El animalismo es una de las ideologías basura de nuestra época. Consiste en elevar a los animales a la idea de personas y en rebajar a las personas a la categoría de animales. Esta ideología se ha ido abriendo camino desde el siglo XIX, comenzando sobre todo en los países nórdicos, protestantes, luteranos combinada con el vegetarianismo y el veganismo y el ecologismo. Constituye una suerte de reflujo hacia las religiones primarias por parte de individuos teóricamente civilizados y dominados en su conciencia por la ciencia y el racionalismo. La extensión de los derechos humanos a las bestias es una de las consecuencias de esta perniciosa ideología así como el humanizar a los animales tratándolos como personas y el idealizar como algo benéfico y pacífico y armónico a la naturaleza y al mundo animal. El nacionalsocialismo se caracterizó entre otras cosas por ser vegetariano, ecologista, europeísta y animalista. Sabemos del horror que le produjeron a Himmler las corridas de toros, al igual que estos cursis o afectados animalistas se horrorizan hoy en día por la tauromaquia o por instituciones ancestrales tales como el Toro de la Vega y no tienen sin embargo el menor empacho en atacar, insultar y agredir a quienes no piensan como ellos. Lo del perro Excalibur fue algo grotesco. Son sujetos grotescos que han perdido el norte moral y ético y no saben en qué eje del espacio antropológico se encuentran hombres y bestias. Se olvidan de que el hombre es también un animal, carnívoro, depredador y que el hombre tiene que poner todo a su servicio propio como especie animal poderosa y hegemónica y administradora de la vida en la Tierra. Al igual que las otras especies animales defienden sus intereses, también los hombres podemos y debemos hacerlo.
lunes, 30 de mayo de 2016
sábado, 28 de mayo de 2016
Día del júrgol
El júrgol es un deporte-juego-distracción que encanta al vulgo. El júrgol es un deporte de masas que gusta mucho al vulgo y de ello surge la importancia social de los campeonatos de júrgol. Cada club representa a una ciudad y entonces, automáticamente surge la lógica rivalidad entre los grupos sociales que se ven representados por los colores del club. Si no hubiera júrgol habría que inventarlo. Por eso lo que se paga a las estrellas jurgolísticas es algo barato teniendo en cuenta la función social de contención de las pasiones de las masas, su canalización conveniente y la paz social que de ello se deriva con los consiguientes benéficos efectos para el pueblo, la nación y el Estado. El júrgol ahorra muchos miles de gendarmes al tener entretenida a la población durante muchas horas por semana. El júrgol también es política porque la lucha de clases se sustituye por la competición entre clubes. Los enemigos del orden y de la ley y del Estado se parapetan en clubes de júrgol. Se hace política júrgol mediante. De modo que es ridículo postular la separación entre júrgol y política porque ambos conceptos o ambas realidades están unidas inextricablemente entre sí y hay que asumir que el júrgol es política también. Ahora se enfrentan en Milán el Real Madrid y el Atlético de Madrid, ambos son clubes patrióticos, nacionales, españoles, biennacidos, no como los bastardos del Barca u otros clubes jurgolísticos cuya afición o directivos desprecian a la Nación Española. Ahí se ve en qué consiste la politización del júrgol de la que he venido hablando más arriba. Ya sabemos que el júrgol es política y por eso uno, un buen español, patriota, se alegra enormemente que los clubes separatistas no estén en la final de la Liga de Campeones en Milán.
jueves, 26 de mayo de 2016
El concepto de physis en Aristóteles
Dice
Aristóteles en el libro II de la Física, capítulo 1, 192 b de la Física: “Entre
todos los seres, efectivamente, unos son por naturaleza, (physis), otros lo son
por otras causas”. Empieza pues distinguiendo los seres naturales, por physis
de los que son por otras causas, praxis, poiesis, azar. Sigue diciendo
Aristóteles: “por naturaleza, los animales y sus partes, las plantas y los
cuerpos simples, como tierra, fuego, agua, aire; de estas cosas, en efecto, y
de las otras de la misma manera, se dice que ellas son por naturaleza. Ahora
bien, todas las cosas de las que acabamos de hablar difieren manifiestamente de
aquellas que no existen por naturaleza; cada ser natural, en efecto, tiene en
sí mismo un principio de movimiento y de reposo, unos en cuanto al lugar, los
otros en cuanto al crecimiento y al decrecimiento, otros en cuanto a la
alteración. Al contrario una cama, un abrigo y cualquier otro objeto de este
género, en tanto que cada uno tiene justamente este nombre, es decir en la
medida en que es un producto dek arte, no poseen ninguna tendencia natural
hacia el cambio, sino solamente en tanto que ellos tienen este accidente del
ser en piedra o en madera o en cualquier mezcla y bajo tal relación; pues la
naturaleza es un principio y una causa de movimiento y de reposo para la cosa
en la que ella reside inmediatamente, por esencia y no por accidente.” A
continuación Aristóteles explica el porqué de su definición de naturaleza:
“Digo y no por accidente porque podría ocurrir que un hombre, siendo médico, fuese
él mismo la causa de su propia salud; sin embargo, ello no es en tanto que por
el arte médico reciba su curación; sino por accidente, el mismo hombre es
médico y receptor de la curación; también estas dos cualidades se pueden
separar la una de la otra. De la misma manera para todas las otras cosas
fabricadas, ninguna tiene en ella el principio de su fabricación; unas lo
tienen en otras cosas y fuera de ellas, por ejemplo una casa y todo objeto
hecho por la mano del hombre; las otras lo tienen en ellas mismas, pero no por
esencia, a saber todas aquellas que pueden ser por accidente causas para ellas
mismas”. De aquí se sigue según Aristóteles que “La naturaleza es pues lo que
hemos dicho. Ahora, tener una naturaleza es lo propio de todo aquello que tiene
un tal principio.. Ahora bien todas las cosas estas son substancias, puesto que
son sujetos y la naturaleza es siempre en un sujeto. Ahora, son cosas conformes
a la naturaleza y estas substancias y todos sus atributos esenciales; por
ejemplo, para el fuego el transporte a través, hacia lo alto; pues ello no es
naturaleza, no tiene una naturaleza más, sino que aquello es por naturaleza y
conforme a la naturaleza”. De aquí deduce Aristóteles que hay entes naturales y
que hay naturaleza, physis. Dice en 193 a: “Se viene a decir lo que es la
naturaleza, aquello que es ser por naturaleza y conforme a la naturaleza. En
cuanto a ensayar el demostrar que la naturaleza existe, ello sería ridículo;
ello es manifiesto, en efecto, hay muchos seres naturales. Ahora bien demostrar
lo que es manifiesto por lo que es obscuro, es propio de un hombre incapaz de
distinguir lo que es cognoscible por sí y lo que no lo es. Es una enfermedad
posible, evidentemente: un ciego de nacimiento puede muy bien razonar sobre los
colores; y así las gentes que no discurren más que sobre palabras sin ninguna
idea. No saben nada”. A continuación, Aristóteles discute sobre el tema de la
materialidad de la physis: “ Para
algunos, la naturaleza y la substancia de las cosas que son por naturaleza
parecen ser el sujeto próximo e informe por sí; por ejemplo, la naturaleza de
la cama sería la madera; la de la estatua, el bronce. Una prueba en ello es,
dice Antifón, que si se entierra una cama, y la putrefacción tiene la fuerza de
hacer crecer un retoño, es un árbol, no una cama, lo que se producirá; ello
muestra que es preciso distinguir la manera convencional y artificial, que
existe por accidente en la cosa, y la substancia que es ella y que todo lo
soporta y subsistiendo de una manera continua. Si estos sujetos se encuentran,
en relación a otros, en la misma relación de sojuzgamiento, como el bronce y el
oro están en relación al agua, los huesos y el árbol respecto a la tierra, de
la misma manera en cualquier otro caso, entonces, se dirá que estos sujetos son
la naturaleza y la substancia de los primeros. Esto es por lo que para unos el
fuego, para otros la tierra, para otros el aire, para otros el agua, para los
otros muchos de estos seres, para todos los otros, constituyen
la naturaleza de los seres. En efecto, aquello a lo que (unidad o grupo) ellos dan este rol
constituye la substancia de todo (en él
sólo o en todos ellos), mientras que el resto no sería respecto a estos sujetos
más que afecciones, hábitos, disposiciones. Y cada uno de ellos sería eterno,
pues no habría cambio que les hiciera salir de ellos mismos, en tanto que todo
el resto soportaría hasta el infinito la generación y la corrupción.” A
continuación habla Aristóteles de la physis como forma: “en un sentido, pues se
llama así naturaleza a la materia que sirve de sujeto inmediato en cada una de
las cosas que tienen en ellas mismas un principio de movimiento y de cambio.”.
Primer
argumento ahora para demostrar que la forma es physis:
“Pero
en otro sentido, es el modelo y la forma, la forma definible. Igualmente, en
efecto, que se llama arte en las cosas lo que ellas tienen de conforme al arte
y a la técnica, igualmente se llama naturaleza lo que ellas tienen de conforme
a la naturaleza y a lo natural. Luego de una cosa artificial no diremos que
ella no tiene nada conforme al arte, si ella es solamente cama en potencia y no
posee aún la forma de la cama, ni lo que hay en ella de arte; igualmente de una
cosa constituida naturalmente: en efecto, la silla o el hueso en potencia no
tienen aún su propia naturaleza y no existen por naturaleza y no existen por
naturaleza, puesto que ellos no han recibido la forma de la silla y del hueso,
yo entiendo la forma como la forma definible, aquella que enunciamos para
definir la esencia de la silla o del hueso. Por consiguiente, en este otro
sentido, la naturaleza debe estar en las cosas que poseen en ellas mismas un
principio de movimiento, el modelo y la forma no separables, si no es
lógicamente.” 193b.
Segundo
argumento: “En cuanto al compuesto de los dos, de materia y de forma, ello no
es una naturaleza, sino un ser por naturaleza como el hombre. Ella es más
naturaleza que la materia: pues cada cosa se dice ser más bien cuando está en
acto que cuando está en potencia”.
Tercer
argumento: “Además un hombre nace de un hombre, pero en cambio, no nace una
cama de otra cama. Eso es por lo que dicen que la figura de la cama no es
naturaleza, sino la madera, pues por brote, se producirá del bosque, no una
cama; sino que la cama es más bien una forma artificial, este ejemplo prueba,
por el bosque, que es todavía la forma que es la naturaleza, en todos los casos un hombre nace
de un hombre.”
Cuarto
argumento: “Además, la naturaleza como génesis es el pasaje a la naturaleza
propiamente dicha o generada, pues, sin duda, la palabra curación no significa
el pasaje al arte de curar, sino a la salud, puesto que la curación viene
necesariamente del arte de curar en lugar de abatir; pero es otra relación la
que hay entre los dos sentidos de naturaleza pues la naturaleza en tanto que
deviene ser generado va de una forma a otra (de un término a otro). ¿Hacia
cuál? No es hacia el punto de partida, es hacia el que ella tiende, es decir,
la forma; pues es la forma quien es naturaleza”.
Aristóteles
llama physis al ser de los entes que por sí mismos tienen en sí mismos el
principio de su propio movimiento. La naturaleza es ”la esencia de los seres
que poseen en sí mismos y en cuanto tales, el principio de su movimiento”
Metafísica, V, 4 1015ª13. La physis es a la vez substancia y causa y la causa
es formal, eficiente, final y material.
