jueves, 24 de marzo de 2016

Entrevista a Felipe Giménez. 1998.

cuaderno de materiales 3
      N º 3 Febrero de 1998 

       

Entrevista a Felipe Giménez.
(Salvador Aguilar y Pablo Garma)

 Entrevista a Felipe Giménez 
      Felipe Giménez, licenciado en filosofía por la UCM, es profesor de I.N.B. 
      desde 1989. En 1995 apareció su libro "La ontología materialista de 
      Gustavo Bueno" en la editorial Pentalfa. Actualmente realiza la tesis 
      doctoral sobre la obra de Gustavo Bueno Martínez. Cuaderno de Materiales 
      conversó con él de la mano de Salvador Aguilar, Pablo Garma, Gaizka 
      Larrañaga e Isidro Jiménez. 
       
       Cuaderno.- Se ha consolidado la idea de que la investigación en el área 
      de la filosofía ha quedado reducida al ámbito universitario; mientras, los 
      profesores de secundaria se encargarían de una formación filosófica básica 
      del alumnado que no la posibilita. ¿Supondría su obra sobre G. Bueno algo 
      así como el reducto de investigación propio a los profesores de secundaria 
      y bachillerato, es decir, la investigación de cara a la didáctica 
      filosófica?
      Felipe Giménez.- A mi juicio, ocurre precisamente algo muy diferente a lo 
      mencionado en la pregunta que se me formula. En el ámbito universitario no 
      se hace filosofía, sino filología y la verdadera filosofía se hace en el 
      1º Curso del Bachillerato logsiano, pues es la filosofía fundamental. Ahí 
      los profesores de filosofía tienen que dar respuesta a las preguntas que 
      se plantea y nos plantea el ciudadano normal. En cuanto a mi obra sobre 
      Bueno, creo que va destinada al público culto que entienda algo de 
      filosofía.
      Cuaderno.- En todo caso, "La ontología materialista de Gustavo Bueno" es 
      una obra que supone de hecho cierta posibilidad didáctica de las tesis de 
      este filósofo; incluso por el tono y el carácter general se ha de pensar 
      que los destinatarios son los alumnos de secundaria. Ahora bien, ¿es 
      posible tal difusión sin la pérdida del rigor crítico que se asocia a una 
      corriente como la del materialismo filosófico?
      F.G.- Me gustaría que tal libro lo leyeran los alumnos de secundaria, pero 
      excede con mucho su capacidad lingüística. No pensé en ellos a la hora de 
      redactar la obra, sino en el público culto como ya he dicho más arriba. Es 
      posible la difusión de la obra de Gustavo Bueno dentro de ciertos límites 
      entre los alumnos de bachillerato. Ello sólo es posible si se han cumplido 
      los objetivos pergeñados en el artículo 19 de la LOGSE, que es incumplido 
      sistemáticamente por lo que yo he podido observar y a juzgar por los 
      resultados intelectuales de nuestros alumnos de bachillerato.
      Creo, de todas formas, que la ontología de Gustavo Bueno sí se puede 
      entender, lo que a lo mejor no se puede entender es mi libro. Yo puedo en 
      una o dos clases hablarles a mis alumnos de la ontología de Bueno, y es 
      posible que de los cuarenta que hay, dos o tres si lo entiendan. Yo les he 
      hablado a mis alumnos de la ontología de Bueno, pero no he comprobado si 
      la han comprendido. En realidad soy bastante pesimista, no creo que sea un 
      público idóneo en el momento actual.
      De todos modos, soy pesimista en todo lo referente a la educación de la 
      filosofía. La filosofía ha sido ya practicamente sentenciada a su 
      desaparición en la enseñanza pública. No tiene sentido explicarle 
      filosofía a una persona que no conoce nada del latín, ni del griego, 
      vamos, que no conoce la tradición occidental. En el futuro, la filosofía 
      desaparecerá de la enseñanza pública y se refugiará en la sociedad civil. 
