sábado, 18 de octubre de 2025

El retorno de los dioses fuertes

El retorno de los dioses fuertes. Nacionalismo, populismo y el futuro de Occidente. R.R. Reno. Prólogo de Adriano Erriguel. El retorno de los dioses fuertes. R.R. Reno. Bibliotheca Homo legens. Madrid, 2020, 284 páginas. Este es un libro profético que establece un correcto diagnóstico de la situación del presente en el mundo occidental de tradición grecorromana y cristiana. El teólogo católico estadounidense R.R. Reno describe las debilidades intelectuales del consenso ideológico progresista occidental establecido después de 1945. Yo sostengo que la decadencia de Occidente proviene de mucho antes, de alguna manera de Ockham cuando criticó la teología tomista racionalista en el siglo XIV y preparó el fideísmo agustiniano apto para que surgiera la reforma protestante con Martín Lutero en el siglo XVI. Ockham es el comienzo del asalto a la razón. El agustinismo político había sido sustituido por el tomismo y frenado y Ockham le dio nueva vida con su crítica a la teología escolástica tomista. El protestantismo es una verdadera crítica a la modernidad, al racionalismo. El ataque al catolicismo como decía De Maistre, culminó con la Revolución Francesa de 1789 y con el subjetivismo protestante tanto luterano como calvinista, individualismo, pesimismo, irracionalismo… Así estamos ahora, pero esto es lo que pensamos nosotros, no R.R. Reno. El capitalismo y su legítimo vástago, el globalismo y el individualismo liberal están destruyendo a Occidente. Estamos viviendo la decadencia de Occidente o incluso su final. Este es un libro contra la corrección política y la ideología progresista. Después de 1945 se quiso evitar que todos los horrores de la guerra se repitieran y se creó el consenso socialdemócrata o progresista. Se trata de debilitar los dioses fuertes, los valores, las creencias firmes, las convicciones tradicionales. Ideas como Patria, Nación, Pueblo, Religión, Familia, instituciones sociales, tradición. Todo esto fue arrinconado, arrojado por la borda. Nuevas ideologías surgieron para sustituir los dioses fuertes. Sociedad abierta, mercado libre, individualismo, deconstrucción, anticolonialismo, ideología de género, mariconismo. Toda esta basura ideológica sustituyó en el imaginario del vulgo a las ideas y creencias tradicionales. Estos son los pilares ideológicos asentados en Occidente después de 1945. La destrucción de los valores. Por eso afirma R.R. Reno que aún vivimos en el siglo XX. Nuestras tendencias ideológicas, mentales, actitudes siguen determinadas por el trauma producido por las dos guerras mundiales del siglo XX. Los dioses fuertes han sido abandonados en el basurero de la historia. Hemos asistido desde 1945 a un borrado completo de la mentalidad y de los valores occidentales tradicionales. Es el desencantamiento del mundo del que hablaba Max Weber. Es el debilitamiento, o lo que Nietzsche llamaba el gran cansancio, el nihilismo europeo. Frente al imperio de los dioses fuertes, de las creencias tradicionales firmes tenemos ahora al imperio de los dioses débiles, de las creencias líquidas, fluidas, relativistas, suaves, blandas y a la vez autoritarias e intolerantes con quienes no comulgan con sus ruedas de molino progresistas. Se sigue utilizando el término “fascista” con profusión como insulto ad hominem, como descalificación a pesar de que el fascismo desapareció en 1945. El consenso progresista ecualizador de izquierda y derecha en los estados plutocráticos del bienestar no permite la menor discrepancia y está llevando a una paulatina pérdida de las libertades de las que tanto alardeaban las democracias liberales burguesas. Cualquier discurso incómodo para la ideología dominante es sancionado, borrado, reprimido, castigado, descalificado. El antifascismo es tranquilizador para los biempensantes y es un atractivo consumo para el vulgo. Se quedaron en los años 1930. Ahora estamos en 2025. Es muy útil luchar contra un fascismo inexistente para mantener y conservar el orden actualmente imperante. El pueblo se empobrece cada vez más y el opio del pueblo es ahora el progresismo con su cortejo de iniquidades tales como el feminismo, empoderamientos, Perversiones sexuales LGTBIQ, y antirracismo. Toda esta basura ideológica conviene aclarar que viene de los EE.UU. Los grandes capitalistas se unen y fomentan esto para que todo siga