lunes, 11 de mayo de 2020
Newton y la ciencia del Barroco
Newton y la ciencia barroca.es New Roman","serif"; font-size: 14pt; line-height: 107%;"> Galileo fundó la física moderna y estuvo a un trecho corto
de reducir completamente la física a la matemática. Hizo posible que sus
seguidores tomaran la geometrización del mundo real como evidente. Cavalieri se
desprendió de la gravedad como propiedad física innata, y decía que, como otras
fuerzas, se debía a acción externa. Evangelista Torricelli (1608-1647)
consideró la gravedad como una dimensión de los cuerpos semejante a sus
propiedades geométricas. Giordano Bruno (1548-1600) continuando las discusiones
escolásticas sobre la pluralidad de mundos y la infinitud del espacio, se dio
cuenta de que Copérnico, al hacer plausible el tomar cualquier punto como el
centro del universo, había abolido las direcciones absolutas. Había
popularizado la idea de que el espacio era efectivamente infinito y, por tanto,
sin direcciones naturales favorecidas. El filósofo y matemático francés Pierre
Gassendi (1592-1655), cuyos predecesores del siglo XVI, contrariamente nos, habían tendido algunas veces a
identificar la cantidad continua de la Geometría con la extensión física,
identificó el espacio del mundo real con el espacio infinito, abstracto y
homogéneo de la geometría de Euclides. Había aprendido de Demócrito y de
Epicuro a concebir el espacio como vacío, y de Kepler a considerar la gravedad
como una fuerza externa. Concluyó, por tanto en su De motu impresso a motore
translato, publicado en 1642, que, puesto que un cuerpo que se movía por sí
mismo en el vacío no sería afectado por la gravedad, y puesto que ese espacio
era indiferente causalmente a los cuerpos que contenía –contrariamente al
espacio de Aristóteles y a sus vestigios en Galileo-, el cuerpo continuaría
siempre en línea recta. Gassendi publicó así, por primera vez, la afirmación
explícita de que el movimiento que un cuerpo tendía a conservar indefinidamente
era rectilíneo y que un cambio en velocidad o dirección requería la operación
de una causa externa. También él fue el primero en eliminar conscientemente la
noción de ímpetus como causa del movimiento. Así, con la completa
geometrización de la Física, el principio del movimiento inercial se hizo
evidente en sí.
A Gassendi se le anticipó en la expresión de este principio,
aunque no en la publicación, René Descartes (1596-1650) en su libro Le Monde,
empezado antes de 1633. Descartes basó todo su principio en la hipótesis
metafísica del poder de Dios para conservar el movimiento. Resumió sus ideas
mecánicas contenidas en Le Monde en los Principia philosophiae (1644). Llevando
al límite lo que Galileo había sido incapaz de hacer, la idea de que lo
matemático era el único aspecto objetivo de la naturaleza, decía que la materia
debe ser entendida meramente como extensión. Dios, cuando creó el universo de
extensión infinita, le dio también movimiento. Todas las ciencias eran
reducidas así a la medida y a la matemática; y todos los cambios, al movimiento
local. El movimiento, al ser algo real, no podía aumentar ni disminuir en su
cantidad total, sino que únicamente podía ser transferido de un cuerpo a otro.
El universo continuaba, por tanto, funcionando como una máquina, y cada cuerpo
permanecía en un estado de movimiento rectilíneo, la forma geométrica más sencilla en la que Dios lo había puesto
en marcha, a menos que fuera afectado por una fuerza externa. Únicamente el
vacío era indiferente a los cuerpos que contenía, puesto que Descartes aceptaba
el principio aristotélico de que la extensión, como otros atributos, podía
existir solamente por inherencia a alguna substancia; afirmaba que el espacio
no podía ser un vacío, lo que era una nada, sino que debía ser un plenum. En el
mundo real, por tanto, sólo era posible una tendencia a una velocidad
rectilínea continua. Para Descartes, el mundo real era meramente geometría
realizada; concibió el movimiento simplemente como una translación geométrica;
el tiempo era una dimensión geométrica, como el espacio. Sin embargo, Descartes
fracasó completamente en comprender cómo medir la cantidad de movimiento y fracasó
así en captar el concepto esencial de la conservación del movimiento. El
movimiento que seguía siempre la línea recta era el desplazamiento instantáneo,
concebido desde el punto de vista puramente cinemático, sin ninguna propiedad
no geométrica de inercia.
Esta teoría dejaba a Descartes frente al problema del
movimiento curvilíneo de los planetas. No podía aceptar una teoría de la
atracción gravitatoria. Ideó entonces su teoría de los torbellinos.
La teoría de los torbellinos muestra, empíricamente, el
aspecto más débil de Descartes y Newton iba a demostrar en los Principia
mathematica philosophiae naturalis (1687) que, de hecho, no llevaría a las
leyes de Kepler del movimiento planetario y que era, por tanto, refutada por la
observación.
A pesar de todo, las ideas de Descartes ejercieron la mayor
influencia individual a lo largo del siglo XVII: ello fue porque tomó la
dirección opuesta a Galileo de investigar, más allá de descripciones
matemáticas hasta el interior de las causas físicas y la naturaleza de las
cosas y de construir audazmente un sistema científico completo que abarcase
desde la psicología y la fisiología hasta la física y la astronomía pasando por
la química. El pensamiento de Descartes afirmaba que todos los fenómenos
naturales podían ser reducidos, en último término, si se analizaban
suficientemente, a un solo tipo de cambio, el movimiento local.
Christian Huygens (1629-1695) debió su despertar científico
a Descartes y nunca desertó completamente de su punto de vista; y en la
concepción de la energía cinética que se encuentra oscuramente en la concepción
de Leibniz de la vis viva y que fue enteramente desarrollada por la física del
siglo XIX, Descartes podría pretender haber originado una contribución
sustancial a la dinámica. Por lo que concierne al principio de inercia, no fue
Descartes, sino Galileo, quien suministró el concepto de movimiento sobre el
que Huygens, Newton y otros iban a edificar la mecánica clásica del siglo XVII.
