La filosofía política del presente
Desde hace más de
veinte años asistimos a un verdadero florecimiento de la filosofía política en
los países capitalistas de cultura anglogermánica. Esta filosofía política es
heredera del liberalismo político cuando no es su natural continuación y
repetición. El contenido de tales discursos filosófico-políticos oscila entre
el liberalismo radical conservador y el liberalismo igualitario. Son los
límites del pensamiento burgués. Ambas ideologías admiten la desigualdad, ya sea
como algo necesario o como algo que se autoeliminará espontáneamente en un
futuro lejano y sin ejercer violencia alguna y sin revolución, pero sobre todo,
ponen su énfasis en la defensa a ultranza de los derechos individuales.
Por todo lo que antecede, la filosofía
política del presente insiste en los mismos contenidos que ya conocíamos y crea
nuevos procedimientos de legitimación de tales contenidos. Se llega así al
formalismo en la creencia de que así quedarán legitimados los contenidos del
presente porque los procedimientos utilizados resultan ser equitativos (Justice
as fairnes, velo de la ignorancia, situación ideal de diálogo, equilibrio
reflexivo, pragmática trascendental, contractualismo, situaciones hipotéticas,
etc.). Al evacuar los contenidos reales se producen sutiles ejercicios
académicos muy hábiles para sortear las contradicciones realmente existentes.
Otras veces, como ocurre con el liberalismo, la apologética del capitalismo
resulta franca y abierta y su discurso extrae su fuerza de su simplicidad y de
la repetición de tópicos de forma incesante.
Comenzaré mi exposición de las
filosofías políticas del presente con el liberalismo.
El liberalismo es la ideología burguesa
por excelencia. Acompaña al capitalismo en todas sus formas de dominación y
explotación, y por tanto, su periodización, etapas y evolución van ligadas
inextricablemente a la suerte del modo de producción que lo vio nacer con su
propio despliegue de fuerzas productivas y ello tanto en su momento de
surgimiento como en la consolidación del poder burgués así como en el repliegue
defensivo a la desesperada en la etapa del capitalismo monopolista tardío. Esta
doctrina política y social aparece en la historia europea con J. Locke. Desde
su surgimiento hasta aproximadamente 1870 fue la ideología dominante. Luego,
atravesó por una etapa de decadencia hasta 1945, a partir de entonces renació
con Von Mises, Von Hayek, Popper, etc. El liberalismo es una ideología
nominalista, individualista. Sólo existen individuos. La sociedad no es más que
un aggregatum de individuos. El
hombre es un sujeto de derechos e intereses naturales innatos anteriores a la
sociedad política. Tales derechos son irrenunciables y necesarios. La política
ha de defender los intereses individuales, entre los que se encuentra la
propiedad privada. El Estado y la ley están al servicio del individuo. El
Estado procede de los individuos, de un contrato celebrado libremente entre
ellos para garantizar sus derechos. El análisis liberal supone el
individualismo metodológico. Las relaciones colectivas, la existencia misma de
la sociedad y de la política son resultado de elecciones individuales movidas
por intereses egoístas.
Esta ideología burguesa tan influyente
e importante en la historia de las ideologías tiene una doble faz: la política
y la económica que muchas veces se entrecruzan, resultando a la postre difícil
discernir los dos momentos del doble movimiento de tal discurso legitimador del
capital. Realizaremos primero un análisis diacrónico-histórico del liberalismo en
sus dos aspectos y luego formularemos unas cuantas conclusiones generales sobre
tal configuración ideológica.
Liberalismo político. El liberalismo
político nace en Gran Bretaña, la formación social económicamente más
evolucionada de Europa Occidental, en el siglo XVII. El liberalismo británico
es como dice Josep María Colomer en "Ilustración
y liberalismo en Gran Bretaña", Madrid, 1991, en "Historia de la
Teoría política" en primer lugar, un movimiento político laico. En segundo
lugar es un movimiento empirista, lo que significa que la racionalidad es
analítica, instrumental y calculística. En tercer lugar, tiene una concepción
antropológica pesimista. Los hombres se mueven por motivaciones egoístas e
individualistas. Es utilitarista. En cuarto lugar, es convencionalista. Las
instituciones sociales descansan sobre el convenio libre de los individuos y a
ellos y su interés y protección están orientadas. Sin ellos, carecen de vida
propia.
John Locke (1632-1704) es el fundador
del liberalismo. Es asimismo el principal ideólogo de la revolución inglesa de
1688. Partiendo del iusnaturalismo lo desborda sin embargo al sostener la
hipótesis individualista utilitarista respecto a la praxis. Los hombres se
mueven por el propio interés.
El hombre es un ser racional egoísta
que busca primeramente autopreservarse y trata de conseguir placer y evitar
dolor. Lo bueno es lo placentero y lo malo es lo que produce dolor. Este
supuesto hedonista permite analizar las conductas humanas observables. Así, es
bueno lo que los hombres dicen que es bueno, puesto que buscan el placer.
Hay tres tesis presentes ya en Locke
que son el núcleo básico de la tradición liberal inglesa posterior: a) Los
derechos fundamentales de la persona. b) La propiedad privada y el libre
mercado y c) El gobierno representativo o parlamentarismo.
La propiedad privada es un derecho
natural. Para Locke, no cabe la menor duda de ello. En Locke se vinculan
entonces propiedad y estado de naturaleza. El Estado tiene como única finalidad
el proteger los derechos naturales de los individuos. El Estado tiene un origen
contractual. Ello requiere leyes y sanciones para los infractores (jueces y
policías). "Un Estado no puede tener otro fin que la defensa de la
propiedad" Segundo Tratado sobre
el gobierno civil., Cap. VII, 94 y Cap. XI, 138. En su "Carta
sobre la tolerancia" afirma que "la comunidad política me parece una
sociedad de hombres constituida únicamente para procurar, preservar y promover
sus propios intereses civiles..." . De tal manera que "La autoridad
política es así, un juez imparcial entre derechos e intereses contrapuestos de
los ciudadanos" op. cit. p. 26. El Estado ha de preservar por todos los
medios legítimos a su alcance los derechos individuales del hombre. Ahí entra
en juego la represión contra los delincuentes que atacan a los honrados
ciudadanos para despojarles de sus posesiones o de su vida. "Considero,
pues, que el poder político es el derecho de dictar leyes bajo pena de muerte
y, en consecuencia, de dictar también otras bajo penas menos graves, a fin de
regular y preservar la propiedad y ampliar la fuerza de la comunidad en la
ejecución de dichas leyes y en la defensa del Estado frente a injurias
extranjeras. Y todo ello con la única intención de lograr el bien
público." Cap. 1, 3. Este bien público no es otra cosa que la preservación
de la propiedad. "Por consiguiente, el grande y principal fin que lleva a
los hombres a unirse en Estados y a ponerse bajo un gobierno, es la
preservación de su propiedad, cosa que no podían hacer en el estado de
naturaleza, por faltar en él muchas cosas" cap. 9, 124. La sociedad sólo
deriva su legitimidad de la conveniencia y utilidad individual de cada uno de
los individuos componentes de tal sociedad. "El fin principal de los
hombres al entrar en sociedad es disfrutar de sus propiedades en paz y
seguridad", cap. 11, 134.
Por lo que se refiere a los derechos,
todo hombre tiene derecho a la vida, la salud, la integridad física, la
libertad y la propiedad privada: "ningún hombre debe dañar a otro en lo
que atañe a su vida, salud, libertad o posesiones" (Segundo tratado, 6).
Ello es por la igualdad de todos los hombres: "siendo todos los hombres
iguales e independientes, ninguno debe dañar a otro en lo que atañe a su vida,
salud, libertad o posesiones". Cap. 2, 6.
El hombre tiene derecho a matar en
defensa propia para defender su libertad y para defender su propiedad.
"Esto hace que sea legal el que un hombre mate a un ladrón que no le ha
hecho el menor daño ni ha declarado su intención de atentar contra su vida, y
se ha limitado, haciendo uso de la fuerza, a tenerlo en su poder arrebatando a
ese hombre su dinero o cualquier otra cosa que se le antoje. Pues cuando
alguien hace uso de la fuerza para tenerme bajo su poder, ese alguien, diga lo
que diga, no logrará convencerme de que una vez que ha quitado la libertad, no
me quitará también todo lo demás cuando me tenga en su poder." cap. 3, 18.
De todos modos, los ladrones suelen ser
más astutos que los propietarios. Por ello, es conveniente la constitución de un
Estado mínimo que garantice la paz social y que cada individuo se desenvuelva
como él crea conveniente. La legitimidad del Estado deriva de los individuos
que lo han instituido. La libertad es un derecho prepolítico que debe ser
garantizado por el Estado. "La libertad del hombre en sociedad es la de no
estar más poder legislativo que el que haya sido establecido por consentimiento
en el seno del Estado, ni bajo el dominio de lo que mande o prohíba ley alguna,
excepto aquellas leyes que hayan sido dictadas por el poder legislativo de
acuerdo con la misión que le hemos confiado." cap. 4. 22. El
consentimiento es el fundamento del poder político, que tiene así una
naturaleza convencional, contractual. "Al ser los hombres, como ya he
dicho, todos libres por naturaleza, iguales e independientes, ninguno puede ser
sacado de esa condición y puesto bajo el poder político de otro sin su propio
consentimiento" cap. 8, 95.
Ahora bien, tal Estado nunca podrá
atacar a la propiedad privada de ninguno de los ciudadanos. "El poder
supremo no puede apoderarse de parte alguna de la propiedad de un hombre, sin
el consentimiento de éste; pues como el fin del gobierno es la preservación de
la propiedad, y ésa es la razón por la que los hombres entran en sociedad, ello
implica necesariamente que al pueblo ha de permitírsele tener propiedades"
cap. 11. 138.
Por tal razón, el Estado liberal del
liberal Locke es el Estado de régimen parlamentario. Es éste un Estado
garantista con división o equilibrio de poderes y representativo. En un régimen
parlamentario el poder legislativo es el supremo. "El poder ejecutivo que
se deposita en una persona que no es parte de la legislatura, es claramente un
poder subordinado al poder legislativo y debe rendir cuentas a éste; y puede
cambiar de manos y ser depositado en otra persona, si así lo desea la
legislatura" Cap. 13, 152.
La tradición liberal, desde Locke,
hasta hoy es la tradición de la aceptación de la economía de libre mercado en
la sociedad capitalista.
En el siglo XVIII el liberalismo es
escéptico y relativista. Tal relativismo axiológico desemboca en un emotivismo
y en un utilitarismo. La razón es y sólo puede ser esclava de las pasiones y
tales pasiones se orientan hacia lo útil, hacia el placer. La razón busca la
optimización en la relación medios-fines. Se introduce el cálculo de placeres
como guía de la conducta individual.
Comienza asimismo la apología del
mercado libre capitalista aludiendo a las ventajas de éste para el crecimiento
económico frente al intervencionismo feudal del Absolutismo del Ancien Régime.
Hume afirma que no puede restringirse el comercio. El mercado se evalúa por sus
consecuencias beneficiosas para la mayoría. Se defiende el lujo porque es
fuente de creación de riqueza.
Los liberales utilizarán mecanismos automáticos
y teleológicos ocultos para justificar el capitalismo. Las acciones humanas
tienen efectos no deseados, inintencionados. Es la mano oculta, la armonía
preestablecida leibniziana para explicar por qué las mónadas individuales
coinciden sin existir comunicación entre ellas por carecer de ventanas. Es, en
definitiva Die List der Vernunft (la
asutucia de la razón) hegeliana. Esto explica los intercambios con mutuo
beneficio de personas movidas por egoísmo. Ciertas conductas egoístas,
viciosas, tienen consecuencias benefactoras. Vicios privados se convierten en
virtudes públicas. Hay una cierta sympathy
o mano invisible que armoniza las conductas individuales y resuelve los
conflictos de intereses constituyendo el bien público o interés general.
Jonathan Swift critica el liberalismo
afirmando irónicamente que las conductas criminales o viciosas son ventajosas
desde un punto de vista de utilidad social.
Mandeville observa que las conductas
egoístas traen beneficio público, descalificando así a la moral tradicional por
inútil.
Hume afirma que la obligación política
de obedecer descansa en la costumbre y en la utilidad del Estado. Rechaza la
teoría contractualista de Locke. Los Estados duran por la costumbre y por lo
incómodo que resulta desobedecer, por sus costes.
La justicia es una virtud artificial
para armonizar los intereses contradictorios de la sociedad. De ahí la defensa
de la propiedad privada.
Los individuos no sólo son egoístas,
también sienten benevolencia hacia los otros.
Según Hume, es conveniente el régimen
parlamentario con división de poderes, el gobierno de las leyes, garantías
judiciales. La actividad política es por el propio interés individual. En las
instituciones políticas los gobernantes persiguen su propio beneficio aunque sea
a costa de los ciudadanos. Defienden sus propios intereses individuales. Ello
hace necesarios pues, los contrapesos y cautelas constitucionales para evitar
que el gobernante sea un tirano. Sabiendo que los gobernantes son delincuentes
o criminales en potencia, deben ser controlados y dirigidos para beneficio
público.
Bentham (1748-1832) es un apologista
declarado de la dominación burguesa que suministrará argumentos para la
apologética burguesa posterior. Igual que Helvetius, el fin del gobierno y de
la legislación no puede ser más que la felicidad general. Rechaza el
contractualismo y el iusnaturalismo como legitimaciones del Estado y del
derecho.
Los principios básicos del utilitarismo
benthamiano son la motivación de la autopreferencia individual y una opción
ética igualitaria.
El principio de utilidad está vinculado
al placer y al dolor. "Cada individuo es el mejor juez de sus propios
intereses". El valor de la mercancía no depende de sus costes de
producción sino de la satisfacción subjetiva que experimenta el consumidor al
usarla, supuesto que se adelanta al adoptado por la economía neoclásica o
marginalista y del bienestar.
Según Bentham los intereses
individuales se armonizan artificialmente por medios políticos y legislativos.
Como principio normativo, el utilitarismo apunta a la consecución de "la
mayor felicidad para el mayor número de personas".
Los objetivos de la legislación son la
seguridad, la abundancia, la subsistencia y la igualdad. Bentham llega a la
concepción del sufragio universal en el régimen burgués parlamentario o
presidencial.
El discurso apologético de Bentham se
encuentra presente en otros liberales posteriores tales como Von Hayek,
Schumpeter, Pareto, Friedmann, etc. Ello ocurre en temas típicamente
ideológicos como:
1. La fundamentación misteriosa de la
propiedad privada como algo natural en el hombre.
2. La garantización del orden burgués
como algo sagrado e intangible así como el más adecuado.
3. La justificación de la dominación de
una élite y de la represión de la mayoría no poseedora por tal minoría
poseedora.
En este último punto se puede advertir
claramente cómo el liberalismo adopta un carácter autoritario creciente a
medida que las contradicciones sociales del capitalismo se van agravando.
El carácter reaccionario del
liberalismo se advierte ya con toda claridad en Bentham: "La igualdad sólo
debe favorecerse cuando no perjudica a la seguridad, cuando no turba las
esperanzas que la ley ha promovido y cuando no descompone la distribución
actualmente establecida" Tratados de legislación civil y penal, p. 107.
También afirma que "Cuando la seguridad y la igualdad se hallan en
oposición no se debe dudar ni un instante: la igualdad es la que debe ceder,
pues si se trastornara la propiedad con la intención de establecer la igualdad
de bienes, el mal resultante sería irreparable: adiós a la seguridad, adiós a
la industria, adiós a la abundancia...La sociedad volvería al estado salvaje
del que había salido", op. cit. p. 125.
De todos modos, no debemos olvidar que
otros teóricos políticos no pertenecientes a la tradición liberal han defendido
radicalmente también el derecho de propiedad como sacrosanto. Rousseau es un
ejemplo claro de ello: "...el derecho a la propiedad es el más sagrado de
todos los derechos de la ciudadanía e incluso más importante en algunos
respectos que la libertad misma...la propiedad es el cimiento de la sociedad
civil" "Discurso sobre la Economía política", (1758). Sin
embargo, cuatro años más tarde publica "El
Contrato social", en donde Rousseau señala la imposibilidad de una
sociedad en la que el reparto de riqueza resulte demasiado injusta.
Con Bentham y James Mill, el
liberalismo adopta la forma de utilitarismo moral y político. El único criterio
defendible racionalmente para pensar el bien o la utilidad pública es la mayor
felicidad del mayor número posible. La felicidad se define cuantitativa y
calculísticamente como cantidad de placer individual una vez restado el dolor.
Hay una verdadera aritmética del placer en el utilitarismo. La prudencia es el
cálculo. Al calcular la felicidad total neta de una sociedad hay que contar con
que cada individuo es una unidad.
