viernes, 13 de abril de 2018

Antístenes y la democracia




Antístenes y la democracia

Felipe Giménez Pérez

La democracia bajo la que vivió Antístenes tiene muy poco que ver con la democracia moderna capitalista de libre mercado pletórico de bienes

«Ser tonto y tener trabajo, eso es la felicidad»
Gottfried Benn
1. Introducción
Antístenes y la democracia aparecen históricamente unidos aunque sólo sea porque Antístenes era ateniense, discípulo de Sócrates y vivió bajo un régimen democrático. Deberíamos hacernos la pregunta siguiente: ¿era la conexión entre Antístenes y la democracia trascendental, esencial o simplemente empírica y accidental?
Intentaremos en el presente escrito establecer y determinar qué conexiones hay entre Antístenes y la democracia si es que las hay más allá de una mera coincidencia espacio-temporal. El cinismo, surgido directamente de Diógenes, alumno de Antístenes, fue una filosofía moral surgida como protesta contra la democracia en la que nació. El cinismo fue una escuela filosófica que desarrolló una viva crítica de la civilización esclavista. Antístenes, como Platón, es un filósofo crítico y escéptico con la democracia y con sus valores. De todos modos, como es muy poco lo que conocemos de Antístenes de fuentes de primera mano, tenemos que recurrir a hipótesis, juicios de valor y conjeturas sobre su posición política exacta y detallada y sobre todo, acerca de su posición política sobre la democracia.
2. Antístenes
Dice W. K. G. Guthrie que «Antístenes es una de esas interesantes figuras-puente que sirven para recordarnos lo mucho que sucedió en el corto espacio de tiempo entre la madurez de Sócrates y la muerte de Platón.»{1} Por su parte, A. A. Long afirma que «de todas las vías por las que la filosofía de Sócrates se transmitió al mundo helenístico, la que siguieron los cínicos fue la más sorprendente y, en ciertos aspectos, la que más influencia ejerció.»Antístenes (-445- -366) fue inicialmente discípulo del sofista Gorgias. Después se hizo amigo y discípulo de Sócrates. Algunos historiadores de la Filosofía lo consideran el iniciador de la Escuela Cínica al llegar a ser maestro de Diógenes el Perro, con lo cual se establecería una conexión y una continuidad histórico-dogmática-doxográfica entre Sócrates-cinismo-estoicismo o, mejor, Sócrates-Antístenes-Diógenes-Crates-Zenón. «Hoy se sostiene generalmente que los Cínicos deben sus características más distintivas, así como su nombre, a Diógenes.»{2} Antístenes iba con ropa raída y alforjas y vestía de forma descuidada, se dejó barba, dobló el manto, sin llevar otra ropa, con báculo y zurrón, autodenominándose como Haplokýon: «exactamente perro», sin embargo, Antístenes no era tan grosero, escandaloso y soez como lo fue luego Diógenes el Perro, su discípulo. Además, cobraba siempre por sus lecciones impartidas en el pórtico Cynosargos. Sócrates vestía humilde y descuidadamente y Antístenes prosiguió tal tendencia en el atuendo empleado. Exageró el socratismo. Para Antístenes, sobre todo, Sócrates era un héroe moral y prosiguió por la senda de la virtud. Eso fue todo lo que hizo Antístenes. Diógenes sin embargo, exageraría al máximo estas tendencias austeras presentes en Antístenes hasta caer en la desvergüenza, en la obscenidad y en la falta de urbanidad y en la grosería. Haciendo Antístenes ostentación, gala pueril del descuido de las ropas raídas y del desaseo en su vestido, con sus pies desnudos, la barba y el cabello abandonados, sólo usaba un manto filosófico (tribón), y doblado, además de barba, alforja y un bastón, queriendo convertir de este modo a los demás a una cierta sencillez primitiva. Antístenes es el prototipo de sabio austero y solitario que busca la autosuficiencia, la autarquía y se caracteriza en su conducta por un individualismo radical y por un desapego frente al vulgo, así como por una desconfianza radical en las instituciones de todo tipo. Antístenes se resigna a vivir austeramente, pero aún no vivía como Diógenes el Perro en el barril y en la mendicidad. «A Antístenes probablemente le horrorizaban algunos de los principios y la conducta de Diógenes.»{3}
Según el Diccionario soviético de Filosofía, lo más importante de Antístenes es la crítica de la civilización, el desprecio por los estamentos y diferencias de clase y la consiguiente unión con los elementos democráticos de la sociedad ateniense.
