El torero afincado en Guadalajara ha muerto cogido por el toro en una corrida de toros en Francia. Ha muerto con honor, con gallardía, como un héroe, porque de eso se trata: del enfrentamiento del hombre con una fiera salvaje, contra una bestia irracional: entendimiento contra instinto. Tiene que ser de verdad, no en una realidad virtual, representada. Esta es la grandeza de la tauromaquia. A una corrida de toros se va a ver el heroísmo, la valentía, la astucia, los conocimientos etológicos del hombre frente a una bestia en un combate a vida o muerte. Por eso Iván Fandiño era un hombre superior, extraordinario por el gran mérito que tiene el ser torero y no morir en el intento o morir en el intento como ha resultado finalmente para la desgracia de Iván Fandiño.
Los animalistas no tienen razón en sus invectivas groseras, soeces, carentes de ética y de buen sentido, llenas de maldad ética. Son simplemente basura nazi y así hay que calificarles por su estrecho parentesco con la ideología nazi, de origen protestante y animalista y ecologista. Uno de los elementos constitutivos del nazismo fue su animalismo. Himmler estuvo en 1940 en las Ventas y el pobre hombre tan sensible vomitó. No le ocurrió lo mismo con los judíos y la solución final. Ya se ve que situaban a los animales por encima de los judíos y a tal fin promulgaron leyes que prohibían el maltrato animal y los experimentos con animales. No así con los judíos y víctimas del holocausto.
Mientras haya toros en España, podremos tener aún la esperanza de que no todo está perdido en el proceso de putrefacción progresista y democrática que sufrimos desde 1977, ahora que la clase política del Régimen de 1978 celebra ufana sus méritos de gobierno corrupto, europeísta y dialectal-separatista amén del cortejo de ideologías políticas basura que pueblan nuestro panorama político, entre las que se encuentra el animalismo: confundir a hombres con animales y atribuirles a éstos cualidades éticas, morales y políticas.
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