igual. Estas ideologías blandas, débiles, posmodernas dejan las cosas como están. Los dioses blandos, débiles son una excelente vía para conseguir pingües beneficios económicos. Finalmente, han venido para ganar dinero. R.R. Reno parte de 1945 y desde entonces ha habido un desarrollo coherente, continuo de la ideología progresista ecualizadora de izquierda y derecha. La sociedad abierta de Popper nos ha llevado a la barbarie y a defender la barbarie. Hayek defendía que todo es mercado. Ambos son de la derecha conservadora. Para eso ha quedado la derecha: para sostener en el fondo lo mismo que la izquierda: que los valores tradicionales no sirven. Las normas de la tradición occidental no eran enteramente razonables y humanas. Por lo demás, una de las consecuencias de la situación posterior a 1945 es la disolución de la idea de verdad. La verdad no existe, dicen los progresistas. Sin embargo, ellos defienden que su enfoque es el bueno, el mejor, el verdadero y a quien no está de acuerdo lo denominan fascista, término que en el fondo sirve para descalificar ad hominem, insultar porque el fascismo terminó en 1945. Ni saben lo que significa el fascismo ni pueden definirlo por lo que es una olla podrida donde cabe todo lo que ellos digan y quieran. El antifascismo “Confiere una superioridad moral a las élites legitimadas al asimilar cualquier crítica de los efectos de la mundialización a la deriva fascista o racista”. El fundamentalismo democrático sirve para legitimar el nuevo orden político e ideológico. “Es la religión de los Derechos Humanos y la Democracia, con su derecho de intervención armada, sus bombardeos humanitarios, sus tropas de misioneros sin armas, sus coadjutores oenegeros y sus sacerdocios hipócritas.” Unos nuevos clérigos, unos nuevos oratores. R.R. Reno es un teólogo católico y desde el catolicismo escribe. La nostalgia por los dioses olvidados, los dioses fuertes, lo sagrado, la trascendencia impregna su análisis del presente. –Dios ha muerto- Nietzsche dixit. El dios se retira, Heidegger dixit. Esto es efecto del debilitamiento posmoderno. Decía Nietzsche que el cristianismo debilitaba, que provocaba decadencia, nihilismo. Heidegger afirmaba que la filosofía tradicional occidental, la ontoteología era un vector de nihilismo que a la larga culminaba en un nihilismo pasivo que destruía lo sagrado. La idea dominante es que todo lo que es fuerte, conduce a la opresión, mientras que la libertad y la prosperidad requieren de lo débil y de lo relativo. Es el antifascismo y el antitotalitarismo. Es éste fenómeno de decadencia un fenómeno europeo occidental que el resto del mundo no quiere, no acepta, no compra. Ocurre más bien todo lo contrario. No cabe por lo tanto descartar el fin de Occidente, su caducidad. Nada bueno puede construirse desde la debilidad. Un fantasma recorre Occidente: el fantasma del fascismo, que nadie define ni sabe definir. Los progresistas e izquierdistas de todo jaez, laya, calaña y ralea se creen que están en los años 1930 y que la Komintern aún existe y que el franquismo no ha terminado y todo ello para legitimar sus fracasos sus parafilias y la endeblez de sus ideologías. Todo lo que no sea el paradigma progresista dominante es fascismo, nazismo, etc. Siguen siendo antifascistas sin fascismo y siguen siendo antifranquistas sin Franco. Viven de engañar al vulgo con esas supercherías para tontos de baba, pero ¿Qué le vamos a hacer? La izquierda siempre fue una estafa, “nuestras sociedades se están disolviendo. La globalización económica hace trizas el contrato social. La política identitaria desintegra los vínculos cívicos. Un multiculturalismo antioccidental oriundo de Occidente priva a la gente de su herencia cultural. La inmigración masiva reconfigura el paisaje social. El noviazgo, el matrimonio y la familia ya no dan forma a nuestra imaginación moral. Todas las fronteras son porosas, incluyendo aquella que separa a los hombres de las mujeres. Decenas de miles de personas mueren de sobredosis. Cientos de miles son abortadas”. Esto es una pequeña muestra del elenco de aberraciones y de síntomas de degeneración y decadencia por los que estamos pasando. Después de 1945 aparece el consenso socialdemócrata en torno al Estado social, al estado de Bienestar. R.R. Reno lo denomina “consenso de la posguerra”. Se trata de “la atmósfera de opinión que sustenta a estos imperativos anti. Si