Las investigaciones de dinámica de estos matemáticos, aunque llevaron al
enunciado de un cierto número de principios independientes cuya conexión
recíproca no fue en ese momento siempre claramente entendida, como la ley de la
caída de los cuerpos, los conceptos de inercia, de fuerza, de masa, el
paralelogramo de fuerzas y la equivalencia del trabajo y la energía, implicaron
realmente un único descubrimiento fundamental. Este era el principio,
establecido experimentalmente, de que el comportamiento de los cuerpos, unos
respecto de otros, se realizaba de forma que las aceleraciones estaban
determinadas, la razón de las aceleraciones opuestas que producían era
constante y dependía únicamente de una característica de los cuerpos mismos,
que fue llamada masa. Era un hecho que podía ser conocido únicamente por la
observación el que dos cuerpos geométricamente equivalentes se moverían
diferentemente cuando eran colocados en relaciones idénticas con otros mismos
cuerpos. Donde Galileo se había detenido ante el mundo real y Descartes,
geometrizando desde principios abstractos, ocultó esta propiedad física en los
torbellinos, Newton realizó una reducción matemática exacta de la masa a partir
de los datos de la experiencia. Las masas relativas de dos cuerpos eran medidas
por la razón de sus aceleraciones opuestas. La fuerza podía ser entonces
definida como lo que turbaba el estado de reposo o de movimiento rectilíneo
uniforme de un cuerpo; y la fuerza entre dos cuerpos, por ejemplo, la de
gravedad, era el producto de cada masa multiplicada por su aceleración
respectiva. El movimiento inercial era un límite ideal, el estado de movimiento
de un cuerpo que no era afectado por otro. El problema que había sido tan
embrollado para los que cuestionaron por primera vez la ley aristotélica del
movimiento, encontró su solución en la distinción entre masa, propiedad del
cuerpo que proporciona resistencia intrínseca, y peso, motivado por la fuerza
externa de la gravedad que actúa sobre el cuerpo. Las diferencias de peso
podían ser consideradas como equilibradas exactamente por diferencias proporcionales
de masa. Y la misma masa tenía pesos distintos según su distancia al centro de
la Tierra. Cuando estos conceptos fueron generalizados por Newton, los viejos
problemas de la aceleración de los cuerpos que caen libremente y el del
movimiento continuo de los proyectiles fueron finalmente resueltos; y cuando
los mismos principios fueron llevados una vez más al firmamento en la teoría de
la gravitación universal, se realizó la aspiración de Buridán; y los
movimientos de los cielos que Kepler había descrito correctamente, fueron
unidos a los fenómenos terrestres en un
único sistema mecánico. Esto no sólo produjo la destrucción definitiva del
mundo finito ordenado jerárquicamente de naturalezas irreductiblemente distinta,
que había formado el cosmos aristotélico; fue una vasta iluminación de la
mente. Los principios, establecidos por vez 0priemra efectivamente por Galileo,
sobre los que se edificaba la nueva mecánica parecían definitivamente
justificados por sus éxitos.
Francis
Bacon.
Bacon tenía una idea utilitaria de la ciencia. Según él, en el pasado había sido la ciencia
estática. Las artes mecánicas habían sido despreciadas. La observación
científica había sido despreciada. Gracias a la observación podía conseguirse el
conocimiento exacto de la naturaleza y sólo esto conducía al poder. El poder y
la ciencia son sinónimos: saber es poder. El conocimiento que debía buscar el
científico era el de la forma o esencia causal, cuya actividad producía los
efectos observados. El conocimiento de la forma proporcionaba el dominio sobre
ella y sus propiedades; y de este modo la tarea positiva del nuevo método de
Bacon consistía en mostrar cómo adquirir conocimiento de la forma.
Bacon fue uno de los primeros autores modernos en proponer
la reducción completa de todos los fenómenos de la naturaleza a materia y
movimiento. La forma es una cierta disposición mecánica; la inducción eliminaba
lo sensible y lo cualitativamente existente, dejando la fina estructura
geométrica y el movimiento.
Descartes.
Fue Descartes el primero en proclamar no sólo que la
filosofía mecanicista era la explicación universal de todos los fenómenos
físicos, sino también en intentar realizar las explicaciones en detalle.
Descartes tiene una concepción puramente unificadora del universo como un todo
integrado, explicable por los principios mecánicos universales aplicables
igualmente a los organismos y a la materia inerte, a las partículas
microscópicas y a los cuerpos celestes.
La base de la filosofía de la naturaleza de Descartes era su
división de la realidad creada en dos esencias mutuamente excluyentes y
exhaustivas conjuntamente o naturalezas simples, la extensión y el pensamiento,
y su concepción del método que estaba orientado para darle cierto conocimiento
de esta realidad.
El método de Descartes consistía en un doble procedimiento
de análisis y de síntesis, resolutivo-compositivo. Reducir los problemas
complejos a problemas simples, darles una solución cuantitativa de modo que la
solución compleja pudiera ser reconstruida teóricamente y explicada por
deducción a partir de los elementos descubiertos y de las leyes que los
producían.
Todo el proceso de investigación de Descartes mediante
conjeturas presuponía el mecanicismo como base de la explicación en cuanto
distinta de la predicción o resumen de los hechos, la explicación debía ser
siempre el último fin de la investigación científica, porque era la que
conectaba los fenómenos concretos de la experiencia con las naturalezas simples
que constituían en última instancia el mundo y proporcionaban la última
explicación así del mundo. El último objetivo del método cartesiano, tanto en
ciencia como en filosofía consistía, en último análisis, en hacer patente
mediante largas cadenas de deducciones la conexión entre la última realidad
ontológica, en cuanto descubierta en las naturalezas simples y los muchos casos
concretos de la experiencia.
Descartes afirma la identidad de la materia y la extensión.
Las cualidades secundarias son, pues, subjetivas; sólo la extensión y el
movimiento tienen una existencia objetiva; y todas las propiedades que
observamos en la materia se deben a la diversificación de la materia original,
por influjo del movimiento, en partículas de diferentes tamaños, formas y
movimientos y a su subsiguiente agregación en cuerpos de varias clases.
Descartes estaba tan ansioso de hacer desaparecer las formas substanciales y
todas las cualidades innatas reales, propiedades ocultas, que incluso excluyó
las ideas de que los cuerpos estuvieran dotados naturalmente de peso. Fue por
suponer que la gravedad era una cualidad innata y por no intentar explicársela
por lo que Descartes criticó a Galileo y a Mersenne. Su propio intento de
explicar la gravedad residía en la matiere subtile o éter que actuaba mecánicamente
en este plenum de materia identificada con la extensión. En este plenum, toda
acción se realizaba por contacto; excluía la posibilidad de un vacío, y era la
base de su teoría de los torbellinos; y le permitía excluir la fuerza oculta de
la atracción a distancia.
La identificación absoluta por des partes de la materia con
la extensión, orientada a la exclusión sin contemplaciones de cualquier
propiedad innata de los cuerpos produciría dificultades para explicar la
gravitación y para determinar lo que se conservaba en la perduración del
movimiento. La exclusión de los principios activos produjo la eliminación de la
causalidad secundaria. Esto desembocó en el ocasionalismo de Malebranche.
Robert
Boyle.
