martes, 5 de abril de 2016

La esencia de España



 

            Las Ideas son el material objetivo sobre el que incide la reflexión filosófica entendida como reflexión de segundo grado. Toda reflexión ha de ser partidista y ha de resultar por tanto polémica necesariamente. Esto significa que pensar es pensar contra alguien. En esto Filosofía y Política son iguales. En este terreno no hay verdad absoluta. La verdad aquí es indirecta, por reducción al absurdo de las tesis contrincantes y por la reducción de las tesis contrapuestas a las coordenadas teóricas propias. Podemos decir en consecuencia que la verdad política y filosófica es apagógica pues, ya que la verdad de una tesis se alimenta de las debilidades de las tesis alternativas.

            Amicus Platonis sed magis amicus veritatis. Esta es la actitud crítica por excelencia: preferir la verdad a la amistad mentirosa, a creer en la falsedad para conservar a un amigo. Cómo no va a ser una actitud ética la de creer y amar a la verdad. Por eso las tesis o teorías o especulaciones están para hacerlas trizas, para destrozarlas. Es algo así como filosofar con el martillo. En este sentido decimos que la filosofía de Gustavo Bueno resulta ser una anomalía salvaje para utilizar términos de Toni Negri en el panorama académico español que no tiene forzosamente que coincidir con la Universidad, es más, incluso me atrevería a decir que últimamente resultan incompatibles a juzgar por la escandalosa expulsión de Gustavo Bueno de la docencia universitaria por parte de la universidad ovetense en el otoño de 1998. Gustavo Bueno, que en un principio creyó que la Universidad se podía regenerar y convertir en el foco de emisión del materialismo filosófico, vio sus expectativas frustradas y pensó en consecuencia que el materialismo filosófico debía operar al margen de las instituciones universitarias en una fundación privada, en clubes de debate, en el ágora o en el foro, en los medios de comunicación. La filosofía ha de ser académica ciertamente, pero en el sentido de la Academia Platónica, no universitaria. En cualquier caso ha de estar implantada en el presente para reflexionar sobre el presente desde el presente, en el mundo, ha de ser entonces también mundana, implantada políticamente en consecuencia.

            De hecho, Gustavo Bueno cultiva ampliamente la filosofía popular en los medios de comunicación y realiza cada vez en mayor número intervenciones políticas. Su obra filosófica se va politizando. Lo que comenzó siendo una Ontología trimembre materialista y luego una ontognoseología merced al hiperrealismo materialista, desemboca en una filosofía de implantación política representada y ejercida efectivamente.

            En el presente escrito que el lector tiene ante sí intento comentar el último libro publicado de Gustavo Bueno, “España frente a Europa”, 1999 e ir desgranando sus grandes argumentos y mostrando la potencia del análisis de Bueno aplicado a la cuestión de España y de su esencia. También intentaré establecer de paso mis reflexiones políticas.

            En “España frente a Europa” Gustavo Bueno intenta aplicar la metodología del materialismo filosófico a delinear qué sea la esencia de España y por tanto del por M. Azaña definido como “Problema español”. La pregunta ¿Quid est? Se respondía utilizando la categoría de la Substancia, la quidditas, la essentia. Es entonces la pregunta ¿Qué es España? Una pregunta por la esencia de España, por su identidad. Entonces el problema de España es un problema filosófico.

            La esencia de España se intersecta con cuatro Ideas filosóficas: 1º La Historia Universal. Pero es que la Historia Universal es la Historia de la lucha y sucesión de los Imperios. España ha jugado en la Historia Universal un decisivo papel como Imperio Católico no depredador, como creadora de una civilización hispánica que ahora cuenta con 400 millones de hispanohablantes. Es ésta una fuerza material de magnitud nada despreciable a nivel mundial y es un factor con el que hay que contar desde una perspectiva geopolítica universal. 2º Entonces la siguiente Idea filosófica necesaria para analizar o entender la esencia de España y que la constituye e intersecta es la Idea de Imperio. 3º Tampoco hay que olvidar que España fue y es aún Estado. 4º Por último, es una nación (política) desde 1812.

            Según dice Gustavo Bueno, “Suponemos que la Historia Universal, que es ya por sí misma una idea filosófica, sólo puede ser considerada por la Filosofía de la historia; o si se prefiere, que las cuestiones relativas a la Historia Universal, aunque puedan ser suscitadas una y otra vez por un historiador positivo, no por ello dejarán de ser cuestiones filosóficas (de Filosofía de la historia). Cuestiones que, sin duda, pueden acuciar también al historiador positivo, pero más en su calidad de filósofo de la historia, que en su calidad de historiador.”[1] España  resulta ser así en cierta manera un pretexto para iniciar la construcción de una filosofía de la historia universal. Esta filosofía de la historia universal no será idealista como la hegeliana, será una historia universal desde la perspectiva del materialismo filosófico, que incorpora, cómo no, materiales y contenidos del materialismo histórico a la hora de considerar la historia. Es que ocurre que en cierta manera ya todos somos marxistas al igual que todos somos euclidianos o newtonianos o darwinistas. Tal vez el marxismo se haya diluido en el ambiente, al igual que Goethe decía que Kant se hallaba diluido en el ambiente de su época en Alemania. Por lo demás, debemos decir que Gustavo Bueno no es progresista. No cree en la Idea de progreso, idea-fuerza de los siglos XIX y XX y en la cual se inspiran determinados partidos de la izquierda,[2] ya sea ésta transformadora o no transformadora si es que tiene hoy todavía sentido empírico hablar y distinguir entre izquierda/derecha. La metodología materialista no es un evolucionismo unilineal. “mantenemos una metodología materialista (…) que comienza por impugnar el supuesto de una “historia lineal” y, por consiguiente, la categoría historiográfica del “retraso histórico” como categoría explicativa; una metodología que parte del supuesto del desarrollo multilineal, paralelo al que los biólogos evolucionistas utilizan hoy en el análisis de la evolución orgánica.”[3]

