viernes, 13 de abril de 2018

Filosofía y democracia




Filosofía y democracia

Felipe Giménez Pérez

Comunicación defendida ante los
XIV Encuentros de filosofía, Oviedo 13-14 de abril de 2009

1. Introducción
Se trata aquí de explorar las conexiones existentes entre la democracia y la filosofía más allá de alguna conexión accidental, si es que alguna conexión necesaria hay realmente entre ambas. También se trata de indagar qué función desempeña la filosofía en el régimen democrático, así como el futuro de la filosofía en el Estado democrático.
La democracia es un producto típicamente occidental y la filosofía también, así que de alguna manera, algún vínculo habrá entre filosofía y democracia. La filosofía antigua tuvo una cierta conexión , aunque conflictiva, con la democracia. Filósofos clásicos antiguos vivieron en sociedades políticas democráticas y las sometieron a una crítica implacable e inmisericorde. Pensaron las relaciones entre filosofía y democracia como esencialmente conflictivas cuando no de incompatibilidad absoluta. Sólo algunos pensadores secundarios, algunos de los sofistas, llegaron a valorar positivamente la democracia. Sócrates y su círculo fueron antidemócratas, adversarios de la democracia. Esto le costó a Sócrates el ser condenado a morir bebiendo la cicuta. Platón fue un ilustre y clásico crítico de la democracia. Antístenes, por lo poco que de él sabemos, también lo fue. La Escuela Cínica derivada de Antístenes fue crítica con la democracia en la medida en que desarrolló una actividad gestual y lúdica crítica con los valores de la cultura antigua tal y como han quedado testimonios de la vida y anécdotas y chistes de sus dos principales representantes, se trata de personajes tan célebres como Diógenes el Perro y Crates. Los estoicos, por su parte, nacidos del cinismo, también prosiguieron en la crítica de la democracia.
La democracia antigua tuvo pues una conexión problemática con la filosofía. La filosofía en consecuencia, no ha tenido una conexión o relación amistosa con la democracia
Cabe ahora preguntarse si entre democracia moderna y filosofía se da una relación positiva en cambio.
Tenemos que decir a este respecto que, stricto sensu, desde un punto de vista antiguo, nuestros modernos sistemas políticos representativos no son democracias, sino oligarquías de partidos o Estados de Partidos como afirman Leibholz y Manuel García Pelayo entre otros. En estos nuestros modernos Estados de Partidos el procedimiento técnico de participación de los ciudadanos en la conducción de los asuntos públicos es la elección, no el sorteo, procedimiento característico en las democracias antiguas.
La democracia moderna, o régimen representativo tampoco ha sido muy apreciada por los filósofos contemporáneos. Sólo pensadores muy tardíos, posteriores a la Segunda Guerra Mundial como Habermas y Popper por poner dos ejemplos destacables y famosos, se han mostrado explícitamente en sus obras filosófico-políticas fervorosos partidarios de la democracia, de la libertad democrática, del Estado de Derecho y de los derechos humanos, así como del capitalismo y de la abolición de la pena de muerte. Popper representaría la corriente liberal (aunque se puede extraer bases de su pensamiento filosófico-político para fundamentar una política socialdemócrata) y Habermas la corriente socialdemócrata.
2. Liberalismo y socialdemocracia
Los dos paradigmas político-ideológicos de nuestra época y que están presentes y dominan en las sociedades capitalistas democráticas contemporáneas actuales son el liberalismo y la socialdemocracia.
El liberalismo sostiene que sólo existen los individuos, quienes se rigen por su libre voluntad o libre apetito en un mercado libre pletórico de bienes y se autodeterminan siguiendo su racionalidad egoísta. Por lo tanto, es menester no poner trabas ni obstáculos a las libres decisiones racionales de los individuos. Los individuos conseguirán así las más altas cotas de felicidad y en el mercado se llegará a una situación de equilibrio entre oferta y demanda.
La socialdemocracia sostiene la necesidad de la continua intervención estatal en los asuntos de los individuos y de la sociedad civil., en la economía, en la moral, en la educación, en la cultura, en el pensamiento. Todo ello para conseguir una sociedad de consumidores autosatisfechos, libres e iguales.