Sin
embargo, dentro del mundo natural hay acontecimientos que no son producidos por
el arte y sin embargo, son de algún modo contrarios a la naturaleza. Tal sucede
con los llamados movimientos violentos, a diferencia de los movimientos
naturales. Pero, además, el ser contrario a la naturaleza podía darse en
cuerpos naturales y en sus movimientos. Así, por ejemplo, se podía decir que un
monstruo es algo opuesto a la naturaleza. Ello no convertía al monstruo en un
ser artificial. Aristóteles afrontaba el problema subrayando, entre las causas
, las causas finales –lo que le obligaba a reducir considerablemente el ámbito
de lo natural- Así, en la naturaleza no caben movimientos violentos, monstruos,
despropósitos, etc.
miércoles, 25 de mayo de 2016
Examen de la causalidad
La
primera interpretación sistemática de la naturaleza de la causalidad se
encuentra en la doctrina aristotélica de las cuatro causas; tal doctrina
constituye una reflexión sobre la explicación científica.
Lo
primero que se precisa es la materia, (hyle). Esta causa es eses substrato de
la cosa que “al pasar de una disposición
a otra”, Simplicio, comentario a la Física de Aristóteles, 194 b 23,, permite
constituirla; en la producción humana primitiva se utiliza a menudo la madera
para la fabricación de los objetos corrientes; por consiguiente, es la madera
para labrar (hyle en griego y materia en latín) lo que proporciona a
Aristóteles un símbolo para designar la causa primera, por esta razón dicha
causa es conocida tradicionalmente como causa material o como la materia, pero
, con mayor claridad y exactitud, ha de ser definida como la que responde a la
pregunta “¿de qué?” Aristóteles, Física, II, 3, 195 a 19 está hecha la cosa?
Además
de la materia, lo que se requiere para la producción de la cosa es “la idea y
el paradigma” Aristóteles, ibíd.., 194 b26.; aunque la causa material ya fue
puesta de relieve por los pensadores presocráticos. Toda producción humana se
refiere a un paradigma o modelo. La idea, el eidos, la forma constituye la segunda
causa de la producción y es imposible comprender el pensamiento de Aristóteles
si se adoptan las traducciones tradicionales que vierten el término griego idea
como si fuese equivalente a forma, considerando, por consiguiente, que la
segunda causa la que se opone a la causa material o a la materia es la causa
formal o la forma pues “la idea no es solamente la forma superficial de la
cosa” Simplicio, Comentario a la Física de Aristóteles, 194 b 26., sino el
principio de organización de la materia y la razón de su disposición. Sin
embargo, hay que precisar que, en los términos aristotélicos, la traducción de
idea por forma responde a la preocupación por diferenciar claramente el
aristotelismo del platonismo. El idealismo platónico afirma que la idea existe al
margen de la realidad empírica y que, en calidad de tal, es como resulta un
paradigma o modelo ejemplar para los seres sensibles, existente fuera y por
encima de la real-material. Tradicionalmente se denomina idea a este modelo
suprasensible de la realidad sensible. Aristóteles por su parte, no ve la
necesidad de separar la idea de la realidad efectivamente dada. Al conocimiento
y a la acción sensible del hombre; “el alma es el lugar de las ideas”.
Aristóteles, Acerca del alma, III, 4, 429 a 27. En tanto que éstas intervienen
en el conocimiento y en la acción humanas; pero, si se entiende la idea como el
principio de unidad y de organización en las cosas mismas (y no simplemente, en
tanto que dicho principio es captado por la reflexión humana), se puede decir
que “la idea no se separa más de la cosa que la materia”, Id. Física, IV, 2,
209 b 23.
La
segunda causa que explica la producción de una cosa puede llamarse pues causa
formal o causa ideal o ejemplar.
La
tercera causa es la causa motriz, el disparador, el motor. Sin embargo, falta
la causa más importante, la causa final, aquello hacia lo que tiende el proceso
de la producción. Se trata del fin.
El
análisis aristotélico lleva al establecimiento de un sistema causal de cuatro
causas, material, formal, eficiente y final.
La
distinción entre las cuatro causas sólo adquiere sentido pleno en el caso de la
explicación de la producción humana, pero en la generación natural, la
reducción de las tres causas a una sola únicamente deja en pie a la pareja
constituida por “la idea y la materia”. Id., Metafísica, VIII, 8 1033 b 13.
Entre ambas causas y hasta el antagonismo de los términos es particularmente
sensible cuando se trata de la producción humana, que consiste en imponer desde
fuera una forma a una materia. Se puede, incluso, efectuar una clasificación de
las actividades técnicas del hombre según se ocupen de modo preferente de la
materia o de la idea; las formas de la actividad técnica que “se ocupan
preferentemente de la idea pueden denominarse “arquitectónicas” Id., Física,
II, 2, 194 b 3-4. Estas actividades son las que utilizan Ibíd., 2-3 objetos
técnicos y los definen esencialmente según su finalidad y su idea.
En
todo caso, esta separación entre la idea y la materia no tiene nada de
incontrovertible; en las artes arquitectónicas el conocimiento de la forma
implica un cierto conocimiento de la materia.
Entonces,
aunque la producción humana misma imponga una idea –es decir, un cierto modo de
organización que la forma hace evidente- a una materia, que inicialmente no
estaba prevista para ella, no por ella deja de ser la materia relativa a la
idea; para la realización de una determinada idea no basta con una materia
cualquiera, sino que a cada idea le corresponde su materia.
Podemos
sustituir la distinción entre forma y materia por la distinción entre la
potencia y el acto. La generación o la producción se definen así como tránsito
de la potencia a la puesta en acto, por lo que la búsqueda de la causa puede
reducirse a la determinación de la causa de esta puesta en acto; dicha causa es
suficiente, ya que produce la unidad de ese compuesto de la materia y de la
idea, al que, en definitiva, se reduce la dispersión del sistema de las cuatro
causas.
La causa
motriz o eficiente no tiene un tratamiento privilegiado en Aristóteles, como sí
lo tenía en cambio en Platón. Aristóteles le concede mayor importancia al fin y
a la idea que a la causa motriz. La causa operatoria o motriz es secundaria o
un mero complemento del sistema de las causas. Esta forma de causalidad, mejor
dicho, se integra en la causalidad final, pues abarca el conjunto de medios
para la realización de un fin determinado; pero por cuanto considera la física
como una ciencia puramente teórica, dicha forma no ofrece gran interés. Un
análisis puramente teórico de la producción trata de descubrir en primer
término su significación, que vendrá dada por el resultado buscado y obtenido;
en cuanto a la búsqueda de los instrumentos y de los medios de producción, hay
que decir que tiene un valor eminentemente práctico.
En
razón de la orientación exclusivamente teórica de su física y del carácter
finalista de su filosofía, el aristotelismo no se preocupa por la investigación
minuciosa y precisa de la articulación de los efectos y de las causas en el
orden cronológico de la producción o de la generación.
El
aristotelismo rechaza el examen de la causalidad eficiente, es decir, de
aquella a través de la cual se pone de manifiesto de qué manera un efecto resulta
inmediatamente de otro, en los casos concretos de la producción técnica o de la
generación natural.
El
advenimiento de la ciencia moderna tiene como resultado la sustitución de la
pura especulación teórica por la búsqueda de un saber utilizable prácticamente.
Por lo tanto, se abandona la consideración de una causa final en la naturaleza
y se pasa a tener en cuenta solamente los medios gracias a los cuales pueden
ser producidos tales efectos. “No hay por qué examinar para qué fin ha creado
Dios cada cosa, sino, solamente, por qué medio ha querido que fuese producida”.
Descartes, Principia philosophiae, I art. 28. La búsqueda de la finalidad en la
naturaleza queda reservada para la teología, al tiempo que se declara su
imposibilidad, puesto que la inteligencia humana es incapaz de sondear las
intenciones del creador: “No debemos ser tan presuntuosos que creamos que Dios
ha querido hacernos partícipes de sus designios”.
En
cambio, la causa eficiente puede ser sometida a control por medio del método
científico experimental aplicado al examen detallado de la naturaleza. Esta
interpretación de la causalidad intenta poner de manifiesto cómo se transforma
la materia por obra de la causalidad eficiente; la materia es considerada como
una capacidad indeterminada para recibir sucesivamente formas, es decir, que se
define por medio de las formas que asume al pasar sucesivamente de un estado a
otro; Aristóteles denomina a este tránsito, movimiento. La ciencia moderna
reducirá definitivamente el movimiento a mero desplazamiento espacial.
Los
movimientos explican las transformaciones materiales, es decir, el paso de una
forma de la materia a otra. Si se deja de lado la causa final, si se identifica
la idea con la forma y no se contrapone ésta a la materia, sino que se define a
la materia como la capacidad para pasar de una forma a otra, si, por último, se
identifica la causa productora de este tránsito con el movimiento, entonces la
explicación de la naturaleza puede llevarse a cabo enteramente por medio de
figuras y movimientos. Esto se llama mecanicismo. Es una interpretación de la
naturaleza que procede exclusivamente por recurso a la causalidad eficiente.
El
mecanicismo es una explicación de la naturaleza según la cual la causalidad
sigue el orden de la sucesión temporal, puesto que en él la causa precede al
efecto, a diferencia de la causalidad final, que define el término del proceso
productivo y, por tanto, es posterior en el tiempo a los medios cuya puesta en
acción explica. Por lo demás, la causalidad eficiente actúa de acuerdo con las
leyes de la naturaleza, es decir, de modo regular y con exclusión de cualquier
determinación de los fines por una causalidad libre. Esto desemboca en un
determinismo de la naturaleza.
martes, 24 de mayo de 2016
El concepto finalista de naturaleza
El término “teleología” fue empleado por Wolff
(Philosophia rationalis sive lógica, III, parágrafo 85) para designar la parte
de la filosofía natural que explica los fines (telos=fin) de las cosas, a
diferencia de la parte de la filosofía natural que se ocupa de las causas de
las cosas. Según afirma Georg Henrik von
Wright, en la historia de las ideas cabe distinguir dos tradiciones
importantes, que difieren en el planteamiento de las condiciones que tiene que
satisfacer una explicación que se pretenda como científicamente respetable. Una
de ellas es la aristotélica, la otra es la galileana. Y Hegel puede ser
considerado un filósofo teleológico. Hegel se considerará a sí mismo como un
seguidor de Aristóteles. Para Hegel, como para Aristóteles, la idea de ley es
primordialmente la de una conexión intrínseca que ha de ser aprehendida por
comprensión reflexiva, no la de una generalización inductiva establecida por
observación y experimentación. Para ambos filósofos, la explicación consiste en
procurar que los fenómenos sean inteligibles teleológicamente, más bien que en determinar su predecibilidad a
partir del conocimiento de sus causas eficientes.
La
Physis para Aristóteles hace referencia al crecimiento, nacimiento, corrupción,
muerte, movimiento. La naturaleza es el elemento primero, informe e inmutable
desde su propia potencia, del cual nace alguno de los entes naturales. La
physis es el principio de los seres que tienen en sí mismos el origen de su
movimiento y reposo, nacimiento y muerte. La physis es materia. La physis es la
esencia, la substancia. La physis es la forma. La physis es potencia y la
physis es acto. La substancia de los entes naturales recibe el nombre de
physis.
