Vamos a comentar a renglón seguido el
libro de Bueno y a entresacar de tal obra los temas que nos parecen más
importantes y relevantes en el presente escrito, ya que el número de temas
políticos abordados por Bueno es ingente.
Nosotros, los españoles, vivimos desde
1978 en un Estado democrático surgido por cierto del tan por los progres
aborrecido Régimen del 18 de julio de 1936. Tenemos una Constitución, -la de
1978- que establece que España es un Estado social y democrático de derecho.
Hora es de criticar tanto al Régimen de 1978 como a sus ideólogos y a sus
productos ideológicos. Eso es lo que entiendo yo que hace Bueno en el presente
libro, que conviene leer en clave política española. Bueno hace permanentes
referencias a la España del presente en su libro. Es un libro el suyo, el que
estamos comentando, de filosofía política y de política a secas.
“Todo el mundo” habla hoy de democracia
y la opone al fascismo o a la dictadura. Y al hablar de la “democracia
realmente existente” podemos tomar como referencia principal la Idea de
“democracia avanzada” que se cita en el Preámbulo de la Constitución española
de 1978.”[2] En el
fondo este concepto de democracia es un concepto individualista y liberal que
se corresponde con el concepto de individuo consumidor ciudadano satisfecho que
pretende vivir epicúreamente y dejar vivir a cada uno en paz y en libertad. Es
el concepto liberal de democracia el que está operando en la sociedad española
hoy en día. Ahí está la diferencia entre
vida privada y vida pública. Schumpeter describió perfectamente esta situación:
la democracia es el gobierno competitivo de élites de políticos profesionales
que se disputan el voto de los ciudadanos. Los ciudadanos otorgan el poder de
decidir en asuntos políticos y económicos mediante votaciones que se celebran
habitualmente cada cuatro años. La democracia es un mercado. Los ciudadanos
después de votar se desentienden de los asuntos políticos, dedicándose a sus
asuntos familiares y profesionales hasta que son convocados nuevamente a las
elecciones. Pueden derrocar al gobierno o confirmarle en el poder.
En esta sociedad burguesa, capitalista
de mercado pletórico, todos los asuntos se contemplan desde la esfera de la
ética, desde la consideración de los ciudadanos de forma distributiva,
individualista, liberal. Cuando hay una crisis política, se apela a la ética
(como cuando el PSOE produjo la crisis de la Comunidad Autónoma de Madrid en
junio de 2003) para no reconocer que hay algo llamado “lo político”. Esto es
algo típico del progresismo, la ideología dominante en la España actual,
formada con detritus de la socialdemocracia y del comunismo. También se
denomina ideología de lo políticamente correcto. El materialismo filosófico
entendido como materialismo político es incompatible con esta ideología
idealista. Frente a esta constante y machacona apelación a la ética, son las
normas del grupo social nacional las que deberían preocupar a los políticos. La
crisis en la Comunidad de Madrid fue una crisis política y no una crisis ética.
Igualmente cuando ETA mata, mata a españoles, por serlo y porque pretende la
secesión de las Provincias Vascongadas. Eso no es un problema ético, sino político.
Frente a ETA sólo vale la fuerza militar y policial más contundente, porque lo
que pretende es la comisión de un delito de lesa patria y eso se paga con la
muerte aunque a los partidarios de la ética tal vez no les guste eso. No es un
problema de derechos humanos, sino un problema nacional, de Estado. La solución
de este problema no es “más democracia”, sino más España, más Estado, más
autoridad.
Debido al prestigio que tiene la Idea
de democracia en nuestra sociedad capitalista pletórica de mercado libre, el
adjetivo “democrático” se pone a cualquier sustantivo para legitimarlo y
elevarlo al reino de la gracia, al reino de lo noble, excelso, etc. Es la
democracia divina, de forma paralela a la “izquierda divina”, o mejor, al
progresismo. “Pero lo cierto es que el adjetivo “democrático” se aplcia, sobre
todo desde el punto de vista de las democracias parlamentarias, a regiones del
espacio antropológico muy distintas de la sociedad política, como pueda serlo
el campo de la familia (democracia familiar), el campo de las corporaciones
(universidad democrática, sindicatos democráticos) y hasta el de las
instituciones religiosas, científicas o culturales (misa democrática, orquesta
democrática o matemática democrática); entre ellas “televisión democrática”.[3]
En principio, la democracia es un
régimen político como otro cualquiera. La democracia sólo tiene un sentido
político. Tiene una materia política, se refiere al Estado, la unidad política
por excelencia. “una democracia procedimental que no verse sobre materia
política (sobre la organización de un demos, de un “pueblo”) no es
sencillamente democracia, y que en lugar de hablar de procedimientos
democráticos convendría hablar de procedimientos de consenso, o de “consenso
procedimental”, puesto que la clave de la democracia política no está, como
mantendremos en este libro, en los procedimientos de consenso mayoritario (de
consenso procedimental), sino en la materia a la cual se aplican estos
procedimientos y, sobre todo, en las razones por las que esta materia no recibe
ya desde fuera, como si fuesen convencionales “reglas de juego”, los
procedimientos de consenso sino que los requiere desde dentro en virtud de su
estructura interna.”[4] Sin
embargo, en 1991 Gustavo Bueno no se cerraba a la posibilidad de pensar a la
democracia desde un punto de vista procedimental “Ahora bien, si la idea de
democracia es, confusivamente tomada (en su estructura y génesis), una idea
metafísica, dejará de serlo en el momento en que distingamos su componente
operatorio (“técnico”) que puede estar actuando sin perjuicio de sus envolturas
ideológicas –y a veces gracias a ellas. Desde este punto de vista cabría
redefinir la democracia como un procedimiento técnico de generación de la clase
política de una sociedad dada. En la medida en que la democracia es un concepto
operatorio tecnológico, ya no tendrá que definirse apelando a la idea del