            La Historia Universal la escriben los vencedores. La Historia Universal metamérica queda rechazada por metafísica y en su lugar se propone la Historia Universal diamérica. No hay humanidad como totalidad, sino como configurada desde sus partes atributivas. La Historia no es la historia del Hombre, sino del enfrentamiento de los diversos grupos humanos en la Tierra. No hay humanidad, sino que más bien ocurre que los hombres forman parte de grupos enfrentados entre sí. La concepción de Bueno es “una propuesta de sustitución de la perspectiva metamérica por una perspectiva diamérica. “Diamérica” porque no es ahora la “Humanidad” (el “Género Humano”) el sujeto de la Historia, capaz de sostener planes y programas en el espacio antropológico; sino que es alguna parte de la Humanidad, unos grupos frente a otros grupos… aquellos que pueden proyectar planes y programas con intención de afectar a toda la humanidad. “[4] Esto es como decir que la historia es la historia de la lucha de clases o que la historia la escriben los vencedores. Como los vencedores son los que han hecho la Historia, son ellos los únicos capacitados para entenderla y escribirla, verum est factum.

            Podríamos vernos tentados de considerar que en el fondo, la Historia Universal es el proceso de enfrentamiento entre grupos humanos. Pero estos grupos humanos forman Estados. La Historia Universal es una Historia política al igual que la considera Hegel desde el idealismo absoluto. También Marx considera la Historia como la lucha de clases en el interior de Estados. Sin embargo, sólo si los Estados forman Imperios tendría a decir de Gustavo Bueno sentido la Historia Universal, la cual como ya se ha dicho más arriba, “no podría concebirse, sin más, como la Historia de las sociedades humanas, o de las sociedades políticas (de los Estados)…La Historia Universal es la Historia de los Imperios Universales”[5]

            Respecto a la Idea de Estado, Bueno afirma que el Estado implica la existencia de otros Estados. El Estado es la codeterminación de varias sociedades políticas y es que como bien dijo Carl Schmitt, la esencia de lo político es un pluriverso de Estados más que un universo. Todo Estado se opone a otro Estado o a una sociedad prepolítica. La teoría clásica del Estado lo definía por la confluencia de tres elementos: territorio, gobierno y pueblo. Bueno acepta por lo menos la noción de territorio como constitutiva de un Estado: “Suponemos, por tanto, que el Estado, a diferencia de otras organizaciones preestatales…implica la delimitación de un territorio”[6] El Estado es considerado por Bueno en filosofía política como un término primario, lo cual no significa en modo alguno que sea simple, puesto que todo individuo es compuesto. Lo simple es un concepto límite en la ontología materialista de Gustavo Bueno al igual que la analiticidad. En este contexto el Estado es algo que ha de ser trascendido para concluir en la Idea de Imperio, una Idea derivada de la Idea de Estado, no primaria, sino secundaria. Por eso dice Bueno que “La Idea política de Imperio aparece a una escala conceptual que estaría más allá de la escala a la que se dibujan los términos primitivos del campo político, los Estados”[7] El concepto de Imperio es una Idea de segundo orden, de segundo grado que se deriva de la actividad política del Estado y ello ya sea de una forma regresiva como de una forma progresiva. De una u otra forma salen dos acepciones categoriales de Imperio por cada una de ellas: del procedimiento regresivo y del procedimiento progresivo. Sin embargo, de estos cuatro conceptos categoriales de imperio surge un quinto que sí se puede definir como Idea filosófica.

            El primer concepto categorial de Imperio significa poder, facultad de mando, mando, jefatura. Rex in regno suo est imperator, decían los glosadores del Derecho Romano en la Edad Media. Por encima del emperador no hay ninguna otra autoridad. Los reyes independientes son emperadores en su propio reino por la plenitudo potestatis de que gozan. Es el imperio en sentido subjetual, que no subjetivo. Se trata de poder, pero no arbitrario, sino de poder político para mandar al servicio de la eutaxia política del Estado. Es un concepto eminentemente político que presupone la previa existencia de la sociedad política, del Estado.

            El segundo concepto categorial de Imperio es el de Imperio como espacio geográfico de la acción del Emperador o Imperator. Es el ámbito del poder del imperator.

            El tercer concepto categorial de Imperio es el concepto diapolítico. Es una totalidad atributiva de Estados subordinados  al Estado principal o hegemónico. “Las relaciones que el conjunto de Estados constitutivos de un Imperio mantienen entre sí y con el Estado hegemónico podrán clasificarse naturalmente en tres grandes grupos:

a)      El de las relaciones orientadas desde el Estado hegemónico hacia los Estados subordinados.

b)      El de las relaciones recíprocas establecidas entre los Estados subordinados y el hegemónico.

c)      El de las relaciones de “coordinación” de los Estados subordinados entre sí.”[8]

Distingue Gustavo Bueno entre Imperio depredador o colonial o imperialismo Imperio generador. “Un Imperio es depredador cuando por estructura tiende a mantener con las sociedades por él coordinadas unas relaciones de explotación en el aprovechamiento de sus recursos económicos o sociales tales que impidan el desarrollo político de esas sociedades, manteniéndolas en estado de salvajismo y, en el límite, destruyéndolas como tales. Un Imperio es generador cuando, por estructura, y sin perjuicio de las ineludibles operaciones de explotación colonialista, determina el desenvolvimiento social, económico, cultural y político de las sociedades colonizadas, haciendo posible su transformación en sociedades políticas de pleno derecho.”[9] En el límite, el Imperio depredador suprime la relación de dependencia con otros Estados, pues los aniquila. La relación diamérica pues, desaparece al desaparecer el otro miembro de la relación.

