gobierno y lo ratifica por una votación de investidura.

6. Existe el derecho de disolución de las Cámaras por parte del jefe del gobierno o del jefe del Estado.

7. Existen partidos políticos como elementos indispensables del sistema político que vinculan Gobierno y Parlamento.

8. Un cierto grado de homogeneidad política y de comportamiento solidario en el gabinete sirve como condición para el funcionamiento del sistema parlamentario.

9. El sistema de gobierno parlamentario hace depender de la confianza del Parlamento al Gobierno y asegura la homogeneidad de éste y de la mayoría parlamentaria.

10. El jefe del gobierno tiene una posición preeminente, tal como se da en la mayoría de los sistemas modernos.

11. Existe una oposición constitucional, que tiene gran importancia política.

12. La ley electoral es proporcional y de listas cerradas, completas y bloquedas confeccionadas por los partidos.

El parlamentarismo tiene dos etapas históricas: la inicial (s. XVIII-XIX) y la del Estado de partidos a partir de 1945. El parlamentarismo liberal clásico era, como hemos dicho antes, socialmente homogéneo y en los parlamentos se producía la discusión racional enfrentando argumentos. Era fácil convencer al adversario, puesto que lo que se enfrentaban eran representantes de una misma clase poseedora, diversos tipos de propiedad. Lo razonable imperaba en el viejo parlamentarismo. El sufragio censitario era condición de ello. La ley electoral era mayoritaria. No existían partidos. Los diputados eran independientes. Desde 1870 la introducción del sufragio universal y la irrupción de partidos obreros ha alterado la esencia del parlamentarismo. Lo que ha ocurrido desde entonces es que el parlamentarismo clásico representativo censitario ha sido sustituido por el parlamentarismo del Estado de partidos con sufragio universal domesticado. La ley electoral mayoritaria ha sido sustituida por la ley electoral proporcional. Desde 1945 se han constitucionalizado los partidos políticos. Los partidos políticos se han convertido en instituciones de derecho público y reconocidas como instrumentos políticamente necesarios para la participación del pueblo. En el Estado social de derecho o de bienestar posterior a 1945 los partidos han incrementado su poder notablemente. El parlamentarismo, oligárquico por naturaleza ha mudado su oligarquización al introducir los partidos como oligarquías organizadas de forma disciplinada estricta. El Estado de partidos es una oligarquía corrupta por la destrucción de la separación de poderes del Estado debido a su existencia. Los partidos integran los poderes del Estado, suprimiendo así la democracia formal. El partido gobernante domina el poder ejecutivo, el legislativo, el constitucional y gran parte del judicial. Los partidos son incontrolables e irresponsables políticamente. Si a ello se añade su carácter oligárquico, llegamos a la conclusión de que el parlamentarismo de partidos actual equivale a corrupción. El parlamento sólo representa a la clase política que se reparte el poder en cuotas aprobadas plebiscitariamente en unas elecciones en las que el elector lo que hace es adherirse a un dirigente político, a un número reducido de oligarcas partidarios. La evolución de los partidos ha ido limitando las atribuciones del parlamento. Los sistemas electorales proporcionales y los partidos determinan el funcionamiento del sistema parlamentario actual. Son los partidos los elementos de la soberanía popular, de la "voluntad general" que controlan a los diputados a través de las fracciones parlamentarias. Ellos forman la voluntad política del país. El régimen parlamentario se ha convertido en una oligarquía de partidos y se ha modificado en una dirección degenerativa. El sistema parlamentario hoy desconoce la división de poderes de facto. Antes los diputados no eran responsables ante sus electores. Ahora los diputados son responsables ante sus partidos o fracciones parlamentarias, no son responsables ante sus electores y los partidos tampoco. Los partidos políticos son los verdaderos dueños de las instituciones parlamentarias.

A esto hay que añadir que el parlamento ha perdido poder porque un gran número de decisiones se adoptan previamente fuera de él por parte de los partidos, patronal y sindicatos y gobierno. Los partidos tienen sus centros decisorios fuera del parlamento. Los partidos nos muestran su poder político en el hecho de que pasan prácticamente por alto el esquema de la separación de los poderes del Estado.

