miércoles, 6 de abril de 2016

Democracia y felicidad canalla

La democracia tiene que ver con la felicidad como la oligarquía tiene que ver con la felicidad. Recordemos que todo gobierno o régimen político establecido tiene que contar necesariamente con la aprobación tácita o explícita del vulgo, de los súbditos. Hay un vector ascendente de poder político. El poder viene desde arriba y la confianza y la obediencia desde abajo y casi siempre es una obediencia voluntaria, deseada, considerada como buena. Es lo que se llama la legitimidad. Obedecer es muy fácil, basta con no oponerse al que manda. Mando y obediencia recordemos es uno de los pilares de lo político a decir de Julien Freund. Así pues, podríamos decir que todo gobierno existente es democrático porque es aceptado, pero también ocurre que el autogobierno de la sociedad política es utópico por imposible. Siempre ocurre que unos pocos mandan a unos muchos. Esto es el aspecto oligárquico del poder político.
La felicidad es un mito. Gustavo Bueno dixit. Aristóteles reservaba la felicidad para el Acto Puro noesis noéseos, que se piensa a sí mismo y por ello es feliz porque la actividad más noble es el pensar.
La felicidad canalla es la felicidad carente de metafísica: placeres concupiscibles del ombligo para abajo para entendernos y a vivir que son dos días, el muerto al hoyo y el vivo al bollo. Es la felicidad entendida en nuestra época capitalista de mercado pletórico de bienes y sumamente individualista y subjetivista. Como la democracia de mercado y tv es un resultado de este mercado pletórico de bienes que obliga a consumir masivamente al vulgo, teniendo para ello una buena masa de consumidores solventes y autosatisfechos, podemos decir que la felicidad se entiende en este tipo de sociedad burguesa plutocrática y opulenta como el consumo masivo de bienes y su disfrute durante el tiempo de ocio disponible. La democracia dijo Aristóteles que consiste en que cada cual puede vivir como desee. Platón ya observó en su momento que la democracia estimulaba la circulación dineraria y que consistía tal régimen entre otras cosas en que se toleraba todo tipo de existencias. Así pues, podríamos establecer una conexión entre el mercado pletórico de bienes y la felicidad canalla como la forma ideológica subjetiva en que el vulgo vive su existencia en el seno de tal mercado pletórico de bienes. El vulgo quiere ser feliz, copular, comer, ducharse, bailar, sentir movimientos placenteros y agradables. Como dijo el ministro Juan Fernando López Aguilar para justificar el matrimonio sodomita: "si se quieren". "Si produce sensaciones placenteras" no importa cómo vengan ni de dónde vengan esas sensaciones como ya descubrió Aristipo de Cirene. Esto se produce en un individualismo atroz y en un subjetivismo rayano en la estupidez y en la amoralidad, un agnosticismo moral y ético brota dentro de los individuos. Carpe diem pero sin límites ni tasa. Se impone un relativismo moral y ético y se impone también un materialismo moral primogenérico. Cualquier opinión se da por buena por el mero hecho de ser opinión y no se busca fundamentarla, antes bien, imponerla y sostenerla y creer que como en el propio fuero interno del individuo eso parece que vale, debe por ello mismo ser verdad e impuesto a los otros individuos. El resultado es el caos y la lucha interindividual por imponer las propias convicciones y por vivir como cada cual quiere sin importar qué es lo que los demás quieren. Todo el mundo quiere ser feliz sintiendo sensaciones placenteras sin tasa y sin medida y sin reflexión.

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