No
sólo es physis la materia prima, sino también la substancia, el género y la
especie. Hay una materia prima pura y hay una materia pura derivada o materia
secunda. La physis es telos, la forma,
eidos, el fin de la generación. Toda substancia es naturaleza a causa de la
physis. La naturaleza primera y propiamente dicha es la substancia de las cosas
que tienen en sí mismas el principio del movimiento y del reposo en cuanto
tales; la materia se llama naturaleza porque es susceptible de recibir este
principio y las generaciones y el crecimiento.
En
Aristóteles la substancia sensible va a ser explicada de acuerdo con lo que se
establecerá en tanto materia, forma y privación. Son los principios del ente
físico en cuanto que son causas del ser de la substancia sensible como
autoidentificación de ella. Ello es por la funcionalidad específica e íntima de
tales principios. En otras palabras, el ente físico es necesariamente ente
móvil porque sus principios hacen posible esa movilidad esencial y dan cuenta
de la misma fehacientemente. Y, al mismo tiempo, esos principios pertenecen a
la substancia sensible en el aspecto consecuente del anterior, de que son causa
de la inteligibilidad de esa substancia para el entendimiento. Lo universal de
la substancia sensible es lo que está dado en todos y cada uno de los entes
físico-naturales; esto es, el dato del movimiento.
Los principios son lo primero desde lo que
algo es o se hace o se conoce. El principio es un factor explicativo de lo que
es, de lo que hay. Los principios no son sólo principios del ser que deviene
esencialmente, sino también principios de la cognoscibilidad del ente. Los
principios señalan ese doble plano considerado, el del ser y el del conocer
pues todas las causas son principios. Los principios serán causas del ente, de
su devenir y de su cognoscibilidad.
La
teleología es una pauta integradora de las funciones de las demás causas
–exceptuando la causa material, a la que no se le asignará un papel demasiado
decisivo.
El fin
quedará como principio esencial y fundamental de la explicación científica del
movimiento y con él de la substancia sensible. La finalidad llevará consigo de
esta forma la razón de ser del movimiento y del cambio, y todos los fenómenos
físico-naturales encontrarán su inteligibilidad a través de la teleología, aún
aquellos en donde esa teleología natural no quede cumplida de manera completa,
tal es la fuerza del principio teleológico desde el punto de vista epistémico.
Aristóteles
no sólo mostrará a la causa final como principio fundamental del devenir, sino
que insistirá en repetidas ocasiones acerca de su valor cognoscitivo, como idea
regulativa, como programa de investigación científica, debido a su intrínseca
funcionalidad epistemológica. La teleología tiene una gran fecundidad explicativa
por lo cual los fenómenos de la naturaleza se hacen inteligibles
científicamente.
La
teleología resulta ser la responsable de la regularidad y del orden observables
en el mundo físico. Todos los fenómenos físico-naturales tienen su razón de ser
en la teleología. La naturaleza se identifica como movimiento y como cambio, el
ente físico-natural es el ente móvil. Libro II phys. Cap. VIII. Se establece
así la primacía ontológica y epistemológica –en este orden- del principio
finalista. Todas las causas –salvo la material- se relacionan en la causa
final, se subsumen en la causa final.
Todos
los entes naturales están sometidos al movimiento y al cambio. Hay tres
principios constitutivos del devenir o de la substancia sensible, materia,
forma y privación.
El primer
principio es el substrato permanente como tal substrato. Es el principio
material, factor último subyacente al cambio mismo, esto es, la materia (hyle).
El
segundo principio es la forma, respondería de la nueva cualidad obtenida, de
hecho, sería aquello que definiría el cambio, ya que éste se detectaría por la
aparición de ese componente nuevo, de ahí la importancia intrínseca que posee
este elemento, la forma (morphé, eidos), la cual, en el libro II de la Física,
va a adquirir un lugar preponderante fruto precisamente de que el cambio será
siempre un llegar a ser esa forma, un dirigirse a ella, con lo que va a señalar
el sentido del proceso y, consecuentemente se habrá de enlazar íntimamente con
la teleología.
El
tercer principio es la privación (stéresis) de la forma. Es lo opuesto a la
forma nueva que se va a adquirir en el proceso.
De
esta manera se explican los tres principios clásicos del devenir en el
pensamiento aristotélico.
La
naturaleza es un principio y causa del movimiento y de reposo de los entes en
los que está de manera esencial (Kath´autó) y no por accidente (Kata
symbebekós). El movimiento de los entes naturales se debe a la existencia de un
principio interno esencial al ente.
Es la
forma la que tiene la primacía completa. La forma resulta ser una superior
entidad ontológica porque el acto tiene prioridad sobre la potencia, pues si la
materia es fundamentalmente potencialidad y la forma lleva consigo la
actualidad real de una potencialidad, está claro que lo que la naturaleza sea
ha de estar conectado con lo que es realmente en acto y no con una simple
posibilidad de ser y de llegar a ser ese acto.
La
physis es la forma que reside en las cosas dichas naturales en tanto que
principio de movimiento sin ser separable de las cosas mismas a no ser mediante
distinción de razón, conceptual. La physis es la physis con la forma. Además la
physis es acto, la forma es acto. Es hacia la forma hacia donde se dirige el
cambio, y la materia no es nada más que un simple soporte o substrato que se
conoce y se define por su relación a la forma. Es esta el principio nuclear del
devenir, porque apunta directamente a la esencia de la cosa, nos dice qué es la
cosa, es fundamentalmente eidos, lo cual no es sino una consecuencia directa de
la actualidad que la caracteriza frente a la potencialidad de la materia.
La
naturaleza es fin, telos. En el arte los materiales se disponen en orden a
conseguir un objetivo preciso que es la forma del objeto o estructura concreta
a realizar, de manera paralela el movimiento es un medio para conseguir la
forma deseada en las cosas naturales, la cual entonces se convierte en fin. La
única diferencia es que en el arte existen dos factores, de una parte el
artesano conoce la estructura que ha de realizar, o sea, la forma, que sirve igualmente
de fin explícito del proceso constructivo; y, de otro lado los operarios que
hacen acopio de los materiales adecuados por sus caracteres concretos en tanto
que materiales, estos entonces no conocen la forma-fin sino que se dirigen a
escoger el material entre tal en cuanto tal.
Por el contrario, en los procesos naturales la misma naturaleza cumple
ambos cometidos siendo inmanentes así el fin y los materiales adecuados al
proceso hacia el fin. La aparición del fin se articula como una razón más a favor
de la primacía de la forma, la cual se asimila al fin.
Según
Aristóteles la causa final, (telos to oú heneka) es un propósito mediante el
cual se inicia y lleva a cabo el movimiento y el cambio, operando todos los
factores intermedios del mismo según los dictados de esta última causa.
Aristóteles
declara que todas las posibles causas que hay que señalar en un objeto o
proceso se reducen a cuatro causas, pero la causa final es la que tiene la
primacía y está por encima de las demás puesto que es lo mejor que se puede
obtener para dicho proceso u objeto. Se está justificando así la importancia
del fin desde un plano metafísico poniéndolo en conexión directa con el grado
de perfección óntica de la substancia de la que se trate.
La
esencia de una cosa es su propio fin. El fin es la forma. El fin define a la
cosa. La physis, como causa de los fenómenos naturales debe ser entendida
teleológicamente. Hay teleología porque hay permanencia de los tipos en la
generación de los animales; toda especie animal conserva sus caracteres
fundamentales en los individuos particulares y esta constancia indica que la
génesis de éstos parece estar conducida hacia un fin concreto como es la
realización de la forma que define la esencia del individuo perteneciente al
grupo, todo el desarrollo del embrión viene condicionado por esta necesidad de
los principios de responder necesariamente a su fin que es la especie, de ahí
que p. ej., no haya dos de éstas que sean idénticas.
Aristóteles
nos da tres argumentos a favor de la finalidad:
Primero.
Constancia general de los fenómenos.
Segundo.
En los procesos naturales parece existir un término último al que sirven los
estadios intermedios del devenir, los cuales operan en vistas a él. La causa
eficiente siempre actúa según el dictado de la causa final, la cual nuevamente
resulta ser la responsable del proceso.
Tercero.
Argumento de la complejidad estructural de los seres vivientes, o sea, la
relación entre las partes homogéneas y las heterogéneas, que se hace objeto de
estudio en los escritos físico-biológicos. Para Aristóteles, la única forma
plausible de dar razón de la cuestión es suponer la existencia del principio
teleológico que ordena la génesis específica de esas partes heterogéneas
dirigiendo el proceso y tomando como punto de partida la causa material de las
partes uniformes.
Es la
complejidad estructural de los seres vivos la que hace indispensable la
existencia de la teleología como pauta epistémica de comprensión. La finalidad
tiene carácter inmanente.
Según
Nicolai Hartmann el análisis aristotélico de la finalidad era a la postre,
incompleto, porque efectivamente no resolvía el problema planteado de la
necesidad de deliberación en paralelismo con la producción artificial o, lo que
viene a ser lo mismo, el problema de la preexistencia del fin.
En la
naturaleza hay finalidad, pero la teleología no precisa de la conciencia
deliberativa, pues la physis es un principio interno de movimiento dirigido por
la causa final, y al mismo tiempo al ser interno, es un principio intrínseco al
ente donde está esencialmente y no accidentalmente. La naturaleza es un
principio que está en la cosa misma. Por ello, la teleología tiene la condición
de universal en las cosas naturales de las que se predica, de acuerdo con la
definición universal., esto es, la forma.
La
causa final pertenece a la esencia de la cosa y es intrínseca a la naturaleza
misma. La teleología es inmanente a la naturaleza y por ello no hace falta
voluntad deliberativa: el agente y el paciente son uno y lo mismo. La naturaleza
es agente y paciente de sí misma a la vez. La naturaleza es objeto y sujeto del
fin de sí misma. La naturaleza no necesita de nada más que ella misma para
producir teleológicamente sus efectos. El fin es sujeto y objeto en la
naturaleza y por ello hay necesidad en la naturaleza.
Los
entes físicos son las substancias afectadas por el movimiento en forma continua
debido a un principio intrínseco que hay en ellas mismas y que las mueve hacia
un determinado fin. La physis es así, un fin inmanente. Por ello, opera y actúa
siempre en vista de un objetivo, y este fin es en resumidas cuentas la propia
naturaleza por la forma y al final por un principio intrínseco de naturaleza
teleológica. La physis es de este modo un fin inmanente en sí misma
considerada, o sea, opera y actúa siempre en vista a un obejtivo y este fin es
la propia naturaleza, la cual vuelve sobre sí misma en todas y en cada una de
sus operaciones: la inmanencia implica un proceso que se cierra intrínsecamente
sobre sí mismo.
Si el
fin es inmanente, y la forma es el fin, la forma es inmanente en la naturaleza.
La forma entonces es inmanente, pues el fin también lo es, no hay otra salida
entonces que afirmar la permanencia habitual de la forma.
La
forma es ingenerable. La naturaleza es un principio que se da en los seres per
se y no per accidens, la teleología entonces necesariamente ha de tener
carácter inmanente, y al mismo tiempo, por esta cualidad la preexistencia de la
forma, su ingenerabilidad y perennidad se hacen patentes.
La
teleología reside de forma esencial y no accidental, en la substancia móvil, y
al inscribirse de esta manera substancial como principio, ha de responder a las
exigencias esenciales de la naturaleza, de lo que debe realizar por sí y en
cuanto tal esa substancia afectada por el cambio y el movimiento. Ahora bien,
para Aristóteles la realización concreta de esas exigencias esenciales
constituye un bien en sí mismo, en cuanto constituyen actualización fidedigna
de potencialidades contenidas en la índole de ese ser físico concreto, y el ser
en acto es obviamente superior al ser en potencia desde el punto de vista
jerárquico.