Hoy los Estados de bienestar burgueses con libertades adoptan dos formas básicas de gobierno: la presidencialista, con estricta división de poderes, y la parlamentaria. En el parlamentarismo la división de poderes se disuelve por el nombramiento del gobierno por parte del Parlamento y por la existencia de partidos de estructura interna oligárquica. Los Estados parlamentarios son Estados de partidos. Los regímenes burgueses europeos occidentales son regímenes de partidos. Son ellos los sostenedores del Estado. Dominan el poder legislativo mediante las fracciones parlamentarias. Ninguna república parlamentaria puede responder plenamente a los postulados de la teoría de la división de poderes, por lo cual, podríamos hablar a lo sumo de la existencia de libertades públicas, pero no de libertades políticas. El parlamentarismo es la negación de la democracia, tanto formal como material.

Por lo demás, hablar de "democracia liberal", "democracia parlamentaria" es un auténtico disparate. Es como decir "círculo cuadrado". "Tomando como ejemplo a Inglaterra, queda claramente de manifiesto que parlamentarismo y democracia no son idénticos. Porque una forma parlamentaria de la legislación, del control y de la formación del gobierno no tiene nada que ver con la democracia, mientras la mayoría de la población activa queda excluida de toda participación en el parlamento, tanto por obstáculos como la limitación del sufragio, como por el impedimento práctico del sufragio pasivo." Origen y desarrollo de los partidos políticos" por F. Neumann, en K. Lenk y W. Abendroth eds. "Introducción a la ciencia política" Barcelona, Anagrama, 1971, p. 262.

El concepto de democracia nada tiene que ver, inicialmente, con los partidos. Nada tiene que ver con el parlamento. "la afirmación de que el vínculo más importante conocido por la Historia, que la democracia ha contraído, es el que la enlaza al liberalismo, no constituye una verdad incontrovertible", Gerhard Leibholz, "Conceptos fundamentales de la política y de teoría de la constitución", Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1964, p. 130. El que haya sufragio universal no significa que haya democracia. El parlamentarismo es una forma histórica de dominio burgués y está más bien en consonancia con la ideología liberal de la que es su realización más consumada: "El parlamentarismo... presupone generalizada aceptación del ideario liberal" Von Mises, "Liberalismo", p. 206 de la edición española en Unión Editorial. Este autor añade que el parlamentarismo ejemplifica en su institución parlamentaria el espíritu liberal de "egoísmo racional" e individualismo radical: "Vemos, en tales asambleas parlamentarias, multitud de partidos, los cuales, a su vez, hállanse subdivididos en múltiples grupúsculos que, si bien ante el exterior forman frente unido, en el seno partidista atácanse mutuamente con no menos furor que aquel con que combaten a sus adversarios. Cada partido y cada sector del mismo considéranse patrón exclusivo de algún determinado interés que se propone hacer triunfar cueste lo que cueste. Procuran obtener del erario público lo más posible para los suyos." p. 207 op. cit.

Joseph Schumpeter es uno de los grandes ideólogos del parlamentarismo. Afirma que lo que él llama "democracia", esto es, el parlamentarismo para entendernos, no es otra cosa que un mecanismo procedimental para elegir las diversas élites políticas que constituyen los gobiernos. Las elecciones no son más que un acto de adhesión a la élite gobernante o de adhesión a otra nueva élite, un acto de renovación o sustitución de la élite gobernante. En última instancia el elector al votar se adhiere al sistema parlamentario. Los electores no tienen el poder. Eligen al que ha de adoptar las decisiones. Ellos no adoptan decisión alguna. "el papel del pueblo es el de producir un gobierno...el método democrático es el mecanismo institucional para alcanzar decisiones políticas en las cuales unos individuos adquieren el poder de decidir por medio de una lucha competitiva por el voto del pueblo". Joseph Schumpeter, Capitalism, Socialism and Democracy, 20 ed. 1947, p. 269. Los ciudadanos se limitan a elegir entre los políticos o miembros de la casta política de la oligarquía de partidos cuando llegan las elecciones.

Igual que hay un mercado libre económico liberal, hay asimismo un mercado libre político liberal. El parlamentarismo es el mercado libre político desde el punto de vista de la ideología liberal. Los consumidores políticos son soberanos porque pueden elegir entre las diversas mercancías políticas que se les ofrecen. Desde un punto de vista económico los empresarios y los consumidores son maximizadores racionales de su propio provecho y actúan en circunstancias de libre competencia. Desde un punto de vista político los partidos políticos y los votantes son maximizadores racionales y actúan en circunstancias de libre competencia política con el resultado de una distribución óptima de energías y bienes políticos. El mercado político democrático está en un equilibrio óptimo de insumos y productos, de las energías y recursos que los votantes introducen en él y de las compensaciones que obtienen de él. Igual que en el mercado económico hay un equilibrio, también lo hay en el mercado político (Mc Pherson).

