Geopolítica
en Carl Schmitt.
La geopolítica es una disciplina teórica perteneciente a las
ciencias humanas que estudia o considera las relaciones internacionales, la
política exterior e interior de los estados en función de la geografía. Digamos
pues, para entendernos, que sostiene la geopolítica que hay una suerte de
determinismo geográfico de la política. La
disciplina de las relaciones internacionales tiene dos principales corrientes:
la realista, el realismo político que concibe las relaciones internacionales
como política de poder cuya desembocadura lógica es la guerra y la corriente
idealista que sostiene que hay más relaciones de cooperación entre los Estados
que de conflicto y sostiene la necesidad de establecer unas leyes
internacionales de derecho y la importancia de la diplomacia y de la resolución
pacífica de los conflictos. En sentido riguroso debiera hablarse más bien de la
disciplina de las relaciones internacionales más que de geopolítica.
Nos vamos a ocupar en el presente escrito con la obra de
Carl Schmitt (1888-1985), gran teórico de la filosofía, de la ciencia política,
del derecho y también de la geopolítica, católico, alemán y muy vinculado a
España, en donde se le llegó a apreciar en su justa medida mucho antes de que
fuera bien considerado y valorado en su propia Patria, Alemania ya muy
tardíamente. Carl Schmitt siempre estuvo cerca de España. Decía Carl Schmitt:
“Los enemigos de España siempre serán mis enemigos”. Por cierto, que los
herederos de Carl Schmitt son españoles. En España tuvo buenos díscípulos,
Manuel Fraga, Javier Conde, Alvaro D´Ors, etc. La lectura de Carl Schmitt
resulta imprescindible para comprender nuestro presente desde una perspectiva
realista en lo que respecta al derecho, a lo político y a las relaciones internacionales.
El decisionismo político de Carl Schmitt procede de Thomas
Hobbes, quien afirma que auctoritas, non veritas facit legem. El fundamento del
derecho positivo es el poder político del soberano y su decisión en un vacío
normativo. Se rechaza en el decisionismo jurídico y político tanto el
iusnaturalismo como el positivismo jurídico. Carl Schmitt afirma 1. La decisión
es el fundamento del derecho y el principal acontecimiento político. 2. La
soberanía descansa en el poder definitivo de la decisión. La soberanía es la de
quien ostenta el mando. 3. El poder del soberano es el poder de decisión de
distinguir entre el amigo y el enemigo y el decidir sobre el estado de
excepción. Soberano es quien decide sobre el estado de excepción. Este poder
soberano brilla especialmente en las situaciones excepcionales,
extraordinarias. Siempre, por debajo de las instituciones políticas, del
derecho político, está el soberano, el que manda.
La dictadura es en política lo que el milagro es en la
teología decía Donoso Cortés y Carl Schmitt, seguidor de Donoso Cortés y gran
admirador del pensador español va a sostener que todos los conceptos
importantes de la teoría del Estado son conceptos teológicos secularizados. La
teoría de la decisión es una teoría sobre el poder político, sobre el poder del
Estado. El poder político siempre funciona así, de la misma manera, ya se trate
de una dictadura, oligarquía o democracia. El poder político es monocrático
siempre como añadirá en su momento Julien Freund, un discípulo de Carl Schmitt.
El liberalismo constituye una despolitización del poder político. Se trata de
una neutralización de lo político. Lo político queda desplazado, oculto, pero
no suprimido, porque no se puede suprimir. Siempre existirá. Donoso Cortés
afirmaba que la burguesía era la clase discutidora y que nunca se pronuncia ni decide. El
liberalismo pues, carece de doctrina. No tiene decisión. Entre la derecha
conservadora y el socialismo los liberales con su oportunismo e indecisión
están continuamente oscilando entre estos dos polos. Es este pues un equilibrio
inestable. Todo lo fía el liberalismo a
la discusión política y al debate parlamentario racional. Friedrich Julius
Stahl afirmaba que los liberales, algunas veces eran conservadores contra los
socialistas y para defender la propiedad privada y otras veces eran
progresistas para atacar al Antiguo Régimen y a sus partidarios. Eso lo llamaba
Lenin oportunismo y también afirmaba que a la socialdemocracia, a los
revisionistas les pasaba lo mismo. Ejercer el poder político pero que parezca
que no hay mando, que no hay decisión, eludiendo la decisión. Eso es el
parlamentarismo liberal. Hasta que finalmente hace su entrada la decisión como
no podía ser menos en las situaciones de excepción o extraordinarias.
Hemos
de exponer a continuación aquí las posiciones realistas en política
internacional anteriores a Carl Schmitt de Hobbes,
Hegel y Clausewitz y que influyen
decisivamente en éste. En particular, es
de destacar el tema de la guerra, el pensar la guerra, que es lo más importante
en la geopolítica y las relaciones internacionales sobre todo.