Cada individuo busca el máximo de
placer, sin ningún límite. El dinero da la felicidad y sirve para medir el
dolor y el placer. El dinero es un instrumento muy útil para medir la cantidad
de placer. Cuanto más dinero, más placer y más felicidad consiguientemente.
Dice Bentham: "El dinero es el instrumento con el que se mide la cantidad
de dolor o de placer. Quienes no estén satisfechos con la precisión de este
instrumento deben encontrar otro que sea más preciso, o decir adiós a la
política y la moral". Además, al pensar a los individuos como reductibles
a su determinación abstracta, se convierten ellos en elementos susceptibles de
posesión.
Además, dinero y poder están unidos muy
estrechamente. La felicidad es luchar por el dinero y el poder, esto es, por el
placer. El poder es dominio de unos sobre otros, someter a los otros para
satisfacer nuestras necesidades a costa de ellos. El hombre es un depredador.
La sociedad liberal es una sociedad de fieras, de depredadores que compiten por
someter a los demás para sentir mayor placer. "El deseo de un ser humano
de someter a la persona y la hacienda de otro a sus placeres, pese al daño o a
la pérdidad de placer que ello ocasione al otro individuo, es la base del
gobierno. El deseo del objeto implica el deseo del poder necesario para obtener
el objeto. El deseo, pues, del poder que es necesario para sometera las
personas y las haciendas de seres humanos a nuestros placeres es una de las
grandes leyes que rigen a la naturaleza humana...El gran instrumento para
lograr lo que le agrada a un hombre son los actos de otros hombres. El poder,
pues, significa la seguridad para la conformidad entre la voluntad de un hombre
y los actos de otros hombres. Esta proposición, suponemos, no será objeto de
disputa." James Mill, Del Gobierno, 1820.
La sociedad es un agregado de
individuos egoístas ansiosos de placer y de imponer su poder y dominio sobre
los demás, a expensas de otros para obtener placer y felicidad.
Esta sociedad de depredadores necesita
una legislación para que los vicios privados reviertan en virtudes públicas y
beneficien al mayor número. La legislación sirve para "facilitar la
subsistencia, producir la abundancia, favorecer la igualdad, mantener la
seguridad".
Bentham, por lo demás, acepta la
propiedad privada sin cortapisa alguna. Ello implica el Estado mínimo, el
Estado vigilante y represor. De ahí el interés con el que Bentham estudió el Panóptico
con la finalidad de perfeccionar la vigilancia y la represión.
La ley nada tiene que hacer sobre la
subsistencia de las masas. Es un asunto individual y privado. "¿Qué pueden
hacer las leyes en pro de la subsistencia? Directamente, nada. Lo único que
pueden hacer es crear motivos, es decir, castigos o recompensas, que lleven a
los hombres a atender su propia subsistencia. Pero la naturaleza misma ya ha
creado esos motivos, y les ha insuflado suficiente energía. Antes de que
existiera la idea de las leyes, las necesidades y los placeres habían hecho a
ese respecto todo lo que podrían hacer las leyes mejor concertadas. La
necesidad, armada de sufrimientos de todos los tipos, incluso de la misma
muerte, ha inducido al trabajo, excitado el valor, inspirado la previsión,
desarrollado todas las facultades del hombre. El placer, compañero inseparable
de la satisfacción de todas las necesidades, ha formado un fondo inagotable de
recompensas para quienes han superado obstáculos y han cumplido los objetivos de
la naturaleza. Como la fuerza de la sanción física es suficiente, el empleo de
la sanción política sería superfluo" Bentham, Tratado sobre legislación
civil y penal, op. cit. pp. 39-40.
Las leyes pueden "proveer a la
subsistencia indirectamente, al proteger a los hombres en su trabajo y hacer
que tengan asegurados los frutos de éste. Seguridad para el trabajador,
seguridad para los frutos del trabajo; para eso valen las leyes, y son de un
valor inestimable". op. cit. p. 40.
Bentham admite la propiedad privada y
por consiguiente la existencia de clases y la desigualdad, de tal manera que la
clase trabajadora está condenada a la indigencia como él mismo reconoce por lo
demás. Cuanto mayor haya de ser la indigencia de los trabajadores tanto mayor
será la prosperidad general. Esto es por el principio de suma cero. Esto es por
el principio de suma cero. Si la riqueza social es una totalidad resultante de
la suma de las riquezas individuales, según el capitalismo o el liberalismo
utilitarista de Bentham, cuanta más riqueza dentro del todo social tengan unos
cuantos, menos tendrán los demás: "En el estado más elevado de prosperidad
social, la gran masa de los ciudadanos no tendrá más recurso que su industria
diaria, y por consiguiente estará siempre próxima a la indigencia" op.
cit. p. 41. La ley ha de garantizar la seguridad de la propiedad privada
individual. Por su parte, William Petty, un liberal del siglo XVII ya había
llegado a conclusiones parecidas puesto que como sostiene crudamente William
Petty: "sólo debe concederse a los trabajadores aquello con lo que puedan
vivir, puesto que si se les concede el doble, por ejemplo, sólo trabajarán la
mitad de lo que podrían y harían en otras condiciones, lo que representaría en
general una pérdida en trabajo". Tratado
sobre los impuestos y la contribución", pp. 137-138.
Resumiendo el utilitarismo de Bentham,
llegaríamos a lo siguiente:
1. Toda persona actúa siempre en su
propio interés para maximizar el placer y minimizar el dolor, esto es, aumentar
el dinero, el poder y la capacidad de sometimiento de los otros a sus placeres.
2. La gran masa de los hombres
permanecerá en la indigencia.
3. El móvil de ellos será el miedo al
hambre y no las recompensas.
4. Para los más afortunados, la
esperanza de recompensa es un incentivo suficiente para alcanzar el máximo de
productividad.
5. Para que esta esperanza actúe como
incentivo, ha de existir una seguridad absoluta de la propiedad.
6. La seguridad de la propiedad es el
principio supremo por encima del principio de la igualdad.
La función del gobierno es la seguridad
y protección del libre mercado. El gobierno adecuado a tal fin es el
parlamentario. El hombre es entonces, un animal deseante insaciable que consume
infinitamente y cuya motivación suprema es maximizar las satisfacciones o
utilidades.
En el continente, el liberalismo fue
más débil que en Gran Bretaña. Se fundamentó en otras bases. Kant coqueteó con
el liberalismo, suministrándole una base más sólida que el utilitarismo y el
empirismo y superando asimismo el iusnaturalismo, iniciando así la escuela del
positivismo jurídico al separar derecho y moral. Como dice John Gray (1986):
"Kant evita el iusnaturalismo, esto es, el radicar los derechos del hombre
en su naturaleza. Kant argumenta que conceptualizar a los seres humanos como
portadores naturales de derechos de libertad y justicia es una presunción de
nuestra concepción de ellos como fines en sí mismos y no como simples medios
para los fines de otros." p. 83 Según esta interpretación liberal de Kant,
"Una sociedad liberal es, en efecto, el único orden social aceptable para
las personas que se conciben a sí mismas como agentes racionales autónomos y
fines en sí mismas". De todos modos se puede observar la contradicción
kantiana entre las consecuencias lógicas objetivas e inexorables de sus
premisas prácticas no necesariamente liberales, sino más bien democráticas y
las consecuencias subjetivas que él extrae de ellas que son claramente
liberales.
Kant supera la manera de pensar lo
colectivo del liberal empirista. Se trata del mundo nouménico. La voluntad
colectiva será voluntad general si, y sólo si, los individuos adoptan la
decisión y deliberan no según sus intereses particulares e individuales sino
por la razón, por el imperativo categórico, por su autónoma voluntad. La
voluntad general de Rousseau es un concepto aquí universal y general abstraído
de las inclinaciones e intereses particulares de los ciudadanos. Esto exige
obrar por mor del deber, autonomía de la voluntad, el imperativo categórico,
tratar a los demás como fines en sí mismos y no como medios. Hay una clara
distinción en Kant entre un Estado republicano (conforme al imperativo
categórico y a la razón de los sujetos) y Estado democrático, sometido a la
opinión empírica y los intereses de la mayoría empírica del pueblo, o sea, un
despotismo.
El kantismo, por lo menos en la versión
que le da el propio Kant, deriva hacia un liberalismo e individualismo:
"Nadie me puede obligar a ser feliz a su modo (tal como él se imagina el
bienestar de otros hombres), sino que es lícito a cada uno buscar su felicidad
por el camino que mejor le parezca, siempre y cuando no cause perjuicio a la
libertad de los demás para pretender un fin semejante, libertad que puede
coexistir con la libertad de todos según una posible ley universal (esto es,
coexistir con ese derecho del otro)". Teoría y práctica, pp. 27 y 28 AK,
290-291.
Esto no excluye interpretaciones
socialistas como las del socialismo kantiano de finales del siglo XIX tales
como la de Vorländer. En cierta manera, el imperativo categórico y la noción de
dignidad humana apuntan más bien hacia el socialismo que hacia el liberalismo y
ello a pesar de la voluntad empírica y subjetiva del propio Kant.
Otros liberales importantes en Alemania
y Francia fueron Wilhelm von Humboldt (1767-1835) autor en 1792 de un
importante ensayo delimitador de la esfera de la acción del Estado que no llegó
a publicarse hasta más tarde, y Benjamin Constant (1767-1830). Este último
afirma que la libertad individual es la base sobre la que reposan la moral
privada como la pública. Libertad individual es la independencia del individuo.
La propiedad es el criterio determinante a la postre de los derechos políticos.
Hay distinción entonces entre ciudadanos pasivos y ciudadanos activos. Por su parte,
Alexis de Tocqueville (1805-1859) describió la evolución social europea como un
irresistible impulso hacia la democracia, hacia la igualdad, que ponía en
peligro la libertad. Esto nos tiene que instruir sobre la diferencia entre
democracia y parlamentarismo y entre democracia y liberalismo. Hablar de
"democracia liberal" es un sinsentido y un absurdo. Lo mismo se puede
decir acerca de la expresión "democracia parlamentaria".
El liberalismo luchó con denuedo contra
el Antiguo Régimen y los privilegios y por los derechos naturales e
inalienables del individuo. El Estado sólo tenía razón de ser para proteger la
libertad del indiviuo. Esto fue, claro al principio. La lucha de clases entre
proletariado y burguesía obligó a los liberales a ser más cautos y conservadores
y a dar marcha atrás. El liberalismo sufrió una cierta variación inclinándose
así de forma creciente hacia el más rancio conservadurismo y reaccionarismo:
"Mientras la burguesía luchaba
contra el orden feudal, esto es: mientras fue revolucionaria, siguió
manteniendo esta concepción. Pero una vez realizado el ascenso de la burguesía
y al constituirse una nueva clase integrada por el proletariado industrial, la
cual luchaba a su vez contra la burguesía para reivindicar sus derechos, el
liberalismo tuvo que someterse a una reinterpretación más acorde con las nuevas
circunstancias, para poder justificar sus propias prerrogativas y evitar que se
llevara a la práctica la libertad e igualdad para todos." "El
liberalismo", Reinhard Kühne, en "Wolfgang Abendroth y Kurt Lenk eds.
"Introducción a la ciencia política", Anagrama, Barcelona, 1971, p.
81.
Hay que señalar que apenas instalada en
el poder, la burguesía liberal y su ideología liberal sufrieron la crítica
devastadora a izquierda y derecha. Hay una asombrosa coincidencia entre los
análisis reaccionarios y marxistas del fenómeno liberal, "contraria sunt
circa eadem", lo cual nos dice mucho acerca de su verdad.
Tales críticas señalan la incoherencia
entre los principios abstractos y la experiencia práctica y que tales
principios no son sino la tapadera para ejercer el dominio, la opresión y la
explotación. He aquí, para empezar, la crítica reaccionaria contra el
liberalismo:
"El partido liberal mantiene la
idea de igualdad frente a la nobleza y frente a todos los estamentos como
tales, porque sobre la base de la revolución no puede admitir ningún tipo de
articulación orgánica. Sin embargo, si esta igualdad ha de llevarse a la
práctica de forma positiva, si la clase proletaria ha de obtener los mismos
derechos que la burguesía, entonces ésta renuncia a la idea y políticamente
hace diferenciaciones legales en favor de los poseedores. Exige el censo para
la representación, cauciones para la prensa, sólo permite la entrada en sus
salones a los elegantes, y no concede al pobre la misma amabilidad y el mismo
honor que a los ricos. Esta realización parcial de los principios de la
revolución caracteriza la postura del partido liberal", Friedrich Julius
Stahl, "Die gegenwärtigen Parteien in Staat und Kirche", Berlin 1863,
p. 73.
Por su parte, la crítica marxista del
capitalismo no se queda atrás en cuanto potencia analítica y crítica de la
falsa conciencia deformada liberal en cuanto fenómeno apologético que concibe
la realidad de forma invertida:
"(El
área) dentro de cuyos límites ocurre la compraventa de la fuerza de trabajo es,
en realidad, un Edén de los derechos innatos del hombre. Sólo allí impera la
Libertad, la Igualdad, la Propiedad y Bentham. La libertad, porque tanto el
vendedor como el comprador de una mercancía, digamos, la fuerza de trabajo,
están determinados únicamente por su libre albedrío. Realizan el contrato como
agentes libres, y su convenio no es más que la forma mediante la cual dan una
expresión legal a su voluntad común. Igualdad, porque cada cual entra en
relación con el otro como con el simple poseedor de una mercancía, e
intercambia con él cosas equivalentes. La propiedad, porque cada cual dispone
sólo de lo que es suyo. Y Bentham porque cada cual vela por sí mismo. La única
fuerza que reúne a las partes y las pone en relación es el egoísmo, la ganancia
y el interés privado de cada una. Cada cual vela únicamente por sí mismo y
nadie se preocupa de los demás; y precisamente por hacer esto, de acuerdo con
una armonía preestablecida o bajo los auspicios de una providencia llena de
sagacidad, todos trabajan juntos en pro de sus respectivas ventajas, por el
bienestar común y el interés de todos." Marx, Kapital, Vol I p. 184
Berlin, 1955.
Marx critica el
liberalismo económico con extraordinaria agudeza. Los liberales confunden la
libertad con el libre mercado y la libre competencia y la consideran esta
libertad burguesa como el más alto grado de libertad alcanzado por la
civilización y la humanidad. Ello es falso de todo punto:
"De ahí [...] la absurdidad de
considerar a la libre competencia como el último desarrollo de la libertad
humana; y la negación de la libre competencia=negación de la libertad
individual y de la producción social fundada en la producción individual. Es
precisamente sólo el libre desarrollo sobre un fundamento limitado: el
fundamento del dominio del capital. Este tipo de libertad individual es por lo
tanto, al mismo tiempo, la más completa supresión de toda libertad individual y
la completa sujección de la individualidad a las condiciones sociales que toman
la forma de potencias materiales, más aun, de cosas omnipotentes,
independientes de los individuos mismos que con ellas se relacionan."
Rohentwurf, p. 593.
Marx critica al liberalismo en su
propio terreno. Como dice A. Schmidt: "Marx refuta el argumento con sus
propias armas. El individuo libre, que debería ser supuestamente protegido
contra el socialismo, no ha existido nunca en toda la historia pasada en el
sentido que proclaman los ideólogos, y sólo será resultado del socialismo
correctamente entendido." "El concepto de naturaleza en Marx",
p. 168, Madrid, S.XXI, 1976.
John Stuart Mill (1806-1873) puede ser
considerado un epígono del liberalismo clásico y podría ser más bien agrupado
bajo el epígrafe "Neoliberalismo".
Con el creciente intervencionismo
estatal, el liberalismo entró en decadencia. Hay que destacar a H. Spencer, T.
H. Green y Hobhouse en la época de 1870 a 1945. El liberalismo en el siglo XX
es continuador del liberalismo clásico. En nuestro siglo, el liberalismo es una
ideología esclerotizada y reaccionaria que no dudará en apelar al fascismo para
garantizar la única libertad que en última instancia considera importante: la
económica. El liberalismo se hace conservador en lo político y "liberal"
como siempre, en lo económico. Diríase que la burguesía "cierra
filas" en torno a unos valores muy simples que han caracterizado las señas
de identidad de sus intereses y falsas representaciones o Weltanschauung. El
liberalismo confluye así con el conservadurismo y con el tradicionalismo. Es el
mismo liberalismo clásico sólo que con menos libertad política. Esto es
insistir en los intereses básicos de la burguesía esta vez monopolista de
Estado: propiedad, libertad económica, mercado, sin insistir en los aspectos
emancipatorios políticos del liberalismo clásico, pues ya no está la cosa como
para alegrías, además, teniendo el control y el poder como clase dominante, ni
qué decir tiene que el interés se centrará en defender sus intereses en el
mercado a toda costa, homogeneizando su posición en torno a un programa muy
simple: mercado, propiedad y orden. Su retórica anticomunista nos recuerda al
conservadurismo reaccionario clásico y al fascismo. En la defensa de sus
intereses, la burguesía es esencialmente homogénea.
