Recensión
sobre “Hermes católico”. En referencia a los bicentenarios de las naciones
hispanoamericanas.
El sr.
Prof. D. Pedro Insua Rodríguez terminó de escribir este libro de 185 páginas en
2010, pero ha sido publicado por Pentalfa en 2013 en Oviedo.
Voy a
comentar algunos pasajes y algunos contenidos significativos de este libro y
así aprovecharé la ocasión que se me presenta para introducir algunas
observaciones mías al respecto. Esta recensión que voy a hacer es eminentemente
partidista y representa mi lectura personal del libro de Pedro Insua.
El
libro gira en torno a la noción de imperio tomada de Gustavo Bueno, de su libro
“España frente a Europa” y utilizada para exponer una alternativa materialista
a las interpretaciones sobre las emancipaciones hispanoamericanas al uso.
Existen dos tipos de imperios: el imperio generador y el imperio depredador. El
primero convierte en provincias, partes integrantes suyas propias los
territorios sometidos y los hace a su imagen y semejanza, genera ciudades e
instituciones similares a las que ya existían en la metrópoli. Genera nuevas
sociedades políticas muy parecidas a la metrópoli. El segundo convierte a los
territorios conquistados en factorías mercantiles, mineras, de explotación y
mantiene en permanente estado de subordinación y de minoría de edad a los
territorios ocupados por la metrópoli, los coloniza y utiliza a su servicio. El
imperio depredador orienta su praxis política imperial en el sentido de la
depredación de los otros territorios.
Hay dos enfoques de los bicentenarios que a D. Pedro Insua y
a mí también, por cierto, le parecen especialmente negativos: 1. La perspectiva
del indigenismo, que pretende retroceder a la etapa precolombina. Esta
perspectiva es esencialmente reaccionaria. 2. La perspectiva progresista. Las
dos perspectivas son antiespaña y se apoyan en la leyenda negra antiespañola.
Sostienen que la historia de España es un gran error y que también la acción de
España en América lo fue. Por ello, muchas veces se entremezclan ambas
perspectivas o se alían. Y no sólo en el ámbito de la historiografía, sino
también en el ámbito político.
Frente a todo esto, todo este discurso negrolegendario,
Pedro Insua sostiene lo siguiente, que por cierto es lo que organiza el libro
que estamos comentando:
“Tesis 1: Los procesos de
emancipación de las naciones hispanoamericanas tienen como referencia común la
unidad del Imperio (dialelo), referencia que se conserva en la actualidad en
tanto que unidad de procedencia común para las distintas naciones hispanoamericanas
(sus fronteras se corresponden con las divisiones de la administración
imperial, nada tienen que ver con las culturas prehispánicas).”[1] Las aspiraciones de las
partes o fragmentos del Imperio tienen sentido por la lengua del Imperio y
porque hubo una totalidad previa, el Imperio.
“Tesis 2: La estructura
histórica de ese Imperio no es colonial, reafirmando la célebre tesis de
Levene. Las Indias, en efecto, no eran colonias, y esto influye en el
desarrollo de los procesos emancipatorios en un sentido determinado.”[2] Pedro Insua a este
respecto afirma que en el fondo el imperio español tenía un mecanismo interno
de autodisolución al considerarse en su programa directivo que habría una
emancipación final de los reinos de Indias.
De todos modos, en todo imperio generador hay algo de
depredador. La acción imperial es autoritaria y tiene unos costes económicos
que se satisfacen con la explotación de las provincias conquistadas. Un imperio
depredador como el inglés puede, partiendo de la depredación protestante,
generar nuevas sociedades políticas similares a la metrópoli y entonces
podríamos hablar de un imperio depredador pero que ha generado otras sociedades
políticas. El ejemplo que se me ocurre a este respecto lo podría constituir
bien la acción colonial imperial inglesa en Norteamérica que dio lugar al
surgimiento en 1783 de los EE.UU.
