martes, 5 de abril de 2016

Filosofía de la matemática


           
1.     Introducción.

Nos proponemos modestamente en este artículo-ensayo realizar una exposición acerca de algunas de las diversas concepciones filosóficas que se han dado en torno a la naturaleza de qué cosa sean las matemáticas. De paso introduciremos la tesis del materialismo ontológico formalista acerca de la naturaleza de las matemáticas. Por esta razón intentaremos presentar también un análisis gnoseológico de las Matemáticas.

         En las clasificaciones usuales de las ciencias, las Matemáticas son consideradas como ciencia formal junto con la Lógica y ello frente a las ciencias naturales y a las ciencias humanas.  Sin embargo, estas clasificaciones carecen de criterios rigurosos, claros y distintos derivados de una verdadera Idea de ciencia que permita separar lo que es ciencia de lo que no lo es y separar las ciencias formales de las que no lo son así como las ciencias naturales de las ciencias humanas.
         Es menester entonces disponer de una Idea de “ciencia” que posibilite un análisis gnoseológico o metacientífico riguroso de las Matemáticas. Aquí vamos a utilizar la teoría del cierre categorial elaborada por el prof. Gustavo Bueno.[1]
2.    Las Matemáticas según I. Kant (1724-1804).
2.1. El Estado de la cuestión en Kant.
    La importancia de Kant en la historia de la filosofía de las Matemáticas es enorme. Ciertamente, Kant no publicó en vida ningún tratado sistemático acerca de la filosofía de las Matemáticas. Sin embargo, creemos que  toda su obra en filosofía teorética viene condicionada por la problemática de la naturaleza de las Matemáticas. Por ello, atacará incluso a los matemáticos porque según él “apenas han filosofado jamás sobre sus matemáticas (tarea nada fácil)”[2].
    Los juicios sintéticos a priori son los que posibilitan las Matemáticas. La tarea de la Crítica de la Razón Pura se centrará desde el comienzo en establecer las condiciones de posibilidad de estos juicios y por ello, de las Matemáticas.
     En el racionalismo y en el empirismo todo conocimiento se dividía entre las verdades de razón y las verdades de hecho. Decía Leibniz:
“Asimismo hay dos clases de verdades, las de razón y las de hecho. Las verdades de razón son necesarias y su opuesto es imposible, y las de hecho son contingentes y su opuesto es posible. Cuando una verdad es necesaria se puede hallar su razón por medio de análisis, resolviéndola en ideas y verdades más simples, hasta que se llega a las primitivas”.[3]
     Estos asertos acerca de tal división de las verdades en verdades de razón y verdades de hecho se continúan lógicamente cuando Leibniz vuelve a afirmar lo siguiente:
     “Y se dan, finalmente, ideas simples, de las que no cabe dar definición. También hay Axiomas y Postulados o, en una palabra, principios primitivos, que no pueden probarse ni necesitan prueba; son éstos las Enunciaciones idénticas cuyo opuesto encierra una contradicción expresa.”[4]
      Kant al principio estaba influido por el racionalismo continental escolar de Leibniz-Wolff. Hume será quien despierte a Kant del sueño dogmático. El dogmatismo racionalista continental no es otra cosa que “la pretensión de avanzar con puros conocimientos conceptuales (los filosóficos) conforme a unos principios –tal como la razón los viene empleando desde hace mucho tiempo-, sin haber examinado el modo ni el derecho con que llega a ellos”.[5]
      Sin embargo, también Hume mantiene la dicotomía entre relaciones de ideas (verdades de razón) y cuestiones de hecho (verdades de hecho). Dice pues Hume que “todos los objetos de la razón o de la investigación humana pueden dividirse naturalmente en dos clases, a saber, relaciones de ideas y cuestiones de hecho. De la primera clase son las Ciencias de la Geometría, el Álgebra y la Aritmética y, en pocas palabras, toda afirmación que sea o bien intuitiva o bien demostrativamente cierta. (…) El contrario de toda cuestión de hecho es siempre posible, porque no puede implicar nunca una contradicción.”[6]
       Las relaciones de ideas son para Hume ciertas y evidentes, al igual que lo eran para Leibniz las verdades de razón.
       Para Kant los conceptos sin intuiciones son vacíos y las intuiciones sin conceptos son ciegas. Se trata pues, de realizar una síntesis entre intuición y concepto, entre sensibilidad y entendimiento. La filosofía crítica se distancia igualmente de la metafísica y del escepticismo.
        Además se plantea el problema de que en el razonamiento matemático hay una fase de singularización. Esto es, se requiere de un elemento singular, individual pero ello no obsta para que el razonamiento sea universal. Descartes planteó el problema en el siglo XVII admitiendo la necesidad de la figura singular y material en el proceso demostrativo matemático. Así pues, había una necesidad de particularización que diferenciaba el razonamiento matemático del silogístico.
         Descartes sostiene que el objeto matemático posee una cierta naturaleza o esencia determinada por la figura que es inmutable y eterna, independiente de la subjetividad[7]. La esencia de ese objeto es la que constituye el objeto de la intuición matemática. Las matemáticas se captan por intuición intelectual.
             Los empiristas en cambio, rechazan la intuición intelectual y sólo admiten la intuición empírica. Según Locke, el objeto matemático no es más que un concepto general. La figura matemática singular permite alcanzar un concepto general.
              George Berkeley es quien llega a plantear con nitidez el problema. Este problema comprende dos problemas:
     -Justificar la necesidad de que intervenga, en la demostración matemática, ese elemento particular, sea figura u operación concretas; justificar la necesidad de esta fase de particularización.
     -Explicar cómo, a pesar de esa particularización, el razonamiento matemático da paso a una conclusión universal; justificar la fase de universalización.
              Estos dos problemas siguen vigentes hoy en la reflexión metamatemática. Kant dio respuestas a tales problemas. Al primero lo convirtió en condición de posibilidad del conocimiento. El sujeto hace intervenir en la intuición pura la representación material del objeto concordante con el concepto, representación singular que es la única manera de dotar de validez objetiva a dicho concepto. Con esta admisión, a la vez se pretende dar solución a otro problema, el existencial ontológico.
        El segundo problema lo resuelve gracias a los esquemas trascendentales de la imaginación. El esquema media entre la sensibilidad y el concepto. Por ello lo sensible alcanza la universalidad del concepto.
2.2.        La solución kantiana.
Kant va ejercitar una filosofía constructivista de la razón y por tanto, de las matemáticas. Es la vieja tesis de Giambattista Vico “verum est factum”. La razón sólo reconoce lo que ha hecho ella. El hombre sólo puede conocer sus obras porque precisamente son suyas. La razón sólo va a reconocer lo que ella misma ha construido. “la razón sólo reconoce lo que ella misma produce según su bosquejo”[8]
Distingue Kant entre juicios sintéticos y juicios analíticos. Los juicios sintéticos son aquellos en los que el concepto del predicado no está incluido en el concepto del sujeto. Los juicios analíticos son aquellos en los que el concepto del predicado viene incluido en el concepto del sujeto, de tal manera que los juicios analíticos son juicios de identidad, como en A=A. No salimos del sujeto en absoluto.
Por otro lado, los juicios pueden ser a priori y a posteriori. A priori significa lógicamente independiente de la experiencia y a posteriori derivado de la experiencia. Combinando las dos clasificaciones tenemos los siguientes resultados: 1º Los juicios analíticos tienen que ser forzosamente a priori. La analiticidad no depende de la experiencia. Wittgenstein y el Neopositivismo dirán que son tautologías. 2º Los juicios sintéticos en principio son a posteriori. De hecho, hay juicios sintéticos a priori. Leibniz y Hume sostenían que todos los juicios sintéticos eran a posteriori, verdades de hecho o matters of fact. La originalidad de Kant estribará en que  3º Hay juicios sintéticos a priori. Si todo juicio sintético fuese a posteriori, empírico, ningún juicio sintético tendría validez universal y necesaria, pues la experiencia no suministra necesidad ni universalidad, sino sólo hechos particulares y contingentes. Sólo puede haber ciencia, a decir de Kant si hay juicios sintéticos a priori. El problema que pone en marcha a la Crítica de la Razón Pura es la pregunta ¿cómo son posibles los juicios sintéticos a priori? Ahora bien, como Kant parte del faktum de la existencia de la Matemática y de la Física, concluye que si la ciencia sólo es posible si hay juicios sintéticos a priori, entonces la Matemática y la Física deberán contener juicios sintéticos a priori necesariamente para ser ciencias, dado que lo son.
Las verdades matemáticas son entonces juicios sintéticos a priori. Son juicios a priori porque tienen validez universal y necesaria: la demostración de que la suma de los ángulos de un triángulo es de dos rectos nos convence absolutamente (no cabe la menor duda al respecto) y ello no sólo de que ello es así de hecho en los triángulos que empíricamente hayamos trazado, sino de que tiene que ser así en todos los triángulos posibles. También son sintéticas las verdades matemáticas. Aparentemente esto significa negar que tales juicios sean verdades de razón en el sentido de Leibniz. Una construcción matemática es, para Kant como para Leibniz, a priori y sus propiedades son necesarias, no verdades de hecho. Sin embargo, para Kant esta necesidad no reside en el concepto, sino en la intuición. Para Leibniz, que la suma de los ángulos de un triángulo es dos rectos está incluido (distintamente o confusamente, según que tengamos o no la demostración) en el concepto mismo de triángulo. Kant, en cambio, diría que por más vueltas que demos a la definición de triángulo, y a la definición de cada una de las notas que entran en esa definición, etc., jamás encontraremos ninguna nota referente a la suma de los ángulos; la demostración de ese teorema no se obtiene analizando el concepto de triángulo, sino construyendo en la intuición un triángulo y “haciéndo”, también en la intuición, sobre él determinadas operaciones de las que “vemos “ que podrían hacerse igualmente sobre cualquier otro triángulo; si el teorema es una verdad necesaria es porque esa construcción tiene lugar en la intuición pura del espacio, por lo tanto sin dependencia de nada empírico.