Los Imperios diaméricos se clasifican en cuanto a la cantidad en tres grupos según Gustavo Bueno:

1.                           Imperio diamérico mínimo “constituido por un Estado imperial, respecto de un único Estado subordinado que, en el límite, llegaría a ser el mismo Estado: Imperium, en esta línea se utilizará también para designar, por sinécdoque, a una soberanía absoluta característica del Estado, tal como fue concebido por el absolutismo de un Bodin o de un Hobbes.”[10]

2.                           Imperio diamérico intermedio constituido por un Estado imperial hegemónico y varios Estados subordinados.

3.                           Imperio diamérico máximo o universal constituido por un Estado imperial hegemónico y el resto de los Estados de la Tierra. Es una situación límite imposible. Sería la supresión del Estado y de lo político a decir de Carl Schmitt y la supresión de la distinción entre amigo y enemigo. Más o menos es esto lo que viene a decir Gustavo Bueno.

 

            El cuarto concepto categorial de Imperio es el concepto de Imperio como Idea transpolítica. Es un concepto metapolítico de Imperio. Este concepto metapolítico está construido desde fuera de la sociedad política. “Un “sistema imperial” entraña, en definitiva, la acción del Estado imperialista, las reacciones de los Estados subordinados y la codeterminación de estos Estados entre sí.”[11] Es necesaria una ideología imperial.

           

            La Idea Filosófica de Imperio es la acepción quinta de la palabra “Imperio”. Esta Idea brota de las contradicciones existentes entre la acepción cuarta y la quinta. “En realidad, la Idea filosófica de Imperio o, si se prefiere, el nivel filosófico de la Idea de Imperio, se irá alcanzando en el momento en el cual, a través de los conceptos diapolíticos y metapolíticos, se vaya abriendo camino el proceso histórico de redefinición de la Idea de Género Humano como horizonte global en el que habrá que situar a las concepciones políticas (técnicas, prácticas) y las conceptuaciones metapolíticas (cosmológicas o teológicas). “Humanidad” o “Género Humano” no es una Idea que pueda tratarse como si fuese un género anterior a sus especies, un todo anterior a sus partes; y no porque esas partes primeras sean los individuos de carne y hueso.”[12] La Idea filosófica de Imperio se conecta pues con la Idea de Hombre y con la Idea de Historia Universal. La Idea Filosófica de Imperio se constituye al mismo tiempo que la Idea Filosófica de Hombre y que la Idea Filosófica de Historia Universal.

            Como se dijo más arriba, son las acepciones tercera y cuarta las que confluyen y forman la Idea filosófica de Imperio. “La Idea filosófica de Imperio, en resolución, puede considerarse como una Idea límite que aparece como una catábasis de los cursos diapolíticos y metapolíticos que confluyen gracias a un concepto metapolítico de Imperio.”[13]

            La Idea filosófica del Imperio significa que el Imperio tiende en el límite a abarcar a la Humanidad entera como Estado Universal y además significa que  el Emperador se sitúa por encima de los Estados y de los hombres. El Emperador tiene dos cuerpos: el mortal, como individuo particular, psicológico y el inmortal, la dignitas de Emperador, el cargo impersonal. Es el soberano de todos sus pueblos y los trata a todos por igual. Desaparece la hegemonía de un Estado y el gobierno de un hombre particular, que es sustituido por la dignidad de emperador, por la Ley. “Desde el punto de vista filosófico, por tanto, la Idea del Imperio, en cuanto Idea límite, implica la eliminación del papel hegemónico de un Estado sobre los demás (un papel propio de los Imperios diapolíticos y, por tanto, la constitución del Emperador como autoridad que ya no impera formalmente en cuanto Rey de un Estado, sino en cuanto autoridad orientada al coorden de todos los Estados incluido su propio Reino). La dialéctica de esta Idea filosófica de Imperio estriba en la contradicción a la que ella nos conduce, a saber, la de un Emperador cuya autoridad no se base formalmente en su poder real y que, por tanto, no podrá ser considerada como autoridad positiva sino abstracta.”[14] Esta Idea filosófica de Imperio es empíricamente imposible y absurda declara Gustavo Bueno, pero es una Idea regulativa política. Gustavo Bueno la denomina Idea límite, como la Idea límite de Gas Perfecto: “En cualquier caso, la Idea filosófica de Imperio, en cuanto Idea límite, encontraría su función, no ya tanto como una Idea utópica, que nos remitiera “más allá” de la Historia, sino como una Idea de “límite-revertido”, reaplicable a las situaciones históricas determinadas, en la medida en que en ellas sea posible disociar, por ejemplo, el Poder Real y el Poder Imperial.”[15]

            La Idea de Género Humano se configura a partir de los Imperios. Es a partir de los conflictos entre los diferentes Imperios existentes en lucha como surge la Idea del Género Humano. “La Idea misma de Género Humano, como un todo, sólo se configura a través de alguna de sus partes, a saber, los Imperios Universales; lo que significa, a su vez, que, si determinadas sociedades comienzan a formarse una Idea del Género Humano (como proyecto práctico), será debido, no tanto a que el Género Humano toma en ella conciencia de sí, sino  a que tales partes están enfrentándose a otras partes, a otras sociedades que resultan ser incompatibles con su propio proyecto político, sea porque éstas se circunscriben a proyectos meramente particulares (por ejemplo, los de los Imperios depredadores), sea porque constituyen otras concepciones o modelos de Género Humano, no compatibles entre sí.”[16]

            La Historia Universal está más allá del Bien y del Mal. Es lo que es y lo demás son cuentos. No tiene nada que ver con la ética ni con la moral: “La Historia Universal es lo que es, sea buena o mala. También la caza al acoso de los búfalos por parte de las manadas de leones es lo que es, al margen de que un teólogo pueda ver en ella la expresión de la maldad de Dios o de su bondadosa, pero insondable, Providencia.”[17] La Idea filosófica de Imperio tiene que ver con planes, proyectos o prolepsis de carácter universal. Pero no basta con esto. Es necesaria la existencia de un contenido morfológico material que también sea universal. Debe asumir una morfología política.