Las Indias no eran
colonias. Eran provincias. Eran España. Sólo por influencia francesa, se
comienza en el siglo XVIII a llamarlas colonias. Lo que España hizo fue
reproducir a España en América, civilizar las sociedades preexistentes. La
secesión fue una emancipación de unas provincias españolas que ya estaban
maduras para la secesión y entonces surgieron nuevas sociedades políticas
católicas independientes. Lo que dice Pedro Insua es que estaba contemplada la
emancipación de las provincias, de las Indias como formando parte del ortograma
imperial hispano. El fallo de Pedro Insua, a mi juicio, es que habría que
explicar por qué el gobierno español no aceptó la emancipación y se empeñó en
conservar el Imperio si es que tal emancipación venía inscrita en la dinámica
histórica y política del imperio español. De todos modos, como bien dijo Hegel,
Die Weltgeschichte ist das Weltgericht y las cosas han resultado así: en la
fragmentación del Imperio Español.
El indigenismo pretende volver a la América Precolombina y
considera la etapa imperial como algo nefasto siguiendo a Las Casas y el
progresismo pretende borrar la etapa imperial y superarlo en una etapa
democrática progresista. Ambas tendencias suscriben la Leyenda Negra
Antiespañola y con frecuencia se alían o se entremezclan como hemos dicho más
arriba. El indigenismo es nostalgia de la barbarie.
Por todo lo anterior cabe decir que el Imperio Español, la
Monarquía hispánica católica se comportó en América como un Hermes católico[3] porque suministró las
artes políticas necesarias para la constitución de Estados, que ya sabemos
desde Hegel que son la libertad concreta. Creó España así sociedades políticas
a su imagen y semejanza, pero sin destruir lo anteriormente existente, sino más
bien en una suerte de Aufhebung católica.
Yo sostengo que la
emancipación fue una catástrofe para la Hispanidad, el fracaso del Imperio
Español. Era un Imperio hecho para durar, pero Francia se cruzó en el camino de
España y produjo tales turbulencias. Pedro Insua sostiene que en el ortograma
imperial español estaba contemplada la secesión, la emancipación de las Indias
Españolas. Pero si un imperio generador genera sociedades a su imagen y
semejanza, ¿Para qué entonces la secesión? Si las Indias eran España también,
¿Qué sentido tenía entonces la secesión de la España americana con respecto a
la España peninsular europea? Los libertadores asestaron un durísimo golpe a la
Hispanidad. Quedan los fragmentos, los 22 Estados sobrevivientes del Imperio
Español, las partes formales del todo, que conservan la referencia interna a la
unidad del Imperio Español anteriormente preexistente.
La Idea de Imperio como idea filosófico-política retomada
por el materialismo filosófico de Gustavo Bueno en 1999 resulta ser una idea
diapolítica que de algún modo está actuando en las relaciones internacionales
entre las sociedades políticas existentes, sin embargo, tenemos que decir que
no es una idea unívoca, sino análoga, se dice de muchas maneras. Hay que
remitirse para un análisis extenso y profundo de esta idea filosófica al
escrito de Gustavo Bueno “España frente a Europa” de la Editorial Alba, sobre
todo al capítulo III y las páginas 171 y ss. El Imperio es una sociedad
política, pero no sólo eso, va más allá. Como bien señala Pedro Insua, el
Imperio no es sólo Estado, en su legitimación y justificación ideológica o
filosófica se recurre a categorías metapolíticas, filosóficas, zoológicas, etc.
El Imperio impone una paz imperial o hegemónica siguiendo la
clasificación de Raymond Aron en “Paz y guerra entre las naciones” y es capaz
de organizar un sistema de Estados y de equilibrio entre ellos, o bien los
organiza y dirige o bien los anexiona pura y simplemente. Del Imperio emana una
norma común que rige a los Estados de alguna manera influidos por el Imperio.
Afirma Pedro Insua que “la idea de imperio no supone la suspensión de la
soberanía de los estados involucrados en el sistema, sino que presupone
precisamente una pluralidad de sociedades políticas actuando coordinadas bajo
la norma imperial (es más, la suspensión de esa pluralidad disolvería la propia
noción de imperio)”[4]
El imperio persa supuso la anexión de determinados territorios. El imperio
romano suprimió la soberanía de una multiplicidad de territorios y el imperio
español en América suprimió toda independencia de los territorios conquistados.