Incluso la más simple operación aritmética es un juicio sintético. Sea el juicio 5+7=12. Si tomamos 5+7 como un concepto y tratamos de enunciar las notas que lo definen y las notas que definen estas notas, etc., en esto no aparece por ningún lado 12. 12 aparece como resultado, cuando hacemos la operación, esto es: cuando realizamos, no un análisis de conceptos, sino una construcción en la intuición. El concepto de suma expresa el tipo de construcción que hemos de hacer; 5 y 7 son los datos para realizar esa construcción; pero hay que hacerla efectivamente para obtener el resultado. El verdadero fundamento de validez de la tabla de sumar reposa no en meros conceptos sino en la construcción en la intuición.
Además, la importante distinción kantiana entre pensar y conocer posibilita el que haya conceptos no representables en figuras espaciales. Existen pensamientos posibles lógicamente pero que no pueden alcanzar el nivel de conocimiento objetivo en la intuición. “El que un concepto semejante se halle libre de toda contradicción, es una condición lógica necesaria. Pero ello no basta, ni de lejos, en relación con la realidad objetiva del concepto, es decir, con la posibilidad de un objeto como el pensado a través del concepto. Así, el concepto de una figura encerrada entre dos rectas no implica contradicción alguna, ya que los conceptos de dos rectas y su cruce no implican la negación de ninguna figura. La imposibilidad no descansa en el concepto como tal, sino en la construcción de tal figura en el espacio, es decir, en las condiciones del espacio y de la determinación de éste “.[9]
El pensar como posibilidad lógica necesita coherencia y consistencia. Pero aunque es condición necesaria, aún no lo es suficiente para pasar a ser conocimiento. Sólo gracias a la configuración de la representación en la intuición ya sea sensible o pura, de un fenómeno o de un esquema trascendental de la imaginación, ese pensar pasa a ser conocimiento con validez objetiva.
         Parece ser que eso es lo que ha ocurrido en la matemática. Han surgido conceptos y teorías que no tenían representación. Por ello, desde esto que hemos afirmado, cabe  admitir la existencia de sistemas formales tales como las geometrías no euclidianas. Construidas como pensamientos puros, como sistemas formales, sólo les falta la representación en la intuición pura, una imagen para que tales sistemas formales pasen a ser conocimiento objetivo.
         Esto es lo que los matemáticos han logrado gracias a la construcción de modelos geométricos en el siglo XIX. Precisamente en uno de ellos se verifica, se tiene la representación del ejemplo mencionado como imposible por Kant.
         El ejemplo de espacio encerrado entre dos rectas viene representado hoy día en la Geometría elíptica doble. Este sistema geométrico doble elíptico sería una representación  y esto daría significado al sistema formal constituido y este sistema de geometría se convertiría así en sistema de conocimiento. Se pasaría así del pensar al conocer. Por ello la posición kantiana no sería incompatible con las geometrías no euclídeas, de cualquier sistema formal por el mero hecho de no ser contradictorio, aunque el mismo careciera de imagen o de representación intuitiva o construcción en la intuición pura.
         Podríamos decir que el espacio en Kant no es ni euclídeo ni métrico no-euclídeo, ni siquiera métrico o no métrico. Pero es que podemos conjeturar que tal vez el espacio kantiano no signifique lo mismo que el espacio matemático. No es, como dice Kant, un concepto, sino una intuición pura, una forma pura de la sensibilidad trascendental. Y por eso mismo, por no ser un concepto, no puede predicarse de él que sea euclidiano o no-euclidiano.
         Por eso es posible construir espacios geométricos de cualquier tipo de estructura pero esta posibilidad se hace real, pasa de ser pensamiento a conocimiento cuando se presentan las condiciones de representación de los fenómenos en la intuición pura. Si aceptamos la sugerencia que se advierte en la obra kantiana que versa sobre la diferencia entre posibilidad lógica y posibilidad real o lógico-trascendental, esto último podría aceptarse.
         Sin embargo, esta sugerencia es incompatible con la concepción epistemológica kantiana de que el conocimiento es un acto sintético de sensibilidad o intuición y entendimiento. Por ello, para Kant los sistemas formales pensados y no construidos en la imaginación serían vacíos y carentes de valor cognoscitivo.
         Desde la lógica trascendental kantiana, los sistemas formales no serían conocimiento alguno pues necesitarían construirse en la intuición.
         Cualquier modelo que se elabore de las geometrías no euclídeas será un modelo construido en un espacio euclídeo, porque el sujeto cognoscente no se puede salir de él.
         Para Kant, la Matemática se centra en el estudio del espacio y del tiempo como formas a priori de la intuición. Según Kant, “Las matemáticas ofrecen el más brillante ejemplo de una razón que consigue ampliarse a sí misma, sin ayuda de la experiencia.”[10] El conocimiento matemático “es un conocimiento obtenido por construcción de los conceptos”[11]
         En el campo de la sensibilidad, la Matemática como uso constructivo de la razón consiste en:
“determinar una intuición a priori en el espacio (figura); dividir el tiempo (duración); conocer simplemente el elemento universal de la síntesis de una misma cosa en el espacio y en el tiempo, así como la magnitud a que ello da lugar en una intuición en general (número).”[12]
         Entonces la matemática es el estudio de las magnitudes extensivas. Kant entonces es muy tradicional en Matemáticas. La Geometría se ocupa de construir intuiciones en el espacio; la Mecánica de construir en el tiempo; la Aritmética y el Álgebra juegan con la intuición conjunta y simultánea de espacio y tiempo respecto a las magnitudes.
         Lo más importante es el aspecto constructivista de la matemática según Kant. Afirma pues que,
“No podemos pensar una línea sin trazarla en el pensamiento, ni un círculo sin describirlo, como tampoco representar tres dimensiones del espacio sin construir tres líneas perpendiculares a partir del mismo punto. Ni siquiera podemos pensar el tiempo sino gracias a que, al trazar una línea recta (que ha de ser la representación externa y figurada del tiempo), sólo atendemos al acto de síntesis de la diversidad […]. Es el movimiento, como acto del sujeto, no como determinación de un objeto y, consiguientemente, la síntesis de la diversidad en el espacio, lo que produce el mismo concepto de sucesión cuando hacemos abstracción del espacio y atendemos sólo al acto a través del cual determinamos el sentido interno según su forma”.[13]
         Para Kant, pues, no hay en la Matemática, deducción formal, sino construcción derivativa. La Matemática es un permanente proceso constructivo en la intuición. La Matemática es síntesis, no análisis.
         La construcción en la intuición, en la imaginación productiva es siempre la de un objeto singular, concreto y sin embargo, la Matemática es un conocimiento universal y necesario. Para resolver esta dificultad Kant acude a la noción de esquema. El esquema es una regla de construcción o método. Es la mediación entre la intuición y el concepto. El proceso constructivo matemático lo que maneja es el esquema que posibilita las figuras en el espacio y las operaciones sensibles.
         Gracias al esquema se procura una imagen a un concepto. Sin embargo, no puede identificarse esquema e imagen o pintura: “si escribo cinco puntos seguidos….tengo una imagen del número cinco. Si, por el contrario, pienso simplemente un número en general, sea el cinco, sea el cien, tal pensar es un método para representr, de acuerdo con cierto concepto, una cantidad (mil, por ejemplo) en una imagen, más que esa imagen misma…”[14]
         Según Kant, el número es un esquema de la sensibilidad trascendental para llevar a cabo una imagen. Entonces “el esquema puro de la magnitud (quantitas), entendida como concepto del entendimiento, es, en cambio, el número, el cual constituye una representación que comprende la sucesiva adición de unidades homogéneas. El número no es, pues, otra cosa que la unidad de síntesis de lo diverso de una intuición homogénea en general, unidad obtenida al producir yo el tiempo mismo en la aprehensión de la intuición”.[15] El número se fundamenta en la repetición y, por tanto, en el tiempo.
         Carece de sentido entonces hablar de las propiedades generales de los números o de la sucesión de los números. Desde la posición kantiana es imposible plantear el principio de la inducción completa. El número no es objeto ni concepto, sino regla o esquema o método.
         Los conceptos de la Aritmética y el Álgebra se construyen, como los de la Geometría, pero son conceptos que corresponden a relaciones entre magnitudes. Así, el Álgebra y la Aritmética serían disciplinas secundarias, calculísticas, algorítmicas.