Igual que su maestro Sócrates, Antístenes se distancia de las instituciones políticas democráticas. Popper dice de él que Antístenes había sido el único sucesor válido de Sócrates, el último de la «gran generación». En su diálogo El Político critica a los demagogos, un típico resultado y efecto de la democracia. Sócrates, es bien sabido, era un adversario de la democracia. El círculo socrático no se caracterizaba precisamente por su democratismo. En ese círculo filosófico fue donde por primera vez en la historia se construyó una teoría filosófica crítica con el fundamentalismo democrático. Los discípulos de Sócrates eran aristócratas y oligarcas. No eran precisamente por ello demócratas. Algunos de ellos se tuvieron que exiliar de Atenas después de la caída del régimen de los Treinta Tiranos (-403) y otros fueron condenados a muerte por haber formado parte de los Treinta Tiranos. El propio Sócrates fue condenado a beber de la cicuta como resultado de la reacción democrática posterior (-399).
Para Antístenes las leyes establecidas, las convenciones sociales no son sino una atadura para el hombre. El sabio vivirá según la virtud. La antítesis nomos/physis está reflejada en el dicho de que el sabio actúa según las leyes de la virtud y no según las leyes establecidas. El sabio se sitúa así por encima del derecho positivo y tal vez llegado el caso, en contradicción abierta con él. El sabio es cosmopolita. Antístenes criticaba a la democracia, al igual que Sócrates, por la demagogia en la que había degenerado la democracia, por la irresponsabilidad de los políticos en una ciudad en la que no se podían distinguir los buenos de los malos. Sostenía Antístenes que las ciudades se pierden cuando no se pueden discernir los hombres viles de los hombres honestos. También criticaba la falta de capacidad política del demos, porque los cargos políticos no se eligen de acuerdo con el mérito real del individuo, sino de acuerdo a caprichos subjetivos del vulgo. Antístenes llevaba su ironía a extremos en los que ridiculizaba la demagogia de los demócratas y la idiotez de sus mayorías populares hasta extremos sólo comparables con las recientes leyes españolas que estimulan el «matrimonio» de homosexuales y lesbianas entre sí en nuestros días. Aconsejaba a este respecto Antístenes a los atenienses que hiciesen un decreto según el cual los asnos eran declarados caballos y teniendo ellos por irracional tal propuesta, Antístenes replicó que «Pues entre vosotros también se crean generales del ejército que nada han estudiado, y sólo tienen en su favor el nombramiento». Cuando se le echaba en cara a Antístenes su madre tracia decía que también la madre de los dioses era una frigia; y si los atenienses se gloriaban de haber brotado de su tierra, Antístenes replicaba afirmando que los atenienses entonces compartían este dudoso honor con los caracoles y las langostas. Por lo demás, Antístenes no era precisamente un pensador político igualitarista. Esto se ve en su referencia en un escrito suyo a lo que los leones respondieron a las liebres que en sus discursos políticos reclamaban la igualdad de derechos para todos. A pesar del distanciamiento entre Antístenes y el Estado, sin embargo, no por ello renunciaba Antístenes a cumplir sus deberes cívicos. Decía que había que acercarse a la política como al fuego, no demasiado para no quemarse ni apartarse mucho para no helarse. Precisamente, la falta de necesidades, el ideal del sabio cínico es un resultado del desprecio por parte de Antístenes de la polis, del Estado en particular, cuya vida crítica son ellos. El individualismo de Antístenes lo sitúa fuera de la polis. La teoría política de Antístenes seguramente la expusieron los filósofos estoicos a partir de Zenón. Nunca olvidemos que fue el filósofo cínico Crates el maestro filosófico de Zenón, fundador de la Escuela de la Estoa. La actitud y las ideas ético-políticas de Antístenes son el origen del cosmopolitismo cínico plenamente desarrollado y abiertamente formulado ya a partir de Diógenes.