      Es decir, la filosofía se va a hacer predominantemente mundana. La 
      filosofía académica se cultivará en el ágora, en la sociedad civil, no por 
      parte del Estado. De todos modos, no se puede confundir filosofía 
      académica con filosofía universitaria. Ya se puede ver, por lo demás, como 
      se incrementa el número de personas que, según se liquida la filosofía en 
      los institutos, van estudiando filosofía sabiendo que la van a tener que 
      ejercer de forma mundana, privada. Lo que es seguro es que no va a haber 
      ningún cargo específico en la universidad o en la administración para 
      dedicarse a la filosofía. El Estado no quiere gastarse ya dinero en el 
      filosofar ni en mantener una clase profesoral universitaria y de 
      bachillerato que enseñe filosofía o haga filología filosófica. Ni lo uno 
      ni lo otro sobrevivirán.
      Cuaderno.- La filosofía materialista ha supuesto, o al menos lo ha 
      pretendido, ser una transformación de la realidad. Es decir, ha querido 
      ser una forma de comprensión de la realidad en un sentido transformador. 
      El final de la filosofía del que hablamos, ¿no supondría también la 
      desactivación del proceso revolucionario y transformador que iría ligado a 
      ésta?
      F.G.- Este proceso de desactivación hace años que ha empezado a 
      producirse, sobre todo en los EEUU con la famosa filosofía para niños. 
      También la Iglesia Católica supone hoy un peligro para la filosofía y 
      colabora en la muerte de la filosofía, puesto que los eclesiásticos, los 
      teólogos, renuncian a ella tras no tener ningún éxito su filosofía 
      tomista. Actualmente, en los seminarios los curas ya no saben nada de 
      filosofía, ahora aprenden técnicas de marketing para que la gente crea en 
      Dios como sea, aun al precio de ignorar el dogma católico. Las grandes 
      potencias buscan eliminar la filosofía, pues ya en este momento histórico 
      resulta molesta e ineficaz para garantizar los procesos de legitimación 
      del Estado capitalista monopolista: se habla de Foucault, Deleuze pero no 
      se filosofa. Esto es pura erudición filologico-filosófica... Esto no se 
      puede decir que sea filosofía. El fin de la filosofía alimentada por el 
      Estado a través de cátedras universitarias y de bachillerato es inevitable 
      a mi juicio, tal y como he señalado antes.
      Cuaderno.- En esto de salvar la filosofía de su muerte ¿no se sigue la 
      idea ya clásica de filosofía como saber especial y privilegiado? Incluso 
      en Gustavo Bueno parece que la filosofía, aún siendo un saber de segundo 
      grado, tiene el privilegio exclusivo de tener a su alcance el material 
      resultante de los saberes categoriales.
      F.G.- No creo que haya mucho privilegio, justamente porque la filosofía no 
      es en sí ni para sí, sino que justamente se alimenta del resto de las 
      actividades humanas y las necesita en cuanto preexistiéndola para poder 
      ejercitar su reflexión sobre ellas. En este sentido, la filosofía siempre 
      es heterótrofa y depende siempre de otros saberes previos. El único 
      privilegio que se le podría conceder a la filosofía, según Gustavo Bueno, 
      es que es el único saber que se puede autoconcebir. Es el único saber que 
      puede hablar de sí mismo como un tema filosófico, de hecho, buena parte de 
      la filosofía es la metafilosofía, esto es, la autoconcepción de la 
      filosofía. En cambio, la autoconcepción de la física sería una filosofía 
      de la física encubierta bajo la apariencia de una reflexión interna a la 
      física. Así, la filosofía es una actividad parásita, tocando las narices a 
      todos los especialistas y aprovechándose de lo que hay, del presente. No 
      sé si puede decirse que esto sea un privilegio.
      Cuaderno.- Pero parece que además de este papel parasitario, la filosofía 
      supone también una función esencial respecto de la autoconcepción que 
      tiene el científico de su disciplina. Esta labor de contención de las 
      ideologías que pudieran surgir de la metareflexión de los científicos, ¿no 
      se debe entender como un papel esencial y necesario al desarrollo 
      científico?
      F.G.- Efectivamente, una de las tareas de la filosofía materialista, 
      siguiendo la tradición platonico-marxista de crítica a la falsa 
      conciencia, es luchar contra las ideologías falsas. Y una de las 
      ideologías o secreciones de la falsa conciencia social que están más de 
      moda ahora es el cientificismo éste que muchos físicos disfrazan de 
      ciencia física, cuando son auténticas especulaciones metafísicas que ellos 
      hacen y que por la ignorancia que estos físicos tienen de la filosofía, 
      nos retrotraen a los presocráticos en cuanto que tales especulaciones 
      metafísicas y dogmáticas están hechas sin cautelas críticas y sin rigor. 