            La Idea de Imperio limita en su forma mínima con el Imperio depredador en el que las sociedades sometidas no llegan a ser sociedades políticas. El límite superior es el Imperio Universal que se identifica con el Género Humano. Sin embargo, hay que decir que el Imperio Universal no ha existido nunca. El Imperio Universal es imposible. Supondría ello la desaparición de lo político. Es algo que ya decía de alguna manera Carl Schmitt: “Del rasgo conceptual de lo político deriva el pluralismo en el mundo de los Estados. La unidad política presupone la posibilidad real del enemigo y con ella la existencia simultánea de otras unidades políticas. De ahí que, mientras haya sobre la tierra un Estado, habrá también otros, y no puede haber un “Estado” mundial que abarque toda la tierra y a toda la humanidad. El mundo político es un pluriverso, no un universo. En consecuencia, toda teoría del Estado es pluralista, ….Por su esencia la unidad política no puede ser universal en el sentido de una unidad que comprendiese el conjunto de la humanidad y de la tierra.”[18] El Imperio Universal es imposible. Sólo puede ser Universal un gobierno o Imperio indirecto Universal metapolítico sobre los Imperios diapolíticos. Entonces sí que podemos de hablar de Imperio Universal. “La Idea filosófica de Imperio requiere, desde luego, el desbordamiento del concepto diapolítico de Imperio, y la incorporación de algún principio metapolítico, en cuanto a su contenido, pero de suerte tal que este principio pueda engranar de nuevo con un poder político del que pueda afirmarse que se gobierna indirectamente por aquél.”[19] Es la utilización y revitalización en sentido materialista de la teoría del poder indirecto de San Roberto Bellarmino (1542-1621) y de Francisco Suárez (1548-1617).

            Pues bien, resulta que la Idea de España tiene que ver con la Idea de Imperio. El problema de España surge de la definición de España como Imperio: “Ahora bien, el problema en singular, es decir, el problema global y fundamental, no es uno más entre los problemas (de homologación); es un problema de naturaleza atributiva que surge a partir de una definición de España, no ya como una nación, entera o fraccionaria, homologable a otras de su misma clase, sino como un Imperio, dotado de unicidad (que es un concepto atributivo); es decir, como una entidad definida por esquemas de identidad atributivos (prototípicos o métricos) respecto de las demás entidades de su entorno.”[20] Un poco más adelante aparece formulado el diagnóstico bueniano sobre la esencia de España y esto explicaría por qué en “España frente a Europa” la Idea de Imperio está intersectada con la Idea de España. La Idea de España tiene que ver esencialmente con la Idea de Imperio y ello desde el surgimiento de España: “El problema de España, por antonomasia, lo entenderemos en función de su proyecto de Imperio católico universal. Por ello aparece en el momento en el cual comiencen a percibirse desde dentro los límites de un tal proyecto, es decir, la cuestión de su misma posibilidad.”[21] La relación entre la historia de España y la Idea de Imperio no es accidental, sino esencial: “La tesis sobre España que mantendremos podría resumirse en estas palabras: las relaciones entre la unidad histórica de España y su identidad como Imperio no son accidentales o contingentes, sino necesarias y, por decirlo así, esenciales.”[22]

            Entonces está claro que España se configuró históricamente como un Imperio católico no depredador, sino generador e incompatible con el Islam y con el protestantismo. España no fue un Imperio depredador, sino generador de ciudades como el Imperio Romano. España es entonces la Tercera Roma, no Rusia, la sucesora legítima del Imperio Romano. Esto significa que España no siguió la senda capitalista europea protestante que la hubiera convertido en un Imperio depredador: “En cualquier caso, el imperialismo español no siguió la ruta de los imperialismos depredadores europeos modernos, que crearon la revolución tecnológico-industrial desde supuestos capitalistas. El oro o la plata que inundó España no fueron regularmente puestos al servicio de empresas organizadas según el modo de producción capitalista, fueron utilizados para la adquisición de productos manufacturados en Europa, o para la edificación de grandes edificios, o para el mantenimiento de los ejércitos imperiales. Según esto, la “decadencia” del Imperio español tendría su raíz en la debilidad “basal” de su estructura (más que en una debilidad “conjuntiva” o “cortical”). España no siguió la ruta del capitalismo y ello determinó que no pudiera hacer frente a la presión de las nuevas potencias capitalistas. Otra cosa es que esta diferencia haya de interpretarse (dentro de una concepción lineal del proceso histórico en el sentido de que España quedó atrás en la carrera de las nuevas potencias). Si la Historia Universal no es un proceso lineal sólo podrá decirse que España “escogió” o, mejor dicho, tuvo que seguir otra vía, y que esta elección le costó muy cara en el terreno político, pero sin que ello signifique la consideración de la “vía capitalista” como la vía verdadera y definitiva del “progreso de la humanidad”.[23] El significado histórico de España en la Historia Universal le viene dado por su condición de imperio. “si España alcanza un significado característico en la Historia Universal es en virtud de su condición de “Imperio civil”, no depredador.”[24]

            La otra Idea filosófica  que serviría para caracterizar España sería la Idea de nación. España no puede decirse que sea originariamente una nación: “España no es originariamente una nación, es decir, España no se constituye en su identidad histórica como nación.”[25] Y ello por dos razones: 1) La nación política (de la que hablaremos luego) es algo muy reciente.  2) “España, como unidad cuasipolítica, dotada de una identidad característica (idiográfica), existe mucho antes del siglo XVIII.