Entre los liberales del siglo XX hay
que destacar a Von Mises, Von Hayek, R. Aron e I. Berlin.
Von Mises es autor de un libro titulado
"Liberalismo" de 1927. Éste comienza su libro defendiendo que el
liberalismo no es de este mundo: "Exageraría quien dijera que el mundo
llegó a conocer una verdadera era liberal, pues jamás se permitió al
liberalismo funcionar en su plenitud" p. 15 de la edición española de
Unión Editorial. El liberalismo es como una idea platónica, como un modelo
teórico igual que el modelo de los gases nobles, sin ningún correlato empírico.
Los hechos no refutan entonces al liberalismo. Ello está en flagrante
contradicción tanto con la epistemología liberal neopositivista -con su
principio verificacionista de significado- como con la epistemología liberal
falsacionista de Popper de las que unos y otros liberales se reclaman
fervientes partidarios y deudores a la hora de criticar la
"pseudociencia" marxista o "historicismo"
"holista" etc.
El liberalismo renuncia a construir la
felicidad humana: "La política económica, cualquiera que sea, con los
medios que a su disposición tiene, puede enriquecer o empobrecer a las gentes;
lo que, en cambio no le cabe es ni darles la felicidad ni atender sus más
íntimos deseos" p. 19.
Este liberalismo aquí expuesto se
autodenomina racionalista. La razón es técnica, instrumental y subjetiva. El
liberalismo es racionalista. Recomienda a cada sujeto individual actuar según
los dictados de la razón, comportarse racionalmente: "Los problemas que la política social suscitan son simples
cuestiones tecnológicas; hay que abordarlos por idénticas vías y con los mismos
métodos utilizados para resolver todos los demás asuntos científicos, a saber,
mediante racional reflexión y oportuna observación de las circunstancias
concurrentes." p. 22.
Además, el liberalismo condensa su
pensamiento en torno a la defensa de la propiedad privada. Todo lo demás
descansa en ella: "Los principios del liberalismo se condensan en una
sencilla palabra: propiedad; es decir, control privado de los factores de
producción (pues los bienes de consumo tienen, evidentemente, que ser siempre
de condición privada). Todas las restantes exigencias liberales derivan de tal
fundamental presupuesto." p. 37.
Un argumento a favor de la propiedad
privada es la razón de su utilidad social: beneficia el interés general:
"La investigación...hasta ahora, nos dice que el mantenimiento de la
propiedad privada es buena y útil para todos" p. 49. Corolario de tal
afirmación es la bondad de la desigualdad social de patrimonios y rentas entre
los individuos que componen la sociedad civil por la riqueza que ello produce
al conjunto. "Y tales logros son precisamente consecuencia de la
desigualdad de rentas y patrimonios, pues esa disimilitud es el motor que a todos,
ricos y pobres, induce a producir lo máximo que en su mano esté y al costo más
bajo posible, lo cual permite atender cada vez mejor, las necesidades de las
masas consumidoras" pp. 50-51.
Otro argumento a favor de la propiedad
es que es consustancial a la sociedad: "La propiedad privada no precisa de
defensa, justificación, apoyo o explicación. La propiedad es consustancial a la
pervivencia de la sociedad". Por tal razón "el liberalismo patrocina
siempre la propiedad, amparándola contra cualquier ataque, venga de donde
viniere." p. 113 y "Tienen por tanto, razón quienes tildan a los
liberales de apologistas de la propiedad, siendo destacable que el citado
vocablo en griego significa "defensor". ibídem.
Resulta que el lujo es positivo por sus
efectos benefactores. Ello posibilita el progreso. La propiedad privad fomenta
la desigualdad. La desigualdad fomenta el lujo. "La desigualdad, aunque
parezca mentira, desempeña otra función de no menor importancia: la de
posibilitar el lujo." p. 51.
La propiedad de los medios de
producción, ni qué decir tiene, ha de ser privada. Ello justifica el
capitalismo: "Advertido que, desde un punto de vista social, conviene sean
de propiedad privada los medios de producción y, además, que la desigualdad de
rentas y patrimonios resulta consecuente con lo anterior, patentizada queda la
justificación moral del derecho dominical y del sistema capitalista que en él
se basa." p. 53. Ello es porque "el capitalismo constituye la única
organización posible para una sociedad estructurada bajo el signo de la
división del trabajo." p. 111.
Como buen liberal, Von Mises postula el
Estado mínimo. "Lo que denominamos Estado no es, a fin de cuentas, más que
el aparato de coerción que obliga a las gentes a atenerse a las reglas de la
vida comunitaria." p. 56. Este Estado es necesario para proteger la
propiedad: "Tiene que haber una institución investida de poder suficiente
para controlar a los que no se muestran dispuestos a respetar la vida, la salud, la libertad y la propiedad de los
demás, pugnando contra la propia existencia de la convivencia social." p.
57.
Ello tiene que
quedar claro para un liberal. "Tal es la precisa misión que el liberalismo
asigna al Estado: salvaguardar la propiedad, la libertad y la convivencia
pacífica." ibídem. "La acción gubernamental, en opinión del liberal,
debe constreñirse a proteger la vida, la salud, la libertad y la propiedad
privada individual contra todo asalto" p. 73.
Hay que añadir que cada uno tiene
libertad en su vida privada de hacer lo que le plazca. "en cuanto se
abandona el principio de que el Estado no debe intervenir en la vida privada de
los ciudadanos, acabamos regulándosela a éstos hasta en los más mínimos
detalles." p. 75.
El acudir al Estado y pedirle favores
es síntoma de servilismo y esclavitud y fomenta el paternalismo. "Esa
propensión de nuestros contemporáneos a acudir al Estado en cuanto tropiezan
con algo que les desagrada, así como su humilde sometimiento a las
prohibiciones administrativas, aunque éstas les priven de cosas que les agradan,
demuestra cuán enraizado tenemos aún en nosotros el espíritu servil". p.
76.
Es la propiedad privada un derecho
natural prepolítico inalienable y tan importante y básico, fundamental, que hay
que defenderlo a cualquier precio, incluido el fascismo, al que Von Mises
disculpa considerándolo un mal menor en comparación con el marxismo. Por lo
demás, el fascismo utiliza las mismas armas y métodos que el marxismo. "La
idea fundamental de los aludidos movimientos, que cabe designar en términos
generales como fascistas, de acuerdo con el nombre del correspondiente partido
italiano, el mayor y más disciplinado, supone recurrir, en la lucha contra el
socialismo, a los métodos despiadados y sin escrúpulos que él mismo
emplea". p. 69. El fascismo significa por consiguiente, una lógica y
explicable reacción ante la barbarie marxista. "Los actos de los fascistas
son reacciones reflejas, provocadas por la indignación que lo efectuado por los
marxistas en todas partes desatara" p. 70. En resumen, si hay que elegir
entre fascismo y marxismo, se elige el fascismo por su defensa implacable de la
propiedad privada. Ello provoca una cierta benevolencia liberal para con el
fascismo. "Admitamos que los dictadores fascistas rebosan de buenas
intenciones y que su acceso al poder ha salvado de momento, la civilización
europea. La historia no les regateará tales méritos." p. 72. El liberalismo opta por el
autoritarismo y renuncia a la democracia, a la igualdad en pro de la propiedad.
Así lo reconoce también Milton Friedmann en "Freedom to Choose", Avon
Books, New York, 1980, p. 126. "El Estado debe ser democrático, de eso no
hay duda. Ahora bien, democrático en el sentido de amplia participación en el
gobierno, nunca en el sentido político de gobierno de la mayoría".
Por su parte, Von Hayek constituye una
fuerte reacción al socialismo y al comunismo. El liberalismo opta por el
escepticismo gnoseológico y moral. Se adopta un relativismo radical, lo que
supone una crítica a la modernidad, a la ilustración, a los "grandes
relatos". El liberalismo se aproxima así al "pensamiento débil",
a la posmodernidad. Ello nos hace pensar en el carácter apologético del
capitalismo tardío de la ideología posmoderna. La desconfianza en los
"grandes relatos", las visiones o concepciones del mundo totalizadoras
es desconfianza en la razón ilustrada, a la que se atribuye un sentido holista,
totalizador aunque ya un gran ilustrado como Kant había renunciado a los
discursos totalizadores, no otra es la filosofía crítica kantiana con su
renuncia a hacer discursos metafísicos acerca de la totalidad, de la omnitudo realitatis. Con lo cual cabría
concluir que la posmodernidad se enfrenta con un fantasma: el gran relato, que
no existe desde hace tiempo y realiza la operación de endosar al discurso
ilustrado un carácter de "gran relato", lo que no es sino una
falsedad. Su escepticismo (el del liberalismo actual y tal vez del clásico) es
conservadurismo puro.
Hayek busca poner al día el liberalismo
clásico. Es un economista que desemboca en la política al luchar encarnizadamente
contra el intervencionismo estatal en la economía. Su primer libro político es "Camino de servidumbre"
(1944) que defiende enérgicamente la economía de mercado y ataca ferozmente a
la planificación económica como semilla del totalitarismo y de la incompetencia
económica. Pensar es pensar contra algo o alguien. Aquí se piensa contra el
socialismo, el comunismo.
Es el viejo liberalismo adaptado al
presente. Busca atacar al racionalismo ilustrado y pensar una "sociedad
libre". Se parte de que el conocimiento humano es limitado. La razón no
puede conocer plenamente la realidad. La razón tampoco sirve para reformar la
sociedad ni crear otra mejor.
Su pensamiento bebe de las fuentes del
liberalismo clásico e insiste en la mano invisible y en el componente
conservador, tradicionalista con origen en Burke, Savigny, Humboldt o en
Spencer.
Según Von Hayek las tradiciones y
reglas establecidas son legítimas porque son útiles, son el resultado de la
evolución y adaptación conductual de la humanidad y han demostrado su éxito
adaptativo por su duración y pervivencia. Representan el producto del proceso
de selección de las reglas idóneas para satisfacer los fines, el progreso
social y la libertad. Es menester observarlas y obedecerlas. Se trata de ser
eficaz.
El mercado es el modelo por antonomasia
de orden espontáneo y racional. El mercado es un correcto mecanismo de
distribución y asignación de recursos.
No ha de haber justicia distributiva.
La espontaneidad social hace que nadie tenga que responsabilizarse de nada en
lo que respecta a la distribución de los recursos sociales. El mercado no es ni
justo ni injusto, es amoral, está más allá del bien y del mal. Aquí sería
pertinente añadir lo que dice Max Weber: "La economía de mercado como tal
constituye la relación social práctica más despersonalizada que pueda haber en
el trato de unos hombres con otros. Allí donde el mercado funciona
espontáneamente sólo se tiene en cuenta a las cosas, nunca a las personas:
desaparece cualquier sentimiento de fraternidad y hasta de piedad. en eso
consiste justamente la libertad de mercado libre, en carecer de cualquier norma
ética" "Wirtschaft und
Gesellschaft", J.C.B. Mohr (Paul Siebeck), Tübingen, 1947, (2 vols.)
vol. 1, pp. 364-365. El mercado es ciego. Es un sistema autorregulado con
carácter anónimo e impersonal. Esto permite una aceptación social de las
desigualdades. La libertad encuentra su campo más abonado en el mercado. Sólo
el mercado permite un pleno ejercicio de la libertad, ya que en él cada cual
puede hacer lo que quiera sin más interferencia que las impuestas por las
reglas generales que no persiguen ningún fin concreto salvo permitir el libre
despliegue de los distintos intereses.
La apuesta por el mercado supone una
racionalización empresarial de la democracia. En las sociedades complejas sólo
caben dos alternativas: modelo de mercado o planificación totalitaria:
"El
hombre, en una sociedad compleja, no tiene otra opción que ajustarse a lo que
han de parecerle fuerzas ciegas del proceso social, el mercado, u obedecer las
órdenes de un superior" "Individualism and Economic Order",
1948, p. 24.
Isaiah Berlin sostiene que el hombre es
un ser autónomo que ha de autorrealizarse libremente. Ahora bien, hay muchas
metas y modos de vivir la vida humana. Hay una multiplicidad de valores. No hay
base racional para elegir entre unos y otros. El hombre es un agente moral que
ejercita su voluntad a través de la libre elección. Para Berlin la historia no
obedece a leyes puesto que hay libertad y tal libertad no es predecible.
Hay que distinguir entre libertad
positiva y negativa.
La libertad en sentido negativo es
estar libre de...Significa la existencia de una esfera privada de libertad
fuera del control público o social. El liberalismo tiene una concepción
negativa de la libertad.
La libertad positiva es ser libre para
algo, tener el poder o la facultad de hacer algo. El socialismo tiene una
concepción positiva de la libertad. La libertad positiva significa tener la
posibilidad o la oportunidad de autorrealizarse. Es la facultad o poder de
autorrealización.
Hay argumentos
liberales en contra de la libertad positiva:
1. Libertad y autorrealización son
distintas cosas. Además, está lejos de estar claro lo que implica la
autorrealización.
2. Conduce a establecer una ecuación
entre libertad y poder para actuar que es contraria al ideal liberal de igual
libertad, porque el poder no puede, por naturaleza, distribuirse por igual.
Es superior así la libertad negativa a
la libertad positiva. Por ello democracia y liberalismo no son términos
sinónimos. Para Berlin, el capitalismo es el mejor sistema de todos los
posibles ya que "...hay más libertad en él, más variedad, más
autoexpresión..."
R. Nozick, por su parte, en "Anarquía, Estado y Utopía"
responde al neoliberal Rawls desde el viejo liberalismo clásico y radical y
reaccionario, desde luego. Realiza un ingenioso ejercicio especulativo
académico propio de individuos ociosos para legitimar el orden social
capitalista, al igual que su antagonista Rawls esta vez desde la perspectiva
neoliberal.
Rawls es un neoliberal intervencionista
o liberal social que defiende el Estado de Bienestar con funciones
redistributivas. Frente a tal discurso, Nozick defiende el Estado mínimo
liberal, siguiendo así los pasos dados antaño por John Locke. Para Nozick el
derecho de propiedad es absoluto. Esto excluye claro está, cualquier
intervención e interferencia. Un Estado no es legítimo si viola algún derecho
natural individual. El Estado mínimo del que habla Nozick surge de un estado de
naturaleza previo por una evolución guiada por una especie de mano invisible de
la misma manera que la describe Locke. Este Estado sólo es justificable para
evitar la violencia y el delito.
Nozick es un liberal radical
antiutópico que recae en la utopía que él ataca. Su utopía es
liberal-libertaria, interpretando al anarquismo de forma sesgada. Todo su
discurso es un ataque al Estado de Bienestar. Como dice Rubio Carracedo,
"La obra de Nozick se entiende cabalmente sólo en el contexto del actual
resurgimiento del liberalismo en sus diversos frentes: económico (M. Friedmann,
1962), político-social (F. A. Hayek, 1960; 1974), jurídico (H. Hart, 1961;
1968, R. Dworkin (1977), etc." p. 245. "Paradigmas de la política" Barcelona, 1990.
Los derechos individuales son absolutos.
El Estado sólo tiene una función coercitiva para hacer respetar los derechos
individuales. El único Estado legítimo es el Estado mínimo.
Otros liberales
de esta hornada son Hart, que es utilitarista liberal y R. Dworkin que se mueve
entre Nozick y Hart. Según Dworkin, no existe el derecho de la sociedad o los
derechos sociales. Cualquier violación de un derecho individual es injusta se
haga en nombre de lo que sea, aunque sea la mayoría quien lo desee y ello pesa
más que el coste adicional en política o en eficacia social que pueda derivarse
de ello.
II. Liberalismo económico.
Según afirma Luis Martínez de Velasco
en "Ideología liberal y crisis del capitalismo", Madrid, 1988, el
actual liberalismo económico ha tenido que romper definitivamente con la
economía política clásica por el rumbo crecientemente apologético, justificador
y deformador de la conciencia, ideológico en su sentido peyorativo, que ha ido
adoptando la Economía Política liberal conforme las contradicciones sociales
del capitalismo eran más evidentes y sangrantes. "Su nacimiento y
desarrollo sólo son posibles tras la ruptura con la Economía política clásica y
mediante el mantenimiento, por un lado, de todo un universo
mitológico-simbólico de nociones instrumentales (naturaleza, egoísmo,
capacidad/incapacidad innatas, imposibilidad de una democracia real, etc.), y
por otro, de un cada vez más sofisticado aparato lógico-matemático a sabiendas
de su escasísima utilidad explicativa o predictiva" p. 7 op. cit. Por tal
razón, hoy, la ideología liberal como tal "representa ya un discurso
teórico enfermo, alucinado, dirigido exclusivamente a poblar de mitos la
intersección entre lo propuesto teóricamente y lo real existente". p. 12.