Hay puntos comunes de estos dos paradigmas. Puede haber no sólo un diálogo intraparadigmático en el seno de cada uno de tales paradigmas, sino también un diálogo interparadigmático, puesto que hay bastantes extremos que les son comunes a ambos y que por tanto les unen igualmente.
1. No quieren la pena de muerte. Eso es malo. Hay que buscar la reinserción del delincuente.
2. No quieren la guerra. Eso es malo. Tiene que haber una educación para la paz.
3. Aman la tolerancia ideológica, religiosa, moral como consecuencia del relativismo.
4. Creen en el Estado de derecho y por lo tanto, en el gobierno de los jueces.
5. Creen en los derechos humanos y por lo tanto, se abstendrán de adoptar medidas drásticas para mantener la eutaxia política del Estado.
6. Creen en la democracia como último estadio de la Historia de la humanidad. Es el final de la Historia del Género Humano.
7. Desprecian la filosofía. La argumentación racional y sin concesiones es impopular y ellos buscan la popularidad. Todo lo que sea buscar la verdad y sostener su existencia les es ajeno y contrario.
8. Son progresistas. Están imbuidos de la Idea de Progreso global. Todo camina siempre hacia mejor.
Claro, que estas diferencias son las actuales. Nadie sabe si estos dos paradigmas se fusionarán finalmente en un único paradigma de pensamiento político-ideológico en el seno de las sociedades opulentas de mercado pletórico de bienes, o se irán distanciando y variando sus aristas paulatinamente.
El liberalismo, por ser individualista y darwinista y creer en el mercado como principal instancia social directora y rectora del Estado y de la sociedad burguesa, está más cerca de una concepción política realista y de perforar el velo de Maya ideológico entendido como falsa conciencia social que envuelve a sus partidarios. El liberalismo es partidario de la espontaneidad social y por lo tanto no es partidario de un diseño planificado de la sociedad. No quiere intervenir en las corrientes que habitan en la sociedad burguesa. No hay una teleología que deba ser organizada por un partido o por un gobierno e impuesto desde la autoridad del Estado y de la propaganda dirigida por el Gobierno. Por eso el liberalismo es liberal –partidario de las libertades individuales–. Es conservador –no cree en las innovaciones teledirigidas por un partido o por un Gobierno desde fuera de la sociedad civil y es de orden–. El orden social queda considerado como bueno y por tanto no es deseable alterarlo siguiendo una planificación social, política o económica. La lucha por la vida, la competitividad, el individualismo liberal, constituye un cierto contacto, negativo, con la experiencia, con la realidad. Aún en un liberal se da una cierta lucidez, el predominio del principio de realidad. Es posible mantener ciertas alianzas tácticas con los liberales y cabe la esperanza de convertirlos a la sensatez del materialismo-realismo filosófico político. Son rescatables. El principio de verificación, así como el de falsación siguen estando aún operativos en el interior del paradigma liberal.
La Socialdemocracia, en cambio, heredera del socialismo, del comunismo y del krausismo en el caso español especialmente, pretende una sociedad capitalista de consumidores satisfechos que cultiven la solidaridad entre sí y otras lindezas. El objetivo del Estado es garantizar tales metas y tal progreso inexorable hacia la democracia, los derechos humanos, la paz, la igualdad, el relativismo, la alianza de civilizaciones, anticlericalismo, relativismo moral, cultural, eutanasia, eugenesia, aborto, feminismo, homosexualidad, pedofilia y otras filias, siempre que, como decía Aristipo de Cirene, proporcionen placer y no importa ni cómo ni de dónde venga. &c. Aquí el grado de irrealidad es máximo. El idealismo socialdemócrata desemboca en el nihilismo moral y en el pensamiento Alicia, fase superior de degeneración del progresismo. La desconexión con la realidad es absoluta. El progresismo conduce al autismo, al nihilismo, como hemos dicho antes, a la inmoralidad y al caos. El progresismo es antipatriótico. La estupidez socialdemócrata es el peor de todos los males que aquejan a la democracia moderna. El fundamentalismo democrático en su versión Alicia lleva necesariamente a la inmoralidad, a la corrupción y a la distaxia de la sociedad política, además de provocar constantes enfrentamientos sociales y políticos. Los socialdemócratas se empeñan en intervenir en todos los frentes e instancias y en conformar un bloque social histórico de poder para repartirse las instituciones entre ellos y conformar un gobierno de Partido. Pretenden ocupar todos los espacios sociales y controlarlos férreamente y todo ello por nuestra felicidad y por nuestro bien. Pretenden satisfacer al vulgo en sus pretensiones de felicidad a toda costa y a corto plazo. La socialdemocracia es irremediable. Es una enfermedad política irreversible y una concepción del mundo que rechaza el principio de realidad, el de responsabilidad, el de verificación y el de falsación, con lo cual los socialdemócratas no pueden ser rescatados de sus errores. Con ellos sólo cabe el enfrentamiento así como el desprecio de sus necedades y la denuncia de sus abundantes delitos aplicándoles el código penal.