            Luego la existencia de España no puede ser confundida con la existencia de la nación española.”[26]

            Pero si España no es originariamente una nación, mucho menos lo serán las pretendidas nacionalidades históricas que los nacionalistas secesionistas fraccionarios españoles  se han inventado y cuyas falaces tesis se ha encargado de repetir y difundir la propaganda progresista  machaconamente desde 1975 en adelante: “Nuestras premisas nos conducen a mantener la tesis no sólo de que España no es originariamente una nación,  sino también, y a fortiori, que menos aún pueden considerarse originariamente naciones políticas a Cataluña, a Euskadi o a Galicia. Los nacionalistas pretenden retrotraer su pretendido carácter nacional a la Edad Media, incluso a la prehistoria, con evidente anacronismo. Pero si España no era una nación, en sentido político, en los siglos XII o XIII, pongamos por caso, mucho menos pudo ser nación política Cataluña, Galicia o Euskadi. Más aún, España asumió históricamente la forma de una nación política mucho antes de que algunos partidos políticos de Cataluña, de Euskadi o de Galicia pudieran pensar siquiera asumir esta forma, lo que significa que el proyecto nacionalista de algunos partidos políticos nacionalistas presupone ya constituida a la nación española como nación política.”[27]

            Es que ocurre que la principal contradicción a mi juicio que se da en España es la contradicción entre España y la Anti-España, entendiendo por España las ideologías políticas compatibles con el mantenimiento de la integridad política y territorial de España como Estado unitario. Estos –los partidarios de España- son los que sostienen que España es y debe seguir siendo una nación política canónica y aquellos son los enemigos en el sentido existencial de España. Por otra parte, el concepto de la Anti-España designa las ideologías o movimientos políticos incompatibles con tal proyecto político nacional. En el fondo, Gustavo Bueno está ejercitando una teoría filosófico-política de la Anti-España.

            En primer lugar Gustavo Bueno sostiene que los pueblos de España forman una unidad troncal o plotiniana. Las ramas proceden todas de un mismo tronco. “los diversos pueblos de España forman una misma familia, no tanto porque se parezcan entre sí, cuanto porque proceden de un mismo tronco.”[28]

            En segundo lugar nos toca dilucidar la Idea de Nación.  España, lo hemos dicho antes, no es originariamente nación, sin embargo, podemos decir que España es una nación política canónica desde el siglo XIX, como resultado de un proceso histórico posterior a la Revolución Francesa. El nacionalismo es un fenómeno ideológico y político posterior a la Revolución Francesa. El nacionalismo francés resulta del desarrollo de la Idea de Soberanía Nacional y de la constitución de una Nación política de ciudadanos. Cuando durante la Revolución Francesa (1789) la figura de la Nación de ciudadanos iguales ante la ley sustituye en la fidelidad a la figura del Rey, tenemos el surgimiento de un patriotismo constitucional. El patriotismo burgués contemporáneo nace de este proceso de sustitución. En la batalla de Valmy (1792) los soldados franceses gritan: ¡Viva la Nación! También surgió en Alemania otra versión del nacionalismo, bastante diferente esta vez fundada en la lengua y en la cultura.

            El nacionalismo francés plantea básicamente la idea de una nación de ciudadanos libres y un patriotismo constitucional. Se es de la nación si uno quiere, voluntariamente.

            El nacionalismo alemán, en cambio, es romántico, exalta la raza, el idioma, rasgos idiográficos con los que uno nace y no escoge libremente y que están pues por encima de la voluntad individual que uno contingentemente pueda tener, esto es, quien no quiere es un traidor, un renegado, que sencillamente se ha equivocado, ha traicionado al Blut und Boden que lo constituyen. Uno pertenece a una nación lo quiera o no. Por ello, la nación ha de formar Estado. Toda nación ha de formar Estado.

            El nacionalismo romántico es el padre del nacionalismo radical separatista. Es francamente un nacionalismo muy peligroso para la paz. Deforma el pasado y la historia y utiliza el mito histórico nacionalista como elemento ideológico para legitimar su conducta política presente afirmando que en tiempos inmemoriales existía una nación prístina que sigue existiendo ahora y que se encuentra en peligro de extinción por la opresión que padece por parte de unos bárbaros extranjeros. Entonces el nacionalismo se presenta como una restauración del pasado bucólico, idílico y pastoril de la nación y lucha consecuentemente por retornar a tal situación original pura e incontaminada.

            Todo nacionalismo es excluyente, quiero decir que niega a lo otro, bien simbólicamente, bien por la violencia y la muerte.

            Los nacionalismos que llamará Bueno, fraccionarios pretenden destruir Estados nacionales ya consolidados históricamente y por ello son un peligro para la convivencia civil.

            En tercer lugar, Bueno, consciente de la trascendencia política del término “nación” y de su actualidad y del confusionismo político creado en torno a él, procede a establecer las siguientes acepciones del término “nación”:

            1º. La nación biológica.

            Deriva directamente del verbo nascor=nacer. Equivale a nacimiento. En algunos lugares de España se llama “nación” a los genitales femeninos, en latín la expresión natio dentium, significa “nacimiento o nación de los dientes”.

            2º La nación étnica.

            Es el grupo humano complejo o sociedad de la que uno procede. Es la Ascendencia de linaje y es el origen geográfico de uno cuando se abandona tal lugar de nacimiento.

            3º. La nación política.

            Es la nación canónica, que tiene que ver con el Estado. La nación sólo cobra su sentido político en el Estado en cuyo seno se modela. España como nación política surge con la Constitución de 1812. La Nación Española se define estrictamente desde el Estado. Artículo 1º “La Nación Española es la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios” (la nación es, en este texto constitucional, literalmente creada por el Estado preexistente, y no al revés como decían los nacionalistas románticos). Artículo 3º: “La soberanía reside en la nación.”.

            Esta nación política recibe el nombre de nación canónica y es esta una nación que ha sido establecida por y desde el Estado. Por eso la nación política es una categoría política.

            4º. La nación fraccionaria.