Tal ideología liberal atraviesa, a decir de Martínez de Velasco, una etapa de
extinción como tal discurso justificador y legitimador, "la ideología
liberal constituye actualmente un inmenso arsenal de nociones contradictorias
comparable a un rompecabezas donde de cuando en cuando se han ido introduciendo
descuidadamente, y en función de coyunturas harto diferentes, piezas
absolutamente incompatibles entre sí." p. 13.
El liberalismo económico surgió como un
producto de las necesidades de la burguesía ascendente en su lucha contra el
"Antiguo Régimen". Lo que preocupa al principio a la burguesía no es
justificar moralmente la apropiación del producto excedente sino comprender
como se formaba la riqueza. Los
economistas clásicos se preocuparon de analizar el funcionamiento del
capitalismo tal cual. Los temas fundamentales de la economía liberal clásica
son la formación de los precios de las mercancías, la distribución del producto
entre los trabajadores (salarios) los capitalistas (beneficios) y los
terratenientes (renta de la tierra) y la evolución económica de la sociedad a
lo largo del tiempo. La base de sus esquemas de análisis fue la teoría del
valor trabajo.
Según L. Martínez de Velasco, la
economía liberal clásica se bifurca en un modelo reflexivo-crítico (Ricardo,
Mill y con Marx como su negación y su cumplimiento) y un modelo apologético,
(Malthus, Bentham, Petty). Ya los primeros economistas liberales se dividieron
en críticos y apologéticos.
El liberalismo económico tiene al
principio un enemigo: el Antiguo Régimen, la cosmovisión feudal. La bifurcación
es posterior al triunfo del modo de producción capitalista, cuando se derrota
al enemigo principal de aquel entonces. Es característica principal de la
reflexión económica liberal la anulación en la esfera económica de cualquier
género de intervención política, más particularmente, del Estado. La reflexión
económica liberal es una reflexión efectuada desde el punto de vista del
empresario. La Economía política se convierte así en Economía política
burguesa.
Adam Smith (1723-1790) es el primer
economista liberal clásico. Su programa es el libre comercio y la limitación
del poder estatal para contribuir así al crecimiento económico y al incremento
de la producción. Hay que decir en descargo de Smith que el tono empleado por
él es un tono crítico. Frente al carácter supuesta y pretendidamente neutral
del Estado defendido por Locke, para Smith el Estado resulta ser un instrumento
de protección de la propiedad de los ricos o poseedores frente a los pobres o
no poseedores. "El Estado civil, en cuanto instituido para asegurar la
propiedad, se estableció realmente para defender al rico del pobre, o a quienes
tienen alguna propiedad contra los que no tienen ninguna" ("La riqueza de las naciones",
Libro V, cap. 1, parte 2).
El análisis económico de Smith parte
del libre mercado, en el que se daría el equilibrio entre oferta y demanda y
una asignación racional y automática de recursos sin intervención gubernamental
y con soberanía plena del consumidor. En tales condiciones de competencia
perfecta, la circulación del dinero y de las mercancías entre los trabajadores,
empresarios y terratenientes conduce al equilibrio pues se obtiene una óptima
asignación de recursos al igualarse la producción de cada mercancía con su
demanda efectiva y el precio con el coste de producción.
Los ciudadanos movidos por su propio
interés invierten en los sectores productivos más rentables que les
proporcionan mayores beneficios o salarios trasladándose a otros sectores
cuando la rentabilidad decae.
El interés individual produce
relaciones de socibilidad e intercambio entre los individuos. El egoísmo
individual es beneficioso para todos. El mercado también es beneficioso. Los
intercambios en mutuo beneficio obtienen si el Estado no interviene en tales
relaciones. Los resultados de las acciones humanas son independientes de sus
motivaciones y de los planes deliberados previamente trazados. Es la mano
invisible que ordena teleológicamente las conductas hacia una armonía natural
de intereses.
Ya la monadología de Leibniz había
anticipado tal descripción del mercado libre. La armonía preestablecida no es
otra cosa que la mano invisible de Smith. La monadología es un modelo del
mercado libre liberal y de los individuos en él situados: "el sistema de
las mónadas, aplicado a la descripción de las relaciones entre los individuos
humanos, nos ofrece un cuadro infinitamente próximo al que Adam Smith diseñó en
"The Wealth of the Nations".
Los individuos son agregados cuasi sustanciales -doctrina del vinculum substantiale- y por tanto casi
mónadas, dotados de una vis
repraesentativa y una vis appetitiva.
Por la vis repraesentativa cada
individuo se representa a los demás, conoce, como el productor de la nueva
economía de mercado, las necesidades ajenas y sólo en virtud de esta
representación la producción es posible. Por la vis appetitiva cada individuo se manifiesta como un sujeto de
necesidades, es decir, como fuente de la demanda, como consumidor. La vis appetitiva es entendida por Leibniz
en términos fuertemente teñidos de hedonismo -o, mejor, de eudemonismo- tanto
en su contenido como en su administración: cada individuo, como los sabios
epicúreos, organiza sus elecciones según un cálculo máximo de felicidad -"car la felicité n´est autre chose
qu´une joie durable". G. Bueno, Ensayo sobre las categorías de la
economía política, Barcelona, Gaya Ciencia, 1972, p. 168. También cabe citar a
Newton como otro caso de utilización de nociones económicas en otros contextos
teóricos como un ejemplo de ocasionalismo, al tener que recurrirse a Dios para
resolver las anomalías del universo generadas por los movimientos planetarios.
Igual que en el mercado, Dios, una causa extrínseca al sistema, ha de
intervenir para corregir las anomalías que surgen en el libre y espontáneo
desenvolvimiento del sistema planetario o universo y del sistema económico o
mercado.
El agente económico, en un mercado
libre "sólo piensa en su ganancia propia; pero en éste como en otros
muchos casos es conducido por una mano invisible a promover un fin que no
entraba en sus intenciones"..."no implica mal alguno para la sociedad
que tal fin no entre a formar parte de sus propósitos, pues al perseguir su
propio interés, promueve el de la sociedd de una manera más efectiva que si
esto entrara en sus designios" ("La
riqueza de las naciones". Libro IV, cap. 2.) El Estado también
hace de mano invisible. Es una especie de mano invisible subsidiaria que trata
de corregir los efectos indeseables del mercado y para hacer realidad la máxima
prosperidad de los ciudadanos. Los fines del Estado son la justicia, la
seguridad de la propiedad, la policía, la recaudación de ingresos fiscales y el
derecho de las naciones.
La teoría económica liberal clásica del
laissez-faire adquiere su expresión en David Ricardo, "Principles of
Political Economy (1817). El libre intercambio produciría un sistema justo.
Ninguna intervención se hace necesaria por parte del Estado o de la
legislación. El libre juego de los intereses individuales funciona para el
mayor bien de la comunidad.
Por su parte, la reflexión apologética
burguesa del orden social y económico capitalista adopta en buena medida la
forma del monetarismo. Es éste un discurso ideológico sobre la moneda
consistente en la identificación entre valor monetario y valor de cambio o
riqueza homologando el número de mercancías existentes en un país con la
cantidad de dinero monetario circulante.
Por otro lado, se enmascara el hecho de
que el enriquecimiento de una clase social implica inevitablemente una pérdida
proporcional por parte de otra clase. Según Mill: "Es evidente que por
cada persona que gane más de lo acostumbrado tiene que existir necesariamente
otra u otras que ganen menos."
Es el instinto de clase de los actuales
economistas liberales el que los empuja reiteradamente a dar ese carácter
apologético del que estamos hablando a la Economía, a volver a R. Malthus.
Malthus afirma que la miseria humana no
es el resultado de las instituciones sociales tales como la de la propiedad
privada. Malthus intenta demostrar que la tendencia constante de la población a
crecer geométricamente pone en peligro los recursos agrícolas de la tierra, que
sólo pueden aumentar en proporción aritmética. Debido a esta desproporción, el
incremento de la población debía frenarse mediante mecanismos que actuaran
sobre la tase de natalidad. Propuso la abstinencia sexual fuera del matrimonio,
retrasar la edad del matrimonio hasta que el hombre estuviera en condiciones de
alimentar a su familia o incluso, renunciar al matrimonio. Así criticaba las
leyes de pobres cuya derogación solicitaba. No se puede mejorar la situación de
los pobres con dinero, sino más bien al contrario, empeorar la sociedad.
Los monetaristas afirman que una mayor
cantidad de dinero representa un aumento de riqueza y constituye un estímulo
para la realización de una cantidad de trabajo mayor y más productivo. Este
punto de vista fue criticado por J. S. Mill, quien habla del engaño psicológico
que produce esta concepción de la Escuela de Birmingham.
Cuanto mayor es el fracaso teórico de
la ideología liberal, tanto más fraudulento resulta el unánime y tajante cierre
de filas en torno a las nociones ideológicas decisivas.
De Bentham surge el marginalismo y
también Keynes con la noción de equilibrio precario del capitalismo. El
marginalismo se deriva de la noción de optimización y sus cálculos.
La Economía liberal marginalista surge
hacia 1870. La actual Economía liberal ha roto así con la tradición clásica y
contiene una creciente preocupación apologética interesada en defender el
actual statu quo social. El carácter
apologético de la actual Economía se deriva de la situación surgida a partir de
1870, para lelamente a la aparición del socialismo científico como movimiento
de masas poderoso y la formulación del marxismo maduro en 1867 con la aparición
del "Capital" de Marx. Esta Economía se concentra casi exclusivamente
en el intento de solución ideológica de los problemas esenciales del modo de
producción capitalista. Se constituye un doble paradigma conceptual: el
paradigma del equilibrio de J.B. Say y el paradigma apologético de Malthus.
Ello ocurre por la creciente conciencia de la ilegitimidad tanto moral como
económica que aqueja al capitalismo como modo de producción esencialmente
contradictorio e irracional.
El marginalismo sustituyó la teoría
clásica del valor trabajo por una teoría de los precios que vincula
estrechamente el valor de cambio y el valor de uso o utilidad. Las mercancías
se llaman ahora bienes. Se parte del comportamiento subjetivo del consumidor y
del productor. El individuo se supone siempre que es un ser racional que
maximiza beneficios y reduce costos. El consumidor busca la máxima satisfacción
de sus necesidades y, si es productor, el máximo beneficio. El valor de un bien
es lo que la gente está dispuesta a pagar por adquirirlo.
El objetivo principal es la explicación
de la formación de los precios en un mercado perfecto en el que la piedra
angular del análisis es el individuo libre y racional y no hay ningún conflicto
entre clases antagónicas. Esto a la postre resulta no ser otra cosa que una
construcción académica artificiosa y especulativa como la teoría de los gases
perfectos. Los acontecimientos económicos no pueden ser estudiados bajo
condiciones experimentales controladas, pero se pueden simular con modelos
abstractos.
Entonces, la producción es para
satisfacer necesidades. Los agentes económicos son todos iguales en su
conducta. No hay clases sociales en tal modelo. El valor es algo dependiente de
la importancia que tiene para el individuo. La utilidad es el valor. Es la
utilidad que tiene para satisfacer una necesidad. La utilidad marginal es
decreciente conforme se satisface la necesidad.
Otro principio es que el precio y el
valor son lo mismo. El valor viene determinado por su valor de uso (demanda) y
los costes de producción (oferta). El mercado se encarga de garantizar el
equilibrio, esto es, de satisfacer a trabajadores y empresarios. El mercado
consigue siempre el pleno empleo. Si aparece paro es porque alguien se empeña
en que el mercado no funcione correctamente, esto es, porque los trabajadores
se empecinan en mantener un salario superior al que corresponde a la plena
ocupación. Puede haber desequilibrios a corto plazo, porque en la realidad
siempre existen fricciones, pero bastaría con que los salarios se redujeran
convenientemente para que el paro desapareciera. Por ello, si estamos en paro,
ello es totalmente achacable a nosotros mismos, a nuestras interferencia en el
orden natural de las cosas. El mercado es la institución perfecta, pues traduce
cualquier aumento de la producción en un aumento de la demanda equivalente que
hará frente a la misma. No puede haber superproducción. Siempre hay equilibrio
entre la oferta y la demanda. Es la teoría de la suma cero.
Keynes es el inspirador del
neoliberalismo económico. Formula una nueva política económica capitalista
intervencionista del Estado y una variación de su función. La intervención del
Estado debe ser activa. Pero, como él mismo concluyó, "si nuestros
controles centrales consiguen establecer un volumen de producción tan próximo
al correspondiente pleno empleo como sea posible, la teoría neoclásica vuelve a
tener su valor a partir de ese momento".
En 1961 Piero Sraffa infligió un golpe
de muerte al marginalismo. Hoy el liberalismo económico en forma marginalista
está derrotado teóricamente, académicamente, aunque no políticamente, pues
inspira la política económica reaccionaria y abierta y cínicamente explotadora
y expoliadora de la oligarquía capitalista. La burguesía ya está sólo a la
defensiva o tal vez a la ofensiva más feroz y mostrando ahora a las claras su
evidente interés en perpetuar la explotación a cualquier precio.
Es hora ya de recapitular lo arriba
dicho y hacer balance de la ideología liberal. Si tuviéramos que resumir en qué
consiste la ideología liberal diríamos que es individualista, pues odia al
colectivismo y de la sociabilidad. El hombre tiene una insociable sociabilidad
o sociabilidad insociable según Kant. Toda persona es física e individual.
De este individualismo atomístico,
monadológico, derivan el principio incontestable para ellos, de la propiedad
privada. Si queremos la libertad individual, queremos la propiedad privada
individual, queremos el libre mercado. El liberalismo es la escuela de
pensamiento que favorece la propiedad privada de los medios de producción.
El liberal es un individuo autoposesivo
y de aquí se deriva su identidad política y económica. Es un individuo
prepolítico, antisocial. Es previo a la sociedad. Lo que para un liberal es
menester explicar y justificar es el hecho de la sociabilidad no el
aislamiento. La sociedad civil y el Estado sólo se pueden explicar desde la
perspectiva liberal de forma contractual o convencional o utilitarista para
poder promover sus intereses individuales.
Todo individuo liberal es egoísta y sus
actos están motivados por el placer. La razón es y debe ser esclava de tales
impulsos irracionales para calcular costes y beneficios. La razón no fija
fines, calcula. Cada individuo es el mejor juez de sus propios intereses.
Cada individuo está en guerra con los
demás. Es un depredador, competitivo. Todos buscan su propio placer aun a costa
de los demás. La libertad y el poder se definen según un modelo de suma cero.
Yo al aumentar mi riqueza, poder o libertad lo hago a costa de los otros. Lo
que yo tento es por que tú no lo tienes.
En el mercado capitalista los intereses
mezquinos de todos se ordenan teleológicamente y producen el bien colectivo. Es
la mano invisible.
Aunque el liberalismo postula la
igualdad, la pone detrás de la libertad. El igualitarismo político se ve
corregido por el mercado. Hay, al final, dos tipos de hombres: propietarios y
no propietarios.
Según Hayek es necesario dejar a la
esfera económica fuera del control de la política, del pueblo. Ello es porque
el mercado es justo y deseable y cualquier política legítima ha de ser
aneconómica. No puede haber justicia social, pues ello sería a costa de la
propiedad privada de los poseedores, que se verían así desposeídos
injustamente. Sería también quitar la riqueza a los mejores, los más aptos, los
más eficaces y mantendría a los débiles en situación permanente de debilidad y
dependencia. Ello aplastaría la iniciativa individual.
El pueblo no debe controlar el mercado.
Para el liberal no existe la "voluntad general". Sólo hay que
proteger al individuo. El teorema de Arrow-Mc Kenzie sin embargo, trata de
demostrar que de la agregación de decisiones individuales no surge ningún tipo
de bien común o de elección social racional. Es imposible llegar al nosotros
desde el ego esférico monadológico y sin ventanas. Ello ha echado por tierra
las tesis neoutilitaristas que partían del óptimo de Pareto. Arrow elabora las
reglas de elección racional colectiva del bienestar social de tal modo que la
preferencia social resultante sea reflexiva, transitiva y completa. Su teorema
general de posibilidad, marca las cuatro condiciones que habrían de cumplirse
conjuntamente para cumplir tal objetivo: 1) Racionalidad universal.(Condición
U) La regla ha de ser universalmente válida para toda preferencia individual;
2) Principio de Pareto en sentido débil(Condición P) (Tiene preferencia social
la preferencia unánime: si todos prefieren x a y, entonces la sociedad ha de
preferir también x a y); 3) "independencia de alternativas irrelevantes
(Condición I) La elección social entre un conjunto de alternativas depende sólo
de las ordenaciones individuales sobre tales alternativas. y 4) "No
dictadura" Nadie puede imponer su elección socialmente a los demás
(Condición D). Pues bien, ninguna función de bienestar social puede cumplirlas
a la vez. Esto significa que la democracia y la racionalidad son incompatibles.