Otro rasgo antidemocrático o de crítica a la democracia establecida que percibimos en Antístenes es su desprecio de la opinión de la mayoría, de lo que llamaríamos hoy, la opinión pública como criterio estético, ético y político. La adoxía, la impopularidad es un bien y vale la pena esforzarse en conseguirla. Así pues, la opinión de la mayoría no es una norma ni un criterio que merezca respeto alguno. Hay que evitar las opiniones del vulgo. Hay así un divorcio evidente entre las opiniones del vulgo y la doctrina del sabio, entre la moral del vulgo y la ética del sabio. La multitud no puede ser filósofa. Cuando a Antístenes le elogiaban muchos atenienses, entonces preguntó: «¿Pues qué he hecho yo de mal?». El apoliticismo de Antístenes es una reacción contra el despotismo democrático de la polis. Es un distanciamiento de los asuntos públicos. Antístenes se permitió todos los sarcasmos sobre la ciudadanía de un lugar determinado y sobre la democracia.
3. La democracia
Nosotros, los españoles de comienzos del siglo XXI, vivimos en un Estado democrático. Por ello podemos vivir y percibir directamente los defectos y virtudes de tal régimen político salvo si la ideología democrática fundamentalista nos deforma tal percepción. Entre nosotros la democracia se ha convertido en una ideología, en un conjunto de valores, en una forma de vida. Es necesario aprender a deslindar el concepto de democracia de la ideología democrática, del fundamentalismo democrático o como decía Ortega y Gasset, de la democracia morbosa. Sabemos que hoy la democracia tiene un poder seductor como idea-fuerza de nuestra época, incontestable sobre la opinión pública y como elemento fundamental de la ideología dominante o de lo políticamente correcto. Antístenes es un crítico de la democracia, un filósofo que no cayó en la vulgaridad y zafiedad de la ideología democrática, en el fundamentalismo democrático. Los antiguos en general nunca cayeron en la trampa ideológica del fundamentalismo democrático. He ahí la enseñanza política que podemos extraer de ellos y en particular de Antístenes.
En primer lugar, «Democracia» viene etimológicamente del término griego «demokratía». Esta palabra compuesta se puede dividir en demos, pueblo, y kratía, poder, gobierno. Entonces, según esto, bien podríamos pensar que la democracia es el gobierno del pueblo por el pueblo y para el pueblo, como dijo Lincoln. Sin embargo, nada más alejado de la realidad que semejante representación. La democracia no es ni ha podido ser nunca el gobierno del pueblo porque la esencia de la sociedad política es su incapacidad para el autogobierno por la necesaria asimetría existente en toda sociedad política entre gobernantes y gobernados. Por ello, podemos decir que la democracia es un procedimiento técnico de generaci&oacu= te;n de la clase política de una sociedad política dada mediante el sufragio universal y la regla de la mayoría.