bien ha habido disputas políticas entre izquierdas y derechas, no hay sido más que rivalidades fraternales”. Gustavo Bueno habló también de la ecualización entre izquierda y derecha en las democracias de mercado pletórico de bienes. Esto condujo a un agnosticismo moral, a un relativismo, a lo que R.R. Reno denomina desregulación cultural. El imperativo antifascista, antiautoritario conduce al relativismo político y moral. Ahora denuncian al populismo como un terrible peligro para sus intereses y para lo que tienen establecido. El consenso de la posguerra o consenso socialdemócrata no sólo es político. En las artes, la ideología, la moral se advierte el debilitamiento. Todo el cortejo de iniquidades ideológicas que abarca el progresismo y la ideología dominante del mercado pletórico de bienes aparecen por doquier. Esto no sólo se limita a los partidos de izquierda o socialdemócratas, sino también a la derecha liberal, democristiana. Este antifascismo y este antiautoritarismo progresista de derecha y de izquierda, ecualizadas ambas ha configurado una teoría general de la sociedad capitalista nueva. R.R. Reno lo resume diciendo que no hay convicciones tradicionales, creencias fuertes. Es el gobierno de la blandura, de lo fluido, de lo líquido. Ataque a la filosofía tradicional, a la metafísica. Es un patrón de debilitamiento, de pensamiento débil como diría Vattimo. Esto desemboca en el relativismo y en el cosmopolitismo globalista. Se cultiva la insoportable levedad del ser en un nihilismo pasivo que ya predijo Nietzsche. “Puede resultar desatinado definir el consenso de la posguerra como abierto y debilitador. La corrección política es cerril, severa y punitiva. Pero es necesario distinguir entre la realidad sociológica del consenso dominante –que, por definición, tiende a la dominación- y su contenido. Es cierto, el consenso de la posguerra censura la opinión, en ocasiones con mano de hierro. Pero lo hace para imponer lo que imagina como la mejor opción para la sociedad en su conjunto: la disolución, la desintegración y la desconsolidación; en una palabra: la apertura•. Ejercer la parresía en contra es peligroso. La libertad se mide por la disidencia capaz de ser soportada por el sistema social y político. La sociedad y sus instituciones se pulverizan, se atomizan. “En el siglo XXI, la oligarquía y la existencia de una élite que no responde ante nadie son una amenaza para el futuro de la democracia liberal mucho más grave que el retorno de Hitler.” Creo que el principal fallo del autor es que remonta su análisis de la modernidad a 1945, cuando nosotros pensamos que el asalto a la razón, causa de todos nuestros males presentes, proviene del siglo XIV con Guillermo de Ockham y el protestantismo. “Occidente se encamina hacia una crisis, mas no por causa de un defecto originario de Guillermo de Ockham, de la Reforma, de John Locke, del capitalismo o de la ciencia y la tecnología modernas. El protestantismo supuso el triunfo del subjetivismo y por lo tanto del pesimismo y del relativismo y del irracionalismo actuales. Sir Karl R. Popper fue uno de los ideólogos que abogaron por la sociedad abierta capitalista, liberal criticando duramente a Platón, a la tradición metafísica en general. Tampoco Hegel ni Marx sirven. Con su criterio de demarcación entre ciencia y metafísica denominado falsación no podemos nunca saber qué teorías son verdaderas, sólo podemos saber que aún no son falsas y que debemos poder saber en qué condiciones podrían ser falsas. Es la falsabilidad. Una teoría científica debe ser falsable. Verdadera no podemos saber nunca si lo es. Hay que restringir al ámbito de lo falsable las afirmaciones. En parecidos términos opera John Rawls quien afirma “que no debemos gobernar la sociedad de acuerdo con tesis metafísicas (doctrinas abarcadoras).” “En opinión de Popper, las verdades fuertes son dioses fuertes: lejos de estar abiertas al examen crítico y la falsación empírica, reclaman nuestra lealtad. Por eso constituyen una amenaza para las normas liberales. Son enemigas de la sociedad abierta.” Rawls se conforma con establecer un procedimiento decisorio más que una política con debates acerca de lo justo o injusto, lo bueno o lo malo. Justicia es imparcialidad. Abandono de la metafísica y de los valores. Necesitamos libertad e igualdad legal. No se discutirá sobre los fines, sino sobre los medios, los