“gobierno de la voluntad general”, como tampoco la monarquía teodrática podía
definirse apelando a la idea del “gobierno de la voluntad divina”. En principio
bastaría definirla como un procedimiento técnico de selección de la clase
política gerencial;”[5] Se
entiende claro está que tales procedimientos se aplican a lo político, al
Estado. “Lo primero que necesitamos es la referencia de los procedimientos
democráticos a una sociedad política.”[6] Por
lo demás, es importante, a juicio de Gustavo Bueno, señalar que la democracia
se dice de muchas maneras, tal y como ya lo afirmó Aristóteles.[7]
Sólo hay democracia stricto sensu en el
Estado. “Concluimos: el consenso procedimental tan sólo alcanzará significado
político cuando se aplique a materia política, es decir, a una sociedad
política.”[8] Bien
entendido que en el Estado siempre hay mando, asimetría entre gobernantes y
gobernados. Es que el autogobierno de la sociedad política es utópico. “Por
nuestra parte supondremos que la sociedad política (El Estado), cualquiera que
sean sus formas prístinas, comienza ajustándose a una estructura jerárquica;
los eventuales equilibrios alcanzados por consenso por las sociedades
preestatales confluyentes (en el terreno militar o en el del mercado) no pueden
ser considerados como populistas, ni como democráticos, puesto que los
consensos no se establecen entre individuos sino entre grupos o jefaturas.”[9]
El fundamentalismo democrático es esa
ideología de nuestro tiempo[10] que
sostiene que las sociedades políticas democráticas realmente existentes
realizan la idea de democracia. “Hablaremos de fundamentalismo cuando esas
sociedades políticas sean consideradas como democracias en tanto se nos ofrecen
como realizaciones más o menos plenas de una idea pura de sociedad democrática
que se supone dada dentro del sistema taxonómico estricto de referencia.”[11] Se
refiere Bueno a la clásica distinción ternaria entre Monarquía, Oligarquía y
Democracia, tematizada sobre todo por Aristóteles. Según Aristóteles, en la
Democracia gobiernan todos, todo el demos, pero empíricamente no sucede eso,
sino que la parte mayoritaria gobierna al todo en nombre de todos por la regla
de la mayoría. “Podríamos concluir que la idea pura de democracia que
Aristóteles está ofreciéndonos en su taxonomía de las sociedades políticas es
precisamente la idea de una oloarquía, y que desde esta idea está interpretando
la realidad empírica en la que no son todos, sino muchos o la mayoría, quienes
gobiernan.”[12] De ahí brota la ideología
fundamentalista democrática, en sostener que hay algo así como una voluntad
general, de todos, cuando eso no existe. Bueno sostiene que no hay voluntad
general, sino una suma de voluntades individuales. “Pero la “voluntad general”
es un concepto contradictorio y tan metafísico como pueda serlo el de la
“voluntad divina”; porque la suma de muchas voluntades aunque sea la de la
mayoría (por tanto, con una tasa de abstenciones determinada), y con la
aquiescencia de las minorías, no es una voluntad.”[13] Por
eso “la idea de oloarquía (la soberanía, poder o gobierno de la sociedad
política por “todo el pueblo que la constituye”, o, como se dirá siglos
después, por la “voluntad general”) es el contenido (ideológico) fundamental
(“fundamentalista”) de esa Idea pura de democracia desde la que se interpretan
las sociedades empíricas.”[14]
Si los hechos son diferentes de la
teoría de la democracia pura, se postulará una diferencia entre el ser y el
deber ser, entonces, peor para los hechos. Esto se llama pura y simplemente
idealismo. Decía ya Hegel al respecto que “En nuestra época ha podido parecer
sólidamente arraigada en relación con el Estado la representación de que la
libertad del pensamiento y del espíritu en general sólo se demuestra con la
discrepancia, e incluso con la hostilidad frente a lo políticamente reconocido,
y según esto extrañamente una filosofía sobre el Estado tendría esencialmente
por tarea el descubrir y suministrar también una teoría, y precisamente nueva y
singular. Si uno se atiene a esta
representación y a su influencia, tendría entonces que pensar que aún no ha
existido en el mundo ningún Estado ni constitución y que actualmente tampoco
los hay, sino que ahora –y este ahora dura siempre- hay que comenzar
absolutamente desde el principio, y que el mundo ético sólo debe esperarse
sobre semejante inventar, profundizar y fundar actual.”[15]Entre nosotros se
habla sin ningún pudor de déficit democrático. Esta es la posición del
fundamentalismo democrático. Frente a él Bueno sitúa en el extremo opuesto, el
funcionalismo democrático que concibe a la democracia como poliarquía, al modo
de Robert Dahl. Esta posición sería realista y positivista en la consideración
de los regímenes democráticos.
El fundamentalismo democrático es una
ideología delirante, mítica, fanática, peligrosa, porque sostiene nada más y
nada menos que “la Idea de democracia es el fundamento de toda sociedad
política: la democracia fundamental sería, según esto, la concepción de la
democracia como fundamento de cualquier sociedad política.”[16] El
fundamentalismo democrático niega toda legitimidad política a una sociedad
política no democrática, más aún, le niega siquiera el título de sociedad
política. Esto es puro dogmatismo. Esto es un grave error porque hablando con
claridad, no hay regímenes ilegítimos ni Estados ilegítimos: “No puede hablarse
de legitimidad de un Estado o de un poder público. Un Estado, la unidad
política de un pueblo existe, y existe en la esfera de lo político; es tan poco
susceptible de justificación, juridicidad, legitimidad, etc., como si en la
esfera del Derecho privado se quisiera fundamentar normativamente la existencia
del individuo humano vivo.”[17]
Afirma Bueno que “La esencia del
fundamentalismo democrático (o de la Idea fundamentalista de democracia)
podríamos también definirla por medio de la tesis según la cual el fundamento
de toda sociedad política es la forma democrática de esa sociedad.”[18] Sólo
la sociedad democrática es una sociedad política verdadera.