Por lo demás, el liberal desconfía de
los gobernantes. Quien es un ladrón cree que los demás son de su misma
condición. Este es el argumento liberal de la desconfianza del ciudadano
respecto al gobernante. Es menester entonces, control, desconfianza y
limitación del poder.
El liberal siempre pedirá diferencia y
pluralidad y tolerancia.
Esta tolerancia es limitada siempre que
no perjudique a la propiedad. La diferencia es digerible si no tiene
consecuencias políticas desfavorables. El liberalismo protege el orden
establecido. Es conservador, incluso reaccionario. El límite de la tolerancia
es el límite del orden establecido.
El liberalismo promueve la autonomía
individual. La libertad liberal es negativa. Es libertad "de", no
"para".
El liberalismo no tiene contenido
positivo alguno y su único criterio sustantivo es la prohibición de
interferencias en la esfera individual y asegurar las condiciones políticas del
ejercicio individual de la libertad. El individualismo liberal distingue entre
Estado y sociedad civil, lo que no es sino una secularización de la distinción
cristiana entre Ciudad de Dios y Ciudad terrena, o entre Iglesia y Estado.
Hay que aclarar que el mercado no necesita
ni democracia ni derechos humanos, pero produce libertad e igualdad jurídicas.
Es una impostura hablar de democracia de mercado o de democracia liberal.
Hay que recordar a Polanyi, "la
idea de un mercado que se regula a sí mismo era una idea puramente utópica. Una
institución como ésta no podría existir de forma duradera sin aniquilar la
sustancia humana y la naturaleza de la sociedad, sin destruir al hombre y sin
transformar su ecosistema en un desierto". "La gran transformación".
Respecto a Rawls, Dworkin y otros
liberales actuales, es menester no confundir liberalismo con neoliberalismo o
liberalismo social o solidarista. El neoliberalismo es un liberalismo
heterodoxo, social, desgajado del tronco principal de la ideología burguesa del
que procede, el liberalismo. Este liberalismo que es el neoliberalismo es una
variedad del liberalismo que es propia del Estado de bienestar, oponiéndose al
liberalismo clásico contemporáneo de Von Hayek, Friedmann, Von Mises y otros y
forma parte de los tres pilares del Estado del Bienestar implantado en los
países capitalistas más desarrollados después de 1945. Estos tres pilares son:
la democracia cristiana, la socialdemocracia y el neoliberalismo. A esta
coalición tripartita se opone desde la derecha el liberalismo o conservadurismo
y desde la izquierda el comunismo. En el fondo, tras 1945 se produce un proceso
de convergencia ideológica de los tres movimientos citados y de alianza en
torno al Estado social. El neoliberalismo se caracteriza por ser un liberalismo
social, con preocupaciones sociales. Por ello admite el intervencionismo
estatal y una cierta redistribución del excedente social con el fin de limar
asperezas sociales y de evitar tensiones que podrían llevar al traste al
capitalismo monopolista tardío. Para empezar podríamos hablar del liberalismo
utilitarista. Es éste un liberalismo con una considerable dosis de
utilitarismo. El liberalismo admite una fundamentación utilitarista. Por ello
es menester exponer el utilitarismo aunque sólo sea someramente. Como dice
Philippe Van Parijs, "Para el
utilitarismo, las preguntas fundamentales de la filosofía política -¿qué
debemos hacer de nuestra sociedad?, ¿cuál es el criterio que debe regir
nuestras decisiones colectivas?, ¿cuál es la naturaleza de una sociedad justa?-
no pueden ser resueltas por la sumisión a prejuicios, a un pretendido derecho
natural, a los intereses particulares de tal o cual grupo. Para resolverlas,
hay que apelar a un análisis objetivo, científico, neutro de las consecuencias
probables de las diferentes opciones posibles, pero con el cuidado de descubrir
y elegir la opción que permitiría reducir todo lo posible los sufrimientos e
incrementar por el contrario el placer o, más ampliamente, el bienestar de los
miembros de la sociedad afectada o de toda la humanidad". Philippe Van
Parijs, "¿Qué es una sociedad justa", Ed. Ariel, 1993, p. 18.
El utilitarismo liberal es conformista.
Según Mackie, "el Estado debería
asegurar a cada persona su porción equitativa de recursos, y no permitir que a
nadie se le prive de ella por el solo hecho de que otras personas tengan
preferencias egoístas acerca de lo que le corresponde por derecho a los demás.
La mejor concepción de la igual consideración excluiría tales preferencias
egoístas." Will Kymlicka, "Filosofía política contemporánea"
1995, p. 54. Para Hare, los recursos no son inicialmente míos si otro puede
darles un mejor uso que yo para la utilidad global. Según Hare, hay que tratar
los intereses de los demás como los míos propios. De todos modos, el utilitarismo
deja las cosas tal como están como ya hizo la doctrina de Bentham en el siglo
XIX. "muchos utilitaristas
contemporáneos defienden que hay buenas razones utilitaristas para seguir
acríticamente la moralidad cotidiana." Will Kymlicka, op. cit. p. 61. Hoy día, decirse utilitarista no es decir nada. El
utilitarismo no define una posición política ni ética clara y distinta.
El
liberalismo sostiene una teoría del Estado mínimo y un culto obsesivo al
mercado libre y sus virtudes supuestamente benéficas. El neoliberal corrige tal
fe ciega con la construcción de un Estado social de derecho o Estado de
Bienestar y con la intervención estatal para impulsar el desarrollo económico y
para corregir las inevitables disfunciones que el mercado ocasiona. Busca conseguir
el inexistente equilibrio del mercado liberal mediante intervenciones ad hoc que en última instancia
demuestran ser extrínsecas al sistema del mercado o resultan ser intervenciones
integradas en una planificación que también son externas al mercado aunque
resulten intencionalmente dirigidas a mejorarlo y perfeccionarlo.
El primer neoliberal (John Stuart Mill)
es un epígono de la escuela liberal clásica según afirmación de Von Mises,
epígono que, preocupado por la libertad, toma conciencia de la necesidad de
fomentar mecanismos de libertad positivos, trascendiendo así el marco negativo
de libertad del liberalismo clásico. El Estado no es un mero garante externo de
la libertad negativa de los individuos. Es un impulsor positivo, fomentador del
ejercicio real y efectivo de la libertad. El Estado deberá así intervenir en la
economía para garantizar el pleno ejercicio de la libertad por parte de los más
desfavorecidos por el mercado libre. Es el caso de Keynes o de John Rawls.
John Stuart Mill (1806-1873) es el
precursor del neoliberalismo de John Rawls. Introduce nuevos elementos en la
tradición liberal inglesa, exigiendo del Estado un control de las condiciones
generales de la economía al tiempo que aboga por un fomento de la
individualidad de los ciudadanos. Es el liberalismo social de después de 1945
anticipado en el siglo XIX. Como buen liberal lo que hace es "afirmar un
sencillo principio destinado a regir absolutamente las relaciones de la
sociedad con el individuo en lo que tengan de compulsión o control, ya sean los
medios empleados la fuerza física en forma de penalidades legales o la coacción
moral de la opinión pública. Este principio consiste en afirmar que el único
fin por el cual es justificable que la humanidad individual o colectivamente,
se entrometa en la libertad de acción de uno cualquiera de sus miembros, es la
propia protección". On liberty, p. 65 de la traducción española en A.
Editorial, LB 273.
Es evidente la cantidad de liberalismo
que está presente en estas formulaciones. El neoliberalismo a fuer de liberal,
tiene inevitablemente que compartir ciertos principios con el liberalismo como
la libertad personal, la propiedad privada. Los derechos son siempre derechos
individuales. El individuo para el neoliberalismo es autoposesivo también,
igual que para el liberalismo del cual deriva: "Que la única finalidad por
la cual el poder puede, con pleno derecho, ser ejercido sobre un miembro de una
comunidad civilizada contra su voluntad, es evitar que perjudique a los demás.
Su propio bien, físico o moral, no es justificación suficiente. Nadie puede ser
obligado justificadamente a realizar o no realizar determinados actos, porque
eso fuera mejor para él, porque le haría ser feliz, porque, en opinión de los
demás, hacer lo sería más acertado o más justo. Estas son buenas razones para
discutir, razonar y persuadirle, pero no para obligarle o causarle algún
perjuicio si obra de manera diferente. Para justificar esto sería preciso
pensar que la conducta de la que se trata de disuadirle producía un perjuicio a
algún otro. La única parte de la conducta de cada uno por la que él es
responsable ante la sociedad es la que se refiere a los demás. En la parte que
le concierne meramente a él, su independencia es, de derecho, absoluta. Sobre
sí mismo, sobre su propio cuerpo y espíritu, el individuo es soberano" pp.
65-66.
El neoliberal es pragmatista,
utilitarista, pero moderada por un eudemonismo que busca la felicidad de todos
y ayudar a subsanar las desigualdades lesivas para la felicidad. Ahí es
precisamente donde se separa Stuart Mill de Bentham: "Considero la
utilidad como la suprema apelación en las cuestiones éticas; pero la utilidad,
en su más amplio sentido, fundada en los intereses permanentes del hombre como
un ser progresivo." p. 67.
Se trata de maximizar para el
utilitarista la suma de las utilidades, de buscar el mayor bien para el mayor
número igual que lo formula Bentham: "De
manera un poco más precisa, se trata, para el utilitarismo clásico, de
maximizar la suma de las utilidades. El utilitarismo supone que se puede hacer
corresponder un nivel de utilidad (o de bienestar) con cada individuo y con
cada elección posible. Para cada opción posible pueden entonces sumarse los
niveles de utilidad alcanzados por los diferentes individuos implicados. Y lo
que nos recomienda el utilitarismo es elegir aquella de las opciones posibles a
la que corresponde la suma más elevada." Philippe Van Parijs, op. cit. p.
18.
El neoliberal ama la libertad
individual y busca que el Estado la garantice y la fomente, protegiendo la
libre autorrealización personal de cada sujeto: "La única libertad que
merece este nombre es la de buscar nuestro propio bien, por nuestro camino
propio, en tanto no privemos a los demás del suyo o les impidamos esforzarse
por conseguirlo. Cada uno es el guardián natural de su propia salud, sea
física, mental o espiritual. La humanidad sale más gananciosa consintiendo a
cada cual vivir a su manera que obligándole a vivir a la manera de los
demás." John Stuart Mill, op. cti.p. 69.
Respecto a la relación
entre individuo y sociedad, el neoliberalismo es igual o más radical que el
liberalismo clásico. Postula una tolerancia ilimitada a cada individuo en su
esfera privada: "Las máximas son: primera, que el individuo no debe
cuentas a la sociedad por sus actos, en cuanto éstos no se refieren a los
intereses de ninguna otra persona, sino a él mismo. El consejo, la instrucción,
la persuasión, el aislamiento, si los demás lo consideran necesario para su
propio bien, son las únicas medidas por las cuales puede la sociedad,
justificadamente, expresar el disgusto o la desaprobación de su conducta.
Segunda, que de los actos perjudiciales para los intereses de los demás es
responsable el individuo, el cual puede ser sometido a un castigo legal o
social, si la sociedad es de opinión que uno u otro es necesario para su
protección" pp. 179-180.
Pero el más brillante ideólogo del
neoliberalismo es John Rawls, el cual, a decir de John Gray (1986)
"Liberalismo", 1994, Madrid, aporta un enfoque fundamentador
contractualista para la ideología liberal: "El enfoque contractualista,
que se encuentra en su forma más plausible y sólida en el trabajo de John
Rawls, aparta el rudimentario colectivismo moral de Mill, y abandona la
preocupación por el fomento del bienestar general. El enfoque contractualista
de Rawls es auténticamente individualista, en una forma en que la ética
utilitaria de Mill no puede serlo, ya que confiere al individuo en la posición
original un veto en contra de políticas que maximizarían el bienestar general a
costa de limitar la libertad y dañar los intereses de algunos" p. 88.
Rawls es el autor de "Teoría de la justicia" (1971) obra en la que
organiza una ingeniosa especulación metafísico-académica de dudoso valor
teórico para legitimar el Estado del Bienestar. Tal obra es, a decir de Van
Parijs una "Obra larga y árida
cuyas ediciones de bolsillo desde hace veinte años tienen un éxito excepcional,
el tratado de filosofía más leído del siglo XX, punto de partida de una
literatura secundaria tan abundante que después de apenas dos décadas se ha
hecho totalmente imposible hacer una relación exhaustiva de la misma, A Theory
of Justice de John Rawls constituye, aun para el observador exterior, un
fenómeno totalmente asombroso." (op. cit. p. 59) Rawls es un autor
liberal o neoliberal para hablar con más propiedad con mucho utilitarismo moral
en su obra, al igual que su antecesor, J. S. Mill. Para comprender la obra de
J. Rawls es menester conocer la doctrina utilitarista que ha dominado la
filosofía política y moral anglosajonas desde el siglo XIX.
Rawls trata -según sus propias
palabras- de "generalizar y llevar la teoría tradicional del contrato
representada por Locke, Rousseau y Kant, a un nivel más elevado de
abstracción". p. 10 FCE, 1993. Este sistema resulta ser a decir de
Victoria Camps, el "sistema de
ética más importante del pensamiento contemporáneo. Una teoría filosófica de la
justicia como base de los derechos y obligaciones políticas, cuyo objeto son,
en primer término, las instituciones y estructuras básicas de las sociedades
avanzadas." Victoria Camps, introducción a John Rawls, "Sobre las
libertades", Paidós, 1990, Barcelona, p. 9.
La justicia se refiere a la estructura
social y política. Es justicia social. Queda restringida al ámbito de la filosofía
política: "Para nosotros, el objeto primario de la justicia es la
estructura básica de la sociedad o, más exactamente, el modo en que las
instituciones sociales más importantes distribuyen los derechos y deberes
fundamentales y determinan la división de las ventajas provenientes de la
cooperación social" p. 23. op. cit.
La justicia es una norma axiológica,
deóntica que sirve para evaluar si una sociedad es justa o no sobre todo, en
sus aspectos distributivos. Como él mismo dice, acerca de su teoría, "una
concepción de la justicia social ha de ser considerada como aquella que
proporciona, en primera instancia, una pauta con la cual evaluar los aspectos
distributivos de la estructura básica de la sociedad." p. 26 op. cit. De
todos modos, tal concepción de la justicia es pura y meramente procedimental,
formal. Rawls apela a la mera forma de la ley moral a través de sus dos
principios de justicia como equidad (Justice
as Fairnes) Esto le lleva a aproximarse al formalismo moral de Kant:
"Lo distintivo de la forma kantiana del
constructivismo es esencialmente esto: que especifica una determinada
concepción de la persona como elemento de un procedimiento razonable de
construcción cuyo resultado determina el contenido de los primeros principios
de la justicia. Dicho de otro modo: este tipo de visión establece un cierto
procedimiento de construcción que responde a ciertos requerimientos razonables,
y dentro de ese procedimiento, personas caracterizadas como agentes de
construcción racionales especifican, mediante sus acuerdos, los primeros
principios de la justicia" (Rawls, Kantian Constructivism in Moral
Theory", 1980, 516)
La justicia es puramente procedimental,
"no existe criterio de justicia
independiente; lo justo viene definido por el resultado del procedimiento
mismo" (1980, 523, 1971, 85-86)
Este
formalismo moral insiste en la forma, en los procedimientos, más que en los
contenidos: "Fuera del procedimiento de construcción de los
principios de la justicia, no hay hechos morales (1980: 519) Por ello, la filosofía
política ha de ser formal y abstracta según Rawls:
"Está
fuera del alcance de la doctrina filosófica considerar con detalle los tipos de
disposiciones necesarias para asegurar el valor equitativo de las libertades
políticas iguales, igual que está fuera de su alcance considerar las leyes y
reglamentaciones necesarias para asegurar la competencia en una economía de
mercado." "Sobre las libertades", op. cit, pp. 73-74.
Rawls inventa una situación originaria
en la cual los individuos son racionales todos por igual y carecen de
intereses: "Un rasgo de la justicia como imparcialidad es el pensar que
los miembros del grupo en la situación inicial son racionales y mutuamente
desinteresados" op. cit. p. 31.