            Es un concepto de nación degenerado. Es un nacionalismo que surge cuando ya están formadas las naciones canónicas y actúa a partir de ellas y pretende este nacionalismo fragmentarlas y dividirlas. El nacionalismo fraccionario es secesionista respecto de la nación política de origen. Pretende la secesión respecto de la nación política de origen de alguna de las partes formales que constituyen a ésta.

            La nación fraccionaria necesita forzosamente de la mentira histórica. Es el proyecto de constitución de una nación a partir de la desintegración de una nación entera previamente dada. Equiparar este nacionalismo que busca la independencia con un movimiento de liberación nacional es una desvergonzada mentira. La clave ideológica de todo proyecto de nacionalismo radical es la mentira histórica. Sólo por la falsificación y por la mentira, por el moldeamiento de los jóvenes, al modo como se moldean los miembros de una secta destructiva puede echar a andar el proyecto nacionalista radical. El proyecto nacionalista radical es vacío. No aporta nada nuevo. A los nacionalistas fraccionarios les preocupa la libertad-de, más que la libertad-para. Estos nacionalismos sólo pueden salir adelante cuando cuentan con ayuda de terceras potencias que puedan estar interesadas en su éxito.

            El nacionalismo vasco sólo ha logrado implantarse por la acción de los asesinatos de ETA, bombas, pistolas, metralletas, secuestros, extorsiones. Si no, los mitos del nacionalismo vasco hubieran sido tomados a broma.

            Este conflicto es algo que hay que tomárselo en serio. Hay que enfrentarse abiertamente al conflicto. No puede haber negociación alguna. Si la esencia de la política es la distinción entre amigo y enemigo a decir de Carl Schmitt[29], entonces el nacionalismo fraccionario es enemigo de España. La única paz auténtica es la paz en la que perviva la unidad nacional de España: “Pues la “política de paz”, aunque sea común a los separatistas y a quienes no lo son, sería sólo una función que toma, para cada “valor de la variable”, valores opuestos e incompatibles: para los vascos, catalanes o gallegos “soberanistas”, la paz significa “separación”, “independencia” (porque sólo en estos términos podrá la paz ser estable); para el resto de los españoles (incluidos los vascos, catalanes o gallegos no “soberanistas”), la paz significa el mantenimiento de la unidad de España, de acuerdo con el artículo 1º de su Constitución. Un “gesto por la paz” común es por ello un gesto confuso, o simplemente con doble o triple intención.”[30]

            Gustavo Bueno sostiene que “No es el nacionalismo, sino el separatismo, lo que explica a los nacionalismos radicales: no es el nacionalismo la raíz del separatismo, sino que es el separatismo la raíz del nacionalismo fraccionario.

            Los nacionalistas fraccionarios son la Anti-España, o por lo menos una de sus más importantes manifestaciones. Son antiespañoles. “la “madre del cordero” es ésta: que los separatistas vascos o catalanes no tienen por qué ser vistos desde España como anti-democráticos ni como anti-constitucionales (porque si se refieren a la Constitución de 1978 esto sería pura tautología), o como anti-históricos, sino, sencillamente, como anti-españoles, como enemigos de España.”[31]

            La valentía política de Gustavo Bueno equivale a plantear el problema de la unidad de España en toda su crudeza: Con los enemigos del Estado sólo cabe la legítima violencia estatal: la guerra. Que el Soberano decida sobre el Estado de excepción[32] y sobre quién es el amigo y quién es el enemigo. Tal vez el terrorismo de ETA sólo se pueda tratar con las reglas del derecho de guerra más que con el derecho penal y constitucional. En la guerra sólo puede haber muertos o prisioneros, pero no procesos judiciales al enemigo. “Ocurre como si en las discusiones políticas planease el miedo a plantear el problema como lo que es: un problema de secesionismo que atenta a los intereses de España; un problema que, llegado el caso, tan sólo cabría tratarlo a través de una intervención militar.”[33] De todos modos, Bueno no rechaza utilizar el derecho penal. Vamos, que hay que utilizar los medios adecuados para luchar contra los secesionistas. Bueno conecta así con Maquiavelo:

            “Debéis saber que existen dos formas de combatir: Una, con las leyes, y otra, con la fuerza. La primera es propia de los hombres, la segunda, de las bestias, pero como la primera no basta, hay que saber utilizar la bestia y el hombre.

            (…) Es necesario ser zorra para conocer las trampas y león para amedrentar a los lobos.”[34]

            Por todo esto, con ETA no hay nada que negociar: “La única posibilidad de entendimiento con ETA es por vía penal, o metiendo los tanques como en Chechenia”.[35]

            Con todo esto entramos en el tema de la Anti-España. En el fondo “España frente a Europa” ejercita una teoría de la Anti-España. Si España se caracteriza esencialmente por ser un Imperio católico no depredador esto nos define quiénes son la Anti-España. Por eso el libro de Bueno es fundamentalmente un libro político, precisamente porque está jugando constantemente con la distinción platónica y schmittiana entre amigo/enemigo dando valores a la variable enemigo.

            La Anti-España puede ser interna a España y externa a España. Internamente, la Anti-España podría ser:

1.      Los progresistas por no creer en la Idea de Imperio y por ser europeístas. En el fondo les da vergüenza hablar de España. Creen que España es algo propio de “fascistas”. Piensan que la solución del problema español es Europa. Además creen en el Estado de las autonomías. Respecto a ellos, Bueno les critica su fanatismo y su dogmatismo. Son sectarios iluminados, pues “cuando escuchamos a muchas personas que al proclamar su “condición de izquierdas” parece como si en virtud de una tal proclamación se sintieran, no sólo como depositarios y poseedores de las claves de la “Vida Justa” de la Humanidad futura, sino también como justificados, y aun como “salvados”, ante la “Humanidad”; un poco a la manera como cuando tantas personas proclaman su condición de “cristianas” o de “musulmanas”[36]

2.      Los nacionalistas fraccionarios por lo que más arriba se ha dicho.

Externamente también hay Anti-España. Esta consta de los siguientes elementos:

1.      El Islam. El Imperio católico no depredador surge como reacción frente al imperialismo musulmán. Gustavo Bueno sostiene la tesis de que las culturas son incompatibles unas con otras. Por eso se entiende fácilmente “la tesis de que entre el cristianismo romano y el Islam no cabe “reconciliación”, ni diálogo alguno.”[37] Esto es según Bueno, porque “presuponemos que, sin perjuicio de la eventual posibilidad de coexistencia y cooperación, el Islam y el Cristianismo romano son inmiscibles como el agua y el aceite. Han convivido durante ocho siglos, sin duda (cuando en la convivencia incluimos la lucha); pero la convivencia no significa integración.”[38] España no es un país musulmán. Sólo tiene restos arquitectónicos musulmanes. El Islam fue barrido de España y España se hizo contra el Islam. Por ello “podría decirse que el divorcio entre la “identidad hispánica” y la “identidad islámica” en España fue absoluto. Constituyeron dos modos de vivir, dos morales, dos sistemas de costumbres o de pensamientos, dos religiones, radicalmente distintas, incompatibles e inmiscibles.”[39]

            Hay que conocer seriamente el Islam para realizar tales juicios de valor. Por ello, el análisis bueniano es correcto fundamentalmente.

            El Islam es la única religión que santifica la guerra expresamente como formando parte integrante fundamental del dogma religioso. Es uno de los dogmas fundamentales del Islam la llamada guerra santa (jihad).

            El proselitismo religioso es militar, guerrero. Adopta la forma de una guerra permanente (santa) contra los infieles para convertirlos finalmente al Islam. La guerra santa tiene las siguientes características:

1.       La guerra santa significa un estado de guerra indefinido. El proselitismo guerrero se funda en una división del mundo habitado en dos espacios jurídicamente distinguidos, “morada del Islam” (dâr al-Islam) y “territorio de guerra” (dâr al-harb). Esto hace que la guerra sea para el Islam el elemento universal de las relaciones del Islam con el resto del mundo. Esta guerra debe proseguirse hasta el final de los tiempos.

2.       La tarea de la jihâd es una obligación colectiva.

3.       La jihâd es la única forma de guerra justa. La declaración de hostilidad debe ser precedida por una invitación a la conversión.

Es un hecho evidente el que  a diferencia del cristianismo, el Islam se constituye inmediatamente en religión y en Estado. No hay diferencia entre la religión y la no-religión. Todo es religión. Todo es Islam. Para el Islam no puede existir la política como actividad autónoma.

El sistema político islámico es una teocracia (todo el poder, toda la soberanía reside en Allah) laica (no hay sacerdocio) e igualitaria (pero no democrática, pues el poder no le pertenece al pueblo). Todo creyente tiene el derecho y el deber de difundir el Islam y de extender el territorio sometido al Islam incluso por las armas. Esta es la jihâd o guerra santa.

Gustavo Bueno piensa que el fanatismo islámico está cada vez más organizado sobre la superficie terrestre y constituye un verdadero peligro para la paz además de para la humanidad. El monoteísmo radical islámico (pues no son trinitarios) armoniza muy bien con el fanatismo y con el fatalismo aristotélico-neoplatónico-aviceniano de los integristas islámicos para quienes los hombres son ante todo creyentes, lo que marca la perspectiva de sus planes y programas políticos. La sociedad occidental capitalista, burguesa es para el Islam impía, pagana, infiel, bárbara, idólatra y las mujeres occidentales son para los musulmanes prácticamente unas prostitutas consentidas, unas hetairas. Conclusión: Ellos son incompatibles con nosotros y nosotros somos incompatibles con ellos igual que el agua y el fuego.

2.      El protestantismo en sus dos versiones principales: luteranismo y calvinismo. Sobre todo en esta última versión, dominante en los países anglosajones. El protestantismo es absolutamente incompatible con el catolicismo. Si España es un Imperio civil católico no depredador, los Imperios protestantes han sido depredadores. Es un error, a decir de Gustavo Bueno, el considerar “no sólo a Erasmo, sino también a Lutero, como la “vanguardia de la modernidad”. (Como si los herejes de Valladolid, que ha novelado recientemente Delibes, no fuesen mucho más reaccionarios e irracionales que sus censores escolásticos; como si el fideísmo de Lutero no representase el espíritu frailuno más medieval y arcaico, que incluía el odio a los judíos, un odio que fue, por cierto, reutilizado en la época de los nazis)”[40] El protestantismo era una secta destructiva entonces. Por cierto, las sectas destructivas de hoy en día son de origen protestante en su mayor parte. Por ello, no hay que escandalizarse por las medidas políticas de represión de la herejía adoptadas por el Imperio español. “Los aspavientos que en muchas gentes de “izquierdas” (y también, últimamente, entre las gentes de “derechas”) suscitan hoy las leyes de Felipe II podían atemperarse si se tuviera en cuenta que los conventículos luteranos o calvinistas eran considerados como sectas destructivas de los fundamentos de la sociedad política coetánea (algo peor de lo que la Unión Soviética podía ser para los países occidentales y especialmente, para los EE.UU, en la época de la “Guerra fría”).”[41]

3.      Europa, la OTAN y la UE. La OTAN suprime la independencia política y militar española al servicio de los EE.UU. La U.E. suprime la independencia económica y política española al servicio de la República Federal de Alemania. Es el proyecto de un Imperio colonial depredador alemán en Europa formulado ya a principios del siglo XX con la idea de la Mitteleuropa y por Hitler posteriormente. El proyecto europeo es un proyecto imperialista alemán. Además, tomándole la palabra a Bismarck: “Europa es un concepto geográfico”. Es absurdo entonces maldecir la Idea de Imperio por parte de la clase política española, así como por parte de los periodistas y profesores de filosofía para ponerse a aplaudir el imperialismo alemán soterrado bajo el concepto de Europa. Exactamente, no puede haber una nación europea, pues ello sería lo mismo que decir que habría una nación dominante que borraría a las otras para que sólo hubiera una y  que se utilizaría  un solo idioma, lo que exigiría que se suprimieran los otros. En este caso se trataría o bien del inglés o bien del alemán y ello por el grado de conocimiento y de utilización de los que gozan en el territorio no sólo de la Unión Europea, sino en el resto de Europa. En el caso del Alemán, hay que tener en cuenta su fuerza en la Mitteleuropa.

