La Justicia en la polis como objetivo de la filosofía de Platón.
El presente escrito trata de
investigar y exponer el contenido y los fundamentos filosóficos del pensamiento
político de Platón, quiero decir que en
lo que a continuación sigue describiré la forma y contenido de la filosofía
política del fundador de la filosofía académica occidental y ello tanto por la
relevancia de su pensamiento tomado en sí mismo como por la influencia posterior que Platón ha
ejercido sobre la teorización política occidental. Es cierto que los tiempos
turbulentos y de crisis política son fecundos para la reflexión intelectual.
Platón es un ejemplo señero de tal afirmación.[1]
Por lo demás, filosofía política y filosofía académica vienen a ser lo mismo en
cuanto a la finalidad del filosofar. Quiero decir que toda filosofía si es
verdadera filosofía debe ser filosofía política. La razón práctica tiene
primacía sobre la razón teórica y ello desde Platón. Hay que constatar una
observación muy simple a este respecto, a saber que suelen coincidir los
autores de una historia de la filosofía política con los autores de una
historia de la filosofía. Por si esto fuera poco, añadamos que la filosofía y
la política guardan una estrecha analogía entre sí amén de una profunda
relación entre ellas. La filosofía o es saber político o no es verdadera
filosofía y la política tiene que tener alguna relación con las Ideas de la
Filosofía o si no, es mero practicismo político y sin ningún horizonte serio.
La política de Estado tendente a conservar y mantener la eutaxia es política
filosófica en última instancia, pues en ella se ventila el alcance y validez y
relación entre ciertas Ideas filosóficas.
1. Introducción a la filosofía
política de Platón (-427- -347).
Según Platón, “es muy difícil conducir rectamente los
asuntos políticos” y “todas las ciudades sin excepción están mal gobernadas en
la actualidad”.[2] La
filosofía política [3]
platónica es una reflexión crítica sobre su presente -que él considera
corrompido- y sobre el Estado justo -la
solución que él proyecta y presenta como alternativa- ideal. La filosofía
política de Platón es el objetivo último de su actividad teórica. Los dos
diálogos más extensos de Platón son “República” y “Leyes” y su objeto es lo
político. Como dice acertadamente Friedländer, Platón buscaba el verdadero
Estado y en la búsqueda del verdadero Estado encontró el reino de las Ideas.[4]
La teoría de las Ideas es un momento fundamental en la constitución del Estado.
El objetivo de sus diálogos filosófico-políticos es constituir una
ciencia política para unir así el saber con el poder. Sólo así la política es
política verdadera amén de verdadera política. Sólo así además, a decir de
Platón es la Filosofía verdadera filosofía así como filosofía verdadera. Éste
es el sueño platónico: que la política sea ciencia y que su ejercicio se
reserve a unos científicos políticos en los que el saber, la virtud, el poder y
la felicidad estén unidos estrechamente y de forma indisoluble. Platón estaba
firmemente persuadido de que conseguir la eutaxia política de la sociedad
política es un saber científico o al menos debe llegar a serlo. Quien sabe
distinguir entre el bien y el mal sabe cuál es la razón de Estado. Si no ocurre
así, el político es un sofista, un demagogo, un mal político. Sólo el filósofo,
teniendo en cuenta la concepción platónica de la filosofía, será el dirigente
político adecuado: “No cesarán los males de la humanidad hasta que la clase de
los que son recta y verdaderamente filósofos tenga acceso al poder político, o
bien los que gobiernan en los Estados lleguen, por algún favor divino, a ser
auténticos filósofos.”[5]
Por cierto, que es menester señalar aquí que Platón puede ser considerado con
propiedad como el fundador de la filosofía académica occidental. Podemos decir
en términos filosófico políticos materialistas que la reflexión política de
Platón se situaría o bien en la derecha negra o bien en la izquierda roja,
caracterizadas por el predominio de la perspectiva moral sobre la perspectiva
ética.[6]
Hay tres diálogos de Platón en los que se abordan específicamente los problemas
filosófico-políticos: “República”, “Político” y “Leyes”, que fue el último que
escribió y que quedó inconcluso. Son estos diálogos precisamente los que van a
concentrar nuestra atención y análisis. La filosofía es filosofía del Estado,
filosofía política. No cabe pues una filosofía apolítica.
2. "República".
Dice Platón para referirse a la Sofística, a su pedagogía, a su
ideología
democrático-demagógico-populista lo siguiente: “Que cada uno de los particulares
asalariados a los que esos llaman sofistas…no enseña otra cosa sino los mismos
principios que el vulgo expresa en sus reuniones, y esto es a lo que llaman
ciencia. Es lo mismo que si el guardián de una criatura grande y poderosa se
aprendiera bien sus instintos y humores y supiera por donde hay que acercársele
y por dónde tocarlo y cuándo está más fiero o más manso, y por qué causas y en
qué ocasiones suele emitir tal o cual voz y cuáles son, en cambio, las que le
apaciguan o irritan cuando las oye a otro; y, una vez enterado de todo ello por
la experiencia de una larga familiaridad, considerase esto como una ciencia, y,
habiendo compuesto una especie de sistema, se dedicara a la enseñanza ignorando
qué hay realmente en esas tendencias y apetitos de hermoso o de feo, de bueno o
de malo, de justo o de injusto, y emplease todos estos términos con arreglo al
criterio de la gran bestia, llamando bueno a aquello con que ella goza, y malo
lo que a ella molesta.”[7]
Así es pues la política democrática según Platón. Ese es el comportamiento de
los políticos sofistas, demagogos y retóricos. Ellos ensayan y ejercen una
suerte de pedagogía de la mentira, diríamos, de objetivos mínimos para con la
bestia que es el vulgo “hoi polloi”.
Platón podría ser calificado hoy de socialista o de comunista y los
sofistas a quienes ataca de relativistas y liberales. La filosofía y el
comunismo o el socialismo se identifican según Platón. La filosofía sólo se
puede realizar en el socialismo o en el comunismo. Para otros filósofos, como
Sir Karl. R. Popper, la filosofía sólo se puede realizar en un Estado liberal.
Por ello, los liberales siempre han odiado a Platón, tanto como a Marx, y han
preferido frente a Platón, al conservador Aristóteles. De ahí el florecimiento
actual y contemporáneo de Aristóteles como modelo ético y político en
pensadores conservadores socialmente.
La “República” pretende indagar
acerca de la justicia individual, social y política[8]:
“pero eso mismo de que hablamos, esto es, la justicia, ¿afirmamos que es simplemente
el decir la verdad y el devolver a cada uno lo que de él se haya recibido, o
estas mismas cosas se hacen unas veces con justicia y otras sin ella?”[9].
El sofista Trasímaco afirma la tesis de “que lo justo no es otra cosa que lo
que conviene al más fuerte.”[10]
Debido a que el gobierno de cada ciudad-Estado es el que tiene la fuerza, el
monopolio de la violencia, por esta razón “así cada gobierno establece las
leyes según su conveniencia: la democracia, leyes democráticas; la tiranía,
tiránicas; y del mismo modo las demás. Al establecerlas, muestran los que
mandan que es justo para los gobernados lo que a ellos conviene, y al que se
sale de esto lo castigan como violador de las leyes y de la justicia. Tal es,
mi buen amigo, lo que digo que en todas las ciudades es idénticamente justo: lo
conveniente para el gobierno constituido. Y éste es, según creo, el que tiene
el poder; de modo que, para todo hombre que discurre bien, lo justo es lo mismo
en todas partes: la conveniencia del más fuerte.”[11]
Trasímaco sostiene un positivismo jurídico: lo justo es la ley. También
sostiene una suerte de positivismo moral: No existen conductas específicamente
morales. Esto aboca en última instancia a un amoralismo trascendental, aquello
contra lo que luchó siempre Platón y que constituía la consecuencia de la
filosofía práctica sofística. Lo justo es el mandato del Estado dice Trasímaco.
Platón va a sostener por el contrario dos tesis frente a Trasímaco, a saber:
a) que como las decisiones del Estado son falibles puede darse una separación
entre legalidad y legitimidad, entre derecho positivo y derecho natural. Los
gobernantes pueden cometer errores y aprobar leyes injustas. Puede haber
Estados injustos, leyes injustas, gobernantes injustos. Respuesta de
Trasímaco: “ningún profesional, ni gobernante, ni sabio yerra al tiempo que es
tal, aunque se diga siempre que el médico o el gobernante erró. Piensa, pues,
que ésa es también mi respuesta ahora, y lo que hay con toda precisión es esto:
que el gobernante, en cuanto gobernante, no yerra, y no errando establece lo
mejor para sí mismo; y esto ha de ser hecho por el gobernado. Y así como dije
al principio, tengo por justo el hacer lo conveniente para el más fuerte.”[12]
Trasímaco recurre a una definición analítica: El Estado, por definición es
justo. Si un Estado es injusto, no es Estado. Si un gobernante es injusto,
entonces no es ningún gobernante. Se refugia en las definiciones, en el
lenguaje, de modo que su afirmación es infalsable, tautológica. Segunda tesis
de Sócrates: b) Respuesta de Sócrates: Todo arte busca el bien de su objeto.
Su fin es su bien. Como la política es un arte también, buscará la perfección,
el bien. Su fin es el bien común, el bien de los ciudadanos. El buen gobernante
forzosamente buscará el bien de los ciudadanos, no su interés particular, no lo
que le conviene a él individual y psicológicamente. “Y así, Trasímaco -dije
yo-, nadie que tiene gobierno, en cuanto es gobernante, examina ni ordena lo
conveniente para sí mismo, sino lo conveniente para el gobernado y sujeto a su
arte, y dice cuanto dice y hace todo cuanto hace mirando a éste y a su
conveniencia y ventaja.”[13]
Respuesta de Trasímaco: “Y tanto has adelantado acerca de lo justo y la
justicia y lo injusto y la injusticia que ignoras que la justicia y lo justo es
en realidad bien ajeno, conveniencia para el poderoso y gobernante y daño
propio del obediente sometido; y que la injusticia es lo contrario, y que
gobierna a los que son de verdad sencillos y justos y que los gobernados
realizan lo conveniente para el que es más fuerte y, sirviéndole, hacen a éste
feliz, pero de ninguna manera a sí mismos.”[14]
Antes había dicho que justo es lo que conviene a los fuertes, a los que
gobiernan, luego, que el gobernante no yerra jamás. Ahora que lo que es justo
para unos es injusto para otros. Además, concluye Trasímaco, el ser justo no es
conveniente en modo alguno: “al hombre justo le va peor en todas partes que al
hombre injusto.”[15] Por
lo demás, el ideal moral carece de sentido, puesto que empíricamente nadie lo
cumple: “porque los que censuran la injusticia no la censuran por miedo a
cometerla, sino a sufrirla.”[16] A este respecto decía Kant: “En realidad es
absolutamente imposible determinar por medio de la experiencia y con absoluta
certeza un solo caso en que la máxima de una acción, por lo demás conforme con
el deber (pflichtmässige Handlung) haya tenido su asiento en fundamentos
exclusivamente morales y por medio de la representación del deber.”[17]
El que no existan empíricamente acciones realizadas por mor del deber
(Handlungen aus Pflicht) no es obstáculo para poder pensar el ideal moral del
deber por el deber, el cual no es derivable de la experiencia, sino de la razón
pura práctica a priori y de forma universal y necesaria. En el fondo, Platón
está pensando de la misma manera que Kant. Por ello hemos echado mano de Kant
para leer a Platón. En contra de Trasímaco, podríamos argumentar con Kant que
“Y aquí no hay nada que pueda evitarnos la caída completa de nuestra idea del
deber y permitirnos conservar en el alma un respeto bien fundamentado a su ley,
a no ser la clara convicción de que no importa que no haya habido nunca
acciones emanadas de esas puras fuentes, pues no se trata aquí de si sucede
esto o aquello, sino de que la razón, por sí misma e independientemente de todo
fenómeno, ordena lo que debe suceder, y que algunas acciones, de las que el
mundo quizá no ha dado todavía ningún ejemplo y hasta de cuya realizabilidad
puede dudar muy mucho quien todo lo fundamenta en la experiencia, son
ineludiblemente mandadas por la razón.”[18]
Trasímaco no parece darle importancia a sus cambios en sus definiciones y a sus
contradicciones manifiestas: “Así, Sócrates, la injusticia, si colma su medida,
es algo más fuerte, más libre y más dominador que la justicia; y como dije desde
el principio, lo justo se halla ser lo
conveniente para el más fuerte, y lo injusto lo que aprovecha y conviene a uno
mismo.”[19]
Respuesta de Sócrates: “creo yo ahora que es necesario confesemos que todo
gobierno, en cuanto gobierno, no considera el bien sino de aquello que es
gobernado y atendido por él, lo mismo en el gobierno público que en el
privado.”[20]
Asumiendo la tesis de Trasímaco de la infalibilidad del gobernante en cuanto
tal gobernante, concluye Sócrates: “-Así pues, Trasímaco, resulta evidente que
ningún arte ni gobierno dispone lo provechoso para sí mismo, sino que, como
veníamos diciendo, lo dispone y ordena para el gobernado, mirando al bien de
éste, que es el más débil, no al del más fuerte.”[21].
El hombre bueno no gobierna por provecho, sino por deber cívico. No
gobierna por ambición. Los buenos no
quieren gobernar. “Porque si hubiera una ciudad formada toda ella por hombres
de bien, habría probablemente lucha por no gobernar, como ahora la hay por gobernar,
y entonces se haría claro que el verdadero gobernante no está en realidad para
atender a su propio bien, sino al del gobernado; de modo que todo hombre
inteligente elegiría antes recibir favor de otro que darse quehacer por hacerlo
él a los demás.”[22] Si esto es cierto, ya se ve entonces que los
actuales políticos realmente existentes empíricamente son para Platón aparentes
políticos. La política empírica le resulta a Platón una apariencia, tal vez
necesaria, pero apariencia a fin de cuentas, igual que a Marx lo político le
resultaba una apariencia, una superestructura derivada de algo más profundo y
real: el modo de producción, la lucha de clases y la formación social concreta
de que se trate en su caso.
Según Platón, todo orden social si quiere subsistir tiene que tener un
mínimo de justicia. Una sociedad de gorrones es inviable. El gorrón, el
delincuente tienen sentido solamente en una sociedad en la que la mayoría
cumplan con su deber. Esto es un antecedente de la formulación kantiana del
imperativo categórico. Una norma moral sólo es válida si es universal. La
heteronomía es lo particular, lo caprichoso, lo que tiene como condición misma
de su existencia justamente su particularidad. Esto es lo irracional. Lo
universal es racional y lo individual es idiota, irracional. "¿crees que
una ciudad o un ejército, o unos piratas, o unos ladrones, o cualquiera otra
gente, sea cual sea la empresa injusta a que vayan en común, pueden llevarla a
cabo haciéndose injusticia los unos a los otros?"[23]
En el fondo, la injusticia introduce la discordia civil y la guerra civil
haciendo peligrar la eutaxia[24]
política del Estado. Todo Estado injusto no puede sobrevivir por largo tiempo.
Sócrates concluye que el justo es feliz y el injusto infeliz y que, por
consiguiente, "no conviene ser desgraciado, sino dichoso."[25]
"jamás es la injusticia más provechosa que la justicia."[26]
La injusticia de alguna manera es distáxica, suicida.
Además, como todo posee su función propia, cada cosa tiene su areté, su
excelencia. Cuando algo cumple con su función propia puede ser llamado con toda
propiedad bueno. Un buen cuchillo es el que corta bien. La areté de la psyché
es la justicia. Entonces, el hombre justo, no el injusto, es el que vive bien
y, por ello, es próspero y feliz.
A continuación, hace su aparición Glaucón manifestando serias dudas
acerca de las tesis sostenidas por Sócrates anteriormente. Expone una teoría
sofística más coherente y sistemática que las sostenidas por Calicles antes en
el "Gorgias" y por Trasímaco en la "República". Los que son
buenos es porque no tienen más remedio que ser buenos, que comportarse
fenoménicamente como tales, no porque exista la bondad o la conducta moral.
Toda conducta humana es egoísta, egoísta refinada tal vez o mejor dicho, una
conducta instrumental, estratégica al servicio de intereses singulares y
particulares. No existe la conducta moral. No existen hechos morales, sino
valoraciones morales de hechos como diría Nietzsche. Se afirma el positivismo
moral de esta manera tal y como lo sostenía la sofística: la moralidad carece
de todo fundamento trascendental específico. Hay que darse "cuenta de cómo los buenos lo son contra
su voluntad, porque no pueden ser malos"[27]
Los hombres, en ausencia de coacciones sociales o jurídicas, al no tener
sentimientos morales, se comportarían como lobos, tal y como los describirá
Hobbes en el "Leviatán". Esto es lo que se quiere decir con el relato
del lidio Giges. No existe la conciencia ética. Sólo existen coacciones
sociales o legales que crean la artificialidad de la conducta justa. Esta tesis
sofística desemboca en el amoralismo trascendental: la moral como es un hecho
social, no existe objetivamente. El superhombre estará más allá del bien y del
mal (Nietzsche). Por lo demás, añade Glaucón, será más feliz el injusto que el
justo, pues en este mundo todo es apariencia. No importa ser, sino parecer. No
hay que querer por tanto ser justo cuanto que parecerlo. Se trata de que tanto
Adimanto como Glaucón le están pidiendo a Sócrates que demuestre que la
justicia es un bien en sí, tanto por sí misma como por sus consecuencias[28].
Debe explicar entonces, con sus propias palabras, “qué son la justicia y la
injusticia y cuáles son los efectos que cada una de ellas puede causar en sí y
por sí mediante su presencia en el alma”[29].
“No hay que tener en cuenta la reputación externa, las recompensas o los
castigos, de manera que partimos del supuesto de que ni los dioses ni los
hombres se enteran de la valía del hombre justo ni perciben la maldad del
injusto. Dejemos que el injusto prospere y sea respetado y que al justo (como
sucedería muy probablemente) se le malinterprete, humille, torture y asesine”[30]
Ante este problema planteado por Glaucón y por su hermano Adimanto,
Sócrates va a emplear otra metodología, lo que equivale a la enunciación o más
bien a la ejercitación de un primer principio constitutivo
de la filosofía política platónica: es la metodología del isomorfismo
entre individuo, sociedad y Estado. La estructura del individuo
es la misma que la del Estado[31].
