Se trata aquí de explorar las
conexiones existentes entre la democracia y la filosofía, si es que alguna hay
realmente. También se trata de indagar qué función desempeña la filosofía en el
régimen democrático, así como su futuro, el de la filosofía, se entiende.
La democracia es un producto
típicamente occidental y la filosofía también, así que de alguna manera, algún
vínculo habrá entre filosofía y democracia. La filosofía antigua tuvo una
cierta conexión , aunque conflictiva, con la democracia. Filósofos clásicos
antiguos vivieron en sociedades políticas democráticas y las sometieron a una
crítica implacable e inmisericorde. Pensaron las relaciones entre filosofía y
democracia como esencialmente conflictivas. Sólo algunos pensadores
secundarios, algunos de los sofistas llegaron a valorar positivamente la
democracia Sócrates y su círculo fueron antidemócratas, adversarios de la
democracia. Esto le costó a Sócrates el ser condenado a morir bebiendo la
cicuta. Platón fue un ilustre y clásico crítico de la democracia. Antístenes,
por lo poco que de él sabemos, también lo fue. La Escuela Cínica derivada de
Antístenes fue crítica con la democracia en la medida en que desarrolló una
actividad gestual y lúdica crítica con los valores de la cultura antigua tal y
como ha quedado testimonio de la vida y anécdotas y chistes de sus dos
principales representantes, se trata de personajes tan célebres como Diógenes
el Perro y Crates. Los estoicos, por su parte, nacidos del cinismo, también
prosiguieron en la crítica de la democracia.
La democracia antigua tuvo pues una
conexión problemática con la filosofía. La filosofía no ha tenido una conexión
o relación amistosa con la filosofía.
Por lo demás, stricto sensu, desde
un punto de vista antiguo, nuestros modernos sistemas políticos representativos
no son democracias, sino oligarquías de partidos o Estados de Partidos como afirman Leibholz y
Manuel García Pelayo entre otros. En estos nuestros modernos Estados de
Partidos el procedimiento técnico de participación de los ciudadanos en la
conducción de los asuntos públicos es la elección, no el sorteo, procedimiento
característico en las democracias antiguas.
La democracia moderna, o régimen
representativo tampoco ha sido muy apreciada por los filósofos contemporáneos.
Sólo pensadores tardíos posteriores a la Segunda Guerra Mundial como Habermas y
Popper por poner dos ejemplos destacables y famosos, se han mostrado
explícitamente en sus obras filosófico-políticas fervorosos partidarios de la
democracia, de la libertad, del Estado de Derecho y de los derechos humanos,
así como del capitalismo y de la abolición de la pena de muerte. Popper
representaría la corriente liberal (aunque se puede extraer bases de su
pensamiento filosófico-político para fundamentar una política socialdemócrata)
y Habermas la corriente socialdemócrata.
2. Liberalismo y
socialdemocracia.
Los dos
paradigmas político-ideológicos de nuestra época y que están presentes y
dominan las sociedades capitalistas democráticas contemporáneas actuales son el
liberalismo y la socialdemocracia.
El liberalismo sostiene que sólo
existen los individuos, quienes se rigen por su libre voluntad o libre apetito
en un mercado libre pletórico de bienes y se autodeterminan siguiendo su racionalidad
egoísta. Por lo tanto, es menester no poner trabas ni obstáculos a las libres
decisiones racionales de los individuos. Los individuos conseguirán así las más
altas cotas de felicidad y en el mercado se llegará a una situación de
equilibrio entre oferta y demanda.
La socialdemocracia sostiene la
necesidad de la continua intervención estatal en los asuntos de los individuos
y de la sociedad civil., en la economía, en la moral, en la educación, en la
cultura, en el pensamiento. Todo ello para conseguir una sociedad de
consumidores autosatisfechos, libres e iguales.
Hay puntos comunes de estos dos
paradigmas. Puede haber no sólo un diálogo intraparadigmático en el seno de
cada uno de tales paradigmas, sino también un diálogo interparadigmático, puesto
que hay bastantes extremos que les son comunes a ambos y que por tanto les unen igualmente.
1.
No
quieren la pena de muerte. Eso es malo. Hay que buscar la reinserción del
delincuente.