         Para Kant los “Elementos” de Euclides y los “Principia Mathematica Philosophiae Naturalis”. de Newton son los paradigmas de la exposición metódica y del conocimiento científico de cualquier disciplina que haya entrado en el seguro camino de la ciencia. Sólo la Matemática usa axiomas, definiciones y demostraciones. Dice  así: “Sólo las matemáticas poseen demostraciones, debido a que su conocimiento no deriva de conceptos, sino de la construcción de los mismos, es decir, de la intuición que puede darse a priori en correspondencia con los conceptos.”[16]
         Definir matemáticamente significa construir sintéticamente conceptos. La definición ha de ser producida sintéticamente, no analíticamente.
         Kant es el iniciador en filosofía de la matemática del constructivismo. Esta línea la continúan en el siglo XX algunos matemáticos como Poincaré o Brouwer. Kant margina del hacer matemático el Análisis, el cálculo infinitesimal, donde aparece el concepto de función, concepto desconocido para Kant.
         Siguiendo a Javier de Lorenzo, autor a partir del cual estamos reconstruyendo y exponiendo la filosofía de la Matemática de Kant, podemos afirmar “que hay dos matemáticas diferentes, una de carácter finitista, figural y constructivista, y otra de carácter existencial, global, finitista.”[17]
2.3. Acerca de la relación entre la filosofía kantiana de la matemática y las teorías contemporáneas.
         El punto central del debate filosófico metamatemático radica aún en la cuestión de si las proposiciones de la matemática son analíticas, como creían Leibniz y Hume, o sintéticas, como pensaba Kant.
2.3.1. El logicismo de Frege y Russell.        
Bertrand Russell,  uno de los fundadores del logicismo[18] afirmó en su “Introduction to Mathematical Philosophy” (1919) que la tendencia central de la matemática contemporánea refuta a Kant. En este mismo año publica con A.N. Whitehead los “Principia Mathematica”, una reducción de la matemática a lógica. No existe así ninguna diferencia esencial entre las matemáticas y la lógica. Ambas son analíticas y por tanto, no tienen contenido material alguno. Russell intentó demostrar que la matemática se deriva de la lógica. El punto de vista de Russell, como el de Frege, es que los axiomas que es preciso admitir (los cuales son axiomas de la propia lógica pura) se justifican porque son verdad absoluta, esto es: evidencia que no deja lugar a duda. Kant había establecido que los juicios de la matemática son sintéticos, lo cual quiere decir que no pueden reducirse a la lógica.  Antes de Russell, fue Frege quien inició la senda logicista. Frege creía que  su intento de realizar una fundamentación puramente lógica de la aritmética conduciría a rechazar la tesis kantiana por lo que se refiere a la aritmética (no a la geometría, de la que  Frege cree que se basa en la intuición del espacio). Pues bien, en 1902, cuando Frege ya había entregado a la imprenta el segundo volumen de sus Grundgesetze der Arithmetik; el volumen primero había aparecido en 1893; el tercero, proyectado, no llegó a aparecer, recibió una comunicación de Bertrand Russell en la que se le advertía acerca de la antinomia referente al “conjunto de todos los conjuntos que no se tienen a sí mismos por elementos”. Frege escribió entonces rápidamente un apéndice para su obra; en él reconocía que una contradicción inherente al manejo de “predicados de predicados” atacaba a la posibilidad misma de una fundamentación puramente lógica de la aritmética. Frege murió en 1925 convencido de que Kant tenía razón y ello a pesar de que ya en 1908 Russell había presentado una restricción de procedimiento que permitía evitar la antinomia denunciada por él mismo; lo que hizo Russell fue considerar que a cada predicado le pertenece un “tipo” que consiste en la determinación de la índole de cada uno de sus lugares vacíos, a saber, si cada uno de éstos ha de ser llenado por un objeto individual o por un predicado y, en caso de que por un predicado, cuál ha de ser el tipo de éste, es decir: si cada uno de sus lugares vacíos, a su vez ha de ser llenado por un objeto individual o por un predicado y, si por un predicado, de nuevo cuál ha de ser su tipo, etc.; incluso cada variable predicado tiene un tipo determinado, no variable. La sustancia de la teoría es que se considera prohibido llenar los lugares vacíos de un predicado de otro modo que el que corresponde a su tipo; toda fórmula que viole esta teoría se considera no falsa, sino sinsentido.
2.3.2. El formalismo de David Hilbert.
         David Hilbert por su parte es el fundador del formalismo en matemática. Distingue entre lo que llama teorías matemáticas formalizadas y la metamatemática, es decir, el estudio de aquéllas. Una teoría matemática formalizada consiste en (a) signos análogos al vocabulario de un lenguaje, pero que se consideran abstraídos de su significado; (b) normas para la combinación de esos signos en fórmulas, que son análogas a frases; (c) normas para la transformación de las fórmulas en nuevas fórmulas, proceso análogo a la deducción. Los aspectos físicos de la teoría formalizada son considerados como irrelevantes. La validez de un sistema axiomático no reside en otra cosa que en las condiciones formales internas del sistema mismo, esto es: en que el sistema contenga todo lo necesario y nada más que lo necesario para determinar unívocamente y exhaustivamente ciertas expresiones como deductibles y las demás como no deductibles.
         Un sistema axiomático debe ser compatible o consistente y ello no porque los axiomas hayan de ser verdaderos y por ello no contradecirse entre sí, sino porque un sistema que permitiese deducir p y ¬p permitiría deducir cualquier expresión y, por lo tanto, no permitiría distinguir entre lo deducible y lo no deducible.
         La “independencia” de un sistema formalizado o axiomático consiste para el formalismo en que no puede suprimirse nada de dicho sistema sin que expresiones que eran deducibles dejen de serlo. Por lo que se refiere a la “completitud”, su definición no formalista para un sistema axiomático en el cálculo lógico, sería: que todas las expresiones universalmente válidas sean deductibles en el sistema en cuestión; ahora bien, esta definición supone que hay al menos la posibilidad de alguna instancia exterior al sistema mismo para determinar qué expresiones son universalmente válidas; lo cual puede formalísticamente admitirse para el cálculo de proposiciones (donde hay, en efecto, un procedimiento formal para, ante una expresión dada, determinar si es o no universalmente válida, sin necesidad de deducirla, y donde, por lo mismo, el papel del sistema axiomático es subsidiario), pero no para el cálculo de predicados; en consecuencia, el formalismo establece otro concepto, el “riguroso” de la completitud, a saber: que la adición de cualquier nuevo axioma (que no será una fórmula deductible en el propio sistema, en cuyo caso se pecaría contra la independencia) convertiría al sistema en inconsistente. Lo que ocurre es que, de  hecho, los sistemas axiomáticos formalistas para el cálculo lógico de predicados no son completos en este sentido “riguroso”, sino en el sentido “común” de que puede demostrarse que toda expresión no deductible no es universalmente válida, esto es: que (puede demostrarse que) para toda expresión no deductible existe en algún campo de objetos alguna substitución de las variables mediante la cual resulta el valor falso; y naturalmente, esto no se demuestra por el propio sistema axiomático, sino que se demuestra como se puede.
         El formalismo, a diferencia del logicismo, no pretende reducir la axiomática de las matemáticas a la de la lógica pura (es decir: a la de la lógica de predicados), sino que tiene otro recurso mejor para defender el carácter puramente lógico o analítico de las matemáticas: los axiomas específicos relativos a determinados objetos no son, para el formalismo proposiciones verdaderas, sino que son la definición de los objetos de que se trata.
         Una teoría formalizada es, pues, una forma particular construida que guarda gran similitud con las construcciones apriorísticas kantianas. Más aún, así como en Kant las aseveraciones de la matemática son sobre alguna cosa, a saber, el espacio y el tiempo o las construcciones hechas en ellos, así igualmente las aseveraciones metamatemáticas de Hilbert versan sobre teorías formalizadas. El punto de vista de la aritmética de Hilbert y el de Kant guardan una similitud muy íntima. En uno de sus más conocidos ensayos[19] dice: “Pensemos en la naturaleza y método de la teoría común y finita de los números”, lo que equivale a decir aritmética sin suposiciones sobre totalidades infinitas. “Esta teoría puede establecerse, sin duda alguna, solamente a través de construcciones numéricas mediante consideraciones intuitivas no formalistas (inhaltliche)”. Es ésta una idea kantiana.
         Mayor es la diferencia que hay entre la exposición de la geometría de Hilbert y la de Kant. Porque Hilbert conocía algo que desconocía Kant, a saber, que mientras sólo existe una teoría finita de los números, hay, en cambio, muchas geometrías entre las que la geometría euclídea no es forzosamente la más apropiada para describir el mundo físico.
2.3.3. El intuicionismo de Brouwer.
         Por su parte el intuicionismo matemático de Brouwer considera que los juicios matemáticos no son analíticos, sino sintéticos como Kant sostenía. Brouwer recurre sistemáticamente a Kant. En su ensayo sobre “Intuicionismo y formalismo”[20] afirma Brouwer que mientras había abandonado la aprioridad del espacio se había adherido de forma resuelta a la aprioridad del tiempo. El fenómeno fundamental del pensamiento matemático es “la intuición de la pura unidad-dualidad. Esta intuición de la unidad-dualidad, la intuición básica de las matemáticas, crea no sólo los números uno y dos, sino también todos los números ordinales finitos…” Está claro que esta intuición creativa guarda una estrecha relación de parentesco con la construcción kantiana de los números en el tiempo.
 
