Partimos
de la constatación de que “los fenómenos históricos son esencialmente fenómenos
políticos puesto que -según Hegel-, el elemento que se despliega en la Historia
es el Estado”[1]. Para
Gustavo Bueno tal elemento sería un tipo de realidad estatal superior: el
Imperio, la plena realización política del Estado. Así pues, “Hegel, pensador
de la Historia, sabe que sólo puede realmente serlo, convirtiéndose en el
pensador del Estado”[2]
Gustavo Bueno es el pensador del Imperio entonces, pero Ortega y Gasset es el
pensador del Estado-nación llamado España y que necesita llegar a existir
puesto que aún no se ha realizado plenamente o, lo que es peor, como dice
algunas veces Ortega, ni siquiera existe aún.
El
Estado es a decir de Hegel la realización de la libertad concreta, la
realización objetiva del hombre en el ciudadano y por esto tendrá el derecho
supremo el Estado sobre los individuos que lo componen y cuyo deber supremo es
ser miembros del Estado, ciudadanos. Entonces, el Imperio es la realización
máxima de la libertad del Estado. Seamos espinosistas, la libertad del Estado
es igual a su potencia, a su conatus. El Imperio es la plena realización del
Estado. Ortega, como Bueno, constató que no hay humanidad puesto que afirmar
tal cosa no deja de ser afirmar algo enteramente abstracto. La Idea de
Humanidad es siempre partidista, propia de una parte atributiva de la Humanidad
que pretende imponerla al resto. Las élites son las protagonistas de la
historia a decir de Ortega y Gasset. Estas élites imponen su Idea de Humanidad
al resto de la sociedad y al Estado y tendencialmente en forma de Imperio a
otros Estados.
En la
medida en que una filosofía según Sartre se constituye para dar su expresión al
movimiento general de la sociedad o para constatar el momento en el que se
encuentra la lucha de clases en la sociedad, siendo entonces la lucha de clases
en la teoría según Althusser o es según Gustavo Bueno una reflexión de segundo
grado sobre el presente desde el presente, podemos afirmar que la especulación
filosófica nos revelará ciertos intereses clasistas, partidistas sociales en el
seno de una formación social en su doble tendencia hacia el orden y el cambio.
En este sentido, podemos decir que Ortega y Gasset es un pensador paradigmático
que refleja los conflictos de su tiempo y de la sociedad española entre 1908 y
1955 con una insistencia manifiesta.
Ortega
ha sido un pensador político liberal español y se ha ido aproximando al
fascismo y al pensamiento reaccionario y ello desde la propia entraña interna
del liberalismo por razones de disciplina social, siendo el fascismo el
corolario necesario de su liberalismo no tanto en él directamente como cuanto
en algunos de sus discípulos, que de él toman los conceptos, la metodología y
la retórica. La filosofía de Ortega y Gasset es una filosofía hecha siempre de
cara al público. Es por ello una filosofía totalmente exotérica, pública.
Ortega siempre quiso formar una ideología para luego adoctrinar al público y
así conseguir sus metas políticas. Tanto desde su posición liberal inicial como
desde su posición progresivamente conservadora y autoritaria, Ortega se ha
fijado siempre como objetivo y ello desde 1908 la constitución de unas élites o
minorías dirigentes rectoras capaces de dirigir a las masas. Pensadores
ilustres como Pareto, Mosca y Michels son antecesores de Ortega y cómo no,
Platón. Sin olvidar naturalmente a Lenin, pensador revolucionario de un intenso
y curioso elitismo socialista. Por lo tanto, volviendo a Ortega y Gasset, el
elitismo es la característica más importante de su liberalismo. El elitismo
puede ser liberal, socialista, comunista y fascista. Por lo tanto, no nos
rasguemos las vestiduras al oír hablar de élite o de minorías rectoras, pues
como el autogobierno de la sociedad política es imposible o es utópico,
entonces admitamos francamente la realidad de que siempre alguien tiene que
tener el poder, mandar y que esa élite que manda es menor numéricamente que la
masa que es gobernada y que obedece. Recordemos lo que Ortega dice: “La función
de mandar y obedecer es la decisiva en toda sociedad.”[3]
1. Liberalismo.
Dice
Ortega y Gasset, “La Historia no contiene más que fuerzas históricas y en ella
todo se cumple por la fuerza. Frente a una, otra. Frente a una política caduca,
pacifista e inerudita sólo cabe otra política novísima, áspera y técnica”.