El único científico de la época que se consideró a sí mismo
como un baconiano completo fue Boyle (1627-1691). Boyle tuvo una gran
influencia sobre Newton y el siglo XVIII al manejar el empirismo de Bacon, su
poco gusto por los sistemas y su insistencia en la primacía de los experimentos
sobre la teoría. Desarrolló una filosofía corpuscular, ni atomista ni
cartesiana, sino desarrollada según las líneas sugeridas por Bacón. Quería
explicar todas las propiedades manifiestas de los cuerpos por dos principios,
el de la materia y el del movimiento, por el tamaño, la forma y el movimiento
de las partículas, según las indicaciones suministradas por experimentos
amplios.
La gran categoría científica de Boyle se manifestó
plenamente en The Sceptical Chemist, su obra más importante, publicada en 1661.
En ella se da la primera definición moderna de elemento, se enuncia el concepto
de análisis químico y se describen algunos métodos prácticos para la separación
de los elementos.
Boyle enunció la ley de Boyle. La primera ley de los gases,
comúnmente conocida como ley de Boyle y Mariotte, se enuncia así: “Toda masa de
gas, a temperatura constante, ocupa un volumen inversamente proporcional a la
presión que se ejerce sobre ella”. Asimismo se puede expresar asço “A una
temperatura dada, el producto de la presión por el volumen es constante
(PV=K).”
Esta ley es válida solamente para un gas ideal lejos del
punto de licuefacción y sometido a una presión no muy elevada; por
consiguiente, en el caso de un gas real es necesario introducir correcciones
que lo conduzcan al comportamiento de gas ideal.
Hobbes.
Thomas
Hobbes (1588-1679) critica a Descartes su dualismo. Según Hobbes toda actividad
y cambio es movimiento. Ahora bien, el pensamiento es en todas sus formas
actividad, por eso el pensamiento es una clase de movimiento. Se puede decir,
pienso luego soy, pero, por ello mismo, soy un cuerpo. La mente no es otra cosa
que un nombre para designar la suma de las actividades individuales del
pensamiento; así no es sino una serie de movimientos del organismo animal. Por
ello, la geometría es la ciencia del simple movimiento. Hobbes considera a la
mecánica geométrica como el indispensable requisito para todas las
investigaciones científicas o filosóficas. Todo movimiento corresponde a un
cuerpo. El hombre tiene que ser adecuadamente explicado en los mismos términos
que han tenido éxito para tratar la res extensa.
Hobbes
distingue entre el espacio y la extensión geométrica. El espacio, para Hobbes,
es un fantasma, “el fantasma de una cosa que existe simplemente fuera de la
mente; es decir, el fantasma en el cual no consideramos ningún otro accidente,
salvo que aparece fuera de nosotros”. La extensión, por el contrario, es una
característica esencial del cuerpo, como nos enseña el estudio geométrico del
movimiento. Hay siempre fuera de nosotros cuerpos extensos en movimientos, los
cuales movimientos producen los fantasmas interiores (imágenes), incluyendo
aquella “exterioridad” de los fantasmas que constituye el espacio. El tiempo es
igualmente un fantasma, “del antes y del después en movimiento”. “Sólo el
presente existe en la naturaleza; las cosas pasadas sólo existen en la memoria,
y las cosas futuras no tienen existencia, porque el futuro no es más que una
ficción de la mente que aplica la secuela de las acciones pasadas a las acciones
presentes”. (Leviathan, Book I, Chapitre, 3). En la naturaleza hay movimiento,
pero no tiempo; el tiempo es un fantasma del antes y del después de la memoria
y de la anticipación. La mente es un movimiento orgánico y el sentido es una
apariencia de lo exterior que se sitúa realmente dentro de los órganos.
Hobbes insiste firmemente en interpretar siempre a la
causalidad en función de los movimientos particulares de los cuerpos
particulares. Las fuerzas grandes y ocultas que eran para Galileo las causas
primeras o últimas de los efectos desaparecen en Hobbes, que había seguido a
Descartes al negar la existencia del vacío en la naturaleza “No puede haber
causa del movimiento, salvo en un cuerpo continuo y en movimiento”. Todo lo que
existe es cuerpo; todo lo que acaece es un movimiento. La propiedad magnética no
es sino el movimiento de un cuerpo.
Huygens.
Huygens (1629-1695) ya joven, publicó dos trabajos de
matemátics, uno sobre las cuadraturas de las secciones cónicas y otro sobre las
envolventes y evolutas de las curvas. Además, Huygens construyó el más potente
telescopio de su tiempo, descubrió un satélite de Saturno y más tarde, el
anillo de este planeta. Sobre el camino trazado por Galileo se dedicó a la
construcción de relojes de péndulo. Huygens también se ocupó del problema de
los cuerpos rígidos, del péndulo compuesto. Introdujo el concepto de momento de
inercia, enunció el teorema de las fuerzas vivas y estudió la variación de la
aceleración de gravedad. Son muy importantes sus investigaciones y sus estudios
en el campo de la óptica, y sobre todo la formulación de la teoría ondulatoria
de la luz y enunció el principio de Huygens, por el que más tarde se explicó el
fenómeno de la difracción de las ondas.
Ello lo hizo en su traité de la lumiere (1690) su teoría ondulatoria de
la luz no se aceptó hasta Fresnel. En su Dióptrica (póstuma) las leyes de la
óptica (propagación, reflexión, refracción) se exponen basándose en la teoría
ondulatoria de la luz.
Entre sus investigaciones se deben citar la fórmula de
Huygens relativa a las lentes y la construcción de Huygens para trazar la
dirección del rayo ordinario y extraordinario de la doble refracción.
Newton.
Newton consigue la realización plena de la revolución
científica copernicana, que había comenzado en 1543 con el De revolutionibus
orbium coelestium. Newton en los
Principia mathematica philosophiae naturalis de 1687 consigue efectuar la
síntesis de Copérnico, Kepler y Galileo.
Newton estaba firmemente confiado en el principio de que las
leyes generales deben ser confirmadas por los fenómenos. Su nueva teoría de la
luz y el color muy pronto se vio envuelta en una polémica. Newton distinguía
entre las hipótesis y las proposiciones particulares que describen fenómenos,
proposiciones generales o conclusiones obtenidas por inducción y principios
primitivos –axiomas confirmados experimentalmente o leyes- Esta distinción no
fue apreciada por los críticos que siempre tenían por hipótesis las
conclusiones presentadas como definitivas o que alegaban que sus teorías
dependían de hipótesis, es decir, que requerían suposiciones lógicamente
posibles que podrían ser sustituidas por alternativas incompatibles. Newton
instaba a la verdadera crítica que consideraba más intolerable, proponiendo
respuestas provisionales a problemas aún indecidibles sugeridos por sus descubrimientos.