Libro
III, cap. I. Phys. El movimiento queda definido como la actualización del ser
en potencia en tanto que está en potencia. Esto significa que la teleología se
identifica como la responsable, la causa, de que lo que estaba en potencia
tenga realidad en acto, o sea, pase al orden del ser y del existir y obviamente
el ser en acto es un bien por su carácter de acto frente a la imperfección del
ser en potencia en cuanto simple posibilidad del ser.
La
causa final es un bien. Se debe destacar el dato de que el principio
teleológico lleva inherente el carácter de bien debido a su inmanencia. Siendo
el fin inmanente las características que se alcancen debido al resultado del
proceso de devenir vendrán requeridas por la propia naturaleza del ser afectado
por el proceso, esto es, se inscribirán en su misma esencia sea de manera
absoluta o de modo relativo como en el cambio de cantidad o cualidad, las
cuales no obstante están conectadas de una u otra manera con la permanencia del
ser en sí mismo, o sea, con su acto, esencia o forma.
La
potencia persigue como finalidad la forma –acto en el proceso mismo del
devenir- y ello se contiene en la noción misma de potencialidad. La potencia
implica así finalidad hacia la forma y el acto. De este modo, pues, la misma
estructura de potencia y acto en cuanto al cambio y al movimiento es
comprendida a través de ella, trae como consecuencia la necesidad de un telos,
un fin, el cual no es otro que la forma misma, que es la razón de ser del
proceso. Se comprende así que Aristóteles identifique las causas formal y
final, ya que la forma es el fin al que ha tenido que tender el proceso de
actualización de lo potencial como tal, que es lo que constituye la esencia del
movimiento. La teleología así se ve conducida en último término a la relación
del acto y la potencia, es decir, se incluye como consecuencia implícita de la
estructura metafísica fundamental que el filósofo concibe para la explicación
de la constitución del ser.
El
telos se halla contenido en la misma estructura de potencia y acto por la que
se caracteriza el cambio y el movimiento. La finalidad es así el telos, el acto
y la forma. Por ello, la teleología está contenida implícitamente en la misma
estructura de acto y potencia.
Teniendo
en cuanta que la teleología es inmanente a los procesos naturales y que lo que
cambia es un ente determinado, se comprende que el fin es algo interno a ese
ente, que está contenido fundamentalmente en su naturaleza propia.
Ahora
bien, normalmente este fin será lo que inducirá el proceso de movimiento dentro
del ser mismo, lo que iniciará el paso de la potencialidad a la actualidad
correspondiente, pero siendo inmanente el fin, será igualmente dicho fin como
causa motriz. La teleología es inmanente porque la estructura acto-potencia es
inherente y universal al ente concreto, constituye su modo de ser y de existir,
ahora bien, en tanto en cuanto la finalidad se instrumentaliza como una
consecuencia debida a esa estructura de acto y potencia, al ser ésta el modo de
ser del objeto, esa finalidad en los entes naturales debe ser de la misma
índole que aquélla, es decir, inmanente.
El fin
será acto y por tanto, con prioridad ontológica sobre la potencia. El fin es un
límite, un término, aquello que se da efectivamente en el modo de ser del
mundo, en el mundo y en la naturaleza; aquello que hace que el ente concreto
sea efectivamente tal y como es y además sea cognoscible, ya que la naturaleza
material o materia prima es incognoscible, ya que no tiene forma inteligible.
El fin, de este modo es la causa de la estructura del ente físico-natural, y al
conferir límite y determinación proporciona inteligibilidad.
La
causa final, el telos es un bien para el ente, porque naturalmente responde a
su forma y a su esencia, a su propósito interno, a su progresivo desarrollo
según la especie. El fin es lo mejor que se puede obtener en el cambio en
cuanto referido a la estructura esencial del ente, y determina a todas las
demás causas, convirtiéndose en lo fundamental y definitivo por esa relación.
La naturaleza opera siempre en vistas a un bien. Este bien no puede ser otro
que lo contenido en su forma, en su esencia, que caracteriza lo que es verdaderamente
ese individuo determinado. La teleología tendrá tendencia por lo tanto a la
realización de lo que el ser es por exigencias de su estructura intrínseca. El
bien completo será la perseverancia en la existencia, por eso los procesos
naturales, teleológicos tienden a ello. El fin es lo mejor, y todo proceso
natural se realiza en vistas a lo mejor.
En
gran medida entonces, el principio teleológico será razón fundamental de la
unidad intrínseca del universo como un todo. La unidad general del universo y
la naturaleza quedan entramados convenientemente en virtud del primer motor
inmóvil y el movimiento derivado de él que opera por contacto. Parece sin
embargo, que aquí Aristóteles se hubiera olvidado de la teleología. (Phys.
Libro VIII).
La
teleología es el centro fundamentalmente y la piedra de toque de la
especulación aristotélica sobre la physis. Si el universo es un todo y ya
sabemos que está compuesto de substancias determinadas y singulares, el
principio fundamental de todas ellas será asimismo una substancia de la cual
habrá de ocuparse el Filósofo en la Metafísica, Libro XII.
En el
libro XII de la Metafísica se distinguen diversos tipos de substancias.
Primera, la substancia sensible y móvil y corruptible. Segunda, la substancia
sensible móvil y eterna. Tercera, no sensible, inmóvil y eterna. De las dos
primeras se ocupa la física. De la tercera se ocupa la filosofía primera o
teología.
La
primera causa universal del movimiento es el acto puro, será aquello
absolutamente en acto acabado y perfecto, principio metafísico último de todos
los movimientos del universo y causa primera del Universo. Tiene que haber una
substancia inmóvil que sea acto puro. La esencia metafísica de la primera causa
es la de ser acto puro.
El
primer motor mueve sin ser movido. Mueve como objeto de deseo, amable por sí
mismo, por el mero hecho de existir. Es aquello hacia lo que tienden en su
movimiento y en su determinado nivel las cosas que son movidas por ello. De
igual manera se puede afirmar que mueve sin ser movido lo inteligible, puesto
que el entendimiento es movido por lo inteligible. La substancia simple en acto
es máximamente inteligible por sí misma. Será hacia lo cual tiende todo lo
demás, como a su fin. El acto puro es causa final primordial. La substancia
acto puro será lo máximamente inteligible y deseable, hacia lo cual tiende todo
lo demás como a un fin.
El
acto puro es el paradigma al que tienden todas las demás substancias porque el
paradigma es lo sumamente perfecto. Produce movimiento por ser paradigma.
El
movimiento circular del primer cielo es el efecto inmediato del primer motor,
pues sólo tal movimiento local al ser el más perfecto posible y el primero
entre todos los movimientos y cambios, puede por su perfección intrínseca
dimanar del acto puro como ente perfecto sin potencialidad alguna. A partir de
este primer movimiento se producen los demás por lo tanto, pero su propagación
se hace por medio de los entes ya móviles por lo tanto, del primer motor acot
puro “dependen (jertetai) el cielo y la naturaleza” Met. XII, 7, 1072 b 13-14.
He aquí pues el último fundamento de la teleología natural. El acto puro mueve
como causa final absoluta.
El
primer motor es forma absoluta, es por ello, acto puro. Toda la existencia es
un encaminarse teleológicamente hacia el que los seres consigan su forma
completa con todas sus potencialidades actualizadas, ese es el ideal nunca
alcanzado que se debe a esa finalidad universal dimanada desde el primer motor.
Esto es lo que constituye la physis en tanto que principio interno del movimiento,
el cual, como causa intrínseca lleva consigo necesariamente una teleología
hacia la forma, el bien y la perfección esenciales, y todo ello no es más que
una consecuencia de la estructura de acto y potencia así como del hecho de que
el primer motor sea acto puro.
Aristóteles
integra en su filosofía natural la causa eficiente y la causa final. La
teleología natural aristotélica, de todos modos no es ompleta. Hay veces en las
que el principio teleológico no obtiene sus metas específicas, fruto de ello
son los monstruos y los órganos rudimentarios de algunos animales y plantas.
Aquí interviene el azar o la causa eficiente. La teleología se ve obstaculizada
por las causas material y eficiente. Aristóteles no parece querer admitir un
determinismo absoluto en la physis.
Según
Santo Tomás de Aquino “El fin no es a causa de otras cosas , sino otras cosas a
causa del fin” (In lib. II Met., lect. 4 316). El fin es lo que explica el por
qué, o mejor, el para qué opera la causa eficiente. Como escribió mucho después
Wolff (Ontologia, parágrafo 932) “aquello por lo cual actúa la causa eficiente
se llama fin, y también causa final”. El fin es propiamente la causa de la
acción de la causa eficiente (op. cit. Parágrafo 933). Según Santo Tomás de
Aquino todo movimiento de la potencia al acto está orientado a un fin, pues la
acción significa siempre actuar por apetencia de un fin; de lo contrario, el
efecto sería indeterminado, es decir, podría producirse de uno u otro modo.
Santo Tomás no le concede a la causalidad eficiente una fuerza determinada y
constante de determinación. La determinación final se realiza en los seres
racionales de un modo autónomo, mediante la voluntad, y en los demás seres
mediante el appetitus naturalis. El motor es aquí la forma inspirada por Dios
–instrumental para él mismo- (cfr. Summa Theol. I-II 1. 1 a. 1 ad 12.)- Así,
pues, todo ser finito, por ser potencia actualizada está orientado a él. (cfr.
Ibíd.., I q. 2 a. 3 c). El hombre tiene en el universo la función de medio en
orden a la realización del plan divino sobre el mundo. Toda la naturaleza agota
su perfección en la gracia sobrenatural. Toda la creación, activada por el
creador, tiende a él.
Para
Manuel Kant es insuficiente la explicación causal de la naturaleza, ya que no
se puede explicar suficientemente la naturaleza si no se plantea la pregunta
sobre la finalidad de las cosas naturales. La finalidad, sin embargo, no es
para Kant un principio constitutivo demostrable de la naturaleza fenoménica,
sino una idea reguladora de la capacidad reflexiva del juicio.
Hegel
considera que “El fin es el concepto que entra en una existencia libre, el
concepto que es por sí, mediante la negación de la objetividad inmediata. Es
determinado como subjetivo porque esta negación es primero abstracta, y por
esto también, en primer lugar, tiene la
objetividad solamente frete a sí. Esta determinación de la subjetividad es, sin
embargo, unilateral respecto a la totalidad del concepto mismo, porque toda
determinación se ha puesto en él como superada. Así también el concepto
presupuesto es, por sí mismo, solamente una realidad ideal, en sí nada. Siendo
el fin esta contradicción de la identidad consigo respecto de la antítesis y de
la negación puesta en él, él mismo es un negar la actividad de negar la
antítesis de modo que se pone idéntica a sí misma. Esta es la realización del
fin, en la cual, haciéndose otra cosa
que su subjetividad, y conquistando la objetividad, ha superado la diferencia
de ambas, se ha unido sólo consigo mismo y se ha conservado.” Enciclopedia,
parágrafo 204. El fin es verdaderamente,
según Hegel, lo que es originario. Hegel es un finalista, pero finalista
inmanente, como Aristóteles. Mediante la finalidad, al realizarse la finalidad,
el fin “es puesto lo que era el concepto del fin, la unidad en sí de lo
subjetivo y de lo objetivo, ahora subsistente por sí: la idea” (parágrafo 212
de la Enciclopedia.).