3. La función de la filosofía a la luz de la situación política actual y en oposición al progresismo
Son malos tiempos los que atravesamos en nuestro presente para la filosofía. Son malos tiempos para la racionalidad filosófica y política. El progresismo amenaza con volver estúpido a todo el mundo. Lo importante es rechazar el error de tales necedades. Lo importante es negar el pensamiento Alicia. La lucha ideológica es irrenunciable. Si algún día la ideología progresista es desplazada a la marginalidad, a la vuelta de algunos años, habrá que trabajar muy duro para reparar todos los destrozos ocasionados por estos malandrines posmodernos o alicios. Hay que decirlo con claridad y sin ambigüedades. Progresismo en la enseñanza es pedagogía y ello no es más que trivialidad, banalidad y nihilismo.
Las sociedades capitalistas del bienestar, del Estado social, en particular aquellas más golpeadas por el fundamentalismo democrático en versión Alicia son las sociedades en las que se pretende enseñar a los alumnos a dejarse llevar por sus pasiones irracionales.
Las sociedades opulentas han caído en un hedonismo barato, canalla, que sitúa en primer lugar la búsqueda de la felicidad y ello por encima de todo. El nihilismo que predijo Nietzsche en 1888 se ha realizado. El último hombre campa a sus anchas en los países capitalistas avanzados y adormecidos por la ideología democrática. Ese pulgón inextinguible es feliz. Parpadea, sonríe y cuida su salud, tiene su pequeño placer para el día y su pequeño placer para la noche, pero es feliz. No quiere mandar ni obedecer. Es el último hombre del pensamiento Alicia. El homo-krausista. El hombre democrático, progresista, diríamos hoy, es aquél que otorga a todos sus vicios y corruptelas, a decir de Platón, los mismos derechos y no discrimina injustamente a ninguno de sus vicios. Ejecuta el principio de igualdad de todas sus vilezas con precisión y minuciosidad.
Nuestros alumnos son sumamente aficionados a lo irracional, a las supersticiones, aliadas de la pereza y a la decadencia y pasividad morales. Estamos dominados por el mundo de las tinieblas. Es preocupante e imbécil este triunfo y esta moda de lo irracional, lo misterioso y el poder de la mente así como la proliferación de manuales de autoayuda, la gran simpatía de la que gozan los fenómenos parapsicológicos. 220 años después de la Ilustración, estamos en pleno mundo de lo tenebroso. No nos engañemos, el mundo de las tinieblas es el mundo del nazismo –ahí hay que recordar la influencia decisiva que ejerció Madame Blavatsky en Hitler– o del socialfascismo, tal y como lo denominaron los comunistas de la III Internacional al reformismo socialdemócrata, la forma moderna y políticamente correcta de antisemitismo o judeofobia progresista consistente en atacar al Estado de Israel. No olvidemos nunca que, como dijo Golda Meir, defender a Israel, al Estado Judío es defender a los judíos. Así que cada cual que asuma sus responsabilidades cuando se conduce de forma judeófoba.
En nuestras instituciones de enseñanza se practica una pedagogía blanda y escéptica que sostiene que no hay verdades objetivas y que no hay racionalidad intersubjetiva y trascendental. El horror vacui opera automáticamente sus nefastos efectos. La evacuación de la ciencia natural provoca la necedad llamada «Ciencias para el mundo contemporáneo» y la evacuación de la filosofía primero ya el aborto de hace años llamado CTS, «Ciencia, Tecnología y Sociedad», así como el engendro llamado hoy «Ciudadanía», conjunto heteróclito de contenidos ideológicos que se resumen en esto: «Sé un buen ciudadano y disfruta de movimientos agradables y de placeres cinéticos.»
