viernes, 6 de mayo de 2016

La felicidad según Gustavo Bueno

En el año 2005 ha publicado Bueno “El mito de la felicidad”. Este libro es complicado y profundo y lo más importante no es lo que Bueno diga de la felicidad cuanto cómo ha llegado a tal conclusión. En la argumentación conducente a la demolición del Principio de la Felicidad Bueno utiliza toda su artillería dialéctica, filosófica, su saber, su erudición. Eso es lo más importante.

         El mito de la felicidad es algo muy importante para el vulgo. La masa de consumidores satisfechos cree firmemente en él. La gente quiere ser feliz. Todo el mundo quiere ser feliz, pero las opiniones sobre qué cosa sea eso de la felicidad son dispares y divergentes. Ya sabemos con Platón que la multitud no es filósofa, por eso el filósofo Gustavo Bueno acude con su saber y su técnica para ayudar y contribuir a la ilustración del público.

         El análisis efectuado por Gustavo Bueno de la Idea de Felicidad y del Principio de Felicidad pone en juego todos los recursos teóricos del materialismo filosófico. Por eso me parece precisamente este libro un libro muy importante en la trayectoria filosófica de Bueno. Este libro muestra el estado del materialismo filosófico mucho más que otros porque toca precisamente la Historia de la Filosofía y la ontología.

         La Idea de Felicidad es una Idea construida, una figura delimitada precisamente por la literatura de la felicidad. Es ésta precisamente una de las tesis sostenidas por Gustavo Bueno en este libro de filosofía stricto sensu.

         La Idea de felicidad no es unívoca. “Porque, tal es nuestro supuesto, no existe una Idea de felicidad, unívocamente delimitable, a la manera como existe el concepto de cuadrado o el concepto de triángulo.”[1]

         El Principio de felicidad se formula de dos maneras, la débil y la fuerte. El Principio de felicidad es una abreviatura del Principio débil. El Principio fuerte se llama “Supuesto de la felicidad”.

         El Principio débil de la felicidad o principio de felicidad afirma que todos los hombres buscan la felicidad. El Supuesto de la felicidad afirma que todos los hombres son felices. Estos dos principios de felicidad no están demostrados, son enteramente gratuitos. Estos dos principios fundamentan el mito de la felicidad. La importancia del Principio de Felicidad estriba en que “sólo aquella literatura de la felicidad que asuma el Principio de felicidad puede ofrecer una Teoría general o una Doctrina general de la felicidad.”[2] El Principio de felicidad es crucial en la construcción de una concepción de la felicidad, esto es, de una Teoría general de la felicidad combinada con una Doctrina general de la felicidad.

         El principio de felicidad no es científico. Es algo cuyo valor equivale al Principio de Meter o al principio de Murphy. Este principio de felicidad está conectado con la cuestión del sentido de la vida y del puesto del hombre en el Cosmos, con el Destino del hombre. El principio de felicidad afirma que el destino del hombre es la felicidad. Claro está que todo depende de cómo concibamos el destino del hombre o el puesto del hombre en el Cosmos.

         Gustavo Bueno insiste varias veces en la inconsistencia del principio de felicidad y hay algo que debemos saber aquellos que nos ocupamos de la filosofía: La cuestión de la felicidad no es asunto filosófico. No debe formar parte de la Filosofía. “El objetivo de este libro es demostrar, por tanto, que la cuestión de la felicidad no puede seguir siendo considerada como la cuestión fundamental de la filosofía, o si se quiere, de la Antropología filosófica,”[3]. Ocurre que no hay sentido de la vida, que no hay una jerarquía del universo y que no hay un destino del hombre. Por tanto, la cuestión de la felicidad es ociosa. Desde el materialismo filosófico pues, no hay cuestión de la felicidad.

         El ocuparse de la felicidad exige una concepción del mundo, una ontología y el análisis del puesto del hombre en el cosmos.