Una
nueva España sólo es posible si se unen estos dos términos: democracia y
competencia. La instauración de la democracia sólo es posible en España
mediante la revolución de las competencias.”[4]
Se trata de una democracia liberal dirigida por una élite dominante y liberal
que con su saber oriente al pueblo. Así llegaríamos a la definición de
democracia del también liberal Schumpeter: elección entre diversas élites
políticas que compiten en un mercado político ante unas masas consumidoras
políticas. Ortega, pues es liberal inicialmente, pero elitista. El liberalismo
siempre ha sido elitista. Hay unos individuos selectos que conviene que tengan
el poder político y estos son los ciudadanos activos, los capaces
políticamente, frente al vulgo, los ciudadanos pasivos. Ortega no rechaza pues
el sufragio universal, pues no piensa que con tal sufragio sean las masas las
que de alguna manera gobiernen. Ortega es de esos liberales que le han perdido
el miedo al sufragio universal. En las elecciones el vulgo, la masa elige entre
las alternativas que le presentan las élites. Ese es el modelo de democracia de
Ortega y Gasset: “En nuestro tiempo domina el hombre-masa; es él quien decide.
No se diga que esto era lo que acontecía ya en la época de la democracia del
sufragio universal. En el sufragio universal no deciden las masas, sino que su
papel consistió en adherirse a la decisión de una u otra minoría. Estas
presentaban sus “programas” –excelente vocablo-. Los programas eran, en efecto,
programas de vida colectiva. En ellos se invitaba a la masa a aceptar un
proyecto de decisión.”[5]
Es
Ortega pues liberal y también demócrata a su manera y se aproxima al socialismo
del PSOE a condición de no ser ni marxista ni internacionalista. Es pues su
socialismo un socialismo liberal y un socialismo nacional español.
En
1917 se separa ya de la democracia. En su artículo “Democracia morbosa”
escribe: “la democracia en el corazón y en la costumbre es el más peligroso
morbo que puede padecer una sociedad”. Y prosigue “la democracia es una pura
forma jurídica…nace…como noble deseo de salvar a la plebe de su baja condición.
Pues bien, el demócrata ha acabado por simpatizar con la plebe precisamente en
cuanto plebe, con sus costumbres, con sus maneras, con su giro intelectual” y
concluirá así: “toda interpretación soi-disant democrática de un orden vital,
que no sea el derecho público, es fatalmente plebeyismo.” La democracia es algo
degenerativo, decadente: “Lo que hoy se llama democracia es una degeneración de
corazones”, puesto que vivimos en un mundo en que hay gentes que, al no
estimarse a sí mismas, quisieran que la igualdad entre los hombres fuera
decretada a toda prisa, y a los que no basta la igualdad ante la ley”. Hablar
de democracia fuera de lo político es demagogia, resentimiento, plebeyismo: “La
democracia como democracia, es decir, estricta y exclusivamente como norma del
derecho político, parece una cosa óptima. Pero la democracia exasperada y fuera
de sí, la democracia en religión o en arte, la democracia en el pensamiento y
en el gesto, la democracia en el corazón y en la costumbre es el más peligroso
morbo que puede padecer una sociedad.”[6]
A
Ortega le preocupa la construcción nacional y la modernización y el
fortalecimiento del Estado pero las propuestas que hace van a ser de carácter
elitista. Las masas van a estar al margen de los proyectos políticos de Ortega
y Gasset. Es evidente que tal construcción nacional puede ser democrática, pero
también puede ser autoritaria. Será la vía por la que transite Ortega y Gasset
a partir de la Guerra Civil Española, como veremos más adelante.
En
“Origen deportivo del Estado”, 1924, Ortega sostiene que el Estado es anterior
a la sociedad civil. El Estado no brota de la nación. Es del Estado de donde
surge la nación.
La
jerarquía social es esencial para que haya orden social o la sociedad misma.