Frente a tales sinsentidos, frente a tanta creencia en los espíritus y en la magia, así como en el progresismo, es conveniente volver a atreverse a usar cada uno de nosotros su propio entendimiento, sapere aude. Salgamos de nuestra culpable minoría de edad. La filosofía siempre fue reflexión sobre el presente desde el presente para analizar la praxis humana y para buscar aquello que pueda constituir una vida buena.
La pedagogía es formal y vacía y fomenta la ignorancia y busca adoctrinar al adolescente en los valores y doctrinas del Pensamiento Alicia. A los alumnos se les dice: «Sólo hay opiniones», pero encima, unas son mejores que otras: las opiniones progresistas. Ahí tienen la llamada «Educación para la ciudadanía» una bazofia ideológica que es el orgullo del PSOE, Izquierda Unida y los separatistas y encima algunos profesores se han prostituido hasta la abyección para difundir tamaña locura y necedad entre nuestros jóvenes. Creen los pedagogos que filosofía es filodoxa. Como decía Hegel, las opiniones no interesan a nadie, bueno sí a nuestros periodistas-ideólogos contertulios, auténticos sicofantes del Estado democrático y del Estado de Derecho. Las opiniones son como los culos, todo el mundo tiene uno, como decía Clint Eastwood en «Harry el Sucio». Nietzsche afirmaba que hay que tener pensamientos y no sólo puntos de vista. Cuando el profesor de filosofía es neutral políticamente, axiológicamente, los alumnos escogen la primera Weltanschauung que se encuentran y se hacen progresistas y votantes del PSOE, tal vez un poco del PP, pero el PSOE es el analogado principal del Régimen esto es, de la corrupción, así que sus valores morales, políticos e ideológicos están volatilizados y repartidos por la atmósfera que nos rodea y se respiran a cada paso.
Los progresistas han defendido siempre y siguen haciéndolo, una pedagogía orientada a una formación técnico-obrerista-democrática-progre-solidaria-igualitarista en la cual no tiene lugar ni cabida la reflexión filosófica y se difunde siempre la consigna enunciada por el general Yamamoto: «Trabajar con alegría», pero el PSOE habla siempre de «aprender con alegría» y sin esfuerzo, claro, que no se cansen ni se traumaticen, no sea que se pongan tristes y que entonces ya no sean felices. Hay que fabricar obreros útiles para la industria o incluso para el paro, consumidores hedonistas satisfechos. Los progresistas se orientan no por el principio de realidad o del deber y de la responsabilidad, sino por el principio del placer.
¿Qué tipo de educación queremos para los adolescentes? Hoy se habla de forma krausista e idealista de formación. ¿Y qué es eso? Educar no debe consistir en la mera instrucción técnica ni reducirse a tener «actitudes críticas» sobre la nada, que en última instancia son desprecio de cuanto se ignora. La primera labor de la enseñanza es sacudir la modorra del sentido común (Labor ésta propia de la filosofía) Destruir las evidencias del sentido común, de la experiencia mundana y regresar a las Ideas. Hay que tener mucho cuidado con eso del espíritu crítico que aparece en los documentos del Partido Krausista que tanto deleita a nuestros caciques, no sea que tal espíritu crítico no sea otra cosa que el espíritu burgués decadente y ansioso de la felicidad canalla hedonista barata. Tengo para mí que la enseñanza vacía, formal y escéptica que nos proponen los progresistas del PSOE y los progresistas del PP, [–socialdemócratas y/o progresistas por un lado, y liberales por el otro porque tanto da lo uno que da lo otro a efectos prácticos y si no se comparte este aserto, compárense las políticas educativas del PP y del PSOE que están en marcha en estos momentos en España,–] no tiene otro objetivo sino el de fabricar empleados con su correspondiente círculo de preguntas y respuestas estereotipadas y con sus conceptos, actitudes y procedimientos, fabricar obreros útiles para la industria o fabricar militantes progresistas que disfruten con las películas de Almodóvar o Isabel Coixet para que las subvenciones públicas no sean ya convenientes o simplemente para generar individuos autosatisfechos con el consumo y con el tanque de sales Epson, la solución de los problemas metafísicos que se planteaban Antístenes, Diógenes, Epicuro, Aristipo y Zenón.