Puede extrañarnos a estas alturas el que Bueno no mencione la identidad antijudía o antisemita de España debida al antisemitismo bajomedieval, a la expulsión de 1492 y a la persecución contra los conversos ya fueran judaizantes o no mediante el mecanismo institucional de la Inquisición Española y los estatutos de limpieza de sangre. Ocurre simplemente que los judíos dejaron de serlo y se integraron en la sociedad española. Desaparecieron. Los musulmanes eran incompatibles con los católicos españoles porque no renegaron de su religión así como de sus costumbres y fueron expulsados por tal razón por inasimilables. Los judíos se integraron y dejaron de serlo. Se hicieron españoles. Además, los judíos no pretenden conquistar el mundo ni obligar a todo el mundo a ser judío. Quieren mantenerse como pueblo elegido de Dios y realizar una especie de gobierno indirecto del mundo y de la humanidad a través de su influencia. No son entonces la Anti-España.

 

Felipe Giménez Pérez,  3 de junio de 2000.

 

 

 

 



[1]  Gustavo Bueno, “España frente a Europa”, Editorial Alba, Barcelona, 1999, p. 30.
[2]  Por ello “progresista” ha sido utilizado hasta la saciedad para significar que uno es de izquierdas o para confundir al personal haciéndole creer que uno es de izquierdas aunque no lo sea pero se tiene mala conciencia de derechas y hay que apelar al sentimiento del vulgo con tal de sacar votos en los procesos electorales. Es como ser agnóstico, es ser un creyente vergonzante hoy día. Igualmente, ser progresista es ser un burgués vergonzante y con mala conciencia.
[3]  Gustavo Bueno, “La esencia del pensamiento español” El Basilisco, nº 26, segunda época, 1999, p.78.
[4]  Gustavo Bueno, “España frente a Europa”, op. cit. p. 35.
[5]  Gustavo Bueno, “España frente a Europa”, op. cit. p. 209.
[6]  Gustavo Bueno, “España frente a Europa”, op. cit. p. 177.
[7]  Gustavo Bueno, “España frente a Europa”, op. cit. p. 179
[8]  Gustavo Bueno, “España frente a Europa”, op. cit. p. 190.
[9]  Gustavo Bueno, “España frente a Europa”, op. cit. p. 465.
[10] Gustavo Bueno, “España frente a Europa”, op. cit. p. 193.
[11] Gustavo Bueno, “España frente a Europa”, op. cit. p. 199.
[12] Gustavo Bueno, “España frente a Europa”, op. cit. pp. 203-204.
[13] Gustavo Bueno, “España frente a Europa”, op. cit. p. 206.
[14] Gustavo Bueno, “España frente a Europa”, op. cit. pp. 206-207.
[15] Gustavo Bueno, “España frente a Europa”, op. cit. p. 207.
[16] Gustavo Bueno, “España frente a Europa”, op. cit. pp. 210-211.
[17] Gustavo Bueno, “España frente a Europa”, op. cit. p. 213.
[18] Carl Schmitt, “El concepto de lo político” Alianza Universidad, Madrid, 1991, pp. 83-84.
[19] Gustavo Bueno, “España frente a Europa”, op. cit. p. 219.
[20] Gustavo Bueno, “España”, El Basilisco, número 24, segunda época, abril-junio de 1998 p 30.
[21] Gustavo Bueno, “España”, op. cit. p. 30.
[22] Gustavo Bueno, “España frente a Europa”, op. cit. p. 246.
[23] Gustavo Bueno, “España frente a Europa”, op. cit. pp. 362-363.
[24] Gustavo Bueno, “España frente a Europa”, op. cit. p. 16.
[25] Gustavo Bueno, “España frente a Europa”, op. cit. p. 158.
[26] Gustavo Bueno, “España frente a Europa”, op. cit. p. 158.
[27] Gustavo Bueno, “España frente a Europa”, op. cit. pp. 160-161.
[28] Gustavo Bueno, “España frente a Europa”, op. cit. p. 14.
[29] “Pues bien, la distinción política específica, aquella a la que pueden reconducirse todas las acciones y motivos políticos, es la distinción de amigo y enemigo..” Carl Schmitt, “El concepto de lo político”, op. cit. p. 56.
[30] Gustavo Bueno, “España frente a Europa”, op. cit. p. 23.
[31] Gustavo Bueno, “España frente a Europa”, op. cit. p. 155.
[32] Carl Schmitt, “Teología política”,  Editorial Struhart & Cía. Buenos Aires, 1998. p. 15. “Soberano es aquel que decide sobre el estado de excepción.”
[33] Gustavo Bueno, “España frente a Europa”, op. cit. p. 156.
[34] Maquiavelo, “El Príncipe”, cap. XVIII.
[35] Gustavo Bueno, “La Nueva España”, Martes, 25 de enero de 2000 (edición Gijón), página 8.
[36] Gustavo Bueno, “España frente a Europa”, op. cit. p. 423.
[37] Gustavo Bueno, “España frente a Europa”, op. cit. pp. 284-285.
[38] Gustavo Bueno, “España frente a Europa”, op. cit. p. 285.
[39] Gustavo Bueno, “España frente a Europa”, op. cit. p. 431.
[40] Gustavo Bueno, “España frente a Europa”, op. cit. p. 349.
[41] Gustavo Bueno, “España frente a Europa”, op. cit. p. 350.

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