La estructura del individuo es isomórfica respecto a la estructura política. Por
lo demás, hay que señalar que los griegos no distinguían entre
Estado y sociedad civil ni entre ética y política. Como el Estado es un
organismo mayor, en él sus partes o elementos formales son más fáciles de
vislumbrar que en el individuo, algo más reducido de tamaño ontológicamente. El
todo es anterior a las partes. Analizando la justicia en el Estado, sabremos en
qué consiste la justicia como virtud individual. "lo mejor es seguir en
esta indagación el método de aquel que, no gozando de muy buena vista, recibe
orden de leer desde lejos unas letras pequeñas y se da cuenta entonces de que
en algún otro lugar están reproducidas las mismas letras en tamaño mayor y
sobre fondo mayor también. Este hombre consideraría una feliz circunstancia,
creo yo, la que le permitía leer primero estas últimas y comprobar luego si las
más pequeñas eran realmente las mismas."[32]
Se trata entonces de reconstruir en qué consiste una ciudad y por tanto, de
establecer cuáles son sus partes formales para descubrir en qué consiste la
justicia estatal. Esta es una reconstrucción ideal. Platón adopta así el método
genético-geométrico para establecer qué cosa sea el Estado. La esencia del
Estado se descubrirá analizando cómo surge, su origen y génesis.[33]
El origen del Estado no es otro que las necesidades humanas materiales
y económicas. El punto de vista de Platón no difiere en esto en nada del punto
de vista del materialismo histórico de Marx. "la ciudad nace, en mi
opinión, por darse la circunstancia de que ninguno de nosotros se basta a sí
mismo, sino que necesita de muchas cosas."[34]
No se menciona la sociabilidad natural para explicar el hecho de la existencia
de la sociedad natural prepolítica. Esto se parece a la teoría desarrollada por
Protágoras en el diálogo platónico del mismo nombre, aunque Protágoras atribuye
la vida en común a la necesidad de protegerse de las bestias salvajes, dado que
las necesidades básicas se han asegurado con anterioridad.[35]
La sociedad es una asociación de diversos hombres, cada uno de los cuales se
especializa por una suerte de división técnica y social del trabajo, en una
función económica o social. Entonces,
según esto, cada miembro de la sociedad
debe realizar una sola función para conseguirse así una mayor eficiencia. Cada
hombre es diferente de los demás como individuo que es y por ello cada cual
deberá dedicarse a aquello para lo cual es más apto y ello según su naturaleza:
"me doy cuenta de que, por de pronto, no hay dos personas exactamente
iguales por naturaleza, sino que en todas hay diferencias innatas que hacen
apta a cada una para una ocupación."[36]
Entonces, hay un innatismo de las
facultades humanas y hay un principio de especialización exclusiva de
cada uno en una sola función social. Este segundo principio de especialización
funcional no representado por el propio Platón, pero sí ejercitado
efectivamente por él en la “República” presupone que tal especialización será
notablemente útil y eficaz para la sociedad. "Por consiguiente, cuando
más, mejor y más fácilmente se produce es cuando cada persona realiza un solo
trabajo de acuerdo con sus aptitudes, en el momento oportuno y sin ocuparse de
nada más que de él."[37]
Particularmente interesante resulta que Platón no menciona la existencia de la
esclavitud. Los trabajadores son los asalariados, "cuya cooperación no
resulta ciertamente muy estimable en lo que toca a la inteligencia, pero que
gozan de suficiente fuerza física para realizar trabajos penosos. Venden, pues,
el empleo de su fuerza y, como llaman salario al precio que se les paga,
reciben, según creo, el nombre de asalariados."[38]
Según Platón, "Estos asalariados son pues, una especie de complemento de
la ciudad,"[39].
Esta sociedad resultante inicialmente sería la sociedad natural. No es
todavía la sociedad política, el Estado. Esta sociedad le parece a Glaucón más
bien más propia de cerdos que de hombres, pues la sociedad humana es más
compleja realmente. Hay necesidades humanas más complejas que las meras
necesidades básicas de sustento, vestido y refugio. La injusticia no surgirá en
la sociedad simple, natural diseñada más arriba por Sócrates. Hay que pasar de
lo biológico, natural, cultural a lo político y moral, que es lo que nos
interesa para saber qué es la justicia, concepto esencialmente ético-político.
La realidad efectiva es que los Estados y las sociedades son más complejas y
ahí sí que pueden surgir las injusticias. La civilización crea necesidades
continuamente y ello va a contribuir a complicar la ciudad diseñada por
Sócrates en principio para satisfacer las necesidades humanas más elementales.
Esta sociedad compleja requerirá una ampliación territorial en detrimento de
otras. Una sociedad estatal se delimita con respecto a otras. Ahí surge
entonces la guerra, en la delimitación de un Estado con otro. La causa de la guerra es el deseo de
posesiones materiales ilimitadas, el mismo que está en la base de la mayoría de
los males que acontecen en las ciudades, en los individuos y en la sociedad.[40]
Platón pues, se anticipa notablemente al materialismo histórico por indicar que
la guerra tiene causas económicas. “Todas las guerras se hacen para obtener
dinero”[41]
Por otro lado, el Estado implica la existencia de Estados vecinos que tienen
con él una frontera. Los Estados no están en un universo, esto es, no hay
Estado único. Más bien lo que ocurre es que la realidad política es un
pluriverso político. Si hay guerras, entonces surge el verdadero y auténtico
Estado, la diferencia entre amigo/enemigo constitutiva de lo político, como
diría Carl Schmitt, diferencia por cierto, tomada de Platón tal y como lo
reconoce por cierto el propio Carl Schmitt[42].
Se puede decir que a partir de aquí, Platón empieza a delimitar lo político.
Sin ejército, sin guerras y sin distinción ontológica existencial entre
amigo/enemigo no podemos hablar de que haya Estado alguno ni de lo político.
Por eso, el Estado ideal de Platón es un Estado con fuerzas armadas y que
sostiene guerras. También Hegel afirma que es a través de la guerra como el
Estado reafirma su existencia, esto es, su independencia. Por todo ello, es
correcto afirmar que si no fuera así, esto es, si no hubiera conflictos
interestatales, no se podría hablar de justicia como virtud moral o política,
puesto que entonces no habría Estado alguno. Desde el momento en que la
sociedad es compleja, limita con otras sociedades enemigas, surge la guerra,
entonces el Estado empieza a cobrar su verdadera figura, pues a partir de aquí
Platón aborda el tema del elemento dirigente del Estado, los guardianes, el
ejército, lo que caracteriza verdaderamente un Estado. No dejará de tratar este
tema Platón a partir de aquí, con lo cual, hemos llegado al punto decisivo del
discurso filosófico-político platónico. La anterior polis natural, no era un
Estado propiamente hablando. Era una sociedad natural, prepolítica. Ahora surge
el Estado, la sociedad política. Ello se ve por la atención dedicada a partir
de ahora por Platón a la clase de los guardianes, el aparato coercitivo del
Estado. Estos soldados son un ejército profesional siguiendo con el principio de
especialización profesional formulado más arriba: "cuanto más importante
sea la misión de los guardianes, tanto más preciso será que se desliguen
absolutamente de toda otra ocupación y realicen su trabajo con la máxima
competencia y celo."[43]
Una vez introducida la clase política o las clases políticas (guardianes como
fuerzas armadas y guardias perfectos como dirigentes políticos) el resto de la
sociedad, la sociedad civil diríamos hoy, quedan relegados a una tercera clase
productiva. Así, Platón acierta al concebir lo político como la diferencia
entre el gobernante y el gobernado y quedar por esto mismo descartado el
autogobierno de la sociedad política por utópico. Esto va a convertir a la
clase de los guardianes primero y luego a la de los guardianes perfectos o
filósofos gobernantes en la "clase pensante" que diría Hegel,
desligados de todo interés económico o social concreto y vinculados a la
universalidad, esto es, a la profesionalidad meritocrática, imparcial y
objetiva de la función pública, la función estatal. Esto garantizaría, a decir
de Platón, la justicia en el Estado. Los guardianes pues deben ser un poco
filósofos puesto que tendrán que saber cuáles son los intereses del Estado y
quiénes son los amigos y los enemigos del Estado. Cuando hay guardianes ya
podemos decir que existe el Estado, lo político, pues aquí, como hemos dicho
antes, es necesaria la distinción entre el amigo y el enemigo y ello lo tiene
que realizar el soberano, que en el caso de Platón, inventor de tal distinción,
tendrá que hacerla el rey-filósofo. El obrero o trabajador desempeña pues la
función económica y corresponde a la sociedad natural. El guardia desempeña la
función política. Aquí aparece el Estado. El guardia perfecto o filósofo es la
clase pensante en y por sí y desempeña la función política dirigente.
Ahora bien, debido a la importancia de la clase de los guardianes, hay
que buscar los individuos más adecuados para el desempeño de tan trascendental
función política. Es este el tercer principio, el principio consistente
en adscribir a cada individuo a la función social y política que le sea más
propia y adecuada a su naturaleza. Las otras funciones que habíamos
visto hasta ahora eran funciones sociales, económicas. Ahora surge la función
política. El individuo guardián ha de tener thymós, apetito irascible. Es que
en el alma hay una parte que es así también. El individuo fogoso, irascible es
aquel en el que predomina el apetito irascible. Es él el más adecuado para ser
guardián. Ha de ser valiente, agresivo, pero sólo cuando sea necesario y contra
el enemigo, no contra los ciudadanos a los que teóricamente ha de defender,
"hace falta que sean amables para con sus conciudadanos, aunque fieros
ante el enemigo."[44]
El guardián será como un perro guardián: manso con los suyos y fiero con los
extraños. Pero no basta con eso. El guardián ha de tener temperamento
filosófico, esto es, ha de sentir amor por la verdad. El guardián representa el
tipo más elevado de ciudadano. También los perros guardianes son como los
filósofos, pues saben distinguir entre los suyos y los extraños y eso indica
que algo saben. Los perros tienen un natural filosófico, puesto "Que se
enfurecen al ver a un desconocido, aunque no hayan sufrido previamente mal
alguno de su mano, y en cambio, hacen fiestas a quienes conocen, aunque jamás
les hayan hecho ningún bien."[45]
Efectivamente, así se comportan los perros guardianes, ergo, "Pues bien,
ahí se nos muestra un fino rasgo de su natural verdaderamente filosófico".[46]
Como el deseo de saber o eros o amor por la sabiduría es lo mismo que la
filosofía y para que el hombre se muestre apacible con los conocidos tendrá que
ser filósofo, entonces, "tendrá que ser filósofo, fogoso, veloz y fuerte
por naturaleza quien haya de desempeñar a la perfección su cargo de guardián en
nuestra ciudad."[47]
El resto de la población del Estado está sometida a los guardias. Hemos pasado
a una sociedad política en la que hay una discontinuidad entre gobernados y
gobernantes. En la sociedad prepolítica o natural no es necesario el gobierno.
En la sociedad política en cambio sí.
El buen guardia tiene pues estas cualidades simultáneamente: salud
física, nobleza de ánimo y naturaleza filosófica. El guardia tiene que tener
capacidad política. Entonces el guardia perfecto es el hombre o ciudadano perfecto,
porque su carácter exige un equilibrio delicado entre lo que podemos decir que
son las tres partes del alma, a saber la parte concupiscible, la parte
irascible y la parte inteligible. Ello implica que hay que educar a los hombres
que sean necesarios para poder llegar a ser guardianes y ello de una manera
especial. Hay que seleccionar al personal político necesario para dirigir al
Estado y para mantener la paz pública. Es la educación la encargada de realizar
la selección de las élites dirigentes. El criterio será ético, científico y
filosófico. Serán criterios teóricos y prácticos los utilizados para
seleccionar al personal dirigente político. Si el guardián es el guardián de la
justicia, analizar su formación y educación nos informará de aquello en lo que
consisten la justicia y la injusticia. No hay educación si no es educación para
la verdad, para el bien y para la belleza. No puede haber educación sin
conocimientos objetivos, universales y necesarios y ello, como veremos, al
menos en la etapa culminante y final de la educación: la filosófica y por
tanto, la educación política por excelencia superior y definitiva. La formación
inicial de los guardianes incluirá la gimnástica para el cuerpo y la música
para el alma. La música se impartirá primero y por ello es necesario controlar
los contenidos de la música, las fábulas y narraciones. Por ello, se impone la
censura: "Debemos, pues, según parece, vigilar ante todo a los forjadores
de mitos y aceptar los creados por ellos cuando estén bien y rechazarlos cuando
no; y convencer a las madres y ayas para que cuenten a los niños los mitos
autorizados, moldeando de este modo sus almas por medio de las fábulas mejor
todavía que sus cuerpos con las manos. Y habrá que rechazar la mayor parte de
los que ahora cuentan."[48]
Sólo lo verdadero tiene derecho a existir. Si existe la verdad, entonces hay
que rechazar la falsedad y preferir la verdad. La literatura y el arte han de
promover con sus contenidos la virtud. Platón es el teorizador así del realismo
socialista mucho antes de que Stalin lo prescribiera bajo el socialismo real.
Además de la música, como hemos indicado más arriba, es necesaria la
gimnasia en la educación de los jóvenes ciudadanos dirigentes del Estado. El
cuidado del cuerpo será razonable, ascético. Recomienda pues Platón en la
gimnasia: “Es necesario, pues, -dije-, un régimen de vida más flexible para
nuestros atletas guerreros, ya que tienen por fuerza que estar, como los canes,
siempre en vela, tener sumamente aguzados vista y oído y, aunque cambien muchas
veces de aguas y alimentos o padezcan soles y temporales en sus campañas, su
salud no debe sufrir quebranto alguno.”[49]
Platón recomienda para alcanzar los más altos fines del Estado el uso
de la mentira política "y realmente la mentira es algo que, aunque de nada
sirva a los dioses, puede ser útil para los hombres a manera de medicamento,
está claro que una semejante droga debe quedar reservada a los médicos, sin que
los particulares puedan tocarla."[50]
El opio del pueblo que pueda ser necesario administrar queda bajo estricto
control de los dirigentes del Estado. Platón es el primer teorizador
filosófico-político de la Razón de Estado en Occidente. La filosofía nace como
filosofía académica, sistemática, política y, por tanto, a partir de ahí, nace la
consideración de la necesidad de la razón de Estado. "Si hay, pues,
alguien a quien le sea lícito faltar a la verdad, serán los gobernantes de la
ciudad, que podrán mentir con respecto a sus enemigos o conciudadanos en
beneficio de la comunidad, sin que ninguna otra persona esté autorizada a
hacerlo. Y si un particular engaña a los gobernantes, lo consideraremos como
una falta igual o más grave que la del enfermo o atleta que mienten a su médico
o preparador en cuestiones relacionadas con sus cuerpos o la del que no dice al
piloto la verdad acerca de la nave o de la tripulación o del estado en que se
halla él o cualquier otro de sus compañeros."[51]
Es repugnante ver a la gente cometiendo delitos y recurriendo luego a la ley
para eludir las consecuencias penales del delito. De modo semejante la medicina ha de ser para
evitar las enfermedades menores e inevitables y las heridas, no para aquellos
sujetos que no tienen solución alguna. Cuando un criminal o un pervertido o un
degenerado o enfermo es irreversible un buen médico no es partidario de
prolongar una vida inútil y perjudicial para la sociedad. Los moralmente
incurables deben ser enviados a la muerte, a una suerte de eutanasia procesal a
decir de Gustavo Bueno.[52]
Como los guardias están perfectamente adecuados no tienen pues casi ninguna
necesidad de médicos ni ninguna de abogados. El gobernante puede mentir al
pueblo por su bien. Igualmente, los estalinistas cultivaban exquisitamente la
razón de Estado marxista o comunista por el bien del proletariado. El Estado
platónico no sólo tiene el monopolio legítimo de la violencia, sino el
monopolio legítimo de la verdad y de la mentira. Claro, que sólo puede mentir
quien sabe, quien se halla previamente en la posesión del saber y miente por
ello deliberadamente y en función de determinados designios políticos. Se
miente por el pueblo y para el pueblo pero sin contar con él. Es el despotismo
ilustrado.
El régimen propuesto es una meritocracia. Para legitimar la
meritocracia, esta aristocracia del intelecto y de la honradez y no de sangre
ni de dinero, Platón inventa una ideología legitimadora: el mito de los
diversos metales: "Sois pues, hermanos todos cuantos habitáis en la
ciudad;…pero, al formaros los dioses, hicieron entrar oro en la composición de
cuantos de vosotros están capacitados para mandar, por lo cual valen más que
ninguno; plata, en la de los auxiliares, y bronce y hierro, en la de los
labradores y demás artesanos. Como todos procedéis del mismo origen, aunque
generalmente ocurra que cada clase de ciudadanos engendre hijos semejantes a
ellos, puede darse el caso de que nazca un hijo de plata de un padre de oro, o
un hijo de oro de un padre de plata o que se produzca cualquier otra
combinación semejante entre las demás clases. Pues bien, el primero y principal
mandato que tiene impuesto la divinidad sobre los magistrados ordena que, de
todas las cosas en que deben comportarse como buenos guardianes, no haya
ninguna a que dediquen mayor atención que a las combinaciones de metales de que
están compuestas las almas de los niños. Y si uno de éstos, aunque sea su
propio hijo, tiene en la suya parte de bronce o hierro, el gobernante debe
estimar su naturaleza en lo que realmente vale y relegarle, sin la más mínima
conmiseración, a la clase de los artesanos y labradores. O al contrario, si
nace de éstos un vástago que contenga oro o plata, debe apreciar también su
valor y educarlo como guardián en el primer caso o como auxiliar en el segundo,
pues, según un oráculo, la ciudad perecerá cuando la guarde el guardián de hierro
o el de bronce".[53]
Este engaño mítico o ideológico sirve para justificar la más estricta
meritocracia política y social en la república platónica. Hay que acabar con el
nepotismo, la corrupción y las prácticas del amiguismo, que debilitan al Estado
y lo conducen irremediablemente a su ruina. Las facciones, las clases sociales
económicas, los partidos, los grupos familiares, forzosamente conducen a la
división, a la sedición y a la guerra civil. Hay que lograr una unidad moral de
la sociedad, lo que Rousseau denominará la "voluntad general". El
gobierno democrático, a decir de Platón, es irracional y sin sentido. A fin de
cuentas, la sofística legitimaba la democracia en la teoría convencionalista o
contractualista que equiparaba el Estado a un contrato privado[54].
El dirigente político, el estadista, debe gobernar por ser sabio y por tanto
políticamente capaz de dirigir el Estado y de garantizar su eutaxia política.
Conoce la razón de Estado y gobierna en función de su ciencia política
rigurosa. Este conocimiento es la dialéctica, el conocimiento de las relaciones
que las Ideas guardan entre sí. El gobierno, lo político es algo que jamás debe
privatizarse. Se trata de que los gobernantes sólo se orienten en función del
interés del Estado.
Hay que vigilar que los guardianes no se conviertan en opresores y
tiranos en contra de los intereses de los ciudadanos: "¿No habrá, pues,
que celar con todo empeño para que los auxiliares no nos hagan lo mismo con los
ciudadanos y, abusando de su poder, se asemejen más a salvajes tiranos que a
aliados amistosos?"[55]
Por ello es menester establecer algunas medidas para regular el modo de vida de
los guardianes: "Ante todo, nadie poseerá casa propia, excepto en caso de
absoluta necesidad. En segundo lugar , nadie tendrá tampoco ninguna habitación
ni despensa donde no pueda entrar todo el que quiera. En cuanto a víveres,
recibirán de los demás ciudadanos, como retribución por su guarda, los que
puedan necesitar unos guerreros fuertes, sobrios y valerosos, fijada su cuantía
con tal exactitud que tengan suficiente para el año, pero sin que les sobre
nada. Vivirán en común, asistiendo regularmente a las comidas colectivas como
si estuviesen en campaña. Por lo que toca al oro y plata, se les dirá que ya
han puesto los dioses en sus almas, y para siempre, divinas proporciones de
estos metales, y, por tanto, para nada necesitan de los terrestres, ni es
lícito que contaminen el don recibido aliando con la posesión del oro de la
tierra, que tantos crímenes ha provocado en forma de moneda corriente, el oro
puro que en ellos hay. Serán pues, ellos los únicos ciudadanos a quienes no
esté permitido manejar ni tocar el oro ni la plata, ni entrar bajo el techo que
cubra estos metales, ni llevarlos sobre sí, ni beber en recipiente fabricado
con ellos. Si así proceden se salvarán ellos y salvarán a la ciudad; pero si
adquieren tierras propias, casas y dinero, se convertirán de guardianes en
administradores y labriegos, y de amigos de sus conciudadanos en odiosos
déspotas. Pasarán su vida aborreciendo y siendo aborrecidos, conspirando y
siendo objeto de conspiraciones, temiendo, en fin, mucho más y con más
frecuencia a los enemigos de dentro que a los de fuera; y así correrán en
derechura al abismo tanto ellos como la ciudad."[56]
Adimanto argumenta que los guardianes entonces no tienen incentivos ni
sociales ni económicos. Sólo vale para ellos la virtud por la virtud, la
fidelidad política al Estado antes que los intereses particulares y egoístas.