      Estoy hablando de gente como Stephen Hawking. Tipler, Weinberg y otros que 
      han tomado el papel y han ocupado el papel de los metafísicos. Hay que 
      luchar contra la ideología espontánea de los científicos que es de tipo 
      positivista. En este sentido, especulaciones actuales como la cosmología 
      merecen una severa crítica gnoseológica, puesto que no tienen ninguna base 
      científica firme, sino que más bien son un sucedáneo de la religión.
      Cuaderno.- Luego el discurso del científico especialista tampoco sería una 
      alternativa, puesto que su autoridad filosofica habría de ponerse en 
      cuestión...
      F.G.- Lo que le pasa al científico es que su racionalidad suele ceñirse 
      sólo al ámbito de su producción científica. El ser científico no le 
      garantiza a uno el ser racional en todas las áreas de la vida. Un 
      científico puede ser tanto budista como cristiano, y dedicarse tras su 
      trabajo a rezar. Mejor, en todo caso, creer en la ciencia que en la 
      religión. Pero es que la ciencia no se cree, se conoce. En cuanto a la 
      ideología espontánea de los científicos creo que siempre viene bien un 
      poco de positivismo frente a la religión, pero tal positivismo no es la 
      solución porque siempre deja aflorar, en cuanto tiende al irracionalismo, 
      como todo positivismo, el fenómeno supersticioso.
      Cuaderno.- Respecto a teorías como la del Big-bang, que suponen 
      divergencias entre los mismos científicos, ¿podríamos hablar de ese 
      componente ideológico? 
      F.G.- Me estoy acordando ahora de Kant y sus antinomias cosmológicas 
      reseñadas oportunamente en la Crítica de la Razón Pura. Kant, que era un 
      hombre muy inteligente, decía que al final hablar de Dios o el Universo 
      llevaba a antinomias irresolubles por la razón pura teórica, y esto era y 
      sigue siéndolo porque tales cuestiones no son científicas, físicas, sino 
      filosóficas, ontológicas. Y volviendo a las antinomias antes citadas, 
      había unas afirmaciones que eran las tesis, de carácter idealista y otras 
      las antítesis, de carácter materialista-empirista. Pues bien, Kant dice 
      que si adoptamos las antítesis la ciencia camina sobre sus propios pies, 
      pero tal afirmación no es apodíctica ni tiene una demostración axiomática, 
      directa, sino indirecta, apagógica. Bueno, pues sobre esto de la 
      cosmología no sé si hoy habría antinomias de la razón pura, pero por lo 
      demás no hay muchas alternativas. Y en caso de elegir o tener que decir 
      qué alternativa es la mejor deberíamos a mi juicio, elegir la más 
      materialista y tendríamos que hacerlo pensando en qué implicaciones 
      político-prácticas tendría el adoptar una de ellas y no la opuesta. Una 
      tesis que escogiéramos tendría que alimentarse de los errores y 
      debilidades de las otras. Hay que analizar por ello, claro, qué 
      consecuencias prácticas se derivan de creer o no creer en el Big-Bang.
      Cuaderno.- En el prólogo a su libro, Alberto Hidalgo le elogia por 
      atreverse a "reexponer, por primera vez y con la parsimonia suficiente, 
      las claves ontológicas de un pensamiento en ebullición", y sobre todo por 
      su condición, no ya de "discípulo directo de Gustavo Bueno", sino de mero 
      "lector de sus libros". Que la escuela de Oviedo no se haya adelantado a 
      su proyecto, ¿no supone que éste no era urgente?