Los demócratas dicen que en la sociedad
democrática, el pueblo manda, que es el resultado de la autoorganización de la
sociedad por el pueblo y para el pueblo. Esto es falso, en una democracia el
pueblo no manda nada, se limita a seleccionar los individuos para integrar la
clase política mediante las elecciones. Mejor aún, sólo partes del pueblo votan
y sólo segmentos muy reducidos son los que deciden en última instancia porque
no todo el censo vota en las elecciones y los votos están mediatizados por la
ley electoral. La sociedad no puede autogobernarse. Ocurre que un grupo o unos
grupos mandan y el resto obedece. Igual que la voluntad general es un mito,
también resulta ser un mito confusionario la representación de una sociedad que
se autoorganiza a sí misma: “El fundamentalismo podría redefinirse como aquella
concepción de la democracia que supone que la constitución democrática es la
constitución que se da a sí misma una “sociedad civil”, es decir, añadiremos,
una sociedad con el nivel económico necesario para que la democracia pueda
ponerse en la materia y no sólo en la forma de la sociedad política. La
democracia no se entenderá, por supuesto, como una “forma separada.”[19]
El fundamentalismo democrático se
expresa de dos formas: 1. El contractualismo democrático de los individuos. 2.
El fin de la historia, tesis de F. Fukuyama.
El fundamentalista sostiene que hay
tres formas merced a las cuales el pueblo se expresa, expresa su voluntad y se
autogobierna: 1. De forma asamblearia en la democracia directa. 2. Mediante la
democracia orgánica o representativa y 3. Mediante el Estado de partidos.
El objetivo del Panfleto queda
reformulado ahora de la siguiente manera: “El objetivo de este “Panfleto contra
la democracia realmente existente” no es otro que el de iniciar la trituración
del fundamentalismo democrático en tanto que éste se apoya en una Idea pura de
democracia considerada como núcleo y motor de las democracias empíricas, en
cuanto son Estados plenos de derecho.”[20]
No hay más democracia que la
empíricamente existente. Bueno ataca al platonismo que disocia la Idea de lo
empíricamente real existente. Este ataque también va dirigido al idealismo
kantiano que distingue entre un deber ser y el ser.
La utopía es lo políticamente imposible
y por tanto lo políticamente indeseable. La utopía es una estafa política.
Bueno propone considerar la relación
entre lo ideal y lo empírico desde la perspectiva diamérica.
La ideología progresista está
construida sobre una metafísica climacológica que desemboca en un cosmismo.
Esto desde un punto de vista ontológico-general es opuesto al materialismo
ontológico-general. La expresión “progreso global” carece de sentido.
La Idea de democracia fundamental sirve
para legitimar la democracia realmente existente. Es muy útil para encubrir la
deficiencias empíricamente reales que tiene la democracia. Los defectos de la
democracia se ocultan postulando un supuesto deber ser más allá de lo empírico.
El concepto de democracia tiene una función legitimadora. “Ante todo la Idea
pura de democracia tiene una función encubridora, con finalidades
tranquilizantes, de la estructura real de la llamada sociedad civil
democrática, que es una sociedad estructurada sobre las diferencias de clases,
de profesiones, de oportunidades personales (el principio de la igualdad de
oportunidades es en realidad un principio para legitimar, por la salidad, la
desigualdad de los ciudadanos en la
llegada)”[21]
La principal crítica a la democracia
estriba en que no hay voluntad general como se dijo más arriba, tampoco hay
soberanía popular. “La crítica principal irá dirigida a mostrar que no existe
una realidad social que corresponda al “pueblo” en cuanto titular de la
soberanía de la sociedad política, ni existe ninguna voluntad general cuando se
establecen los consensos electorales.”[22]. El
Panfleto resulta muy pedagógico porque en reiteradas ocasiones Bueno repite la
finalidad del panfleto que estamos presentando. “El Panfleto contra la
democracia realmente existente no pretende ser otra cosa que una crítica
demoledora a las democracias fundamentalistas, a la Idea que la mayoría de las
democracias de nuestro siglo, una vez barridas de fascismos en la primera mitad
del siglo XX, y de comunismos, al menos europeos, durante la segunda mitad,
mantienen sobre la esencia de la democracia.”[23]
Insiste Bueno en que la democracia es
algo político, no es un mero procedimiento.
La forma democrática tiene que estar conectada con la materia
democrática. Esto hace que la democracia material sea distinta de la mera democracia
formal. “Es precisamente la materia, y no el mero procedimiento, la que define
una democracia parlamentaria. O, dicho de un modo más riguroso: lo que
diferencia una mera democracia procedimental de una democracia política es la
diferencia entre el tipo de conexión que media entre la materia no política y
los procedimientos democráticos y la materia política y sus procedimientos
democráticos.”[24] Se vuelve a insistir en
la materia política como lo decisivo a la hora de considerar un Estado como
democrático.
Una sociedad política democrática o es
una democracia material o no es una verdadera sociedad democrática. La
democracia es de verdad cuando brota de la propia constitución material interna
de la sociedad política considerada. La democracia es de verdad cuando la
propia constitución material de la sociedad (systasis), asume, desde dentro, y
en virtud de la codeterminación de sus partes, la estructura democrática, si
no, sería, estaríamos hablando de una democracia formal impuesta desde fuera.
La democracia deriva del mercado
capitalista. En “La Nueva España” de Oviedo de 25-I-2004 afirma Bueno
rotundamente que “Si no existe el mercado, no existe la democracia.” Esto es el
materialismo democrático. Frente al materialismo democrático se alza el formalismo
democrático, consistente en pretender explicar la democracia desde la forma
política, vinculándola a la democracia procedimental tal y como hace Popper.