Hobbes.
La guerra es para Hobbes la desembocadura lógica de las
relaciones internacionales. La guerra moderna se desenvuelve en el orden
internacional europeo en la Edad Moderna hasta la primera guerra mundial. Viene
reflejada inicialmente esta doctrina realista de la guerra, en primer lugar en
el Leviatán de Hobbes. Hobbes considera que los estados se hallan en sus mutuas
relaciones en estado de naturaleza. Estas relaciones internacionales se hallan
gobernadas por la ley natural. Los estados deben procurar su seguridad frente a
amenazas exteriores mediante convenios con otros estados y mediante el recurso
a la guerra, cuando ello les sea conveniente. Para Hobbes la constante
posibilidad de la guerra entre los estados es la necesaria contrapartida a la
supresión de las guerras civiles de religión. Desaparece la doctrina de la
guerra justa según la doctrina de
Hobbes. La legitimidad de la guerra consiste en que es emprendida por el
soberano. Lo que cuentan en las guerras son los resultados. No hay ningún
reproche moral que hacerle al soberano que emprende una guerra.
Hegel.
Según Hegel los Estados no se hallan sometidos a una
autoridad superior. Están pues en estado de naturaleza. Interestatal que
determina lo que es justo o injusto o cuál sea el interés general internacional
al que deban servir los estados singulares, los estados soberanos persiguen
entonces sus propios intereses particulares, su bienestar, su eutaxia política,
su propio bienestar, su seguridad, el perdurar o su engrandecimiento. Nosotros
añadiríamos por nuestra parte que todo estado es imperialista y debe aspirar al
imperio o convertirse en una provincia de otro o sencillamente en una república
mercantil insignificante e irrelevante.
Los conflictos entre los estados se resuelven por la guerra
y eso depende de la fuerza de cada estado. Tratados y guerras son los medios
para garantizar la seguridad e intereses de los estados. La guerra es para
Hegel un medio legítimo en la esfera internacional. Es un medio normal y
legítimo.
El
pueblo es la única encarnación concreta de la ética. Es la Sittlichkeit, la
eticidad. Cada pueblo es único y es excluyente de los demás pueblos
individuales. Por eso tienen lugar las guerras entre los pueblos. Son
necesarias. Cada Estado es una expropiación del resto de la humanidad. Como
dicen Hobbes, Bakunin o Gustavo Bueno, todo Estado ocupa la tierra, la divide y
excluye a los que no son súbditos del Estado. El asentamiento y la partición
son la base del derecho. El derecho, el orden jurídico, es el Estado. Estado y
ordenamiento jurídico son lo mismo. Kelsen dixit. El Estado es pues el que crea
la propiedad privada, una característica fundamental de la civilización y una
característica antropológica básica.
Las
guerras son una condición de la salud ética de los pueblos. Las guerras sacuden
la dilución del hombre en el mundo de los intereses y de los conflictos de
clase y dan al pueblo su unidad. Sin embargo, las guerras llevan a los pueblos
a su decadencia, incluso a los vencedores. Las guerras forjan los imperios,
amenazados de disgregación. El katechon es limitado.
Los
Estados se reconocen mutuamente como independientes, lo que implica para ellos
unos ciertos deberes morales. Los tratados deben ser observados, los
embajadores deben ser respetados, etc.
Pero
eso no es más que un deber ser. El Estado puede transgredir las normas morales
porque está en estado de naturaleza. Las guerras están destinadas a impedir que
el pueblo sea esclavo de su interés privado y particular y de la vida. El
verdadero dueño es la muerte. Heidegger: vivir y morir de cara a la muerte debe
el Dasein. Los pueblos pacíficos y pacifistas se convierten en esclavos. Al
interesarse por su Dasein, su ser ahí, aceptan su pérdida de independencia.
Como dice Heráclito, la guerra hace a unos señores y a otros esclavos. En la
dialéctica del reconocimiento de Hegel que aparece en la Fenomenología del
Espíritu de 1807 surge también la diferencia entre señores y esclavos. El
esclavo ama la vida y cede su libertad y el señor no teme perder la vida en la
lucha y esclaviza al débil y apegado a la vida. Sin embargo, en Hegel luego se
produce la inversión: el esclavo se hace señor y el señor se vuelve esclavo
porque el señor depende del trabajo del esclavo.
La
guerra tiene un carácter limitado en cuanto al uso de la fuerza. Hay que tener
en cuenta no sólo el ius ad bellum, sino también, además el ius in bello. Las
guerras de exterminio, de una virulencia extrema están excluidas, privadas de
toda legitimidad y también las guerras que obstruyan toda posibilidad de una
paz en el futuro, así como las que tengan por objetivo destruir las
instituciones internas de un estado, la sociedad civil o particulares no
combatientes, los civiles.