Pensaba que había una diferencia perfectamente obvia entre lo que enunciaba
como conclusiones firmes establecidas por medio de elementos de juicio
empíricos y lo que conjeturaba acerca de verdades más fundamentales que, a
medida que las posibilidades lógicas se restringían, era probable que quedasen
invalidadas tras el paso de los avances teóricos.
Newton se vio obligado a estudiar el método científico por
las controversias que suscitaron sus teorías del color y de la gravitación.
Ambas eran consideradas por los críticos cartesianos, especialmente por Huygens
y Leibniz como meramente descriptivas y predictivas, pero no explicativas.
Newton señaló en primer lugar que su investigación de las leyes de los
fenómenos era independiente de cualquier investigación de las causas o de
procesos mecánicos que las producían; en segundo lugar, que solamente después
de establecidas experimentalmente las leyes de los fenómenos como datos que
debían ser explicados podía comenzar la investigación de la explicación con
expectativas de éxito; y en tercer lugar, que ninguna ley establecida experimentalmente podía refutarse
porque fuera contradicha por una hipótesis acerca de las causas de los
fenómenos.
Newton, desde su posición epistemológica, llevó claridad a
todo el tema del método y la lógica científica, y estableció una línea de
acción que era a la vez crítica y fructífera para tratar la relación entre los
datos y las leyes de los fenómenos, por una parte, y las hipótesis sobre las
causas por otra. Gracias a esa estrategia mostró cómo las hipótesis mecánicas podían ser una guía
provechosa en la investigación sin convertirse en engañosas. Newton, lejos de
excluir de la competencia de la ciencia el descubrimiento de los procesos
reales de la naturaleza que provocaban
las leyes de los fenómenos, tomó éstas tan en serio como el objetivo último de
la investigación científica, que insistió en que la investigación de las causas
debía ser llevada tan rigurosamente como la de las mismas leyes.
Newton eligió probablemente el título de Principia
mathematica con el fin de dar directamente fuerza a su polémica contra los
Principia philosophiae de Descartes. Newton, pues, daba la vuelta al reproche
de Descartes a Galileo por no dar explicaciones y lo hizo por medio de los propios
métodos de Galileo en la ciencia, que él llevó a su culminación.
Newton no consideraba las leyes científicas como meros
artificios. Estaban inscritas en los fenómenos, aunque no aunque no estuvieran abiertas para la
inspección directa y tuvieran que ser descubiertas por análisis apropiados
experimentales y matemáticos.
Newton buscaba la unión de la teoría explicativa y de las
leyes predictivas en un único sistema teórico.
Hypotheses
non fingo.
Newton rechaza las hipótesis filosóficas o ficciones filosóficas.
Rechaza la pura especulación, especialmente la teoría de los torbellinos de
Descartes, que designa una construcción imaginativa formulada al margen de los
datos observacionales y sostenida en contra de elementos de juicio
experimentales contrarios. Los críticos incapaces de distinguir entre una
explicación lógicamente posible y una ley confirmada experimentalmente
irritaban a Newton al confundir sus conclusiones “deducidas de los fenómenos”
con las hipótesis sugeridas para suministrar explicaciones de un nivel
superior. Los críticos que aplicaban su imaginación a ingeniar alternativas no
sólo a sus hipótesis, sino también a las conclusiones establecidas tan
firmemente como puedan estarlo en la ciencia empírica, dejaban totalmente de
lado la cuestión de la observación y experimentación.
Cualquiera que intente reconciliar el principio newtoniano
de exclusión de hipótesis con su práctica consistente en incluirlas, es muy
posible que considere que la fuente de la aparente discrepancia ha de ser buscada
en la ambigüedad de la palara hipótesis. Evidentemente, Newton no tenía ninguna
objeción metodológica que hacer a la hipótesis del movimiento de la Tierra,
hipótesis por la cual la Royal Society
recibió sus Principia como una vindicación de dicho movimiento. Además, Newton
aludía al sistema copernicano llamándolo la hipótesis copernicana.
La demostración matemática de la ley del inverso del
cuadrado dpara la atracción no obligaba por sí misma a aceptar una teoría del
movimiento planetario que dejaba sin resolver problemas acerca de la naturaleza
de la gravedad. En el sistema, la fuerza gravitatoria aparecía como una
propiedad misteriosa de la materia cuyos efectos eran demostrados, aunque su
causa y vías de operación quedaban sin explicar. Como lamentaba Leibniz, la
gravedad era una cualidad oculta.
Newton se hallaba así sin poder explicar mecánicamente la
gravedad e insistía en que la gravedad no era una cualidad oculta.
Concepción
del universo.
El mundo material está compuesto de partículas duras e
indestructibles, provistas de las mismas características que suelen denominarse
cualidades primarias, con la excepción de que su descubrimiento y la definición
exacta de una nueva cualidad de los cuerpos que tiene exactitud matemática, la
vis inertiae aparece incorporada a la lista. Todos los cambios que se producen
en la naturaleza tienen que considerarse como separaciones, asociaciones y movimientos de estos átomos
permanentes. A partir de Newton el espíritu moderno concibe esencialmente la
naturaleza como un reino de masas, que bajo la influencia de fuerzas definidas
y seguras se mueven de acuerdo con las leyes matemáticas del tiempo y del
espacio.
Para Galileo como para Huygens, el gran contemporáneo de
Newton, la masa era equivalente al peso. Y Descartes, que concebía el
movimiento como un concepto matemático en general, no consideró seriamente la
posibilidad de reducir todas las clases de movimientos a fórmulas exactas. El
hecho fundamental de la naturaleza física que tornó inadecuada la mecánica cartesiana
fue el hecho de que dos cuerpos geométricamente equivalentes puedan moverse de
manera diferente cuando están colocados en relaciones idénticas con otros
cuerpos iguales. Descartes, naturalmente, conocía este hecho pero en lugar de
tratar de reducirlo matemáticamente prefirió ocultarlo bajo la especulación de
la teoría de los torbellinos.
Newton se percató de este hecho, y en el caso de las
diferencias más notables de movimientos de esta clase, los fenómenos de la
gravedad, logró reducirlos matemáticamente. Además, promocionó las definiciones
de todos los conceptos fundamentales necesarios para la completa reducción del
movimiento a leyes matemáticas. En Newton el descubrimiento estaba en íntima
relación con la famosa primera ley del movimiento que Galileo había descubierto
ya y que Descartes y Hobbes expresaron de una manera bastante satisfactoria.