Democracia y liberalismo son dos cosas diferentes. En la democracia, el
ejercicio del poder público corresponde a los ciudadanos. Se trata de la
participación de la ciudadanía en la vida política. El liberalismo es otra cosa
“Porque el liberalismo, antes que una cuestión de más o menos política, es una
idea radical sobre la vida: es creer que cada ser humano debe quedar franco
para henchir su individual e intransferible destino.”[7]
En “La
rebelión de las masas” afirma Ortega que sindicalismo y fascismo son dos
movimientos de masas que se caracterizan por querer imponer sus principios por
la fuerza y no por la razón: “Bajo las especies de sindicalismo y fascismo
aparece por primera vez en Europa un tipo de hombre que no quiere dar razones
ni quiere tener razón, sino que, sencillamente, se muestra resuelto a imponer
sus opiniones.”[8]
El liberalismo político, el
parlamentarismo liberal, la democracia liberal burguesa, constituyen la más
alta forma de civilización política alcanzada a decir de Ortega y Gasset: “La
forma que en política ha representado la más alta voluntad de convivencia es la
democracia liberal. Ella lleva al extremo la resolución de contar con el
prójimo y es prototipo de la “acción indirecta”. El liberalismo es el principio
de derecho político según el cual el poder público, no obstante ser
omnipotente, se limita a sí mismo y procura, aun a su costa, dejar hueco en el
Estado que él impera para que puedan vivir los que ni piensan ni sienten como
él, es decir –conviene hoy recordar esto- es la suprema generosidad: es el
derecho que la mayoría otorga a las minorías y es, por tanto, el más noble
grito que ha sonado en el planeta. Proclama la decisión de convivir con el
enemigo; más aún, con el enemigo débil. Era inverosímil que la especie humana
hubiese llegado a una cosa tan bonita, tan paradójica, tan elegante, tan
acrobática, tan antinatural. Por eso no debe sorprender que prontamente parezca
esa misma especie resuelta a abandonarla. Es un ejercicio demasiado difícil y
complicado para que se consolide en la tierra.”[9]
Ortega
y Gasset había hablado en sus escritos primeros de 1908-1914 de un nuevo
liberalismo social, intervensionista como el que había ya en Francia y en Gran
Bretaña. En “La rebelión de las masas” afirma que “No cabe duda de que es
preciso superar el liberalismo del siglo XIX. Pero esto es justamente lo que no
puede hacer quien, como el fascismo, se declara antiliberal.”[10]
Aclaremos
de paso que élite y masa no son categorías sociológicas al entender de Ortega y
Gasset: “Por masas –prevenía yo al principio- no se entiende especialmente al
obrero; no designa aquí una clase social, sino una clase o modo de ser hombre
que se da hoy en todas las clases sociales, que por lo mismo representa a
nuestro tiempo, sobre el cual predomina e impera.”[11]
Élite y masa son conceptos filosóficos axiológicos. La élite es el conjunto de
hombres selectos e ilustres con capacidad de liderazgo, con capacidad política
y las masas son los hombres que deben seguir a los líderes políticos.
2. Fascismo.
En “Sobre el fascismo”,
1925, afirma que el fascismo consiste en la violencia y la ilegitimidad. “No
pretende éste…gobernar con derecho; no aspira siquiera a ser legítimo. Esta es
a mi juicio, su gran originalidad, por lo menos su peculiaridad, yo añadiría su
profunda virtud.” “Su triunfo se debería, pues, a que representa con sinceridad
y energía la realidad total del espíritu público.” Ortega y Gasset en “La
rebelión de las masas” constata la hiperdemocracia de su época. Ha terminado la
democracia liberal en la que las masas participaban aceptando el papel
dirigente de las minorías rectoras, de las élites intelectuales y políticas.
Ortega y Gasset es el Nietzsche español, no es Unamuno el más influido por
Nietzsche, sino Ortega. La teoría de las élites de Ortega procede de Nietzsche
así como la calificación de la masa como resentida. La época actual es la de la
nivelación: “Lo característico del momento es que el alma vulgar, sabiéndose
vulgar, tiene el denuedo de afirmar el derecho de la vulgaridad y lo impone
dondequiera.”[12] Es
lo que Nietzsche llama “el último hombre”, el nihilismo, la moral del rebaño,
etc. Siguiendo a Nietzsche, distingue Ortega y Gasset entre el hombre vulgar y
el hombre noble: “Recuérdese que, al comienzo, distinguíamos al hombre
excelente del hombre vulgar diciendo: que aquel es el que se exige mucho a sí
mismo, y éste, el que no se exige nada, sino que se contenta con lo que es y
está encantado consigo.”[13]
En “Rectificación de la
República” de 6 de diciembre de 1931 sostiene que para rectificar la república
hace falta un gran partido nacional para forjar la nueva nación.