En
la guerra el estado reconoce a su contrario, a su enemigo como un igual
soberano, le tiene que conferir realidad y al mismo tiempo cobrar conciencia de
su misma existencia al verse a sí mismo reflejado en su estado enemigo. Tat
tvam asi: eso eres tú. Es como si fuera éste un espejo que le devuelve la
imagen de lo que realmente es. Hay un reconocimiento estatal. Es la lógica del
reconocimiento que aparece en la Fenomenología del Espíritu de Hegel de 1807
que hemos señalado más arriba. Hay una correlación entre la lógica del
reconocimiento mutuo entre estados y la limitación de la guerra.
“Por
eso las guerras modernas son llevadas a cabo de un modo más humano y las
personas no se enfrentan entre sí con odio. La hostilidad personal puede a lo
sumo aparecer en las primeras líneas, pero en el ejército en cuanto tal la
enemistad es algo indeterminado que cede ante esl deber que uno aprecia en el
otro.”
Por
otro lado Hegel afirma que en ocasiones la guerra proporciona la unidad del
pueblo, la cohesión social entre los miembros del pueblo. Ahí están las uniones
sagradas de todos los partidos políticos en Alemania y Francia en agosto de
1914, incluyendo la socialdemocracia alemana del SPD y la SFIO en Francia. El
egoísmo nacional es más importante que el sujeto proletario internacional
inexistente por otro lado. La guerra manifiesta las virtudes cívicas y la
disposición de los ciudadanos al sacrificio en aras de la comunidad. Además, finalmente,
la guerra forma parte de la filosofía de la historia universal en una
teleología evolutiva que no es más que la idea de progreso histórico.
Clausewitz.
Tal vez sea Clausewitz el máximo pensador de la guerra
clásico. Conviene examinar su doctrina sobre la guerra. Schmitt suscribe su
doctrina.
En primer lugar, la guerra
hay que considerarla no desde una perspectiva ética o sentimental, sino
desde una perspectiva realista, desde el realismo político. Hay que atenerse a
los hechos, a lo que hay.
En segundo lugar la violencia tiene una tendencia intrínseca
a ascender a los extremos. Esta violencia no tiene límites en principio.
En tercer lugar, hay que dejar al enemigo sin capacidad de
respuesta. El fin de la guerra, la victoria, consiste en la aniquilación del
enemigo.
En cuarto lugar, la guerra es un acto político. La guerra es
pues la continuación de la política por otros medios.
En quinto lugar hay que distinguir entre guerra absoluta y
guerra real. En la guerra absoluta se produce la ascensión hacia los extremos
en la violencia militar. En este tipo de guerra se sigue la pura lógica
militar. En la guerra real, sin embargo, entran en juego los cálculos y las
consideraciones políticas. En la guerra absoluta lo político y lo militar
coinciden porque lo militar absorbe a lo político, mientras que en la guerra
real es la política la que absorbe a lo militar. La guerra será tanto más destructiva
y cruel cuanto más ambiciosos sean los fines
políticos que se persigan en el conflicto bélico, esto es, cuanto más difíciles
de conseguir sean tales fines que se persigan.
La guerra es la prosecución de la política por otros medios
y además un acto de violencia destinado a obligar al adversario a hacer nuestra
voluntad. Esta aplicación de la fuerza no admite ningún límite lógico.
La guerra en cuanto acto político supone una pluralidad de
voluntades enfrentadas, encontradas, esto es, de sociedades políticas. La
política presupone la distinción entre amigo y enemigo como dice Carl Schmitt.
El soberano es quien decide sobre el estado de excepción y es quien distingue
entre amigo y enemigo, Carl Schmitt dixit. El mundo político es un pluriverso
político. En esta lucha cada Estado quiere vencer al otro. La guerra es así la
violencia, es decir, la violencia física (ya que no existe violencia moral
fuera de los conceptos de Estado y de Ley), es por lo tanto el medio y el fin
es imponer nuestra voluntad.
La guerra es el desenlace lógico de las relaciones
internacionales. La conducta estratégico-diplomática de los Estados gira en
torno a la posibilidad del conflicto armado. Por lo demás, toda guerra tiende a
hacerse sucia. Los beligerantes en la guerra quieren ganarla y si para ello hay
que vulnerar las convenciones internacionales o las leyes sobre la guerra,
entonces se hará real tal infracción. Además, en toda guerra hay daños humanos
y materiales colaterales como consecuencia de la propia guerra que no se
buscaba producir pero que es inevitable que se produzcan.