La democracia bajo la que vivió Antístenes es una democracia que tiene muy poco que ver con la democracia moderna capitalista de libre mercado pletórico de bienes en la que el trabajo es libre y asalariado y bajo la que vivimos nosotros. En el caso de la democracia antigua se trataba de una democracia esclavista. Era una democracia directa en la que los ciudadanos se representaban a sí mismos. La soberanía residía por partes iguales en el conjunto del cuerpo cívico y cada cual estaba obligado a ejercitar esa soberanía a través de la participación política en los asuntos públicos. Ser ciudadano conllevaba un conjunto de deberes y de obligaciones para con la polis, el Estado. Quien se abstenía de la política era el idiota, el que iba a lo suyo, a lo particular. Los ciudadanos no comprendían sin embargo al total de la población. Las mujeres, los niños, los esclavos y los metecos y extranjeros no podían participar políticamente. En esta democracia, el Estado o polis lo abarcaba todo. No existía la distinción entre Estado y sociedad civil. Había isonomía, igualdad ante la ley, isocratía, igualdad de poder e isegoría, igualdad en el derecho de tomar la palabra. Por su parte, Aristóteles consideraba importante para caracterizar la democracia la alternancia en el mando, el predominio del sorteo sobre la elección para nombrar los cargos públicos y el que cada uno puede vivir como quiera. En esta democracia esclavista directa y participativa no existen los derechos subjetivos individuales inalienables ni el Estado debe garantizar derecho subjetivo alguno. El ciudadano está al servicio del Estado. En la democracia esclavista antigua, lo político lo invade todo. Sin embargo, podemos decir con Aristóteles, que como la democracia es el régimen en el que cada uno puede vivir como quiera, Antístenes sería un resultado necesario de tal democracia, en cuanto que al ser un mercado pletórico de bienes o de valores o formas de vida, o como bien dice Platón, un bazar de sistemas políticos, lógicamente una de tales alternativas en cuanto a forma de vida que pueden ser elegidas es el vivir cínico o el vivir como Antístenes. Antístenes pues, sería un resultado o consecuencia de la democracia ateniense.
En cambio, nuestra democracia es una democracia indirecta, representativa, es liberal. En nuestra democracia conviven el principio liberal individualista garantista de las libertades y derechos subjetivos individuales y el principio democrático de las decisiones populares y mayoritarias, de los intereses sociales y del pueblo. Nuestra democracia se funda sobre la propiedad privada, en el trabajo asalariado y en el individualismo liberal. La igualdad democrática es una igualdad legal y como mucho una igualdad de oportunidades consistente en comenzar la competición en condiciones iguales y acabar siendo desiguales. La democracia moderna, capitalista, de mercado pletórico de bienes en la que se da el isomorfismo entre proceso electoral, mercado pletórico de bienes y televisión es una democracia que insiste en la diferencia infranqueable entre Estado y sociedad civil, entre la vida pública y la vida privada. El resultado es la despolitización de los ciudadanos y su conversión en consumidores satisfechos en un mercado pletórico de bienes. También el cinismo de Antístenes podría tener lugar en nuestra democracia capitalista. La actitud cínica tiene mucho predicamento aún hoy como crítica de la civilización y de la cultura y sobre todo en nuestras democracias satisfechas, aburridas y decadentes.
El fundamento de la sociedad democrática moderna es la sociedad de mercado capitalista de consumidores satisfechos. Es el mercado de bienes el que configura la sociedad democrática. El mercado configura a los individuos como sujetos consumidores y como sujetos electores de sus amigos y enemigos y aliados. La sociedad capitalista de mercado pletórico de bienes es el requisito sine qua non para que haya democracia. Cada elector es un consumidor responsable, esto es, un individuo personal ciudadano sujeto de derechos y de deberes capaz de elegir entre las varias ofertas que se le hacen como consumidor que es en el mercado capitalista. En este mercado la demanda determina la oferta y por lo tanto, la producción. Ya el propio Platón afirmó que en el régimen democrático circulaba más abundantemente la riqueza al fomentarla.
La sociedad democrática es la sociedad en la que se conforman los sujetos electores entre bienes diversos. El ciudadano es un sujeto consumidor. La sociedad democrática se funda en una sociedad gobernada económicamente por la economía de mercado.
Un mercado pletórico de bienes implica una multiplicidad indefinida de bienes fabricados (o, al menos, tratados industrialmente: agua, paisaje, fuerza de trabajo) y clasificados en especies, géneros, órdenes, clases diferentes, cada uno de los cuales ha de estar representado por unidades numéricas distributivas de carácter indefinido.