A continuación inventa Rawls dos
principios: 1º Todos eligen la igualdad formal de derechos y deberes. Toda
persona tiene igual derecho al conjunto más extenso de libertades fundamentales
que sea compatible con la atribución a todos de ese mismo conjunto de
libertades (principio de igual libertad). Se trata, claro esta, de una igualdad
jurídica formal, burguesa. Aquí se advierte la filiación liberal de la postura
de Rawls puesto que aquí no se pide la igualdad económica. 2º, El segundo
principio confirma lo dicho: se admite la desigualdad económica siempre que
"beneficie" a "todos". La desigualdad de ventajas
socioeconómicas sólo está justificada si a) contribuye a mejorar la suerte de
los miembros más desfavorecidos de la sociedad (principio de diferencia), y b)
están vinculadas a posiciones que todos tienen oportunidades equitativas de
ocupar (principio de igualdad de oportunidades). Esto sólo se entiende desde un
enfoque utilitarista liberal: "Sostendré que las personas en la situación
inicial escogerían dos principios bastante diferentes: el primero exige
igualdad en la repartición de derechos y deberes básicos, mientras que el
segundo mantiene que las desigualdades de riqueza y autoridad sólo son justas
si producen beneficios compensadores para todos y, en particular, para los
miembros menos aventajados de la sociedad". op. cit. p. 32. El hombre
racional de Rawls es un empresario o un obrero consumidor satisfecho
socialdemócrata típico del Estado del Bienestar que optimiza sus elecciones. Lo
más natural del mundo es la distribución desigual de las riquezas y ello no
constituye injusticia alguna: "no hay injusticia en que unos pocos
obtengan beneficios con tal de que con ello se mejore la situación de las
personas menos afortunadas". op. cit. p. 32.
La justicia no es igualdad, sino
imparcialidad o equidad (fairness). La igualdad sólo es formal o procedimental.
La libertad ha de ser igual para todos. La igualdad es algo secundario con
respecto a la libertad. En Rawls, en caso de contradicción del primer principio
de justicia con el segundo, debe primar el primero. Hay prioridad de las
libertades sobre los contenidos materiales y la igualdad económica. Esto es la
prioridad lexicográfica del principio 1 sobre el 2 y del 2a sobre el 2b .Aquí
se ven los límites de la concepción neoliberal de Rawls. La igualdad de los
hombres es una igualdad moral, kantiana, formal. Aceptar los principios de la
justicia de Rawls equivale a aceptar la idea de un bien común. Aquí aparece la
teoría de los bienes primarios, que son cinco:
a) Las libertades públicas.
b) La libertad de movimiento y trabajo.
c) La posibilidad de ocupar posiciones
de responsabilidad.
d) Ingresos y riqueza.
e) Las bases sociales del autorrespeto.
El principio utilitarista del máximo
beneficio para la mayor cantidad posible opera plenamente en Rawls cuando dice:
"Mientras que la distribución del ingreso y de las riquezas no necesita
ser igual, tiene no obstante que ser ventajosa para todos, y al mismo tiempo
los puestos de autoridad y responsabilidad tienen que ser accesibles a
todos". p. 83, op. cit.
Rawls afirma la necesidad de la
economía capitalista: "En todas las interpretaciones supongo que el primer
principio de igual libertad ha sido satisfecho y que la economía es, en
términos generales, un sistema de mercado libre, aunque los medios de producción
pueden o no ser propiedad privada". op. cit. p. 88.
Acepta Rawls el principio de lo óptimo
de Pareto, procedente de Bentham, llamado por él "principio de la
eficacia" o principio maximin. "El principio afirma que una
configuración es eficiente siempre que sea posible cambiarla de modo que
beneficie a algunas personas (al menos una) sin que al mismo tiempo dañe a
otras personas (al menos una)...Así, la distribución de una provisión de
mercancías entre ciertos individuos es eficaz si no existe una redistribución
de estos bienes que mejore las circunstancias de al menos uno de estos
individuos sin que otro resulte perjudicado". op. cit. p. 89. Luego, mejor
dejemos las cosas como están actualmente, con el reparto desigual existente
para no perjudicar al menos a una persona poseedora o explotadora.
Podemos decir entonces que una sociedad
es justa cuando sus instituciones proporcionan el mayor beneficio posible a la
mayor cantidad de individuos. Es el principio del placer al mayor número de
Bentham. El principio de justicia es un principio de egoísmo racional de un
colectivo de individuos, un agregado de sujetos. La sociedad debe ser justa por
razones prudenciales que así lo aconsejan. El bienestar del grupo es la suma
del bienestar individual de cada uno de los miembros del grupo. Esto deja de
lado la cuestión de la forma en la que está distribuido el bienestar entre los
individuos, si de manera igualitaria o desigual.
Y nos podemos preguntar a estas alturas
si no sería más racional, correcto y justo que los individuos en la situación
originaria decidieran la igualdad económica pura y simple para garantizar así
mejor las libertades. Rawls rechaza tal posibilidad de plano, la considera de
la siguiente manera: "la respuesta
a esta cuestión es, creo, que esta garantía es o irracional, o superflua, o
socialmente divisoria. Así, entendámosla primero como imposición de una igual
distribución de todos los bienes primarios y no sólo de las libertades básicas.
Creo que este principio ha de rechazarse por irracional, pues no permite que la
sociedad satisfaga ciertos requisitos esenciales de la organización social, y
saque partido de las consideraciones de eficiencia, y muchas otras."
"Sobre las libertades", p. 75, Por lo tanto, "Sean cuales fueren los méritos de esta sugerencia, es superflua a
la luz del principio de la diferencia." ibídem. Aunque Rawls se hace
eco de la crítica marxista y socialista de las libertades burguesas como
formales y vacías, su respuesta es francamente decepcionante y sofística. La
garantía de que las libertades no serán formales ni vacías no es económica. Su
respuesta es la siguiente: "La idea
es incorporar en la estructura básica de la sociedad un procedimiento político
efectivo que refleja en esta estructura la representación equitativa de las personas
posibilitada por la posición original. Es la equidad de este procedimiento,
asegurada por la garantía del valor equitativo de las libertades políticas,
junto con el segundo principio de la justicia (con el principio de la
diferencia) lo que explica por qué las libertades básicas no son meramente
formales" "Sobre las libertades" op. cit. p. 77. Vamos, que
deja las cosas como están.
Rawls pretende legitimar el Estado
social o Estado de Bienestar surgido después de 1945 en los países capitalistas
avanzados y considerarlos como el Estado justo o Estado legítimo y ello lo
lleva a efecto mediante un procedimiento artificioso como es el procedimiento
contractual. Un individualista como es él a fuer de liberal aunque sea justo
denominarlo neoliberal, sólo puede concebir la sociedad como agregado o suma de
individuos, como una clase distributiva homogénea, aunque ello sea desmentido
por los hechos una y otra vez. Rawls nos describe una hipotética situación
original en la que unos individuos con unas características determinadas eligen
unos principios capaces de arbitrar un sistema de distribución de ventajas. Las
personas son inviolables en aras de consideraciones de bienestar general o de
cualquier otro tipo. He ahí el liberalismo de Rawls. Es un continuador de la
tradición liberal pero atenuada por consideraciones de carácter social. Para
Rawls ninguna mejor ad ela suerte de los miembros de la sociedad puede
justificar que se atente contra las libertades fundamentales de ninguno de
dichos miembros.
Rawls distingue entre lo racional y lo
razonable. Lo racional es el egoísmo individual, lo que nosotros decidimos
teniendo en cuenta nuestra conveniencia y queremos maximizar nuestro beneficio
propio. Lo razonable es tener en cuenta el interés ajeno en nuestras consideraciones
y buscar la cooperación, la mutua reciprocidad aun a expensas de los intereses
individuales. Sin el concurso de ambos principios no puede darse una
cooperación social estable.
La justicia para Rawls no consiste en
unos determinados contenidos materiales, sino en un cierto procedimiento
equitativo e imparcial (Justice as fairness). Sólo los individuos cuentan en
las instituciones sociales y políticas. Las partes tienen autonomía racional en
la posición original. Esto se garantiza por el velo de la ignorancia de su
verdadera situación. Es éste un cierto individualismo moral utilitarista. Los
individuos son racionales en su conducta y en sus móviles. Son seres libres e
iguales capaces de actuar racional y razonablemente. Para evitar que las condiciones
concretas de cada uno distorsionen la elección racional, Rawls busca
neutralizarlas y coloca así a los participantes de la situación originaria tras
un velo de la ignorancia que les impide el conocimiento de las diversas
alternativas que se relacionan con su propia situación, obligándoles a evaluar
los principios conforme a consideraciones generales. Para llegar a los
principios de justicia se utiliza la teoría de la decisión racional. La
racionalidad resulta ser así el cálculo del propio beneficio individual. La
justificación de sus dos principios de justicia es que en una "posición
original" personas libres e igualeos elegirían tales principios. Todo
principio elegido en tal situación de ignorancia originaria acerca de cuáles
son los intereses individuales reales de cada uno es equitativo (fair). Es
justa cualquier sociedad regida por los principios que elegirían en una
situación de ignorancia (velo de la ignorancia) unos individuos egoístas
obligados a buscar en la imparcialidad en la posición original. Tales
principios tienen que ser confrontados con nuestros juicios morales
particulares en todos los ámbitos a los que se aplican esos principios. De aquí
surge lo que Rawls llama "equilibrio reflexivo". Como dice Rubio
Carracedo: "la argumentación de Rawls busca establecer un "equilibrio
reflexivo" entre las exigencias normativas de la "posición
original" contractual y las exigencias de nuestras convicciones morales
más ponderadas y compartidas" "Educación moral, postmodernidad y
democracia", José Rubio Carracedo, Editorial Trotta, Madrid, 1996, p. 181.
Según parece, el recurso a la posición original no tiene un status diferente de
las intuiciones morales particulares de cada uno. Una vez establecidas estas
reglas del juego correctas por equitativas e imparciales y porque son el
resultado de un procedimiento justo, la legislación y las instituciones
políticas quedan abiertas al juego del "consenso solapante" (overlapping consensus). Este consenso
superpuesto es un acuerdo a partir del cual doctrinas distintas u opuestas
pueden compartir las bases del Estado o de los asuntos públicos en un Estado de
derecho.
Sólo en un régimen político
constitucional o Estado de derecho se alcanza la justicia como equidad y una
sociedad bien ordenada. Tal régimen es o bien parlamentario o bien
presidencialista. El contenido de tal régimen es la economía de mercado con
ciertas correcciones para evitar sus molestas y desagradables consecuencias.
Rawls piensa que la mano invisible del mercado libre conduce hacia la injusticia
y favorece el oligopolio de riquezas y capitales, dificultando así la igualdad
de oportunidades por él postulada. Sin embargo, la solución para alcanzar la
justicia no es destruir el mercado que resulta ser a la postre el mejor
procedimiento de asignación de recursos, o buscar la igualdad efectiva, sino
buscar la equidad, un procedimiento decisorio imparcial, con lo cual se
sostiene implícitamente que todas las posiciones alcanzadas por los individuos
son justas y son la mejor situación posible y que cualquier modificación por
perjudicar a algunos, ya sería injusta. Esto es lo que significa en última
instancia el principio del óptimo de Pareto.
R. Nozick, por su parte, en "Anarquía, Estado y Utopía"
responde al neoliberal Rawls desde el viejo liberalismo clásico y radical y
reaccionario, desde luego. Realiza un ingenioso ejercicio especulativo
académico propio de individuos ociosos para legitimar el orden social
capitalista, al igual que su antagonista Rawls aunque éste esta vez desde la
perspectiva neoliberal como ya vimos.
Rawls es un neoliberal intervencionista
que defiende el Estado de Bienestar con funciones redistributivas sin llegar
por ello al igualitarismo. Frente a tal discurso, Nozick defiende el Estado
mínimo liberal, siguiendo así los pasos dados antaño por John Locke. Para
Nozick el derecho de propiedad es absoluto. Esto excluye claro está, cualquier
intervención e interferencia. Un Estado no es legítimo si viola algún derecho
natural individual. El Estado mínimo del que habla Nozick surge de un estado de
naturaleza previo por una evolución guiada por una especie de mano invisible de
la misma manera que la describe Locke. Este Estado sólo es justificable para
evitar la violencia y el delito.
Nozick pertenece a lo que podríamos
denominar como anarquismo capitalista o libertarismo capitalista. El principio
de tal posición filosófico-política es el individualismo más radical. Sólo
existen individuos y éstos hacen lo que quieren y tienen todos los derechos a
hacerlo. "Los individuos tienen
derecho a disponer libremente de sus bienes y servicios, y tienen este derecho
sea ésta o no la mejor forma de garantizar la productividad" Will
Kymlicka, op. cit. p. 111. No se trata de justificar la propiedad privada
partiendo de argumentos utilitarios tales como la productividad, la eficiencia,
la prosperidad. Sencillamente, lo justo es que cada uno haga lo que crea
conveniente. El gobierno no tiene derecho alguno a interferir en la actividad
privada, aunque sea en aras de la eficacia. "Los individuos tienen derechos, y hay cosas que ninguna persona o
grupo pueden hacerles (sin violar sus derechos). Estos derechos son tan firmes
y de tan largo alcance que surge la cuestión de qué pueden hacer el Estado y
sus funcionarios, si es que algo pueden hacer" (Nozick citado por
Kymlicka, op. cit. p. 111.). Cualquier intervención estatal es
intrínsecamente perjudicial y nefasta. La afirmación central de Nozick y de los
libertarios capitalistas es la siguiente: "si
asumimos que todos tienen derecho a los bienes que actualmente poseen (sus
"pertenencias"), entonces una distribución justa es sencillamente
cualquier distribución que resulte de los libres intercambios entre las
personas." (Will Kymlicka, op. cit. p. 111.
Existen tres
principios fundamentales en la teoría de los derechos de Nozick:
1) Principio de transferencia.
Cualquier cosa justamente adquirida puede ser libremente transferida.
2) Principio de adquisición inicial
justa.
3. Principio de rectificación de la
injusticia: cómo actuar frente a lo poseído si ello fue injustamente adquirido
o transferido.
Nozick es un liberal radical
antiutópico que recae en la utopía que él ataca. Su utopía es
liberal-libertaria, interpretando al anarquismo de forma sesgada. Todo su
discurso es un ataque al Estado de Bienestar. Su crítica a Rawls se resume en
dos afirmaciones:
"1.
La redistribución rawlsiana (u otras intervenciones coercitivas del gobierno en
los intercambios de mercado) es incompatible con el reconocimiento de las
personas como dueñas de sí mismas. Sólo el capitalismo sin restricciones
reconoce ser dueño de uno mismo.
2.
Reconocer a las personas como dueñas de sí mismas resulta crucial para tratar a
las personas como iguales." (Will Kymlicka, op. cit. p.
122.)
Como dice Rubio
Carracedo, "La obra de Nozick se entiende cabalmente sólo en el contexto
del actual resurgimiento del liberalismo en sus diversos frentes: económico (M.
Friedmann, 1962), político-social (F. A. Hayek, 1960; 1974), jurídico (H. Hart,
1961; 1968, R. Dworkin (1977), etc." p. 245. "Paradigmas de la política" Barcelona, 1990.
Los derechos individuales son
absolutos. El derecho de propiedad es absoluto y ¿Qué es poseer legítimamente
algo sino poder hacer con ello lo que se quiera? Como dice Van Parijs: "¿Qué es, en efecto, cometer una
injusticia sino atentar contra los derechos fundamentales de los individuos? ¿Y
qué son esos derechos fundamentales sino el derecho de cada uno a hacer lo que
quiera con su cuerpo y con los bienes que ha adquirido legítimamente, siempre
que, evidentemente, al hacerlo no quebrante los derechos similares que
disfrutan los otros individuos?" op. cit. p. 22. Así resulta que es
justo aquello que se deriva del libre ejercicio de los derechos y libertades
inviolables individuales de cada uno.
Nozick formula dos principios para dar
contenido a su individualismo extremo y para determinar quién es el legítimo
propietario de qué:
"1.
Cada uno puede apropiarse legítimamente de una cosa que anteriormente no ha
pertenecido a nadie con tal de que por este hecho no resulte disminuido el
bienestar de algún otro individuo (principio de apropiación originaria).
2. Cada
uno puede convertirse en el propietario legítimo de una cosa adquiriéndola
mediante una transacción voluntaria con la persona que era antes su propietaria
legítima (principio de transferencia)." Ph. Van Parijs, op. cit. p. 23.