Lo más realista es considerar que el mercado está dominado por oligopolios ya sean económicos o políticos.

Según G. Leibholz, ideólogo alemán del Estado de partidos, uno de cuyos más logrados ejemplos es la República Federal de Alemania con su Grundgesetz de 1949 impuesta por los aliados occidentales en plena guerra fría y aún en vigor, modelo junto con la constitución italiana de 1947 de la constitución española de 1978, el Estado de partidos es la "manifestación racionalizada de la democracia plebiscitaria". Esto es considerado por él como una especie de sucedáneo de la democracia directa: "Como la voluntad de la mayoría de la ciudadanía activa se identifica en la democracia plebiscitaria con cada deseo colectivo del pueblo, así, en una democracia de un Estado de partidos que funciona normalmente, la voluntad de cada partido mayoritario en el gobierno y en el Parlamento se identifica con la "volonté générale" (Leibholz, Der Strukturwandel der modernen Demokratie, Karlsruhe, 1952, p. 17). Según esta afirmación, el parlamento pierde su carácter originariamente representativo y se convierte en un recinto "en el que los mandatarios de los partidos comprometidos se reúnen para registrar después...decisiones ya tomadas".

El propio Leibholz, reconoce el peligro que corren las libertades burguesas en el Estado de Partidos: "El peligro que la libertad corre a manos del Poder legislativo en los regímenes de democracia a base de partidos políticos es un peligro especial; un peligro que supera con mucho, al que en las comunidades políticas le puede venir a la libertad de otros órganos rectores." p. 15, "Problemas fundamentales de la democracia moderna", Madrid, 1971, Instituto de Estudios Políticos.

El parlamentario representa al Estado ante el elector o bien representa al partido ante el elector. Se debe al partido, a la fracción parlamentaria. Debe ratificar decisiones y acuerdos adoptados fuera del parlamento: "en nuestros días ya no son los parlamentos legisladores aquellas instituciones representativas en las que los diputados, sin otra coacción que la de la conciencia y el prestigio propios, seguros de la confianza de sus electores, tomaban sus decisiones políticas y acordaban sus leyes con los ojos puestos en el interés general del pueblo; en la realidad política, y a pesar de que en la Ley Fundamental se proclame la devoción a la democracia representativa parlamentaria, se han convertido más bien en centros en los que los diputados, bajo la coacción del Partido -posible en las más variadas formas, incluso algunas nada violentas-, llegan a sentirse en un laberinto de compromisos, que se reflejan luego de modo decisivo en sus discursos y votaciones, de suerte que su efectivo papel se reduce al de unos delegados de partido, asistentes a los Plenos parlamentarios para obtener en ellos la sanción de acuerdos adoptados fuera de allí." op. cit. p. 27.

El partido es el sujeto político por excelencia del Estado parlamentario de partidos. "En él desempeñan los partidos la función de unidades protagonistas de la acción política, encargadas de organizar y reunir en grupos capaces de actuación política a los millones de ciudadanos activos que hayan alcanzado la mayoría de edad política." op. cit. p. 28.

Leibholz es grandemente contradictorio. A la vez que reconoce que el Parlamento pierde su carácter representativo y se pierde la independencia del diputado de todo mandato imperativo, habla de que este régimen es democrático: "Consecuente con este democrático Estado de partidos, el Parlamento tiene que perder cada vez más el que fuera su peculiar carácter representativo, al paso que aumenta el número de los diputados incapaces de mantenerse a la altura de la tradicional exigencia moral, de tomar libremente sus decisiones, y en los asuntos de primera importancia, adoptar, en las sesiones plenarias del Parlamento, actitudes discrepantes respecto de los partidos y de las fracciones."

op. cit. p. 28. Sin embargo, no hay que olvidar que Leibholz es un ferviente partidario del Estado de partidos hasta tal punto que postula su extensión y consolidación. Por ello no es de extrañar que afirme que "sería de desear que la constitucionalización de los partidos se hiciese más frecuente de lo que hasta ahora ha sido". op. cit. p. 121.

Este parlamentarismo de partidos está íntimamente conectado con la existencia de una ley electoral que favorece la existencia de partidos oligárquicos. Es la ley electoral proporcional como por lo demás reconoce el propio Leibholz. Es menester reconocer entonces "la íntima conexión que existe entre el derecho electoral moderno y los fundamentos del parlamentarismo representativo; tomando este principio como punto de partida, señalaremos luego, allí donde las organizaciones partidistas imperan en la vida política, el cambio fundamental de orientación que ha sufrido actualmente el derecho electoral en los Estados partidistas precisamente y de un modo particular durante los últimos decenios". "Conceptos fundamentales de la política y de teoría de la constitución", Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1964, p. 58.