Como ya decían en 1942 Schumpeter y posteriormente, a finales del siglo XX y comienzos del XXI, Gustavo Bueno, el ciudadano que políticamente elige diputados, representantes en el Parlamento entre varias alternativas y opciones políticas es el mismo elector de bienes de consumo en el mercado. La sociedad democrática es el fruto maduro de la evolución de la sociedad capitalista. Este resultado es necesario. La esencia de la democracia es la libertad y esta libertad no es otra que la libertad de elegir entre diversas alternativas, tanto en el mercado de bienes como en el mercado político electoral. Schumpeter y Gustavo Bueno entienden la democracia como democracia de mercado. La llamada política democrática no es más que el juego de la libre competencia en un merado político hecho a imagen y semejanza al mercado de bienes económicos. El modelo de democracia elitista de Schumpeter y luego, posteriormente, el realista materialista de Gustavo Bueno nos sirven para entender en qué consiste la democracia realmente existente fuera de todo idealismo utópico o de toda ficción constitucional. Es este modelo de democracia que establece una conexión necesaria entre democracia y mercado y televisión el modelo realista y elitista de la democracia. La democracia actual es un sistema oligárquico de partidos. Esto se ve por ejemplo, en el método para cubrir los cargos públicos en la democracia capitalista, que no es otro que el de la elección, que sustituye al sorteo, método éste eminentemente democrático y utilizado en la democracia antigua. Así, la democracia moderna es más oligárquica y aristocrática que la democracia antigua. En realidad, los partidos políticos funcionan como empresas privadas: sus principios son sus marcas de competencia y los programas electorales son en realidad campañas de propaganda que cumplen la misma función en la competencia política que las campañas de promoción en el mercado de bienes económicos. De ahí se deriva la necesidad de contar con profesionales y especialistas bien preparados y agentes electorales eficaces e influyentes. En la política democrática, igual que en la economía de mercado pletórico de bienes no hay más fuente de legitimación que el éxito.
El fundamento de la democracia está en la constitución de una sociedad en la que sea posible la libertad de elección de los múltiples individuos consumidores ante una multiplicidad de bienes ofrecidos en el mercado pletórico.
Los representantes de la Nación en la sociedad capitalista de mercado se comportan como bienes susceptibles de ser elegidos por el cuerpo electoral y esto sólo es posible si hay pluralismo político. Las campañas electorales de los políticos son hechas por los mismos expertos en publicidad comercial. La publicidad comercial y la publicidad política son iguales en los procedimientos y en las técnicas.
Entonces, la estructura de la sociedad democrática es isomorfa con la estructura de la sociedad de mercado libre. La génesis de la democracia política puede entenderse históricamente como resultado de la extensión, hasta cierto punto metafórica, de la estructura de la sociedad de mercado libre de bienes a la propia sociedad política. La sociedad de mercado libre y la democracia política se realimentan, puesto que ambas dependen de los mismos principios.
El mercado implica libertad de elección, pero además configura a los individuos como electores. Es el mercado de consumo el que hace posible que existan los individuos capaces de votar democráticamente. La televisión, el mercado y la democracia son isomorfos, tienen la misma estructura.
La televisión conforma a los sujetos capaces de elegir bienes y alternativas políticas. La televisión configura a los sujetos electores. A partir de la televisión se configura la sociedad democrática. La soberanía del ciudadano-elector es lo mismo que la soberanía del ciudadano-consumidor de bienes y lo mismo que la soberanía del ciudadano-televidente.
Por lo demás, la libertad es el fundamento del régimen democrático. Esta libertad, como se ha dicho antes, es la libertad de elección entre diversas alternativas, como la libertad que tiene el consumidor en el mercado pletórico de bienes de elegir entre distintos productos de consumo. La democracia por eso tiende al relativismo y a la tolerancia de todos los valores morales, éticos y políticos posibles porque un bien o un candidato o una ideología valen siempre que sean preferidos. No es que se prefieren las cosas o las políticas porque sean buenas o convenientes, sino que son buenas o convenientes por el mero hecho de ser preferidas. En el fondo, en la democracia, todo vale.