Todo cuerpo tiende a conservar su estado de reposo o de movimiento uniforme y
rectilíneo, pero esta tendencia varía de grado. Newton vio que esta variación
era susceptible de una exacta formulación cuantitativa. Aplicando la misma
fuerza (aquí están supuestas la segunda y tercera ley del movimiento) los
diferentes cuerpos abandonan de manera diferente su estado de reposo o de
movimiento uniforme, esto es, reciben distintas aceleraciones. En cuanto estas
diferencias son, y pueden ser, solamente diferencias de aceleración, cabe
compararlas exactamente en términos matemáticos. Así podemos considerar que
todos los cuerpos tienen una vis inertiae o inercia, que constituye una exacta
característica matemática en la medida en que puede medirse por la aceleración
que una fuerza exterior dada imprime a los cuerpos. Cuando hablamos de los
cuerpos como masas damos a entender que, aparte de sus características geométricas,
poseen esta cualidad mecánica de la vis inertiae. Resulta claro de lo que
precede que la fuerza y la masa son términos totalmente correlativos, pero una
vez que se descubrió la masa se hizo más fácil definir la fuerza en términos de
la masa que está en términos de aquella,
y esto en la medida en que la fuerza es invisible mientras la masa tipo es un
objeto físico que podemos percibir y utilizar. Lo mismo cabe decir de los
conceptos de densidad y de presión que al ser definidos por la masa y el volumen
pasan a ocupar un importante lugar en la mecánica.
El descubrimiento de que la misma masa tiene diferente peso
a diferentes distancias del centro de la Tierra junto a la elaboración
matemática de las leyes de Kepler sobre el movimiento, condujo gradualmente a
través de la obra de Borelli, Huygens, Wren, Halley y Hooke, a la magnífica
formulación de Newton de la ley de la gravedad, que unía la astronomía y la
mecánica en una sola ciencia matemática de la materia en movimiento. El punto
de partida de los movimientos uniformes y rectilíneos de las masas celestes
puede expresarse en la misma ecuación que la de la caída de los cuerpos
terrestres a la Tierra. Todo cuerpo en el sistema de nuestro mundo tiende a
otro cuerpo en proporción directa al producto de sus masas y en proporción
inversa al cuadrado de sus distancias entre los dos centros. En efecto, con los
conceptos de masa, fuerza y aceleración tal como los formuló Newton, y sobre
todo con su cálculo como instrumento para tratar con eficacia y rapidez los problemas
concernientes al movimiento, es difícil concebir un cambio en el movimiento que
no se reduzca matemáticamente en sus términos. Pero, naturalmente, sólo las
aceleraciones producidas por fuerzas regulares y constantes merecen que el
investigador dedique su tiempo y energía al intento de operar la reducción.
Newton concebía los cuerpos físicos simplemente como masas,
esto es que no poseían nada más que cualidades geométricos y vis inertiae.
Espacio
y tiempo.
Teoría
del éter de Boyle.
Boyle, antes que Newton, considera la idea predominante
acerca de la existencia de un medio etéreo que penetra el espacio. En la época
de Boyle se había recurrido con frecuencia a un fluido etéreo para el desempeño
de dos distintas funciones del mundo material. Una era la comunicación del
movimiento por el choque continuo, que llegó a ser de importancia capital en el
sistema mecánico que Descartes había bosquejado y que ofrecía una explicación
de todos aquellos experimentos que hablaban en contra de la existencia de un vacío
en la naturaleza. Esta concepción, según la cual el movimiento proviene siempre
del choque de los cuerpos materiales, estaba tan de acuerdo con los postulados
y métodos de la nueva ciencia, que era apenas posible para un pensador de
importancia esquivar la convicción de que algo semejante debía ser verdadero.
Esto explica la energía con que los filósofos de todos los grupos atacaron la
idea de que pudiese haber una cosa como la acción a distancia.
Boyle aborda el problema del éter con espíritu científico,
suponiendo en él dos clases de materia, una homogénea y apropiada para realizar
la primera función, la gravitación. La otra que tiene potencias tales como para
explicar los fenómenos de la segunda función: el magnetismo. Esta distinción
entre los tipos de materia etérea, se encuentra en Newton en 1679 en una carta
que escribió a Boyle.
Había que aclarar si los fenómenos de la gravedad se
explican mecánicamente, o si son por naturaleza esencialmente magnéticos o
eléctricos. Descartes era partidario de una concepción mecánica. Al suponer que
el medio etéreo que todo lo penetra se precipita en torbellinos de distintas
formas, juzgó posible explicar los fenómenos de la gravedad de modo enteramente
mecánico, esto es, sin atribuir ni a la materia etérea ni a los otros cuerpos
ninguna cualidad que no se deduzca de la extensión. El simple hecho de que el
éter asuma y mantenga la forma del torbellino, implica que posee cualidades que
no se derivan de la extensión; pero la importancia del nombre y de los descubrimientos
de Descartes defendió a esta concepción, considerada muy seductora sobre todo
por quienes veían en la mecánica matemática la posible clave para todos los
secretos de la naturaleza. Boyle convenía en este punto con Descartes.
Dice Newton sobre el
espacio y el tiempo:
“Hasta ahora he establecido las definiciones de las palabras
menos conocidas y he explicado el sentido en que hay que entenderlas en el
pasaje que sigue. Yo no defino el tiempo, el espacio, el lugar y el movimiento
como si fuesen conocidos por todos. Señalo solamente que el vulgo no concibe
estas cantidades sino en relación con los objetos sensibles. De aquí brotan
algunos prejuicios y, para eliminarlos, conviene distinguir los absolutos y los
relativos, los verdaderos y los aparentes, los matemáticos y los comunes.”
(Principia, I, 6, y ss.)-
Después de esta polémica introducción contra los
relativistas de su época, Newton pasa a definir estas distinciones:
“I. El tiempo absoluto, verdadero y matemático fluye por sí
mismo, por su propia naturaleza, siempre igual y sin relación a algo exterior
que se llama con otro nombre duración. El tiempo relativo, aparente y común es
una medida sensible y externa de la duración (exacta o inexacta) que se hace
por medio del movimiento, y que se usa de ordinario en lugar del tiempo
verdadero: como una hora, un día, un mes, un año.
II. El espacio absoluto, sin relación a algo exterior,
permanece por su propia naturaleza siempre igual e inmóvil. El espacio relativo
es una dimensión móvil o medida de los espacios absolutos que nuestros sentidos
determinan por su posición respecto de los cuerpos, y que vulgarmente se toma
por espacio inmóvil. Así la dimensión de un espacio subterráneo, aéreo o
celeste está determinada por su posición respecto de la Tierra. El espacio
absoluto y el relativo son iguales en valor y magnitud, pero siempre son
numéricamente iguales. Pues si la Tierra se mueve, por ejemplo, un espacio de
nuestro aire, que en relación a la Tierra es siempre el mismo, llegará un
momento en que sea una parte del espacio absoluto por el que pasa el aire; en
otro momento será otra parte del mismo y así, entendido absolutamente, cambiará
constantemente.