El individualismo ha sido extirpado de los guardianes. Entonces, los guardianes
desde el punto de vista del individualismo autoposesivo liberal, distan mucho
de ser felices. Respuesta de Platón: lo importante es el interés general.
"como quiera que sea, nosotros no establecemos la ciudad mirando a que una
clase de gente sea especialmente feliz, sino para que lo sea en el mayor grado
posible la ciudad toda; porque pensábamos que
en una ciudad tal encontraríamos más que en otra alguna la
justicia,"[57] Lo
más importante es el bien público, que está por encima del bien individual.
Respecto a las otras clases sociales, hay dos defectos de los que conviene
siempre huir: hay que evitar tanto la indigencia como la riqueza: "por
consiguiente, tanto con la riqueza como con la indigencia resultan peores los
productos de las artes y peores también los que las practican".[58]
Los guardianes tienen pues la función de controlar que la población del Estado
no sea ni demasiado rica ni demasiado pobre, "ya que la una trae la
molicie, la ociosidad y el prurito de novedades, y la otra, este mismo prurito
y, a más, la vileza y el mal obrar."[59]
En política internacional, un Estado como el de Platón, tiene la ventaja de ser
más fuerte que los Estados oligárquicos por la sobriedad y valentía de sus
soldados y porque en la guerra no busca ni codicia bienes ajenos, antes bien,
los ofrece a algunos de los enemigos coaligados para deshacer la coalición
enemiga. Se ofrece a una ciudad enemiga la riqueza de otra ciudad enemiga
coaligada con ella y la coalición se rompe por las ventajas que reporta el
cambio de bando. Por lo demás, las ciudades con ricos y pobres no tienen
unidad. Una ciudad con ricos y pobres no es una ciudad más que por analogía con
la de Platón, pues, en el fondo, es una combinación o yuxtaposición de dos
ciudades: la de los ricos y la de los pobres. "porque cada una de ellas no
es una sola ciudad, sino muchas, como las de los jugadores. Dos, en el mejor
caso, enemiga la una de la otra: la de los pobres y la de los ricos. Y en cada
una de ellas hay muchísimas, a las cuales, si las tratas como a una sola, lo
errarás todo, pero si te aprovechas de su diversidad, entregando a los unos los
bienes, las fuerzas y aun las personas de los otros, te hallarás siempre con
muchos aliados y pocos enemigos."[60]
El Estado justo guarda en su seno una especie de solidaridad moral que mantiene
su unidad y su fortaleza política. Justicia es unidad de intereses de la
sociedad en torno al Estado y a su perdurabilidad, a su eutaxia política.
Los guardianes deben vigilar la ideología dominante, para que siga siendo
dominante. Tienen que controlar la educación e impedir las novedades en el
sistema educativo.
Platón formula la doctrina de las cuatro virtudes cardinales:
Prudencia, Fortaleza, Justicia y Templanza. A la clase de los productores sólo
se les exige templanza y aun si les falta, para eso están los guardianes. A los
guardianes, además se les exige fortaleza y a los Filósofos o guardianes
superiores o guardianes perfectos, además, la prudencia, el arte o virtud de
saber lo que conviene al Estado, al individuo y al grupo. Será Aristóteles
quien distinga entre prudencia individual, familiar y política. En Platón se
hace un uso de tal virtud en varios sentidos: tanto en el sentido político como
en el sentido individual o colectivo. Así cada clase tiene una virtud
diferencial y propia. La justicia consistirá en que cada cual cumpla con la
función que se le ha asignado según su naturaleza. La justicia será la virtud
del Estado por excelencia. Así lo formulará siglos más tarde el platónico San
Agustín: "remota iustitia, quid sunt regna nisi magna latrocinia?"[61].
Nada hay más nefasto para el Estado que la alteración de las clases y de sus
funciones. "Por tanto, el entrometimiento y trueque mutuo de las tres
clases es el mayor daño de la ciudad, y más que ningún otro podría ser con
plena razón calificado de crimen."[62]
En los trabajadores predomina el apetito concupiscible. En los guardianes
auxiliares el apetito colérico o agresivo y en los guardianes perfectos
predomina la razón. Entonces, "en
el alma de cada uno hay las mismas clases que en la ciudad y en el mismo
número."[63] Hay
pues, una correspondencia entre las especies del alma y las clases del Estado.
Los gobernantes son quienes son porque en ellos prevalece la razón. Los
gobernantes son la clase pensante del Estado. Son la razón del Estado. Son los
únicos que tienen prudencia política. Son los únicos que tienen la competencia
política. "¿Y no es a lo racional a quien compete el gobierno, por razón
de su prudencia y de la previsión que ejerce sobre el alma toda, así como a lo
irascible el ser su súbdito y aliado?"[64]
Según Platón, hay una sola virtud y cuatro especies de vicio. Hay una
sola forma de acertar y varias de equivocarse: "hay una sola especie de
virtud e innumerables de vicio; bien que de estas últimas son cuatro las más
dignas de mencionarse."[65]
De igual manera, hay una forma de Estado correcta: Monarquía o Aristocracia y
cuatro formas degeneradas de Estado: Timocracia, Oligarquía, Democracia y
Tiranía.
Platón introduce la igualdad plena entre hombres y mujeres por lo menos
en las dos clases superiores. Realizarán hombres y mujeres juntos las mismas
funciones sociales y recibirán la misma educación. Pues Platón justifica tales
afirmaciones así: "si los sexos de los hombres y de las mujeres se nos
muestran sobresalientes en relación con su aptitud para algún arte u otra
ocupación, reconoceremos que es necesario asignar a cada cual las suyas. Pero
si aparece que solamente difieren en que las mujeres paren y los hombres
engendran, en modo alguno admitiremos como cosa demostrada que la mujer difiera
del hombre con relación a aquello de que hablábamos; antes bien, seguiremos
pensando que es necesario que nuestros guardianes y sus mujeres se dediquen a
las mismas ocupaciones."[66]
La conclusión platónica acerca de la igualdad sexual merece ser anotada:
"Por tanto, querido amigo, no existe en el regimiento de la ciudad ninguna
ocupación que sea propia de la mujer como tal mujer, ni del varón como tal
varón, sino que las dotes naturales están diseminadas indistintamente en unos y
otros seres, de modo que la mujer tiene acceso por su naturaleza a todas las
labores, y el hombre también a todas; únicamente que la mujer es en todo más
débil que el varón."[67]
En un Estado racional, justo, el gobierno es meritocrático y no hay ninguna
razón para discriminar a las mujeres. La construcción del Estado platónico no
hace ninguna concesión a la opinión común ni a los prejuicios. Está deducido de
la razón. Por ello es necesario "que sean mujeres de esa clase las
elegidas para cohabitar con los hombres de la misma clase y compartir la guarda
con ellos, ya que son capaces de hacerlo y su naturaleza es afín a la de
ellos." Hay que acabar con los prejuicios sexistas: hombres y mujeres
realizarán desnudos y juntos los ejercicios gimnásticos: "Deberán, pues,
desnudarse las mujeres de los guardianes -pues, en vez de vestidos, se cubrirán
con su virtud-, y tomarán parte tanto en la guerra como en las demás tareas de
vigilancia pública, sin dedicarse a ninguna otra cosa; sólo que las más
llevaderas de estas labores serán asignadas más bien a las mujeres que a los
hombres, a causa de la debilidad de su sexo. En cuanto al hombre que se ría de
las mujeres desnudas que se ejercitan con los más nobles fines, ése
"recoge verde el fruto" de la risa y no sabe, según parece, ni de qué
se ríe ni lo que hace; pues con toda razón se dice y se dirá siempre que lo
útil es hermoso y lo nocivo es feo."[68]
A continuación Platón establece su comunismo de mujeres e hijos:
"Esas mujeres serán todas comunes para todos esos hombres, y ninguna
cohabitará privadamente con ninguno de ellos; y los hijos serán asimismo
comunes, y ni el padre conocerá a su hijo ni el hijo a su padre."[69]
Como hay que procurar la unidad moral y política del Estado, conviene que la
clase dirigente y la clase militar o guardiana carezcan de riquezas y familia,
elementos que introducen el individualismo, el egoísmo. Así se separa el poder
político del poder económico y se separa el poder político de la familia, del
nepotismo. Son medidas estructurales anticorrupción. Conviene evitar las
facciones tanto económicas como familiares. No puede haber grupos privados
dentro del poder político del Estado. Los matrimonios estarán programados por
el Estado. Esta es una medida eugenésica para mejorar a los individuos de las
clases superiores, puesto que Platón cree en la heredabilidad de los
caracteres. Todo esto, claro está, se debe realizar utilizando la mentira
política para que no surjan problemas, pues no todo el mundo estaría de acuerdo
con la excelencia de estas medidas eugenésicas. Sólo los gobernantes tendrían
plena conciencia de la racionalidad de estas medidas y por lo tanto de su
conveniencia: "De lo convenido se desprende -dije- la necesidad de que los
mejores cohabiten con las mejores tantas veces como sea posible, y los peores
con las peores al contrario; y si se quiere que el rebaño sea lo más excelente
posible, habrá que criar la prole de los primeros, pero no la de los segundos.
Todo esto ha de ocurrir sin que nadie lo sepa, excepto los gobernantes, si se
desea también que el rebaño de los guardianes permanezca lo más apartado
posible de toda discordia."[70]
Además, los seres deformes que nazcan serán eliminados. Se establece un sistema
de sorteo amañado para hacer asumir a los interesados la decisión establecida:
"Será, pues, necesario, creo yo, inventar un ingenioso sistema de sorteo,
de modo que, en cada apareamiento, aquellos seres inferiores tengan que acusar
a su mala suerte, pero no a los gobernantes."[71]
Por lo demás, aquellos que sean más valientes y fuertes en la guerra, podrán
tener relaciones sexuales con las mujeres que quieran: "Y a aquellos de
los jóvenes que se distingan en la guerra o en otra cosa, habrá que darles,
supongo, entre otras recompensas y premios, el de una mayor libertad para yacer
con las mujeres; lo cual será a la vez un buen pretexto para que de esta clase
de hombres nazca la mayor cantidad posible de hijos."[72]
Los hijos serán separados de sus padres y serán criados aparte. Nadie conocerá
a sus hijos. Todos llamarán "hijos a todos los varones e hijas a todas las
hembras de aquellos niños que hayan nacido en el décimo mes, o bien en el
séptimo, a partir del día en que él se haya casado; y ellos le llamarán a él
padre."[73]
La justificación de todas estas medidas comunistas o socialistas no es
otra que el conseguir una perfecta Gemeinschaft, más que una Gesellschaft
liberal e individualista. La unidad, la armonía y la concordia sociales son el
objetivo del Estado. La unidad moral del Estado garantiza su eutaxia, su
pervivencia, su duración. El mayor mal del Estado es la disensión interna, la
división. Como luego dirá Hobbes, lo peor que le puede pasar al Estado es la
guerra civil. "La ciudad en que haya más personas que digan del mismo modo
y con respecto a lo mismo las palabras "mío" y "no mío",
¿ésa será la que tenga mejor gobierno?
-Con mucho."[74]
El Estado es así concebido como un individuo compuesto, como un
organismo, con una unidad moral que cuanto mayor sea, tanto más garantiza su
eutaxia. La unión entre los ciudadanos garantiza la pervivencia del Estado. La
amistad entre los ciudadanos es imprescindible. La solidaridad entre los
ciudadanos es necesaria frente al enemigo exterior. Según Platón, su comunismo
fortalece la unidad moral de la sociedad y del Estado. La supresión de la familia
fortalece la unidad de la clase gobernante y de la clase de los guardianes.
Suprimidos todos los grupos particulares y las facciones, el único grupo que
queda es la clase social. Queda suprimida la diferencia entre lo privado y lo
público, entre Estado y sociedad civil, típica del liberalismo. La única clase
en la que estas medidas no se adoptan es la clase de los productores. Ahí
reinan la propiedad privada y la familia. El comunismo platónico es solamente
intelectual, político y moral. La economía escapa de tales medidas a diferencia
del socialismo marxista. Esta es la verdadera dictadura del proletariado. El
proletario no posee nada sino el cuerpo para alquilarlo en el mercado al
capitalista y además posee su prole, de ahí su nombre. Aquí, en Platón, sólo
poseen cada guardián y cada gobernante su propio cuerpo. Ni siquiera tienen
familia. Es la dictadura del proletariado más radical. Es un proletariado en lo
económico y no en lo intelectual. La clase universal, la de los filósofos, la
clase pensante, los gobernantes carece de propiedad y de familia. Sólo poseen
la ciencia. Platón pensó más radicalmente que Marx el tema de la dictadura
proletaria. El proletario en Marx tiene intereses económicos particulares y
ello por mucha literatura marxista empeñada en negarlos. El filósofo platónico
carece de todo interés. No existe en política un interés más desinteresado que
en los gobernantes y guardias de Platón.
En cuanto a las posibilidades de realizar la utopía platónica, Platón
sostiene que : "A menos -proseguí- que los filósofos reinen en las
ciudades o que cuantos ahora se llaman reyes y dinastas practiquen noble y
adecuadamente la filosofía, que vengan a coincidir una cosa y otra, la
filosofía y el poder político, y que sean detenidos por la fuerza los muchos
caracteres que se encaminan separadamente a una de las dos, no hay, amigo
Glaucón, tregua para los males de las ciudades, ni tampoco, según creo, para
los del género humano; ni hay que pensar en que antes de ello se produzca en la
medida posible ni vea la luz del sol la ciudad que hemos trazado de
palabra."[75] Sólo
la unión entre política y filosofía es la solución adecuada. El gobierno de los
mejores es el gobierno de los filósofos.
El filósofo ama la totalidad. Ama la verdad. En contraposición al
filósofo están el filodoxo, amante de las opiniones del vulgo y el filotheamon,
amante de los espectáculos. El filotheamon es el hombre estético por
excelencia. Es un aficionado al saber. Quiere saber, pero siempre que ello no
implique excesivo esfuerzo ni estudio atento. Éstos últimos se parecen al
filósofo puesto que se complacen en saber, pero no alcanzan la verdad objetiva
y absoluta. Los guardias más inteligentes y honrados estudiarán durante diez
años matemáticas, esto es, aritmética y geometría y sus estudios culminarán con
los cinco años de dialéctica, esto es, de filosofía. Al final, el verdadero
guardia, el guardia perfecto es el filósofo. Los filósofos gustan de contemplar
la verdad. El filósofo cree que hay un tercer género de realidad que no es ni física
ni subjetiva, sino objetiva, un género de esencias o de Ideas merced a las
cuales podemos decir que hay verdad, objetividad, ciencia. El filósofo ama la
verdad. El filósofo tiene una ética de la ciencia y de la objetividad. ¿Acaso
el amor a la verdad no es un ideal ético? El filósofo en consecuencia
"será temperante y en ningún modo avaro de riquezas, pues menos que a
nadie se acomodan a él los motivos por los que se buscan esas riquezas con su
cortejo de dispendios."[76]
El pensamiento del filósofo se ha de ocupar de lo universal, de la totalidad.
El filósofo no temerá a la muerte. Tampoco pues, debe ser el filósofo una
naturaleza cobarde y vil. Tampoco puede ser vanidoso. El filósofo no puede ser
injusto. Tampoco puede ser avaro. Para ser filósofo hay que ser justo y
pacífico, sociable, generoso. El filósofo, además, debe tener capacidad
intelectual suficiente para aprender con facilidad. Debe estar dotado de buena
memoria, pues aprender es recordar según Platón.[77]
Así pues, memorioso, templado, elevado de mente, justo, amigo de la verdad y
del estudio, valiente, generoso, "Ni el propio Momo -dijo- podría censurar
a una tal persona."[78]
Las metas del Estado, la universalidad, son las mismas que las del filósofo.
Las virtudes del ciudadano individualmente tomado son las mismas que las del
Estado tomado como un todo. La política y la filosofía se identifican entonces.
La Filosofía se realiza en el Estado platónico: Socialismo y comunismo. El
Estado se realiza en la Filosofía o gracias a ella. El individuo cuenta muy
poco en la Filosofía de Platón y en el Estado ideal que diseña: Los derechos
subjetivos son inexistentes y son totalmente desconocidos para Platón como por
cierto para los griegos en general. El individualismo burgués es algo solamente
concebible a partir del cristianismo. Se echa de menos el principio de libertad
subjetiva. “Al pretender excluir la particularidad, Platón no ofrece ninguna
solución, porque esto contradice el infinito derecho de la idea, según el cual
se debe liberar la particularidad.”[79]
El buen gobierno del Estado es el gobierno del Filósofo. El filósofo es
un amante de todo. Tiene un apetito insaciable para aprenderlo todo.[80]
El filósofo es un compendio de todas las cualidades buenas: amigo de la
verdad, la justicia, el valor y el autodominio, dotado de buena memoria, rápido
en aprender, digno y amable.
La realidad es que las personas
que siguen cultivando la filosofía en la edad adulta, en lugar de abandonarla
cuando ha pasado la edad escolar, se convierten en bichos raros, inútiles en el
mejor de los casos y, en el peor, en unos granujas de mucho cuidado. El
filósofo es inútil para el vulgo de las ciudades, para las masas de los
Estados, pero si es así, tanto peor para los Estados, no para los filósofos. La
política es una ciencia que se enseña y se aprende y que posee el filósofo en
grado sumo. Si el Estado, siguiendo la vana opinión del vulgo desprecia al
filósofo, peor para el Estado y el vulgo. El filósofo no va a suplicar por
favor que se le conceda el poder. "Porque no es lo natural que el piloto
suplique a los marineros que se dejen gobernar por él, ni que los sabios vayan
a pedir a las puertas de los ricos."[81]
El filósofo es orgulloso y arrogante, no humilde. No pueden rebajarse los
filósofos ante la plebe. Es la plebe quien tiene que elevarse hacia ellos. El
descrédito de la filosofía no deriva de ella misma, sino de los falsos
filósofos que a ella se dedican, desprestigiándola. Son éstos los sofistas.
Existen individuos que no cumpliendo con las cualidades arriba expuestas que deben
reunir los filósofos, provocan el desprecio a la filosofía por parte del vulgo
de las ciudades. "Es imposible que el vulgo sea filósofo."[82]
La multitud, en modo alguno puede ser filósofa. Hay unos impostores que se
disfrazan de filósofos y que no son dignos en modo alguno de dedicarse a
filosofar. Ellos acarrean a la filosofía el desprestigio que ella padece ante
la opinión pública: "El descrédito se ha abatido sobre la filosofía[…]
porque no se la cultiva dignamente; pues no deben cultivarla los bastardos,
sino los bien nacidos."[83]
Resumiendo, la culpa del descrédito existente en torno al filósofo y a la
filosofía se debe a tres razones: a) La
sociedad no quiere recurrir a sus servicios. b) La sociedad los corrompe. C)
Los filósofos ficticios ocupan el lugar correspondiente a los verdaderos.
