APUNTES POPULARES SOBRE K. MARX Y F.
NIETZSCHE.
1. Materialismo histórico.
Forzosamente
tenemos que reducir nuestro análisis y exposición del marxismo a dos temas
clave: el materialismo histórico y el tema de la alineación.
Marx
parte de la primacía de la praxis. Esta praxis originariamente es la
producción, el trabajo humano. Se trata de esa capacidad que tiene el hombre de
enfrentarse a la naturaleza. El trabajo humano transforma a la naturaleza, pero
igualmente transforma al hombre. Así pues, el hombre es el único animal que se
autocrea, que se transforma a sí mismo. La naturaleza humana es un resultado de
la acción transformadora del hombre en la historia. Pero esta praxis productiva
no es algo solitario. Es algo social. Por lo tanto, la naturaleza humana es el
conjunto de sus relaciones de producción.
El
hombre entonces al producir sus medios de existencia, produce su vida material.
Hay que distinguir a este respecto entre fuerzas productivas [herramientas y la
manera de utilizarlas, los inventos y todo lo que permite al hombre trabajar y
los propios trabajadores].
Las
relaciones de producción son las relaciones que los hombres mantienen entre sí
en el interior mismo del proceso productivo. El trabajo humano es social,
cooperativo.
El
desarrollo de las fuerzas productivas trae consigo la división social y técnica
del trabajo. A las diversas etapas de esta división del trabajo les
corresponden diversas formas de relaciones de producción.
La
historia del hombre es la historia de la producción, del desarrollo de las
fuerzas productivas bajo determinadas relaciones de producción.
El
punto de partida de Marx es que la actividad del sujeto no es pensamiento, sino
actividad productiva.
Llega
un momento en el que las relaciones de producción existentes son un obstáculo
para el progreso de las fuerzas productivas.
Las
contradicciones dentro de un modo de producción toman cuerpo en la lucha de
clases. La lucha de clases es el motor de la historia.
La
ideología es la conciencia social del modo de producción. Tal conciencia social
es una conciencia justificativa, legitimadora, deformada. La ideología es un
reflejo de las propias condiciones materiales del modo de producción.
El
derecho expresa las condiciones históricas de explotación y dominio de una
clase sobre otra. El derecho necesita de la violencia para impedir su
violación. Esta fuerza organizada es el Estado. Sirve para mantener el dominio
de la clase dominante y para hacer respetar el derecho.
2. La alienación y la
ideología.
La
forma de trabajo de la sociedad burguesa constituye la alienación total del
hombre. La conciencia humana está sometida enteramente a las relaciones de
producción capitalistas. Esto produce la alienación. El obrero está alienado
del trabajo, está entonces alienado de sí mismo. Su trabajo ya no es suyo. Por
eso el hombre está alienado de sí mismo. El obrero no afirma, sino que
contradice su esencia.
El
proceso de alienación afecta a todos los estratos de la sociedad distorsionando
hasta las funciones naturales del hombre. El trabajo separado de su objeto es
la alineación del hombre con respecto al hombre.
Alienación
significa que algo o alguien es otro de sí mismo, esto es, que deja de ser él
mismo. El trabajo en el capitalismo es alienante porque al trabajador no le
pertenece el producto de su trabajo. El hombre se hace cosa, se cosifica.
La
alienación más importante es la alienación económica, que tiene lugar por la
propiedad privada de los medios de producción en manos de los capitalistas. El
sujeto se ve desposeído de su trabajo y se convierte en mercancía.
La
alienación ideológica se produce porque la sociedad produce un conjunto de
ideas y creencias que sirven para representar la realidad en la que el hombre
vive. Esto es la ideología. El marxismo pretende eliminar la ideología
desvelando las verdaderas relaciones de producción.
La
alienación social y política tienen lugar como enajenación del hombre en la
sociedad, que no le trata como tal y en unas coordenadas políticas en las que
no participa en tanto que vive obnubilado por la ideología. La alienación
política se articula básicamente a través del Estado: el aparato de represión y
coacción que pretende garantizar un orden político y, por tanto, un orden
económico alienante.
La
alienación filosófica y religiosa constituyen nuevas formas de ideología. Toda
alienación y toda ideología cumplen la función exclusiva de mantener la
alienación económica esencial. La filosofía tradicional no ha servido más que
para eso.
En
cuanto a la alienación religiosa, Marx corrige a Feuerbach criticándole que no
busque las causas por las cuales el hombre inventa un mundo divino separado del
suyo, aunque coincide con él en que ese mundo produce una alienación. Para
Marx, la religión es una ideología que intenta tapar el desgarramiento y la miseria
sociales. La religión es el opio del pueblo.
En
“El Capital” (1867) Marx reexpone el tema de la alienación como reificación o
cosificación. La sociedad capitalista transforma todas las relaciones
personales de los hombres en relaciones objetivas entre cosas. A esto lo
denomina Marx “fetichismo de la mercancía”. El sistema capitalista relaciona a
los individuos entre sí a través de las mercancías que se intercambian. Los
individuos participan en el proceso social sólo como propietarios de mercancías.