III. El lugar es la parte del espacio que ocupa un cuerpo, y
es en relación al espacio, absoluto o relativo.
IV. El movimiento absoluto es la traslación de un cuerpo de
un lugar a otro; y movimiento relativo la traslación de un lugar relativo a
otro. Así en un barco a vela, el lugar relativo de un cuerpo es la parte del
barco que el cuerpo ocupa, o la parte de su cavidad que el cuerpo ocupa, por la
cual se mueve junto con el barco. Reposo relativo es la persistencia del cuerpo
en la misma parte o cavidad del barco. Pero el reposo real, absoluto, es la
persistencia del cuerpo en la misma parte de ese espacio inmóvil en el cual se
mueve junto con el barco. Reposo relativo es la persistencia del cuerpo en la
misma parte o cavidad del barco. Pero el reposo real, absoluto, es la
persistencia del cuerpo en la misma parte de ese espacio inmóvil en el cual se
mueve el barco mismo, su cavidad y todo lo que contiene. Por esto, si la Tierra
está realmente en reposo, el cuerpo que está con reposo relativo en el barco se
moverá real y absolutamente con la misma velocidad que el barco tiene en la
Tierra. Pero si la Tierra también se mueve, el movimiento verdadero y absoluto
del cuerpo provendrá en parte del movimiento relativo del barco sobre la
Tierra. Y si el cuerpo se mueve también
en el barco con movimiento relativo, su verdadero movimiento provendrá, en
parte, del movimiento verdadero de la Tierra en el espacio inmóvil, y, en
parte, de los movimientos relativos tanto del barco en la Tierra como del
cuerpo en el barco; y de estos movimiento relativos provendrá el movimiento
relativo del cuerpo en la Tierra…..
En astronomía el tiempo absoluto se distingue del relativo
por la ecuación o rectificación del tiempo vulgar. Pues los días naturales son
en verdad desiguales, aunque de ordinario se los considera iguales y se los
emplea para medir el tiempo; los astrónomos corrigen esta desigualdad
deduciéndolos con exactitud de los movimientos celestes. Puede que no haya un
movimiento igual con el cual se mida exactamente el tiempo. Todos los
movimientos pueden ser acelerados o retardados, pero el desarrollo verdadero o igual
del tiempo absoluto no depende de ningún cambio. La duración o persistencia de
la existencia de las cosas sigue siendo igual, sean rápidos o lentos los
movimientos, o no haya movimiento. Y por tanto hay que distinguirlos de los que
son sólo sus cualidades sensibles; y en base a las cuales las deducimos por
medio de la ecuación astronómica. La necesidad de dicha ecuación para
determinar los tiempos de un fenómeno se revela tanto por los experimentos con
el reloj de péndulo como por los eclipses de los satélites de Júpiter.
Así como el orden de las partes del tiempo es inmutable,
también lo es el orden de las partes del espacio. Si suponemos que hay partes
que se salen de su lugar, se saldrán (si se me permite la expresión) de sí
mismas. Pues los tiempos y los espacios son, por así decirlo, tanto los lugares
de sí mismos como de las otras cosas.
Todas las cosas están colocadas en el tiempo según el orden de la
sucesión; y en el espacio según el orden de la posición. Son por su esencia o
naturaleza lugares, y es absurdo que puedan moverse los lugares primarios de
las cosas. Estos son, por ende, los espacios absolutos y las traslaciones a
partir de estos lugares, los únicos movimientos absolutos. Pero como por los sentidos no podemos ver ni
distinguir una de otra las partes del espacio, usamos en su lugar sus medidas
sensibles. Pues definimos todos los lugares por las posiciones y distancias de
las cosas con respecto a un cuerpo cualquiera considerado inmóvil; y luego con
relación a tales lugares calculamos todos los movimientos, considerando que los
cuerpos se trasladan de algunos de estos lugares a otros. Y así en lugar de
lugares y movimientos absolutos utilizamos lugares y movimientos relativos y
esto sin ningún inconveniente para nuestras tareas corrientes. Pero en las
disquisiciones filosóficas tenemos que abstraer de nuestros sentidos y
considerar las cosas mismas, distintas de lo que son sólo sus medidas
sensibles. Pues puede que no hay ningún cuerpo realmente en reposo al cual
pueden referirse los lugares y movimientos de los otros.”
El espacio y el tiempo son considerados de ordinario
completamente relativos, esto es, como distancias entre los objetos o sucesos
sensibles. En realidad a tales espacios y tiempos relativos se añade el espacio
y el tiempo absolutos, verdaderos y matemáticos. Estas son entidades infinitas,
homogéneas y continuas, completamente independientes de cualquier objeto o
movimiento sensible, por medio de los cuales tratamos de medirlos. El tiempo
fluye de manera igual de eternidad a eternidad, el espacio existe de una vez
para siempre en la inmovilidad infinita. El movimiento absoluto es la
traslación de un cuerpo de una parte a otra del espacio; el movimiento
relativo, el cambio de su distancia con respecto a cualquier otro cuerpo
sensible; reposo absoluto, la persistencia de un cuerpo en la misma parte del
espacio absoluto; reposo relativo, la persistencia en la misma distancia con
relación a cualquier otro cuerpo. El movimiento absoluto se calcula, en un
cuerpo cualquiera, añadiendo matemáticamente sus movimientos relativos en la
Tierra al movimiento de la Tierra en el espacio absoluto. Podemos determinar
aproximadamente el tiempo absoluto igualando o corrigiendo nuestro tiempo
vulgar por medio de un estudio más exacto de los movimientos celestes. Puede
ocurrir, sin embargo, que no hallemos en ninguna parte un movimiento
auténticamente igual por medio del cual pueda medirse exactamente el tiempo.
Todos los movimientos, incluso los que a la mejor observación parecen muy
uniformes, son en realidad o acelerados
o retrasados, al paso que el progreso verdadero o igual del tiempo absoluto no
está sujeto a ningún cambio. De igual modo, el espacio es por su esencia o
naturaleza inmóvil, esto es, el orden de sus partes es invariable. Si cambiaran
se moverían fuera de sí mismas. Es absurdo pues, considerar como móviles los
lugares primarios de las cosas o las partes del espacio absoluto. Pero las
partes del espacio absoluto no son visibles ni se las puede distinguir con los
sentidos. De aquí que para medir o definir las distancias tengamos que
considerar inmóvil algún cuerpo, y luego estimar los movimientos y medir las
distancias de los otros cuerpos en relación con él. Así en lugar del espacio y
del movimiento absolutos usamos el espacio y el movimiento relativo, que es
bastante adecuado para la práctica, pero considerando el asunto desde un punto
de vista filosófico, hay que convenir que no puede haber en el espacio absoluto
un cuerpo que esté realmente en reposo, pues es posible que esté en movimiento
el punto de referencia que hemos adoptado. DE aquí que con la observación y el
experimento no hagamos sino aproximarnos a estas dos entidades absolutas,
verdaderas y matemáticas; son en esencia inaccesibles para nosotros.