Según Platón, ningún régimen político realmente existente favorece el
surgimiento de naturalezas filosóficas: "De eso precisamente me quejo: de
que no hay entre los de ahora ningún sistema político que convenga a las naturalezas
filosóficas, y por eso se tuercen éstas y se alteran."[84]
Entonces, se produce la paradoja platónica consistente en que el filósofo sólo
es posible en el Estado platónico perfecto y el Estado platónico perfecto sólo
es posible si surgen o hay naturalezas filosóficas. Tienen que coincidir los
dos hechos: el filósofo y el Estado: "no habrá jamás ninguna ciudad ni
gobierno perfectos, ni tampoco ningún hombre que lo sea, hasta que, por alguna
necesidad impuesta por el destino, estos pocos filósofos, a los que ahora no
llaman malos, pero sí inútiles, tengan que ocuparse, quieran que no, en las cosas de la ciudad, y ésta
tenga que someterse a ellos; o bien hasta que, por obra de alguna inspiración
divina, se apodere de los hijos de los que ahora reinan y gobiernan, o de los
mismos gobernantes, un verdadero amor de la verdadera filosofía."[85]
Todo esto es posible entonces, si la musa filosófica se adueñe del Estado. Por
todo lo anterior, concluye Platón "que es necesario designar filósofos
para que sean los más perfectos guardianes."[86]
El filósofo es el que domina la episteme de la Idea del Bien. El
filósofo es el dialéctico. Esta ciencia dialéctica de la visión intelectual
intuitiva de la Idea del Bien proporciona al filósofo como guardián perfecto y
por tanto, como gobernante del Estado la legitimidad política y epistemológica
para gobernar así como la prudencia política que es necesaria para el buen
gobierno del Estado. Por ello es por lo que el filósofo debe volver a la
caverna a hacer partícipes de los beneficios de la filosofía a la sociedad
entera, pues será así útil al Estado y con miras a su unificación. Por tal
razón "la ciudad en que estén menos ansiosos por ser gobernantes quienes
hayan de serlo, ésa ha de ser forzosamente la que viva mejor y con menos
disensiones que ninguna; y la que tenga otra clase de gobernantes, de modo
distinto."[87]. Es
éste un buen criterio para averiguar si un régimen político es bueno o no
siguiendo el criterio platónico. Por el contrario, "donde son mendigos y
hambrientos de bienes personales los que van a la política creyendo que es de
ahí de donde hay que sacar las riquezas, allí no ocurrirá así. Porque cuando el
mando se convierte en objeto de luchas, esa misma guerra doméstica e intestina
los pierde tanto a ellos como al resto de la ciudad."[88]
Esto es lo que ocurre en la política empírica y real. No tienen los filósofos
que dirigirse al poder como amantes, pues entonces surgirán las disensiones
políticas. El filósofo es más feliz sin dedicarse a la política que con ella,
por ello, debe ser él paradójicamente quien gobierne.
Además de la gimnástica y la música, necesarias para la formación de
los guardianes, es necesario para los guardianes perfectos o filósofos la
formación científica en la matemática y la formación estrictamente filosófica
en la Dialéctica. Estos filósofos o guardianes perfectos "serán reyes los
que tanto en la filosofía como en lo tocante a la milicia, resulten ser los
mejores de entre ellos."[89]
Terminada la descripción del filósofo o dirigente político ideal
después de haber expuesto la constitución o estructura y contenido de la ciudad
o Estado ideal, Platón procede a continuación a describir su teoría de los
regímenes políticos. Se trata de estudiar el orden a priori, ideal de los
regímenes político. Platón realiza una deducción trascendental de los regímenes
políticos partiendo de la constitución política ideal por él diseñada. Hay,
pues, como ya se dijo más arriba, cinco regímenes políticos. Uno perfecto y los
demás degenerados, "aquellos de que hablo son los que tienen también su
nombre: el tan ensalzado por el vulgo, ése de los cretenses y lacedemonios; el
segundo en orden y segundo también en cuanto a popularidad, la llamada
oligarquía, régimen lleno de innumerables vicios; sigue a éste su contrario, la
democracia, y luego la gloriosa tiranía, que aventaja a todos los demás en
calidad de cuarta y última enfermedad del Estado."[90]
Una forma de Estado es perfecta y las demás son enfermedades de ella. Se
produce así una deducción a priori de las formas políticas a partir de una
inicial y considerando a las restantes como descendientes, derivadas
genéticamente de la primera. La clasificación de los regímenes políticos es
genética y no empírica. Son géneros políticos plotinianos y no porfirianos.
Cada régimen político corresponde a un tipo de hombre. Hemos hablado ya del
Estado ideal, la aristocracia y del tipo de hombre aristocrático, el filósofo,
que tiene forzosamente, que ser bueno y justo.
Un gobierno cambia, un régimen político cambia, "¿O no está claro
el hecho de que ningún gobierno cambia sino cuando se produce una disensión en
el seno mismo de aquella parte que ocupa los cargos, y que, por muy pequeña que
sea esta parte, es imposible que se produzca ningún movimiento mientras ella
permanezca acorde?"[91]
El consenso interno de las clases dominantes es fundamental para la eutaxia
política de un sistema político. La cohesión de las clases dominantes es
fundamental para mantener la estabilidad y la duración de un régimen político.
Es una verdad confirmada posteriormente por multitud de autores, entre los que
se encuentra Marx y su materialismo histórico: la historia es la historia de la
lucha de clases. Todo lo que nace está sujeto a corrupción, de modo que la
degeneración política es inevitable, ni el mejor sistema político perdurará
eternamente, sino que se destruirá.
El primer régimen degenerado es la timocracia o gobierno de los
ambiciosos, guerreros o militares. Es una dictadura militar. Se ansía la gloria
y la fama. No se fían de los sabios, prefieren gente simple y dada a la acción
directa. Es un régimen intermedio entre la aristocracia y la oligarquía. Además
serán avaros. Es la preponderancia del elemento fogoso, del apetito irascible.
El hombre timocrático es altanero y ansioso de honores.
El segundo régimen degenerado es la oligarquía o gobierno de los ricos.
Es el "gobierno basado en el censo […], en el cual mandan los ricos, sin
que el pobre tenga acceso al gobierno".[92]
Tal y como ocurría en los regímenes liberales del siglo XIX. El móvil de los
gobernantes oligárquicos es la acumulación y el gasto de las riquezas. Cuanto
más riqueza menos virtud. Esta afirmación platónica nos recuerda a Robespierre
y a Saint-Just. "y cuanto mayor sea la estima en que tienen a ésta, tanto
menor será su aprecio de la virtud. ¿O no difiere la virtud de la riqueza tanto
como si, puestas una y otra en los platillos de una balanza, se movieran
siempre en contrarias direcciones?"[93]
y la consecuencia es esta: "De modo que cuando en una ciudad son honrados
la riqueza y los ricos, se aprecia menos a la virtud y a los virtuosos".[94]
Esta es creo yo la causa y razón íntima del desprecio que sufre Platón por
parte de los liberales como Popper. Eso es lo que no soportan: ese comunismo
antioligárquico platónico. No soportan el desprecio platónico por la riqueza o
por el gobierno fundado en los privilegios económicos o sociales. En la
sociedad oligárquica se ama al rico y se desprecia al pobre. Una de las
características del régimen oligárquico es el sufragio censitario, muy usado
por la burguesía liberal en los siglos XVIII y XIX para establecer la
diferencia entre ciudadanos activos y ciudadanos pasivos y garantizarse para sí
el monopolio del poder político. Ya Platón critica tales procedimientos de
privilegio político para el dinero: "Y entonces establecen una ley,
verdadero mojón de la política oligárquica, en que determinan una cantidad de
dinero, mayor donde la oligarquía es más fuerte y menor donde es más débil, y
prohíben que tenga acceso a los cargos aquel cuya fortuna no llegue al censo
fijado; y esto lo logran o por la fuerza y con las armas o bien, sin llegar a
tanto, imponiendo por medio de la intimidación ese sistema político."[95]
Además, en este tipo de regímenes la unidad social se fractura. La cohesión
social corre peligro. La lucha de clases echa a perder la eutaxia política.
Surge una sociedad dual, o dos sociedades, como dice Platón, teniendo tal
Estado o sociedad "necesariamente
que ser no una sola, sino dos, una de los pobres y otra de los ricos, que
conviven en un mismo lugar y conspiran incesantemente la una contra la
otra."[96] El
gobierno oligárquico permite una movilidad total de la riqueza. Esto equivale a
la privatización de los bienes y riquezas. Es el Estado liberal. Permite la
enajenación o venta de las riquezas o bienes así como su compra o adquisición.
Pueden surgir así individuos que no hagan nada porque no necesiten trabajar. Si
es malo que uno se dedique a varios trabajos no menos malo resulta que uno no
se dedique a nada. Eso es parasitismo social para Platón. También pueden darse
los casos de personas que no trabajen porque no tienen nada y vivan sin
trabajar, de la limosna. Son los mendigos. Así ocurre en las sociedades
liberales capitalistas contemporáneas, lo cual no deja de ser una confirmación
de los diagnósticos de Platón. "En efecto, en las ciudades regidas
oligárquicamente no hay nada que lo impida [la libre disposición de los
bienes]. Pues en otro caso no serían los unos demasiadamente ricos y los otros
completamente pobres" [97]Crítica
al mercado libre, a la libre circulación de bienes. Fastidio de los liberales,
amantes del mercado libre y de sus ventajas y excelencias. La sociedad
oligárquica fomenta la existencia de mendigos y de ricos ociosos, así como de
ladrones, cortabolsas, saqueadores de templos y otros semejantes. "¿No ves
mendigos en las ciudades regidas oligárquicamente? -Casi todos lo son -dijo-,
excepto los gobernantes."[98]
El hombre oligárquico sólo ama la riqueza, el dinero y a los ricos. Todo su
esfuerzo va dirigido a la acumulación y adquisición de riquezas. El hombre
timocrático era ambicioso y avaro. El hombre oligárquico es codicioso y avaro.
Es un hombre sórdido que en todo busca beneficio económico, igual que el
sistema político oligárquico. El hombre oligárquico tiende o bien a ser mendigo
o bien a ser malhechor. Será avaro con su propia fortuna y zángano o
dilapidador con las de los demás. Será tacaño y codicioso a la vez. Es un
hombre sin honor, sólo con riquezas. Sólo quiere ser rico.
El tercer régimen degenerado es la democracia. En la sociedad
oligárquica las personas nobles se convierten en mendigos. Los pobres se
sublevan contra los ricos y destruyen la oligarquía. La estructura
contradictoria interna de la oligarquía conduce inexorablemente a la
democracia. La concentración de la riqueza en cada vez menos manos hace crecer
el ejército de pobres y la tensión aumenta hasta el límite y la oligarquía cae
y surge la democracia. "así como a un cuerpo valetudinario le basta con
recibir un pequeño impulso de fuera para inclinarse hacia la enfermedad, y como
a veces nace la disensión en su propio seno incluso sin causa exterior, ¿no le
ocurre otro tanto a la ciudad que está lo mismo que aquél, pues basta el menor
pretexto para que, llamando unos a otros en su auxilio a aliados exteriores
procedentes de ciudades oligárquicas o democráticas, enferme ella y se debata
en lucha consigo misma, mientras que a veces se produce la disensión incluso
sin necesidad de los de fuera?"[99]
Así se producen entonces, la revolución democrática: "Nace, pues, la democracia,
creo yo, cuando, habiendo vencido los pobres, matan a algunos de sus
contrarios, a otros los destierran y a los demás les hacen igualmente
partícipes del gobierno y de los cargos, que por lo regular, suelen cubrirse en
este sistema mediante sorteo."[100]
La democracia, tal y como la entienden Platón y Aristóteles después, se
caracteriza por el sorteo, pues así es como realmente todos tienen la
oportunidad de acceder a los cargos. El sistema democrático es el sistema de la
libertad. Todo el mundo puede hacer lo que quiera: "¿No serán, ante todo,
hombres libres, y no se llenará la ciudad de libertad y de franqueza, y no
habrá licencia para hacer lo que a cada uno se le antoje?"[101]
Cada cual entonces será libre de organizar su vida de la manera que estime conveniente.
Algo que ya vio Platón como característico de la democracia vale perfectamente
para la democracia liberal actual: a saber, su individualismo autoposesivo y
subjetivista. Claro que como cada individuo es diferente de todos los demás,
esto forzosamente implica el pluralismo más radical. Por lo tanto, el pluralismo es la consecuencia más
clara y visible de la democracia. Habrá múltiples tipos de hombres y de modos
de vida. "Por tanto, este régimen será, creo yo, aquel en que de más
clases distintas sean los hombres."[102]
Es posible pues, que sea el más bello de los sistemas políticos por su
pluralismo interno, por la gran variedad de colores y tendencias que agrupa el
régimen democrático. La democracia es el régimen de la libre oferta de
regímenes e ideologías en el mercado político y los ciudadanos se convierten en
consumidores de las mercancías políticas que les son ofrecidas por los
políticos de acuerdo con las técnicas enseñadas por los sofistas. Todos los
regímenes políticos están presentes en la democracia como posibilidad y
alternativa para escogerse. "Porque gracias a la licencia reinante, reúne
en sí toda clase de constituciones, y al que quiera organizar una ciudad, como
ahora mismo hacíamos nosotros, es probable que le sea imprescindible dirigirse
a un Estado regido democráticamente para elegir en él, como si hubiese llegado
a un bazar de sistemas políticos, el género de vida que más le agrade y, una
vez elegido, vivir conforme a él."[103]
La democracia es un régimen anárquico, placentero y vario que pone en el mismo
lugar a todo el mundo. Es el régimen de la igualación de todos aunque no sean
iguales. Es el gobierno de la doxa. Todas las opiniones valen lo mismo, esto
es, nada. Platón divide los deseos en necesarios, innecesarios e ilícitos. El
oligarca cede a los primeros, el demócrata a los primeros y segundos y el
tirano a los terceros. En el hombre democrático la insolencia es buena
educación, la indisciplina, libertad; el desenfreno es grandeza de ánimo y el
impudor hombría. Para el demócrata todos los deseos tienen los mismos derechos.
Pone igualdad en sus placeres y concede por azar el mando a los diversos
apetitos. No desestima ninguno de sus deseos. Los nutre a todos por igual,
"democráticamente". Este hombre igualitario cambia constantemente de
ocupación y de actividad. Todo depende del deseo que por azar tome el mando en
él en cada momento. Se rechaza toda autoridad y toda disciplina. Este espíritu
invade también no sólo la vida política, sino la vida social y las
instituciones sociales. Los padres tienen miedo de sus hijos, que ya no los
respetan; los profesores y maestros temen a sus discípulos y ya no tienen
autoridad ninguna en su aula. Son los profesores demócratas que quieren parecer
más jóvenes de lo que son y se dejan mandar por los alumnos. Los jóvenes hacen
objeciones a los mayores y discuten con ellos, y aquéllos a su vez se mezclan
con los jóvenes e imitan sus frivolidades por miedo a que se les considere
despóticos y desagradables.[104]
Resumiendo, la indisciplina se impone sistemáticamente en todos los
ámbitos de la vida social y política. En los domicilios privados reina el
desorden. También las bestias asumen el espíritu democrático y se niegan a
obedecer a los dueños. "el padre -dije- se acostumbra a hacerse igual al
hijo y a temer a los hijos, y el hijo a hacerse igual al padre y a no respetar
ni temer a sus progenitores a fin de ser enteramente libre; y el meteco se
iguala al ciudadano y el ciudadano al meteco y el forastero ni más ni
menos."[105]
Esto es lo que ha ocurrido con determinados padres que quisieron educar a sus
hijos en la libertad y no les pusieron trabas ni coacciones. En la ausencia de
normas y de coacción como integrantes de la educación, suelen salir verdaderos
desastres morales. Así ha ocurrido con algunos padres de "izquierdas"
o "progresistas" en su odio contra la educación
"autoritaria". "el maestro teme a sus discípulos y les adula;
los alumnos menosprecian a sus maestros, y del mismo modo a sus ayos; y en
general, los jóvenes se equiparan a los mayores y rivalizan con ellos de
palabra y de obra, y los ancianos, condescendiendo con los jóvenes, se hinchen
de buen humor y de jocosidad, imitando a los muchachos, para no parecerles
agrios ni despóticos."[106]
Así es la permisiva educación democrática y "antiautoritaria" según
Platón y también en nuestro país y en general en Occidente desde hace algunos
años. Los pedagogos actuales son los sofistas democráticos denunciados ya por
Platón por impostores en 493 a-c y aquí, en el libro VIII de la República. La
LOGSE española de 1990, aún en vigor hoy es un ejemplo en su articulado y en
sus resultados desastrosos del acierto del diagnóstico platónico. Como hemos
dicho antes, hasta los animales cogen ínfulas y arrogancia frente a los dueños
y a los viandantes. Esta es la realización de la libertad. Se confunde libertad
con ausencia de normas y de coacciones y coerciones. No puede haber ningún
constreñimiento. Todo se deja a la libre espontaneidad del sujeto, sin trabas y
sin dirección. Una educación no directiva, "progresista". Qué lucido
fue Platón ya entonces con lo que ahora se padece en la educación en España y
en Europa Occidental.
La tiranía nace de las entrañas mismas de la democracia. Lo que
disuelve a la democracia es la libertad anárquica, el desorden y el caos. Esta
libertad democrática se convierte con su exceso, según Platón, en su contrario:
"Que la misma enfermedad -dije- que, produciéndose en la oligarquía, acabó
con ella, esa misma se hace aquí aún más grave y poderosa, a causa de la
licencia que hay, y esclaviza a la democracia. Pues en realidad, todo exceso en
el obrar suele dar un gran cambio en su contrario, lo mismo en las estaciones
que en las plantas que en los cuerpos, y no menos en los regímenes
políticos.[…] La demasiada libertad parece, pues, que no termina en otra cosa sino en un exceso de
esclavitud, lo mismo para el particular que para la ciudad."[107]
Entonces, concluye Platón, "es
natural que la tiranía no pueda establecerse sino arrancando de la democracia;
o sea que, a mi parecer, de la extrema libertad sale la mayor y más ruda
esclavitud."[108]
En la democracia se forman tres clases sociales: la clase de los políticos.
Viven de la política. Son los miembros de las familias ricas más tontos y menos
dotados para los negocios.Son por lo demás manirrotos y holgazanes. Ante tantos
fracasos en los negocios, deciden dedicarse a la política. Por ello, viven a
costa de la política, del Estado, del erario público. Son de ellos, los más
activos quienes vociferan y agitan la Asamblea, mientras que los demás, con su
bullicio, no dejan hablar a los otros. Luego viene la clase adinerada, que son
desplumados por el primer grupo arriba citado y el pueblo sencillo y pobre en
tercer lugar. En la democracia, la demagogia se impone necesariamente, pues la
mayor parte de la sociedad está compuesta de pobres. Los demagogos crean redes
de clientelismo político con sus subvenciones dinerarias a los pobres. Los
políticos tienen que dar algo al pueblo para mantener su situación de poder, lo
cual no es posible sin expoliar a los ricos. El dinero se lo quitan a los ricos
y lo reparten entre los pobres para ganarse sus favores políticos. Una parte de
los despojos de los ricos va a mantener felices a los pobres. Esta situación da
lugar a disturbios políticos. Si los ricos se defienden, son tildados de
oligarcas y reaccionarios. Esto aumenta la tensión. Los pobres se ven
amenazados. Esto dura hasta que surge un
líder popular muy querido por el pueblo. El pueblo nombra a un hombre y hace "que medre en
grandeza". Y surge así el tirano, un individuo sin escrúpulos éticos y se
convierte como dice Platón, de hombre en lobo. El tirano ataca a los ricos.