La
naturaleza no contiene en sí misma el fin absoluto, es ella, en sí misma sólo
un momento de la idea en su ser-otro. El concepto es en sí mismo inmanente a la
naturaleza como ta. Hegel dice que “La naturaleza ha sido determinada como la
idea en la forma del ser-otro (Anderssein). Como la idea es, de este modo, la
negación de sí misma y exterior a sí, la naturaleza no es exterior sólo
relativamente respecto a la idea (y respecto a la existencia subjetiva de la
idea, el espíritu), sino que la exterioridad constituye la determinación, en la
cual ella es como naturaleza”. Enciclopedia, parágrafo 247. En una filosofía
teleológico-idealista de la Idea Absoluta “Hay que considerar a la naturaleza
como un sistema de grados, cada uno de los cuales sale del otro necesariamente
y es la próxima verdad de aquél del que resulta, no ya en el sentido de que el
uno sea producido por el otro naturalmente, sino en el sentido de que es así
producido en la íntima idea que constituye la razón de la naturaleza”.
Enciclopedia, parágrafo 249. La naturaleza es un todo viviente: “La naturaleza
es en sí un todo viviente y el movimiento a través de la serie de grados
consiste, más precisamente, en el ponerse la idea como lo que ella es en sí, o
lo que es lo mismo: la idea de su inmediatividad y exterioridad, que es la
muerte, vuelve a sí para ser primeramente lo vivo, y luego supera también esta
determinación, en la cual es solamente vida y se produce en la existencia del
espíritu, que es la verdad y el objeto final de la naturaleza, y es la
verdadera realidad de la idea”, parágrafo 251.
Driesch
defiende la idea de finalidad total, holista. Bergson en cambio rechaza tanto
el finalismo como el mecanicismo, pues ambos son a su entender, manifestaciones
de una concepción de la realidad según la cual ésta se Halla ya enteramente
dada: o por el pasado (mecanicismo) o por el futuro (finalismo). Su única
ventaja (la del finalismo) es que no es una doctrina rígida y, por lo tanto,
admite correcciones; por eso no puede refutarse definitivamente. El
teleologísmo es determinista: las cosas se hallan determinadas desde el fin.
Nicolai
Hartmann, concibe la finalidad como una categoría del entendimiento (a
diferencia de la causalidad, que es una categoría real de los acontecimientos
naturales). La finalidad se contrapone no sólo al nexo causal, sino también a
la acción recíproca, a la determinación actual y a la determinación por el
todo. Este es el motivo por el cual el pensar teleológico o pensar según los
fines es un modo de pensar último –una concepción del mundo.- El finalismo
supone, en efecto, que en la causa reside un fin (como decía claramente Lotze).
Nicolai Hartmann percibe asimismo el entrecruzamiento de la noción de fin en
diversas esferas cuando distingue entre varias nociones de finalidad,
principalmente las dos mencionadas antes y que parecen seguir siendo las
fundamentales; la finalidad como causa final (objeto de la ontología) y la
finalidad como propósito de un agente (tema de la ética). En efecto, N.
Hartmann distingue varios actos en el nexo final: (1) la posibilidad del fin en
la conciencia; (2) la selección del fin por medio de la conciencia; (3) la
realización de la serie de los medios fuera de la conciencia. (1) es primordialmente un concepto
ontológico; (2) y (3) son conceptos éticos.
En su
obra Teleologisches Denken (1955, Ontología, V y en su . Teoría especial de las
categorías, 1963) Nicolai Hartmann mantiene que la forma de pensar teleológica
es una categoría –si bien una categoría híbrida- que, de modo similar a la idea
de substancia, puede, o tiende a penetrar dondequiera en un sistema ontológico.
No siendo unívoca la categoría del pensar teleológico, conviene distinguir,
afirma Hartmann, entre tres formas.
1. La
teleología de los procesos, tal como se manifiesta en Aristóteles. Tal
teleología intenta responder a la pregunta ¿Para qué?, un para qué interno que
se supone que pertenece a la esencia.
2. La
teleología de las formas o tipos, orgánicas o inorgánicas. Tal teleología
estima que hay una jerarquía de formas y que unas formas son superiores a
otras.
3. La
teleología del todo, la cual concibe el mundo como un Absoluto, como una unidad
informante, creadora; en suma, como un principio de todo movimiento.
La primera
es la forma fundamental, pues se refiere a la estructura causal del mudno. La
segunda y la tercera son muchas veces mero producto de la fantasía. Nicolai
Hartmann ha pretendido averiguar, además, qué motivos impulsan a la conciencia
a adoptar un pensar teleológico. Son cuatro, a) la condicionalidad histórica de
nuestro pensar. Es la tradición teleológica, b) los supuestos del pensar
ingenuo (el interés por el para qué); c) los supuestos del pensar científico
(regularidad de los fenómenos, y especialmente de los organismos, exigencias
ocasionales del método); d) los supuestos metafísicos populares (orden divino,
panteísmo, teodicea) y filosóficos-especulativos.
viernes, 20 de mayo de 2016
La substancia en la historia de la filosofía
Aristóteles
dice en Cat., 5, 2ª11 y ss. “Substancia lo que así se llama de manera más
propia, primaria y preferente, es aquello que ni es dicho de un sujeto ni está
en un sujeto.” Esto es la substancia
primera, ousía proté, substantia prima, porque para Aristóteles lo
primero es el ser individual del cual se predica algo; el ser individual existe
(o puede existir) mientras que lo que no es un ser individual es sólo, por lo
tanto, lo que puede decirse de él. Las substancias primeras son el substrato de
todo lo demás, por lo cual son sustancias por excelencias. Las substancias
primeras no difieren entre sí en el grado de substancialidad, pues tan
substancia primera es un hombre como un buey, un árbol, etc. Las substancias
primeras no tienen contrarios.
El
primado de la substancia primera en Aristóteles puede comprenderse en razón del
significado de ousía. La substancia primera es ousía porque pone su propia
riqueza o, mejor dicho, porque el subsistir independientemente de cualesquiera
cualificaciones que le competan es “suyo”. En este sentido, la substancia
primera es individual, irrepetible, irreductible, única, que no está en otra
cosa; es algo que se determina a sí mismo y se basta ontológicamente a sí
mismo; es algo que podría existir aunque no existiera otra cosa. Dice
Aristóteles en Cat 5 2ª 35- 5 2b 5: “Todas las demás cosas, o bien se dicen de
las substancias primeras como sujetos, o bien está en ellas como sujetos. Esto
resulta evidente si se procede a un examen de cada caso;…; así, todas las demás
cosas, o bien se dicen de las substancias primeras como sujetos, o bien están
en ellas como sujetos. De este modo, si las substancias primeras no existiesen,
sería imposible que existiese alguna de las restantes cosas”. Nada podría entonces
existir si no existieran las substancias primeras. Por ser su propio “haber”,
“riqueza” o “propiedad”, la substancia primera es, pues, formalmente hablando
“entidad”.
Lo que
se dice, o puede decirse de la substancia primera es una “substancia segunda”,
ousía déutera, substantia secunda o substancia secundaria o, si se quiere,
“substancia en sentido secundario” y no propio”. Dice Aristóteles: “Se llaman
substancias segundas las especies a las que les pertenecen las llamadas
primariamente substancias, tanto esas especies como sus géneros” Cat. 5 2a 15.
¿Por qué Aristóteles sigue usando el término substancia para referirse a
entidades que no son, propiamente hablando, substancias? Es ésta una cuestión
interesante, pero no fácil de resolver. En parte, se debe a que Aristóteles no
niega que lo que se dice, o pueda decirse de las substancias primeras tiene
también alguna entidad, si bien no es una entidad propia e independiente de la
de las substancias primeras. Las substancias segundas son impropiamente
substancias, pero siguen siendo substancias de algún modo. Además, Aristóteles
afirma que entre las substancias segundas la especie es “más substancia que el
género”; parece pues, que una substancia segunda sea “menos substancia segunda”
y “más substancia primera” cuanto más se acerca a la substancia primera. Sin
embargo, las especies mismas que no son géneros no son unas más substancias que
otras, de modo que no tenemos grados de substancialidad primera en los
individuos ni grados de substancialidad segunda en las especies, pero tenemos
grados de substancialidad en los géneros. Debe advertirse que las substancias
segundas no son, como hubiera podido interpretarse por lo que se dice más
arriba, todo lo que se puede decir de un sujeto como substancia primera. En efecto,
sólo lo que de algún modo se parece a la substancia primera, es substancia
segunda. Ello ocurre con los géneros y las especies, porque, como las
substancias primeras, pueden ser soportes. No ocurre así con los accidentes
–que son siempre soportados- y, en la concepción que nos ocupa, no ocurre
tampoco con las relaciones. Lo que las substancias, primeras o segundas
soportan es cuestión disputada. Algunos autores han indicado que tanto las
substancias primeras como las segundas pueden ser soportes de accidentes e
inclusive de los mismos accidentes. Arguyen a tal efecto que todo lo que se
dice del individuo se dice también de la especie del individuo. Pero, en rigor,
sólo lo que se dice del individuo para determinarlo como miembro de una especie
puede decirse también de la especie. El ser substrato se verifica de modo
distinto en los individuos y en los géneros y especies. Y, sin embargo, ambos
tienen en común soportar y por eso ambos son llamados substancias. En cambio,
los accidentes y las relaciones quedan excluidos de la substancialidad; no son
substancias terceras porque no son substancias de ninguna clase.
Tanto
las substancias primeras como las segundas tienen en común el no estar en un
sujeto. Ello parece obvio en el caso de las substancias primeras, pues si
estuvieran en un sujeto, podrían afirmarse de un sujeto, lo que no ocurre: el
sujeto es el sujeto y, por consiguiente, es el éste, el tode, quien está
separado, es decir subsiste por sí mismo. Parece menos evidente en el caso de
las substancias segundas, pero debe admitirse, según Aristóteles. La diferencia
entre substancias primeras y segundas no reside en el no estar o estar en un
sujeto, sino que las substancias segundas determinan lo que las substancias
primeras son. En cuanto a estar en un sujeto podría decirse que las substancias
primeras están en las substancias segundas, pero hay que tener cuidado en
interpretar este estar en: no es el estar contenido como un accidente está
contenido en un sujeto, sino el estar contenido como los individuos están
contenidos en los universales, es decir, de modo distinto del ser partes de.
El ser
pertenece a todas las categorías, pero no ene l mismo grado, sino
primordialmente a las substancias y de un modo derivado a las demás categorías.
La
unidad total y dinámica de la que está dotada la substancia aristotélica en
cuanto ser, excluye las determinaciones accidentales. Por ello el accidente no
merece el nombre de ser, sino en cierta manera en cuanto dotado de una
existencia nominal, ni es objeto de ciencia alguna, sino como complemento de la
substancia y por referencia a ella. Dice Aristóteles en Z15 1039 b20: “la
substancia es de dos clases: el compuesto y la forma. Llamo compuesto a la
substancia resultante de la unión de la forma con la materia, mientras que la
otra clase de substancia es la forma simplemente”. En Met. Libro V, 8, 1017 b
10-25 Aristóteles dice: “substancias se llaman los cuerpos simples, por
ejemplo, la Tierra, el fuego, el agua y todas las cosas semejantes, y, en
general, los cuerpos y los compuestos de éstos, tanto animales como demonios,
y las partes de éstos. Y todas estas cosas se llaman substancias porque no se
predican de un sujeto, sino que las demás cosas se predican de éstas. Y, en
otro sentido, se llama substancia lo que sea causa inmanente del ser en todas
aquellas cosas que no se predican de un sujeto; por ejemplo, el alma para el
animal.