El parlamentarismo no por contar con sufragio universal adquiere caracteres democráticos. Además, la burguesía ha conseguido domesticar al proletariado, neutralizando así la potencial peligrosidad del sufragio universal para sus intereses de clase: "No creo exagerado decir que la principal función que ha desempeñado de hecho el sistema de partidos en las democracias occidentales desde el comienzo del sufragio democrático ha sido suavizar las aristas de los conflictos de clase temidos o probables, o, si se prefiere, moderar y aquietar un conflicto de intereses de clase con objeto de proteger las instituciones de la propiedad existentes y el sistema de mercado contra todo ataque eficaz". p. 81 C.B. Macpherson,. "La democracia liberal y su época", Madrid, 1987.

La existencia de un electorado de masas requiere partidos nacionales bien organizados fuera de las fracciones parlamentarias. Hacen falta buenas máquinas electorales. El único medio de acceder al Parlamento en el Estado de partidos es a través de las oligarquías partidarias. La dirección del partido no es democrática y controla a los diputados imponiéndoles una férre disciplina de voto amenazando con la expulsión del partido. Los diputados sólo representan a la clase política, a los jefes de los partidos. Por tanto, en el caso de la fracción parlamentaria mayoritaria, es el gobierno el que controla a su través el parlamento. A pesar de su vaciamiento de poder, el Parlamento cumple con importantes funciones en la tarea de mantenimiento del statu quo del sistema parlamentario de partidos: "es evidente la creciente pérdida de control de los Parlamentos sobre los hechos y decisiones políticas. Sin embargo, la evidente pérdida de centralidad del Parlamento no debe ocultarnos que, simultáneamente, esta institución se configura, en el conjunto del Estado, con nuevas e importantes dimensiones." Enrique Olivas, "Problemas de legitimación en el Estado social", ed. Trotta, Madrid, 1991, p. 18. El parlamento tiene así una función simbólica, ideológica, ritual diríamos para crear consenso político. No olvidemos que según Montesquieu, la virtud de la oligarquía es el consenso. Esto sirve para cohesionar el orden social. "Tendencialmente, el legislativo aparece como un importante subsistema de intervención y corrección de las disfunciones sociales: tiende a garantizar la producción social del consenso en el sentido de la dirección política". p. 18. op. cit. Los diputados representan a los partidos, esto es, al Estado ante el electorado, "en efecto, han de explicar a éste, a la gente, las dificultades de la labor de gobierno o la complejidad de determinado proyecto de ley a un grupo de interés afectado por el mismo". op. cit. pp. 20-21.

Por otro lado, siguiendo con la analogía con el mercado económico, conforme a tal analogía del mercado en el sistema económico, el sistema de partidos elitistas y competitivos produce un equilibrio óptimo de la oferta y la demanda de las mercancías políticas y aporta una cierta soberanía del consumidor. El mercado no es democrático, favorece a quienes tienen mayor poder adquisitivo. El régimen parlamentario de partidos conduce a la apatía política de los ciudadanos al ver éstos que carecen de toda libertad política para elegir a sus representantes y gobernantes, así como para destituirlos. Esto es originado por la estructura antidemocrática de los partidos de masas burocratizados y organizados como máquinas para ganar elecciones. Los partidos tienen efectos desmovilizadores y despolitizadores, tanto en la esfera política como en la social. Así los partidos son "instrumentos de la formación de la voluntad del pueblo, pero no en manos del pueblo, sino de aquellos que dominan el aparato del partido", Jürgen Habermas, Student und Politik, p. 31. El mercado político es oligopólico, conduce a la oligarquía partitocrática. A semejanza de los oligopolios económicos surgen oligopolios políticos. En un mercado oligopólico la demanda no es autónoma, no es un dato independiente. El sistema de partidos del parlamentarismo es una competencia entre élites. Ellas son la fuerza motriz y las que formulan las cuestiones.