Los seguidores de Ortega
fundan el Frente Español primero a principios de 1933 y luego la Falange en octubre de 1933. En 1931 Ramiro Ledesma Ramos
funda las JONS. Todo ello deriva de Ortega. El manifiesto del Frente Español
aparece en Luz, el 3 de marzo de 1933. En “Luz”, 7-III-1933 se afirma: “El
Estado es Estado de la comunidad nacional. Todo interés particular ha de
subordinarse al bien común, representado por el Estado. Las instituciones del Estado,
los partidos políticos, tienen sólo valor instrumental; su forma y existencia
quedan supeditadas a las necesidades del bien común”.
En
“Homenaje y reproche” José Antonio en “Haz
el , 5 de diciembre de 1935
escribe que “para que un pueblo no se desvertebre, la masa tiene que
seguir a sus jefes como a profetas” y añade que “una generación que casi
despertó la inquietud española bajo el signo de Ortega y Gasset se ha impuesto
a sí misma, también trágicamente, la misión de vertebrar a España” y en donde
le ofrece a Ortega el vaticinio de que “llegará un día en que al paso triunfal
de esta generación, de la que fue lejano maestro, tenga que exclamar
complacido: “Esto sí que es”. El propio Giménez Caballero reconoce, cuando
habla de Ortega, que, “como la urraca, pone los huevos en una parte y canta en
otra”.
Ortega
y Gasset partiendo de unas posiciones liberales, eso sí, elitistas, valga la
redundancia, desembocó si no en el fascismo, sí en una cierta connivencia y
tolerancia con el fascismo y la dictadura al volver a España en 1945
contribuyendo en cierta manera a legitimar la dictadura de Franco. A fin de
cuentas, la dictadura de Franco era una coalición de fuerzas heteróclitas cuyo
común denominador era la negación de la República de 1931, si Ortega negaba la
República, podía estar perfectamente integrado en la coalición vencedora y lo
estaba y lo aceptó de buen grado. Las
élites rectoras y selectas deben gobernar en todo caso, bien con democracia
liberal en la que se turnen pacíficamente las élites elegidas por la masa o
bien de forma autoritaria. Todos los hijos de Ortega y Gasset lucharon en el
bando franquista durante la guerra civil española y siguió percibiendo su
sueldo de catedrático de metafísica en la facultad de Filosofía de la
Universidad Complutense de Madrid aunque ya nunca ejerció allí la docencia y
ello hasta su jubilación, consiguiendo así la máxima jubilación posible. Que
Ortega y Gasset era franquista ha quedado claro ya después de lo que han
escrito sobre el particular primero Antonio Elorza y luego Gregorio Morán.
Ortega y Gasset jugó a querer ser el consejero áulico del franquismo el líder
espiritual o filosófico-político de la élite franquista pero el franquismo le
dio de lado porque era ya demasiado viejo y ya tenía el Régimen otros
intelectuales orgánicos para aquel entonces más eficaces. Ya podemos decir con
claridad que su apoyo al franquismo fue
temprano, pues en 1937 Ortega ensalza la guerra en “En cuanto al pacifismo”. En
este último escrito se desliza hacia un apoyo cauto e indirecto del bando
franquista al concentrar sus críticas sobre los republicanos y no criticar en
absoluto al bando franquista. “Por lo tanto, vendrá una articulación de Europa
en dos formas distintas de vida pública: la forma de un nuevo liberalismo y la forma
que, con un nombre impropio, se suele llamar “totalitaria”.[14]
El totalitarismo es la salvación del liberalismo. Se entiende aquí que se
refiere al fascismo naturalmente. “El totalitarismo salvará al liberalismo,
destiñendo sobre él, depurándolo, y gracias a ello veremos pronto a un nuevo
liberalismo templar los regímenes autoritarios.”[15]
Felipe Giménez Pérez.
[3] Ortega y Gasset, “La rebelión de las masas”,
Revista de Occidente, Alianza Editorial, 2001, p. 156.
[8] Ortega y Gasset, “La rebelión de las masas”,
Revista de Occidente, Alianza Editorial, Madrid, 2001, p. 98.
[9] Ortega y Gasset, “La
rebelión de las masas”, Revista de Occidente, Alianza Editorial, Madrid, 2001,
p.101.
[10] Ortega y Gasset, “La rebelión de las masas”,
Revista de Occidente, Alianza Editorial, Madrid, 2001. p. 116.
[11] Ortega y Gasset, “La rebelión de las masas”,
Revista de Occidente, Alianza Editorial, Madrid, 2001, p.128.
[12] Ortega y Gasset, “La rebelión de las masas”,
Revista de Occidente, Alianza Editorial, Madrid, 2001, p. 52.
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