Son éstos los dos primeros principios
más arriba mencionados. El Estado sólo tiene una función coercitiva para hacer
respetar los derechos individuales. El único Estado legítimo es el Estado
mínimo. Podríamos decir que el individualismo como sistema de justicia se
traduce en el principio de que "a cada uno como escoja, a cada uno según
ha escogido".
Gauthier es un liberal propietarista
que nos dice que su aportación original
es insistir en el carácter pactado de las normas morales, que son convenidas
socialmente. Su Estado es más amplio que el Nozick.
R. Dworkin trata de corregir el
neocontractualismo de Rawls en el sentido de una mayor igualdad liberal y es
sensible a las críticas de los comunitaristas contra la desconexión entre
justicia y bien. Según Dworkin, no existe el derecho de la sociedad o los
derechos sociales. Los derechos si los hay son individuales. Esto es lo que
garantiza la filiación liberal de la posición de R. Dworkin. Cualquier violación
de un derecho individual es injusta se haga en nombre de lo que sea, aunque sea
la mayoría quien lo desee y ello pesa más que el coste adicional en política o
en eficacia social que pueda derivarse de ello. Dworkin pretende realizar una
fundamentación filosófico-moral del liberalismo.
El problema son los pobres. Hay
personas o individuos que sufren y ello es una realidad objetiva. Es la eterna
"cuestión social" ¿Qué hacer con los desdichados y perjudicados por
el libre mercado y por la libre iniciativa, con los perdedores? Dworkin por su
parte, ataca el principio de diferencia de Rawls puesto que a diferencia de
Rawls postula una igualdad liberal. El objetivo de tal principio es el ser
sensible a la ambición e insensible a las cualidades. Dworkin nos ofrece otro
esquema distributivo diferente para poder prestar un mejor servicio a la
justicia. "Su teoría es complicada,
implica el uso de una subasta, esquemas de seguro, mercados libres, e
impuestos" Will Kymlicka, "Filosofía política contemporánea" Ariel,
1995, p. 91.
Dworkin inventa la subasta, un
procedimiento típicamente liberal para resolver las cuestiones sociales: "Dworkin nos pide que imaginemos que
todos los recursos de la sociedad están a remate en una subasta, en la cual
todos participan. Cada uno comienza con un poder de compra idéntico" op.
cit. p. 92. Si la subasta sale bien, todos serán felices y ya está, pues
nadie preferirá el lote ajeno. No habrá envidia por los bienes ajenos y eso es
la justicia, la ausencia de envidia por la suerte ajena. Si la subasta
funciona, cada cual preferirá su propio lote al de los demás. Esto es el test
de la envidia. La distribución de los bienes es justa si nadie siente envidia
por nadie. Es en esto en lo que consiste la igualdad liberal, la teoría liberal
de la igual distribución de recursos entre los individuos. "La igualdad liberal sostiene que sólo se consigue una
distribución ideal cuando los recursos que controlan las diferentes personas
son iguales en los costes de oportunidad de esos recursos, es decir, en el
valor que tendrían en manos de otras personas" R. Dworkin, "Ética privada e
igualitarismo político", Paidós, 1993, Barcelona, p. 87.
Según Dworkin, la igualdad liberal
tiene las siguientes características:
"Primero,
la igualdad liberal construye la justicia en el espacio de los recursos, no en
el del bienestar...
Segundo,
la igualdad liberal es, evidentemente, igualitarista: insiste en que la parte
de recursos que tiene cada uno en una sociedad ideal es idéntica.
Tercero,
traza una distinción nítida, al describir la igualdad de recursos, entre
minusvalías o limitaciones de varios tipos que forman parte de las
circunstancias de la persona, y los gustos, las ambiciones y las preferencias,
que forman más bien parte de su personalidad...
Cuarto, la
igualdad liberal es tolerante: condena el uso el derecho penal o de otro tipo
de leyes que limiten la libertad cuando la única justificación es la supuesta
inferioridad ética de la vida que desean llevar algunos miembros de la
comunidad." R. Dworkin, op. cit. p. 161.
Además, Dworkin
propone otra receta para compensar las desventajas naturales: el esquema del
seguro. Para que la subasta no suscite la envidia nadie tiene que estar
desfavorecido en términos de talentos naturales. Es el caso de las minusvalías
físicas o psíquicas. Antes de hacer la subasta propone pagar un seguro para
atender a los desfavorecidos y darles bienes sociales suficientes para
compensar sus desigualdades y desventajas naturales. El resultado de la subasta
sería justo y no habría envidia.
"La
propuesta de Dworkin es similar a la idea de Rawls de una situación original.
Tenemos que imaginar que la gente se halla tras el velo de la ignorancia. No
saben su lugar en la distribución de las aptitudes naturales, y tienen que
suponer que son igualmente susceptibles de padecer algunas de las desventajas
naturales que puedan sobrevenir. Damos a cada persona una porción igual de
recursos...y les preguntamos cuánto de sus porciones están dispuestos a gastar
en un seguro contra la posibilidad de resultar inválidos o desfavorecidos de
otra manera en la distribución de las dotaciones naturales." Will Kymlicka,
op.cit. p. 95. Esto justifica el Estado de Bienestar. Los impuestos
cubrirían los gastos médicos y sociales contra el paro.
Rawls niega que el Estado del Bienestar
pueda satisfacer los principios de la igualdad liberal y nos ofrece como
alternativa una democracia de propietarios. Dworkin sostiene que una
distribución justa requeriría una mayor redistribución del bienestar que la que
de hecho se proporciona. Rawls afirma que no implicaría tanto. Según Dworkin no
hay una teoría política más avanzada que la de Rawls en lo que a igualdad se
refiere en las premisas. Rawls se opone a un impuesto progresivo de la renta y
a una amplia redistribución de los ingresos del mercado debido a su principio
de la diferencia. Si el reparto de la propiedad es satisfactorio no es
necesario repartir más bienestar. El principio de diferencia hay que
conservarlo. De todos modos ambos no rebasan la ideología liberal. El respeto a
la libertad de las personas tiene prioridad sobre la consecución de la igualdad
efectiva e impone límites a la igualdad. Esto ocurre en Dworkin y en Rawls y en
todos los autores de tendencia liberal. El liberalismo igualitario o neoliberalismo
sostiene que la desigualdad material es compatible con la igualdad de derechos.
Tales desigualdades tienen el objetivo de promover el bienestar de los más
débiles. El principio de diferencia se justifica según el principio de lo
óptimo de Pareto. Sería peor para los pobres la igualdad que una cierta
desigualdad que tanto les favorece. Oponerse a tales desigualdades en nombre
del igualitarismo, sería a la postre dañoso para los intereses de los más
débiles. Se oponen en suma, a la adopción de medidas radicales para conseguir
la igualdad tales como la limitación de las libertades civiles. Esto les separa
radicalmente del marxismo. Es aquí donde se encuentra la piedra de toque para
distinguir entre marxismo y posiciones más moderadas que él. Profundizando en
este tema, podríamos decir que "lo
que distingue a la justicia marxista de la rawlsiana no es la medida en que
deberían igualarse los recursos, sino la forma en que debería realizarse dicha
igualación. Rawls cree que la igualdad de recursos debería consistir en igualar
la cantidad de propiedad privada al alcance de la persona. Para Marx, en
cambio, "la teoría de los comunistas puede resumirse en una única frase:
Abolición de la propiedad privada". Will Kymlicka, op. cit. p. 190.
Se puede decir
que los liberales han terminado por resquebrajar el consenso socialdemócrata y
la adhesión de las fuerzas políticas burguesas al Estado social después de 1945
y a su política intervencionista de economía mixta, esto, es, al Estado de
Bienestar.
Según los anarcocapitalistas o
libertarianos como Nozick o Rothbard, sólo el capitalismo es compatible con la
justicia. Ello legitima al mercado libre capitalista, no tanto porque resulte
más eficaz sino porque es el único procedimiento económico para individuos
libres sin que se violen sus derechos individuales. El anarcocapitalismo es una
doctrina que pretende colocar en su centro la libertad.
Una paradoja a la que llegan los
libertarianos es que todos aquellos a quienes el mercado les ha perjudicado
tienen derecho a una compensación al menos que los haga acceder a un nivel de
bienestar en el que se hubieran encontrado en ausencia de esta apropiación. Así
se legitima una redistribución de las rentas a los más desfavorecidos por la
fortuna.
Otra
corriente importante en la filosofía política contemporánea es la llamada
corriente del marxismo analítico. Son autores anglosajones tales como Elster,
Cohen, Roemer, etc.
Según Jon Elster sólo tiene sentido hoy
el marxismo realizando una lectura del mismo desde la teoría intencional. Esto
le obliga a conciliar dos enfoques, el de la elección racional y el de la
acción colectiva. Entiende el marxismo como teoría intencional de la acción
colectiva. El marxismo se entiende como una teoría de las estrategias de la
acción.
Roemer define la explotación en
términos de desigual acceso a los medios de producción, y no en términos de
transferencia de plusvalía.
"Los
trabajadores son explotados en el sentido paradigmático si y sólo si los no
trabajadores se apropian de una parte del producto neto. Llamemos plusproducto
a esta parte del producto neto y plustrabajo a la parte del trabajo que produce
el plusproducto. Mi proposición puede, sólo entonces, ser reformulada de manera
más compacta: la explotación paradigmática consiste en la extracción del
plustrabajo" (op. cit. p. 82.)
John Roemer define la explotación de la
siguiente manera: "Un grupo está
capitalistamente explotado si y sólo si es verdad que su suerte sería mejor, y
la de su complemento peor, en el caso en que se retirara con una parte
proporcional de los medios de producción de la sociedad, abstracción hecha de
los efectos de estimulación y de rendimientos de escala". Es una
definición de la explotación en términos
tomados de la teoría de juegos. Entonces, de acuerdo con esto:
"si
uno es objeto de explotación o no depende de si uno hubiera estado mejor en una
hipotética situación de igual distribución, a saber, una situación en la cual
uno se retirase con su propio trabajo y su porción per capita de recursos
externos." (Will Kymlicka, op. cit. p. 198).
Roemer
propone interpretar los beneficios empresariales como la remuneración de
cualificaciones poco comunes; podrían constituir entonces un caso especial de
su explotación socialista.
Según Van
Parijs, "aunque la explotación paradigmática implicara la explotación
capitalista en el sentido de Roemer (o una disyunción que la incluyera como
elemento esencial), de esto no se desprendería que fuera inaceptable" (p.
92, op. cit.)
Roemer
redefine entonces la explotación capitalista injusta "como una
desigualdad proveniente de una distribución desigual de la riqueza inicial o,
más en general, de dotaciones iniciales, inalienables o alienables. Pero, en
principio, no es seguro que descubramos un principio ético más defendible"
(op. cit. p. 93.) Hay que añadir que Roemer reconoce la posiblidad de una
explotación capitalista limpia. La transferencia de plusvalía es legítima
cuando no resulta corrompida por la distribución desigual, o cuando ayuda a
compensar tal desigualdad. Esto significa que injusticia no equivale a
explotación. Roemer hace la siguiente estipulación: no sólo debe irle mejor al
explotado retirándose con sus capacidades y su porción de recursos, sino que al
explotador le debe ir peor.
Un liberal muy controvertido,
utilitarista, rawlsiano es el belga Philippe Van Parijs que es el autor de la
propuesta de crear una asignación universal garantizada que sería lo siguiente:
Salario universal garantizado. Se trataría de una renta incondicionalmente
pagada a cada ciudadano (o residente permanente), tenga empleo o no, desee o no
tenerlo, cualquiera que sea su status matrimonial y cualesquiera que sean sus
rentas provenientes de otras fuentes. Semejante institución permitiría a la
renta mínima aumentar en concordancia con el poder que confiere y sin afectar a
la dignidad de las personas. Como la asignación universal es asimilable a la
atribución a cada uno de una dotación material repartida a través de toda la
vida, integra además la dimensión riqueza que aparece en el principio de diferencia,
como también el aspecto de las oportunidades de acceso a las diferentes
posiciones sociales vinculadas a la fortuna. Esto es casi una vía capitalista
hacia el socialismo, aunque no sé hasta qué punto resulta viable su realización
en las actuales circunstancias.
Jürgen Habermas (1929) es el epígono de
la llamada Escuela de Frankfurt y trata de legitimar el Estado social desde una
perspectiva diríamos, políticamente socialdemócrata y desde una perspectiva de
filosofía ético-política la posición de Habermas es un formalismo moral
dialógico-trascendental-discursivo-pragmático-trascendental. Rechaza el
marxismo y sustituye la lucha de clases por el diálogo o acción comunicativa
como fundamento de la edificación de un orden moral y político justo. La filosofía
moral y política es dialógica, es discursiva. Su doctrina converge con la
posición de John Rawls. Habermas rechaza hablar de contenidos de la teoría de
justicia. Su teoría es neutral con respecto a los contenidos. Esto sin embargo
es incongruente con los presupuestos de la pragmática universal. Su concepción
resulta ser una concepción puramente procedimental. Habermas afirma que la
pragmática universal permite fundamentar sólo el diálogo pero no ofrece ningún
contenido normatico a la idea de justicia
Para que el diálogo postulado como
necesario por Habermas tenga lugar y ofrezca resultados positivos hay que
presuponer la existencia de una pragmática universal del lenguaje, según la
cual en todo discurso humano subyacen tres pretensiones: a) de verdad (función
representativa del lenguaje, vinculada a las proposiciones); b) de corrección
(normativamente legitimable de los actos ilocucionarios); y c) de veracidad o
sinceridad de los actos performativos. De estas tres pretensiones se deriva una
cuarta, la pretensión de comprensibilidad o de sentido del discurso humano.
Esto exige actuar de forma comunicativa, orientada a la comprensión.
La acción comunicativa es para Habermas "la acción social en que los planes
de acción de los distintos agentes quedan coordinados a través de
"acciones de habla" en que los hablantes pretenden
"inteligibilidad" para lo que dicen, "verdad" para el
contenido de lo que dicen o para las presuposiciones de existencia de lo que
dicen cuando la "acción de habla" no es un acto de aserción;
"rectitud" para sus acciones de habla en relación con el contexto
normativo vigente e, indirectamente, para ese contexto normativo, y
"veracidad" para sus actos de habla como expresión de lo que
piensan" Manuel Jiménez Redondo, introducción a los "Escritos sobre
moralidad y eticidad" de J. Habermas, Paidós, 1991, Barcelona, pp 9-10.
Además, Habermas distingue entre su
principio U y su principio D. El principio U significa que el principio moral
debe ser universal. El principio U es el principio de universalización que
afirma, como regla de argumentación que es que:
"-en
el caso de normas válidas los resultados y consecuencias laterales que, para la
satisfacción de los intereses de cada uno, previsiblemente se sigan de la
observancia general de la norma tienen que poder ser aceptados sin coacción
alguna por todos." Escritos sobre moralidad y eticidad", op. cit. pp.
101-102.
En la ética del discurso, el principio
D ocupa el lugar del imperativo categórico kantiano y dice que:
"-sólo
pueden pretender validez aquellas normas que pudiesen contar con el
asentimiento de todos los afectados como participantes en un discurso
práctico." op. cit. p. 101. Por lo demás, en una nota a pie de
página, Habermas lo aclara de la siguiente manera: "Sólo es exigible el cumplimiento de aquellas normas, acerca de
las que puede llegarse discursivamente a un acuerdo en el círculo de los
afectados". ibídem. Así, la argumentación moral y su procedimiento
dialógico ocupan el lugar del imperativo categórico en la ética discursiva.
Esto es porque según Habermas: "Toda ética formalista ha de poder
señalar un principio que básicamente permita llegar a un acuerdo racionalmente
motivado cuando surja la discusión acerca de cuestiones práctico-morales."
Habermas, op. cit. p. 68.
La acción comunicativa es la acción
primaria "en el sentido de que
otros tipos de empleo habrán de resultar "parasitarios" o
"derivativos" de él" Manuel Jiménez Redondo, op. cit. p. 11. Se
da así por supuesto el carácter primario del empleo del lenguaje orientado al
entendimiento. Por ello la teoría de Habermas es cognitivista o
intelectualista. Un presupuesto fundamental para ello es la existencia según
Habermas de una pragmática universal del habla, de universales del habla.
Como Habermas no es socialista y no
cree en la revolución, desemboca en resultados parecidos a aquellos en los que
desemboca Rawls. Su teoría es una teoría liberal de la justicia. "Habermas pertenece, pues, a una
generación cuyos mentores intelectuales hacía ya mucho tiempo que habían dejado
de creer en "la" Revolución, es decir, en la ruptura que Marx lleva a
cabo del esquema de pensamiento de Hegel a partir de la crítica a su filosofía
del Estado". Manuel Jiménez Redondo, op. cit. pp. 30-31.