Si es así la democracia, cabe entonces hacer uso de ella de manera funcional y pragmática de la mejor manera posible para garantizar o alcanzar la eutaxia política de la sociedad política. Se trata de sacar provecho de la democracia, saber usar de ella para obtener unos buenos resultados políticos, hacer buena política con ella. Cabe de esta manera un cierto funcionalismo democrático práctico, pragmático, consistente en aprovechar o utilizar las reglas del juego electoral democrático para conseguir resultados lo más óptimos posibles para conseguir la paz pública y ello sin creerse demasiado las ficciones constitucionales ni las de la teoría política democrática. Se trataría de considerar los mitos de la democracia o sus ficciones, como ficciones útiles que sirven para salvar las apariencias, los fenómenos. El problema con el que tropezamos es que ha surgido una ideología democrática que exalta a la democracia más allá de lo razonable, que mitifica la democracia como forma política universal, buena, eterna e inmutable, signo del final de la historia y régimen político definitivo para toda la humanidad. Lo peor de todo esto es que hay mucha gente que se lo cree y hay muchos políticos que también se lo creen. Hoy día casi todo el mundo sostiene que la democracia es la forma final de la historia política, la forma más elevada y definitiva que el Género humano ha encontrado para vivir en paz, en libertad y en solidaridad.
Ser demócrata se hace así equivalente en las democracias modernas con ideología fundamentalista a ser hombre honrado. No ser demócrata es un crimen contra la humanidad. Se hace equivalente el no ser demócrata a ser un hombre miserable, un protohombre o un subhombre. Se considera al que no es demócrata como un bárbaro o primitivo, un hombre subdesarrollado, no plenamente desarrollado. El futuro, el fin de la historia, pertenece a la democracia. Los regímenes políticos no democráticos no merecen ningún respeto ni consideración, no son siquiera políticos. En ellos se trata a los hombres como a bestias no como a personas.
Lo que no se entiende bien es de dónde brota la evidencia de que el futuro pertenezca a la democracia representativa y se entiende peor aún la voluntad de extenderla y darla a participar a todos los hombres. No hay razón alguna para considerar a la democracia como el sistema político definitivo de la Humanidad y de la Historia. No hay razón alguna para considerar a la democracia parlamentaria como la única forma válida, decente y superior de sociedad política. Además, pensar que las insuficiencias estructurales y necesarias de la democracia se superan simplemente añadiendo más democracia es un grave error típico del que está dominado por la ideología democrática fundamentalista.
Precisamente Antístenes puede ser considerado por lo poco que nos ha quedado de él como un filósofo moral y político que no creía en la democracia, que era un crítico de la democracia, tanto más entonces, por tal razón, del fundamentalismo democrático de nuestros días. Tucídides había ya criticado de la democracia el que el pueblo, el demos no estaba a la altura de sus responsabilidades, que no tenía suficiente capacidad política para dirigir el Estado con acierto y con prudencia. Por decirlo de alguna manera, que en el demos no había suficiente sabiduría política para adoptar decisiones políticas correctas y acertadas.
Platón es el gran crítico de la democracia en la época de Antístenes. Seguramente, Antístenes hubiera suscrito punto por punto la crítica platónica a la democracia. La crítica platónica a la democracia se funda en los siguientes argumentos:
1. La masa popular (hoi polloi) es asimilable por naturaleza a un animal esclavo de sus pasiones y sus intereses pasajeros, sensible a la adulación, sin constancia en sus amores y odios. Por lo tanto, confiarle el poder es aceptar la tiranía de un ser incapaz de la menor reflexión y rigor.
2. Cuando la masa designa a sus magistrados, lo hace en función de unas competencias que cree haber observado –cualidades oratorias en particular– e infiere de ello la capacidad política.