Éstos se resisten y la resistencia produce más ataque. Organiza para su propia
seguridad una guardia personal y las conspiraciones son muy frecuentes contra
él. Además, cuando el tirano ha cumplido sus promesas iniciales y todo está
tranquilo, tiene necesidad de suscitar guerras exteriores para consolidar su
poder, ya que así, durante la guerra, hace falta un conductor, un caudillo para
el pueblo. Durante las guerras, el pueblo tiene necesidad de un conductor.
Pagando impuestos, el pueblo se hace pobre y así teniendo que buscarse la
subsistencia, tiene menos tiempo para pensar en la política y así conspirarán
menos contra el tirano. También eliminará a quienes aman la libertad. Las
guerras son un excelente medio de fomentar la solidaridad y la unión del pueblo
en torno al tirano y un excelente propósito para eliminar la disidencia
interna. Además, puede enviar al frente a todos los elementos políticamente
molestos. A la larga, todo esto acabará por granjearle al tirano el odio de los
ciudadanos. Las críticas arreciarán contra el tirano, incluso de parte de los
que antaño le apoyaron y le auparon al poder. La dinámica interna de la tiranía
lleva al tirano a la igualación de los ciudadanos en la mediocridad y siempre
hacia abajo. La mediocridad es amiga del tirano y la excelencia y la virtud son
ajenas a la tiranía. Esto lo repetirán durante la Revolución Francesa
incesantemente, Robespierre y Saint-Just. El tirano pues, descabezará a la
oposición y descabezará a sus propios partidarios. Eliminará los mejores de
entre sus enemigos y los mejores de entre sus partidarios. Así no habrá
alternativa a su gobierno ni a su persona. El tirano practica la táctica de la
tierra quemada en política. Por ello llega a ocurrir que el tirano sólo está
seguro rodeado de hombres ruines que además le odian. El tirano entonces
fomenta la mediocridad y la medianía y la vileza y la ruindad a su alrededor y
por doquiera que está. Cuanto más riesgo corre el tirano de ser derrocado por
los odios que suscita, tanto más segura será la fuerza armada digna de su
confianza. Serán reclutados entre extranjeros y serán mercenarios.
El hombre tiránico está dominado por la locura y el furor. Está lejos
de toda mesura. Está dominado por los excesos de todo tipo: "el hombre se
hace con todo rigor tiránico cuando, por su naturaleza o por sus modos de vivir
o por ambas cosas, resulta borracho o enamorado o loco."[109]
Los deseos más viles habitan en el alma del tirano. Las pasiones de la peor
especie lo dominan. Además, "¿Y no es verdad que al lado de éstos brotan
cada día y cada noche nuevos y terribles deseos con multitud de
exigencias?"[110]
El tirano parece un drogadicto o un alcohólico sometido al síndrome de
abstinencia. Cuando se han agotado sus recursos financieros en saciar a sus
tiránicos deseos, se enfurece y mira a quién le pueda quitar su patrimonio para
proseguir su escalada demencial en la satisfacción de todas sus inclinaciones.
"Es preciso, pues, que saque dinero de donde sea, so pena de ser presa de
atroces dolores y tormentos."[111]
Nada le frena al tirano. Puede atacar violentamente a su padre y a su madre
cuando ha agotado su propio patrimonio para arrebatarles sus bienes. Después de
esto, la emprenderá con los demás ciudadanos y con los templos. El tirano no se
abstiene de horror alguno ni de crimen alguno. Carece de todo escrúpulo ético o
moral. El hombre tiránico lleva en sí un tirano: el amor, que domina a sus
restantes deseos. El tirano sólo puede ser amo o esclavo, nunca amigo. La
amistad sólo se da entre hombres iguales y libres. "Y así, no son en toda
su vida amigos de nadie, sino que siempre son déspotas de alguno o esclavos de
otro; pues de la verdadera libertad y amistad no gusta nunca la naturaleza
tiránica."[112]
Como el tirano es el hombre más perverso, es forzosamente también según Platón,
el más infeliz. El filósofo es el más feliz y el tirano es el más infeliz. Lo
mismo podemos decir del Estado: "para todo el mundo resulta evidente que
no hay ciudad más infeliz que la tiranizada, ni más dichosa que la gobernada
por el rey."[113]Igual
ocurre respecto a la libertad. El tirano es el hombre menos libre: está
sometido a sus deseos, esclavo de sus inclinaciones. La ciudad o el Estado
gobernado dictatorialmente o de forma tiránica es la comunidad política menos
libre igualmente. El hombre tiránico "es, con mucho, el más desdichado de
todos los hombres."[114]
Conclusión de Platón: "el auténtico tirano resulta ser auténtico esclavo,
sujeto a las más bajas adulaciones y servidumbres, lisonjeador de los hombres
más perversos, totalmente insatisfecho en sus deseos, falto de multitud de
cosas y verdaderamente indigente si aprendemos a mirar en la totalidad de su
alma; henchido de miedo durante toda su vida y lleno de sobresaltos y dolores,
si de veras se parece su disposición a la de la ciudad que gobierna."[115]
El régimen de Platón es un comunismo ilustrado. Todo para el pueblo pero sin el
pueblo. Quien no es capaz de regirse por su propia razón debe ser gobernado y
regido por su bien por quien sea racional.[116]
Platón reconoce que este Estado construido y deducido racionalmente y a priori
sólo existe conceptualmente, mas no en ningún lugar terrestre, sin embargo, eso
no le resta la menor fuerza y validez, pues "quizá -proseguí- haya en el
cielo un modelo de ella para el que quiera mirarlo y fundar conforme a él su
ciudad interior. No importa nada que exista en algún sitio o que haya de
existir; sólo en esa ciudad actuará y en ninguna más."[117]
Constituye así una idea regulativa de la razón política, un modelo o arquetipo
de acuerdo con el cual se puede orientar la conducta ético-política.
3. El "Político".
Se trata de definir qué es
un político. “¿Nuestra investigación sobre el Político se ha propuesto con una
finalidad propia o para hacernos más bien mejores razonadores sobre cualquier
tema?”. “Es evidente que por lo segundo.”[118]
En principio, de acuerdo con todo el discurso platónico, el político es un
científico. La política es una ciencia lo suficientemente seria como para
dejarla en manos del vulgo, que no está preparado. Sólo el político, el
filósofo dispone de la suficiente prudencia política como para ejercer el
poder. La política es una ciencia teórica. Se "divide entonces el conjunto
de las ciencias, llamando, a la una "ciencia práctica", a la otra,
simplemente "teórica".[119]
Esta ciencia también se llama "ciencia real" y al que la posee se le
debe llamar "rey". El rey justifica su poder político en su ciencia.
Gobierna porque sabe. Platón nunca renunciará a unir el poder político con el
saber filosófico-político. El gobierno del saber caracteriza toda la filosofía
política platónica. Además, la política
y la filosofía siempre tienen entre sí una cierta afinidad. Ya sabemos desde la
“República” que el maestro de la dialéctica y el político son el mismo hombre.
Ambas –filosofía y política- son polémicas y en ambas pensar y actuar siempre
son pensar y actuar contra alguien o algo. La definición de una tesis nunca es
axiomática, sino polémica, en su enfrentamiento con las alternativas que se le
oponen. Por ello la definición de Carl Schmitt de lo político como la oposición
permanente y empírico-trascendental de amigo/enemigo podría también aplicarse a
la filosofía. Por eso, política y filosofía son dialécticas en el sentido de
que suponen e implican contradicciones y oposiciones. La verdad de una tesis
política o filosófica siempre será indirecta, apagógica, por reductio ad
absurdum de sus contrincantes, no tanto por una demostración axiomática de la
propia posición, que, por cierto, nunca está aislada, sino en lucha permanente
con otras que se le oponen. Se busca una definición del político utilizando la
técnica de las definiciones y de las divisiones y clasificaciones. Es éste el
método socrático-platónico o dialéctico o escolástico. El político es el rey
que gobierna a su pueblo igual que un pastor gobierna a su rebaño. El hombre es
un animal rebañego, mejor, el pueblo es rebañego, amante del gregarismo, de ser
un rebaño. La política es "ciencia que cría en común a los hombres."[120]
Se ve claramente que Platón nunca tuvo confianza en la capacidad política del
pueblo. La comparación del pueblo con el rebaño y del rey o político con el
pastor se presta a críticas y objeciones. No podemos confundir al rey con el
pastor ni con el tirano. Conviene pues seguir definiendo lo que entendemos por
el rey o poseedor de la ciencia real o política. Por ello, Platón irá afinando
a lo largo del diálogo la definición. Vuelve otra vez Platón a utilizar el
procedimiento de las definiciones y desde el arte de tejer, a través de unas
indicaciones sobre las ciencias auxiliares de la política, llega al tema de las
formas de gobierno. La Monarquía es un régimen político en el que el poder
recae en una sola persona. "¿No es la Monarquía uno de los que entendemos
por regímenes políticos?"[121]
A continuación vienen la aristocracia y la democracia. De estos tres regímenes
perfectos surgen formas degeneradas: "Mas, siendo estos tres, ¿acaso no
resultan en cierto modo cinco, al engendrar de sí mismos otras dos
designaciones?
-¿Cuáles?
-Considerando su condición violenta o voluntaria,
así como la pobreza o riqueza, legalidad o ilegalidad que en estas formas de
gobierno ocurren, se divide en dos cada una de las dos clases citadas, y así,
por lo que toca a la Monarquía, como ofrece dos especies, se designa con dos
nombres, tiranía o reino."[122]
La oligarquía es el gobierno de unos pocos, pero también la aristocracia lo es:
"En cambio, toda ciudad sometida al mando de unos pocos se llama
aristocracia u oligarquía."[123]
La democracia es el gobierno del pueblo: "En cuanto a la democracia, sea
por la fuerza, sea de grado, como ejerza su mando en los hacendados y ya
observe exactamente las leyes, ya no, en todo caso su nombre nadie suele
cambiarlo."[124]
Hay tres regímenes perfectos: Monarquía, Aristocracia y Democracia. Aquí se
respetan las leyes. Diríamos que tales regímenes son Estados de Derecho[125].
Hay tres formas correlativas imperfectas o incorrectas: Tiranía, Oligarquía y
Democracia demagógica diría Aristóteles. Aquí no se respeta la legalidad
establecida. Ahora bien, la bondad de tales regímenes políticos no debe
juzgarse o evaluarse para la ciencia real o política, ciencia crítica y
directora a decir de Platón, según el criterio del número de gobernantes ni
según el criterio de la violencia o la libertad ni tampoco según la pobreza o
riqueza, "sino el que haya en ellos o no una determinada ciencia"[126]
Si el régimen político está orientado por la ciencia real o política, tal
régimen es correcto o legítimo. Si no es así, es imperfecto o ilegítimo. Lo
ideal sería un gobierno sin leyes, sólo regido por el Saber y la Ciencia
políticos, tal y como quedó expuesto en la "República".
Entonces, "Por fuerza, pues, hay
que examinar ahora la cuestión del siguiente modo: en cuál de estos regímenes
llega a realizarse la ciencia del gobierno de los hombres que es, en
definitiva, la más grande y más difícil de adquirir. Se impone, en efecto,
fijar nuestra atención en ella, para así poder ver quiénes son los sujetos que
hay que apartar del rey verdaderamente inteligente; esos, digo, que se las dan
de políticos e intentan hacérselo creer a muchos, mas no lo son en modo
alguno."[127] Para empezar, la masa, el vulgo no es
filósofo. Es incapaz de adquirir la ciencia política. Si alguien tiene la
ciencia real es él quien debe gobernar por derecho propio que le otorga su
saber objetivo práctico apodíctico y necesario político. El que posee el saber
real es el verdadero y legítimo y auténtico rey. El que debe mandar lo debe
hacer ya sea de forma monárquica o democrática o aristocrática, ya sea por la
fuerza o por la legalidad. Quien tiene razón la tiene aunque no guste subjetiva
y psicológicamente al vulgo: "Y en cuanto a esos hombres, lo mismo manden
a súbditos voluntarios que forzados, ya lo hagan por medio de leyes escritas o
sin ellas, ya estén en la opulencia, ya en la pobreza, es necesario pensar,
como suponíamos ahora, que ejercen con pericia su mando, cualquiera que éste
sea."[128] La
verdad es la verdad por encima de acuerdos o consensos a lo Habermas o a lo
Apel. La ciencia política, como se ha visto, es patrimonio de unos pocos o
quizá de uno solo. La ciencia real, por lo que venimos viendo es la filosofía.
La política se identifica con la filosofía. El gobernante al final ha de ser
filósofo o a la inversa. Este rey filósofo es como el médico, su ciencia no
obedece en su estructura y verdad al consenso o a factores extracientíficos. Un
buen gobierno será aquél guiado por el saber y ello por encima de leyes
escritas, tal y como se afirmó en la "República". Ahora, en el
"Político" se va a dar la transición hacia un cierto realismo
político. De entre las formas de gobierno ha de existir forzosamente una que
sea la más perfecta y en la que la ciencia real se puede ejercer de forma más
adecuada: "Necesario es, entonces, por las trazas, que entre las formas de
gobierno exista una sola recta en grado especialísimo, aquella en que puedan
encontrarse los jefes dotados de su ciencia en realidad, no en apariencia tan
sólo, ya ejerzan el mando según leyes o sin ellas, ya con el consentimiento de
sus súbditos o sin él, ya sean pobres o gocen de riqueza; de estas últimas
consideraciones no hay que tener absolutamente ninguna en cuenta al fijar
cualquier norma de rectitud."[129]
El gobierno del saber es el único gobierno legítimo según Platón y no hacen
falta leyes escritas en tal caso. Es la única forma legítima de gobierno, pues,
"en cuanto a las demás que citamos, diremos que no son genuinas ni
constituyen en realidad formas de gobierno, sino que, imitando a ésta nuestra,
mientras aquéllas que consideramos como dotadas de buenas leyes se conforman
según los mejores modelos, las otras, en cambio, según los peores."[130]
Así, hay una forma perfecta que es el gobierno del saber, el modelo platónico.
Hay tres formas de gobierno que la imitan correctamente y establecen leyes y a
ellas se adecuan y hay tres formas que la imitan incorrectamente y son formas
degeneradas y son las peores imitaciones del modelo. El político debe saber
legislar, pero el ideal es el gobierno del saber, de la ciencia real, pues las
leyes se basan en la experiencia, mientras que la ciencia real es a priori, es
la dialéctica platónica, la ciencia eidética suprema. El conocimiento del
filósofo está por encima del conocimiento empírico. Estamos sosteniendo la misma
tesis que sostenía la "República" de Platón. Esta tesis resulta un
poco dura: "Tus demás afirmaciones, extranjero, parecen mesuradas; pero
eso de pretender que se debe gobernar sin leyes resulta un tanto duro de
oír."[131]
Respuesta de Platón: "es evidente que en cierto modo la legislación
pertenece al arte real; pero el ideal no consiste en que las leyes detenten el
poder, sino el varón real dotado de inteligencia."[132]
Pues "una ley no podría nunca abarcar a un tiempo con exactitud lo idea y
más justo para todos, y luego dictar la más útil de las normas; porque las
desemejanzas entre los hombres y los actos, y el hecho de que nada goza jamás,
por así decirlo, de fijeza entre las cosas humanas, no permiten que un arte,
sea el que sea, imponga en cuestión alguna ningún principio absoluto válido
para todos los casos y para todos los tiempos."[133]
El rey filósofo necesita las leyes como medida auxiliar para disponer lo que se
debe hacer en los casos de los que él no pueda ocuparse directamente. La
comparación con el médico es recurrente. Incluso el rey filósofo puede obligar
a su pueblo a desobedecer la ley. Esta es la constitución perfecta, el Estado
perfecto. El arte político, la ciencia real o política es superior a la ley. El
único criterio de gobierno es el bien público. El hombre prudente, sabio sabrá
lo que tiene que hacer en cada momento y sin regirse por ninguna ley universal.
La ley suplirá la prudencia y la sabiduría. El “Político” reafirma igual que la
“República” la distinción entre política ideal o verdadera y el resto de las
políticas. El “Político” señala que la política ideal no es de este mundo. Hay
que pensar en la política empírica, mundana, tal y como la configuran los
hombres de este mundo.
La
masa no está preparada políticamente. Sólo unos pocos tienen la ciencia
política: "jamás la masa, sea de los hombres que fuere, podría estar en
condiciones de adquirir semejante ciencia para administrar con reflexión la
polis, por el contrario, es en una pequeña cantidad, en un reducido número, en
la unidad incluso, donde hay que buscar aquella única constitución, la
acertada; en cuanto a las demás, hemos de tenerlas por imitaciones,"[134]
Si un Estado no se rige por el gobierno del filósofo, forzosamente ha de ser un
Estado de derecho, que se rige por la ley escrita. Esto es lo que se llama el
“imperio de la ley” y según Max Weber era la legitimación legal-racional. Ahora
bien, la política justa en segunda instancia -esto es, no lo más justo- ha de
ser en tal caso la de garantizar un escrupuloso cumplimiento de la legislación.