En contra de los pacifistas de buen corazón, Clausewitz
declara que “como es natural, las gentes de buen corazón piensan que hay algún
medio ingenioso de desarmar o derrotar al enemigo sin excesivo derramamiento de
sangre, y quizás imaginen que ésta es la verdadera finalidad del arte de la
guerra”. Entonces el humanitarismo progresista sólo multiplica las bajas, las
propias como las adversas. “La guerra es un asunto tan peligroso que los errores
debidos a la benevolencia son los peores de todos.” Así, pues “introducir el
principio de moderación en la guerra siempre conduce al absurdo lógico. Según
Clausewitz, contraponer paz y guerra como estados excluyentes es un error. En
la guerra no hay ni puede haber respuestas militares proporcionadas con el
enemigo. Se trata de vencer o perder y la victoria es preferible a la derrota y
por eso la utilización de la fuerza necesaria para lograr la victoria es
imprescindible. Más bien ocurre que la paz es un acto de guerra. La sociedad
política entonces está condicionada y codeterminada por las demás sociedades
políticas que la envuelven.
Carl
Schmitt.
“La guerra guarda el núcleo de las cosas.” Según
Schmitt hay que distinguir entre la guerra moderna, humanizada, limitada por el
equilibrio europeo de poder entre los estados europeos y la guerra surgida en
el siglo XX caracterizada por el pacifismo jurídico, el imperialismo anglosajón
que subvierte la guerra moderna. Esta última guerra queda deshumanizada. En la
guerra moderna los Estados se hallan en estado de naturaleza y el estado
monopoliza la violencia y el ius ad bellum. Hay una continua conexión entre paz
interior y guerra exterior y hay un símil entre la guerra interestatal y el duelo. Es como la lucha entre dos
individuos pero ampliada. La guerra no es sino la realización extrema de la
enemistad. Lo político es la distinción entre amigo y enemigo que realiza el
soberano. Luego la guerra, al ser la continuación y la realización extrema de
la enemistad, es como decía Clausewitz, un acto político. Schmitt asocia la
política con la guerra. La guerra y la enemistad forman parte de la historia de
los pueblos. Sólo quien tiene un pesimismo antropológico es realista y puede
elaborar una doctrina política que sirva para la comprensión de los fenómenos
políticos, esto es, la distinción entre amigo y enemigo. La guerra es algo
existencial. La guerra es total cuando el enemigo es total. Una guerra total
pone en juego todos los recursos disponibles.
Imperialismo.
Según Carl Schmitt, el imperialismo tradicional era
conquistador y aspiraba a dominar directamente un territorio extranjero ya
fuera por anexión como provincia o a través de la constitución de colonias o
protectorados. Esto tiene lugar generalmente por conquista, por medio de la
guerra de anexión.
En cambio, frente al imperialismo tradicional, el nuevo
imperialismo anglosajón se caracteriza por 1) su proyección universal y 2) por
sus específicos medios de dominación.
1).Para
Schmitt el imperialismo de los EE.UU. tiene un carácter y proyección
universales. Pretende el dominio mundial. Esto va unido a una pretensión de
universalización o mundialización del sistema de valores ético-políticos
norteamericanos. En el tratado de
Versalles de 1919 se impusieron los puntos de vista de los anglosajones. Woodrow
Wilson fue el primer presidente de los EE.UU. en defender la hegemonía mundial
de los Estados Unidos justificándola con los tópicos progresistas y liberales
dominantes en EE.UU. desde fines del siglo XIX. Los EE.UU. representaban los
valores de la democracia, la paz, el progreso, la libertad, los derechos y la
fe cristiana. El patrimonio de la civilización occidental estaba en los EE.UU.
y éstos eran sus más firmes defensores. Wilson añadió la misión providencial,
protectora, salvífica, redentora de los EE.UU., del gobierno de los EE.UU. Dios
había concedido y conferido a los EE.UU. –el destino manifiesto- la misión de
extender y garantizar por todo el mundo los valores de la sociedad civilizada
moderna, en especial frente al decadente, corrupto, anárquico y belicista Viejo
Mundo. La ideología de Wilson era una mundialización y radicalización de la
doctrina Monroe de 1823. Cuando se firmó el pacto Briand-Kellogg el 27 de
agosto de 1928 los EE.UU. y Gran Bretaña formularon sus reservas. Los EE.UU.
excluían del ámbito de aplicación del pacto todo recurso a la fuerza
justificado por la doctrina de Monroe. En el continente americano, la Sociedad
de Naciones de Ginebra sólo puede tomar las acciones toleradas por los Estados
Unidos. Carl Schmitt dixit. El Reino Unido por su parte declaró la prioridad de
la paz y la seguridad del Imperio británico y su consiguiente derecho a la
defensa legítima de éste frente a cualquier ataque. Por lo demás, como declara
Carl Schmitt, la Sociedad de Naciones en su articulado incluye el respeto a la
doctrina de Monroe.