3.    Teoría del cierre categorial .
 
Según la teoría del cierre categorial de Gustavo Bueno Martínez (n. en 1924), una ciencia no se puede definir por su objeto formal tal y como ocurría con la escolástica. La ciencia se define por su campo de operaciones y este campo comprende una multiplicidad de objetos materiales heterogéneos dados fisicalistamente a escala tecnológica humana. La ciencia es construcción material, quirúrgica de objetos y realidades. La ciencia produce y construye al mundo que nos rodea. La ciencia tiene más que ver con la ontología que con la epistemología, más con el ser que con el conocer y con la teoría del conocimiento (Erkenntnistheorie). En esta gnoseología, que en el fondo es una ontología de la ciencia, teniendo a su vez en cuenta que la ciencia es una forma de ontología regional específica, una continuación de la ontología al subrayar su aspecto productor de realidades. La ontología descansa en la gnoseología e, inversamente, la gnoseología supone un evidente compromiso ontológico amén de que muchos temas ontológicos tradicionales reciben su tratamiento filosófico en la gnoseología, continuación de la ontología por otros medios. Puesto que la ciencia no se concibe tanto como conocimiento de la realidad externa a ella cuanto como una realidad más en relación con el resto de realidades. En esta gnoseología constructivista, se subraya el aspecto operativo de las ciencias, pues éstas no se conforman con el análisis o la explicación de los términos de su campo, sino que establecen relaciones entre ellos y efectúan operaciones que reconducen internamente, de forma necesaria y no gratuita, a otros términos del mismo, en virtud de la naturaleza material misma de cada campo, que impone restricciones a la multiplicidad de términos y combinaciones posibles. Así pues, la unidad de una ciencia es la unidad que va estableciéndose en el mismo proceso operatorio, cuando el sistema de operaciones es cerrado…El cierre categorial viene referido al sistema de operaciones, no a cada operación por separado.
Este materialismo gnoseológico constructivista implica entender la relación forma/materia según el esquema diamérico de los conceptos conjugados de acuerdo con el cual la forma lógica no es un orden sobreañadido a la materia, sino la interconexión misma de las partes materiales diversas.
Para este materialismo, en rigor, no existen las mal llamadas ciencias formales. El privilegio de la forma no se debe a ningún significado oculto o platónico, sino a la sencillez tipográfica de los signos que constituyen la materia de tales ciencias. El acoplamiento entre descripción y teoría es en estas ciencias más interno que en ninguna otra. En rigor, no vale la distinción entre ciencias formales (supuestamente tautológicas) y empíricas (de hechos), porque toda ciencia es material. De ahí que no sólo resulta posible hablar de juicios sintéticos a priori al modo kantiano, sino que, estrictamente hablando, no existen identidades analíticas independientes de las identidades sintéticas, que constituyen los auténticos principios de cierre de toda disciplina científica. La racionalidad humana es corpórea. El sujeto gnoseológico por antonomasia es el sujeto operatorio que incluye los fenómenos y las operaciones. Dice Gustavo Bueno a este respecto enlazando con la lógica: “La escala en la que aparece la racionalidad y la logicidad es, suponemos, la escala de nuestro cuerpo, de nuestras manipulaciones (de nuestras “operaciones quirúrgicas”) Y aquí pondríamos el privilegio de las “ciencias formales” (frente a las ciencias reales), su llamado apriorismo, que no haríamos consistir tanto en su vaciedad (en la evacuación de todo contenido, en el “no referirse a la realidad”) cuanto en su materialidad artificiosa (combinatoria de elementos discretos) en su condición de metros solidarios a nuestro cuerpo manipulador, que no podemos menos de “llevar siempre con nosotros” cuando nos enfrentamos con el mundo.  Traduciendo la fórmula kantiana: es nuestro cuerpo operatorio (no nuestra “mente”, o nuestro “Ego”) aquello que acompaña siempre a todas nuestras “representaciones” racionales.”[21]
         Es menester distinguir entre gnoseología general y gnoseología especial. Ambas se realimentan entre sí. La gnoseología general se divide en analítica y sintética. La primera toma como hilo conductor en su análisis metacientífico al lenguaje, puesto que el lenguaje representa, pero no agota, la estructura lógica y objetiva de las ciencias. Distinguimos tres ejes lingüísticos, sobre los que se distribuyen las partes formales de las diversas ciencias: sintaxis, semántica y pragmática. El eje semántico se divide en tres secciones: fisicalista, fenomenológica y ontológica o esencial. El eje sintáctico queda distribuido en otras tres secciones: la sección de los términos, relaciones y operaciones. El eje pragmático en la sección autológica, dialógica y normativa. La gnoseología sintética acude a la lógica y a la matemática para utilizarlas como patrón o metro aplicable por recurrencia a las otras ciencias.
 
3.1. Sobre la Ontología de los objetos matemáticos.
 
         El materialismo filosófico se ocupa ontológicamente como materialismo ontológico de los objetos matemáticos y de su naturaleza en el seno de una ontología materialista trimembre procedente de Chr. Wolff pero que ha tenido en cuenta el giro copernicano trascendental de Kant.
         El materialismo ontológico distingue entre ontología general que se ocupa de la materia ontológico-general (M) y ontología especial que se ocupa del Mundo (Mi), el cual se expresa empírico trascendentalmente y comprendiéndolos en Tres Géneros de Materialidad {M1, M2, M3} M1 comprende todos los objetos espaciales y temporales, físicos externos. M2 todos los objetos temporales internos, subjetivos y M3 todos los objetos ideales y abstractos, atópicos y acrónicos entre los que se encuentran las Matemáticas y la Lógica. Estos objetos no son ni internos ni externos.
         M3 tiene una consistencia ontológica propia por sí mismo independientemente de ser pensado o no y tiene internamente una legalidad necesaria. Es el resultado de las mediaciones producidas entre M1 y M2. Para no caer en el idealismo o en el formalismo, Bueno formula la teoría del materialismo formalista o del formalismo materialista. Resulta que los signos tipográficos de la lógica y de la matemática son los términos fisicalistas de estas dos ciencias. Mediante su manipulación operatoria se obtiene el cierre categorial correspondiente que puede ser exportado a otras ciencias o categorías y servir de patrón de medida en función de su mayor transparencia, operatoriedad y simplicidad. Las reglas de la matemática son así pues, reglas operatorias que versan sobre materiales físicos corpóreos en un espacio de dos dimensiones. Un materialista no puede admitir la existencia de formas separadas de la materia. La matemática y la lógica son entonces ciencias particulares que se construyen operatoriamente y tienen una base fisicalista como cualquier otra ciencia. En el caso de la matemática, signos tipográficos de tinta sobre el papel en el que se escribe de izquierda a derecha y de arriba abajo. La matemática es la ciencia de un mundo con temperatura media de 15º a 20º C. A 10.000ºC la axiomática de David Hilbert desaparece. Nada de ciencias de formas ideales separadas en un cielo platónico en sí y para sí.
 
