Verdades obvias que todos debieran suscribir por higiene intelectual, moral y política. Franco fue el hombre superior providencial que libró a España del comunismo, de la miseria y del hambre. Uno de los hombres más inteligentes del siglo XX. Nada que reprocharle a un hombre que inauguró una edad de oro para España en el siglo XX. Sólo los resentidos, mediocres y enanos lo aborrecen y quieren ejercitar una damnatio memoriae de su figura gigante en contraposición a los enanos demócratas y progresistas. La falta de lecturas hace que la izquierda sea ágrafa.
PÍO MOA RESPONDE A GARCÍA
CÁRCEL
‘Franco ganó la guerra sin
perder ninguna batalla importante’
La Gaceta
España / 05 enero, 2018
El historiador Ricardo García Cárcel escribía
hace algunos días en El Español un texto hipercrítico con el régimen franquista
donde arremetía duramente contra el general. Moa responde, uno por uno, a lo
que considera “mitos” de García Cárcel.
Ricardo
García Cárcel se ha creído en la obligación de clarificar lo que llama “el mito
de Franco”, que según él gira “En torno a cuatro ejes: que Franco ganó la
Guerra Civil con habilidades estratégicas dignas de Napoleón; que salvó a
España de la destrucción al resistirse a entrar en la órbita de Hitler; que
pilotó la salida de España del hundimiento económico y que fue el que urdió el
proceso de la transición a la democracia. Vida privada y vida pública
impecables conjugadas. Tenacidad, serenidad, sobriedad, desconfianza gallega y
laboriosidad serían sus principales cualidades. Los defectos o más bien excesos
se le atribuirían a su mujer. La nómina de elogios ha sido abrumadora y entre
sus virtudes añadidas se han destacado su condición de gran cazador y pescador,
experto en poderes sobrenaturales y hasta dominador extraordinario de las
constantes fisiológicas. Hoy el relato épico y heroico de Franco está agotado
pese a los intentos de Pío Moa. Los historiadores, ya desde la derecha (Payne),
ya desde la izquierda (Preston), están todos de acuerdo en asumir la extrema
mediocridad del personaje, su falta de ideas, su ambición de poder, su
capacidad de supervivencia, su cercanía a dictadores latinoamericanos más que
al propio fascismo europeo, su inserción en una historia larga de
reaccionarismo ideológico español y de guerracivilismo”.
Esta
sarta de… lo que sea, ha sido publicada en El Español bajo el rótulo de
pensamiento, y ciertamente da una idea de lo que es el pensamiento
antifranquista. Por partes: Franco ganó la guerra sin perder ninguna batalla
importante. Napoleón perdió la guerra y además varias batallas cruciales. No
hay, por tanto, comparación, salvando las escalas. Además, Franco partió de una
posición prácticamente desesperada que habría hecho abandonar la partida por
anticipado a casi cualquier otro general o político. Y la terminó
elegantemente, sin disparar un tiro, después de haber adquirido poco a poco una
superioridad aplastante, mientras sus enemigos se masacraban y fusilaban entre
ellos mismos. ¿Ignora estos datos elementalísimos el señor García Cárcel? Pues, la verdad, no
me extrañaría, dado el penoso estado de la universidad. La guerra, además, no
se hizo porque sí, no la hicieron cuatro locos como pretende Pedro J, otro
pensador antifranquista. Se hizo para salvaguardar la unidad nacional, la
cultura cristiana, la propiedad privada y la libertad personal, aunque para
todo ello fuera necesario restringir las
libertades políticas. Y la iniciaron las izquierdas, no los “reaccionarios”
como sugiere García Cárcel.
Luego,
España no entró en la guerra mundial, con Franco ostentando la máxima
autoridad; pero al pensamiento antifranquista le parece que no hay ninguna
relación entre una cosa y la otra: la neutralidad, afirman, no se debió a
Franco. Aquí, el retorcimiento
argumental escala cimas muy altas. Sin Franco, les guste o no, habría sido
imposible evitar para España una guerra mucho más devastadora que la civil. Y
ello se logró en medio de tremendas presiones y peligros, en situaciones rápidamente
cambiantes en Europa. Fue una hazaña muy poco inferior a la de haber vencido a
un Frente Popular compuesto de totalitarios, separatistas y golpistas e indirectamente a su tutor Stalin. ¿O le parece al señor García Cárcel que se
trata de una fruslería que habría realizado cualquiera? En el fondo, los pensadores antifranquistas
desearían que España hubiera sido arrastrada al conflicto para poder ser
“liberada” después por los bombardeos y tanques useños; y volver al caos de la república o de una monarquía como la que engendró aquel
caos. Les da igual el torrente de sangre que habría costado tal “liberación”,
no solo a España, sino a los demás países, incluidos los finalmente vencedores.