Para los EE.UU. sus valores ético-políticos son
universalmente válidos para todo el mundo y por lo tanto es legítimo pretender
imponérselos a todos los pueblos del mundo. Los intereses de la humanidad se
identifican con los intereses de los EE.UU. Los valores de los EE.UU. son la
concepción del mundo liberal-democrática capitalista o pensamiento liberal
individualista.
2) El nuevo imperialismo anglosajón. Tres medios
distingue Schmitt: los económicos, los jurídicos-internacionales y y los político-culturales.
Hay
una estrecha relación entre dependencia económica y dependencia política,
créditos, deudas.
Hay
tres instrumentos jurídicos internacionales utilizados por los EE.UU. para
imponer su voluntad a los estados dependientes. 1. Tratados internacionales
bilaterales que autorizan la intervención militar discrecional de los EE.UU. en
el territorio de la otra parte contratante. Es la aplicación de la doctrina
Monroe. Esto comenzó con Theodore Roosevelt a principios del siglo XX. La
doctrina Monroe ha cumplido con su deber al someter al continente americano a
la hegemonía de los Estados Unidos. Es eso es precisamente el imperialismo. “En
realidad, cualquier clase de imperialismo implica la intervención en los
asuntos de otros estados dependientes, porque imperialismo siempre significa
también hegemonía”.
2. Las realizaciones institucionales y normativas del pacifismo jurídico. El
imperialismo anglosajón ha instrumentalizado la Sociedad de Naciones, el
Tratado de Versalles, Pacto Briand-Kellogg, Protocolo de Ginebra y convenios de
desarme. 3. La declaración de no reconocimiento de gobiernos americanos
surgidos de revoluciones, golpes de estado e insurrecciones por parte del
gobierno de los EE.UU. Estas declaraciones pretenden forzar la caída de
gobiernos poco complacientes con los intereses norteamericanos condenándolos al
ostracismo político y económico.
3)
Dominación ideológica, político cultural. El imperialismo domina el lenguaje
político e ideológico, el discurso político. Es la colonización liberal capitalista
anglosajona del discurso, del pensamiento. Se trata de la aceptación mundial de
conceptos y argumentaciones políticas y jurídicas procedentes del universo
político e intelectual anglosajón. Es esta la forma de dominio más efectiva,
insidiosa y peligrosa para los pueblos no anglosajones en manos de los EE.UU.
Con razón decían los filósofos confucianos que prioritaria en la tarea de
reforma social y política y de buen gobierno era la rectificación de los
nombres.
Schmitt
compara el nuevo imperialismo con la Iglesia católica en los siglos XVI y XVII
y su doctrina de la potestas indirecta. Es la soberanía indirecta. Es la
supremacía político-ideológica mundial infiltrándose por los medios de presión
y con su hegemonía cultural en los procesos de toma de decisiones que se dan en
los gobiernos subalternos.
Hay
dos críticas principales que formula Schmitt al pacifismo jurídico de Hans
Kelsen y de Wehberg:
En
primer lugar, frente al pacifismo jurídico liberal Schmitt critica la idea
misma de limitación del uso de la guerra y critica la pacificación a través del
derecho internacional, concebido éste último desde una perspectiva
normativista. Las normas del derecho internacional que condenan y proscriben la
guerra de agresión interpretada desde una definición meramente formal de
agresión y agresor no tienen ningún efecto de limitación o pacificación si no
se hallan soluciones políticas a las causas de fondo que provocan las guerras
que incitan a recurrir a la fuerza armada.
La
segunda de las críticas resalta el paradójico efecto de desestructuración o
disolución de la ordenación de la guerra propia del ius publicum europaeum.
Artículos 227 y 228 del Tratado de Versalles, a los artículos 10 a17 del
Convenio de la Sociedad de Naciones, al Protocolo de Ginebra y al Pacto
Briand-Kellogg, así como a la literatura misma desplegada por el pacifismo
jurídico.
Dice
Schmitt que todo esto facilita la eliminación de toda inhibición frente a la
guerra total por la supresión de la clara distinción entre neutralidad y
beligerancia. El pacifismo jurídico es el instrumento del imperialismo
anglosajón. Por lo demás, el pacifismo jurídico disuelve el principio de
soberanía estatal y coloca al derecho internacional por encima del estado.
La
guerra entre estados soberanos era siempre un duelo entre iustus hostis. Si dos
o más estados no se encontraban en guerra en este sentido, estaban en una
situación de paz. La guerra y la paz eran situaciones interestatales claramente
delimitadas, según Schmitt.