Como bien dijo Bueno en otro libro anterior, “La sociedad democrática es un
resultado de la “evolución” de la sociedad capitalista, y es un resultado de
algún modo necesario. La esencia de la sociedad democrática es la libertad, y
una libertad que se conforma en torno a la libertad de elección, que es, ante
todo, la posibilidad de poder adquirir en el mercado alguno de los bienes
alternativos que en él se ofrecen.”[25]
La democracia material es la
capitalista de mercado. La democracia formal es falsa: “En cualquier caso, lo
que se llama “democracia formal” es tan sólo una pseudodemocracia, es decir,
una sociedad política materialmente no democrática, pero que ha asumido una
fachada democrática bien sea por imposición de potencias externas (sin cuya
asistencia no podría mantenerse) bien por un disfraz de la sociedad política no
democrática que se presenta a las demás como si fuera una sociedad
democráticas.”[26]
La systasis política es la esencia de
la sociedad política, no sólo comprende a la Constitución desde un punto de
vista jurídico.
El fundamentalismo democrático se
expresa de forma muy concreta en la teoría de la democracia. Esta teoría consta
de tres doctrinas diferentes: A) La doctrina de los tres poderes, B) La
doctrina del origen popular de estos tres poderes. Todo poder emana del pueblo,
doctrina en el fondo no muy diferente de la doctrina expresada en la sentencia nulla
potestas nisi a Deo y C) La doctrina del Estado de derecho.
Frente a estos ideologemas, Bueno
señala que la Nación Política no es previa al Estado, sino que se edifica sobre
un Estado previamente existente.
La doctrina del Estado de Derecho
implica un gobierno de los jueces y la consiguiente judicialización de la
política. “La doctrina del Estado de derecho inspira muy de cerca la práctica
de las democracias homologadas en la dirección de la judicialización de la vida
política.”[27] Ya en su tiempo Carl
Schmitt había señalado esto al afirmar que “El ideal del Estado de Derecho
trata de encerrar todas las posibilidades de actuación estatal, sin residuo, en
un sistema de normaciones, limitando así el Estado. En la realidad práctica, sin
embargo, da lugar a que se desenvuelva un sistema de actos apócrifos de
soberanía.”[28] De esta manera “el Estado
de derecho se convierte en el llamado Estado de Justicia.”[29] Por
todo ello “El ideal pleno del Estado burgués de Derecho culmina en una
conformación judicial general de toda la vida del Estado.”[30]
Como ya reconoció Kelsen, todo Estado
es Estado de Derecho y por eso la teoría del Estado es teoría del Estado de
Derecho. Según Kelsen, el Estado no puede obrar en contra del Dereco porque eso
sería como obrar contra sí mismo. El Estado sólo puede querer lo jurídico. “Por
esta razón, desde el punto de vista del positivismo jurídico, todo Estado es un
Estado de Derecho, en el sentido de que todos los actos estatales son actos
jurídicos, porque y en tanto que realizan un orden que ha de ser calificado de
jurídico.”[31]
Esto por lo que respecta a la teoría
del Estado de derecho. Sin embargo, es la teoría de los tres poderes del Estado
la que resulta más oscura a juicio de Gustavo Bueno. Por tal razón, “la doctrina
de los tres poderes no puede considerarse, en absoluto, como una teoría
científica, aunque suela estar incorporada a los tratados o manuales de la
llamada “ciencia política”-“[32]
Si reducimos la constitución política
de la sociedad (systasis) a la capa conjuntiva ello proporciona una visión
idealista de la sociedad política. Esto se llama idealismo político. El
fundamentalismo político democrático es un idealismo político. El Estado
necesita la capa basal y de la capa cortical. Las tres capas del cuerpo político
son necesarias simultáneamente.
Desde el punto de vista de la taxonomía
tenemos que decir que nunca manda uno sólo como podría deducirse del concepto
de Monarquía. Tampoco en la democracia mandan todos ni votan todos. Al final
las diferencias quedan reducidas notablemente. Por lo demás, como en la
democracia el pueblo no gobierna ni se autogobierna, la diferencia entre
monarquía, oligarquía y democracia residirá en otra parte. “En cuanto a la
extensión, porque en él, el “uno que manda” es siempre un grupo (con lo que la
diferencia entre las monarquías y los algunos de las aristocracias o de las
oligarquías se atenúa, en cuanto a la sustancia); y el todos de las democracias
es también puramente teórico, y en realidad es sólo una interpretación del concepto
de mayoría (de los muchos, oi polloi).”[33]
En esta línea de crítica a las
ideologías, Bueno reitera su crítica a la autocracia y al totalitarismo: “Pero
la autocracia, como el totalitarismo, no son realidades, son ideologías: nunca
gobierna uno sólo sino un grupo, ni jamás el Estado puede ser totalitario, y
aunque lo quiera, no puede “agotar” la realidad.”[34]
Además el concepto de sociedad civil es
un concepto espurio. Ocurre que “el concepto de sociedad civil es definido, de
hecho, de un modo negativo, como si se tratase de una clase complementaria de
la sociedad política.”[35] El
concepto de sociedad civil es de origen agustiniano, procede del concepto de
ciudad de Dios, un concepto ideológico. El concepto de sociedad civil como
autosuficiente, deriva del concepto de Iglesia, entendida ésta como sociedad
perfecta y que no necesita de la tutela del Estado para desarrollar sus
funciones propias.
La democracia como tal, sólo puede
entenderse correctamente como contrapuesta a otros regímenes políticos. “Democracia”,
como sociedad política, es un concepto que sólo puede constituirse como tal en
cuanto especie definida en el ámbito de una taxonomía de sociedades políticas
que haga posible enfrentarlo a otras especies de sociedades políticas, tales
como “tiranías” u “oligarquías”.[36]
Por eso Bueno emprende la tarea de la
reexposición de la clasificación de los regímenes políticos realizada por
Aristóteles. Así resulta la nueva clasificación:
I
Monoarquías (monarquías o tiranías).
II
Paurarquías (aristocracias y oligarquías).