Sus relaciones mutuas son las relaciones de sus respectivas mercancías. Esto
surge del modo de producción capitalista. El fetichismo de la mercancía es algo
que tiene su origen en el carácter social peculiar del trabajo que la produce.
Esta
reificación o cosificación presenta las relaciones sociales efectivas entre los
hombres como una totalidad de relaciones objetivas, ocultando, por ende su
origen, sus mecanismos de perpetuación y la posibilidad de su transformación.
La
negatividad de la sociedad capitalista reside en su trabajo, en el trabajo
alienado. Aboliendo el trabajo alienado, queda abolida la alienación. El
remedio a la alienación es la abolición de la propiedad privada.
La
abolición de la propiedad privada es un medio para abolir el trabajo alienado.
No es un fin en sí misma.
Friedrich Nietzsche. (1844-1900).
1. La muerte de Dios.
Dios ha
muerto. Era el garante de la autoridad, del Estado, de la moral, del lenguaje,
del conocimiento, de la ciencia, de la naturaleza, de la estabilidad de la existencia
de las cosas y de la identidad del yo personal. Muere Dios y otras instancias
le sustituyen. Eso es como conservar intacta la sustancia de un muerto, Dios.
Si
Dios ha muerto, se trata entonces de extraer todas las consecuencias e
implicaciones que se siguen de la muerte, del asesinato de Dios. Hay que vivir
a fondo su muerte y sufrirla y gozarla. No se trata de secularizar los
contenidos de la muerte de Dios. Como señala Nietzsche, la Iglesia nos repugna,
su veneno no.
La
muerte de Dios ha producido un inmenso vacío en la existencia humana. Ha
producido el nihilismo. Se trata del tema del último hombre. Es el hombre sin
fuerza, sin ideales. El último hombre es un pulgón inextinguible. Sólo vegeta.
No es ya una tarea para sí mismo. La muerte de Dios es el fin de nuestra
cultura y de sus valores. Es el fin de la gran mentira difamadora de este
mundo. Esto es el nihilismo pasivo, que sólo puede ser superado con un nihilismo activo. Dios ha
matado a Dios.
2.El nihilismo.
La
historia de Europa desde Sócrates o Platón hasta nuestros días es la historia
de un error. El nihilismo asalta al hombre además como experiencia y
sentimiento indicativo de un estado crítico de nuestros valores, de nuestra
cultura vuelto brutalmente actual. Se trata de la pérdida de sentido, del
agotamiento de los sentidos. Faltan las metas. Es el gran cansancio, gran
hastío. El nihilismo es la expresión de la voluntad decadente, de la voluntad
de poder impotente que retrocede ante la afirmación de la vida. El nihilismo es
la negación de la vida.
Hay
un nihilismo inicial que desemboca finalmente en un nihilismo total pasivo y
manifiesto. Entre ambos momentos se desarrollan diversas formas de nihilismo.
El nihilismo pasivo total es la voluntad de la nada. Para acabar con este estado
de decadencia, Nietzsche preconiza un nihilismo positivo o nihilismo del
nihilismo.
3. La voluntad de poder.
Nietzsche
afirma la inmanencia. La voluntad de poder es la esencia de lo real, del mundo.
Esta voluntad de poder consiste siempre en la autosuperación, ya sea en el
sentido de fuerza activa o en el sentido de fuerza reactiva.
El
hombre prefiere tener voluntad, aunque sea voluntad de la nada que no tener
voluntad en absoluto.
4. El eterno retorno.
Esta
teoría-simulacro de Nietzsche afirma que todo se repite. Lo que estamos ahora
viviendo se repetirá infinitamente en el futuro y ya se ha repetido
infinitamente en el pasado.
El
tiempo es circular. Se puede querer hacia delante o querer hacia atrás,
retrospectivamente. La inmanencia de Nietzsche, la muerte de Dios, exige la
teoría del eterno retorno. El tiempo circular es la negación misma del tiempo.
Es un paso continuo siempre presente en eterno retorno. Esto supone la
afirmación de la inocencia del devenir y del sí a todo.
Puede
ser interpretado el eterno retorno como una ficción o un simulacro útil para la voluntad de poder. Todo va a
seguir siendo igual, lo mismo. Entonces ¿Qué sentido tendría la acción si todo
da igual y todo es lo mismo y todo vale igual?
Ante
este pesimismo pasivo, nihilista, decadente, reactivo, débil, resentido,
Nietzsche propone la actitud del Superhombre, que asume decididamente la
ausencia de sentidos trascendentes, la muerte de Dios. SI. La respuesta es un
sí, la risa del superhombre que dice que sí a todo, acepta el devenir, el
eterno retorno de lo idéntico. Es la reconciliación con la existencia.
El
eterno retorno como simulacro tiene la función de seleccionar entre los que son
capaces de soportarlo y los que no. Aceptar el valor de la vida, el mundo, el
devenir tal y como es. De eso se trata. No hay progreso ni finalidad. Todo es
azaroso. El amor fati es la aceptación fatalista del destino. Es la
consecuencia del eterno retorno.
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