La elección por el vulgo de Donaldo Trump ha demostrado o puesto aún más de relieve si cabe la imbecilidad de los progresistas y demócratas fundamentalistas. Sólo saben balbucear sobre los derechos humanos y sobre la democracia desde su perspectiva idiota y débil mental, infantil. Viven en la estupidez socialdemócrata del pensamiento Alicia como vivía Zapatero hace unos años en España de nefasta memoria.
No se dan cuenta de que el realismo político es lo que tiene que regir la gobernación del Estado y que el interés nacional del pueblo está por encima de los derechos humanos formulados formal y abstractamente. Un Estado tiene una cosa que se llama soberanía y que consiste en el control de la capa cortical, la conjuntiva y la basal. El control de las fronteras, el control de la inmigración forman parte irrenunciable de la soberanía de un Estado y no admiten ser puestas en cuestión por intelectuales progres o por mediocres demagogos populistas embrutecidos por su ignorancia, su criminalidad y su demagogia en la que a veces incluso hasta llegan a creer embobados por el poder que la ideología (M3) puede llegar a ejercer en su mediocre y débil subjetividad (M2). Entonces determinados planteamientos políticos llevan a estos sujetos a afirmar tesis absurdas y a tener comportamientos dignos de ser analizados por parte de un psiquiatra. Es cuando yo digo que Fornicarmena, por poner un caso muy famoso en España, necesita ayuda profesional. Presumen de demócratas y luego se creen con la superioridad moral que les da su estúpida y falsa ideología para dar lecciones de humanismo, armonismo y derechos humanos. Son ágrafos e incapaces de la menor reflexión. Encima apoyan a la ETA y se ponen a despotricar contra Donaldo Trump, el héroe de nuestro tiempo.
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