III
Poliarquías (democráticas o demagógicas).
El poder político no se reduce
simplemente al plano del finis operantis del gobernante orientado al dominio
global e indiferenciado sobre el pueblo. El poder político no se resuelve en el
poder de los sujetos que lo ostentan, considerados desde los fines operantium.
El poder político según su finis operis es la eutaxia.
Ya hemos visto que la voluntad general
no existe. “La voluntad general es por tanto únicamente, a lo sumo, la voluntad
de quienes consensuan para mantenerse con las discrepancias y tolerarlas, sin
saber nunca cuándo esta tolerancia compromete la recurrencia de la propia
sociedad política, es decir, su eutaxia.”[37]
Podríamos establecer la siguiente
diferencia entre las sociedades políticas democráticas y las sociedades
políticas no democráticas. En las sociedades políticas democráticas hay
elecciones. Hay un control político por parte de las urnas. En las sociedades
no democráticas los grupos dirigentes no se someten al control de las urnas.
Sólo responden ante Dios o ante la Historia.
Si nos atenemos al momento reticular
(capa conjuntiva más capa cortical), la clasificación de estas sociedades es
una clasificación bimembre entre sociedades democráticas y sociedades no
democráticas. Hoy sólo podemos distinguir entre democracias y no democracias a
nivel de regímenes políticos. Por lo demás, no es posible prácticamente separar
una democracia empírica de la ideología democrática que la envuelve y acompaña
necesariamente. Por eso la crítica de la ideología democrática es la crítica de
la democracia. Por eso el Panfleto contra la democracia es una crítica de la
democracia y de la ideología democrática simultáneamente.
“Si nos atenemos al poder conjuntivo
estricto: en las elecciones democráticas el pueblo no “controla” propiamente a
los gobernos-parlamentos en función de su gestión (porque el control sólo
pueden ejercerlo los organismos competentes especializados como el Tribunal de
Cuentas, el Tribunal Supremo, etc.), sencillamente porque carece de elementos
de juicio y, por tanto, de capacidad de “controlar”.[38] El
pueblo no está preparado políticamente para formular juicios objetivo
referentes a la gestión política.
El pueblo no manda, ni gobierna, ni se
autodetermina, ni expresa ninguna supuesta voluntad general realmente
inexistente. Ocurre simplemente que como decía Borges, la democracia es un
abuso de la estadística. El poder ejecutivo y el legislativo están sometidos al
azar de las elecciones. ¿Cuál es entonces la función que especifica a las
democracias en el conjunto de las sociedades políticas, a saber, la función de
las elecciones periódicas de responsables de la armadura reticular (ejecutiva y
legislativa) de la Nación? Es la ceremonia, de un alto valor simbólico,
mediante la cual la parte “más representativa” del poder en ejercicio (el
ejecutivo y el legislativo) ha de someterse al arbitrio (estadístico) –similar
al arbitrio que regula la cotización de las acciones en bolsa- del cuerpo
electoral, cuyos votos, según reglas establecidas, decidirán su permanencia o
su remoción, parcial o total, en el poder.”[39]
Y es que cuando hablamos de todos es
menester referirnos bien a las totalidades distributivas o bien a las
totalidades atributivas. Es menester distinguir entre dos tipos de mayorías:
consenso y acuerdo. Por un lado está la relación de los electores con
contenidos k. Es el consenso, que es la aceptación de la resolución tomada por
una mayoría de electores conformes con un contenido k. Debe entenderse como una
relación de los electores a contenidos k
En cambio el acuerdo democrático es la
condición de la resolución sobre los contenidos de k en la que la mayoría de
los electores están conformes entre sí. El acuerdo es una relación de los
contenidos k y los electores. El acuerdo es imposible sin el consenso, pero el
consenso puede disociarse del acuerdo. Puede así haber consenso sin acuerdo.
Además, los resultados electorales no
significan un criterio objetivo acerca de la gestión del Gobierno. El pueblo
puede equivocarse muchas veces. “Los resultados de las elecciones políticas
democráticas no pueden tomarse, por tanto, como criterio objetivo acerca de la
gestión del Gobierno (muchas veces “el pueblo” se equivoca, es “injusto” con un
Gobierno o con el partido mayoritario del Parlamento) aunque tampoco tienen los
resultados electorales por qué carecer de todo tipo de correlación con otros
resultados derivables de criterios objetivos de tal gestión.”[40]
Efectivamente, el pueblo puede equivocarse y se equivoca de hecho, Platón
sostenía que el pueblo era una masa, un animal irracional incapaz de la menor
reflexión, sensible a la adulación e inconstante en sus amores y odios y por
tanto sin capacidad política, y Bueno comparte de alguna manera esta doctrina
sobre el vulgo. Así, En “Telebasura y democracia” (2002) afirma: “En una
democracia hay que aceptar sin duda, como un postulado (si se prefiere: como una ficción jurídica del Estado de
derecho) que el pueblo tiene siempre jucio al elegir.”[41] Es
una ficción útil, como la ficción de la democracia representativa o del imperio
de la ley o del Estado de derecho.
La armadura reticular y la armadura
básica de la sociedad política son inseparables pero no idénticas Las
democracias podrían clasificarse internamente tanto según criterios reticulares
como según criterios basales. La retícula comprende la capa conjuntiva y la
capa cortical. Esta retícula nunca es sustantiva, no está separada de la
estructura basal. Es imposible separar la armadura política reticular de la
sociedad política de su armdura política basal.
Bueno de todos modos asume la
tradicional distinción en ciencia política entre democracias parlamentarias y
democracias presidencialistas. Sin embargo, atendiendo al criterio decisionista
(esto es, al criterio de quién decide) podríamos distinguir entre democracias
ejecucionistas (El ejecutivo es quien decide en última instancia)
parlamentarias (la decisión última recae en el legislativo) y judicialistas (Es
el poder judicial quien tiene la última palabra).