Con
el pacifismo jurídico, la gran potencia de turno está legitimada con base en
ciertos convenios internacionales para discernir con efectos para terceros
estados en el seno de la anterior situación unitaria de guerra entre dos
posiciones contrapuestas, entre la posición del iustus hostis del estado que
actúa conforme al derecho internacional, y la del iniustus hostis, del estado
infractor del derecho internacional. La vieja noción no discriminatoria de
guerra interestatal desaparece. Se produce entonces una criminalización en la
posición jurídica de los contendientes. Todo estado neutral tiene que tomar
medidas sancionadoras contra el estado infractor del derecho internacional. Ya
no hay neutralidad pues. La distinción entre neutralidad y beligerancia
desaparece. Así pues el pacifismo jurídico a partir de 1919 distingue entre
iniustus hostis y iustus hostis. El imperialismo anglosajón hace uso de esta
distinción, la instrumentaliza en beneficio propio. Esto impulsa a suprimir la
limitación y la humanización de la guerra interestatal. Es la evaporación de
los límites a la destructividad de la guerra que existían en la guerra moderna.
Esto lo llama Schmitt guerra total. Significa despliegue extremo de la fuerza y
la movilización completa de todas las reservas y también es poner los recursos
bélicos destructivos en juego sin miramientos.
Las
guerras por motivos morales, jurídicos como misiones de paz, ejecuciones,
sanciones y operaciones de policía internacional no tendrán ya restricciones de
las guerras de gabinete antiguas, serán guerras totales. Se caracterizarán por
el empleo de toda clase de métodos, no sólo por métodos estrictamente
militares, y, sobre todo, por una crueldad e inhumanidad en el trato al enemigo
nunca antes imaginadas. El universalismo
ético-político del cual presume ser el abanderado el imperialismo anglosajón es
la causa de esto, de esta totalización de la guerra, esto es, de que las
guerras pasan a ser guerras totales. Los estados que se enfrenten al
imperialismo anglosajón y sus aliados serán algo más que infractores del convenio
de la Sociedad de Naciones y el Pacto Briand-Kellogg: serán nada menos que
enemigos de la humanidad. El imperialismo anglosajón identifica sus
particulares valores e intereses con los pretendidos valores e intereses de la
humanidad en todo tiempo y lugar, como la paz, el progreso, la libertad, la
democracia y similares. Quien se opone al imperialismo anglosajón se opone
también a los intereses de la humanidad y se convierte en enemigo del género
humano. Entonces se le niega al enemigo toda legitimidad, se le pone fuera de
la ley, se le niega al enemigo la condición de hombre. Se lleva así a la guerra
a la más extremada inhumanidad. En esto también consiste el fundamentalismo
democrático del que hablaba Gustavo Bueno coincidiendo curiosamente con el diagnóstico
de Carl Schmitt. Bueno establece tres pilares de la ideología democrática: 1.
La teoría de la división de poderes. 2. La teoría de los derechos humanos y 3.
La doctrina del estado de derecho. Bueno afirma que el fundamentalismo
democrático afirma que el que no es demócrata no es siquiera hombre. Un estado
no democrático no tiene legitimidad ni derecho a existir desde la ideología del
fundamentalismo democrático. Toda guerra se hace para conseguir la paz, ergo,
toda guerra es una misión de paz. Desde el punto de vista fundamentalista
democrático sólo se puede llevar a cabo una guerra defensiva o bien una guerra
o cruzada para extender la democracia y los derechos humanos. Sólo es legítima
la guerra por la democracia y los derechos humanos. Las guerras actuales son
las guerras de la doble moral.
Los
convenios internacionales que restringen la decisión estatal de recurrir a la
guerra y la doctrina jurídico-política que los ha inspirado son medios de
discriminación moral en manos del imperialismo anglosajón y sus aliados. Sirven
para descalificar como inmorales, como incivilizados y bárbaros a sus enemigos.
Esto transforma la guerra en guerra de aniquilación.
La
doctrina de los grandes espacios de Carl Schmitt.
El orden internacional puede ser concebido como una
ordenación del espacio por una cierta distribución de la tierra, entre entidades estatales distintas. Los grandes
espacios son una nueva forma de distribución y organización políticas del
espacio terrestre.
El hombre es un ser territorial, terrestre. Se sostiene,
camina mueve sobre la tierra firme. Ella es el punto de partida y de apoyo.
Ella determina sus perspectivas, sus impresiones y su manera de ver el mundo.
La historia universal es la historia del antagonismo entre tierra y mar. Son
ambos espacios vitales determinantes para el hombre. Todo orden social es una
ordenación del espacio y está condicionado por la concepción del espacio que se
tenga. Toda revolución social es entonces una revolución espacial.