3.2.        Algunas observaciones sobre la Aritmética.
 
Ya sabemos por lo anteriormente dicho que según la teoría del cierre categorial, una ciencia no queda definida por su objeto formal, sino por una multiplicidad de objetos. La ciencia es así un conjunto de partes heterogéneas, de partes formales cuya unidad debe ser determinada mediante operaciones desde su interior a traves de los nexos que enlazan esas partes. El campo de una ciencia estará compuesto por clases diferentes de términos unidos o conectados unos con otros en relaciones de sinexión, esto es, unión de términos diversos de forma necesaria. No sólo hay relaciones de semejanza o identidad, sino de diversidad o de sinexión.
En Matemáticas, una clase a puede estar formada por el conjunto de las series (convergentes, divergentes, oscilantes, finitas, infinitas, etc.) y una clase b por el conjunto de los números (naturales, primos, etc.) respecto de unas u otras series. Entre esas clases median relaciones de sinexión, por cuanto que una serie puede venir configurada a través de un proceso operatorio sobre otra; así por ejemplo, si de la serie de los cuadrados de los enteros 0², 1², 4, 9, 16, 25, 36… restamos de cada uno de ellos el anterior, obtenemos la serie de los impares 1,3,5,7,9,11,…de suerte que la serie de los impares aparece ahora, no como primitiva, sino como configurada a partir de otra tomada como primitiva, , y ello en virtud de un proceso operatorio presidido por la ley (identidad sintética), según la cual la diferencia entre los términos n-simo y (n-1)-simo de la sucesión de cuadrados es: n²- (n-1)² = 2n-1
Los términos primitivos, en cuanto dados, constituyen el campo material de la disciplina en cuestión. Cuando entre ellos se dan ciertas relaciones y operaciones tales que nos permiten pasar de términos a configuraciones y viceversa, es decir, cuando queda el campo “cerrado” categorialmente, se constituye la ciencia en cuestión.
Hay disciplinas científicas más cerradas que otras. El grado de cientificidad de una disciplina corresponde al grado de su cierre categorial. Además dentro de cada disciplina, unas partes están más cerradas que otras.
La categoría misma de “función” era controvertida entre los matemáticos. Bolzano inicia en 1817 el estudio de las propiedades de las funciones. Examina las diferentes demostraciones del teorema fundamental del álgebra: “toda función algebraica racional de una variable puede ser descompuesta en factores reales de primer o de segundo grado”. Todas las pruebas (desde la primera ofrecida por Gauss en 1799) caen en la alternativa: círculo vicioso o recurso a la intuición geométrica. Para escapar  a ésta busca Bolzano un “fundamento objetivo” en las definiciones. Y, así, pasa a ofrecer la definición de continuidad en sentido moderno; definición que será perfeccionada por Weierstrass. En esta definición, como en la demostración del teorema que establece la existencia de ceros en las funciones continuas [si f(x) es continua en el intervalo [a,b] y en los extremos toma valores f(a) y f(b) de signos opuestos, entonces f(x) posee al menos un valor igual a cero entre a y b], Bolzano apela a categorías aritméticas; y, como Bolzano, también Cauchy fundamenta el concepto de límite en consideraciones estrictamente aritméticas. Y, finalmente, con Dedekind [Stetigkeit und irrationale Zahlen (1872)] culmina el proceso llamado “aritmetización del análisis”.  Mediante el procedimiento de las “cortaduras” establece una fundamentación teórica definitiva de los números reales, reconstruyendo éstos a partir de los racionales y, por tanto, a partir de los naturales (ya que los racionales son fácilmente definibles en términos de los naturales). Con todo ello el Análisis (cálculo diferencial e integral) puede ser tratado en términos de números naturales y su aritmética, mostrando así la posibilidad de reconstruir la matemática sobre la base de un reducido número de categorías elementales de la Aritmética. Pero culminada esta etapa, este “cierre aritmético”, otra nueva emprenden Dedekind y Frege a partir de 1880: la tarea logicista de fundamentar la Aritmética reconstruyendo sus categorías sobre categorías lógicas.
A partir de aquí parece pertinente aplicar la gnoseología del cierre categorial a la Aritmética.
Con la aritmetización del análisis, muchos matemáticos creyeron haber obtenido la rigorización y fundamentación de las Matemáticas. Estas quedaban “cerradas” aritméticamente; podían ser construidas desde categorías únicamente aritméticas. Dedekind y Frege proyectan reconstruir las categorías aritméticas desde categorías lógicas. Vamos a analizar las alternativas posibles sobre los contenidos de la Aritmética. Consideraremos que en la estructura aritmética hay tres componentes: los sujetos, los objetos y el lenguaje.
Nadie pondrá en duda que los sujetos son componentes indispensables de la aritmética. Sin la presencia de tales sujetos no habría Aritmética.
Tampoco se dudara de la necesidad de los objetos. Sin objetos no habría Aritmética.
Respecto al lenguaje como componente esencial de la Aritmética hay que decir que la Aritmética como las demás ciencias está vinculada al lenguaje. Consideramos aquí que sin lenguaje no podría ser pensada la racionalidad científica, si bien esta racionalidad no se reduce al marco estrictamente lingüístico. El lenguaje es imprescindible en la Aritmética. Sin lenguaje no habría Aritmética puesto que la Aritmética se expresa en fórmulas lingüísticas. Las fórmulas de las ciencias formales llevan en su propia suppositio materialis, en su ser significantes, su propio contenido material, su propio significado. Los símbolos lógicos, matemáticos, constituyen el propio contenido material y llevan incluidas estructuras lógicas y matemáticas particulares.
 