Además,
cuantas partes inmanentes hay en tales cosas, limitándolas y significando algo
determinado, destruidas las cuales se destruye el todo, como destruida la
superficie se destruye el cuerpo, según dicen algunos, y se destruye la
superficie destruida la línea. Y, en general, el número parece a algunos ser
tal pues dicen que, destruido él, no hay nada, y que determina todas las cosas.
Además, la esencia, cuyo enunciado es una definición, también se llama
substancia de cada cosa. Así, pues, resulta que la substancia se dice en dos
sentidos: el sujeto último, que ya no se predica de otro, y lo que, siendo algo
determinado, es también separable. Y es tal la forma y la especie de cada
cosa”.
De
todos estos sentidos se destacan dos: la substancia es el sujeto último que no
se afirma en ningún otro, y es lo que, siendo un individuo en su esencia es
separable, de modo que la forma de cada ser es su substancia.
En Met.,
Z, 1-17, 1028 a10-1041 b35, Aristóteles examina largamente la noción de
substancia como primera categoría del ser y como primer sujeto y dice a este
respecto que tal sujeto es en un sentido la materia, en otro sentido la forma y
en un tercer sentido el compuesto de materia y forma, el synolon Met., 1029 a3
3-5 Libro Z. “De la substancia se habla, al menos en cuatro sentidos
principales. En efecto, la esencia, el universal y el género parecen ser
substancia de cada cosa; y el cuarto de ellos es el sujeto. Y el sujeto es
aquello de lo que se dicen las demás cosas, sin que él, por su parte, se diga
de otra. Por eso tenemos que determinar en primer lugar su naturaleza porque el
sujeto primero parece ser substancia en sumo grado. Como tal se menciona en un
sentido, la materia, y, en otro, la forma, y, en tercer lugar, el compuesto de
ambas (y llamo materia, por ejemplo, al bronce, y forma, a la figura visible, y
compuesto de ambas, a la estatua como conjunto total); de suerte que, si la
especie es anterior a la materia y más ente que ella, por la misma razón será
también anterior al compuesto de ambas.”
Aristóteles
niega que los universales y las ideas sean substancias, pero indica que la
substancia es de dos clases: “todo compuesto” y forma. La primera clase de
substancia comprende las substancias corruptibles; las segundas substancias son
incorruptibles (Met. Z, 15. 1039 b 20-25.).
“Y
puesto que la substancia es de dos clases: el todo concreto y el concepto (en
el primer caso la substancia comprende el concepto junto con la materia,
mientras que en el segundo es el concepto en sentido pleno), las que se toman
en el primer sentido son corruptibles (pues también son generables), pero del
concepto no hay corrupción posible (ya que tampoco hay generación, pues no se
genera la esencia de casa, sino la de esta casa)”.
Como
todo concreto, la substancia es una cosa determinada, tóde ti; como forma, la
substancia de cada ser es la esencia. En Met, 1069 a30 dice Aristóteles:
“Hay
tres clases de substancias. Una es la sensible, que se divide en eterna y
corruptible. Esta es admitida por todos; por ejemplo, las plantas y los
animales. La otra es la eterna, cuyos elementos es necesario inquirir, ya sea
uno ya varios. La tercera es inmóvil, y de ella dicen algunos que es
separable.”
También
en 1070 a9: “Las substancias son de tres clases: la materia, que es algo
determinado en apariencia (pues las cosas unidas por contacto y no por unión
natural son materia y sujeto); la naturaleza, que es algo determinado y cierta
manera de ser hacia la cual tiende la materia; y la tercera, compuesta de estas
dos, es la individual.”
Aristóteles
habla de tres especies de substancias. Por lo pronto, hay la substancia
sensible, que es móvil, y la substancia no sensible, que es inmóvil. La
substancia sensible, objeto de la física, puede ser corruptible o eterna. La
substancia no sensible, objeto de la metafísica es incorruptible. La substancia
no sensible no tiene ningún principio común con las demás clases de
substancias.
En
vista de todo ello, puede concluirse que Aristóteles usa la nación de
substancia o bien de un modo ambiguo y confuso o bien de un modo analógico. La
substancia se dice de muchas maneras. Pero podemos tratar de encontrar la
unidad de las diversas signficaciones de substancia en un modo común de
concebir todo ser substancia y en una integración de todas las cuestiones
relativas a la noción de substancia.
La
substancialidad no viene de fuera, sino de dentro. Algo es substancia porque
posee un haber propio y puede ser, por tanto, principio de o de sus modos de
ser o de sus manifestaciones. La interpretación de las cuestiones relativas a
la noción de substancia, por otro lado, se lleva a cabo a base de articular las
diversas maneras como se puede preguntar acerca de algo: se puede preguntar en
qué consiste su ser; y se puede preguntar qué hace que sea lo que es. Las
respuestas hacen referencia a la substancia. La substancia es un algo que tiene
una realidad esencial residente en sí mismo y no en otra cosa. La substancia es,
pues, esencia, en el sentido de que le compete ser substante; la definición de
la substancia –no su simple mostración- requiere una esencia: la esencia de la
substancia.
Otra
cuestión es si todo ser en cuanto que es, es o no substancia. Aristóteles dice
en Met., Z, 1. 1028 b3. “Y , en efecto, lo que antiguamente y ahora y siempre
se ha buscado y siempre ha sido objeto de duda: ¿Qué es el Ente?, equivale a:
¿Qué es la Substancia? (pues hay quienes dicen que ésta es una, y otros, que
más de una; éstos, que su número es finito, y otros, que es infinito). Por eso
también nosotros tenemos que estudiar sobre todo y en primer lugar y, por
decirlo así, exclusivamente, qué es el Ente así entendido”.
Aristóteles
dice que el objeto constante de su investigación, la cuestión que siempre se
plantea es ¿qué es el ser”? (to on) y
ello equivale a preguntar: ¿qué es la substancia?
Así
como aquello que es ser se llama essentia, aquello que es subsistir puede
llamarse substantia. La substancia es, pues, algo substante. Pero también son
de algún modo substantes la subsistencia, el supuesto, la hipóstasis, la
persona, etc., de modo que es menester precisar algo más la idea de substancia.
Una de estas precisiones puede consistir en ver de qué modos se puede decir que
algo subsiste. Por un lado, hay un modo de subsistir que es el subestar
(substare) y éste corresponde a los géneros y especies. Los autores de
tendencia realista destacaban el subsistir de los géneros y especies; los de
tendencia conceptualista o realista moderada consideraban que el subsistir de
las especies y géneros no es un existir aparte, sino últimamente un subsistir
de los individuos como sujetos de géneros y especies. Parece pues, que tenemos
aquí de nuevo dos ideas de substancia: la substancia concreta y la substancia
abstracta. Siendo esta última el eidos o la esencia tó ti en einai, se puede
preguntar en qué medida subestá. La respuesta depende en gran medida de la
doctrina de los universales. Debe concluirse que no hay sólo una substancia. Es
un error hablar de la substancia en general en vez de hablar de los tipos de
substancias.
Algunos
autores han hablado de que la substancia primera posee existentia en tanto que
la segunda posee essentia. Pero esta tesis depende de la admisión de una
distinción real entre la esencia y la existencia. Cuando no se admite tal
distinción real no puede efectuarse tal equiparación. Y aun admitida la
distinción real, la equiparación de referencia parece aplicable solamente a las
substancias naturales. Tampoco puede extraerse una noción común de substancia
de las varias clases de substancia en orden a su estar más o menos completas.
Este orden es admitido por algunos autores, por ejemplo, Santo Tomás de Aquino.
Según él, hay substancias completas y substancias incompletas, y cada una de
ellas se subdivide por razón sólo de la especie y por razón de la
substancialidad. Las substancias completas por razón de la especie son los
ángeles; las substancias incompletas por razón de la especie son las almas
humanas. Las substancias completas por razón de la substancialidad son las que
no sólo no existen en otra cosa, sino que pueden existir sin otra cosa, al
revés de lo que ocurre con las substancias incompletas en razón de la
substancialidad, pues éstas solamente pueden existir con otra cosa en una
comunidad substancial. Sigue pues el problema de la noción de substancia como
tal.
Se
puede decir que el nombre substantia significa sólo aquello que tiene ser por
sí (quod est per se esse). Pero, como advierte Santo Tomás (Summa contra
Gentiles I, 25 y Summa Theologica, I, q. III, a5), decir de la substancia que
es un ser por sí (ens per se) no es definir la substancia. Del mismo modo que
lo que es o ente (ens) no puede ser un género ya que no se encuentra ninguna
diferencia específica que lo divida en especies, lo que tiene ser por sí no
puede ser tampoco un género; se lo llama tal únicamente porque está en otro, de
lo que resulta que entonces el género no indica lo que la cosa es, sino lo que
no es. Por tanto, la substancia es definible solamente cuando se indica cuál es
su naturaleza o razón de ser (ratio), y esta razón es el ser una cosa a la cual
compete el ser sin estar en un sujeto, y también una esencia a la cual compete
el subsistir o el no estar recibida en un sujeto. Se puede, pues, decir que la
substancia se constituye como una esencia que posee ciertas características
propiedades o propiedades, de modo que al hablar de la substancia en modo
alguno eliminamos la noción de esencia.
Ello
no quiere decir que sean lo mismo la substancia en sentido propio, como la
primera de las categorías –la cual puede ser forma, materia o synolón-, que la
substancia como esencia, como cuando se dice que la definición significa la
substancia de una cosa. Pero en ambos casos compete a la substancia el ser
substante en el sentido de consistir en ser substante. Alberto el Grande
escribió que entre todas las cosas que son por esencia (per essentiam) la
primera es la substancia. Este ser por esencia se lo otorgan los esenciales. La
substancia tiene pues, una razón de ser y esta razón es una razón esencial.
Esta razón no consiste meramente en la razón de ser algo que subtiende los
accidentes; consiste en la razón de ser o estar por sí no inhiriendo a un sujeto.
La substancia es por ello sujeto; ser substancia significa independencia. La
razón formal de la substancia es una perfección positiva: la independencia en
el ser. Esta independencia no es absoluta para la substancia predicamental
creada; lo es sólo para Dios. Pero merece de todos modos llamarse
independiente, pues no todo lo independiente es absoluto.
Muchos
escolásticos usaron substantia para referirse a la essentia. Algunos, porque
pensaron que la substancia últimamente es essentia, así, por ejemplo los
escolásticos de tendencia avicenista; otros, porque usaban substantia en
sentido muy lato, así por ejemplo, los tomistas. Estos últimos distinguieron
sin embargo entre el lato sensu y el stricto sensu. La substancia lato sensu es
aquello a cuya esencia le compete ser por sí (per se) y no ser en otra cosa (in
alio). Pero la substancia es también soporte o fundamento. Por ello la
substancia consiste en subsistir (subsistere) en cuanto ser por sí (eese per
se) y consiste también en estar debajo de, (substare) los accdientes.