En Tierra y mar aparece la reflexión de Carl Schmitt sobre
la historia universal desde la consideración de ésta como el contraste y
enfrentamiento entre tierra y mar. Toda nuestra actual existencia, dicha o
desgracia, gozo dolor, son para nosotros vida terrestre, terrena, terrenal y
según los casos, bien paraíso terrenal o valle de lágrimas. La tierra es
Gea, Magna Mater. El hombre es un animal
ctónico, telúrico, viene de la tierra y a la tierra ha de volver.
La historia universal es la historia de la lucha entre
potencias terrestres y potencias marítimas. Leviatán adversus Behemoth. Más
adelante añade el monstruo aéreo judío, el Ziz, o Grifo. Para Hobbes el Behemoth es el populus y el
Leviatán es el rex. Mitología judía. Cada tipo de hombre tiene un concepto
diferente de espacio. Los cambios históricos son cambios en la percepción del
espacio y en la estructura del propio concepto del espacio. Gran Bretaña, como
potencia calvinista es un imperio asesino, criminal y depredador. El imperio tiene una función religiosa, de katechón,
dique de contención de la decadencia, retardador de la venida del Anticristo.
El imperio está ligado a los grandes espacios. Es un capitalismo de presa el
capitalismo anglosajón, su imperialismo depredador. La historia universal es
una historia de conquistas territoriales y en cada conquista no siempre se han
entendido los conquistadores entre sí, sino que han surgido y disputado a
menudo enfrentamientos y estos enfrentamientos han sido sanguinarias luchas
fratricidas. En los siglos XVI y XVII por ejemplo tuvo lugar una contienda
mundial entre católicos y protestantes. El katechón es el retraso, la
contención de la decadencia. Concepto escatológico. San Pablo, Segunda carta a
los tesalonicenses. Es la fuerza que retiene, quid detineat, 2, Tes. 2, 6.
Aquel que retiene. La fuerza que frena y retrasa la llegada del Anticristo, el
mysterium iniquitatis, el final de los tiempos. Rodolfo II de Habsburgo contuvo
durante varias décadas el estallido de la guerra de los Treinta Años. Fue un
katechón. ¿Son los EE.UU. en la actualidad el katechón? Respuesta de Carl
Schmitt: no llegan a ser ni una
auténtica fuerza de freno ni una fuerza aceleradora de los tiempos. Son una
gran nave carente de determinación de su propio sentido fuerte. El catolicismo
romano es considerado por Carl Schmitt como katechón. Es que Carl Schmitt es un
teólogo político católico.
Hay una separación entre tierra y mar. La tierra firme
pertenece ahora a una docena de estados soberanos: el mar a nadie, a todos y,
en realidad, a uno sólo, Inglaterra. El orden o nomos de la tierra firme
consiste en su división en territorios estatales; el mar, por el contrario, es
libre, es decir, estatalmente libre y no sometido a la soberanía de estado
alguno. Este es el nomos de la tierra hasta el siglo XX. El nomos de la tierra
consiste entonces en una determinada relación entre tierra firme y mar libre.
Hoy en día se añade a esto el dominio del espacio aéreo.
Walter Raleigh: Quien domina en el mar domina el comercio
del mundo y a quien domina el comercio del mundo, pertenecen todas las riquezas
del mundo y el mundo mismo.
Hay según la distinción entre tierra y mar dos tipos de
guerra paralelamente para Carl Schmitt: la guerra terrestre y la guerra
marítima. La guerra terrestre contiene normas de la guerra. El ius in bello y
el ius ad bellum. Es una relación de estado a estado. Ejército contra ejército,
enemistad, política. La población civil no combatiente permanece al margen de
las hostilidades. No es enemigo y no es tratada como enemigo, mientras no
participe en la lucha armada.
La guerra marítima, por el contrario se basa en la idea de
que debe destruirse al enemigo y la economía del enemigo. Todo súbdito del país
enemigo es enemigo, incluso el neutral que comercia y mantiene relaciones
económicas y comerciales con éste.