Para que el diálogo sea posible y
conduzca a resultados, el lenguaje debe constituir una suerte de "comunidad ideal de comunicación que
abraza a todos los seres capaces de lenguaje y de acción". Manuel
Jiménez Redondo, op. cit. pp. 51-52. El discurso se orienta hacia una comunidad
ideal de comunicación que incluye a todos los sujetos capaces de hablar y de
actuar.
Pero esto significa que todo aquel que
participe en una discusión tiene que aceptar los presupuestos
pragmático-universales normativos. Se supone (lo que a mi juicio es mucho
suponer) que los participantes en la discusión buscan la verdad y que los
discursos son acciones orientadas hacia el entendimiento.
Por todo ello, no resulta extraño que
Habermas afirme la idea de un cierto "derecho natural". Pretende,
pues, rescatar el núcleo verdadero del derecho natural para la ética
discursiva: "La afirmación que
acabo de hacer resulta menos sorprendente si se tiene en cuenta que los
discursos en los que las pretensiones de validez que se han tornado
problemáticas se tratan como hipótesis, representan una especie de acción
comunicativa que se ha tornado reflexiva. Así, el contenido normativo de los
presupuestos de la argumentación está tomado simplemente de las presuposiciones
de la acción orientada al entendimiento, sobre las que, por así decir, los
discursos se asientan. El verdadero núcleo del derecho natural racional puede
salvarse, por tanto, con la tesis de que todas las morales coinciden en una
cosa: todas coinciden en extraer del propio medio que representa la interacción
lingüísticamente mediada, al que los sujetos socializacidos deben su
vulnerabilidad, también los puntos de vista centrales que permiten una
compensación de esa debilidad y vulnerabilidad." op. cit. pp. 109-110.
Entonces, la racionalidad es la
argumentación. La argumentación moral racional constituye la voluntad racional.
Esto permite "entender la
argumentación moral misma como el procedimiento adecuado de formación de una
voluntad racional." op. cit. p. 162.
Entrando ya en cuestiones políticas
directamente, sostiene Habermas que la ética discursiva, la racionalidad
comunicativa es la fuente legitimadora del Estado de derecho. Formula así
Habermas "la idea de un Estado de
derecho con división de poderes, que extraiga su legitimidad de una
racionalidad que garantice la imparcialidad de los procedimientos legislativos
y judiciales." op. cit. p. 159
Las normas jurídicas se legitiman si
los intereses que ellas representan o defienden son susceptibles de
universalización.
En 1981 se publica "After
Virtue" de Alasdair MacIntyre. Comienza así el florecimiento de la escuela
comunitarista con nombres como M. Sandel, Ch. Taylor, R. Spämann, B. Williams. En España aparece una obra próxima al
comunitarismo como es "De la ética a la política. De la razón inerte a la
razón erótica" de A. Doménech, 1989.
El comunitarismo de Charles Taylor y
Alsadair McIntyre y Bernard Williams critica el individualismo liberal y lo
considera utópico y absurdo pues el liberalismo sólo considera los derechos
individuales haciendo abstracción de que todo individuo forma parte de una
comunidad. Hay que reconstruir el concepto hegeliano de Espíritu Objetivo o el
concepto romántico de "Gemeinschaft". Hay que prestar atención al
ámbito de la virtud, de la "vida buena". La sociedad ha de incluir
una perspectiva comunitaria.
Los comunitaristas no están de acuerdo
con la concepción liberal del Estado neutral. El Estado no es neutral, debe
perseguir el bien común. El bien común es una concepción de la buena vida que
tiene la sociedad. Este criterio es patrón o metro para evaluar la conducta
individual. El individuo bueno es el que se adecua a la norma moral social
imperante. Ser bueno es ser un buen ciudadano, adecuarse a la Sittlichkeit. El
individuo sin la sociedad no es nada. El individuo y su ego son construcciones
sociales. Es el retorno a Aristóteles y a Hegel. Según Taylor el ego necesita
que la sociedad le marque unos determinados arquetipos para orientar su
práctica y elegir unos determinados proyectos. Según Michael Sandel, el yo está
constituido por sus fines y estos fines nos son impuestos a la manera
durkheimiana por el entorno social. La primera crítica comunitarista al
liberalismo incide contra el individualismo y atomismo liberales. El
liberalismo tiene una concepción solipsista de la individualidad, cuando lo
cierto es que toda persona necesita internalizar valores compartidos
intersubjetivamente en el proceso de socialización. Según Ch. Taylor "La existencia de derechos no puede
comprenderse desde los mecanismos de adscripción reconstruidos por el contractualismo,
argumenta Taylor, porque a toda adscripción de derechos subyace el
reconocimiento del valor moral de aquel a quien tales derechos se atribuyen.
Son, por lo tanto, las "propiedades esenciales" de ese sujeto, sus
"capacidades humanas", las que lo definen como sujeto de derechos, a
la vez que definen qué derechos son esos". Carlos Thiebaut, introducción:
la filosofía de Ch. Taylor, en "La ética de la autenticidad" Ch.
Taylor, Paidós, 1994, Barcelona, pp. 23-24.
La segunda crítica sostiene la necesidad
de dotar de prioridad a los valores comunitarios e imponerlos por parte del
Estado.
Los comunitaristas recuperan el
concepto de comunidad para luchar contra el individualismo liberal. Eluden el
tema de la justicia abstracta, procedimentalista y neocontractualista y se
concentran en el concepto de vida buena tal como fue definido por Aristóteles
al decir que el Estado no es simplemente
"una comunidad de lugar y cuyo fin sea evitar la injusticia mutua y
facilitar el intercambio", sino que constituye "una comunidad de
casas y de familias con el fin de vivir bien, de conseguir una vida perfecta y
suficiente" (Política, 1280b-1281a).
El Estado no puede ser neutral en lo
que se refiere a definir una vida buena para los ciudadanos. Debe fomentar una
particular concepción del bien.
Podemos, según Rubio Carracedo
distinguir tres alas del comunitarismo: la derecha comunitarista, integrada por
el neoaristotelismo de MacIntyre y Spämann, el centro, que critica la excesiva
rigidez de las teorías liberales de la justicia para reclamar una ampliación de
la ética hacia el bien y la responsabilidad o solicitud y la izquierda
comunitarista, de raíz neohegeliana, integrada por Taylor y Walzer, aunque
sabiendo que Ch. Taylor milita en el movimiento nacionalista de Quebec y que es
teísta y católico, lo de "izquierda" debería ser matizado.
Las reflexiones sobre la esencia de la
democracia ocupan un notable espacio en las reflexiones de la filosofía
política del presente. Es uno de los temas filosófico-políticos de nuestro tiempo,
el de la naturaleza de la democracia.
Podríamos distinguir con C.B.
Macpherson cuatro modelos de democracia:
1. Democracia como protección: Bentham,
Mill.
2. La democracia como desarrollo. J. S. Mill.
3. La democracia
como equilibrio. Schumpeter, R. Dahl.
4. La democracia
como participación. C. B. Macpherson.
Entre nosotros,
Rubio Carracedo (1996, op. cit.) distingue cuatro tipos de democracia. Tres de
ellos son liberales clásicas y la cuarta desciende de la concepción democrática
de Rousseau.
1. El primer tipo de democracia sigue
el modelo de la economía de mercado (Schumpeter, Hayek, Downs);
2. El segundo tipo sigue el modelo de
competencia de partidos (Dahl, Bobbio);
3. El tercer tipo sigue el modelo
corporatista de intermediación de intereses, negociación del conflicto o
democracia corporatista (Schmitter)
4. El cuarto tipo es el modelo de la
democracia participativa (Macpherson, Pateman, Barber, Dworkin)
Schumpeter define la democracia de la
manera siguiente: "el método
democrático es aquel sistema institucional de gestación de las decisiones
políticas que realiza el bien común, dejando al pueblo decidir por sí mismo las
cuestiones en litigio mediante la elección de los individuos que han de
congregarse para llevar a cabo su voluntad" (Capitalismo, Socialismo y
Democracia, Aguilar, Madrid, 1963 p. 321.) También define el método
democrático de la siguiente forma: "método
democrático es aquel sistema institucional, para llegar a las decisiones
políticas, en el que los individuos adquieren el poder de decidir por medio de
una lucha competitiva por el voto del pueblo" (ibíd, p. 342)
Schumpeter es francamente realista. Los partidos políticos funcionan como
empresas privadas que venden sus mercancías en un mercado libre. La competencia
política es igual que la competencia económica empresarial. Es un modelo
político de mercado.
A. Downs lo que hace es desarrollar la
doctrina de Schumpeter mediante su teoría de la lógica competitiva de los
partidos políticos "cuya actuación
se basa en un cálculo estratégico de costes y beneficios para maximizar
beneficios a partir de la estructura de la concurrencia democrática sobre
votantes o electores racionales; análisis que combina factores económicos y
políticos". Rubio Carracedo, "Educación moral, postmodernidad y
democracia" op. cit. p. 162.
Para Hayek
la lógica democrática se debe reducir a la lógica empresarial por la creciente
complejidad de las sociedades industriales, donde sólo hay dos opciones: o bien
el modelo del mercado o bien la planificación totalitaria:
"El hombre, en una sociedad
compleja, no tiene otra opción que ajustarse a lo que han de parecerle fuerzas
ciegas del proceso social, el mercado, u obedecer las órdenes de un
superior" (Hayek, Individualism and Economic Order", Gateway, Indiana,
1948, p. 24).
Robert Dahl sostiene la teoría de la
poliarquía. Su modelo de democracia es el de la competencia pluralista de los
partidos. Hay que tratr de evitar la oligarquización del sistema democrático.
Hay tres exigencias democráticas inexcusables: igualdad en el voto,
participación popular efectiva en las deliberadicones y elecciones y control
efectivo sobre el gobierno y la administración pública.
Según Dahl hay siete instituciones
políticas que definen un modelo democrático: a) el control político sobre el
gobierno realizado por los representantes elegidos; b) todos los representantes
son elegidos en elecciones libres e imparciales; c) todos los adultos tienen
derecho a voto; d) todos pueden ser candidatos a cargos electivos; e) los
ciudadanos poseen el derecho de libertad de expresión y de crítica al gobierno
y a las instituciones; f) los ciudadanos tienen derecho al acceso a medios
alternativos de información protegidos por la ley; g) los ciudadanos pueden
formar partidos o asociaciones.
Además, Dahl reconoce cuatro
desviaciones de todo modelo democrático pluralista que hay que controlar para
evitar la aparición de la oligarquía: a) la estabilización de las desigualdades
sociales; b) la deformación de la conciencia cívica; c) la distorsión de la
agenda pública; y d) la usurpación del control final sobre la política.
Norberto Bobbio sostiene que hay que
suministrar una definición mínima de democracia para distinguirla de otras
formas políticas. Además, formula la definición de democracia clásica. La
democracia es "un conjunto de
reglas de procedimiento para la formación de decisiones colectivas en las
cuales está prevista y facilitada la participación más amplia posible de los
interesados" (Bobbio, "El futuro de la democracia", Plaza &
Janés, Barcelona, 1985, p. 12). En la definición mínima se renuncia a la
participación ciudadana. La define así: "el
conjunto de reglas (primarias o fundamentales) que establecen quién está
autorizado a tomar las decisiones colectivas y con qué procedimientos"
(ibíd., 21) En el fondo, considera irrealizable la democracia como
participación.
Bobbio señala seis promesas incumplidas
por el modelo clásico de democracia: a) la supresión de los cuerpos
intermedios; b) la salvaguardia de los intereses nacionales; c) la eliminación
de las oligarquías; d) la supresión de los poderes fácticos; e) la
participación más amplia posible de los ciudadanos; y f) la educación cívica.
Tales promesas no se han cumplido por la falta de adecuación del modelo clásico
a la época en la que estamos. Tal modelo no tiene en cuenta la situación social
real. Es necesario que gobiernen élites técnicas o de expertos, de lo
contrario, la democracia se haría ingobernable y ello conduciría a la tiranía.
Es la teoría elitista de la democracia: un exceso de democracia destruye a la
democracia.
James Buchanan y la Escuela de Virginia
o escuela de la public choice
intentan racionalizar los procedimientos y las decisiones democráticas. Su
alcance es limitado, puesto que no persiguen el cambio del modelo democrático-burgués,
sino su racionalización económica. Trata de realizar el "cálculo del
consenso" (título de su libro escrito en colaboración con Tullock de 1962)
tal que permita fijar un modelo de Estado democrático liberal intermedio entre
el anarcocapitalismo de Nozick y el Estado Leviatán de Hobbes. Se trata de
racionalizar la elección pública para controlar y frenar el crecimiento de la
burocracia estatal y del sector público. Se trata de fijar unos límites al
intervencionismo estatal. No hay racionalidad estatal. Sólo hay una política de
parcheo y de improvisación que provoca el derroche de los fondos públicos y una
intromisión creciente del Estado en la esfera privada.
Se ha producido así un deterioro de la
libertad y del Estado de derecho. Hay que renegociar el contrato social
mediante un consenso para controlar el autogobierno. Hay que fijar unos límites
de la acción del Estado desde una perspectiva individualista estricta. El
Estado ha de estar razonablemente controlado y disuasoriamente coercitivo para
garantizar la legalidad y la eficiencia de sus funciones. Este Estado admitirá
la desigualdad precontractual. La negociación del contrato social se plantea
desde la idea del óptimo de Pareto y siempre bajo la óptica de la racionalidad
estratégica. El Estado es institución de arbitraje y garante del cumplimiento
del contrato.
Distingue Buchanan dos niveles bien
diferenciados. El primero es el Estado mínimo, juez y garante. Es el Estado
protector. Cumple y hace cumplir el contrato constitucional. La complejidad de
las sociedades obliga a crear un segundo nivel estatal, el productor de bienes
y servicios públicos y legislador de la vida pública. Tales tareas sólo serán
legítimas cuando se adecuen al contrato constitucional.
La tesis de la public choice es que los
problemas de gobernabilidad son problemas institucionales y políticos y no de
orden económico.
En España, Salvador Giner ha tratado de
establecer la "estructura lógica de la democracia" (en "Ensayos
civiles", 1987, Península, Barcelona) y ello con fines regulativos y
orientadores. Define la democracia como "una
politeia secular, de legitimidad racional, que se plantea a sí misma, por el
mero hecho de constituirse como tal, un haz de disyuntivas, cuyo intento
incesante de resolución constituye la espina dorsal de su proceso
político" (p. 236). La democracia es una institución
autocontradictoria, conflictiva. La democracia, según Giner tiene cinco rasgos
normativos distintivos: a) política participativa; b) obligación política. Sólo
se obedece al gobierno legítimo, quedando a salvo la propia autonomía racional;
c) los ciudadanos tienen plenitud de derechos políticos iguales; d) comunidad
política y no meramente un agregado de preferencias individuales y de
intereses. Hay que conciliar la sociedad civil con el Estado; y e) libertad
individual.
En la práctica tales exigencias
normativas son irreconciliables entre sí y resulta imposible conciliarlas. Por
tal razón es necesario aceptar una realización parcial de los cinco valores y
por tanto de la democracia. Giner apunta ciertas contradicciones que hay que
resolver o neutralizar constantemente en el régimen democrático: a)
contradicción entre uno y todos (deben mandar todos y no pueden mandar todos);
b) contradicción del individuo y la coalición. (Recuérdese el teorema de
Arrow); c) contradicción de intereses fluctuantes que provoca la apatía
política; d) contradicción de la escasez (es necesaria la igualdad para que la
democracia funcione y no caiga en la oligarquía o en la tiranía de la mayoría);
y e) contradicción del disenso entre mayoría y minoría y entre lo público y lo
privado.
Según Rubio Carracedo, el modelo
democrático-liberal es inconsistente y "se
basa más en una práctica que en una teoría política consistente, y que los
procedimientos democráticos de representación e intermediación responden, en el
fondo, a prácticas de oligocracia racional y estratégica, que se encubren y
legitiman con ellos." Rubio Carracedo, 1996, op. cit. p. 177.
Felipe Giménez
Pérez.
Nota. El óptimo
de Pareto se define como sigue. La opción A es óptimamente superior a la opción
B si y sólo si ninguno de los individuos (en la colectividad considerada)
prefiere B a A mientras que uno de ellos al menos prefiera A a B. Una opción
(posible) es óptima si y sólo si ninguna otra opción posible es respecto a ella
superior en el sentido de Pareto.
Un estado de la
economía es óptimo de Pareto si no existe ningún otro estado posible en el que
por lo menos un agente goce de un nivel de bienestar superior mientras que el bienestar
de ningún otro agente es en él menor que en el estado que se trata de evaluar.
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