Es un error según Gustavo Bueno el considerar
a la democracia ateniense como una democracia política “porque en esa
democracia quedaban segregados, no ya los hombres de otras ciudades (o de otros
Estados o de otras tribus, como sigue ocurriendo en nuestra época de
democracias avanzadas), sino de los hombres o mujeres que vivían dentro del
territorio del Estado ateniense sometidos a su poder.”[42] Es
que ocurre que para Gustavo Bueno la democracia sólo puede existir con el
capitalismo, con el mercado libre.
Igual que Aristóteles sostenía que la
democracia consistía en la libertad que tiene cada uno de vivir como quiere,
Bueno afirma que la Idea básica de la democracia es la libertad. “La Idea que preside la transformación de las
sociedades políticas no democráticas en sociedades de constitución (systasis)
democrática es la Idea de libertad objetiva, antes que la Idea de igualdad o
que la Idea de fraternidad.”[43]
La capa basal de la democracia es el
mercado libre, la propiedad privada y el capitalismo. Así de claro. Lo demás
son cuentos. Incluso nos atreveríamos a añadir, con Gustavo Bueno, la
televisión. Mercado, Democracia y Televisión son isomorfos entre sí. Tienen la
misma estructura consistente en que el consumidor político, televisivo y
comercial elige entre varias alternativas siempre. “La estructura de la
sociedad democrática es isomorfa con la estructura de la sociedad de mercado
libre; y aun este isomorfismo ni siquiera necesita ser explicado, cuanto a su
génesis, a partir de “estructuras antropológicas más profundas” (nosotros
decimos: metaméricas), puesto que la génesis de la democracia política puede
entenderse históricamente como resultado de la extensión, hasta cierto punto
metafórica, de la estructura de la sociedad de mercado libre de bienes a la
propia sociedad política.”[44] Por
eso en una sociedad democrática ocurre que “La audiencia, en la sociedad
democrática, es la que manda, y la televisión madura tiene que obedecer a esta
demanda. Y no ya por razones éticas o morales, sino por razones de simple
supervivencia democrática.”[45]
El mecanismo que configura una sociedad
democrática es el libre mercado capitalista. Aquí hace su aparición el concepto
de mercado pletórico. “En cuanto a la Idea de mercado pletórico, diremos, ante
todo, que es una idea fundada, no tanto en la igualdad, cuanto en la
desigualdad entre bienes ofrecidos (mercancías, incluyendo en esta rúbrica la
fuerza de trabajo) y compradores (consumidores, usuarios) de esos bienes.”[46] Un
mercado pletórico de bienes es una multiplicidad de bienes fabricados y
clasificados en especies, géneros, órdenes, clases diferentes, cada uno de los
cuales ha de estar representado por unidades numéricas distributivas de
carácter indefinido. Respecto a los compradores hay que señalar la desigualdad
existente entre todos ellos. El Estado social del Bienestar es la fase superior
del Estado burgués democrático de derecho y es la consecuencia de la fase
superior del capitalismo monopolista de Estado. El Estado social permite a
todos convertirse en consumidores satisfechos y en votantes satisfechos y en
televidentes satisfechos. “El “Estado de bienestar” es la forma según la cual llega a coordinarse el mercado
pletórico con la democracia. El Estado de bienestar garantiza la participación
de sus ciudadanos en el mercado y, por tanto, la consolidación de la
“democracia de los consumidores”.[47]
En este orden de cosas, la Declaración
Universal de los Derechos Humanos de 1948, significa la consolidación histórica
del mercado pletórico de consumidores satisfechos y su instauración como ideal
universalmente válido para toda la humanidad. “La Declaración Universal de los
Derechos Humanos puede considerarse, en efecto, entre otras cosas, como la
definición misma de las condiciones mínimas necesarias que será preciso
consensuar por todas las grandes y pequeñas potencias para hacer posible una
sociedad de mercado pletórico de carácter universal, una sociedad en la que los
pueblos más empobrecidos, en lugar de ser masacrados o esclavizados como meros
produtores coloniales, pudieran alcanzar un desarrollo suficiente para que sus
ciudadanos llegasen a participar del mercado pletórico en calidad de
compradores y, si ello fuera posible, pudieran alcanzar el estado de
consumidores satisfechos.”[48]
La democracia se define por la
libertad, pero es la libertad objetiva para, claro está, que la libertad para
presupone una libertad de. La libertad para es la libertad para elegir los
bienes del mercado. Esto se apoya en la ideología individualista liberal que
busca la libertad de elección. En este sentido, el sufragio universal es
fundamental para la constitución de ciudadanos consumidores satisfechos e
implica una expansión de los mercados capitalistas pletóricos. El mercado
pletórico ha configurado la democracia, que culmina en el Estado social de
bienestar.