procedimientos. En una democracia, decía Aristóteles, cada cual puede vivir como quiera. Por ahí van las ideas actuales de desterrar los dioses fuertes. Popper tiene alergia a la idea de verdad “contesta con evasivas; habla de sentido en lugar de hablar de verdad.” Para Popper conseguir una sociedad abierta exige renunciar a la verdad fuerte. En el fondo Popper pretende impedir el retorno de los dioses fuertes para garantizar la sociedad abierta. La tradición metafísica occidental viene a decir Popper es intrínsecamente autoritaria. También la Escuela Crítica de Francfort participó en la difusión del antifascismo progresista sin fascismo. Adorno y Horkheimer, dos marxistas heterodoxos no soviéticos, no reformistas, en tierra de nadie situados, dos filisteos ideológicos se encargaron de propagar el mito del fascismo inexistente después de 1945 como elemento fundamental de la personalidad autoritaria capitalista. “Ninguna tendencia político-social supone una amenaza más grave para nuestros valores e instituciones tradicionales que el fascismo”, declaran. Aunque el fascismo fue derrotado en el campo de batalla, el peligro permanece. Las sociedades occidentales están llenas de “fascistas en potencia”, de personas propensas al “pensamiento antidemocrático”. Ha estado muy sobrevalorada la Escuela de Francfort. Unos cantamañanas. Se trata de la renuncia a los valores tradicionales, a las convicciones fuertes, a quienes tienen un fin o sentido para la existencia humana. De ahí puede surgir una personalidad autoritaria, un fascismo en potencia. Adorno y Horkheimer forman parte del consenso progresista liberal y socialdemócrata posterior a 1945. No buscan ni aspiran a la verdad. Consenso de la sociedad abierta. Mientras que antes de 1945 se asociaba fascismo con homosexualidad, a partir de 1945, de la mano de Adorno y Horkheimer, la familia tradicional, heteropatriarcal, normal, tradicional se piensa que de ahí surge el fascismo y el autoritarismo y que la homosexualidad es de buen tono y es no totalitaria y abierta. Popper acabó repudiando el dogmatismo marxista. “Pese a ello, mantuvo siempre una visión generalmente progresista de la vida económica y social.” Jorge Soros, el financiero y especulador progresista globalista fue alumno de Popper en la London School of Economics. Su instrumento fundamental, grupo de presión, ONG, es la Open Society Institute. La influencia de Popper está pues clara. Por ello no debemos extrañarnos de que Hayek y Popper se hicieran amigos. Ambos eran liberales. El diagnóstico al que llega Hayek no difiere del que hizo Popper. Ambos se esforzaron en evitar el autoritarismo. Los liberales abominan de las verdades fuertes, la metafísica, de los valores tradicionales. Desembocan en un relativismo, subjetivismo individualista. Hay que evitar la tentación totalitaria. Se busca la sociedad abierta que es la que garantiza el individualismo y la libertad, la sociedad abierta. Hayek dice que el mercado es antitotalitario. El mercado lleva al orden espontáneo, natural de una economía libre. En este consenso ideológico establecido entre izquierda y derecha, “Las verdaderas amenazas eran ahora las afirmaciones fuertes de verdad, las formulaciones metafísicas y las apelaciones a lo trascendente”. La corrección política exige mucha censura y además, “como animales sociales que somos, tendemos a vivir de acuerdo con la opinión dominante. Popper era consciente de ello; por eso promovió el establecimiento de la sociedad abierta como un proyecto urgente (y por eso esta necesita hoy de la censura continua de la corrección política)”. Porque el nuevo orden no es algo instintivo, ni natural, ni espontáneo, sino forzado, inventado, fabricado, impuesto. Se dictaminó el abandono de los valores tradicionales y punto. Lo mismo dígase del movimiento feminista, del movimiento mariconista y del movimiento eunuquista. El sistema burgués plutocrático capitalista fomenta estas causas minoritarias como parte del movimiento hacia la sociedad abierta. Supercherías impuestas al vulgo, individualismo, subjetivismo. Quieren una sociedad antitotalitaria y disuelven las instituciones sociales para conseguirla. Lo mismo dígase del feminismo, del homosexualismo y del movimiento de los eunucos –hombres que se sienten mujeres y se mutilan genitalmente, disfrazándose farmacológica, quirúrgica y hormonalmente de mujeres y de mujeres que