Tampoco me parece correcto educar al alumno siguiendo el denominador propio de su época. Si queremos domesticarle ideológicamente le hablaremos de la ideología democrática, de la ideología de género, de las perversiones sexuales, de la eutanasia, del aborto, &c. Y así conseguiremos que sea un perfecto ciudadano fundamentalista democrático o demócrata, solidario y otras lindezas por el estilo.
La necesidad de objetividad, racionalidad y saber verdadero se satisface con la ciencia y con la filosofía. Por eso es imprescindible en España enseñar filosofía y ello con carácter obligatorio. La filosofía no puede reducirse a ser una mera doxografía. La oposición enseñar filosofía/enseñar a filosofar es falsa. Es imposible aprender a filosofar si se desconoce la historia de la filosofía. La filosofía no ha de partir del escepticismo, sino de los saberes científicos que están firmemente instalados en nuestro mundo, un mundo, que por otro lado, es un resultado innegable de la ciencia. Nuestro mundo sin la ciencia sería otro mundo muy diferente del que es ahora.
La filosofía es un saber democrático en cuanto que apela a la razón de cada uno sin importar su clase, sexo, edad ni otras contingencias individuales. Los alumnos han de tener confianza en la ilustración, en el poder de la razón. Viven en una sociedad del hastío, de fracasados y acomplejados por los suspensos. Deben superar esa fase y elevarse a la fase de la demolición de las ideologías que les rodean.
La filosofía sirve para que la gente reconozca e identifique la geometría de las Ideas, la gramática de las Ideas. Oblicuamente, la filosofía fomenta el culto al bien decir y del bien escribir y la afición a la erudición y a la lectura. Decía Wittgenstein: «los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo». La filosofía además fomenta el correcto uso del español en el alumno, lo que no es poco precisamente. La filosofía desde luego en la sociedad burguesa actual tiene una función de oposición al estado de cosas existente.
4. El porvenir de la filosofía en la sociedad democrática
A nuestro juicio, todo hombre occidental es filósofo por el mero hecho de hablar y pensar en idiomas con más de 50 millones de hablantes. No se puede filosofar en un dialecto o lengua rústica, familiar o regional. Así, pues, en tal sentido, la filosofía occidental tiene su futuro existencial garantizado porque los idiomas europeos nacionales canónicos establecidos ya en nuestra época seguirán funcionando. Habrá hombres que filosofen en un determinado número de idiomas y que escriban el resultado de sus malas o buenas reflexiones, resultados acertados o desacertados que serán expuestos a la consideración del público en alguno de esos idiomas que cuenten con tal masa crítica de hablantes.
Bien sabemos todos que la ideología democrática fundamentalista trata de desplazar a la filosofía de la enseñanza y reducirla al mínimo en las facultades de filosofía. El saber filosófico será sustituido en las instituciones educativas por una suerte de papilla democrática apta para el consumo del vulgo. La ideología liberal podría permitir la filosofía tal vez con mayor probabilidad que la ideología socialdemócrata, puesto que su consigna liberal es la no intervención y permitir la libre espontaneidad de los individuos. Sin embargo, la socialdemocracia por su parte pretende configurar la sociedad sobre nuevas bases de arriba abajo con un proyecto ideológico krausista o infantil nuevo, ex novo y por lo tanto, necesita eliminar cualquier instancia ideológica que pueda constituir un estorbo en su propósito revolucionario progresista e idealista y que pueda asimismo hacerle la competencia y que por tanto ponga en peligro su engendro ideológico, con bases tan débiles y endebles como ya sabemos desde hace tiempo. Debe pues la socialdemocracia en consecuencia eliminar todo saber que no sirva a sus fines necesariamente. Ha de sustituir entonces la filosofía en los institutos por la papilla democrática denominada «Ciudadanía» para poder adoctrinar así a las masas cómodamente.
La progresiva eliminación de la filosofía de los planes de estudio es preocupante en primer lugar para los profesores de filosofía de instituto.
Debería preocupar además a todas las personas cultas, biennacidas, sensibles y dotadas con buen sentido.
Debería preocupar también a la sociedad burguesa. No puede haber un pueblo culto sin metafísica, Hegel dixit. Sin conocer la filosofía clásica, sin instituciones públicas donde se conozca, investigue, enseñe y filosofe, una sociedad es analfabeta de pleno derecho. La sociedad capitalista está abocada entonces al nihilismo, a la imbecilidad y al infantilismo.