         Todos los fenómenos felicitarios constituyen un campo de la felicidad, que resulta ser un campo gnoseológico, un campo de batalla dialéctico entre tesis contrapuestas, pero además, todo campo gnoseológico es un campo ontológico. El hiperrealismo materialista sostiene que la ciencia forma parte ella misma del mundo. Los científicos manipulan realidades, construyen realidades, pero son ellos mismos parte de la realidad. La diferencia entre gnoseología y ontología es convencional, administrativa. La gnoseología es la continuación de la ontología. La ontología especial se continúa en la gnoseología y en las propias ciencias. Este campo gnoseológico tiene que ver con el campo antropológico y éste último con el espacio antropológico. Por lo demás, “Un campo gnoseológico estará siempre inmerso en un espacio gnoseológico, porque ninguna ciencia puede considerarse capaz de agotar su campo, siempre “superficial” (aunque sea el “campo unificado” que buscan los físicos); es decir, porque su campo gnoseológico está limitado, no sólo por la Realidad, sino también por los campos de otras ciencias o de otras disciplinas que no son científicas”.[4] Pues bien, según Gustavo Bueno, el campo de la felicidad interfecta negativamente con el espacio gnoseológico. Ahora bien, no ocurre así con la ontología. “En cambio, el campo y el espacio de la felicidad, que no tienen intersección plena con la Gnoseología, sí la tienen con la Ontología, y, en particular, tienen que ver directa y esencialmente con el campo y el espacio antropológicos.”[5]

         La felicidad tiene que ver con el espacio antropológico. “Este libro opera desde el supuesto de que el campo de la felicidad se circunscribe propiamente en el espacio antropológico.”[6] Es más, el espacio antropológico es el espacio de la felicidad.

         El campo de la felicidad comprende cinco estratos en los que se agrupan sus diversos elementos. Es necesario precisar que “el campo de la felicidad no sólo está poblado de contenidos felices o alegres, sino también de contenidos contrarios a la alegría o a la felicidad, es decir, de contenidos infelices o tristes, de acuerdo también con el principio tradicional: contraria sunt circa eadem”.[7]

         El campo de la felicidad se estratifica en 5 estratos. El Estrato I comprende los fenómenos. El Estrato II los conceptos. El Estrato III las Ideas de la Felicidad. El Estrato IV las teorías de la Felicidad y el Estrato V las doctrinas de la felicidad.

         “El entretejimiento entre teorías y doctrinas de la felicidad dará lugar a lo que denominaremos “concepciones de la felicidad”.[8]

         A la hora de clasificar las teorías de la felicidad se llega a un esquema trimembre: Teorías ascendentes, descendentes y neutras.

         A la hora de clasificar las doctrinas de la felicidad hay que contar con la importante clasificación filosófica tradicional entre doctrinas idealistas y materialistas. Aquí Bueno reelabora la distinción entre materialismo e idealismo o entre materialismo y espiritualismo. El espiritualismo sostiene que existen seres vivos incorpóreos y el materialismo sostiene que no existen. El materialismo o bien es monista o bien es pluralista.

         Entonces conviene definir teorías, doctrinas y concepciones para poder seguir adelante: “Venimos utilizando la expresión “teorías de la felicidad” para denominar a toda propuesta de coordinación “cerrada”, explícita o implícita, capaz de abrirse camino in medias res en un campo de fenómenos felicitarios reales, que se supone siguen su ritmo propio. Una teoría de la felicidad es una concatenación de conceptos de felicidad referida al campo fenoménico de la felicidad, en la medida en que este campo pueda ser considerado en su “inmanencia antropológica” o zoológica.

         Utilizamos la expresión “doctrinas de la felicidad” para designar a todo sistema de Ideas envolventes del campo fenoménico de la felicidad presupuesto, mediante las cuales se nos ofrezcan criterios para situar el campo fenoménico de la felicidad en el contexto de otros campos o ideas susceptibles de ser consideradas como constitutivas del entorno del campo inmanente de referencia.