España como Estado coincidía con su imperio en América. Diremos entonces que el
imperio puede ser simplemente un sistema de Estados dirigido por un Estado
hegemónico, involucrando así una paz de hegemonía o simplemente un Estado que
ha suprimido la independencia de otros Estados por conquista, con lo que se
instaura una paz imperial.
Por lo demás, el derecho de gentes exige que haya un imperio
o una gran potencia hegemónica capaz de imponer obligatoriamente el derecho de
gentes a todos los demás Estados. Las normas o resoluciones de la ONU en
nuestros días no sirven para nada salvo si EE.UU. y las otras grandes potencias
las imponen por la fuerza.
La Historia universal es la historia de la sucesión de los
imperios que han existido y que han impuesto a los otros Estados su norma
imperial y su paz ya fuere hegemónica o imperial.
Es un hecho bien de todos conocido que la acción de España
en América ha sido denostada ya desde que Las Casas publicó en 1522 la
“Destrucción de las Indias”. Esta obrita es el comienzo de la Leyenda Negra
Antiespañola. O bien se habla de genocidio provocado en América por los
españoles o bien se habla de expolio de América por parte de los españoles.
También cabe una tercera posibilidad: la combinación de ambas cosas.
Sin embargo, los hechos son tercos. Hay que apelar a los
hechos para refutar tales mentiras históricas sobre la acción española imperial
en América. Para empezar, no hubo genocidio porque la mera mayoría de población
indígena existente actualmente en la
América hispana habla en contra de la afirmación de que hubo un
genocidio. En segundo lugar, la tesis del expolio viene refutada por el
formidable desarrollo de las fuerzas productivas que tuvo lugar en América. La
práctica española fue generadora, civilizatoria y no depredadora. El Imperio
español fue un imperio fundador de ciudades, como el de Alejandro Magno y el
Imperio Romano.
Todo esto se entiende desarrollando la Idea de Imperio
universal. España es la legítima sucesora del Imperio Romano, tal vez con mayor
razón y derecho que el fantasmal Sacro Imperio Romano Germánico fundado por
Carlomagno en 800 o que el Imperio Ruso fundado por Iván III en 1462 como
presunto sucesor del Imperio Bizantino o Imperio Romano de Oriente. Ya con
Alejandro Magno aparece el primer imperio civilizador, fundador de ciudades.
El Imperio Romano es el sucesor del Imperio de Alejandro
Magno. Este ortograma civilizatorio culmina con la extensión de la ciudadanía
romana a la totalidad de los habitantes del imperio por parte de Caracalla en
212. Una vez que aparece el cristianismo y es declarado religión lícita en 313,
aparece el imperium romanum christianum y aparece la Iglesia con una ciudadanía
diferente a la civil. Aparece la ciudad de Dios. El cristianismo es una
religión proselitista universal dirigida a todos los hombres del mundo. Tiene
que evangelizarse a todos los hombres. También los bárbaros tienen que ser
cristianizados. Aquí aparece la disyuntiva entre convertir a los infieles de
manera pacífica y sin violencia o convertirlos utilizando la fuerza coercitiva
del Estado.
En la Edad Media aparece el fenómeno ideológico del
agustinismo político. Una sociedad política sólo es legítima, sólo es siquiera
sociedad política si es cristiana, de lo contrario, carece del derecho a
existir incluso. El paganismo es ilegítimo. Egidio Romano va a declarar que
todos los bienes de la Tierra pertenecen al Papa y que los musulmanes y judíos
no tienen derecho a la propiedad privada precisamente por ser infieles. Por lo
demás, el poder civil está subordinado al religioso de la Iglesia Católica, al
Papa y tiene que ser así.
