miércoles, 7 de marzo de 2012

Deslegitimación

Es muy importante que un régimen político sea aceptado por la mayor parte del vulgo. El vulgo no obedece por miedo o por terror, sino por amor, simpatía o indiferencia. La gente obedece de buen grado por la dulzura del obedecer y porque cree que es conveniente y razonable. Lo ve justo. Todo régimen político si existe y está establecido y dura tiempo es porque los súbditos obedecen de buen grado. Napoleón ya decía que la gente era buena, porque si no lo fuera, no habría ni fuerzas armadas ni gendarmes suficientes para frenar a las huestes populares cometiendo delitos y fechorías sin cuento. El Régimen de 1978 es obedecido porque la gente cree en la democracia, no sólo eso, sino que hay una buena parte del pueblo que cree en el fundamentalismo democrático, en el progresismo y en todas las miserias ideológicas de las izquierdas, en el mito de la República Española de 1931, en el mito de la Guerra Civil y en el mito del franquismo, variedades de la Leyenda Negra Antiespañola y del mito de Europa. Por estos mitos se mueve la plebe progresista y perrofláutica. A esto hay que añadir la búsqueda intensiva de restos óseos en toda España, que luego, finalmente no creo que encuentren muchos a decir verdad.
Estos mitos ideológicos configuran en parte la obediencia al Régimen de 1978. La parte conservadora cree en la democracia y en el fundamentalismo democrático también. Ese consenso fundamentalista democrático sostiene al Régimen de 1978.
Pero también legitiman o deslegitiman a un régimen político sus aciertos o desaciertos políticos respectivamente. Los logros, la satisfacción material de los intereses del pueblo contribuyen a consolidar la obediencia o a deteriorar la obediencia debida al Régimen. La corrupción del Estado de Partidos, de la Monarquía, de las instituciones políticas, de la sociedad española también contribuyen a deslegitimar el Régimen de 1978. Una medida acertada sería reformarlo para evitar una ruptura política brusca en España y prevenir el descontento político del pueblo en medio de una crisis político-constitucional y económica simultáneamente concurrentes en agravar la situación política que contribuye así a un fomento de la distaxia política, tan indeseable siempre para cualquier Estado y para cualquier Régimen político. Para mí España es más importante y es anterior al Régimen de 1978, que yo estimo caduco y carente de vigor y vigencia hoy en día porque la Constitución española de 1978 ha pasado hace ya algunos años a ser una constitución meramente semántica, que poco o nada tiene que ver con la vida política española real.

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