2.
No
quieren la guerra. Eso es malo. Tiene que haber una educación para la paz.
3.
Aman
la tolerancia ideológica, religiosa, moral como consecuencia del relativismo.
4.
Creen
en el Estado de derecho y por lo tanto, en el gobierno de los jueces.
5.
Creen
en los derechos humanos y por lo tanto, se abstendrán de adoptar medidas
drásticas para mantener la eutaxia del Estado.
6.
Creen
en la democracia como último estadio de la Historia de la humanidad. Es el
final de la Historia del Género Humano.
7.
Desprecian
la filosofía. La argumentación racional y sin concesiones es impopular y ellos
buscan la popularidad. Todo lo que sea buscar la verdad y sostener su
existencia les es ajeno y contrario.
8.
Son
progresistas. Están imbuidos de la Idea de Progreso global. Todo camina siempre
hacia mejor.
Claro, que estas diferencias son las
actuales. Nadie sabe si estos dos paradigmas se fusionarán finalmente en un
único paradigma de pensamiento político-ideológico en el seno de las sociedades
opulentas de mercado pletórico de bienes, o se irán distanciando y variando sus
aristas paulatinamente.
El liberalismo, por ser individualista y
darwinista y creer en el mercado como principal instancia social directora y
rectora del Estado y de la sociedad burguesa, está más cerca de una concepción
política realista y de perforar el velo de Maya ideológico entendido como falsa
conciencia social que envuelve a sus partidarios. El liberalismo es partidario
de la espontaneidad social y por lo tanto no es partidario de un diseño
planificado de la sociedad. No quiere intervenir en las corrientes que habitan
en la sociedad burguesa. No hay una teleología que deba ser organizada por un
partido o por un gobierno e impuesto desde la autoridad del Estado y de la
propaganda dirigida por el Gobierno. Por eso el liberalismo es
liberal---partidario de las libertades individuales. Es conservador----No cree
en las innovaciones teledirigidas por un partido o por un Gobierno desde fuera
de la sociedad civil y es de orden-----El orden social queda considerado como
bueno y por tanto no es deseable alterarlo siguiendo una planificación social,
política o económica. La lucha por la vida, la competitividad, el
individualismo liberal, constituye un cierto contacto, negativo, con la
experiencia, con la realidad. Aún en un liberal se da una cierta lucidez, el
predominio del principio de realidad. Es posible mantener ciertas alianzas
tácticas con los liberales y cabe la esperanza de convertirlos a la sensatez
del materialismo-realismo filosófico político. Son rescatables. El principio de
verificación, así como el de falsación siguen estando aún operativos en el interior del paradigma
liberal.
La Socialdemocracia, en cambio, heredera
del socialismo, del comunismo y del krausismo en el caso español especialmente,
pretende una sociedad capitalista de consumidores satisfechos que cultiven la
solidaridad entre sí y otras lindezas. El objetivo del Estado es garantizar
tales metas y tal progreso inexorable hacia la democracia, los derechos
humanos, la paz, la igualdad, el relativismo, la alianza de civilizaciones,
anticlericalismo, relativismo moral, cultural, eutanasia, eugenesia, aborto,
feminismo, homosexualidad, pedofilia y otras filias, siempre que, como decía
Aristipo de Cirene, proporcionen placer y no importa ni cómo ni de dónde
venga. etc. Aquí el grado de irrealidad
es máximo. El idealismo socialdemócrata desemboca en el nihilismo moral y en el
pensamiento Alicia, fase superior de degeneración del progresismo. La
desconexión con la realidad es absoluta. El progresismo conduce al autismo, al
nihilismo, como hemos dicho antes, a la inmoralidad y al caos. El progresismo
es antipatriótico. La estupidez socialdemócrata es el peor de todos los males
que aquejan a la democracia moderna. El fundamentalismo democrático en su
versión Alicia lleva necesariamente a la inmoralidad, a la corrupción y a la
distaxia de la sociedad política, además de provocar constantes enfrentamientos
sociales y políticos. Los socialdemócratas se empeñan en intervenir en todos
los frentes e instancias y en conformar un bloque social histórico de poder
para repartirse las instituciones entre ellos y conformar un gobierno de
Partido. Pretenden ocupar todos los espacios sociales y controlarlos
férreamente y todo ello por nuestra felicidad y por nuestro bien. Pretenden
satisfacer al vulgo en sus pretensiones de felicidad a toda costa y a corto
plazo. La socialdemocracia es irremediable. Es una enfermedad política
irreversible y rechaza el principio de realidad, el de responsabilidad, el de
verificación y el de falsación, con lo cual los socialdemócratas no pueden ser
rescatados des sus errores. Con ellos sólo cabe el enfrentamiento así como el
desprecio de sus necedades y la denuncia de sus abundantes delitos aplicándoles
el código penal.