3. En cuanto a las pretendidas discusiones en la Asamblea, éstas no son más que disputas que oponen opiniones subjetivas inconsistentes entre sí, cuyas contradicciones y lagunas traducen su insuficiencia.
Por lo tanto, la democracia es ingobernable. El desorden y el relativismo de los valores de la democracia conducen a la tiranía y fomentan la inmoralidad de cada uno. La argumentación platónica busca unir el saber con el poder. Antístenes critica a la democracia la falta de prudencia del demos, el relativismo de la masa y el que no fomenta la virtud. Hoy nos hace falta más que nunca triturar la ideología democrática fundamentalista. Se trata de conocer la democracia tal y como es y con sus límites. Necesitamos luchar contra el relativismo moral y fomentar la práctica de la virtud y la excelencia. Ahí siempre tendremos la inspiración y la ayuda de Antístenes. Antístenes no se creía que la democracia fuera la forma suprema de gobierno ni la forma de gobierno final de la humanidad. Se reía de los abusos de la democracia. Lo más importante es el cultivo de la virtud y la búsqueda de la verdad. La democracia debe estar subordinada a tales valores. Ahí está Antístenes para recordárnoslo cada vez que leemos lo poco que sabemos de él. Antístenes nos incita a enfrentarnos con la democracia y con su relativismo moral en nombre de la virtud. Antístenes nos ayuda a no creernos que porque una decisión sea adoptada democráticamente tenga que ser necesariamente tal decisión prudente y racional. El sabio en política buscará la eutaxia política y se dará cuenta de que se puede hacer igualmente buena política tanto en una democracia como en una dictadura. Otra cosa muy diferente serán sus preferencias políticas. El sabio sabrá qué forma política será la más conveniente para la sociedad política en cada momento dado. El vulgo se conformará con votar y obedecer o, simplemente, obedecer dulcemente. El inconformismo político, ético, moral de Antístenes es un modelo que es conveniente seguir para evitar caer en la estupidez política, en el conformismo y en el culto al dogma democrático del fundamentalismo del pensamiento Alicia o del pensamiento políticamente correcto de nuestros días. A nuestro juicio, la conexión entre Antístenes y la democracia es esencial. En un Estado no democrático no se hubiera dado Antístenes. Antístenes constituye un momento decisivo en la crítica de la cultura y de la civilización esclavistas y por lo tanto, del Estado democrático. El pluralismo político y la tolerancia democráticos exigen un Antístenes como formando parte de la oferta del mercado pletórico de valores y alternativas morales y políticas. La posición crítica de Antístenes frente a la democracia es un momento decisivo constitutivo de la propia democracia. Tal vez no nos vendría mal tener un Antístenes del siglo XXI en España o toda una secta del Perro rediviva en las corruptas y decadentes democracias parlamentarias europeas con Estado de Bienestar de Partidos progresistas y socialdemócratas. Un cinismo nuevo podría ayudar a limitar las omnicomprensivas aspiraciones ideológicas de las democracias constituidas en el sentido del fundamentalismo democrático y a efectuar la crítica cultural al fundamentalismo democrático y contribuir a la reforma del entendimiento. Bienvenida sería la crítica cínica o antisténica a las opulentas sociedades democráticas europeas del Bienestar, sumidas en el aburrimiento y en el relativismo ético. La atmósfera ideológica, en España al menos, comienza a ser irrespirable, igual que el ambiente de despotismo democrático existente en la época de Antístenes en la democracia ateniense. Así que entonces, en consecuencia, no nos vendría mal pedir un Antístenes desde España.
Debate sobre la democracia en Teatro crítico [20 febrero 2007]
Notas
{1} W. K. G. Guthrie, Historia de la Filosofía griega, Editorial Gredos, Madrid 1994, Versión española de Joaquín Rodríguez Feo, tomo III, pág. 295.
{2} W. K. G. Guthrie, op. cit., pág. 297.
{3} W. K. G. Guthrie, op. cit., pág. 297.
 


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