se sienten varones y que hacen lo mismo con sus cuerpos- Dicen que esto es liberación. Yo lo llamo castración. El sistema social capitalista ha acabado cantando las excelencias morales y éticas y políticas de estas aberraciones ideológicas, de estas supercherías. Todo esto ha sido propiciado desde la izquierda y desde la derecha, generándose así una ecualización política, un consenso de izquierda y derecha. Se advierte la verdad de la tesis nietzscheana de la muerte de Dios con la crítica que ha sufrido el cristianismo desde 1945, que ya venía padeciendo desde mucho tiempo antes. Esto provoca el intento de adoptar la ideología de los vencedores de la segunda guerra mundial por parte de la Iglesia Católica: “también el catolicismo trató de relajar sus restricciones y hacerse más abierto, “más pequeño” y más ordinario. Aprobó una versión demótica y vernácula de la misa y adoptó un estilo horizontal y terreno para la arquitectura de sus templos. Algunos de los documentos católicos más influyentes de mediados del siglo XX defendieron una colaboración estrecha con el humanismo de la posguerra, tan estrecha que daba la impresión de que la fe trascendente de la Iglesia había sido reformulada como un proyecto inmanente de liberación política o autoconocimiento personal.” La Iglesia Católica se ha protestantizado y se ha hecho progresista. Ni está ni se la espera. Algo vacío, folklórico, no existe efectivamente. Lo notamos claramente por ejemplo en la sociedad española. La Iglesia sólo busca sobrevivir y recibir subvenciones a través de sus organizaciones no gubernamentales. No defiende sus valores tradicionales ni sus ideas, ni su moral. La Iglesia Católica ha desaparecido. Otro ejemplo de un autor de esta época de dioses débiles, de pensamiento débil, de caída y derrota del pensamiento lo constituye John Rawls (1928-2002). “Según Rawls, la reflexión política rigurosa nos lleva a descubrir que debemos mantener nuestros “valores esenciales” fuera de la política”, La justicia es imparcialidad, algo procedimental, sin cosmovisiones, sin contenidos filosóficos o teóricos. Es una justicia sin metafísica. Milton Friedman desde una posición liberal capitalista llega a conclusiones parecidas. Por eso apuesta por la privatización de la economía y por la reducción del Estado. “La privatización, promete Friedman, nos permitirá eludir el conflicto político y reducir el Estado. Esto servirá para promover la libertad y frustrar los planes de todos los tiranos que tratan de oprimirnos, desde el más diabólico de los ideólogos.” Friedman pretende privatizar la vida política. Ir a lo pequeño, de eso se trata. No una gran política de la que hablaba Nietzsche, sino una política pequeña, de andar por casa. Eso es lo que llaman la sociedad abierta. Es lo que Max Weber llamaba el desencantamiento del mundo y lo que Nietzsche llamaba la muerte de Dios y el nihilismo. Desregulación liberal económica y desintegración cultural y moral son dos líneas del proyecto posmoderno progresista que está en marcha en los países occidentales. Derrida, otro impostor intelectual, otro sofista progresista francés, como Foucault, por ejemplo, inventó la deconstrucción. Lo suyo es desmontar la metafísica occidental. No cree en la verdad ni en el conocimiento. Es un filodoxo. Todo es lo mismo. Todo da igual. El colmo del nihilismo pasivo. Este sofista decadente ha disfrutado de una inmerecida fama durante decenios. Un sofista sin importancia. La deconstrucción de Derrida desemboca en la trivialidad, en la nada. Nada de admirable hay en este sujeto. La filosofía de Derrida destruyó la credibilidad intelectual del marxismo. Derrida desemboca en un individualismo burgués, nihilista, progresista, subjetivista. Todas estas iniquidades y supercherías sofísticas conducen a nuestra situación presente: el fin de Occidente. “sabemos que hemos llegado a un callejón sin salida.” Todo se configura en nuestro presente como un proyecto de debilitamiento de la civilización occidental como destino si no remediamos esto. En 1989 tuvo lugar el derrumbe del comunismo, del socialismo real y ello sin intervención ninguna de la OTAN ni de Occidente. Se desplomaron ellos solos sin violencia, sin hacer ruido. “No podíamos imaginarnos entonces que el triunfo en esa lucha a vida o muerte dejaría a Occidente desarmado frente a toda la fuerza del consenso de la posguerra y su hostilidad