3. La función de la
filosofía a la luz de la situación política actual y en oposición al
progresismo.
Son
malos tiempos los que atravesamos en nuestro presente para la filosofía. Son
malos tiempos para la racionalidad filosófica y política. El progresismo
amenaza con volver estúpido a todo el mundo. Lo importante es rechazar el error
de tales necedades. Lo importante es negar el pensamiento Alicia. La lucha
ideológica es irrenunciable. Si algún día la ideología progresista es
desplazada a la marginalidad, a la vuelta de algunos años, habrá que trabajar
muy duro para reparar todos los destrozos ocasionados por estos malandrines
posmodernos o alicios. Hay que decirlo con claridad y sin ambigüedades.
Progresismo en la enseñanza es pedagogía y ello no es más que trivialidad,
banalidad y nihilismo.
Las sociedades capitalistas del
bienestar, del Estado social, en particular aquellas más golpeadas por el
fundamentalismo democrático en versión Alicia son las sociedades en las que se
pretende enseñar a los alumnos a dejarse llevar por sus pasiones irracionales.
Las sociedades opulentas han caído en un
hedonismo barato, canalla, que sitúa en primer lugar la búsqueda de la
felicidad y ello por encima de todo. El nihilismo que predijo Nietzsche en 1888
se ha realizado. El último hombre campa a sus anchas en los países capitalistas
avanzados y adormecidos por la ideología democrática. Ese pulgón inextinguible
es feliz. Parpadea, sonríe y cuida su salud, tiene su pequeño placer para el
día y su pequeño placer para la noche, pero es feliz. No quiere mandar ni
obedecer. Es el último hombre del pensamiento Alicia. El homo-krausista. El
hombre democrático, progresista, diríamos hoy, es aquél que otorga a todos sus
vicios y corruptelas, a decir de Platón, los mismos derechos y no discrimina
injustamente a ninguno de sus vicios. Ejecuta el principio de igualdad de todas
sus vilezas con precisión y minuciosidad.
Nuestros alumnos son sumamente
aficionados a lo irracional, a las supersticiones, aliadas de la pereza y a la
decadencia y pasividad morales. Estamos dominados por el mundo de las
tinieblas. Es preocupante e imbécil este
triunfo y esta moda de lo irracional, lo misterioso y el poder de la mente así
como la proliferación de manuales de autoayuda, la gran simpatía de la que
gozan los fenómenos parapsicológicos. 220 años después de la Ilustración,
estamos en pleno mundo de lo tenebroso. No nos engañemos, el mundo de las
tinieblas es el mundo del nazismo –ahí hay que recordar la influencia decisiva
que ejerció Madame Blavatsky en Hitler-
o del socialfascismo, la forma moderna y políticamente correcta de
antisemitismo o judeofobia progresista. No olvidemos, como dijo Golda Meir, que
defender a Israel, al Estado Judío es defender a los judíos. Así que cada cual
que asuma sus responsabilidades.
En nuestras instituciones de enseñanza
se practica una pedagogía blanda y escéptica que sostiene que no hay verdades
objetivas y que no hay racionalidad intersubjetiva y trascendental. El horror
vacui opera automáticamente sus nefastos efectos. La evacuación de la ciencia
natural provoca la necedad llamada “Ciencias para el mundo contemporáneo” y la
evacuación de la filosofía primero ya el aborto de hace años llamado CTS,
“Ciencia, Tecnología y Sociedad”, así como el engendro llamado hoy
“Ciudadanía”, conjunto heteróclito de contenidos ideológicos que se resumen en
esto: “Sé un buen ciudadano y disfruta de movimientos agradables y cinéticos”.