         Utilizamos la expresión “concepciones de la felicidad” para designar a todo sistema ideológico, mitológico o filosófico que comprenda, no sólo una teoría sobre la felicidad, sino también una doctrina sobre la misma.”[9]

         Así, Bueno elabora una tabla de modelos genéricos de concepciones de la felicidad. El número de modelos es de doce.

         El modelo I comprende tanto a la versión aristotélica como a la versión tomista.

         El modelo II  comprende la versión sabeliana.

         El modelo III comprende la versión dualista (psicologista o fisiologista).

         El modelo IV comprende la versión neoplatónica de Plotino y la versión idealista materal de George Berkeley.

         El modelo V comprende la versión idealista absoluta de Fichte y la versión idealista objetiva de Fichte.

         El modelo VI comprende la versión gnóstica.

         El modelo VII comprende la versión regeneracionista.

         El modelo VIII comprende la versión positivista y la versión monista.

         El modelo IX comprende la versión eudemonista y la versión ilustrada pansexualista.

         El modelo X  comprende la versión pesimista.

         El modelo XI comprende la versión emergentista.

         El modelo XII comprende la versión estoica y la versión spinozista.

         Finalmente, hay que demoler desde el planteamiento crítico materialista el Principio de la felicidad. El análisis lógico del principio de felicidad se atiene a la mera inmanencia lógica de la proposición. Para empezar, el Principio de felicidad es un principio de mala fe.

         El análisis gnoseológico se tiene a la proposición dada en cuanto que forma parte de una red de proposiciones de un campo material.

         El análisis lógico del Principio de felicidad mediante la lógica de proposiciones no resuelve ninguno de los problemas que se plantean. La respuesta debe proceder de la zoología, de la teología o de la antropología.

         Desde la perspectiva de la lógica de clases, hay que decir que el sujeto “Hombre” no está dado previamente a los predicados que se le puedan atribuir. Las leyes lógicas se aplican en campos constituidos por entidades fijas. El “Hombre universal” no puede ser dividido en especies sistemáticas. Lo mismo ocurre con el predicado “felicidad”.

         Ocurre que no hay un Género humano previamente dado en un principio. Asimismo, la felicidad es un predicado evolutivo o histórico, no fijo e intemporal.

         Desde la perspectiva de la lógica de relaciones, hay que utilizar el formato de las relaciones funcionales o aplicativas. El predicado “felicidad” puede ser interpretado como una relación. El sujeto “Hombre”, considerado como género, puede resolverse en especies que son las variables o argumentos de una función. “Felicidad” es un término multívoco, pero sin caer en la equivocidad. Tradicionalmente se le llamaba a tales términos “sincategoremáticos”. “Felicidad” sería un término vacío o formal. Para alcanzar su significado, debe componerse con variables o argumentos de la función. Entonces hacen ahí su aparición las diversas significaciones de la felicidad en cuanto características de una función. La expresión “todos los hombres desean la felicidad” no tiene entonces ningún sentido concreto.

         Así pues, el “Hombre”, como “Género Humano” no tiene ninguna realidad como sujeto de la proposición. En cuanto al término “felicidad”, es éste un término confusionario, oscuro. Cada cual lo interpreta como cree conveniente. Es como intentar responder a la pregunta por las necesidades humanas o al sentido de la vida.

         El principio de felicidad desde el punto de vista científico debiera ser unívoco y no lo es.