Respecto a las elecciones, como quiera que tales procedimientos no sirven para elegir entre varias alternativas concretas, podemos decir que generan una ficción de representación y nada tienen que ver con la democracia. En el sistema de partidos, la jornada electoral significa la adhesión o el asentimiento al sistema oligárquico. Por lo demás, en el parlamentarismo, los partidos se parecen cada vez más entre sí. Además hay que tener en cuenta a la hora de valorar el parlamentarismo, su estructura oligárquica y su ejercicio del clientelismo. Tales procesos electorales carecen de todo contenido político. "En la práctica éstas ya no permiten una decisión entre varias alternativas concretas concretas, por lo que los resultados de las elecciones ya no pueden valorarse apenas como producto de la formación democrática de la voluntad popular. La autodeterminación del pueblo, cuya formulación y realización debería ser la meta de los partidos, se reduce en medida creciente a la posibilidad de poder elegir distintas personas "colocadas" ante el pueblo a modo de "personalidades", con el fin de hacer olvidar la ausencia de contenido político en las elecciones" Jörg Kammler, "El Estado social", en Abendroth y Lenk, eds. "Introducción a la ciencia política" pp. 119-120. Por eso, ya Kelsen se refirió al parlamento como la ficción de la representación.

Por su parte, Carl Schmitt ha sido el gran crítico del parlamentarismo en el siglo XX. Su escrito "Sobre la contradicción del parlamentarismo y la democracia". incluido dentro de otro más extenso: "Situación histórico-intelectual del parlamentarismo de hoy", 1923, sostiene el mismo diagnóstico que hemos ido presentando desde el comienzo de este artículo, aunque añade otras notas no menos interesantes que conviene reseñar para comprender la esencia del parlamentarismo así como su evolución y degradación contemporánea, aunque nosotros sostenemos que tan oligárquico era el parlamentarismo clásico como el actual, variando sólo la forma que ha adoptado tal sistema político de dominación clasista de la burguesía.

Para Carl Schmitt la discusión y la publicidad son la base del parlamentarismo. También queda claro para él que no son lo mismo parlamentarismo que democracia.

En el parlamentarismo clásico liberal el diputado no está sometido por mandato imperativo y es independiente tanto de sus votantes como de su partido.

En su época Schmitt constata la degradación del parlamentarismo, describiendo a los diputados como depredadores. Lo cual coincide con la imagen que tiene el liberalismo del hombre como individuo que persigue sus propios fines sin el menor escrúpulo: "en algunos Estados, el parlamentarismo ya ha llegado hasta el punto de que todos los asuntos públicos se han convertido en objeto de botines y compromisos entre los partidos y sus seguidores, y la política, lejos de ser el cometido de una élite, ha llegado a ser el negocio, por lo general despreciado, de una, por lo general despreciada, clase." op. cit., p. 7 de la traducción española en Tecnos, Madrid, 1990.

Según Schmitt, lo que hay en su tiempo, ya no es parlamentarismo. Nosotros diríamos que es el parlamentarismo clásico degradado. La crisis del parlamentarismo de la que habla Carl Schmitt es la crisis del clásico pero tal crisis es análoga a la del parlamentarismo del Estado de partidos que ahora, en los 90 atravesamos en Europa Occidental. Algunos rasgos de tal crisis por Schmitt reseñada son de plena actualidad y perfectamente aplicables al Estado oligárquico de partidos. Lo que ha ocurrido desde Schmitt ha sido una huida hacia delante del parlamentarismo en un intento por sobrevivir.

El Estado actual, a decir de Schmitt, es un conglomerado heterogéneo y amorfo de diversos elementos incompatibles entre sí. Para Schmitt queda claro que el parlamentarismo nada que ver tiene con la democracia. Parlamentarismo y democracia forman una unidad precaria: "La fe en el parlamentarismo, en un gouvernment by discussion, es propia de las ideas del liberalismo. No es propia de la democracia. Es preciso separar ambos, democracia y liberalismo, a fin de comprender la heterogénea construcción que constituye la moderna democracia de masas". op. cit. p. 12.

La representación proporcional y el sistema de listas rompen la relación antaño existente entre el votante y su representante. La obligatoriedad de la disciplina de voto dentro de cada fracción parlamentaria hacen que el parlamentarismo poco tenga que ver con la democracia. El parlamento no es representativo de los ciudadanos, sino de los partidos. Las decisiones importantes se adoptan en reuniones secretas de los jefes de los partidos. En el Parlamento, los diputados se limitan a ratificar y aprobar acuerdos adoptados fuera por los partidos.

En el parlamentarismo clásico la verdad se origina por la libre competencia de las opiniones en una discusión pública. Sistema representativo no es igual a democracia: "lo esencial del parlamento es la deliberación pública de argumento y contraargumento, el debate público y la discusión pública, parlamenta, sin tener en cuenta automáticamente la democracia." p. 43.

 

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