3.3.        Teorías sobre la Aritmética.
  
Podemos distinguir tres clases de teorías sobre la Aritmética siguiendo la distinción arriba trazada entre los tres componentes de la Aritmética: sujetos, objetos y lenguaje.
A)    Teorías que ponen la Aritmética en el lado del sujeto sea éste empírico (psicologismo), sea el sujeto “trascendental” (trascendentalismo).
El psicologísmo hunde sus raíces en ciertas definiciones de Aristóteles que hacen descansar los axiomas en la evidencia. El psicologismo consiste en afirmar que las leyes de la lógica o de la Aritmética derivan del psiquismo humano, del cerebro, de la psicología, del pensar subjetivo. Uno de los psicologistas que luego llegó a criticar duramente el psicologismo fue el propio Husserl en su “Filosofía de la Aritmética” (1891), antes de conocer la crítica de Frege al psicologismo.
Boole pensaba que su álgebra reflejaba las leyes del pensar humano. Si la ley “de dualidad” es x² =x y no x³ =x, es porque nuestro pensamiento a decir de Boole, funciona por dicotomías y no por tricotomías.
También para Mill, las leyes de la Aritmética se basan, bien en la experiencia familiar, bien en un viejo y familiar hábito de pensar. Su psicologismo va unido a su empirismo. Las verdades de la Aritmética son evidencias sensoriales; simples generalizaciones inductivas realizadas a partir de hechos observados; esas verdades nos son conocidas por la primitiva y constante experiencia.
El psicologismo empirista de Mill fue triturado por Frege en sus “Fundamentos de la Aritmética”, obra en la que también ataca el subjetivismo tascendental kantiano. Kant, como ya vimos, entiende el método matemático como construcción del sujeto trascendental en la intuición pura. Los juicios aritméticos tales como 7+5=12 son sintéticos a priori; los conceptos que los componen vienen dados en la intuición y por lo tanto son a priori: “todo conocimiento matemático tiene esta peculiaridad: debe, primero, exhibir sus conceptos en la intuición y hacerlo así a priori; en una intuición que no es empírica, sino pura; sin esto las matemáticas no pueden dar un paso”.[22]
Para Kronecker toda operación sobre entes matemáticos, y principalmente sobre números naturales encuentra su fundamento en la intuición; ni la teoría de conjuntos, ni la construcción de los números reales, ni (en el fondo) ninguna construcción matemática puede basarse en el infinito actual.
Poincaré entiende la intuición como una facultad innata, una especie de “adivinación” o una “iluminación súbita que invade el espíritu del matemático y que permite la invención matemática”.[23] “Una demostración matemática no es una simple yuxtaposición de silogismos, son silogismos colocados en un cierto orden, y el orden en el cual están colocados estos elementos es mucho más importante que ellos mismos”. A través de la intuición de ese orden tenemos todos los elementos y “esta intuición del orden matemático es la que hace al matemático adivinar las armonías y las relaciones ocultas”.[24]
El intuicionismo de Brouwer y Heyting, por su parte, constituye una de las alternativas más sólidas a la fundamentación de la Matemática. “La Matemática, según Heyting, se identifica con la parte exacta de nuestro pensamiento”; y también: “La Matemática intuicionista consiste en construcciones mentales”[25] “el pensamiento matemático no nos proporciona verdad alguna acerca del mundo exterior, sino que sólo se ocupa de construcciones mentales” y “la matemática intuicionista es un fenómeno de la vida, una actividad natural del hombre”.[26]
Los intuicionistas reclaman el criterio cartesiano de verdad: la evidencia. Mientras que los formalistas en su axiomática formal evitan todo recurso a evidencias no controladas y renuncian a apoyarse en representaciones sensibles para figurar objetos ideales, los intuicionistas fijan las entidades matemáticas (los números naturales, por. Ej.) “valiéndose de una representación material: a cada entidad de la construcción de x le asocia, p. Ej., un punto que marcamos sobre un papel”.[27]
Y para Brouwer “la matemática es una actividad mental no lingüística, que tiene su origen en el fenómeno fundamental de la percepción de un fluir del tiempo. Fluir que es el rompimiento de un momento de vida en dos cosas distintas, una de las cuales cede el paso a la otra, pero es retenido por la memoria. Si la bi-unidad así originada viene despojada de todo contenido cualitativo, queda el sustrato común a toda la bi-unidad, la creación mental de la bi-unidad abstracta.”[28]
Para los intuicionistas, entonces la construcción matemática debe basarse exclusivamente sobre los números naturales y éstos, a su vez, sobre los conceptos de individuación singular y de repetibilidad. En primer lugar, el acto mental de aislamiento que constituye la realización de una bi-unidad. Tal aislamiento singular queda posibilitado por la intuición primaria del fluir del tiempo; intuición a priori en el tiempo entendida al modo kantiano y en segundo lugar, el acto mental de repetir un número finito de bi-unidades las cuales (1) deben ser ordenadas con respecto al tiempo en que vienen realizadas; y (2) deben ser tales que sus tiempos de realización no se superpongan ni siquiera en parte.
         Falta saber qué entienden los intuicionistas por intuición. Habría que exponer para ello detalladamente el planteamiento gnoseológico de la metodología matemática intuicionista, pero no es nuestro propósito abordar tal extremo en el presente escrito expositivo de la filosofía de la matemática y, en particular, de la Aritmética.
B)     Teorías que ponen la Aritmética en el lado del objeto: sean los objetos empíricos (empirismo), sean los objetos ideales (idealismo).
El empirismo de Mill ha sido duramente criticado por Frege. Las verdades matemáticas son para Mill verdades experimentales: se basan en la observación y en la experiencia[29]; y las ecuaciones matemáticas pueden ser consideradas como definiciones; por ejemplo, la ecuación “3=2+1” puede ser considerada como la definición del número tres; pero tales definiciones dependen, en realidad, de hechos empíricos que son establecidos por experiencia e inducción. Esto no obedece según Frege a un procedimiento racional, sino a un método que no puede ser más antimatemático: el empirismo de Mill concibe los números como configuraciones de objetos físicos que impresionan los sentidos con las imágenes de unas u otras descomposiciones de colecciones dadas; mas ¿qué objetos físicos están en la base del número cero?
Entre las teorías objetivistas empíricas más conocidas que sitúan la Aritmética en la esfera de la física están ciertas corrientes del “Círculo de Viena” que desarrollan el empirismo que aflora en el Tractatus Logico-Philosophicus, de Wittgenstein. Las proposiciones de la Lógica y de la Matemática se reparten en dos clases: las proposiciones atómicas que no son más que protocolos de observación de datos sensoriales inmediatos y que forman el espejo del mundo y las proposiciones moleculares que por el contrario, son funciones de verdad de las primeras y pueden ser verificables sobre la base de las leyes del pensamiento.
También Russell sigue el empirismo en algunas etapas del desarrollo de su pensamiento, especialmente en la primera etapa de su producción literaria; en su Ensayo sobre los fundamentos de la geometría” (1897), distingue dos clases de axiomas: (a) los que expresan las condiciones de la experiencia y (b) los que son tomados de la experiencia, los cuales son leyes empíricas, obtenidas como las leyes empíricas de otras ciencias, a través del estudio positivo del objeto (§ 177).
Hay otras teorías objetivistas pero idealistas. Los objetos matemáticos son entidades ideales en sí mismas independientes de todo lenguaje y del hombre.
Para empezar podríamos señalar a Platón en la Antigüedad clásica. En la época moderna tenemos a Leibniz por su doctrina de la distinción entre verdades de razón y verdades de hecho. La lógica y la matemática son verdaderas en todo mundo posible (Wittgenstein y el Círculo de Viena dirían que son tautologías). Seguidor de Leibniz fue Bolzano, quien sostiene el carácter objetivo e ideal de la matemática. La Matemática es una ciencia conceptual a priori, al igual que la Lógica y la Metafísica; es “la ciencia de las leyes (formas) universales a las que deben ajustarse las cosas en su modo de existencia”.[30], en donde “leyes” significa las condiciones de posibilidad de las cosas.
Las dos obras fundamentales de Bolzano: la Wissenschaftslehre (1833) y las Paradoxien des Unendlichen (publicadas póstumamente, en 1851) constituyeron dos firmes bases del objetivismo ideal en Matemáticas. Las Paradoxien des Unendlichen constituyen el punto de partida para las investigaciones de Cantor sobre el infinito matemático y sobre los conjuntos. En la Wissenschaftslehre encuentran los fenomenólogos, Brentano, Meinong y Husserl varias tesis que configuran su teoría sobre la Matemática.
Husserl, siguiendo a Brentano, sostiene que todos los actos mentales son intencionales; los objetos intencionales son ideales, distintos de los objetos reales y esta esfera real es la propia de la lógica pura y la aritmética; éstas “como ciencias de las individualidades ideales de ciertos géneros, o de lo que se funda a priori en la esencia ideal de estos géneros, separánse de la psicología, como ciencia de los ejemplares individuales de ciertas clases empíricas”.[31] Y “las leyes aritméticas, lo mismo las numéricas o aritmético-singulares que las algebraicas o aritmético-generales, se refieren a esas individualidades ideales (especies ínfimas en un sentido señalado, que es radicalmente distinto de las clases empíricas). No enuncian absolutamente nada sobre lo real, ni sobre lo que se cuenta, ni sobre los actos reales en que se cuenta… Tratan pura y simplemente de los números y de sus combinaciones, en su pureza e idealidad abstractas…Son leyes que se fundan puramente en la esencia ideal del género número. Las últimas individualidades que caen bajo la esfera de estas leyes son ideales.”[32]
El más firme sostenedor del carácter objetivo-ideal de la Lógica y de la aritmética es Frege, para quien los axiomas de la Lógica (y de la aritmética a ellos reducibles) emanan de ese mundo ideal e invisible, de un “tercer reino””, que no es ni el de los objetos del mundo exterior, ni el de las representaciones subjetivas. No son hipótesis, sino principios verdaderos, necesarios, inmutables y únicos;  hay juicios verdaderos independientemente del hecho de que los individuos humanos los efectúen o no. Esas proposiciones primitivas (los axiomas) no pueden por sí mismos probar su validez ni indicar su origen. Están ahí; y, cuando juzgamos, no podemos rechazarlos[33]. Y es posible acceder a los objetos de ese tercer reino, aunque, ciertamente, no a través de la sensibilidad: por eso rechaza Frege la tesis de Kant de que sin la sensibilidad no nos sería dado ningún objeto: el cero, el uno, son objetos que no nos pueden venir dados por los sentidos, sino que “son dados directamente a la razón, la cual los puede contemplar como lo más propio de sí mismo…No hay nada más objetivo que las leyes aritméticas.”[34] Así, por ejemplo, el teorema de Pitágoras es “intemporal”; o también: “que 3 cae bajo el concepto de número primo es una verdad objetiva; cuando la expreso no quiero decir que encuentro en mí una idea que llamo “tres” y otra que llamo “número primo”, y que estas dos ideas se relacionan. Hablar así sería amputar el verdadero sentido de dicha frase…Lo mismo pasaría si, en lugar de decir: “encuentro en mí estas ideas”, dijese: “construyo en mí estos conceptos”, porque tampoco ahora daríamos cuenta más que de un proceso interior, en tanto que nuestra frase tiende a afirmar algo que fue y será siempre objetivamente válido, independientemente de nuestra vigilia y de nuestro sueño y con indiferencia con respecto al hecho de que haya habido o vaya a haber individuos para reconocer, o no, esta verdad.”[35]
En “Introducción a la Filosofía Matemática” (1919). Bertrand Russell se adhiere a estas tesis de Frege. Defiende la identidad entre Matemática y Lógica, y reta a quien opine lo contrario a que indique en qué punto de las sucesivas definiciones y deducciones de sus Principia Mathematica acaba la Lógica y empieza la Matemática. Es imposible, según Russell, trazar una línea entre las dos; las dos son, efectivamente, una misma cosa. Los contenidos de la Lógica y la Matemática no son cosas particulares ni propiedades particulares, sino que son las formas. Las verdades de la Matemática para Russell son universalmente válidas y necesarias en todos los mundos posibles. Subsisten al margen de lo que ocurra en el mundo real. Además constituyen las leyes de los estados de cosas, de manera que la matemática y en último término la Lógica a la que aquella se reduce, constituyen “el alfabeto del libro de la vida”, la imagen del mundo, la cosmología.
C)    Teorías que  sitúan la Aritmética en el lado del lenguaje, sea éste entendido como descriptivo, sea entendido como convencional.
Carnap expone en Meaning and Necessity (1947) una teoría lingüística en donde se junta la tradición del positivismo lógico y la tradición wittgensteiniana; allí el campo de la Matemática es el de los enunciados analíticos; y analítico equivale a verdadero, a priori. El concepto de verdad empleado por Carnap (“L-verdadero”) es un concepto que se define respecto de un lenguaje. Dado un sistema lingüístico en el que el vocabulario de predicados primitivos y constantes individuales permita ofrecer una especificación de los enunciados atómicos del sistema. Una clase de enunciados del sistema dado es denominado descripción de un posible estado en el sistema si contiene para cada enunciado atómico o bien ese enunciado o bien su negación, pero no ambos ni otros. Se ofrece además un conjunto de reglas que determinan si un enunciado es verdadero en una determinada descripción de estado. Y a partir de ahí se define la verdad así: Un enunciado es “L-verdadero” en el sistema si es verdadero para toda descripción de estado en el sistema.
         También Carnap fue convencionalista matemático y lógico. En “Logische Syntax der Sprache” (1934) enuncia el llamado “principio de tolerancia”, según el cual no existen unas leyes lógicas privilegiadas sobre otras, porque los sistemas lógicos son sistemas lingüísticos y todo lenguaje posee sus propias reglas sintácticas, y cada cual es libre de expresarse en el lenguaje que desee, con tal de especificar el ámbito y la sintaxis.
         Han sido los formalistas quienes de forma más sistemática han desconectado la Lógica y la Matemática de los contenidos objetivos y de los subjetivos retrotrayéndolos al plano simbólico (formal) (al lado del lenguaje). Los formalistas (Hilbert, Bernays, von Neumann, Zermelo,) han tratado a la Matemática como a una teoría axiomática formal y han intentado demostrar que dicha teoría está exenta de contradicciones. Este proyecto formalista recibe el nombre de “metamatemática” o Beweistheorie (Teoría de la prueba), desarrollada por Hilbert entre 1904 (Über die Grundlagen der Logik und der Arithmetik) y 1918 (Axiomatisches Denken). “Debemos el concepto de metamatemática a Hilbert. Correspondiendo vagamente al venerable término “metafísica”, la “metamatemática” vendría a ser una ciencia cuyo objeto habría de buscarse en el conjunto de la matemática. Ahora bien, esta metamatemática no sería una disciplina filosófica, a diferencia de la metafísica, sino matemática, una teoría matemática.”[36] En la axiomática formal todos los componentes subjetivos (las intuiciones, las evidencias) así como toda referencia a un orden de objetos o de significados exteriores al sistema han de quedar eliminados. El sistema lo es de símbolos de varios tipos y el sentido de los símbolos queda precisado por las condiciones de su empleo.
         Como  antecedentes del formalismo de Hilbert están Hankel (Theorie der complexen Zahlensysteme (1867) y J. Thomae (Elementare Theorie der analytischen Funktionen einer complexen veränderlichen (1898). Para éste último la aritmética es un juego con signos que se dicen vacíos; no poseen otro contenido que el que les es asignado por su comportamiento respecto a las reglas de juego.
         Esas reglas del juego son en el sistema de Hilbert los “axiomas”. Los axiomas son para Hilbert “definiciones impícitas” y los términos que designan los elementos primitivos pueden ser considerados como variables libres. Así, en su axiomatización de la Geometría, dice Hilbert que pudo haber escrito “silla”, “mesa” y “vaso” en lugar de “punto”, “recta” y “plano”. Precisamente en esta formalización reside, según él, el paso de la axiomática “intuitiva” a la axiomática “formal”, de manera que a un sistema de fórmulas corresponde una pluralidad de interpretaciones, lo que significa admitir la posibilidad de que los signos que figuran en esas fórmulas o los signos en general tengan múltiples denotaciones y múltiples sentidos (multivocidad=Vieldeutigkeit) de los signos. En la axiomática formal los objetos de la teoría estudiada y las relaciones que entre ellos se establecen son expresados por símbolos desprovistos de toda significación. Reciben, solamente de una forma implícita, su determinación a través de los axiomas, de modo que “en todas sus consideraciones la axiomática formal no utiliza más que relaciones primitivas que las formuladas expresamente por los axiomas”.[37]
         El método axiomático, nacido con Euclides y perfeccionado por Hilbert, se convierte en dogma para el bourbakismo. “El método axiomático –dice Bourbaki[38]- aplicado a entes matemáticos complejos, permite disociar de ellos sus propiedades y agruparlos en torno a un pequeño número de nociones, esto es, clasificarlos siguiendo las estructuras a las que pertenecen (bien entendido que una misma estructura puede intervenir a propósito de entes matemáticos diversos)”. En este sentido, una vez establecido el concepto de “estructura” a través del de “sistema formal axiomático”, las Matemáticas quedarán clasificadas de acuerdo con los diversos tipos de estructuras.
 