Frente a tales sinsentidos, frente a
tanta creencia en los espíritus y en la magia, así como en el progresismo, es
conveniente volver a atreverse a usar cada uno de nosotros su propio
entendimiento, sapere aude. Salgamos de nuestra culpable minoría de edad. La
filosofía siempre fue reflexión sobre el presente desde el presente para
analizar la praxis humana y para buscar aquello que pueda constituir una vida
buena.
La pedagogía es formal y vacía y fomenta
la ignorancia y busca adoctrinar al adolescente en los valores y doctrinas del
Pensamiento Alicia. A los alumnos se les dice: “Sólo hay opiniones”, pero
encima, unas son mejores que otras: las opiniones progresistas. Ahí tienen la
llamada “Educación para la ciudadanía” una bazofia ideológica que es el orgullo
del PSOE, Izquierda Unida y los separatistas y encima algunos profesores se han
prostituido hasta la abyección para difundir tamaña locura y necedad entre
nuestros jóvenes. Creen los pedagogos que filosofía es filodoxa. Como decía
Hegel, las opiniones no interesan a nadie, bueno sí a nuestros
periodistas-ideólogos contertulios, auténticos sicofantes del Estado
democrático y del Estado de Derecho. Las opiniones son como los culos, todo el
mundo tiene uno. Nietzsche afirmaba que hay que tener pensamientos y no sólo
puntos de vista. Cuando el profesor de filosofía es neutral políticamente,
axiológicamente, los alumnos escogen la primera Weltanschauung que se
encuentran y se hacen progresistas y votantes del PSOE, tal vez un poco del PP,
pero el PSOE es el analogado principal del Régimen esto es, de la corrupción,
así que sus valores morales, políticos e ideológicos están volatilizados y
repartidos por la atmósfera que nos rodea y se respiran a cada paso.
Los
progresistas han defendido siempre y siguen haciéndolo, una pedagogía orientada
a una formación técnico-obrerista-democrática-progre-solidaria-igualitarista en
la cual no tiene lugar ni cabida la reflexión filosófica y se difunde siempre
la consigna enunciada por el general Yamamoto: “Trabajar con alegría”, pero el
PSOE habla siempre de “aprender con alegría” y sin esfuerzo, claro, que no se
cansen ni se traumaticen, no sea que se pongan tristes y que entonces ya no
sean felices. Hay que fabricar obreros
útiles para la industria o incluso para el paro, consumidores hedonistas
satisfechos.
¿Qué tipo de educación queremos para los
adolescentes? Hoy se habla de forma krausista e idealista de formación. ¿Y qué
es eso? Educar no debe consistir en la mera instrucción técnica ni reducirse a
tener “actitudes críticas” sobre la nada, que en última instancia son desprecio
de cuanto se ignora. La primera labor de la enseñanza es sacudir la modorra del
sentido común (Labor ésta propia de la filosofía) Destruir las evidencias del
sentido común, de la experiencia mundana y regresar a las Ideas. Hay que tener
mucho cuidado con eso del espíritu
crítico que aparece en los documentos del Partido Krausista que tanto deleita a
nuestros caciques, no sea que tal espíritu crítico no sea otra cosa que el
espíritu burgués decadente y ansioso de la felicidad canalla hedonista barata.
Tengo para mí que la enseñanza vacía, formal y escéptica que nos proponen los
progresistas del PSOE y los progresistas
del PP, socialdemócratas y progresistas, que tanto da lo uno que da lo otro a
efectos prácticos y si no compárense las políticas educativas del PP y del PSOE
que están en marcha en estos momentos, no tiene otro objetivo sino el de
fabricar empleados con su correspondiente círculo de preguntas y respuestas
estereotipadas y con sus conceptos, actitudes y procedimientos, fabricar
obreros útiles para la industria o fabricar militantes progresistas que
disfruten con las películas de Almodóvar o Isabel Coixet para que las
subvenciones públicas no sean ya convenientes o simplemente para generar
individuos autosatisfechos con el consumo y con el tanque de sales Epson, la
solución de los problemas metafísicos que se planteaban Antístenes, Diógenes,
Epicuro, Aristipo y Zenón.