hacia los dioses fuertes. Libre ya de la amenaza existencial del comunismo, el consenso occidental de la posguerra se encaminó hacia la pura negación, dejándonos un sueño utópico de política sin trascendencia, de paz sin unidad y de justicia sin virtud.” Otro ideólogo del posmodernismo, del progresismo es Gianni Vattimo. Enseña hermenéutica. Una filosofía derivada de Heidegger y de Gadamer. “Para él, la filosofía consiste en buscar ”ontologías de actualidad”, lo cual significa delinear el contexto de un discurso filosófico que tenga sentido aquí y ahora, y no discernir las estructuras permanente de la experiencia y el conocimiento humanos”. Es mejor cultivar la trivialidad, la superficialidad y no preocuparse de lo profundo, que lleva a la metafísica y que estorban en el camino del progreso social. Es pues Vattimo un ideólogo de lo presente y sólo centrado en lo presente, en la actualidad. Pretende fomentar el progresismo. No es un gran pensador. Es un ideólogo, propagandista, periodista, sofista. Vattimo era la trivialidad y la superficialidad en grado máximo. Un hombre sin la menor importancia como todos los posmodernos. También los teólogos han colaborado en la instauración de este estado de cosas. Primero los protestantes con su irracionalismo, su fideísmo y su subjetivismo individualista atroz. Son los teólogos de la muerte de Dios. Interpretan el debilitamiento de Occidente como un signo del triunfo del cristianismo. Es la secularización, el desencantamiento. “El cristianismo es, por ende, antirreligioso, si por religión entendemos una aspiración a la trascendencia. El verdadero evangelio de Cristo crucificado no es la liberación del pecado y la muerte; es la liberación de la búsqueda compulsiva y antiterrenal del Dios de las alturas, una liberación que nos permite vivir centrados en la solidaridad con el prójimo en el mundo presente, en lugar de aspirar a la dicha del mundo futuro.” Vattimo quiere un pensamiento débil, indefinido, fluido, líquido. La noche en la que todos los gatos son pardos. La verdad es el aquí y el ahora, una moral de situación, cambiante, relativa. No hay verdad. La secularización de las sociedades occidentales es un triunfo del cristianismo. El debilitamiento es el triunfo del cristianismo. La salvación es más aligeramiento que justicia. Entonces como decía Orwell: la guerra es la paz, la estupidez es la inteligencia, el hombre es la mujer. A esto nos conducen los ideólogos: a pensar de esta manera estúpida y progresista. La ignorancia es la sabiduría. No hay que saber nada. Hay que creer y repetir las consignas emanadas de los ideólogos. La educación no transmite conocimientos, sino doctrinas, destrezas, críticas, consignas. Sin verdades firmes, sin objetividad. Un ciudadano culto es un experto en no creer en la verdad trascendente, en desenmascarar las pretensiones de verdad como instrumentos racistas, patriarcales o de dominación clasista. Es un escéptico. Esto desintegra las instituciones sociales como la familia, el matrimonio, el patriotismo. “Este mismo patrón de debilitamiento marcó la obra del pragmatista estadounidense Richard Rorty, que adoptó un enfoque decididamente antimetafísico, definiendo la verdad como “aquello que tus contemporáneos te permiten decir”. Otro ideólogo del consenso posmoderno, progresista es John Rawls. Define la justicia como legitimidad, imparcialidad. “las formas de pensamiento fuertes, o lo que Rawls llama “doctrinas abarcadoras”, deben ser mantenidas al margen de la política. “La razón pública” debe gobernar la vida pública, y la razón pública se limita a aquellos argumentos que están abiertos a todo el mundo, esto es, a los argumentos que se ajustan al principio popperiano de la gobernanza científica.” Apoyar la sociedad abierta, debilitamiento de los valores e ideas y verdades, de la moral, a fin de cuentas. Vattimo asocia la metafísica con el autoritarismo. La búsqueda de la verdad nos lleva al fanatismo y a la intolerancia. Debemos pues suspender el juicio como Pirrón. Hay que defender y proteger a la sociedad abierta de la verdad. Debilitamiento de la idea verdad. Esto garantiza la sociedad abierta. Diálogo, tolerancia, consenso, democracia, comunicación. Etc. Estos son ideólogos de medio pelo, eruditos a la violeta, sofista, impostores editoriales e intelectuales. Progresista en suma, que es como decir que no son nada. Nietzsche decía