      F.G.- La escuela de Oviedo ha estado ocupada con otros asuntos no menos 
      importantes. Tal vez un lector de Bueno como yo, que lo ha conocido por 
      sus obras más que personalmente era el más capacitado para realizar una 
      exposición seria y rigurosa de su pensamiento ontológico, y todo ello con 
      la distancia que suministra el ser sólo lector de su obra. Para mí, 
      viviendo en Madrid y contemplando la realidad académica española desde 
      Madrid, era urgente difundir la potencia del materialismo filosófico en el 
      panorama público español y que el materialismo filosófico dejara de ser un 
      fenómeno regional asturiano. Mi intención era exponer las líneas maestras 
      del materialismo ontológico para su difusión en España a nivel académico, 
      pues es el gran desconocido y silenciado por sus adversarios idealistas 
      con una eficacia superior a la que tenía la censura franquista.
      Ahora bien, no obstante esto, supongo que si has estado con Gustavo Bueno 
      durante muchos años hablando acerca de lo divino y lo humano puedes 
      conocer más detalles que si sólo has sido un lector de sus obras. De todos 
      modos creo que el análisis de la obra de Bueno que he realizado es 
      correcto filológicamente y se ajusta bastante bien a lo que él quiere 
      decir. A estas alturas, en 1998, cambiaría sólo un poco la interpretación 
      que he hecho, pero creo que en su momento lo hice con rigor.
      Cuaderno.- ¿Que cambiaría?
      F.G.- Bien, añadiría más datos de sus obras y alguna que otra nueva 
      interpretación de su obra. Por ejemplo, se puede decir que Bueno llama 
      materialismo a su obra porque tradicionalmente los idealistas han sido 
      monistas.
      Cuaderno.- Quintín Racionero le criticaba a Bueno en un homenaje realizado 
      por la revista META que sustituyera la idea de Ser por la de Materia 
      ontológico general para así evitar el monismo de tal noción. Racionero 
      decía que el monismo de la idea de Ser vendría dado por la tradición 
      platónica de la que parte Bueno, pero que en Aristóteles no era así...
      F.G.- La única razón que aduzco yo es que Ser suena a idealista y materia 
      a pluralismo y, logicamente, a materialismo. Sobre todo por la definición 
      que da Domingo Gundinsalvo en la Edad Media, diciendo que la materia es lo 
      caótico, lo que no tiene orden, partes extra partes. En cambio, parece que 
      Ser siempre alude a orden, a cosmos, a ley, a nomos, a identidad. Las 
      tradiciones en historia de la filosofía pesan mucho sobre las palabras, 
      así que no se pueden cambiar las palabras utilizadas durante siglos para 
      denotar determinadas cosas, tal y como ocurre en algunas traducciones de 
      Aristóteles actuales en las que ya no se usa la palabra «sustancia» sino 
      «entidad» para traducir «ousía». No sé que tendrá que ver la sustancia con 
      la entidad y menos aún ousía con entidad. Esto sólo puede producir 
      despiste en el lector.
      De todos modos, hay que decir que Aristóteles es monista porque, aunque en 
      un primer momento diga que el Ser se dice de muchas maneras, sin embargo, 
      debido a la teoría de la referencia común, todas las categorías inhieren 
      en la sustancia y, a su vez, todas las sustancias inhieren en una única 
      sustancia llamada acto puro que no tiene accidentes. Así, todo el cosmos 
      finito está ordenado teleológicamente hacia una forma pura, pensamiento 
      del propio pensamiento, sujeto puro, sustancia pura, ideal. ¿No es esto 
      idealismo? ¿No es esto cosmismo?
      Cuaderno.- Usted afirma en su libro que la ontología de G. Bueno es "la 
      pieza clave y fundamental de su sistema filosófico". Aún a pesar de 
      incidir en la ligazón entre la ontología y la gnoseología, ¿Cómo se 
      explica la mayor dedicación del profesor Bueno a la Teoría del cierre 
      categorial? La relevancia que ésta ha adoptado, ¿no podría hacer pensar 
      que su ontología materialista es menos original y recoge materiales 
      supuestamente superados (como el esquema metafísico de Wolff, o el 
      "idealismo" platónico)?
      F.G.- Es que la gnoseología es una ontología también. Las ciencias 
      particulares son las ontologías regionales o especiales, porque 
      reconstruyen parcialmente los entes, el terreno de lo ente. La gnoseología 
      nos explica cómo es posible la ciencia, esto es, cómo se conoce el mundo. 