El agustinismo político comenzó a perder fuerza e influencia
con la aparición en el siglo XIII del tomismo. Ahí tenemos las dos corrientes
que influirán en los teólogos españoles del siglo XVI a la que habría que
añadir el cesaropapismo, ausente de España, por cierto: “Sendas corrientes, en
cualquier caso, agustinismo político, racionalismo tomista y cesaropapismo
confluirán polémicamente en el contexto de la conquista americana,”[5]
España y por lo tanto, la Idea de Imperio desde la
perspectiva católica española nace a partir de la batalla de Covadonga como
proyecto político antimusulmán, trinitario y de recuperación del viejo reino
visigodo. La conquista de América forma parte como punto culminante de todo
este proyecto político imperial. Esta conquista se hace teniendo en cuenta que
la Tierra es esférica y formando parte de una estrategia global mundial
antimusulmana. Esta proyección de la expansión imperial sobre la superficie
esférica del globo constituye el primer imperio universal realmente existente
de la modernidad.
Mientras que el imperialismo portugués fue mercantil,
colonial, talasocrático, como lo fueron el imperio genovés y el veneciano en la
Baja Edad Media, el español fue un imperialismo más parecido al romano,
igualador, que establecía simetrías entre la Península Ibérica y las provincias
americanas. Vamos, que las Indias no eran colonias en absoluto. Eran España.
Pedro Insua habla en su libro de asociación entre indígenas y españoles y claro
está, de ahí ha surgido el mestizaje, un fenómeno tan evidente para todo
observador que se presente en América hispana. La colonización española, el
asentamiento de españoles en América lo fue de arraigamiento. Se produjo así
una suerte de Aufhebung imperial española, conservación, elevación,
transformación, supresión del mundo precolombino merced a la acción de España
en América. Gratia naturam non tollit, sed perficit. Fue una suerte de
imperialismo consociativo o consociacional el imperialismo español en América.
Por lo demás, los españoles en América se encontraron con un
continente poblado por hombres y por ello enseguida se planteó la cuestión de
la legitimidad del imperio español en América puesto que había hombres viviendo
allí previamente. Ningún imperio en la historia universal se planteó jamás
abierta y públicamente la cuestión de su legitimidad política existencial.
España se planteó enseguida el problema de la justicia para
con los indígenas. La Corona se comprometió a garantizar la justicia para las
poblaciones de súbditos indígenas sometidos al imperio español. Las Leyes de
Indias no fueron una mera superestructura ideológica en América, fueron derecho
positivo que reguló las actividades imperiales generadoras en América por parte
de los virreinatos y provincias españolas.
El imperialismo español estaba dirigido por la filosofía
tomista-vitoriana de alguna manera. En España el tomismo tuvo éxito y el
nominalismo no tuvo la menor influencia académica ni política en el ortograma
español imperial en las Indias. El régimen de la Monarquía Hispánica siempre
fue el de la colaboración entre la Iglesia y el Estado, manteniendo sus
respectivas esferas autónomas. Todo ello estaba inspirado en la teorización
filosófica tomista en lo que respecta a las relaciones entre fe y razón. Lo s
hombres necesitan estar regidos por gobiernos rectos. El imperialismo español
elevó a los indígenas a la categoría de hombres civilizados y habitantes de
sociedades políticas civilizadas y bien regidas. El imperialismo español fue
una tutela política y hermética de los indígenas a fin de elevarlos de su
condición de hombres salvajes a la condición de hombres civilizados. Fue un
protectorado generador.
Fue el imperialismo español, pues, un imperialismo de
fundación de ciudades, como el imperialismo de Alejandro Magno o el
imperialismo romano o el imperialismo español peninsular con las repoblaciones
y las fundaciones de ciudades durante la Reconquista.
Inicialmente la legitimación de la conquista de América fue
agustiniana: El Papa investía a los Reyes Católicos del poder temporal y
espiritual sobre América para la evangelización de tales territorios. A partir
del siglo XV-XVI se va imponiendo el tomismo en España y en los teólogos
españoles. La sociedad política es una sociedad perfecta y autónoma en su
género y no tiene que estar tutelada constantemente por la Iglesia. El Estado
es independiente de la Iglesia en su terreno propio. El Estado no queda anulado
por el poder espiritual de la Iglesia. Hay derechos de los hombres
independientes de si son o no cristianos. Una sociedad política pagana es
totalmente legítima desde un punto de vista secular, político.