que la muerte de Dios producía un inmenso vacío, el nihilismo del último hombre, faltan las metas, la existencia heroica, el culto a la excelencia. Agotamiento de todos los sentidos. Heidegger por su parte afirmaba que “La retirada de los dioses fuertes de la cultura occidental deja un peligroso vacío.” Un mundo sin hogar, una sociedad del riesgo, de la nada, del relativismo moral, ético, religioso, antropológico. Heidegger, igual que Carl Schmitt, criticaba el imperialismo anglosajón. “A Heidegger le preocupaba nuestra predilección por la autoafirmación, nuestra avidez por fabricar consuelos filosófico-espirituales –es decir, dioses falsos- que puedan tener manifestaciones técnico-prácticas. La perspectiva de Heidegger era fuertemente antiamericana. Consideraba a los Estados Unidos como una fría máquina de producción y consumo que amenazaba con inundar Europa con su culto al éxito mundano.” El desencantamiento del mundo, la muerte de Dios y de los valores tradicionales es visto por los ideólogos posmodernos como una bendición divina, no como un destino aciago. Nos libera de los dioses fuertes, garantizando así la paz de la indiferencia. “La retórica del “debilitamiento” encaja perfectamente en el proyecto económico y cultural neoliberal, un proyecto de fronteras porosas y fluidez infinita, un utopismo inquieto que busca constantemente nuevas fronteras que transgredir. Buena prueba de ello es la presente obsesión con la ideología transgénero.” Las supercherías más dañinas y absurdas se imponen por parte de los ideólogos y de la clase política. Vattimo fue un ideólogo del pensamiento débil, del posmodernismo, del nihilismo pasivo. El triunfo del relativismo, del subjetivismo individualista forma parte del consenso de los regímenes democráticos de mercado pletórico de bienes de nuestra época. Todo al servicio del mercado pletórico de bienes y de la expansión de la forma social mercancía. “La obra de Gianni Vattimo cayó en mis manos hace más de doce años. Aquello fue una bendición, porque me ha ayudado a ver la lógica subyacente al consenso cultural dominante, que cada día encuentro más disfuncional y opresivo.” Encanallamiento moral, encallecimiento moral es lo que caracteriza nuestra época progresista. Al final, son malos tiempos para la filosofía y para el buen sentido. El debilitamiento ha sido la trayectoria de Occidente. En especial desde 1989. Es la decadencia o el fin de Occidente. “El debilitamiento del Ser se ha convertido en la forma de pensar obligatoria.” En el fondo se considera que hemos llegado al fin de la historia. Hemos inventado la felicidad, dicen y parpadean. El proyecto progresista, posmoderno es un proyecto de debilitamiento, de agotamiento de los sentidos, de las metas. Es la derrota del pensamiento, el pensamiento débil. Nos intentan convencer de que eso es bueno y conveniente. “Occidente está llegando a un callejón sin salida porque nuestra clase dirigente, educada en el consenso de la posguerra y leal al mismo, insiste en que debemos ser una sociedad sin hogar. Y no es sólo cuestión de estilos arquitectónicos. La sociedad abierta nos educa en el desasentamiento, nos enseña a no abrazar convicciones estables ni amores comunes.” Derrida, el sofista, el impostor nihilista decía que esto era un juego. La trivialidad en filosofía. Para estos sofistas de la apariencia, de la doxa, es bueno ser unos tocacojones o estafadores intelectuales. El proyecto de todos estos sofistas es la demolición, decirnos que todo es nada y que da todo igual. Esta basura ha destruido las sociedades occidentales con su cortejo de iniquidades, falsedades y supercherías. “La mayor parte de los profesionales educativos creen que es buen que los niños pequeños tengan profesores transgénero”. Y sin reparar en las consecuencias ni en lo que de bueno o malo pueda haber en semejantes adefesios y mamarrachos antinaturales. El cultivo de la anormalidad nunca fue ni será bueno. “Su opinión es contraria al más elemental sentido común, que nos dice que los niños necesitan del equilibrio que proporciona la conformidad con la realidad humana, en cuyo núcleo se halla la dicotomía entre varón y hembra.” Es que a fin de cuentas somos animales de reproducción sexual. Lo demás son cuentos y tonterías que no resisten el más mínimo análisis. Las élites políticas, económicas, sociales progresistas no viven de acuerdo con lo que ellos