Tenemos que contentarnos pues con la dictadura de la ley, con el Estado de
derecho, con la rule of Law. Ahora bien, esto exige el imperio de la ley y que
la ley sea implacable: dura lex, sed lex: "El que nadie en la polis se
atreva a hacer cosa alguna contra las leyes, y quien se atreviere a ello, sea
condenado a muerte y a las penas más severas. Y esta norma es la más justa y
perfecta en segunda instancia, una vez se descartó la primera,"[135]
Como
no surgen en las ciudades reyes comparables a los que nacen en las colmenas, es
menester decidir qué hacer en el caso de que los Estados se vean necesitados de
regirse por las leyes escritas. Si no hay filósofo, el gobernante se debe regir
obedeciendo a las leyes, debe confiar en la sabiduría de las leyes. Se entra en
el nivel de los gobiernos menos perfectos. Hay siete regímenes: 1º Régimen
perfecto regido por el rey filósofo y su ciencia política o real. 2º Régimen
Monárquico. 3º Régimen Aristocrático. 4º Régimen Democrático. 5º Régimen
Tiránico (Monarquía corrompida y no sometida a la ley). 6º Régimen Oligárquico
(Aristocracia corrompida y no sometida a la ley). 7º Régimen Democrático
(Democracia corrompida y no sometida a la ley). Esta clasificación de gobiernos
menos perfectos está más cercana a la realidad que la clasificación ofrecida en
la "República". Esta clasificación combina dos factores: quien
gobierna y cómo gobierna. Cuando se respeta la legalidad la monarquía es el
mejor régimen. Cuando no se respeta la legalidad, la monarquía en forma de tiranía
es el peor régimen y el más insoportable. "Según eso, la monarquía,
vinculada en normas escritas que llamamos leyes, es la más perfecta de las seis
formas de gobierno. Sin ley, en cambio, la más perversa, la más insoportable
para vivir en ella."[136]
La democracia es incapaz de hacer grandes cosas, tanto en lo bueno, como en lo
malo. "finalmente, al de la multitud lo consideraremos en todo impotente e
incapaz de hacer nada serio, ni bueno ni malo, en comparación con las otras,
por estar en ella repartidos los cargos fragmentariamente entre muchos."[137]
Cuando todo va bien según la ley, la democracia es lo peor. Cuando todo está
mal, va contra la ley, la democracia es lo mejor. "De ahí proviene que, si
las formas de gobierno son según ley, ésta resulta la peor de todas ellas; si
al contrario, van contra ley, la mejor de todas. Y si todas son desordenadas,
es mejor vivir en democracia; más, siendo ordenadas, de ningún modo hay que
vivir en ella, sino en la primera, que con mucho ocupa el lugar preferente, y
constituye la más perfecta, exceptuando
la séptima: a ésta, en efecto -como a un dios de entre los hombres- debemos
separarla de todas las demás constituciones."[138]
Ya en Platón aparece delimitada la función judicial como una función no
política: "la fuerza de los jueces no es la fuerza real, sino guardiana de
leyes y servidora de aquélla."[139]
Esto nos recuerda a Montesquieu cuando decía que el poder judicial es casi
nulo. La ciencia política no es la función judicial ni el arte del general,
pues el poder judicial y el poder militar, así como sus respectivos saberes no
son más que ciencias auxiliares de la ciencia política. La ciencia suprema
política ha de ser entonces superior a tales actividades y puede ser definida
pues como “la que dirige a todas éstas, cuida de las leyes y de todos los
asuntos de la polis, y todo lo entreteje con exactitud extrema, si la
designamos incluyendo el sentido general de su propio poder, la llamaremos, con
toda justicia al parecer, política.”[140]
La ciencia política resulta ser una actividad de segundo grado por encima de
las otras actividades. No hace nada propio sino dirigir a las otras ciencias
que sí tienen objeto propio y específico. La política es una suerte de
metaactividad de segundo grado que regula y dirige las otras actividades. El
parecido con la filosofía es evidente. "He aquí, pues, la conclusión que
se ha de tomar a la vista de todas las ciencias expuestas: ninguna de ellas
apareció como ciencia política. En efecto: la que es realmente ciencia política
no tiene por misión "hacer" sino dirigir a las que están capacitadas
para ese hacer, sabedora de cuál sea el momento oportuno o inoportuno para
comenzar o llevar adelante los importantísimos negocios que surgen en las
ciudades, mientras que la misión de las demás se reduce a cumplir lo que les
fue ordenado."[141]
La política al igual que la filosofía tiene una labor de urdimbre.[142]
A fin de cuentas, la Filosofía y la Política se ocupan de la symploké de las
Ideas. La comparación entre el arte de tejer y la política prosigue. Hay que tener
en cuenta los diversos caracteres de los hombres y saberlos combinar
correctamente entre sí para conseguir una buena organización del Estado y de la
sociedad. Esta ciencia filosófica o política se distingue de la tiranía en que
la tiranía sólo gobierna por la coerción, por la violencia, mientras que el
verdadero hombre de Estado gobierna a los hombres voluntariamente.[143]
Por lo demás, podemos decir que es la primera vez en la historia de la
filosofía política en la que aparece la idea del gobierno mixto, que aparecerá
posteriormente en Aristóteles, Polibio y Montesquieu, aunque en este diálogo
aparece sólo desde una perspectiva psicológica. El rechazo a la tiranía es
evidente por los juicios que Platón formula contra los tiranos. En el siglo XX
hubiera rechazado a los dictadores populistas y demagogos. Igualmente hubiera
rechazado la praxis de los políticos faltos de saber: “a los que participan en
todas estas formas de gobierno –excepción hecha de la que posee la ciencia- se
impone descartarlos, convencidos de que no son políticos, sino revolucionarios,
los cuales, siendo promotores de las más torpes alucinaciones, resultan ellos
mismos los alucinados, los más burdos imitadores, los embaucadores más
vulgares, sofistas entre los sofistas.
-Posiblemente,
esta palabra se aplica a los llamados “políticos” con toda justicia.”[144]
1.3. Las "Leyes".
Esta es la última obra de
Platón. Murió Platón antes de acabarla. La obra está pues, inconclusa. La obra
refleja la filosofía política final de Platón además de ser la más extensa de
todo el corpus platonicum.
Para
empezar, Platón señala el estado de permanente bellum omnium contra omnes en
que están los Estados, su permanente estado de naturaleza, su permanente estado
de guerra: "lo que la mayoría de las gentes llaman paz no es más que un
nombre y, en realidad, hay por naturaleza una guerra perpetua y no declarada de
cada ciudad contra todas las demás."[145]
El conflicto es la base de la vida política y social y ello tanto en las
relaciones interestatales como en el Estado, como en los grupos sociales e
incluso en el interior del individuo mismo a nivel psicológico-subjetivo.
En el
libro I de las “Leyes” Platón formulará un pensamiento pacifista pues afirmará
lo siguiente: 1. Que la guerra civil ha de ser evitada a toda costa para salvar
al Estado. Lo peor que le puede pasar a un Estado es la guerra civil, “guerra
que nadie querría que surgiese en su propia ciudad y que, una vez surgida,
querrían todos que acabase cuanto antes.”[146]
Aquí se anticipa a Aristóteles. 2. Es más importante la paz que la guerra. La
guerra se hará para conseguir la paz. “Pues lo mejor no es la guerra ni la
sedición –antes bien, se ha de desear estar libre de ellas-, sino la paz
recíproca acompañada de la buena concordia…de la misma manera el que atiende a
la felicidad de la ciudad y de los individuos no sería buen político si sólo, y
en primer término, mirara a la guerra exterior; ni legislador cumplido si no
dispusiese más bien las cosas de la guerra en gracia de la paz que las de la
paz en gracia de la guerra.”[147]
Platón, como se ve, no es un militarista pues “La educación, sin duda, trae
consigo entre otras cosas la victoria, mientras que la victoria a veces trae
consigo la ineducación. En efecto, muchos, haciéndose más insolentes por las
victorias de guerra, se llenan por causa de esa insolencia de otros mil males.”[148] Entonces la función de las leyes es tender a
la paz civil, a la reconciliación de los antagonistas políticos en el seno del
Estado, así como a la promoción de una política pacífica.
Por lo
demás, no se renuncia en modo alguno en las "Leyes" al gobierno del
saber, pues afirma Platón: "Quede, pues, esto firme como opinión
declarada: que a los ciudadanos afectados de esta ignorancia no se les ha de
confiar nada que signifique gobierno, antes se les ha de reprender como
ignorantes, aunque sean muy sutilizadores y se hayan ejercitado en toda clase
de argucias y en cuanto sirve a la rapidez del ingenio;"[149]
Hay que mantener a los ignorantes
alejados del ejercicio del poder político. Además, el autogobierno de la
humanidad es imposible: siempre tiene que haber gobernantes y gobernados. Esta
asimetría es necesaria de todo punto: "Por otra parte, es necesario de
cierto que en las ciudades haya quienes manden y quienes sean mandados."[150]
A continuación Platón describe diversas formas de relaciones de poder: 1º El
poder del padre sobre el hijo en la familia. 2º El poder de la aristocracia
sobre los plebeyos. 3º El poder de los ancianos sobre los más jóvenes. 4º El
poder de los amos sobre sus esclavos. 5º El poder del fuerte sobre el débil. 6º
El poder del sabio sobre el ignorante. Y
7º El poder democrático del que por sorteo ha sido nombrado gobernante.
Es la ignorancia la que lleva a los Estados a la decadencia y a la destrucción.
Como hay ausencia de sabiduría en los Estados, en la política, es conveniente
establecer límites al poder político. Jamás debe establecerse una autoridad
demasiado poderosa que no esté controlada y limitada por otra autoridad. Es un
anticipo de la tesis de Montesquieu de que el poder sea quien limite al poder.
Se trata así, de "que la ley no debía establecer poderes grandes ni
tampoco absolutos:"[151]
Hay según Platón, dos regímenes básicos o madres como los llama él: Monarquía y
Democracia. Los demás se derivan de
ambas formas políticas primigenias: "hay como dos regímenes-madres, de los
que puede decirse acertadamente que nacen todos los demás; y al uno debemos
llamarle monarquía y al otro democracia.[…] Todos los demás regímenes
presentan, como dije, variedad
de matices de esos dos y es fuerza que en algún modo
participen de ambos, si ha de haber en ellos libertad y concordia concertadas
con la razón;"[152] Hay que
alcanzar un justo medio, un equilibrio conforme al buen sentido. Hay que
tener en cuenta a las cuatro virtudes cardinales a la hora de gobernar:
prudencia, justicia, fortaleza y templanza. Así se produce en Platón el
hallazgo del gobierno mixto. El gobierno ha de ser el resultado de un
equilibrio de fuerzas o que en él se combinen adecuadamente los elementos
monárquicos y democráticos de organización política.[153]
Entonces
se concibe un Estado con el pensamiento, a priori, conceptual, ideal, aunque
teniendo esta vez en cuenta más las circunstancias reales y empíricas que en la
"República". Respecto al territorio, la ciudad-Estado estará lejos
del mar. Se trata de evitar las influencias externas así como el peso de las
masas democráticas en el caso de que hubiese una flota. El ideal pues, es el
aislamiento geográfico y la autosuficiencia o autarquía económica para no
necesitar del comercio. El gobernante ideal de tal Estado será un tirano joven
e inteligente, provisto de una extraordinaria nobleza moral. Es el filósofo
otra vez: "Dadme la ciudad sometida a un tirano. […] Sea este tirano
joven, de buena memoria, dócil, valeroso y magnífico por naturaleza."[154]Además,
será menester contar con la presencia y la colaboración de un legislador u
hombre de Estado sabio en extremo. Será así el régimen perfecto, aquél en el
que recaiga el poder en dos jefes. "Según parece, afirmas que de la
tiranía sale la mejor ciudad si cuenta con un legislador consumado y un tirano
virtuoso, y que el paso de una cosa a otra es entonces más fácil y rápido; en
segundo lugar viene la que nace de una oligarquía -¿no dices eso?-, y en
tercero la que de una democracia."[155]
Respuesta correctora de Platón: "De ningún modo: el mejor origen es una
tiranía; el segundo un régimen de realeza; el tercero una cierta democracia. En
cuarto lugar está la oligarquía: es la que con mayor dificultad dará lugar a
una generación semejante; pues en ella es donde hay el mayor número de
potentados. Decimos que lo dicho nace cuando existe un verdadero legislador y
concurre en él una cierta fuerza común con los que pueden más en la ciudad; en
donde este elemento es más corto en número por un lado y más fuerte por otro,
como ocurre en la tiranía, hay modo y ocasión tales que el cambio suele ocurrir
con la mayor rapidez y facilidad."[156]
En última instancia, al igual que en la "República", todo depende de
quién sea el que gobierne. Aquí entonces si el filósofo-político o el político
ilustrado filosófico se encontrara con un tirano ilustrado y benévolo también,
ello sería el régimen perfecto ya que el déspota se hallaría en situación de
poder poner en práctica las reformas que aquél le sugiriese. Si el tirano es
bueno, todo irá bien por su poder omnímodo para cambiar todo lo que sea
menester en orden a conseguir la armonía y la justicia política. Se trata de
"que cuando ésta en su máximo grado coincide en un hombre con la prudencia
y la moderación, se produce en consecuencia el nacimiento del mejor régimen y
de las mejores leyes; y que si no es así, no hay que pensar en que se
produzcan."[157]Todo
depende pues, de un feliz azar. En el gobierno del Estado hay que dar primacía
a lo más divino del hombre, a la razón. La ley pues, será lo dispuesto por la
razón. Lo más importante será el
gobierno de la Ley impersonal y producto de la razón. Hay además tantas leyes
como regímenes políticos. De todos modos, la orientación hacia el gobierno del
saber aparece clara en la necesidad enunciada por Platón de colocar preámbulos
justificatorios racionalmente de la necesidad de la ley en cuestión de que se
trate. Es muy importante que las leyes no solo manden con claridad y firmeza,
sino que se trata además de que sus preceptos convenzan a los ciudadanos. En el
gobierno se pueden y se deben utilizar tanto la persuasión como la fuerza. El
objetivo de la ley es educativo. Se trata de fomentar la virtud. “Todo aquel
que se ocupa de la ley como lo hacemos nosotros no está estableciendo la ley
para los ciudadanos, sino educándolos”.[158]
El legislador pues, no debe buscar el favor del vulgo. Hay dolores buenos y hay
placeres malos tal y como ya dijo Platón en el “Gorgias”.
Según
Platón, "hay dos aspectos en la función política, la atribución de las
magistraturas a cada uno de sus titulares y la distribución de los reglamentos
entre las magistraturas."[159]
Ahora bien, antes conviene depurar a la sociedad de sus elementos más
degenerados, pues "en lo que toca a los hombres no hay nada más grave para
el legislador que la búsqueda y la interpretación de qué es lo que conviene en
cada caso, tanto en punto a depuraciones como por lo que toca a todas las demás
actividades."[160]
Hay varios tipos de depuraciones. Todo depende del poder del gobernante para
poderlas llevar a cabo. De todos modos, entre las depuraciones, la mejor es la
más dolorosa por ser ésta la más eficaz. "Ahora bien, la mejor de las
depuraciones es la dolorosa, como ocurre con las drogas en casos parecidos: es
la que lleva a la corrección por medio de un castigo basado en la justicia y
establece como punto extremo del castigo la muerte o el destierro; que así es
como suelen ser quitados de en medio los que, habiendo cometido los más grandes
delitos y siendo incurables, constituyen el mayor daño que pueda haber para la
ciudad."[161] La
más dura es la muerte de los degenerados. Otra depuración, más suave es el
destierro, eufemísticamente denominado "colonia". "Y he aquí
ahora cómo será la más suave de nuestras depuraciones: a todos cuantos, movidos
por la carencia de recursos, se declaren dispuestos y preparados a seguir a sus
jefes en la marcha de quienes no tienen contra lo de aquellos que tienen, a
esos, que son como una enfermedad crónica en la ciudad, se les envía, con los
mejores modos posibles, a un destierro al que se dará por eufemismo el nombre
de colonia."[162]
El
Estado ha de ser una verdadera administración pública. La democracia, la
oligarquía y la tiranía son formas de gobierno indeseables porque son
clasistas. Son gobiernos que favorecen sólo a una parte de la sociedad. Estos
sistemas políticos son partidos, son facciones, no forman un Estado. Y su
noción de justicia no es tal. “Después de producirse una lucha por el mando,
los vencedores se apropiaron con tal fuerza la cosa pública que no dejaron a
los vencidos la más mínima parte del poder, ni tampoco a sus descendientes; y
viven vigilándose unos a otros a fin de que nadie se revuelva alzándose con el
mando por el rencor de los pasados males. De éstos decimos nosotros, sin duda
alguna, que no son tales regímenes, como también que no son rectas leyes las
que no se establecen en razón de la comunidad total de la ciudad. Donde las
leyes se hacen en gracia sólo de unos
cuantos, decimos que no hay ciudadanos, sino sediciosos, y que su pretendida
justicia no es sino un nombre vano.”[163]
A nadie se le debe confiar el gobierno por razones de alcurnia o de riquza o
poder social, sino sólo porque tal individuo tenga capacidad política, carácter
adecuado y cualidades de buen gobernante y por encima de todo, que respete a la
Ley, pues ésta se halla por encima de los gobernantes y éstos deben estar
sometidos a ella. El Estado existe pues no para el bien de una clase
determinada sino al servicio del bien común, para que todos los ciudadanos
vivan conforme es debido y sometidos al Imperio de la Ley.
Platón
concede gran importancia al número de habitantes de la polis y su número de
ciudadanos. Hay que buscar la mesura y evitar la desproporción. Por eso, el
número de ciudadanos terratenientes será de 5040. Este número es el resultado
de multiplicar 1x 2 x 3 x 4 x 5 x 6 x 7= 5040.[164]
Este número tiene hasta 59 divisores. Ofrece pues, la posibilidad de agrupar la
población en muchas combinaciones. Platón vuelve a insistir en la necesidad del
comunismo, porque en "la primera ciudad y constitución y las mejores leyes
se darán donde en el mayor grado posible ocurra por toda la ciudad aquello que
desde hace tiempo se dice: y lo que se dice es que realmente las cosas de los
amigos son comunes. Así, pues, si hay algún lugar en que ahora suceda esto o
algún día haya de suceder, que sean comunes las mujeres y comunes los hijos y
comunes las riquezas todas, y en que haya sido extirpado de la vida por todos
los medios y en todas partes todo aquello que se suele calificar de propio, e
inventado un medio para que en la medida de lo posible lleguen a ser comunes de
una manera u otra incluso las cosas que son personales por naturaleza, de
suerte que parezca que hasta los ojos los oídos y las manos ven, oyen y obran
en comunidad, y en que todos alaben y censuren con la mayor unanimidad posible
alegrándose y entristeciéndose ante las mismas cosas; en una palabra, si hay
unas leyes que, en la medida de su poder, den la mayor unidad posible a una
ciudad, no habrá jamás nadie que pueda formular una definición más justa ni
mejor de lo que es el más alto grado de excelencia. Una ciudad semejante, sean
dioses o hijos de los dioses quienes la habiten en número superior a uno,
proporcionará a quienes vivan así el habitar dichosos, por lo cual no es
necesario ir a ninguna otra parte para buscar un modelo de constituciones, sino
atenernos a este tipo y buscar una que sea en todo lo que cabe semejante a
ésta."[165] No
renuncia Platón a su ideal de comunismo filosófico entre los ciudadanos. Ahora
bien, aquí y ahora se impone el realismo. La segunda forma de Estado, menos
perfecta, va a ser la que va a describir a continuación Platón, es precisamente
más concorde con las cosas reales y aún quedaría una tercera que sería preciso
estudiar y considerar si las condiciones objetivas reales fuesen aún más
desfavorables o menos adecuadas para las construcciones platónicas ideales.