Tampoco me parece correcto educar al
alumno siguiendo el denominador propio de su época. Si queremos domesticarle
ideológicamente le hablaremos de la ideología democrática, de la ideología de
género, de las perversiones sexuales, de la eutanasia, del aborto, etc. Y así
conseguiremos que sea un perfecto ciudadano fundamentalista democrático o
demócrata.
La necesidad de objetividad,
racionalidad y saber verdadero se satisface con la ciencia y con la filosofía.
Por eso es imprescindible en España enseñar filosofía y ello con carácter obligatorio.
La filosofía no puede reducirse a ser una mera doxografía. La oposición enseñar
filosofía/enseñar a filosofar es falsa. Es imposible aprender a filosofar si se
desconoce la historia de la filosofía. La filosofía no ha de partir del
escepticismo, sino de los saberes científicos que están firmemente instalados
en nuestro mundo, un mundo, que por otro lado, es un resultado innegable de la
ciencia. Nuestro mundo sin la ciencia sería otro mundo muy diferente del que es
ahora.
La filosofía es un saber democrático en
cuanto que apela a la razón de cada uno sin importar su clase, sexo, edad ni
otras contingencias individuales. Los alumnos han de tener confianza en la
ilustración, en el poder de la razón. Viven en una sociedad del hastío, de
fracasados y acomplejados por los suspensos. Deben superar esa fase y elevarse
a la fase de la demolición de las ideologías que les rodean.
La filosofía sirve para que la gente
reconozca e identifique la geometría de las Ideas, la gramática de las Ideas.
Oblicuamente, la filosofía fomenta el culto al bien decir y del bien escribir y
la afición a la erudición y a la lectura.
Decía Wittgenstein: “los límites de mi lenguaje son los límites de mi
mundo”. La filosofía además fomenta el correcto uso del español en el alumno, lo
que no es poco precisamente. La filosofía desde luego en la sociedad burguesa
actual tiene una función de oposición al estado de cosas existente.
4. El porvenir de la
filosofía en la sociedad democrática.
A nuestro
juicio, todo hombre occidental es filósofo por el mero hecho de hablar y pensar
en idiomas con más de 50 millones de hablantes. No se puede filosofar en un
dialecto o lengua rústica, familiar o regional. Así, pues, en tal sentido, la
filosofía occidental tiene su futuro existencial garantizado. Habrá hombres que
filosofen en un determinado número de idiomas
y que escriban el resultado de sus malas o buenas reflexiones,
resultados acertados o desacertados que serán expuestos a la consideración del
público.
Bien
sabemos todos que la ideología democrática fundamentalista trata de desplazar a
la filosofía de la enseñanza y reducirla al mínimo en las facultades de
filosofía. El saber filosófico será sustituido en las instituciones educativas
por una suerte de papilla democrática apta para el consumo del vulgo. La
ideología liberal podría permitir la filosofía tal vez con mayor probabilidad
que la ideología socialdemócrata, puesto que su consigna liberal es la no
intervención y permitir la libre espontaneidad de los individuos. Sin embargo,
la socialdemocracia por su parte pretende configurar la sociedad sobre nuevas
bases de arriba abajo con un proyecto ideológico krausista o infantil nuevo, ex
novo y por lo tanto, necesita eliminar cualquier instancia ideológica que pueda
constituir un estorbo en su propósito revolucionario progresista e idealista y que pueda asimismo hacerle la
competencia y que por tanto ponga en peligro su engendro ideológico, con bases
tan débiles y endebles como ya sabemos desde hace tiempo. Debe pues la
socialdemocracia en consecuencia eliminar todo saber que no sirva a sus fines
necesariamente. Ha de sustituir entonces la filosofía en los institutos por la
papilla democrática denominada “Ciudadanía” para poder adoctrinar así a las
masas cómodamente.
La progresiva eliminación de la
filosofía de los planes de estudio es preocupante en primer lugar para los
profesores de filosofía de instituto.
Debería preocupar además a todas las
personas cultas, biennacidas, sensibles y dotadas con buen sentido.