Vivimos en España bajo un gobierno socialfascista, el peor enemigo que tiene la filosofía en España. El peor enemigo que tiene la filosofía en España es el PSOE, así como su jarca de profesores de filosofía orgánicos, progresistas y disciplinados que contribuyen sistemáticamente a su eliminación de los planes de estudio complacidos y felices al impartir trivialidades fáciles y aproblemáticas para consumo tranquilo de los alumnos. Suelen ser además muy éticos tales probos funcionarios, por lo tanto, hay que desistir de utilizar la filosofía para convencerles en su fuero interno de la banalidad de sus planteamientos morales y políticos. Son irreductibles. Son felices y son éticos y de ahí no los va a sacar nadie.
No creo que haya que hacer una apología sistemática de la presencia de la filosofía de la enseñanza académica en el bachillerato y en la Universidad. Una venerable tradición de veinticinco siglos es suficiente argumento para que siga adelante la enseñanza formal y reglada de la filosofía en nuestras instituciones educativas. La filosofía no tiene ninguna necesidad de pedir perdón a nadie ni de justificar su lugar en la enseñanza ni en la civilización occidental. La filosofía es indispensable para que la gente razone correctamente y realice la reforma de su entendimiento.
Por lo demás, ni la democracia necesita la filosofía ni la filosofía necesita a la democracia. Se puede ser demócrata y ser ágrafo. Se puede filosofar en contra de la democracia o a favor de ella. La filosofía no es solidaria de la democracia y la democracia no exige la filosofía. La filosofía no está ligada esencialmente a ninguna forma de régimen político particular. Aún así creo yo que la forma política adecuada para el ejercicio de la filosofía es la república democrática.
Si la filosofía desaparece de los institutos, podrá cultivarse en la Universidad y si desaparece de la Universidad, pues se ejercitará de manera privada, como hicieron ya Spinoza, Descartes, Malebranche, Hume, Berkeley, Locke y Leibniz. El propio Schopenhauer despreciaba grandemente la filosofía universitaria como algo esencialmente bastardo y opuesto a la esencia de la filosofía y cultivó la filosofía al margen de la Universidad. De hecho, las primeras facultades de filosofía aparecen en Alemania en 1810 y la filosofía como asignatura de los institutos en España data de 1845. Puede haber pues, filosofía académica al margen de la Universidad. Tampoco la desaparición de la filosofía de las instituciones de enseñanza frenará el desarrollo de la Volksphilosophie o filosofía popular, muy extendida en la sociedad de consumo pletórica de bienes y que sirve para facilitar la felicidad del pueblo a bajo coste y de forma simplificada. Si la filosofía es relegada a espacios e instituciones sociales privadas, tal vez sea entonces más peligrosa e incontrolable para los ideólogos del Partido. Tal vez entonces, sin la servidumbre de ser funcionarios del Estado, los filósofos sean radicalmente libres, críticos, duros con el martillo y tal vez entonces vuelva a ser peligroso filosofar, como en la época de Spinoza. Es perfectamente concebible un futuro de la filosofía en el Estado democrático al margen de la Administración, ejercitada privadamente por personas privadas situadas en los diversos espacios privados de la sociedad civil y estando la filosofía expulsada de la enseñanza y de la investigación patrocinada por el Estado. Es perfectamente concebible una universidad sin facultad de filosofía y sin filosofía como asignatura, así como un bachillerato sin filosofía. Una filosofía no domesticada, asilvestrada, salvaje, será finalmente más peligrosa para el orden establecido que una filosofía funcionarizada.
Sea como sea, la tarea de la filosofía del futuro es la crítica de la democracia y de conceptos míticos tales como «Estado de derecho», «Derechos humanos», «Paz», «Progreso», «solidaridad», «Alianza de Civilizaciones» y otras lindezas con las que nos bombardean constantemente para que nos creamos lo maravilloso que es ser musulmán y lo malos que son Israel y los EE.UU. y lo maravillosa que resulta la inmigración descontrolada. La mayor parte de los mensajes ideológicos que respiramos todos los días son absolutamente deleznables y sometibles a crítica, siguiendo, eso sí un criterio riguroso, en este caso, desde las coordenadas del materialismo filosófico.