      Además, en la gnoseología se tratan temas ontológicos clásicos. Por otro 
      lado, hoy, tras el giro copernicano trascendental de Kant, es imposible 
      hablar del ente sin hablar de cómo se conoce tal ente o, más aún, de cómo 
      se construye el ente. Esa es la tarea que emprende Bueno con su 
      gnoseología, completar la ontología materialista pergeñada en 1972.
      Gustavo Bueno se ha dedicado treinta años a su teoría del cierre 
      categoríal. Y a la ontología no le ha dedicado poco, nada menos que tres 
      libros. Creo que todo forma un contínuo, porque no puede haber una teoría 
      de la ciencia sin un compromiso ontológico. Por eso él repite 
      machaconamente que toda ciencia, para ser ciencia, necesita de un 
      componente fisicalista, y las operaciones del científico, tal como dice 
      Bacon, son operaciones de juntar y separar cuerpos. Ahora bien, yo creo 
      que construir una teoría ontologica le ha resultado al profesor Bueno 
      relativamente sencillo porque ha dado con sus principios o preámbulos, y 
      el desarrollo de esa ontología es la gnoseología. Por ejemplo, Hartmann 
      tiene cinco volumenes de ontología, pero de ontología ya regional. Bien, 
      pues la tesis de G. Bueno es que resulta que la ontología especial son las 
      ciencias. Osea, que la física es una ontología porque cuenta lo que hay. 
      Lo que ocurre es que el ser se fragmenta en una serie de parcelas 
      científicas, pero en cuanto la ciencia es lo único que nos permite saber 
      lo que hay. Entonces, por un lado tenemos los principios, más o menos 
      generales y abstractos, expuestos en estas tres obras, y por otro lado 
      estan las ciencias que son, al fin y al cabo, las que están construyendo 
      el mundo. La gnoseología materialista también es una forma de ontología, 
      puesto que hay temas, como el problema de los universales o el de la 
      verdad, que los trata en la gnoseología y no en la ontología.
      Cuaderno.- La ontología del profesor Bueno se abre camino y construye 
      fente al irracionalismo, idealismo, nihilismo y relativismo, pero 
      normalmente dejando a un lado la confrontación directa con los 
      representantes más reconocidos, al menos hoy, de estas tendencias. ¿Cómo 
      cree que debe interpretarse la renuncia de G. Bueno a una crítica 
      explícita sobre Deleuze, Foucault, Derrida, incluso Heidegger, cuando 
      parece que la aceptación filosófica de éstos la merece?
      F.G.- Interpreto el silencio de Bueno sobre tales autores como una muestra 
      de que los considera irrelevantes intelectual y filosóficamente hablando y 
      que por tanto, no merece la pena ni siquiera discutir pormenorizadamente 
      sus tesis. Para él, estos autores son producto de modas editoriales 
      francesas.
      Cuaderno.- Cuando el profesor Bueno se declara marxista lo hace desde la 
      crítica a la distinción entre el filósofo contemplativo (ámbito teórico) y 
      el activista político (ámbito práctico). Usted, que también se declara 
      marxista, ¿cree que el papel político del filósofo debe principalmente 
      dirigirse a la lucha contra el irracionalismo, los mitos mágicos y las 
      fórmulas religiosas apocalípticas antes que, por ejemplo, a la crítica de 
      los principios económicos del liberalismo monetarista?
      F.G.- A mi juicio, es al revés, se trata de criticar la economía política 
      y las instituciones políticas primero y después las supersticiones mágicas 
      o religiosas después. El filósofo es un político, al estilo platónico. Es 
      un ciudadano que critica las instituciones sociales y políticas del Estado 
      y luego ataca las creencias irracionales religiosas y mágicas para 
      efectuar así la reforma del entendimiento.
      De todos modos, creo que habeis puesto una disyuntiva excluyente entre lo 
      uno y lo otro. Para mí los dos momentos son indisociables: Un ciudadano 
      ateo siempre será menos manipulable que un ciudadano creyente. En cuanto a 
      ser marxista, lo soy en cuanto hoy en día todos somos galileanos o 
      newtonianos, más que marxista en el sentido de repetir las tesis marxistas 
      clásicas o adscribirme a una corriente política marxista militante. La no 
      militancia en un partido político no quiere decir apoliticismo, sino que 
      éstos no son hoy en día el instrumento adecuado para incidir en la 
      transformación del mundo. Simplemente constato la situación empírica de 
      los partidos políticos en España. No por ser marxista, materialista o de 
      izquierdas hay que militar en un partido político necesariamente.