Debería preocupar también a la sociedad
burguesa. No puede haber un pueblo culto sin metafísica, Hegel dixit. Sin
conocer la filosofía clásica, sin instituciones públicas donde se conozca,
investigue, enseñe y filosofe, una sociedad es analfabeta de pleno derecho. La
sociedad capitalista está abocada entonces al nihilismo, a la imbecilidad y al
infantilismo.
Vivimos en España bajo un gobierno
socialfascista, el peor enemigo que tiene la filosofía en España. El peor
enemigo que tiene la filosofía en España es el PSOE, así como su jarca de profesores
de filosofía orgánicos, progresistas y disciplinados que contribuyen
sistemáticamente a su eliminación complacidos y felices. Suelen ser además muy
éticos, por lo tanto, hay que desistir de utilizar la filosofía para
convencerles en su fuero interno de la banalidad de sus planteamientos morales
y políticos. Son irreductibles. Son felices y son éticos y de ahí no los va a
sacar nadie.
No creo que haya que hacer una apología
sistemática de la presencia de la filosofía de la enseñanza académica en el bachillerato
y en la Universidad. Una venerable tradición de veinticinco siglos es
suficiente argumento para que siga adelante la enseñanza formal y reglada de la
filosofía en nuestras instituciones educativas. La filosofía no tiene ninguna
necesidad de pedir perdón a nadie ni de justificar su lugar en la enseñanza ni
en la civilización occidental. La filosofía es indispensable para que la gente
razone correctamente y realice la reforma de su entendimiento.
Por lo demás, ni la democracia necesita
la filosofía ni la filosofía necesita a
la democracia. Se puede ser demócrata y ser ágrafo. Se puede filosofar en
contra de la democracia o a favor de ella. La filosofía no es solidaria de la
democracia y la democracia no exige la filosofía. La filosofía no está ligada
esencialmente a ninguna forma de régimen político particular. Aún así creo que
la forma política adecuada para el ejercicio de la filosofía es la república
democrática.
Si la filosofía desaparece de los
institutos, podrá cultivarse en la Universidad y si desaparece de la
Universidad, pues se ejercitará de manera privada, como hicieron ya Spinoza, Descartes, Malebranche, Hume,
Berkeley, Locke y Leibniz. El propio Schopenhauer despreciaba grandemente la
filosofía universitaria como algo esencialmente bastardo y opuesto a la esencia
de la filosofía y cultivó la filosofía al margen de la Universidad. De hecho,
las primeras facultades de filosofía aparecen en Alemania en 1810 y la
filosofía como asignatura de los institutos en España data de 1845. Puede haber
pues, filosofía académica al margen de la Universidad. Tampoco la desaparición
de la filosofía de las instituciones de enseñanza frenará el desarrollo de la
Volksphilosophie o filosofía popular, muy extendida en la sociedad de consumo
pletórica de bienes y que sirve para facilitar la felicidad del pueblo a bajo
coste y de forma simplificada. Si la filosofía es relegada a espacios e
instituciones sociales privadas, tal vez sea entonces más peligrosa e
incontrolable para los ideólogos del Partido. Tal vez entonces, sin la
servidumbre de ser funcionarios del Estado, los filósofos sean radicalmente
libres, críticos, duros con el martillo y tal vez entonces vuelva a ser
peligroso filosofar, como en la época de Spinoza.
Sea como sea, la tarea de la filosofía
del futuro es la crítica de la democracia y de conceptos míticos tales como
“Estado de derecho”, “Derechos humanos”, “Paz”, “Progreso”, “solidaridad”,
“Alianza de Civilizaciones” y otras lindezas con las que nos bombardean
constantemente para que nos creamos lo maravilloso que es ser musulmán y lo
malo que es Israel y lo malos que son los EE.UU. y lo maravillosa que resulta
la inmigración descontrolada. La mayor parte de los mensajes ideológicos que
respiramos todos los días son absolutamente deleznables y sometibles a crítica,
siguiendo, eso sí un criterio riguroso, en este caso, desde las coordenadas del
materialismo filosófico.
Por lo tanto, la crítica a los dos
paradigmas políticos del Estado de Partidos, Estado social o Estado democrático
de Derecho del Bienestar es una tarea ineludible, bien pensado que el enemigo
principal de entre el enemigo ideológico es el pensamiento Alicia de raigambre
krausista, sencillamente incompatible con la sensatez y el buen sentido.