¿O no entran estas consideraciones en los análisis de García Cárcel?
Por
otra parte, nadie, que yo sepa, sostiene que Franco urdiera o pilotara la
transición a la democracia, como afirma nuestro pensador. Sí, en cambio, son
ciertas dos cosas: que sin la transformación social y económica del franquismo,
la democracia habría sido inviable; y que, efectivamente, la transición se hizo
de la ley a la ley, es decir, a partir del franquismo, de su legitimidad; y no
a partir del criminal Frente Popular, como propugnaban y propugnan los
descerebrados antifranquistas. Estas no son opiniones sino hechos históricos
que no podrá borrar la retórica hueca al uso, que está pudriendo la democracia
hasta hacerla irreconocible.
Prieto
sobre Franco: “alcanza el grado supremo del valor: es sereno en la lucha” En
cuanto al carácter personal de Franco, es indudable su sobriedad, que no deja
de ser una acusación a los políticos corruptos hoy tan frecuentes; o su valor,
reconocido por sus enemigos (“alcanza el
grado supremo del valor: es sereno en la lucha”, admitía el socialista Prieto).
Y su inteligencia militar y política está fuera de duda, salvo para ciertos
descerebrados: durante cuarenta años venció sistemáticamente a todos sus
enemigos, militares o políticos, internos o externos… ¡el condenado mediocre! Pero
García Cárcel, siguiendo una línea permanente en el antifranquismo,
caricaturiza opiniones contrarias para permitirse el gusto pueril de reírse de
ellas.
Por lo demás, otros méritos
contribuyen al “mito” de Franco: venció también al maquis, una difícil guerra
de guerrillas comunista como la que en Grecia obligó a Inglaterra a tirar la
toalla. Venció asimismo al aislamiento internacional, que perseguía el bonito
objetivo de sembrar hambre masiva en España, a ver si los españoles se decidían
a derrocar a Franco. Un aislamiento decidido por regímenes comunistas,
demócratas y dictaduras variopintas, todos juntos y en unión: no alcanzaron su
objetivo y tuvieron que tragar, resignarse al régimen español, aunque no
dejaran de hostigarlo. Un régimen históricamente necesario y que no habría
podido resistir a tales presiones y hostilidad sin un enorme apoyo de la gente.
Pues el pueblo recordaba muy bien lo que habían sido la república y el Frente
Popular, no como ahora, cuando sus panegiristas los pintan contra toda
evidencia como un ridículo paraíso de libertad y progreso. Y al morir Franco,
España era uno de los países más ricos y con mayor esperanza de vida del mundo,
había salido de la miseria y degradación de la república y el Frente Popular, y
olvidado los odios que ahora vuelven a resurgir por obra de los geniales
antifranquistas.
En
fin, traten ustedes de pensar en otro general o político del siglo XX,
demócrata o no demócrata, español o extranjero, con un historial de logros
comparable al de Franco. Hagan este pequeño ejercicio intelectual, que propongo
en el libro Los mitos del franquismo.
Pero, concluye García Cárcel
repitiendo la letanía de rigor: Franco era un mediocre lamentable, sin ideas y
con no sé cuántas deficiencias más. Vamos a ver hombre, mírense ustedes al
espejo y verán un perfecto reflejo de ese Franco que ustedes se empeñan en
imaginar.
Mientras no salgamos de esta
miseria intelectual y moral, la sociedad continuará descomponiéndose. Y en esto
no hay que transigir. Porque existen también tendencias que intentan pasar por
imparciales y objetivas a base de dar una de cal y otra de arena: “Hay quien
dice que dos y dos son cuatro, otros afirman que son seis. Pongámonos en el
justo medio: son cinco”.
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