El materialismo político de Gustavo
Bueno critica a la ideología liberal que sostiene que cada uno puede hacer lo
que quiera con tal de no molestar a los demás: “Por nuestra parte se trata de
llevar adelante la crítica, no ya al individualismo que (suponemos) no existe
propiamente, sino a la ideología individualista, que define la libertad (y la
libertad democrática) como la facultad “en virtud de la cual cada uno puede
hacer lo que quiera con tal de que no interfiera en la libertad de los demás.”[49] La
democracia crea un individuo que como consumidor es el individuo de una
totalidad distributiva. “Lo característico de la democracia de mercado
pletórico es que el “individuo” que ella crea, como fin de la acción política,
es decir, como consumidor, o si se quiere como sumidero (“la persona es un fin
y no un medio”, dice Kant), es el individuo de una totalidad distributiva, y
enclasada en diferentes especies, géneros, etc., un individuo al que
ulteriormente se le agregará la virtud de la solidaridad; no es el individuo
concebido como parte de una totalidad atributiva, en la que la solidaridad está
de más (ningún padre busca alimento o educación para su hijo por “solidaridad”
con él.).”[50]
La democracia es el sistema de la
libertad de mercado y de la libertad de elección política y de consumo en el
mercado pletórico de bienes. Es el régimen en el que cada uno puede vivir como
quiera: “Hacemos nuestra, en resolución, la tesis de Aristóteles que pone a la
libertad como fundamento del régimen democrático (Política, I.317ab). Otra cosa
es la determinación de la naturaleza de esa libertad en las “democracias
avanzadas”. Por nuestra parte suponemos que la “libre elección” en el mercado
no implica el libre arbitrio; es determinista, y el “día de reflexión”anterior
a las elecciones parlamentarias es un cauce especialmente instituido para que
actúen en cada ciudadano las motivaciones más rigurosas que determinan su
elección.”[51]
Además, la democracia tiende hacia la
tolerancia y hacia el relativismo axiológico. “La democracia tiende por tanto a
la tolerancia y al relativismo de los valores, porque un bien o un candidato
adquiere su valor de cambio simplemente por el hecho de haber sido preferido”.[52]
Respecto a las contradicciones internas
de la democracia, hay que señalar que para Gustavo Bueno las contradicciones de
la democracia brotan de la misma estructura de la democracia. La dialéctica, no
lo olvidemos, tiene como campo privilegiado la política. Las contradicciones
políticas hay que entenderlas como incompatibilides entre diferentes proyectos políticos
o entre distintas conductas operatorias.
Una de las principales contradicciones
que encuentra Bueno en los Estados democráticos actuales es la existente entre
los partidarios de la pena de muerte y los abolicionistas. Es esta una cuestión
importantísima. Curiosa época la nuestra que concede el privilegio de matar al
asesino, al monstruo, al terrorista y que no concede a la víctima el derecho de
venganza, de respuesta y ni siquiera le concede al Estado el uso de la fuerza
suficiente para erradicar el mal. En otros escritos suyos, Gustavo Bueno había
abordado el tema de la pena de muerte entendida como eutanasia procesal para
asesinos. Es que el tema puede ser
entendido desde la ética, desde la moral y desde la política. En el Panfleto se
añade a la perspectiva ética ya conocida de Bueno, la perspectiva moral, desde
la sociedad civil. Desde el Estado, desde la sociedad política, es necesaria la
ejecución capital por motivos elementales de eutaxia política. No olvidemos la
razón de Estado como arte de conducir el Estado de forma eutáxica. El Estado,
como legítimo depositario del monopolio de la violencia necesita tener la
licencia para matar. Diríamos que la pena de muerte es necesaria por estrictas
razones políticas. Bueno se va a centrar exclusivamente en la perspectiva de la
sociedad civil, del grupo social nacional, de la moral. Aquí se postulan unos
límites infranqueables que no deben ser traspasados. La pena de muerte es una
barrera efectiva que tiene el significado simbólico de que hay cosas que jamás
se tolerarán lo más mínimo. “Cualquiera puede, en nombre de su libertad,
cometer un crimen horrendo; pero el que comete ese crimen, en nombre de su
libertad, debería saber también que su crimen es intolerable, y que la sociedad
no puede rehabilitarle, aunque pudiera intentar hacerlo en el terreno
psicológico.”[53] Por definición, un crimen
horrendo no tiene solución. Si los asesinos se rehabilitan, es que el crimen no
es horrendo. Si la sociedad le perdona es que en el fondo el crimen horrendo no
es tal, sino más bien, algo sin importancia.
Si el crimen es intolerable, entonces
no hay rehabilitación posible. Si hay rehabilitación, entonces no hay crimen
horrendo, todo es posible, todo puede ser permitido y perdonado. Por
definición, un crimen horrendo no tiene solución.
La sociedad tiene que rechazar el
crimen horrendo para no hacerse cómplice de tal crimen, para no envilecerse en
su progresismo y en su tolerancia y laxitud moral. El asesino horrendo “es un
individuo que ha cometido actos físicamente posibles, pero cuya posibilidad
ética y moral debe rechazar la sociedad, si no quiere envilecerse en su propio
agnosticismo.”[54]
Si el criminal comte el crimen
horrendo, entonces está condenado a suicidarse. Si hay rehabilitación, perdón,
olvido del crimen, entonces eso significa que la sociedad permite todo.
La clave para matar al criminal por
eutanasia es que hay que evitar que el criminal horrendo, por el hecho de vivir
demuestre con su existencia el reconocimiento por parte de la sociedad de
personas de que todo está permitido. La ejecución capital establece
precisamente límites infranqueables.
La idea de reintegrar el criminal
horrendo a la sociedad resulta ser una aberración que hay que tratar de impedir
que se produzca. No se trata de castigar a nadie, de retribuir al asesino con
la pena. Tampoco se trata de asustar a nadie. Se trata de demostrar que no se
admite siquiera la posibilidad de que una persona normal pueda cometer un
crimen horrendo y seguir viviendo tan tranquila como si nada. En cierto modo se
trata de tener piedad ante unos individuos que no son capaces de suicidarse y
de morir como hombres. Al tener que ayudarles a morir, mueren como bestias,
pero, por lo menos, al fin, tales monstruosidades éticas no deben estar sobre
la faz de la Tierraa y eso se consigue con la eutanasia procesal para los
asesinos.