3.4.        Análisis gnoseológico de la Aritmética.
 
La teoría del cierre categorial pretende escapar al reduccionismo, integrando los tres componentes necesarios a toda ciencia, analizados gnoseológicamente, estableciendo tres ejes de coordenadas (partiendo de las tres dimensiones del lenguaje según Bühler-Morris): ejes sintáctico, semántico y pragmático, juntamente con sus secciones.
La Matemática, junto con la Lógica constituyen las llamadas “ciencias formales” en oposición a las “ciencias naturales” y a las “ciencias humanas”. Según el análisis efectuado desde el materialismo gnoseológico, las “ciencias formales”, como toda ciencia, exigen que su construcción sea con términos físicos y con operaciones realizadas sobre esos términos físicos, de manera que necesariamente han de incluir en su construcción la sección fisicalista del eje semántico. Esto significa que la Lógica y la Matemática son ciencias no formales, sino materiales. Esto significa una crítica al formalismo de Hilbert. No es admisible un formalismo que deja a las fórmulas matemáticas o lógicas vacías de significado, de referencia y de todo sentido. El formalismo sólo es posible en el sentido de la evacuación de toda interpretación que no esté contenida en el ejercicio de sus significantes. “El materialismo formalista –dice Bueno[39]- reconoce a los símbolos un contenido material, a saber, la propia entidad de sus significantes y toda la estructura geométrica (ordenaciones, permutaciones a derecha e izquierda, etc.) que en su propia realidad de significantes ha de ir implicado”. Y ello es así porque los signos de las fórmulas matemáticas o lógicas son autogóricos.
         Llama así Bueno a los signos que son, a la vez, autónimos y tautogóricos. Un signo es denominado autónimo, si su significado es “causa” del significante qua tale, de manera que resulte un significante semejante (y precisamente según un contenido material de semejanza recortado en el proceso mismo) al significado. El significante resultará ser, así, parte lógica del significado, como en los símbolos autorreferentes.
         Un signo es denominado tautogórico, si el significante es causa (con-causa) del significado, sin que por ello éste deba ser semejante a aquél, siendo la situación límite el signum sui, en donde el significante nos remite ordine essendi al significado.
         Cuando el signo es, a la vez autónimo y tautogórico es denominado autogórico. “La flecha del tiempo –dice Bueno[40]- podría valer como ejemplo de signo autogórico si suponemos que ella significa el tiempo en virtud del mismo movimiento (=tiempo) significado que le conforma como significante,…en virtud del movimiento de la mano de quien la traza o acaso del movimiento del ojo de quien, recorriéndola precisamente en un sentido, la percibe.”
         Los signos de la Matemática y de la Lógica serían, según esto, autogóricos. En su propia suppositio materialis van incluidas las estructuras matemáticas, lógicas, que pueden darse ordinariamente al margen de los significantes, pero que son ya sus significados. Estos signos, lejos de haber eliminado su referencia semántica la tienen incorporada en su misma entidad de signos (de significantes en cuanto coordinables con otros).
         En la igualdad algebraica:
         (a+b)² =a²+2ab+b²
las letras no son variables libres (susceptibles de figurar como emblemas de entidades tipográficas), sino que figuran como indeterminadas, cuya determinación (significado) está contenida (le viene dada) en su propia entidad de signos: a², al margen de su valor como esquema o modelo respecto de otros contenidos materiales, viene determinada por las operaciones a las que queda sometida el álgebra de los propios significantes algebraicos, por cuanto que el sistema de símbolos algebraicos reproduce él mismo la estructura autológica de otros sistemas fisicalistas y, en particular, el enclasamiento de todos los símbolos.
         Se niega que la Matemática o la Lógica sean la Teoría General de las estructuras del Mundo. La Matemática es una ciencia particular: construcción de un campo cerrado de dos dimensiones sometido a unas estructuras geométricas (ordenaciones, leyes de posición, etc.) y físicas (temperatura, color, etc.). Este campo lleva en sí su propia matemática interna particular y eventualmente –precisamente por la artificiosidad de sus figuras (símbolos), en cuanto que han sido construidas y reconstruidas íntegramente por un sujeto operatorio- puede ser utilizado como metro para analizar otro tipo de relaciones soportadas por otro tipo de materialidades. De modo que la conexión entre Matemáticas (o Lógica) universal, pura, formal, y las matemáticas (lógicas) particulares no es una conexión de tipo género (todo) a especie (parte), sino, más bien, de especie (parte) a especie (parte).
         El formalismo de Hilbert y Bourbaki es metafísico y formula un esquema de conexión metamérica entre materia y forma.
         El materialismo formalista postula un esquema diamérico de conexión entre materia y forma. Preparado uno de los términos en partes extra partes, el otro término constituye la relación entre las partes del primero. En nuestro caso, partimos de la pluralidad de contenidos materiales que se relacionan entre sí de diferentes maneras.
         Este esquema de conexión diamérica permite recuperar el hilemorfismo despojado de sus adherencias metafísicas que comporta siempre que se entienda la materia como pudiendo darse sin forma alguna, o la forma como pudiendo existir sin la materia. Se niega así que haya sistemas formales desvinculados de todo contenido o materia, abstractos o independientes de todo contenido exterior a sus símbolos. Las fórmulas algebraicas no son fórmulas vacías, ya que si bien son independientes de todo contenido exterior a sus símbolos, llevan su referencia y su significado en su misma materialidad tipográfica, sujeta a manipulaciones y relaciones precisas. La Matemática se presentará como un sistema particular de significantes tipográficos, como una construcción con términos físicos (los propios símbolos matemáticos), entre cuyos términos median relaciones materiales (de semejanza, de distancia, de posición) y operaciones características dadas dentro de configuraciones o contextos determinantes.
         La construcción científica se diferencia de otras construcciones porque obedece a principios internos al propio campo material categorial de la ciencia en cuestión. Y esos principios internos, gnoseológicos, no son otra cosa que el desarrollo de los términos del campo, en tanto que estos términos aparecen en ciertas configuraciones –contextos determinantes- que resultan más o menos fértiles para la reconstrucción de los términos del campo –contextos determinados-, para la construcción de esquemas de identidad (verdades internas).
         Determinadas leyes o teoremas serán principios internos a la Matemática, cuando resultan necesarias para la subsistencia del propio campo de términos matemáticos; y no sólo necesarios, sino que constituyen contextos determinantes fértiles. Por ejemplo:
         La “ley de dualidad”, x² = x, es considerada por Boole como la ley fundamental de su álgebra. Prescindiendo de las connotaciones psicologistas de la exposición de Boole, podemos, sin embargo, seguir manteniendo su carácter fundamental desde un punto de vista gnoseológico, a saber, en la medida en que resulta un contexto determinante fértil para la reconstrucción del campo categorial del álgebra booleana. La ley sirve para “cerrar” un campo de términos, y de ahí su potencia. A partir de ella es posible llegar a otras leyes o principios (identidades), por ejemplo:
al principio de no contradicción: x² = x
                                                x- x² = 0
                                                x(1- x) =0
         Así mismo, la eliminación de elementos que no se atienen a dicha ley reorganiza el campo, dando lugar a nuevos principios.
         Boole mismo llama la atención[41] hacia la circunstancia de que la ecuación en la que se expresa esta ley fundamental es una ecuación de segundo grado. Podría pensarse, pues –sigue diciendo- que la existencia de la ecuación x² = x    exige la existencia de la ecuación de tercer grado x³=x. De hecho Boole había admitido esta ley: x=x²=x³=…=x que denominó “ley del índice”, y que le permitía obtener su función (función booleana) a partir del teorema de de Mc Laurin para el desarrollo de una función polinómica f(x): f(x) = f(0)+ (f’(0)/1!)x + (f’’(0)/2!)x²+ (f’’’(0)/3!)x³+…+(f(0)/n!)x+ Tn(x)    en donde Tn (x) recibe el nombre de término complementario, y los coeficientes vienen dados a través de las derivadas sucesivas de f(x): f ’, f ’’, f ’’’.
         Los principios gnoseológicos aparecen así, como principios materiales en su aspecto constructivista. Brotando del desarrollo de los términos, reorganizan internamente el campo categorial. No son meras tautologías. Por ello se rechaza la caracterización de las verdades matemáticas como tautologías o juicios analíticos tal y como sostenían Russell, Wittgenstein y el Círculo de Viena.
         Finalmente, el proceso de inducción matemática es el paradigma del proceso de construcción de las verdades matemáticas entendidas como identidades sintéticas, como resultado de la confluencia de varios procesos operatorios. Aquí tenía razón Poincaré respecto a que dicho principio no podía ser considerado como analítico en cuanto asociado a la deducción.
         En consecuencia las verdades matemáticas son identidades sintéticas y constituyen un complejo de relaciones y operaciones que aplicadas a términos pertenecientes a diversas clases anudan a éstos para reconstruir todos (o buena parte) de los términos del campo categorial considerado.
                                              