El almirante norteamericano Mahan habla de la confluencia de
la potencia marítima de Gran Bretaña y
de la potencia marítima de EE.UU. en la historia. Esto lo dice en 1904. Ha
nacido pues la anglosfera. Mahan habla de la posibilidad de unión de ambos
países anglosajones para mantener el dominio marítimo mundial. Es necesario
mantener el dominio anglosajón del mar. Los EE.UU. son una verdadera isla
contemporánea. El carácter insular de los EE.UU. favorece el dominio de los mares
sobre bases más amplias. América es la gran isla desde la que debe ser
perpetuada la conquista inglesa y continuada en gran escala la hegemonía
marítima. Benjamín Disraeli, al que Schmitt considera un sabio de Sión, habló
de una translatio imperii del imperio británico a la India. Disraeli además es
considerado por Schmitt como el más temible teórico del judaísmo. El almirante
Mahan propone que la translatio imperii sea a los EE.UU. Schmitt simboliza
también a Inglaterra, la gran potencia marítima, con la figura numinosa, mítica,
de Leviatán, el gran monstruo marino bíblico que se enfrenta a muerte con su
contrario, el monstruo terrestre Behemoth, es decir, Alemania.
Dice Schmitt en Catolicismo romano y forma política que los pueblos católicos tienen una relación con
el suelo terrenal distinta de la que tienen los protestantes, quizás por eso,
son en su mayor parte pueblos agrícolas y no conocen la gran industria. Los
protestantes se adaptan a cualquier sitio porque son industriales. No tienen
apego a la tierra. Los católicos en cambio añoran a su terruño cuando están
alejados de él.
Schmitt como geopolítico o teórico de la geopolítica adopta
los postulados de la geopolítica alemana y defiende la dependencia de las
características concretas del orden político internacional y de las diferentes
formas sociopolíticas respecto de las cualidades del espacio terrestre. El
espacio en el que se asienta un orden sociopolítico determinado impregna este
último. Hay una vieja conexión entre asentamiento y orden jurídico. La toma de
la tierra es la base del derecho. El orden político de un pueblo está
conformado por el espacio en el que despliega su existencia. Un gran espacio es
una gigantesca unidad político-económica autárquica dirigida por una gran
potencia. La coexistencia pacífica entre los grandes espacios está garantizada
por el principio de no intervención de cada potencia rectora de un gran espacio
en los restantes grandes espacios. Todo ordenamiento fundamental es un
ordenamiento espacial. Esto es lo que quiere decir Schmitt cuando habla del
nomos de la tierra.
Un antecedente de su principio de no intervención en un gran
espacio es para Schmitt la doctrina Monroe. Esto se puede trasladar al
continente europeo.
Toda potencia imperialista rectora de un gran espacio tiene
legitimidad para intervenir sin restricciones en cualquier territorio perteneciente a ese gran espacio. Los grandes
espacios desbordan la territorialidad estatal y nacional y satisfacen las necesidades
vitales de las grandes potencias. Frente al estado Schmitt coloca el gran
espacio terrestre. El nuevo orden internacional fundado en la teoría de los
grandes espacios constituye para Schmitt la solución al problema de la guerra
total inducida por la asociación entre imperialismo anglosajón, derecho
internacional del período de entre guerras y pacifismo jurídico. La
distribución del espacio mundial entre algunos grandes espacios implicará una
nueva ordenación de la guerra que limitará la violencia y el potencial
destructor de las guerras. Convencidas
las grandes potencias rectoras de cada gran espacio de la ilegitimidad de la
intervención militar en grandes espacios ajenos y, por consiguiente, de la
inaceptabilidad de cualquier pretensión de dominio universal y restablecido un
equilibrio político-militar planetario cuyos protagonistas son las grandes
potencias rectoras en igualdad de condiciones, se reducirá por consiguiente el
número y el alcance de las guerras.
En el número 1 de la Revista de Estudios Políticos, Madrid,
enero de 1941, páginas 83-101. Schmitt publicó un artículo titulado El concepto
de Imperio en el Derecho Internacional. Pretende introducir el concepto de
imperio en el derecho internacional. Es un ámbito espacial grande. Los imperios
son entonces las potencias rectoras y propulsoras cuya idea política irradia en
un espacio determinado. Y que excluyen por lo tanto la intervención de otras
potencias extrañas al mismo. Todo
imperio tiene un ámbito espacial de gran extensión en el que actúa y en el que
influye su idea política. Schmitt establece una conexión entre imperio, espacio
extenso y principio de no intervención. Schmitt considera por ejemplo, que el
imperio británico no es un estado, sino un imperio y por eso el derecho
internacional debe reconocer que es un imperio mundial, haría falta pues un
derecho internacional general del mundo. Hay que empezar pues a admitir los
imperios como sujetos del derecho internacional. En un derecho internacional nuevo el concepto
ordenador que postula Schmitt es el
concepto de Imperio que toma como punto de partida el orden del espacio de un
ámbito nacional muy extenso sustentado por un pueblo. El nuevo derecho mundial
será de cuño imperialista. Se busca superar
el concepto de Estado. De eso es de lo que se trata cuando hay que pasar e
introducir al concepto de Imperio en el derecho internacional.
Felipe Giménez Pérez.
Pioz, 6 de septiembre de 2024.