         Al final el principio de felicidad es una cuestión sentimental. El sentimiento de satisfacción puede ser común a todos los que utilizan el principio de felicidad.  Sin embargo, el goce, la satisfacción, la alegría, no se han de confundir con el placer sensible. A decir verdad tal satisfacción es un acompañante oblicuo de los valores de felicidad que un constituyente directo de los valores de felicidad. “La reducción de un valor de felicidad a su “disfrute” o “goce” no es son un psicologismo grosero, porque el valor de felicidad consiste, en general, en algo específico que suele estar situado en un espacio “más allá” del acto de disfrutar o gozar.”[10] Reducir la felicidad al placer es una forma de ignava ratio. “En consecuencia, la tendencia a reducir la felicidad a sus componentes subjetivos (a sus armónicos placenteros, o deleitables, del estado de ánimo), habrá de interpretarse como una grosera y perezosa reacción de quien se contenta con confundirlo todo en la niebla lechosa de la subjetividad. La interpretación psicologista de la felicidad es, según esto, mucho menos que una teoría: puede ser simplemente un síntoma de pereza o de penuria intelectual.”[11]

         Al final eso de la felicidad es un resultado histórico de la sociedades de clase estatales: “el ideal de felicidad puede aparecer en las sociedades diferenciadas con una estructura política tal que haga posible la convivencia (en una misma nación o en naciones diferentes) de estratificaciones o clases sociales heterogéneas, situadas a alturas diferentes en cuanto a la cantidad y la calidad de su participación en los bienes disponibles en el ámbito de esa sociedad.”[12]

         Entonces, no sabemos qué cosa sea eso de la felicidad. El vulgo se contenta con la felicidad canalla del carpe diem. Se trata de disfrutar de la máxima cantidad posible de placeres carnales en un plazo de tiempo finito puesto que el hombre debe morir. La única certeza que tenemos es la de que moriremos: mors certa, hora incerta. Ya Aristipo de Cirene declaró que la felicidad era el placer, sobre todo el físico, que era definido como un movimiento dulce acompañado de sensación. Según la leyenda, Aristipo siempre estaba rodeado de prostitutas, perfumes y dinero, el ideal democrático del vulgo.

         No hay que preocuparse de la felicidad. Que cada cual haga lo que crea conveniente. Igual que no hay destino del universo ni del hombre, tampoco hay sentido de la vida. El problema de la felicidad es como el problema de la calvicie o del peso o del colesterol, un tema externo a la filosofía. No hay que ser pesimistas, aunque con Schopenhauer creo que tampoco pasa nada por serlo. “Sólo desde una perspectiva similar a la del materialismo filosófico, no monista, podremos distanciarnos del Principio de felicidad, y triturarlo, sin caer en el pesimismo”.[13] Lo del pesimismo o del optimismo son problemas y cuestiones psiquiátricas. El sabio está por encima de todo eso. El hombre no ha nacido para ser feliz ni vive para eso. Ni hay Género humano ni hay destino cósmico o antropológico ni hay sentido de la vida. “No hay un destino cósmico del Género humano que lo determine hacia la felicidad.”[14] Un hombre serio, sensato, sabio, no puede considerar como el fin de su existencia la consecución de la felicidad.

        

        

 

 



[1]  Gustavo Bueno, “El mito de la felicidad”, 2005, Ediciones B, Barcelona, pág. 15.
[2] Gustavo Bueno, “El mito de la felicidad”, op. cit. pág. 29.
[3]  Gustavo Bueno, op. cit. pág. 34.
[4] Gustavo Bueno, op. cit. pág. 41.
[5]  Gustavo Bueno, op. cit. pág. 42.
[6] Gustavo Bueno, op. cit. pág. 43.
[7] Gustavo Bueno, op. cit. págs 48-49.
[8] Gustavo Bueno, op. cit. pág. 51.
[9] Gustavo Bueno, op. cit. págs. 190-191.
[10]  Gustavo Bueno, op. cit. pág. 359.
[11] Gustavo Bueno, op. cit. pág. 360.
[12]  Gustavo Bueno, op. cit. pág. 367.
[13] Gustavo Bueno,  op. cit. pág. 378.
[14] Gustavo Bueno, op. cit. pag´. 385

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