Los
escolásticos hicieron abundante uso de la noción de substancia. En la época
moderna lo que sucedió es que el problema de la substancia se plantea desde la
perspectiva gnoseológica. No sólo se trata de dilucidar la naturaleza de la
substancia, sino también de averiguar el modo de conocimiento de la substancia
También ocurrió esto entre los escolásticos. Una opinión muy difundida fue la
de declarar que la substancia es inaccesible a los sentidos, y que se obtiene
solamente mediante abstracción de las cosas sensibles, aun cuando los autores
que trataban de la substancia más bien en la línea de la esencia no
participaban de semejante opinión. En todo caso, el problema gnoseológico fue
en la Edad Media menos importante que en la Edad Moderna. Puede decirse que en
la Edad Media la concepción de la substancia fue primariamente
lógico-metafísica y que en la época moderna ha sido principalmente
metafísico-gmoseológica.
Dentro
de la época moderna hay también concepciones escolásticas de la substancia, y
algunas de ellas han influido en varios filósofos modernos. El caso más
destacado es el de Suárez. Este autor manifiesta (Met. Disp., XXXII, i, 15)
que, una vez dividido el ente creado en substancia y accidente, división a su
entender completa y satisfactoria, hay que saber cuándo un modo del ente es
substancia. Según Suárez, “Es substancial el modo que pertenece a la
constitución de la substancia misma”. Todo lo que pertenece a la substancia ha
de ser, pues, substancia, aunque sea incompleta. Sólo una vez constituida
plenamente la substancia, lo que se le agrega es accidente. Suárez indica
también que la substancia (primera) y el supuesto (suppositum) son
“convertibles”; es lo mismo, pues, substancia primera y supuesto. Lo que se
llama “subsistencia”, por otro lado, es un modo de existir: el modo de existir
como substancia.. Así pues, la substancia (cerrada y primera por lo menos) es
ser supuesto en la forma de existir llamada “subsistencia”.
En
autores como Descartes y Leibniz hay resonancias importantes de la concepción
escolástica de la substancia y algunas específicamente de la concepción
suarista. Descartes define la substancia destacando el momento de la
independencia. Pero lo destaca de un modo, por así decirlo, “negativo”:
substancia es, dice Descartes, ea res quae ita existit ut nulla alia re
indigeat ad existendum, aquello que existe de tal modo que no necesita de
ninguna otra cosa para existir” Principia Philosophiae, I, 51. He aquí el lado
“metafísico”; en cuanto al lado “gnoseológico”, lo tenemos en la idea de que
“toda cosa en la cual se halla inmediatamente, como en el sujeto, o por la cual
existe algo que percibimos, es decir, cualquier substancia” (IIª respuesta,
Def. 5). Sólo Dios es verdaderamente substancia porque no necesita real y
verdaderamente nada más para existir, ya que su esencia implica su existencia.
Pero también son substancias (finitas) la substancia extensa y la substancia
pensante, las cuales reciben de Dios la causa última de su existencia. Aunque
definida en la forma negativa apuntada, hay algo de eminentemente positivo en
la concepción cartesiana de la substancia: el que, como diría Suárez, todo lo
que constituye la substancia es substancial. Como las substancias pensante y
extensa son dependientes de Dios, parecen ser más bien atributos
substancializados que substancias. Descartes se aproxima con ello, pero sin
alcanzarlo, a Spinoza. Para este autor la substancia id quod in se est et per
se concipitur; hoc est, id, cuius conceptus non indiget conceptu alterius rei,
a quo formari debeat. E.I, Def. III. “Por substancia entiendo aquello que es en
sí y se concibe por sí, esto es, aquello cuyo concepto no necesita del concepto
de otra cosa para formarse.” La substancia en Spinoza es causa sui: E., Def. I.
“Por causa sui entiendo aquello cuya naturaleza implica la existencia, o, lo
que es lo mismo, aquello cuya naturaleza sólo puede concebirse como existente”.
Un
atributo, E, I. Def. IV: “Por atributo entiendo aquello que el entendimiento
percibe de una substancia como constitutivo de la esencia de la misma.” Dios es
la Substancia: E I. Def. VI “Por Dios entiendo un ser absolutamente infinito,
esto es, una substancia que consta de infinitos atributos, cada uno de los cuales
expresa una esencia eterna e infinita”.
El
modo es la afección de la substancia: E.I. Def. V: “Por modo entiendo las
afecciones de una substancia, o sea, aquello que es en otra cosa, por medio de
la cual es también concebido”.
La
substancia es Deus sive Natura. Toda substancia es necesariamente infinita,
luego la Substancia infinita es única. La substancia existe necesariamente.
Tanto
Descartes como Spinoza mantienen la independencia de la substancia y rechazan
llamar substancias a los individuos. Leibniz, en cambio, destaca la pluralidad
de substancias y su actividad y dinamismo. La substancia es ens vi agendi
praeditum: “ente dotado de la fuerza (o poder) de obrar”. El ser que subsiste
en sí mismo, escribe Leibniz en un breve tratado sobre la transusbstanciación
(probablemente de 1668), es “el que tiene un principio de acción en sí mismo”.
El individuo es una substancia, es una mónada. El individuo es substancial
porque es indivisible.
Hay
múltiples individuos. La pluralidad de cosas conduce a la pluralidad de
substancias o formas substanciales o mónadas:” cada sustancia individual o ser
completo es como un mundo aparte, independiente de cualquier otra cosa que no
sea Dios”. Carta a Arnauld de 14 de julio de 1686. Cada mónada es una
perspectiva particular, individual del universo. Cada substancia individual
expresa enteramente el universo a su manera y según una cierta relación,
llamada punto de vista: “toda substancia es como un mundo entero y como un
espejo de Dios o bien de todo el universo, al cual expresa cada una a su
manera, más o menos como una misma ciudad es representada de maneras diversas
según las diferentes situaciones del que la mira.” Discurso de metafísica,
parágrafo IX.
La
mónada es una substancia simple que integra los compuestos.”pues es preciso ver
que hay necesariamente unas substancias simples extendidas por toda la
naturaleza y no extensas; que estas substancias deben siempre subsistir
independientemente de todas excepto de Dios, y que ellas no están jamás
separadas de todo cuerpo organizado”. Teodicea, parágrafo 10 del Discurso
preliminar de conformidad de la fe con la razón.
Los
seres simples carecen per definitionem de partes. Entonces no hay extensión, ni
división en la substancia. La substancia es sólo res cogitans. La mónada es
puro pensamiento. La substancia es lo real, lo consistente ontológicamente “son
los verdaderos átomos de la naturaleza y, en una palabra, los elementos de las
cosas”, parágrafo 3 de la Monadología. Las substancias son indestructibles y
nacen por creación y mueren por aniquilación.
Siguiendo
a Suárez, los accidentes de la substancia están incluidos en ella. Son
inseparables de su esencia. Para Leibniz la conexión entre la substancia y los
accidentes es una conexión necesaria, es una conexión analítica. El accidente
pertenece de manera necesaria a la substancia. Todo lo que se puede predicar de
una mónada está ya dentro de ella de manera necesaria. Todo lo que se predica
de la substancia es substancia. Desde fuera no puede venirle nada a la
substancia. Las diversas categorías del ser están subsumidas en la substancia,
que se identifica así con el ser. La ousía es el on. La primacía aristotélica
de la substancia se ha realizado por completo en Leibniz.
Las
mónadas son diferentes unas de otras. Aquí entra en juego el principio de los
indiscernibles. Es necesaria la distinción, la diferencia entre las mónadas
mediante criterios intrínsecos a ellas mismas, pues son substancias, eso será
por las apeticiones y percepciónes.
Lo
cualitativo es irreductible, pertenece necesariamente al ser: 2Es preciso, sin
embargo, que las mónadas tengan algunas cualidades; en otro caso no serían ni
siquiera seres” (Parágrafo 8 de la Monadología). Si carecieran de cualidades, por ello mismo
serían indistinguibles entre sí, pues no diferirían más que en cantidad, razón
por la cual no existirían.
También
en Principios de la Naturaleza y de la Gracia afirma Leibniz en el parágrafo 2:
“Una mónada en sí misma, y en el momento no podría ser distinguida más que por
las cualidades y acciones internas”.
La
mónada no es estática, su esencia consiste en el cambio permanente, la mónda es
vis, fuerza, es dinamismo interno constante, parágrafo 10 de la Monadología.
Esos cambios de la mónada proceden de un principio interno (parágrafo 11 de la
Monadología). En la Teodicea, parágrafo 396 se dice: “Y yo concibo las
cualidades o fuerzas derivativas o lo que se ha llamado formas accidentales,
como modificaciones de la materia. Esto es porque las modificaciones están en
perpetuo cambio, mientras que la substancia simple permanece.”.
También
el parágrafo 400 de la Teodicea: “Pero de decir que el alma no produce de
ningún modo sus pensamientos, sus sensaciones, sus sentimientos de placer, es
algo de lo que yo no veo razón alguna. Para mí toda substancia simple (es
decir, toda substancia verdadera) debe ser la verdadera causa inmediata de
todas sus pasiones y acciones internas”.
El
utilizar la noción de fuerza en su filosofía como noción central en el concepto
de mónada supone la oposición al cartesianismo, que supone la materia como
inerte, es una fuerza de despliegue, inagotable, eterna y constante que permite
el cambio interno de la mónada y del universo, esto es, del conjunto de las
mónadas, sin esta fuerza no habría distinción interna de las mónadas, lo cual contravendría
al principio de razón suficiente (parágrafos 8 y 9 de la Monadología).
Leibniz
caracteriza la substancia como entelequia (parágrafo 18 de la Monoadología).
Entelekheia es el en telei ekhein: “tenerse en el fin”. Enérgeia es el en ergo,
en el estado de ergon. Trabajo, obra, lo que se cumple y efectúa.
Leibniz
dota al término entelequia de un signficado dinámico. La entelequia tiene
acción. La entelequia en Aristóteles significa resultado de la acción. En
Leibniz significa tendencia situada entre la potencia y el acto. En el breve
escrito de 1694 “La reforma de la filosofía y la noción de substancia”, Leibniz
afirma que “la noción de fuerza, o sea, potencia….arroja muchísima luz para
entender la verdadera noción de substancia. En efecto, la fuerza activa se
distingue de la mera potencia, familiar a las escuelas, en la que la potencia
activa, esto es, la facultad de los escolásticos, no es más que la posibilidad
próxima de actuar pero que sin embargo para pasar al acto necesita de estímulo
y como acicate ajeno. Ahora bien, la fuerza activa comprende cierto acto o
entelequia que se sitúa entre la facultad de actuar y la acción misma. E
implica un esfuerzo. De este modo se ve llevada por sí misma a actuar, y para
esto no requiere ayuda sino sólo la supresión de los obstáculos…la razón última
del movimiento en la materia es la fuerza que le ha sido impresa en la
creación. Esta fuerza es inherente a todo cuerpo pero por el choque mismo de
los cuerpos se ve diversamente limitada y estorbada en la naturaleza. Y digo
que esta potencia de actuar es inherente a toda substancia y que de ella
siempre nace alguna acción; de modo tal que la propia substancia corpórea (lo
mismo que la substancia espiritual) jamás deja de actuar”.
Toda
acción y toda pasión tienen como causa a la substancia. Cada substancia es
causa de sus propias acciones y pasiones exclusivamente.