Como hemos dicho más arriba, en España arraigó de la forma
más intensa y consistente el tomismo en la Escuela de Salamanca, que afrontó el
problema de la legitimidad de la acción imperial española en las Indias.
El debilitamiento del agustinismo político supuso la
revitalización del derecho natural del Estado ya fuera éste cristiano o pagano.
Los indios tenían derechos naturales independientemente de su condición de
salvajes o de paganos y tal condición de paganos no les hacía perder sus
derechos ni su dominio anterior sobre sus sociedades políticas o reinos.
La legitimación española de la acción imperial en América
siguió así una vía intermedia entre el agustinismo político y el cesaropapismo:
fue el tomismo. El racionalismo tomista se impuso en la praxis imperial
española así como en su legitimación política. Los indígenas jamás perdieron
sus derechos de propiedad sobre sus reinos y sus tierras.
Francisco de Vitoria justificó como se sabe el dominio
imperial español en América por el ius communicationis que tenían los españoles
de circular libremente por América y comerciar y comunicar la buena fe
católica. Si los indios se oponen esto es causa justa de guerra. Vitoria concluye en la necesidad de un
protectorado español sobre las Indias para garantizar el ius communicationis.
Como los indios no eran capaces de gobernarse a sí mismos de modo recto, era
menester el protectorado o tutela de los españoles para que los indios
adquirieran la competencia política suficiente para gobernarse rectamente. Por
lo tanto, el gobierno español de América no podía ser heril –esto es ser un
gobierno despótico sobre esclavos, súbditos inferiores- ni tampoco civil –esto
es, un gobierno sobre hombres libres y racionales y civilizados- Era pues una
suerte de gobierno mixto y esto duró hasta el siglo XIX, cuando se produjo la emancipación
americana. La tesis que defiende Pedro Insua en el libro es que precisamente la
emancipación del siglo XIX estaba ya contemplada y prevista de alguna manera
intencionalmente en el planteamiento imperial defendido por Francisco de
Vitoria y Juan Ginés de Sepúlveda en el siglo XVI contrariamente a las tesis
abandonistas de Las Casas. El dominio español en América era condicional,
condicionado a la elevación de los indios a la categoría de personas
civilizadas capaces de gobernarse civilizadamente en gobiernos rectos. Fue una
tutela hermética, un protectorado civilizatorio. Vitoria y Sepúlveda
defendieron la continuidad del dominio español en América. Las Casas defendió
el abandono de América. Las Casas fue un insensato ignorante y fanático que
suministró muchos materiales falaces y miserables con los que se pudo luego
edificar la Leyenda Negra contra España.
Conclusión: Pedro Insua defiende que la emancipación-secesión
del imperio español americano se dio por maduración interna y no por
degeneración o decadencia de tal imperio. El Imperio español se realizó en la
independencia, en la emancipación. A mí me parece, en cambio que Bolívar, San
Martín y otros hicieron un inmenso daño a la Hispanidad con su hispanofobia y
negrolegendarismo. Fue un golpe fatal a lo hispano porque la división debilita
y no fortalece. El Hermes Católico triunfó, pero fracasó, porque las 21
repúblicas iberoamericanas son más débiles separadas que unidas en el seno del
imperio. La norma imperial española contemplaba la emancipación, pero la
emancipación debilitó a la Hispanidad. Destruyeron un imperio y lo sustituyeron
por 21 republiquitas insignificantes e impotentes ante otros imperios más
cohesionados y fuertes. Con clases políticas hispanófobas rigiendo los destinos
de tales fragmentos de imperio no vamos a ninguna parte.
Felipe Giménez Pérez.
6-V-2013.
[3] Ya
sabemos que Hermes puede ser también el dios del comercio y de la prostitución.
Hermes podría ser malinterpretado malévolamente por los malintencionados
perfectamente.
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