“Si muchos defienden la eutanasia
aplicada a un decrépito físico, la decrepitud ética o moral, mucho más
importante políticamente que la orgánica, requiere un tratamiento análogo. Se
dice que la decrepitud orgánica es irreversible, pero que la decrepitud del
criminal horrendo es reversible, recuperable, y aquí está la petición de
principio. Pues sólo será “reversible” esta decrepitud cuando precisamente no
sea reconocida como crimen mortal.”[55]
Una de las consecuncias de la
existencia de las democracias de mercado pletórico es la desaparición paulatina
de la distinción derecha/izquierda, que a nuestro juicio carece totalmente de
sentido después de 1992. La democracia produce la ecualización, esto es, la
difuminación de los límites entre los partidos del régimen. “Quizás lo que está
ocurriendo es que en la Sociedad de Naciones democráticas del presente la
oposición entre la izquierda y la derecha, en cualquiera de los sentidos
representados por sus diferentes generaciones, queda sencillamente fuera de
lugar; y si se siguen utilizando estas denominaciones, como autodefiniciones
gloriosas, o como insultos al adversario, es por motivos puramente históricos y
coyunturales, que tienen que ver con los tiempos de las campañas electorales
(el líder de un partido que, en su campaña electoral, levanta la bandera de “la
izquierda”, sabe que está ofreciendo una “seña de identidad” capaz de atraerle
millones de votantes, mucho más eficaz que los detalles de su programa, aunque
éste sea, en lo sustancial, equivalente al programa del adversario.”[56]
En la política internacional Bueno
pertenece a la escuela realista de las relaciones internacionales. La política
internacional es entendida como política de poder. Los actores básicos de la
política internacional son los Estados. La ONU no es más que una asociación de
Estados, sin poder sustantivo propio. “El poder efectivo de la ONU no se nutre
de fuentes distintas de las que manan de los Estados asociados.”[57]
Llegando ya a la conclusión del
presente libro, Bueno comienza afirmando que “Las democracias actuales, las
democracias “homologadas”, no son sociedades cuya estructura pueda ser
considerada como emanada de las mismas raíces –las más primitivas- de las
sociedades humanas, o, acaso, como resultado definitivo de su evolución
histórica.”[58]
Según Gustavo Bueno, el elemento
principal de la ideología democrática es la idea de autodeterminación política
de la sociedad civil, que es una ficción en el fondo. “La imagen de un gobierno
en sentido amplio (de una capa conjuntiva) que es renovado periódicamente por
la “sociedad civil” es el elemento principal de la ideología de ese
constitucionalismo democrático que afirma que la sociedad civil es la que se ha
dado a sí misma la Constitución.”[59]
Podemos llamar a este ideologema el mito de la democracia.
La Constitución jurídica como norma
suprema del ordenamiento jurídico no es la constitución o systasis de la
sociedad política. España, como unidad política, preexiste a la Constitución,
está por encima de la Constitución. La Constitución de 1978 no ha inventado a
España. España no depende de la Constitución.
La democracia moderna consiste en la
remoción electoral de la clase política mediante las elecciones políticas. Como
hemos dicho ya antes, más arriba, el resultado electoral es aleatorio. “La Idea
metafísica de democracia tiende a crear, en efecto, en los electores, la
conciencia de que ellos son los que deciden el curso de la historia nacional;
es decir, reproducen la Idea de la soberanía de la nación a escala individual.
Pero con ello ocultan el proceso real, y se prueba ad hominem: aun suponiendo
que cada ciudadano actuase según su voluntad soberana (determinada y madurada
en el día de reflexión), tendría que reconocer que la composición de las
diversas voluntades soberanas individuales, precisamente por serlo, sólo puede
arrojar una resultante aleatoria, que está “por encima de las voluntades
individuales”, y que por tanto no constituye ninguna voluntad, aunque se la
denomine hipostasiadamente, voluntad general. Lo que equivale a decir que el
individuo no “decide” como tal en democracia y que quien deciden son
estructuras supraindividuales que moldean las decisiones de los propios
individuos.”[60]
Por lo demás, insiste Bueno como ha
hecho en otros lugares en la profunda continuidad existente entre el Régimen
del 18 de julio de 1936 y el Régimen de 1978. El parlamento fue una
metamorfosis de las cortes franquistas y las corruptas burocracias sindicales
de hoy son las legítimas herederas de los sindicatos franquistas. Lo peor del
franquismo fue el antifranquismo. Unos pocos inadaptados al franquismo,
resentidos fueron los que tejieron la leyenda antifranquista. Sin embargo, como
dice Bueno, ocurre que “la dictadura no era percibida como tal por la inmensa
mayoría de la población, aunque sí por la minoría, aunque relativamente amplia,
de los exiliados, encarcelados, proscritos y familiares que no se habían
adaptado (como fue por lo demás lo más frecuente) a la nueva situación.”[61]
Finalmente y en conclusión, el Panfleto
contra la democracia resulta ser a la postre “un intento de crítica radical a
las democracias positivas que creen que sólo pueden entenderse a sí mismas
desde la idea fundamentalista de democracia, y que por tanto sacralizan la
democracia como si ella fuera el primer motor de toda la sociedad política.”[62]
Felipe
Giménez Pérez. 27 de septiembre de 2004.
[1] “Por lo demás, es obvio
que la crítica a la Idea de democracia realmente existente está estrechamente
vinculada a la crítica a la democracia realmente existente.” Panfleto contra la
democracia, p. 16.
[10] Ya el filósofo Carl Schmitt había captado en
1928 que la democracia se había convertido en ideología difusa que podía servir
para todo. “El concepto de Democracia, como tantos otros conceptos políticos se
ha convertido en un concepto ideal muy general, cuya pluralidad de sentidos
abre plaza a otros diversos ideales y por último, a todo lo que es ideal, bello
y simpático. La Democracia se ha ligado e identificado con liberalismo,
socialismo, justicia, humanidad, paz y reconciliación de los pueblos.” Carl
Schmitt, Teoría de la Constitución, pág. 223. Alianza Editorial, Madrid, 1992.
[15] Hegel, Fundamentos de la
Filosofía del Derecho, prólogo, Edición de K.H. Ilting, Traducción de Carlos
Díaz, Libertarias Prodhufi, Primera edición, diciembre de 1993, Madrid, pág.
49. La cursiva es nuestra.
[17] Carl Schmitt, “Teoría de
la Constitución”, Versión española de Francisco Ayala, Madrid, 1992, Alianza
Editorial, pág. 106.
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