Si un Estado suprime la Filosofía como
asignatura, como carrera universitaria, como institución oficial, su política
tendrá a perderse en practicismos estériles, sin proyecto eutáxico a largo
plazo y en la demagogia populista.
Por lo demás, permítaseme de paso suministrar algunas razones para justificar
la necesidad de que la filosofía siga impartiéndose como asignatura obligatoria
en los institutos de bachillerato y que siga impartiéndose en la Universidad,
bien como asignatura obligatoria u optativa, bien como carrera universitaria.
(1). La filosofía es el análisis de las
configuraciones culturales e ideológicas del presente y desde el presente. De
ahí la necesidad de la filosofía para formar ciudadanos racionales, libres, que
digan que no de vez en cuando, en un Estado democrático de derecho. Una
sociedad abierta, de mercado pletórico de bienes y de servicios, requiere de la
existencia de la filosofía como una alternativa más al menos.
(2). La filosofía ayuda a cambiar el
mundo. Una filosofía que no tenga una implantación gnóstica, sino política colabora
en la tarea de cambio del mundo. Se trata de cambiar el mundo para que cambien
los objetos sobre los que la razón filosófica se ejercita.
(3). La filosofía entendida como
reflexión metacientífica o reflexión filosófica sobre la ciencia, como reflexión
racional que es de segundo grado, colabora en la comprensión de las ciencias
consideradas como formaciones institucionales dedicadas a la fabricación
sistemática de conocimientos rigurosos, exactos y precisos. En tal medida,
ayuda al desarrollo de la ciencia y a librar a ésta de falsas autoconcepciones
espontáneas.
(4). La filosofía ayuda al
esclarecimiento del juicio moral, al razonamiento moral.
(5). La filosofía nos muestra la
necesidad del razonamiento, la necesidad
eidética de M3, el hecho ineludible de que existen órdenes ontológicos
reales, objetivos, esenciales, ideales, que no dependen ni de las cosas físicas
ni de nuestra subjetividad.
(6). La filosofía ayuda a destruir la
superstición y contribuye entonces a la emancipación de los ciudadanos,
ayudándolos por consiguiente del culpable estado de minoría de edad en el que
se encuentran. Destruye los ídolos y la falsa conciencia. La filosofía es así
ilustración del pueblo.
(7). La filosofía ayuda a plantearse
correctamente las cuestiones trascendentales, últimas de la filosofía y de la
vida humana de modo racional, more et ordine geometrico demonstrata. Las
cuestiones trascendentales no deben ser dejadas en manos de los brujos,
chamanes, sacerdotes o progresistas krausistas. Tienen tales cuestiones, como
cualesquiera otras cuestiones filosóficas un tratamiento filosófico que excluye
cualquier opinión subjetiva o cualquier revelación mística.
(8). La filosofía suministra
instrumentos teóricos de análisis de la sociedad presente y por tanto la ayuda para
comenzar su transformación y su destrucción.
(9). La filosofía ni es ciencia ni falta
hace que lo sea para ser una institución importante y para desempeñar su tarea
de crítica.
La filosofía es crítica, ciertamente.
Crítica no es demolición, sino la determinación, la delimitación, el
establecimiento de los límites de lo que es algo, de su esencia. En la
democracia, la crítica a las ideologías, la crítica a los partidos, la crítica
al régimen político es, como se podrá colegir de mis palabras una tarea ingente
para el análisis filosófico. Desde luego, una filosofía legitimadora de toda la
irracionalidad que nos rodea, no sería siquiera filosofía, sino pensamiento
Alicia puro y duro. La filosofía no ha de ser
complaciente con tanta falsedad como la que nos rodea. Filosofar a
martillazos se ha hecho necesario hoy como siempre para conseguir que millones
de hombres salgan de su infantil estado mental o teórico en el que se
encuentran de manera culpable y miren las realidades de manera realista y
despiadada, abandonando entonces la burbuja de estupidez que los envuelve
teniéndolos y entreteniéndolos complacidos y autosatisfechos.
Felipe Giménez Pérez,
Leganés, 17 de marzo de 2009.
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