Ante el abandono del comunismo, procede el reparto de los bienes de forma
equitativa entre los ciudadanos. Hay que admitir pues, la propiedad privada
bien que con limitaciones en las diferencias de patrimonio entre los
ciudadanos. La propiedad privada sufre así severas restricciones. Primero, la
tierra será repartida en lotes iguales para todos los ciudadanos. La tierra
será inalienable en el futuro. Segundo, los ciudadanos establecerán el
mayorazgo. Sólo podrá heredar la tierra un hijo. Tercero, los hijos sin
herencia serán adoptados por las familias que no tengan descendencia. Cuarto,
habrá que admitir un control de la natalidad para que el número de ciudadanos
adultos varones terratenientes del Estado se mantenga en 5040. En caso de
defecto de población se admiten inmigrantes. En caso de exceso se envían a
fundar colonias. En este Estado los negocios les están prohibidos a los
ciudadanos, así como los trabajos manuales o artesanales, por ser serviles y
envilecedores del cuerpo y del alma. "En efecto, en una tal organización
los negocios no existen en absoluto, pues está concorde con ella el no ser
necesario ni lícito para nadie el dedicarse a ninguno de los negocios que, por
ser esa ocupación censurable que se llama artesanía capaz de privar de libertad
a los caracteres, son indignos de toda persona libre, ni el pretender en modo
alguno atesorar riquezas por ninguno de esos procedimientos."[166]
Se sigue buscando pues la unidad moral del Estado y se trata de evitar el
surgimiento de diferencias sociales y económicas que fomentarían el egoísmo, el
individualismo, la falta de cohesión social y por tanto, la desunión y la guerra
civil. La virtud y la riqueza son incompatibles para Platón, así como la
pobreza y la virtud son también igualmente incompatibles entre sí. Esto es lo
que los liberales nunca le han perdonado a Platón. La austeridad está reñida
con el consumismo y con el capitalismo. Si es verdad que la filosofía se
identifica con el comunismo y con el socialismo, entonces, la filosofía es
incompatible con el capitalismo. Esto es lo que vino a decir Ernst Bloch, que
el avance del capitalismo ha hecho entrar a la filosofía en decadencia. Por lo
demás, siguiendo con Platón, éste prescribe que no debe haber ni oro ni plata
en su Estado: "Y además de esto hay aún otra ley que sigue a todas esas, y
es que a ningún particular le esté permitido el poseer nada de oro ni plata, con
excepción del dinero necesario para el intercambio cotidiano que es casi
indispensable hacer con los artesanos y de aquel con que hay que pagar sus
sueldos a todas las personas de esa índole de quienes tiene uno necesidad:
mercenarios, siervos e inmigrantes. Razones por las cuales afirmamos que deben
tener una moneda válida para ellos, pero que no tenga valor entre los demás
humanos."[167]
Esto mismo ocurría con las monedas de curso legal en los países del socialismo
realmente existente en el Este de Europa hasta 1989. El legislador será
realista y tratará de adecuar las leyes a la realidad social y política del
Estado del que se trate. En todo caso, la riqueza es incompatible con la virtud
y con la felicidad tanto del individuo como del Estado: "de entre estas
cosas hay unas que es factible que sucedan, y otras que no; pues bien, el
organizador debe querer las que son posibles, y las que no lo son, ni las
querrá con vano deseo ni menos pondrá mano en ellas. Que los que son buenos
sean también felices es cosa que debe suceder casi inevitablemente, y esto
habrá de quererlo él; pero, en cambio, que sean buenos los muy ricos es
imposible, al menos si se trata de aquellos a quienes los más califican de
ricos, que así son calificados aquellos pocos de entre los hombres que poseen
cosas que valen mucho dinero, es decir, lo que no pueden tener más que los
malos. Ahora bien, si esto es así, yo no convendría con ellos en que el rico
pueda ser realmente feliz si no es también bueno: no, sino que ser a la vez señaladamente bueno y señaladamente
rico es cosa imposible"[168]
Mientras que el liberalismo señala que la libre iniciativa económica privada es
positiva socialmente y que el que haya riqueza en pocas manos, que haya ricos,
es beneficioso para la sociedad toda, Platón adopta una actitud antiliberal y
antimercado libre. Los muy ricos no son buenos y si no son buenos tampoco son
dichosos. La crítica social de Platón es demoledora, tanto desde el punto de
vista de la ética como desde la política. La sociedad platónica diseñada en las
"Leyes" es una sociedad agraria y en esta sociedad "no hace
falta oro ni plata […] ni tampoco un gran tráfico comercial con artesanía,
usura e innobles ganaderías, sino sólo cuanto da y produce la labranza, y aun
de esto únicamente todo lo que no obligue al traficante a desentenderse de
aquello para lo cual está hecho el dinero, que es el alma y el cuerpo, los
cuales sin la gimnástica y la restante educación no merecerían la pena de que
se interese uno por ellos."[169]
Al igual que ocurría en la “República”,
hay que evitar la excesiva riqueza y la excesiva pobreza en el Estado.
Se trata pues, de que "no haya en ninguno de los ciudadanos ni extrema
pobreza ni tampoco grandes riquezas."[170]
El ideal sería que todos los ciudadanos fueran económicamente iguales, pero
como esto no es posible, se admite que cada uno pueda poseer bienes muebles
hasta un cuádruplo del valor del lote de tierra. En todo caso, el principio que
debe regir todo esto consiste en que “el dinero debe ocupar el último lugar en
la escala de valores”, después del cuidado propio del alma y el cuerpo.[171]
La ocupación del ciudadano es la de dedicarse a la política, mantener el orden
social del que disfruta. Esta es una tarea que exige mucho estudio y mucha
práctica. Los ciudadanos no trabajarán
ni tendrán oficio alguno. Trabajarán los esclavos y los extranjeros o metecos.
El diálogo se extiende en la consideración de la organización geográfica del
Estado y ello tanto de la ciudad como del campo, aplicando pautas extraídas de
la geometría. Platón parece estar convencido de la bondad de las matemáticas
para resolver acertadamente otras muchas cuestiones sociales de muy diversa
índole. El pitagorismo nunca desapareció del todo en Platón.
Se
trata ahora de establecer la constitución política del Estado. A este respecto
afirma Platón lo siguiente: "He aquí los dos momentos que hay en toda
organización de un régimen político; en primer lugar, los establecimientos de
las magistraturas y de quienes hayan de ocuparlas, es decir, cuántas es
menester que sean y de qué manera han de ser establecidas; y después, entonces
es ya cuando hay que asignar a cada magistratura sus normas, esto es, la
cuestión, en ese segundo momento, de cuáles y cuántas y de qué índole es
conveniente que las tenga cada una de aquéllas."[172]
Se trata ya de concretar en qué consiste el régimen mixto propuesto por Platón.
En primer lugar está la magistratura de los 37 guardianes de la ley, hombres
maduros y probados de al menos 50 años de edad. El Consejo se compone de 360
miembros. Cada una de las cuatro clases económicas aporta una cuarta parte, 90
miembros. Cada clase lo es según el monto de su propiedad mobiliaria. Según
Platón este régimen es intermedio entre la monarquía y la democracia, "de
los cuales es menester que siempre participe toda constitución; pues no es
posible que jamás se hagan amigos los esclavos y los dueños, ni tampoco la
gente baja y los hombres de pro, a pesar de que se hable de las mismas
dignidades para unos y otros."[173]
Platón no cree que todos los hombres sean iguales. Tiene que haber una cierta
igualdad entre los ciudadanos, pero en la polis, en el Estado hay hombres sin
derechos: extranjeros, esclavos, mujeres. En un estilo que luego retomará
Aristóteles en su "Política" afirma sin ningún empacho Platón: "Porque
para quienes son desiguales la igualdad se hará desigualdad si no se le aplica
una medida, y esas son las dos causas por las que se llenan de disensiones los
regímenes políticos."[174]
Aquí se adivina la posterior distinción aristotélica entre justicia conmutativa
y justicia distributiva. Hay una igualdad consistente en dar a todos lo mismo y
hay otra igualdad que es la de oportunidades pero que consistiría en el lema
"a cada uno según sus méritos". Ambas son homónimas, pero son
diferentes. Hay que tender, según Platón a fomentar la justicia distributiva,
la justicia según los merecimientos de cada cual: "Ahora bien, para
nosotros, según creo, la política no es nunca más que esto mismo, lo justo, a
lo cual, ¡oh Clinias!, debemos ahora tender, teniendo la vista fija en ese tipo
de igualdad, en la fundación de la ciudad que ahora está naciendo."[175]
La igualdad azarosa, democrática hay que evitarla en la medida de lo posible.
La otra, la meritocrática, es la mejor. Platón habla con prolijidad de más
cargos públicos. Sigue una detallada descripción de lo que entiende Platón por
poder judicial. Atención especial merecen los magistrados encargados de la
música y la gimnasia. Platón además cita un magistrado encargado de la
educación. Es una especie de ministro de la educación. La educación sigue siendo importante en el
Platón viejo: "es menester que el legislador no permita que la educación
de los niños venga a ser cosa secundaria ni accesoria, y puesto que lo primero
por lo que hay que comenzar es que sea escogido como es debido quien haya de
ocuparse de ellos, será necesario que aquél haga todo cuanto esté en su mano
para establecer e imponer como encargado de ellos a aquel de entre los
ciudadanos que sea el mejor en todos los aspectos."[176]
Este magistrado se elige para un mandato de cinco años. Los matrimonios deben
celebrarse siguiendo los intereses del Estado, al igual que en la
"República". "En una palabra, haya en todo caso una sola
consigna en cuanto a matrimonios: es imprescindible que cada cual contraiga las
nupcias que vayan a convenir a la ciudad, no las más placenteras para sí."[177]
El Estado está por encima del individuo. El matrimonio es obligatorio y la ley
regula la intimidad de la vida conyugal. En el Estado predomina el régimen
mixto de monarquía y democracia, que Aristóteles criticó afirmando que el
régimen mixto lo es entre democracia y oligarquía y que el predominio lo es de
la oligarquía (Política, II, 6; 1266 a.). La religión ocupa un lugar muy
importante en la legislación y en el Estado platónico diseñado en las
"Leyes". Todas las instituciones tienen una dimensión religiosa para
legitimarlas. El Platón viejo parece influido notablemente por su tío Critias.
Platón
es duro con los esclavos. Esto nos puede escandalizar notablemente hoy día pero
es una hipocresía si consideramos la situación en que se hallan los extranjeros
inmigrantes, los trabajadores del servicio doméstico y el trabajo asalariado en
general. Igual que hoy no nos escandaliza la diferencia de riqueza y poder
social y el trabajo asalariado lo consideramos "normal" y
"natural", para los griegos, para Platón y también como veremos más
adelante, para Aristóteles, la esclavitud era algo normal y natural. Así es
como hay que obrar con los esclavos: "Ahora bien, cuando se tenga razón es
preciso castigar a los esclavos y no limitarse a amonestarles como a hombres
libres haciendo así que se estropeen; y es menester por lo regular que ninguna
palabra dirigida a un esclavo sea otra cosa que un mandato, y que en ningún
caso se empleen jamás con los criados, sean éstos varones o hembras, chanzas
con que suelen muchos echar a perder muy imprudentemente a los esclavos
haciendo más difícil la vida de éstos como subordinados y la de sí mismos como
dueños."[178] La
distinción entre lo público y lo privado desaparece en Platón como algo
enteramente carente de sentido alguno. Todo es competencia del legislador y del
Estado: "Así pues, quien se proponga sacar a la luz leyes acerca de cómo
es menester que obren en su vida oficial y pública las ciudades, pero crea que
acerca de lo privado no conviene nada que sea una coacción, antes bien, que es
preciso que cada cual tenga libertad para vivir como se le antoje a lo largo
del día entero sin necesidad de que la ordenación se extienda a todo, y por
ello deje sin regular lo privado, creyéndose que así van ellos a consentir en
vivir conforma a leyes en lo público y oficial, ese no tiene razón en opinar
así."[179]
En el
libro VII Platón se ocupa extensamente de la educación. Nos expone sus ideas
acerca de la infancia, formación del ser humano, cuidados, crecimiento. Los
paseos de las embarazadas ocupan también la reflexión de Platón. También cómo
deben las ayas mecer a los niños, etc. De tres a seis años los niños deben
jugar juntos en los templos, vigilados por niñeras, y a partir de los seis años
se les separará y a cada sexo se le educará aparte, por más que Platón no
renuncia del todo a su igualitarismo sexual proclamado anteriormente en la
“República” Siempre jugarán a los mismos juegos y cantarán las mismas
canciones. Hay que huir en esto de las novedades. Luego, posteriormente, la
formación será musical y literaria. La censura aparece de nuevo aquí como algo
necesario. Se compondrá para ellos una antología poética estatal. Habrá que
construir escuelas públicas. La educación es un asunto estatal, público, no
privado. Estas escuelas públicas serán provistas de profesores extranjeros a
sueldo, puesto que los ciudadanos no pueden ser profesores ni maestros Las
matemáticas son la culminación de la instrucción pública.
En el
libro VIII se proponen leyes sobre las fiestas religiosas y sobre los
certámenes. Platón se muestra en contra de la homosexualidad y en contra de la
pederastia. Los ciudadanos no pueden dedicarse más que a la política, a la
guerra y a la religión. Los ciudadanos no pueden dedicarse a las actividades
económicas.
El
peor enemigo del Estado es el sedicioso. "El que, llevando una persona al
poder, esclaviza las leyes y deja a la ciudad sometida a una camarilla y además
quebranta la legalidad ejecutando todo esto por la violencia y suscitando una
sedición, ha de ser considerado necesariamente como el mayor enemigo de la
ciudad entera."[180]
Si alguien no tiene remedio, sólo la muerte es la solución. "Reconociendo
que para ellos mismos no hay ventaja en vivir y que, partiendo de esta vida,
podrían beneficiar doblemente a los demás, por servirles de escarmiento contra
la injusticia y por dejar la ciudad libre de malvados, ese legislador ha de
poner por fuerza la muerte como castigo de tales delitos,"[181]La
justicia es igual de importante en las "Leyes" que en la
"República", sólo que aquí se hace un análisis mucho más
pormenorizado y empírico y teniendo en cuenta las circunstancias reales.
En el
libro X de las "Leyes" llegamos a algo verdaderamente importante
desde el punto de vista de la Historia de la Filosofía. Se trata de algo que se
puede comparar por su importancia y por su contenido con los postulados de la
razón práctica enunciados por Kant. Hay tres actos de impiedad que son
intolerables para el Estado según Platón: 1º El Ateísmo, la negación de la
existencia de los dioses; 2º La creencia de que los dioses existen pero les es
indiferente lo que los hombres hagan; 3º Los dioses existen pero se les puede
convencer con regalos. "Sea, pues, así: nadie que creyera en los dioses conforme
a la ley cometió jamás voluntariamente ningún hecho impío ni dejó escapar
contra ellos palabra fuera de regla; si lo hizo, fue por hallarse en una de
estas tres situaciones: o no creía, como acabo de decir, en los dioses; o bien,
creyendo en ellos, negaba que se preocupasen de los hombres; o, en tercer
lugar, juzgaba que era fácil persuadirlos con sacrificios o seducirlos con
plegarias."[182]
Aquí se muestra lo importante que es para la teología platónica el diálogo
"Leyes". Platón considera sucesivamente las siguientes posiciones
arriba mencionadas. Primero el ateísmo. Es una doctrina fundada en el azar, en
la no existencia de teleología en el universo. No hay providencia. Sólo hay
causas mecánicas. Ser ateo para Platón equivale a sostener que el mundo y sus contenidos
son el producto de movimientos irracionales y sin sentido y de causas mecánicas
y de contenidos corporales. Se trata de refutar el ateísmo. Los ateos son
"Esos hombres, mi bendito amigo, afirman ante todo que los dioses existen
por el arte, quiero decir, no por naturaleza, sino por determinadas
prescripciones legales, y que son distintos en cada sitio, según cada pueblo
acordó consigo mismo al darse las leyes;"[183]
Es la tesis del origen político de la religión como invento de los sacerdotes,
como opio del pueblo para que el pueblo obedezca las leyes. Esta tesis la
sostuvo el tío de Platón, el sofista Critias. Platón parece sostener la
necesidad de la religión para mantener el orden social y por ello insiste en
querer demostrar la existencia de la divinidad como una cuestión de Estado. En
cuanto a la sinceridad de Platón en lo que respecta a sus creencias teológicas,
ahí no podemos decir nada al respecto. No es posible una sociedad justa
compuesta de ateos honrados. Esta parece ser la tesis platónica. El alma no es
muy conocida por los ateos. El alma gobierna los cuerpos. Es anterior a ellos.
El movimiento del alma precede al movimiento del cuerpo. El alma preside las
cosas y los movimientos de nuestro cuerpo. El alma es el principio del
movimiento. El alma es principio de su propio movimiento. "el alma se nos
revela con toda propiedad como anterior a todo, pues resulta ser principio del
movimiento."[184]
Como consecuencia de esto, afirma Platón: "Pues exacta, firme,
verdaderísima y definitivamente podemos dejar dicho que el alma es en nosotros
anterior al cuerpo, y que el cuerpo es lo segundo y postrero, mandando aquélla
y obedeciendo éste conforme a naturaleza."[185]
Hay que añadir además que "si el alma se mostraba como anterior al cuerpo,
las cosas propias del alma serían también anteriores a las del cuerpo."[186]
Entonces el alma será también la causa de los bienes y de los males, de lo
hermoso y de lo feo, de lo justo y de lo injusto. El alma es la causa de todo.
El alma rige el cielo. Hay por lo menos dos almas: el alma buena y el alma
mala. La teología platónica está dominada por la idea de la regularidad de la
naturaleza, a partir de donde se deduce la existencia del alma buena. Dios es
un alma. El universo es el resultado de un designio divino. Conclusión: Respuesta
al ateo: "Que, o nos demuestre que no tenemos razón al suponer que el alma
es el primer origen de todas las cosas, ni tampoco en todo lo demás que dijimos
como consecuencia de ello, o bien que, si no puede explicarse mejor que
nosotros, nos haga caso y viva creyendo en los dioses durante el resto de su
vida."[187]
En
cuanto a la doctrina que afirma que los dioses existen pero que no se preocupan
de los asuntos humanos, Platón tampoco puede aceptarla porque pondría en
entredicho todo lo anteriormente dicho sobre el alma. "No hay por tanto,
entre los dioses ninguno que se despreocupe por indolencia ni por pereza; pues
nada tienen que ver, creo yo, con la cobardía."[188]
Respecto
a la doctrina que afirma que los dioses existen, se preocupan de los hombres pero
se dejan halagar por regalos y dones, también es inaceptable para Platón esta
posición impía, "pues bien, eso otro de que los dioses se dejan ablandar
recibiendo regalos de los pecadores, esto no se le puede admitir a nadie, sino
que hay que refutarlo por todos los medios de que dispongamos."[189]
Llega
el momento de tomar medidas legales y penales contra la impiedad. "Si
alguno comete impiedad de palabra o de obra, que todo el que se lo encuentre
pueda reprimirle dando cuenta a los magistrados, y los primeros de entre los
magistrados que se enteren de ello háganle comparecer según las leyes ante el
tribunal designado para entender en estos asuntos; y si hay alguna magistratura
que, habiendo sido informada, no obre así, hágase ella reo de impiedad ante todo
el que quiera castigarla de acuerdo con las leyes."[190]
Habrá prisión para los impíos en principio. Sin embargo, los ateos honrados
tendrán un tratamiento especial: "Porque aquellos que, no creyendo en
absoluto en la existencia de los dioses, tengan anejo a su naturaleza un
carácter justo, esos se hacen odiadores de los malos y, por el desagrado con
que ven la injusticia, no toleran el hacer cosas de esa índole y rehuyen a los
no justos de entre los hombres amando en cambio a los justos, mientras que hay
otros de quienes, aparte de la creencia de que todo está vacío de dioses, es
propia la incontinencia en el placer y en la pena, y en quienes hay también,
además, una memoria poderosa y una viva facultad de aprender; pues bien, el no
creer en los dioses será un mal común que afectará tanto a los unos como a los
otros, pero en relación con el perjuicio causado a los demás hombres el uno es
natural que se haga menos daño y el otro que se haga más. Porque el uno será
todo franqueza en sus palabras con respecto a los dioses o a los sacrificios y
juramentos, y quizá lo más que hará, si no recibe su merecido, sea el volver
como él a otros con su ridiculizar a los demás; mientras que el segundo,
opinando igual que el primero, goza, además, de reputación de hombre de buenas
dotes y es maestro en astucias y emboscadas, y en su clase es donde se forman
en gran número los adivinos y cuantos se afanan en torno a la magia de toda
índole, y a veces también es de entre ellos de donde surgen los tiranos, los
políticos, los generales y los que conspiran a hurtadillas en ritos místicos, e
igualmente las artimañas de los llamados sofistas."[191]
Según Platón, se trata de los herejes o impíos que trafican o se aprovechan de
la superstición e ignorancia de los otros ciudadanos para sacar provecho de
ellos o fundan cultos religiosos inmorales. A éstos el Estado los condenará a
cadena perpetua y se les tendrá presos en la parte más desolada del país, y
cuando mueran se arrojarán sus cuerpos sin darles sepultura, y a sus familiares
se les considerará como a menores de edad y pupilos del Estado sometidos a su
tutela permanente. Los ateos pueden ser honrados y pueden ser degenerados,
amorales, situados más allá del bien y del mal. En este último caso, son un
auténtico peligro público para el Estado y para la salud política y moral de
los ciudadanos. Según Platón, la raíz de todo comportamiento político sedicioso
es la impiedad. El impío ateo hipócrita merece la muerte. El impío o ateo
honrado sólo merece la cárcel acompañada de amonestación. Si después de la
cárcel persiste en su impiedad o ateísmo, será castigado con la muerte.