Podemos conocer el movimiento absoluto por alguna de sus
propiedades y el movimiento absoluto implica el espacio y al tiempo absolutos.
Dice Newton en Principia I, 9 y ss.:
“Pero podemos distinguir uno de otro, el reposo y el
movimiento, absoluto y relativo, por sus propiedades, causas y efectos. Es una
propiedad del reposo que los cuerpos realmente en reposo (esto es, en el
espacio absoluto) se hallen en reposo en relación uno con otro.
Es una propiedad del movimiento que las partes que conservan
las posiciones que se han dado a sus todos, participan de los movimientos de
esos todos. Pues todas las partes de los cuerpos que giran tratan de apartarse
del eje del movimiento; y el impulso de los cuerpos que se mueven adelante
proviene de los impulsos unidos de todas las partes. Sin embargo, si se mueven
los cuerpos circundantes, los que están dentro de él en reposo relativo,
participarán de su movimiento. Según esta explicación, el movimiento verdadero
y absoluto de un cuerpo no puede determinarse por su traslación con relación a
los que sólo están aparentemente en reposo; pues los cuerpos exteriores no sólo
deben estar en reposo aparente, sino estar realmente en reposo…
Una propiedad muy semejante a la anterior es que si un lugar
se mueve, lo que hay en su interior se mueve con él. Por eso los movimientos
completos y absolutos no pueden determinarse más que por los lugares inmóviles.
Por esta razón he referido primero estos movimientos absolutos a los lugares
móviles. Ahora bien, no hay otros lugares inmóviles más que aquellos que, de
infinito a infinito, conservan las mismas posiciones uno respecto de otro; y
según esta explicación deben permanecer siempre inmóviles y constituyen así lo
que llamo espacio inmóvil.”
Una propiedad del movimiento es que las partes, que
conservan las posiciones dadas de un sistema, participen de cualquier
movimiento o reposo que es verdadero del sistema; por eso el movimiento
absoluto de una parte o del resto del sistema no puede determinarse por las
relaciones que guardan entre sí, sino únicamente por su referencia a un espacio
inmóvil. Pero el espacio inmóvil es completamente inaccesible para la
observación o el experimento. Nuestro problema subsiste: ¿Cómo podemos decir si
un cuerpo dado está en reposo o se mueve en él? Newton dice en Principia I, 10
y ss.:
“Las causas, con las cuales distinguimos los
movimientos verdaderos de los relativos, son las fuerzas que se imprimen a los
cuerpos para generar el movimiento. El verdadero movimiento no es generado ni
alterado sino por alguna fuerza que se imprime al cuerpo que se mueve; el
movimiento relativo puede ser engendrado o alterado sin ninguna fuerza que se
imprima al cuerpo. Pues es suficiente para imprimir alguna fuerza en otros
cuerpos, con la cual el primero se compara, que al ceder aquéllos, cambie de
relación en que consiste el reposo o movimiento relativo de ese otro cuerpo.
Por otra parte, el movimiento verdadero experimenta siempre algún cambio por la
fuerza impresa al cuerpo que se mueve. Pero estas fuerzas no imprimen
necesariamente un cambio en el movimiento relativo. Pues si las mismas fuerzas
se imprimen asimismo en los otros cuerpos, con los cuales se hace la
comparación, a fin de que se conserve la posición relativa, se conservará
entonces la condición en que consiste el movimiento relativo. Y, no obstante,
puede cambiar cualquier movimiento relativo mientras el verdadero experimenta
algún cambio. Según estas explicaciones, el movimiento verdadero no consiste de
ningún modo en dichas relaciones.
Los efectos que
distinguen el movimiento absoluto del relativo son las fuerzas que apartan del
eje del movimiento circular. Pues no hay tales fuerzas en un movimiento
circular puramente relativo, pero en un movimiento circular verdadero y
absoluto, son mayores o menores, según la cantidad de movimientos. Si una
vasija que pende de una cuerda larga gira con tanta frecuencia que la cuerda se
retuerce mucho, y se la llena luego con agua, manteniéndola en reposo, y
después por la acción súbita de otra fuerza da vueltas en sentido contrario, la
cuerda se destuerce y la vasija sigue por algún tiempo moviéndose con este
movimiento; la superficie del agua será al principio llana, como antes de que
la vasija empezara a moverse, pero ésta, comunicando gradualmente su movimiento
al agua, hará que empiece a girar sensiblemente y se aparte poco a poco del
medio y suba por las paredes de la vasija formando una figura cóncava –como lo
he comprobado-; cuanto más rápido sea el movimiento tanto más alto subirá el
agua, hasta que al final, dando vueltas al mismo tiempo que la vasija
adquirirá en ella un reposo relativo. El
ascenso del agua muestra su tendencia a apartarse del eje de su movimiento; y
el verdadero y absoluto movimiento circular del agua, que es aquí contrario al
relativo, se muestra y puede medirse por esa tendencia. Al principio, cuando
era mayor el movimiento relativo del agua en la vasija, no mostraba tendencia
alguna a apartarse del eje; no tendía a adquirir la forma de la circunferencia
ni a elevarse por las paredes de la vasija, sino que conservaba plana su
superficie, y por eso no había comenzado aún su verdadero movimiento circular.
Pero después que el movimiento relativo del agua hubo decrecido, su ascenso por
las paredes de la vasija mostraba su tendencia a separarse del eje; y esta
tendencia mostró que el movimiento real y circular del agua aumentaba
constantemente, hasta adquirir el máximo cuando el agua llegaba al reposo
relativo en la vasija…
Es, en efecto, muy difícil descubrir y distinguir, de hecho,
de los aparentes los movimientos verdaderos de los cuerpos particulares, pues
las partes de ese espacio inmóvil en las cuales se realizan los movimientos no
caen de ningún modo bajo la observación de nuestros sentidos. Pero la cosa no
es del todo desesperada, pues hay argumentos que nos orientan en parte por los
movimientos aparentes, que constituyen las diferencias de los verdaderos
movimientos; y en parte por las fuerzas, que son las causas y los efectos de
los verdaderos movimientos. Por ejemplo, si dos globos que se mantienen a
cierta distancia por medio de una cuerda que los une giraran alrededor de su
centro común de gravedad, podríamos descubrir, por la tensión de la cuerda, el
esfuerzo de los globos para desviarse del eje de su movimiento y calcular de
allí la cantidad de sus movimientos circulares… Y así podríamos encontrar la
cantidad y la determinación de este movimiento circular, incluso en un vacío
inmenso donde no hubiese nada exterior o sensible con que los globos pudiesen
compararse. Pero si en ese espacio se colocaran extraños cuerpos que guardaran
siempre entre sí una posición dada, tal como las estrellas fijas en nuestras
regiones, no podríamos determinar por la traslación relativa de los globos
entre estos cuerpos, si el movimiento pertenece a los globos o a los cuerpos.