      Cuaderno.- ¿Qué ocurre entonces con la idea clásica marxista de toma del 
      poder por parte del proletariado, el surgimiento de una sociedad sin 
      clases, la caída del capitalismo...?
      F. G.- Hombre, lo ideal sería el Socialismo, la sociedad sin clases. Pero 
      lo importante es ser realistas, porque si es por formular metas... Creo 
      que el marxismo en este sentido ya no da nada de sí, y el sujeto 
      revolucionario tampoco. El proletariado en Marx es una idea filosófica, es 
      el Demiurgo de Platón, el que crea el mundo. Pero hay que tener en cuenta 
      lo que dice Lenin: El proletariado sólo cuando es revolucionario. Y el de 
      ahora no lo es. Creo que hay que buscar recetas realizables a corto plazo.
      El Socialismo se puede imponer de manera dictatorial y por la fuerza, como 
      se ha hecho, pero eso duraría unos añitos porque la gente se cansa de 
      sacrificios para generaciones futuras. La gente quiere vivir el presente. 
      La primera generación aún puede aguantar entusiasmada, pero la segunda ya 
      quiere ver los resultados positivos. Así que estas soluciones son siempre 
      provisionales.
      Cuaderno.- Sin embargo, algunos marxistas mantienen hoy que la llegada del 
      Socialismo, atendiendo a la situación crítica del sistema capitalista, es 
      inevitable.
      F.G.- Hay que dejar de hablar de tanta inevitabilidad 
      hegeliano-teleológica, porque nos llevan castigando con este asunto 150 
      años. También parecía inevitable lo del estalinismo y por eso había que 
      alabarlo y callar la boca cuando morían millones de personas exterminadas 
      en aras de las generaciones futuras. Creo que hay que abandonar esta idea 
      de la inevitabilidad: Puede venir algún tipo de fascismo y puede venir el 
      caos. Marx decía que la lucha entre dos clases también se podría resolver 
      con la desaparición de ambas.
      Cuaderno.- ¿Y que posibilidades de transformación social asocia usted a la 
      docencia filosófica, tanto en la Universidad como en secundaria?
      F.G.- En la docencia se puede intentar articular una praxis ideológica 
      pero creo que siempre sería oblicua y no incidiría demasiado en el mundo 
      ni en la transformación de la realidad. Creo que lo que se puede hacer es 
      intervenir en la vida social y práctica, en las tribunas que se ofrezcan: 
      clubes políticos, ateneos, asociaciones. Me parece que la universidad esta 
      hoy muerta para este tipo de funciones.
      Cuaderno.- Por ejemplo, se podrían seguir las 10 propuestas de Gustavo 
      Bueno...
      F.G.- Sí, tenemos las 10 propuestas de Gustavo Bueno. Es que él es 
      anti-utópico. Lo más importante es hacer cosas que sean útiles y en ultima 
      instancia él estaría apostando por un proyecto racional que podría ser 
      adoptado por cualquier persona, independientemente de su procedencia 
      ideológica. La virtud de las propuestas de G. Bueno es que se propone algo 
      real y no algo utópico. No se puede decir que G. Bueno sea hoy en día 
      socialista estrictu sensu: es un racionalista, y caiga quien caiga hay que 
      ser racionalista aunque haya que acabar con todos los mitos de la 
      izquierda, como el del sujeto revolucionario y otros que bloquean la 
      acción de Izquierda Unida y otros grupos políticos autodenominados de 
      izquierda en todo el mundo.
      Cuaderno.- Cuando se dice que la racionalidad no es patrimonio de los 
      partidos de izquierda ¿Se ha de entender que la derecha puede esgrimir 
      programas políticos más racionales?
      F.G.- La racionalidad de derechas sería una racionalidad limitada, en el 
      sentido de que sería siempre una racionalidad particularista, puesto que 
      ser de derechas para G. Bueno consiste en sostener que tiene que haber un 
      grupo de hombres, etnias, de razas o de grupos que tienen que tener algun 
      tipo de privilegio por no se sabe qué razón, por un motivo irracional en 
      última instancia.