predican y nos predican. Van a los mejores colegios, a los mejores hospitales y viven en los mejores barrios y así no sufren las desagradables consecuencias de las políticas públicas impulsadas por ellas para el pueblo, que no puede escapar de las consecuencias indeseables producidas por tales políticas relativistas, nihilistas y destructoras de las instituciones sociales y de los valores básicos de la civilización occidental. Las reacciones frente a tal estado de cosas son calificadas como fascismo. Sabiendo que el fascismo terminó en 1945. “El populismo es más que una rebelión contra la subcontratación, la corrección política y el exceso de inmigrantes. Es un rechazo del consenso de la posguerra. Esto aterroriza a nuestra clase dirigente, que ha sido educada en la convicción ahistórica de que los imperativos de la sociedad abierta son la única base legítima para las disposiciones económicas y políticas. Todas las demás alternativas, en opinión de nuestro establishment, nos llevan de vuelta al fascismo. Son caminos de servidumbre.” Se coloca la diversidad por encima de la justicia. La diversidad se ha convertido en un valor al que hay que perseguir como un fin en sí mismo. Cultivo de las perversiones sexuales, descrédito de la familia, el matrimonio, la paternidad, la maternidad, políticas abortistas, antipatrióticas. El proyecto progresista es debilitamiento, división, disgregación. Cuando no se está de acuerdo se te llama fascista, se te encapsula en la extrema derecha, la ultraderecha y más allá. Lo que hacían y decían los comunistas de sus adversarios políticos en los años 1930 llamándolos fascistas, se sigue haciendo ahora, hoy en día. El término fascista ha pasado de ser una denominación ideológico-política a ser un insulto. Se ornan con las afirmaciones de que son antifascistas, antirracistas, etc. Y parpadean. Se invalidan elecciones cuando el pueblo se equivoca no votando en favor de la OTAN, la UE o del progresismo. Por todas partes y en todos los frentes el progresismo intenta prevenir el retorno de los dioses fuertes. La invasión mahomética de Europa por inmigración es un recurso valioso para las élites políticas, distanciadas y enemigas de los ciudadanos. Las clases políticas europeas defienden el yihadismo. Fronteras abiertas, oídos sordos al pueblo, a sus quejas y sus protestas. El pueblo no comprende las virtudes del Islam en Europa. El consenso político, ideológico posterior a 1945 está arrasando Europa. “Cada vez más votantes de Occidente perciben la extraña incapacidad de nuestra clase dirigente para afirmar su lealtad hacia aquellos a quienes dirigen. Y los votantes sospechan, acertadamente, que sus dirigentes no están dispuestos a protegerlos de la competencia económica y el desplazamiento cultural.” Es la democracia sin el pueblo y contra el pueblo. La rebelión de la democracia gobernante contra la democracia gobernada. Ahora se adivina un movimiento pendular en sentido opuesto: hacia el retorno de los valores, tradiciones, sentido común y el retorno de los dioses fuertes. Las clases políticas oligárquicas, progresistas, opulentas, se burlan del populacho y dicen que no sabe elegir lo que le conviene. “Cuando la clase dominante ignora al agitado populacho o se mofa de él ("despreciables”•, “conformistas”, “racistas”, “islamófobos”, “fascistas” y demás), la inquietud cristaliza en una actitud hostil.” La única solución es el retorno de los dioses fuertes, de las tradiciones, de las instituciones sociales, de las personas normales, de lo objetivo, del buen sentido, de la política, del interés nacional, del interés del pueblo, del patriotismo, de la verdad, de la racionalidad. “Los dioses fuertes no son ídolos de oro ni personajes de mitologías antiguas, como bien sabía Durkheim. Son todo aquello que tiene poder para inspirar amor: amor a la divinidad, amor a la verdad, amor a la patria, amor a la familia.” Se trata de desandar el camino progresista de debilitamiento, división, disgregación y de todo su cortejo de iniquidades. Que vuelva el buen sentido, la normalidad, que se acabe con las supercherías y las ideologías delirantes y el nihilismo. Si alguien no sabe distinguir entre un hombre y una mujer está perdido, entonces le dan igual una nación que otra, una cultura que otra y unos valores que otros. Todo es lo mismo. Nada vale nada.

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