Pero si observamos la cuerda y encontramos que su tensión es la tensión que
necesitan los movimientos de los globos, podemos concluir que el movimiento
pertenece a los globos, y que los cuerpos están en reposo. Finalmente, por la
traslación de los globos entre los cuerpos encontraremos la determinación de
sus movimientos.”
El movimiento relativo se produce, en el caso de un cuerpo
cualquiera, sin que se le aplique fuerza alguna, pues los otros cuerpos con los
cuales se compara tienen el impulso a cambiar sus relaciones con él. El
movimiento verdadero no puede producirse sin la aplicación de la fuerza y
viceversa, dondequiera que se aplique la fuerza, debe producirse el movimiento
absoluto. De aquí concluimos que dondequiera la fuerza es operativa, existe
allí el movimiento absoluto.
Es difícil advertir alguna fuerza en esta parte del
argumento. Pues sólo por los cambios del movimiento podemos descubrir la
presencia de la fuerza. En efecto, para la mayor parte de los científicos
modernos la fuerza no tiene sentido más allá de la causa desconocida de las
aceleraciones-masas. Podemos inferir del
efecto la causa, pero no de la causa el efecto.
La fuerza es el efecto de un movimiento.
Pero Newton pisa terreno firme cuando pasa de la fuerza como
causa del movimiento a la fuerza como su efecto. Además, Newton sostiene,
aunque este pensamiento no está totalmente desarrollado, que donde hay
movimientos relativos o aparentes debe haber por lo menos tanto movimiento
absoluto como la diferencia de los movimientos relativos. La doctrina del
movimiento absoluto no se opone a la concepción del movimiento relativo; afirma
simplemente que los cuerpos cambian sus relaciones espaciales de tales y tales
modos exactos, y que nuestro sistema de referencia no es arbitrario.
Teoría
del éter.
En la época de Boyle
se asignaban al medio etéreo dos funciones distintas: propagaba el movimiento a
través de las distintas distancias, y poseía cualidades que daban cuenta de
fenómenos extramecánicos como la electricidad, el magnetismo y la cohesión. Para
Newton en su primera obra es inconcebible la acción a distancia. Sobre todo,
sus escritos ópticos lo llevaron a pensar que tal medio era necesario para
explicar la propagación de la luz. En medio de todas sus discrepancias, Newton
convenía con Hooke al punto de admitir que el éter existía y que era un medio
susceptible de vibraciones. Habiéndose apropiado de esa idea, que era corriente
en su época, y encontrándola bien fundada, fácil le resultó a Newton extender
su uso a los fenómenos que suponían la acción a distancia, tal como la
gravedad, el magnetismo, la atracción eléctrica, etc., y que los otros
explicaban del mismo modo.
Newton rechazó la concepción cartesiana del éter como un
fluido denso y compacto que, con su movimiento de torbellino, haría girar a los
planetas alrededor de su órbita, y desarrolló partiendo de las premisas de Boyle
una especulación más original. En su argumentación en contra de esta concepción
del éter, Newton presupone la refutación que aparece en los Principia de toda
la teoría del torbellino sobre el movimiento planetario. Es evidente que si ese
fluido denso mantuviera en reposo y no se moviera en rotaciones vortiginosas,
su resistencia haría imposible los movimientos celestes, regulares y continuos.
En un principio, Newton distinguió entre el cuerpo principal del éter flemático
y los distintos espíritus etéreos difundidos en él que procuraban la explicación
para los fenómenos que suponen otros principios no mecánicos. Más tarde, Newton
postuló un medio uniforme que tenía distintos grados de densidad. Para Newton
el mundo sin éter se debilitaría y perdería su movimiento si no fuera porque
los principios activos del éter acumulan constantemente el movimiento en varias
formas.
Así el éter, tal como lo concibe finalmente Newton es
un medio que tiene esencialmente la
misma naturaleza que el aire, y sólo se distingue de él porque es más raro. Sus
partículas son muy pequeñas y se presentan en mayor cantidad cuanto más
distantes están de los poros interiores de los cuerpos sólidos. Son elásticas,
es decir, tienen el poder de rechazarse mutuamente, pues tratan siempre de
apartarse unas de otras, y este conato es la causa de los fenómenos de la
gravedad. Se atribuyen a las potencias activas del éter otros fenómenos como
los mencionados, y a veces se habla de ellos como si provinieran asimismo de
las operaciones de estas fuerzas repulsivas. Pero es evidente que no se pueden
omitir las potencias activas hasta donde desmejora la máquina universal y el éter
tiene la responsabilidad de infundir constantemente vigor y movimiento al
cosmos por medio del ejercicio de estos principios activos.
Apéndice
sobre metodología.
En los Principia mathematica, Newton formula cuatro reglas
del razonamiento que merecen la pena ser transcritas aquí:
“Regla I.
No hemos de admitir más causas de las cosas naturales que aquéllas
que son verdaderas y suficientes para explicar sus apariencias.
A este fin dicen los filósofos que la naturaleza no hace
nada en vano y cuanto más en vano es algo, para menos sirve, pues la naturaleza
se complace con la simplicidad y no gusta de la pompa de causas superfluas.
Regla II.
Por tanto, a los mismos efectos naturales hemos de
asignarles en la medida de lo posible, las mismas causas.
Regla III.
Las cualidades de los cuerpos que no admiten ni aumento ni
disminución de grados y que vemos que pertenecen a todos los cuerpos que caen
bajo el alcance de nuestros experimentos, han de ser tenidas por cualidades
universales de todos los cuerpos cualesquiera que sean.
Regla IV.
En filosofía experimental hemos de considerar que las
proposiciones inferidas de los fenómenos por inducción general son exacta o muy
aproximadamente verdaderas, a pesar de cualesquiera hipótesis contrarias que
imaginarse puedan, hasta el momento en que tengan lugar otros fenómenos en
función de los cuales se puedan hacer más precisas o sujetas a excepciones.
Hemos de seguir esta regla, pues el argumento de la inducción
no ha de ser abandonado por hipótesis.”
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