Por lo tanto, la crítica a los dos paradigmas políticos del Estado de Partidos, Estado social o Estado democrático de Derecho del Bienestar es una tarea ineludible, bien pensado que el enemigo principal de entre el enemigo ideológico es el pensamiento Alicia de raigambre krausista, sencillamente incompatible con la sensatez y el buen sentido.
Si un Estado suprime la Filosofía como asignatura, como carrera universitaria, como institución oficial, su política tenderá a perderse en practicismos estériles, sin proyecto eutáxico a largo plazo y en la demagogia populista.
Por lo demás, permítaseme de paso suministrar algunas razones para justificar la necesidad de que la filosofía siga impartiéndose como asignatura obligatoria en los institutos de bachillerato y que siga impartiéndose en la Universidad, bien como asignatura obligatoria u optativa, bien como carrera universitaria.
(1) La filosofía es el análisis de las configuraciones culturales e ideológicas del presente y desde el presente. De ahí la necesidad de la filosofía para formar ciudadanos racionales, libres, que digan que no de vez en cuando, en un Estado democrático de derecho. Una sociedad abierta, de mercado pletórico de bienes y de servicios, requiere de la existencia de la filosofía como una alternativa más al menos.
(2) La filosofía ayuda a cambiar el mundo. Una filosofía que no tenga una implantación gnóstica, sino política colabora en la tarea de cambio del mundo. Se trata de cambiar el mundo para que cambien los objetos sobre los que la razón filosófica se ejercita.
(3) La filosofía entendida como reflexión metacientífica o reflexión filosófica sobre la ciencia, como reflexión racional que es de segundo grado, colabora en la comprensión de las ciencias consideradas como formaciones institucionales dedicadas a la fabricación sistemática de conocimientos rigurosos, exactos y precisos. En tal medida, ayuda al desarrollo de la ciencia y a librar a ésta de falsas autoconcepciones espontáneas.
(4) La filosofía ayuda al esclarecimiento del juicio moral, al razonamiento moral.
(5) La filosofía nos muestra la necesidad del razonamiento, la necesidad eidética de M3, el hecho ineludible de que existen órdenes ontológicos reales, objetivos, esenciales, ideales, que no dependen ni de las cosas físicas ni de nuestra subjetividad.
(6) La filosofía ayuda a destruir la superstición y contribuye entonces a la emancipación de los ciudadanos, ayudándolos por consiguiente del culpable estado de minoría de edad en el que se encuentran. Destruye los ídolos y la falsa conciencia. La filosofía es así ilustración del pueblo.
(7) La filosofía ayuda a plantearse correctamente las cuestiones trascendentales, últimas de la filosofía y de la vida humana de modo racional, more et ordine geometrico demonstrata. Las cuestiones trascendentales no deben ser dejadas en manos de los brujos, chamanes, sacerdotes o progresistas krausistas. Tienen tales cuestiones, como cualesquiera otras cuestiones filosóficas un tratamiento filosófico que excluye cualquier opinión subjetiva o cualquier revelación mística.
(8) La filosofía suministra instrumentos teóricos de análisis de la sociedad presente y por tanto la ayuda para comenzar su transformación y su destrucción.
(9) La filosofía ni es ciencia ni falta hace que lo sea para ser una institución importante y para desempeñar su tarea de crítica.
La filosofía es crítica, ciertamente. Crítica no es demolición, sino la determinación, la delimitación, el establecimiento de los límites de lo que es algo, de su esencia. En la democracia, la crítica a las ideologías, la crítica a los partidos, la crítica al régimen político es, como se podrá colegir de mis palabras una tarea ingente para el análisis filosófico. Desde luego, una filosofía legitimadora de toda la irracionalidad que nos rodea, no sería siquiera filosofía, sino pensamiento Alicia puro y duro. La filosofía no ha de ser complaciente con tanta falsedad como la que nos rodea. Filosofar a martillazos se ha hecho necesario hoy como siempre para conseguir que millones de hombres salgan de su infantil estado mental o teórico en el que se encuentran de manera culpable y miren las realidades de manera realista y despiadada, abandonando entonces la burbuja de estupidez que los envuelve teniéndolos y entreteniéndolos complacidos y autosatisfechos.
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