                        
 
Bibliografía utilizada.
 
Gustavo Bueno Martínez, “Operaciones Autoformantes y heteroformantes. Ensayo de un criterio de demarcación gnoseológica entre la Lógica formal y la Matemática”, El Basilisco, 7, 1979, I.
Felipe Giménez Pérez, “El Materialismo Filosófico de Gustavo Bueno: Ontología y Gnoseología”, Tesis doctoral, Madrid, UNED, 1998.
Stefan Körner, “Kant”, Alianza Editorial, Madrid, 1977.
Javier de Lorenzo. Kant y la Matemática. Tecnos, Madrid, 1992.
Paul Lorenzen, “Metamatemática”, Editorial Tecnos, Madrid, 1971.
Julián Velarde Lombraña, “Teoría del cierre categorial aplicado a las matemáticas”, en “La filosofía de Gustavo Bueno”, Homenaje a G. Bueno organizado por la revista Meta., Editorial Complutense, Madrid, 1992.
“Symploké”, Filosofía de 3º de B.U.P., por Gustavo Bueno Martínez, Alberto Hidalgo Tuñón y Carlos Iglesias Fueyo, Ediciones Júcar, 2ª edición, Madrid, 1989.
Felipe Martínez Marzoa, “Historia de la Filosofía”, 2 vols. Madrid, 1980, Volumen II, Editorial Istmo.


[1] “Idea de la ciencia desde la teoría del cierre categorial”, Santander, Universidad Internacional M. Pelayo, 1976; “En torno al concepto de ciencias humanas”, “El Basilisco”, 2 (1978), 12-46; “El cierre categorial aplicado a las ciencias físico-químicas”, en Actas del I Congreso de Teoría y Metodología de las Ciencias, Oviedo, Pentalfa, 1982, pp. 101-175; y otros varios trabajos en “El Basilisco” así como “Teoría del Cierre Categorial”, Pentalfa, 1992-1993 5 volúmenes publicados hasta ahora en Pentalfa, Oviedo.
[2]  Kant, Krv. B 753.
[3]  Leibniz, Monadología, parágrafo 33.
[4]  Leibniz, Monadología, parágrafo 35.
[5]  Kant, Krv. B XXXV.
[6]  Hume “Investigación sobre el conocimiento humano”, Sección IV, Parte  I.
[7] Descartes, cfr. Quinta Meditación.
[8]  Kant, Krv. B XIII.
[9]  Kant, Krv. B 268.
[10] Kant, Krv. B 740
[11] Kant, Krv. B 741.
[12] Kant, Krv. B 752.
[13] Kant, Krv. B 154-155.
[14] Kant, Krv. B 179.
[15] Kant, Krv. B 182.
[16] Kant, Krv. B 762.
[17] Javier de Lorenzo, “Kant y  la matemática”, El uso constructivo de la razón pura. Tecnos, 1992, Madrid, p. 167.
[18] Se llama logicismo a la pretensión de dar a la matemática una fundamentación puramente lógica en el sentido de la lógica simbólica. Los logicistas creen que la realización de esta pretensión haría de las verdades matemáticas “juicios analíticos” en el sentido de Kant y que por tanto refutaría a Kant.
[19] D. Hilbert, “Über das Unendliche”, “Mathematische Annalen”, 1926, p. 171.
[20] Brouwer, “Bulletin of the American Mathematical Society”, 1913, p. 85.
[21] Gustavo Bueno Martínez, “Operaciones autoformantes y heteroformantes. Ensayo de un criterio de demarcación gnoseológica entre la Lógica formal y la Matemática”, El Basilisco, número 7, mayo-junio de 1979 I, p. 23.
[22] Kant, “Prolegomena”, § 7.
[23] Poincaré, H.: “Ciencia y Método”, III, Trad. Cast. Madrid, Espasa Calpe, 1944, p. 48.
[24] Ibídem, p. 42.
[25]  Introducción al intuicionismo”, traducción de V. Sánchez de Zavala, Madrid, Tecnos.
[26]  Ibídem, p. 20.
 
[27]  Ibídem, p. 24.
[28]  Brouwer, L.E.: “Points and Space”, Canadian journal of mathematics, 6 (1954), pp. 1-17; p. 2.
[29]  J.S. Mill.: “A System of Logic”, Libro II, cap. 5, § 4.
[30]  Wissenschaftslehre, 1833.
[31]  “Investigaciones lógicas”, traducción de M. García Morente y José Gaos, Madrid, Revista de Occidente, 1976, p. 154.
[32]  Ibídem, p. 150.
[33] Frege, Grundgesetze, I, p.  Xvii.
[34] Frege, Fundamentos de la Aritmética, trad. De U. Moulines, Barcelona, Laia, 1972, p. 124.
[35]  ¨Über das Trägheisgesetz” (1890) en Kleine Schriften, Edic. I, Angelelli, G. Olms, Hildesheim, 1967, p. 122.
[36] Paul Lorenzen, “Metamatemática” Tecnos, Madrid, 1971, Trad. Por Jacobo Muñoz, p. 9.
[37] Hilbert y Bernays: Grundlagen der Mathematik, I, § 1, p. 7.
[38]  Elements de Mathématique, Libro I: Théorie des ensembles, Introduction.
[39] Bueno, G.: “Operaciones autoformantes y heteroformantes. Ensayo de un criterio de demarcación gnoseológico entre Lógica formal y Matemática, I”, El Basilisco, 7 (1980): p. 29.
[40] Bueno, Ibídem, p. 25.
[41] Boole, “An investigation of the laws of thought”, reimpr., Nueva York, Dover, 1951, pp. 50-51.

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