Los
herejes moralmente inofensivos será recluidos durante cinco años –por lo menos-
en la casa-correccional adonde irán a visitarle los miembros del Consejo
Nocturno, que razonarán con él acerca de lo erróneo de su conducta. A los
convictos de las dos herejías más graves se les condenará a un encierro más
largo. La reincidencia será castigada con la pena de muerte. En
También
quedan prohibidas las sectas destructivas y los santuarios y los cultos
privados por lo que se ha dicho antes de los embaucadores magos y sacerdotes de
lo que hoy llamaríamos “sectas destructivas”.
El
Estado platónico está en contra del parasitismo social, de los vagos y
maleantes. "Que no haya ningún mendigo en nuestra ciudad, y si alguien se
dedicare a esa ocupación de allegar recursos por medio de súplicas incesantes,
expúlsenle de la plaza los reguladores del mercado, y de la ciudad el cuerpo de
reguladores de la ciudad, y que los del campo les vayan encaminando desde los
distintos distritos hasta la frontera, para que de ese modo quede el país
absolutamente limpio de animales de tal ralea."[192]
El que
un ciudadano pleitee sin necesidad y en reiteradas ocasiones para sacar
provecho pecuniario, aprovechándose y abusando del derecho y de la legalidad,
podrá ser condenado a muerte. “Aunque son muchas las cosas hermosas que hay en
la vida de los hombres, a la mayoría de ellas les es inherente una especie de
maleficio que las ensucia y las corrompe. Así, por ejemplo, ¿cómo no va a ser
cosa bella la justicia de los hombres, que es la que mantiene amansado al
género humano? Y si ello es bueno, ¿cómo no vamos a tener por bueno también el
litigar? Pues bien, a estas cosas, que así son, lo que las desacredita es un
azote que se ha puesto por delante el bello nombre de arte y que, en primer
lugar, afirma que existe un procedimiento para pleitear y que éste a su vez es
el que está capacitado para vencer en procesos propios o en la ayuda a otro que
litigue, y ello tanto si es justo como si no lo que se haga en relación con
cada pleito; y que este arte como tal, y el modo de argumentar que de ella nace
pueden serle dados a cualquiera que a cambio de ellos dé dinero. Pues bien,
esto bien sea efectivamente un arte o bien una cierta rutina empírica
desprovista de arte alguno, esto es absolutamente necesario que no surja en
nuestra ciudad. Y ante el requerimiento del legislador para que obedezca sin
decir cosa contraria a la justicia quien no quiera marcharse a otro país, la
ley callará respecto a quienes lo cumplan, pero para los desobedientes hablará
del siguiente modo: si se descubre que alguien está intentando pervertir y
deformar el sentido de la justicia en las almas de los jueces y multiplicar
indebidamente los pleitos o ayudar a quien lo haga, que todo el que quiera
pueda procesarle por perversa tendencia a pleitear o a ayudar al pleitista y
sea juzgado ante el tribunal de los escogidos, y si es condenado, decida el
tribunal si parece haber hecho cosa semejante por amor de la riqueza o por amor
propio, y si es por amor propio, que le fije el tribunal la longitud del
período durante el cual no le será lícito al tal incoar procesos contra nadie
ni ayudar a quien los tenga, y si es por codicia, el extranjero culpable habrá
de marcharse del país sin regresar jamás so pena de muerte, y el ciudadano
morirá a causa de este afán de riquezas entronizado en él por encima de todo. Y
si hay alguno que sea juzgado dos veces por haber hecho cosa tal movido de amor
propio, muera también.”[193]
La
corrupción está castigada con la pena de muerte, al igual que ocurría en la
URSS o en China, países de socialismo real. La apropiación fraudulenta de
fondos públicos, esto es, la corrupción, la malversación de fondos, etc. será castigada con la pena de muerte si el
delincuente es un ciudadano, puesto que el hombre que, habiendo recibido del
Estado el beneficio de la educación, se comporta de tal modo es irrecuperable,
incorregible. Sólo le queda la muerte. En cambio, si el delincuente es extranjero
o esclavo, los tribunales decidirán qué pena imponerle, considerando que quizá
se le pueda curar todavía. “Si hay alguien que hurte cualquier cosa de dominio
público, el castigo necesario será idéntico si es pequeña como si es grande;
porque el que hurta algo pequeño lo hace con la misma codicia, sólo que con
menos poder, mientras que, en cambio, delinque plenamente el que coge una cosa
mayor sin haberla depositado antes. Y así la ley no reclama que se castigue a
ninguno de ellos con pena menor que la del otro por causa de la magnitud del
hurto, sino, si acaso, porque en un caso se trate de algo que todavía puede
sanar y en el otro de una cosa incurable. Por lo tanto, si es un extranjero o
un siervo aquel a quien se declare ante el tribunal convicto de hurto de alguna
cosa pública, como probablemente se tratará de un mal curable, que se tome una
decisión acerca de qué es menester que sufra o cual es la multa que deba pagar;
mas si es un ciudadano, educado como tendrá que haberlo sido, el que haya sido
o no cogido en flagrante, condénesele a muerte como a un ser poco menos que
incurable.”[194]
Es un
tema fundamental en las “Leyes” el de los viajes al extranjero y el de las
visitas de los extranjeros. Aquí Platón se comporta como los dirigentes de los
países del socialismo real del Este de Europa, regímenes ya caídos hace años.
Los contactos con el exterior traen influencias que se mezclan con los
caracteres autóctonos. El mestizaje cultural e ideológico no es bueno para
Platón. Las innovaciones no tienen sentido si el régimen político es correcto.
En la "República" los filósofos debían sólo velar por la conservación
del Estado y no aportar novedades al sistema político. En las
"Leyes", tampoco son buenas las innovaciones, ni en las canciones, ni
en los juegos ni en nada. Por ello, las visitas de los extranjeros no están
bien vistas y deben ser estrictamente reguladas por el Estado. Respecto a los
viajes al extranjero así como las visitas del exterior, "En primer lugar,
que a nadie que sea más joven de cuarenta años le esté permitido en modo y
manera alguna el salir del país; pero además, que no le sea lícito a nadie el
hacerlo en particular, sino en misiones públicas como heraldos o embajadores o
peregrinos de una u otra clase."[195]
Tampoco hay que prohibir los viajes de estudios: "Si hay entre los
ciudadanos quienes deseen examinar las cosas del resto de los hombres con algún
mayor detenimiento, que ninguna ley se lo prohiba. Porque no es posible que
ninguna ciudad carente de experiencia en cuanto a hombres malos o buenos sea
capaz, aislada como ha de estarlo, ni de llegar a un grado suficiente de
civilización y perfección, ni tampoco de mantener puras sus leyes sin que sea
el entendimiento de los ciudadanos, no sólo el mero hábito, el que las tome por
suyas."[196]
Este viajante o peregrino ha de tener más de cincuenta años: "Ante todo
que ese nuestro peregrino tenga más de cincuenta años, y además que haya figurado entre los bien
reputados en todos los aspectos, y particularmente en el orden militar, aquel a
quien el cuerpo de los guardianes de la ley haya de enviar para que se presente
en las demás ciudades. Y una vez que tenga más de sesenta años, que ya no siga
viajando. Y cuando haya vuelto a casa después de haber viajado durante los años
que quiera de entre esos diez, que se una al consejo de los supervisores de las
leyes."[197]
Aquí aparece por vez primera de forma clara la institución política suprema del
Estado platónico diseñado en las "Leyes": el Consejo Nocturno, una
especie de Comité de defensa de la Revolución o de Eforado o de Consejo Supremo
de la Inquisición. Este Consejo está compuesto por jóvenes y ancianos y se
reúne por la noche para deliberar. Al introducir en su Estado esta institución,
Platón ha vuelto a sostener y reiterar su tesis del gobierno del saber como
algo superior al gobierno de las leyes. Este consejo se encarga del control
ideológico, político y religioso del Estado. Además, cuenta con el poder
político directo en sus manos. Desde luego, Sócrates, el maestro de Platón,
hubiera sido condenado a muerte seguramente por el Consejo Nocturno. El que
haya hecho muchos viajes que se una al Consejo: "Pues bien, a este consejo
incorpórese en seguida el que haya llegado después de contemplar las
instituciones de los demás hombres, y si se ha encontrado con personas que
hayan podido darle alguna noticia sobre cosas atañentes a la implantación de
leyes o a la educación y crianza, o si él mismo viene con algo discurrido al
respecto, comuníqueselo al consejo entero."[198]
Si este peregrino resulta que se ha corrompido, entonces será expulsado del
Consejo y deberá vivir como un particular sin producir problemas. Si no
obedece, será condenado a muerte: "Mas si parece haber vuelto corrompido,
que no tenga trato, haciéndose pasar por sabio, con ningún joven ni anciano: si
obedece a los dirigentes, viva como un particular, pero si no, que muera, al
menos si se demuestra ante un tribunal que se ha inmiscuido en lo referente a
la educación y las leyes."[199]
Respecto
a las visitas de los extranjeros, distingue Platón cuatro clases de
extranjeros: 1ª El que repite sus visitas estacionales todos los años. Debe
poder acceder a los puertos y a los mercados, pero fuera de la ciudad y debe
ser vigilado para que no introduzca novedades. Con él hay que tener el mínimo
trato imprescindible. 2ª El visitador que quiere ver espectáculos y arte. Se le
hospedará en hospederías junto a los templos. Los sacerdotes y diáconos se
ocuparán de ellos por un tiempo prudencial hasta que hayan visto y oído aquello
por lo que vinieron y se marchen sin hacer daño a nadie y sin que nadie se lo
haga. 3ª Los embajadores o que vienen en misión oficial. Se les tiene que
recibir pública y oficialmente. Y 4ª Los peregrinos que vienen en viaje de
estudios. Que sea agasajado amablemente por las autoridades.
Los miembros
del Consejo Nocturno tendrán una educación especial: filosófica, musical,
astronómica, matemática, dialéctica. El gobierno del saber se impone en Platón
al final y ello por encima de las leyes a todas las demás instituciones
política. No se renuncia pues al gobierno del saber, al gobierno de los
filósofos. Platón siempre aspiró a la unión entre el saber y el poder en toda
su obra filosófico-política.
[1] “Los tiempos de disturbios incitan a la
meditación. La crisis de la ciudad griega nos ha legado la “República” de
Platón y la “Política” de Aristóteles.”
Raymond Aron, “Paz y guerra entre las
naciones”, vol. 1. Alianza Universidad, Madrid, 1985, p. 25. Por eso durante el
Imperio Romano la reflexión filosófico-política estuvo ausente o por lo menos no
brilló a tanta altura.
[3] Podríamos considerar que toda la filosofía
platónica no es más que un discurso que gira en torno a los problemas éticos y
políticos que siempre preocuparon a Platón. La teoría de las Ideas, la
Dialéctica, su Idea de la Filosofía no son más que elementos o momentos
constitutivos esenciales de su Estado ideal o "politeía".
[4] Paul Friedländer “Platón”, tecnos Madrid,
1989. “Él buscaba la ciudad y en la búsqueda de la verdadera ciudad encontró el
reino de las ideas.” P. 23.
[6] Víd. Gustavo Bueno, "La ética desde la
izquierda" "El Basilisco" n´º 17 segunda época, , páginas 3-36,
1994. En donde se distingue entre Derecha negra y Derecha amarilla por el
predominio en la primera de la moral y de la ética en la segunda. La primera
sería la Derecha tradicional, reaccionaria, conservadora, fascista,
colectivista, mientras que la segunda sería la derecha liberal, el liberalismo.
Asimismo, la izquierda se divide también entre la Izquierda Blanca y la
Izquierda Roja. En la primera predominaría la perspectiva ética y en la segunda
la perspectiva moral. La primera sería la socialdemocracia y la segunda el
comunismo o socialismo marxista. Así, aquí queremos sostener la hipótesis hermenéutica
o filosófica consistente en afirmar que Platón en su filosofía adopta la
posición de la derecha negra y de la izquierda roja. De ahí el odio que le
profesan todos los liberales como Popper. Aristóteles, en cambio se movería en
el "centro", en la derecha amarilla, liberalismo y en el ámbito de la
izquierda blanca, socialdemocracia.
[7] Platón, "República, VI, 493 a-c. Edición
bilingüe, traducción, notas y estudio preliminar por José Manuel Pabón y Manuel
Fernández Galiano, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1981.
[8] Aunque al final se va a ver que la Justicia
en Platón es una virtud política más que
individual. Es una virtud que cabe predicar del Estado bien ordenado igual que
del individuo bien ordenado más que contener ella alguna materia específica.
[14] Platón,
"República", I, 343c-d. Obsérvese la transición contradictoria
realizada por Trasímaco de lo ideal a lo real. La sofística es una pura
erística que sólo busca persuadir, en modo alguno la verdad.
[17] Kant, "Fundamentación de la metafísica de
las costumbres" Edición de Luis Martínez de Velasco, Colección Austral,
Espasa Calpe, Madrid, 1990, p. 72.
[24] Término tomado de Aristóteles, más
concretamente de la "Política", que significa "buen
gobierno", "buena dirección", "estabilidad política"
"orden", "buen orden político".
[30] W.K.C. Guthrie, “Historia de la Filosofía
Griega”, Vol. IV, “Platón, el hombre y sus diálogos, primera época. Editorial
Gredos, Madrid, 1990, p. 425. Recuérdese además lo que dice Platón en Gorgias
521b-d.
[31] Hay que señalar, por supuesto, que el Estado
es la polis griega, la ciudad Estado independiente con sus alrededores
cultivados, cuya población se cuenta en unos cuantos miles de habitantes y que
la politeía o constitución es la organización de su unidad o eutaxia política.
Sin embargo, ello no obsta para usar la analogía para pensar la relación y
continuidad con el Estado-nación contemporáneo. Si Platón nos interesa es por sus
enseñanzas políticas y por sus Ideas filosófico-políticas. De lo contrario, el
presente escrito sólo tendría un interés meramente
erudito-filológico-arqueológico. Queremos que Platón nos enseñe cosas sobre la
política y el bien común y entendemos que hay una relación de analogía entre la
polis y el Estado-nación.
[33] El Estado es entendido
así aquí por Platón como un organismo, como un individuo compuesto como luego
lo entenderán en el siglo XVII tanto Hobbes (en el prólogo del Leviatán) como
Spinoza. Según Hobbes el Estado es un hombre artificial aunque de estatura y
fuerza mayores que el natural, para cuya protección y defensa se había
proyectado. En Platón, “República”, 462c-d se puede ver una analogía explícita
entre el Estado y el cuerpo humano.
[34] Platón, "República", II, 369b.
Platón señala otras teorías sobre el origen del Estado y la sociedad civil en
"Leyes" 676 a-680e, "Protágoras", 320c y ss., Aristóteles
en "Política" 1291 a critica a Platón al afirmar que la sociedad no
se formó con vistas a lo necesario, sino con vistas a lo bueno u honesto. Cf.
También "Cármides", 161e.
[42] Víd. Platón, "República" V, 470. Es
la diferencia entre polemós y ekhthrós, entre hostis e inimicus, entre enemigo público y enemigo privado. Gran
descubrimiento filosófico-político de Platón. Víd. "El concepto de lo
político" de Carl Schmitt, trad.
Española de 1991, Madrid, Alianza Universidad.
[43] Platón, "República", II, 374d-e.
Obsérvese que aquí es la primera vez que aparece la palabra phylakes.
[49] Platón, “República”, III, 404 a-b. No se pretenden atletas pesados que
se pasan el día durmiendo como son los atletas profesionales, especializados en
el atletismo.
[52] Es la justificación platónica de la pena de
muerte, extraordinariamente cercana a la justificación de Gustavo Bueno de la
eutanasia procesal en nuestros días.
[54] Por ser el Estado la realización de la
Eticidad (Sittlichkeit) según Hegel, no es admisible entenderlo como resultado
de un contrato entendido como acuerdo subjetivo entre individuos particulares
arbitrarios. Ahí según Hegel se equivocó Rousseau. En el fondo la teoría del
contractualismo constituye una privatización del Estado al dejarlo en manos del
arbitrio de los individuos privados que lo componen.
[79] G.W.F Hegel, “Principios
de la filosofía del derecho”, edhasa, Barcelona, 1999. § 185, Agregado.
[104]
Esto nos recuerda a los consejos escolares en España, el fomento de las
asociaciones de padres y de alumnos y a los profesores que dejan la enseñanza y
sus obligaciones en manos de los alumnos camuflando esto de participación
democrática.
[119]
Platón, "Político", 258e
introducción, texto crítico, traducción y notas de Antonio González
Laso, segunda edición, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1981.
[125] Pero ¿Cómo podría haber un Estado sin leyes?
El Estado platónico parece enteramente utópico desde este punto de vista. Platón
parece que va a admitir de hecho que el Estado no es posible sin ley o, tal vez
que el Estado y el Derecho son una y la misma cosa como ocurrirá en Kelsen,
pues ¿Cómo podría un Estado infringir sus propias leyes, o sea, contradecirse a
sí mismo?. Esta pregunta nos recuerda a Ockham cuando nos dice que lo único que
no puede hacer Dios es contradecirse a sí mismo. A fin de cuentas, como decía
Hobbes, el Estado es un dios mortal.
[142] Véase al respecto el diálogo "El
Sofista" de Platón, en el que el concepto de symploké de los géneros
supremos del ser sirve para definir la tarea dialéctica de la filosofía.
"Symploké" significa urdimbre, entretejimiento. Se llega a proponer
en el mismo diálogo definir a la filosofía como una gramática filosófica de las
Ideas, dentro de las cuales ni todas están relacionadas con todas (Monismo) ni
todas están separadas de todas (Atomismo, Nihilismo), sino que unas sí están
relacionadas pero no con todas, al igual que las consonantes y las vocales. Si
la política es urdimbre según Platón, entonces, política y filosofía son
disciplinas teórico-prácticas muy cercanas y sinónimas, pues realizan tareas
análogas: combinar géneros o actividades u hombres entre sí siguiendo reglas
estrictas y no arbitrarias. No se pueden juntar las letras consonantes y las
vocales a capricho. Así los hombres y las Ideas o Géneros o Especies.
[145] Platón, "Leyes", I, 625e. Edición
bilingüe, traducción, notas y estudio preliminar por José Manuel Pabón y Manuel
Fernández-Galiano, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1983.
[164] Platón, “Leyes” 737e-38 a. W.K.C. Guthrie, en “Historia de la Filosofía
Griega”, Vol. V, Platón, Segunda época y la academia” Gredos, Madrid, 1992 p.
358. Afirma: “Platón postula una comunidad de 5040 familias, cada una con su
parcela separada de tierra”. Además añade citando otros autores que el Estado
platónico tendría entre 10.000 y 12.000 ciudadanos varones y una ciudadanía
total de 40.000 a 48.000. Habría 7000-8000 metecos y casi 30.000 esclavos.
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