Gustavo Bueno decía que él era católico ateo. Esto significaba que vivía en un país católico como España y él era español y sabía de la importancia del catolicismo en la historia de España. Sin embargo, Gustavo Bueno no era creyente, era ateo. Bueno era ateo esencial total, impío. No tenía ninguna religión. Del catolicismo apreciaba su materialismo, su racionalismo, su realismo, su objetivismo, su herencia del derecho romano y de la filosofía clásica griega y su escolástica medieval y moderna. Eso es el catolicismo ateo de Gustavo Bueno. El catolicismo, bien considerado, tomado, el de Trento, es un firme valladar frente al fanatismo musulmán y al subjetivismo luterano o calvinista, protestante. Una sociedad católicamente ordenada es una sociedad bien ordenada, con eutaxia política. Conviene recordar esto. España fue un imperio universal, católico no depredador, sino generador, por su racionalismo católico. El único imperio antimaterialista que ha existido en la historia universal.
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