      Cuaderno.- Parece, según sus palabras, que hay que buscar otros espacios o 
      ámbitos, diferentes a los partidos políticos y a la universidad o la 
      docencia en general, para hacer política. Gustavo Bueno ha acudido a la 
      televisión con bastante asiduidad a hacer este tipo de «política 
      racionalista» ¿Le parece a usted que es éste un ámbito adecuado para estos 
      fines o que, como también se denuncia, es un medio tan saturado de opinión 
      y regulado por fines comerciales, que el discurso filosófico no tiene 
      lugar, queda desvirtuado?
      F.G.- Veamos, el que Bueno asista a la TV a decir cosas es una forma de 
      difundir su filosofía y su pensamiento. Hay que estar ahí, en la lucha 
      ideológica. Hay que dar ahí la batalla. Yo, desde luego, no me siento 
      capaz, pero él tiene todo su prestigio y no se siente afectado por luchar 
      contra brujos y magos. Es también una cuestión personal, pero no queda más 
      remedio que hacerlo, aunque sea para decir que Dios no existe o que todo 
      es material. Porque se oye cada cosa por televisión... La televisión 
      fomenta el dogmatismo, por eso lo único que se puede hacer frente al 
      dogmatismo en la TV es poner más dogmatismo, pero ideológico. Si Gustavo 
      Bueno u otros no fueran a la TV a hablar, habría en la televisión un 
      monolitismo ideológico escandaloso.
      Cuaderno.- Desde luego, el irracionalismo no es un producto exclusivamente 
      televisivo, sino más bien la televisión lo recoge del ambiente social. 
      Pero, ¿Se puede hablar de un mayor auge de irracionalismo hoy, con el 
      milenarismo y la vuelta a las religiones secundarias?, ¿le parece posible 
      constatar alguna forma específica de irracionalismo adaptada al mundo 
      liberal?
      F.G.- Temáticamente irracionalismo se llama a esa corriente filosófica 
      surgida con Schelling y Schopenhauer en el siglo XIX. Pero, irracionalismo 
      siempre ha habido. Por ejemplo, el agustinismo político, la escolástica de 
      San Buenaventura o el misticismo, son formas de irracionalismo. Hoy en día 
      es moda, pero porque toda filosofía, a raíz de la sociedad de consumo, se 
      ha convertido en moda. Hace 30 años, si uno decía que había tenido 
      relaciones sexuales con un extraterrestre se le metía en el manicomio, hoy 
      se le lleva a un programa de televisión, y se gana unos dinerillos, o se 
      aprovechan de él y se los ganan otros. Depende de si es tonto o es un 
      caradura. 
      En cuanto al liberalismo, como preconiza una pluralidad ideológica, tiene 
      que decir también que el irracionalismo es una alternativa, y de hecho, 
      los mismos teóricos liberales son irracionalistas cuando se remiten a su 
      propia subjetividad como algo irreductible. Hume dice que la razón debe 
      ser esclava de las pasiones. Eso es una muestra de irracionalismo. En este 
      sentido, Hume es un claro precursor de Nietzsche. En el ámbito económico, 
      los intereses son cualquier cosa subjetiva que a uno le interese, y como 
      eso es inanalizable... ese es un dato del que se parte pero que nunca se 
      pone en cuestión. En principio los gustos de los consumidores son 
      irracionales en el mercado, aunque la escuela marginalista sostiene que 
      hay un consumidor racional perfecto, pero esto es como la teoría del 
      perpetuum movil que no se dará jamas, o la ley de Le Say, que dice que la 
      oferta y la demanda se equilibran. Digamos que el liberalismo es una 
      especie de mitología: tiene un aire racionalista, pero para justificar sus 
      contenidos irracionales, que nunca se ponen en duda. Igual que los 
      positivistas lógicos tampoco ponen en duda las sensaciones como dato 
      último irreductible del que hay que partir. Es un poco como la idea de 
      alétheia en Heidegger, la verdad de la que hay que partir y no se puede 
      poner en cuestión.
      Madrid, 6 de Febrero de 1998.
       
       
  

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