Leibniz
admite no poco de las definiciones escolásticas de substantia, pero manifiesta
que no ponen lo bastante de relieve el carácter eminentemente activo de las
substancias individuales. La substancia tiene que ser, pues, para Leibniz,
individual, activa y, por decirlo así, “rica”.
Las substancias se hallan relacionadas por una armonía preestablecida.
Los
empiristas manifestaron desconfianza frente a la noción de substancia y en
algunos casos completa hostilidad hacia ella. La idea de substancia es una idea
compleja, junto a las ideas complejas de modos y de relaciones. Dice Locke en
su “Essay on human understanding” II, cap. XXIII, 1. La mente recibe ideas
simples mediante los sentidos desde fuera o por la reflexión sobre sus propias
operaciones. La mente puede observar que un cierto número de esas ideas siempre
van unidas. Muchas veces se presume que pertenecen a una unidad, a una sola
cosa y se les da un nombre común. Esto hace que cometamos descuidos y creamos
que hay un fundamento in re para la utilización del nombre, cuando lo que
ocurre es que su función es meramente utilitaria: “Lo cual, por inadvertencia,
hace que hablemos y consideremos sobre lo que en realidad constituye una
complicación de ideas unidas, como si se tratase de una sola idea simple;
porque, como ya he afirmado, al no imaginarnos de qué manera estas ideas
simples pueden subsistir por sí mismas, nos acostumbramos a suponer que existe algún
substratum donde subsisten y de donde resultan; al cual, por tanto, denominamos
substancia.” Aquí aparece el problema de la substancia tratado
gnoseológicamente; en efecto, Locke aspira a mostrar cómo se origina la idea
compleja de substancia individual. Hay que distinguir entre tal idea compleja y
lo que puede llamarse la idea general de substancia. Esta última no es una idea
obtenida mediante combinación o complicación de ideas simples, sino que es una
especie de presuposición: se presupone la idea general de substancia
simplemente porque resulta difícil, si no imposible, concebir que haya
fenómenos existentes, por decirlo así, en el aire, sin residir en una
substancia. Ello no quiere decir que Locke afirme la existencia de substancias
desde el punto de vista metafísico. Desde este punto de vista, la opinión de
Locke es negativa. En todo caso no sabemos qué es ese substrato que llamamos
substancia. Essay, II, cap. XXIII: “si alguien se propone examinarse a sí mismo
respecto a su noción de la pura substancia en general, encontrará que no tiene
acerca de ella ninguna otra idea, sino una mera suposición de no saber qué
soporte de aquellas cualidades que sean capaces de producir ideas simples en
nosotros; cualidades que normalmente son llamadas accidentes.” Y más adelante
dice Locke: “Por lo tanto, la idea que tenemos y a la que damos el nombre de
substancia, comono es nada sino el supuesto soporte, pero desconocido, de
aquellas cualidades que encontramos que existen, y de las que imaginamos que no
pueden subsistir sine re substante, sin nada que las soporte, denominamos a
este soporte substancia, la cual, según el verdadero sentido de la palabra,
significa, en nuestro idioma, lo que está debajo o lo que soporta”. Pero no
sabemos qué es ese soporte. Dice Locke que “Una vez que nos hemos formado una
idea oscura y relativa sobre la substancia en general, forjamos después las
ideas de clases particulares de substancias cuando unimos esas combinaciones de
ideas simples que la experiencia y la observación de nuestros sentidos nos
dicen que se dan unidas y que nosotros, por ese efecto, suponemos que provienen
de la particular constitución interna o de la esencia desconocida de esas
substancias” Essay, II, cap. XXIII, 3. También “Sólo que debemos notar que
nuestras ideas complejas de las substancias, además de todas las ideas simples
de las que están formadas, siempre van acompañadas de la idea confusa de algo a
lo que pertenecen y en la cual subsisten”; Ibídem.
Lo que
está claro es que la idea de substancia es una combinación de ideas simples.
Todas las clases particulares de substancias son combinaciones de ideas
simples: “cualquiera que sea la naturaleza secreta y abstracta de las
substancias en general, todas las ideas que tenemos de las distintas clases
particulares de substancias no son sino diversas combinaciones de ideas simples
que coexisten en una causa de unión que aunque desconocida, hace que el todo
subsista por sí mismo. Por semejantes
combinaciones de ideas simples que coexisten por sí mismo. Por semejantes
combinaciones de ideas simples, y nada más que por eso, es por lo que nos
representamos a nosotros mismos las clases particulares de substancias; tales
son las ideas que tenemos en la mente sobre las diversas especies de
substancias;” Essay, II, cap. XXIII, 6.
Locke
suponía, pues, que hay algo así como un substrato material, del que no sabemos
nada. Berkeley rechazó tal substrato por innecesario. Si ser es percibir o ser
percibido. Esse est percipi aut percipere, no hay sino percepciones y sujetos percipientes.
Bajo las percepciones no hay ningún substrato o substancia. No hay, en rigor,
substancias materiales. Pero hay una causa de las percepciones o ideas
percibidas, y es la substancia espiritual o substancia activa incorpórea. Dice
Berkeley: “Percibimos una sucesión continua de ideas; unas se producen de
nuevo, otras se transforman o desaparecen totalmente. Hay, por tanto, alguna
causa de estas ideas, de la que dependen y que las produce y transforma. Que
esta causa no puede ser ninguna cualidad o idea, o combinación de ideas,
resulta evidente por la sección anterior. Debe ser, pues, una substancia; pero
se ha mostrado ya que no existe substancia corpórea o material: sólo queda,
pues, que la causa de las ideas sea una substancia activa incorpórea o
espíritu” Principles, I, 26. Substancia, significa pues, lo mismo que alma y
espíritu. Dice a este respecto Berkeley: “Pero se objetará que, si no hay una
idea expresada por los términos alma, espíritu y substancia, dichos términos
carecen totalmente de significación, o no tienen ningún sentido. Respondo que
esas palabras ciertamente designan o significan una cosa real, que ni es una
idea ni semejante a una idea, sino aquello que percibe ideas y quiere y razona
sobre ellas. Lo que yo mismo soy, lo que designo con el término yo, es lo mismo
que lo que se quiere dar a entender por alma o substancia espiritual. Si se
dice que esto es una simple disputa acerca de una palabra, y, puesto que por un
acuerdo general las significaciones inmediatas de otros nombres se llaman
ideas, no hay ninguna razón por la que lo designado con el nombre de espíritu o
alma no pueda participar de la misma denominación, respondo que todos los
objetos no pensantes de la mente coinciden en que son totalmente pasivos y su
existencia consiste sólo en ser percibidos, mientras que un alma o espíritu es
un ser activo, cuya existencia no consiste en ser percibido, sino en percibir
ideas y en pensar. Es por ello necesario, para evitar equivocaciones y para no
confundir naturalezas totalmente discordantes y diferentes, que distingamos
entre espíritu e idea”. Principles, I, 139. En suma, no hay nada de lo que los
filósofos llaman substancia material. El espíritu es una substancia que soporta
o percibe ideas, pero no es él mismo una idea:
“se ha mostrado que un espíritu es la única substancia o soporte en que
los seres no pensantes o ideas pueden existir; pero es evidentemente absurdo
que esta substancia que soporta o percibe ideas sea, a su vez, una idea o
semejante a una idea”. Principles, I, 135. No hay materialidad (Three
dialogues, I, pero hay substancias espirituales , o espíritus como substancias;
no hay substratos materiales, pero hay sujetos de las potencias del espíritu
que corresponden a las ideas que nos afectan Three dialogues, III.
Hume
es un filósofo fenomenista y rechaza la noción de substancia por no encontrar
ninguna impresión que constituya su fundamento. Las substancias o supuestos
tales, no son percibidas por los sentidos, pues las substancias no son
visibles, ni huelen, ni producen sonidos. Por otro lado, no son derivadas de
las impresiones de reflexión pues éstas se resuelven en nuestras pasiones y
emociones, ninguna de las cuales puede representar ninguna substancia. La substancia es una ficción y el nombre “substancia”
es un mero nombre que no denota nada.
Kant
afirma que la substancia es una de las categorías trascendentales del
entendimiento. Kant no acepta la idea metafísica de substancia. Por otro lado,
no admite que la idea de substancia se resuelva en una colección de
impresiones. Puede, si se quiere, aceptarse una definición como la que da
Wolff: la substancia es subiectum perdurabile et modificabile (Ontología,
parágrafo 768.). Pero ello dice de la substancia o demasiado o demasiado poco:
demasiado, si se supone que hay una realidad que es por sí substancia;
demasiado poco, porque es una mera definición verbal. Kant deduce el concepto o
categoría de la substancia de los juicios de relación llamados categóricos; a
ellos corresponde la categoría de relación llamada inherencia y subsistencia
substantia et accidens CRP, A80/B 106. El concepto de substancia se sobrepone a
una multiplicidad, ordenándola en forma que sea posible formular juicios sobre
algos, es decir, sobre entidades que poseen tales o cuales propiedades. La
primera analogía es el principio de permanencia de la substancia. Las
substnaicas en la apariencia son los substratos de toda determinación en el
tiempo, op. cit. A 188/B 231. En cuanto al esquema de la substancia, es la
permanencia de lo real en el tiempo (op. cit. A 143/B 183. En suma, Kant admite
la noción de substancia en el plano trascendental; el concepto de substancia es
un concepto puro del entendimiento y hace posible la experiencia. Por ello hace
posible el conocimiento de los objetos materiales.
Es por
tanto equivocado rechazar totalmente este concepto. Pero es asimismo equivocado
trasladarlo al plano metafísico, pues entonces surge uno de los paralogismos de
la razón pura, el llamado paralogismo de la substancialidad, según el cual hay
un sujeto absoluto de todos mis juicios, que es una substancia.
Hegel
trató también la noción de substancia como una categoría, pero con una
intención distinta de la de Kant. Las categorías de substancia y accidente son
para Hegel modos de manifestarse la Esencia. La esencia desempeña un papel
capital en la filosofía de Hegel. Según Hegel, la esencia es la verdad del ser.
La esencia es el lugar intermedio entre el ser y el concepto. La esencia es el
ser en y para sí mismo, an und für sich sein. La esencia se desarrolla
dialécticamente en tres fases primero aparece en sí o como reflexión y es
esencia simple en sí, ansichseiendes Wesen: segundo, aparece como esencia que
emerge a la existencia heraustretend in das Dasein; tercero, se revela como
esencia que forma una unidad con su aparición, Erscheinung. Esta última fase es
la realidad, Wirklichkeit. Aquí aparece la substancia. Es el primer momento de
la Wirklichkeit, siendo superada por la causalidad y por la acción recíproca.
La substancia es una relación, la relación de substancialidad.
La
substancia es la superación por la mediación dialéctica de los accidentes, pero
a la vez, no es nada diferente de ellos. Los niega y los afirma negando su
negación. La substancia es el poder de la forma absoluta cuya actividad se
desenvuelve de forma necesaria.
Las
categorías de substancia y accidente son para Hegel modos de manifestarse la
esencia absoluta. Son manifestaciones de la necesiad. La substancia y sus
accidentes forman una unidad absoluta. No hay un substrato separado de sus
predicaciones, una forma separada de sus eventuales contenidos. La substancia
es por consecuencia, la totalidad de los accidentes, en los cuales se revela
como su absoluta negatividad; esto es, como potencia absoluta y a la vez como
la riqueza de todo contenido. Enciclopedia, parágrafo 151.