Sobre la filosofía universitaria
Decía Kant en La contienda de las facultades que: «Cualquier Universidad ha de contar, pues, con un Departamento semejante, es decir, con una Facultad de Filosofía. Con respecto a las tres Facultades superiores ésta sirve para controlarlas, prestándoles un gran servicio con ello, puesto que todo depende de la verdad (condición primera y esencial del saber en general); sin embargo, la utilidad que las Facultades superiores prometen al gobierno con tal motivo sólo tiene un valor de segundo orden.»{1} Esto significa que una universidad para ser universidad, para merecer tal nombre, debe contar con una Facultad de Filosofía.
En Sobre la filosofía universitaria{2}, una de las obras que componen Parerga und Paralipomena, la última obra grande de Schopenhauer, se ataca con ferocidad la filosofía universitaria.
Los filósofos universitarios viven de la filosofía, no para la filosofía. Tienen familia, mujer e hijos y deben ganar dinero para su familia. La filosofía es para ellos algo secundario, «pues su auténtico celo estriba en adquirir con honor unos honrados ingresos para ellos mismos, incluso para la mujer y los niños, y disfrutar asimismo de cierta consideración ante la gente» (pág. 49). El profesor universitario de filosofía se convierte en un hombre asalariado. Los profesores universitarios se convierten pues en «negociantes de cátedras, contratados por fines políticos, que han de vivir con la mujer y los niños de la filosofía, y cuyo lema es por tanto: «primum vivere, deinde philosophare» (pág. 57). Se trata de la vieja lucha entre los que viven para un asunto y los que viven de un asunto.
Además, si el profesor de filosofía es funcionario del Estado, tendrá que servir al Estado. En fin, no podrán enseñar doctrinas contrarias al Estado ni a la religión nacional. Por ello, la devoción exigida a los funcionarios sustituirá a la erudición que tengan. Hay que buscar la verdad, no luchar por una plaza de profesor universitario.» He buscado la verdad y no una plaza de profesor: en ello radica la razón última entre yo y los denominados filósofos postkantianos. Con el tiempo, se reconocerá esto cada vez más» (pág. 50). Entonces en la universidad los profesores de filosofía no buscan la verdad, practican la sofística. No se hace verdadera filosofía.
Como bien dice Gustavo Bueno en 1999{3} y Schopenhauer subraya especialmente en Sobre la filosofía universitaria, hay que decir que «En primer lugar encontramos que, en todos los tiempos, muy pocos filósofos han sido profesores de filosofía y que relativamente menos profesores de filosofía han sido filósofos; por ello se podría decir que, así como los cuerpos idioeléctricos no son conductores de la electricidad, tampoco los filósofos son profesores de filosofía.»{4} Además, para la verdad según Schopenhauer es indispensable la atmósfera de la libertad. Para ser filósofo hay que tener una extraña naturaleza, una inclinación anormal al saber puro y desinteresado. Así, «la primera condición para las creaciones reales y auténticas en la filosofía, así como en la poesía y en las bellas artes, es una inclinación completamente anormal que presupone, contra la regla de la naturaleza humana y en el lugar de la aspiración subjetiva al provecho de la propia persona, una aspiración plenamente objetiva, dirigida a una creación extraña a la persona y, precisamente por ello, muy acertadamente denominada excéntrica, aspiración que ha veces ha sido ridiculizada también como algo quijotesco» (pág. 61). Según Schopenhauer trabajar por un salario es incompatible con la búsqueda de la verdad. La filosofía ha de ser buscada por sí misma y no por el provecho económico que de ella pueda sacarse. «Que la filosofía no es apropiada para ganarse el pan, ya lo puso de relieve Platón en sus descripciones de los sofistas, a las que contrapuso la de Sócrates; del modo más gracioso, con una comicidad insuperable, describió la actividad y el éxito de aquella gente al comienzo del Protágoras. El ganar dinero con la filosofía constituyó entre los antiguos la señal que distinguía a los sofistas de los filósofos. La relación de los sofistas con los filósofos resulta, por consiguiente, completamente análoga a la que se da entre las muchachas que se han entregado por amor y las rameras pagadas.» (págs. 63-64).
La filosofía universitaria está al servicio del Estado. Si se busca una filosofía objetiva, que sea una verdadera filosofía, ha de buscarla fuera de la universidad. «Incluso me inclino cada vez más a la opinión de que resultaría saludable para la filosofía si dejara de ser un oficio y nunca más apareciera en la vida civil representada por los profesores.» (pág. 67).
El filósofo universitario es un incapaz para la filosofía. Es penoso ver a alguien incapacitado para filosofar, intentar sin embargo filosofar. «Pues es penoso oír cantar a los roncos o ver danzar a los paralíticos, pero es insoportable escuchar a las mentes limitadas que filosofen.» (pág. 69).
La universidad se atribuye en cuestiones de filosofía la última palabra. «Estos señores, en vista de que ya viven de la filosofía, se tornan entonces tan atrevidos que se denominan filósofos y también se figuran por ello que les corresponde la última palabra y la decisión final en los asuntos de la filosofía: incluso se vuelven tan osados que al final convocan congresos de filósofos (una «contradictio in adjecto», pues los filósofos raramente están en el mundo en número dual y, casi nunca, en número plural) y acuden después en tropel para deliberar sobre el bien de la filosofía.» (págs. 93-94).
Schopenhauer no cree en la filosofía profesional, la filosofía como oficio, la filosofía universitaria. Por tanto, «mantengo como deseable que toda instrucción de ésta en la universidad se limite rigurosamente a las exposiciones de la lógica, en cuanto ciencia completa y cabalmente demostrable, y de una historia de la filosofía completamente sucinta, (succincte), impartida y cursada en un semestre, desde Tales hasta Kant, con lo que, a consecuencia de su brevedad y carácter sinóptico, permitiría el menor margen de libertad posible a las opiniones propias de los señores profesores y desempeñaría únicamente el papel de hilo conductor para los futuros estudios.» (pág. 109).
En la universidad, sobre todo, en la española, no se enseña siquiera filosofía metafísica. La filosofía universitaria es una muestra sobresaliente de gnosticismo filosófico, de la existencia de la filosofía con implantación gnóstica.
Es que la filosofía universitaria no se ocupa del presente desde el presente. Acaso por eso Gustavo Bueno no vería mal el cierre de las facultades de filosofía existentes en España, al igual que Manuel Sacristán (1925-1985) propugnó ya en 1968 una solución similar aunque por otras razones diferentes a las de Gustavo Bueno.
La filosofía debe mantenerse en el Bachillerato, no en la Universidad. La filosofía académica no debe confundirse con la filosofía universitaria. «La filosofía universitaria, que en modo alguno debe confundirse con la filosofía académica, tiende, por estructura, a ser una filosofía «de profesores para profesores». Y ello debido a que el público que acude a sus aulas es, en su inmensa mayoría, un público formado por futuros profesores que, aun cuando no vayan a dedicarse a la Universidad, sin embargo está formándose en un ambiente en el cual las exposiciones, los análisis, los debates, las publicaciones, se mantienen en el círculo de los profesores de filosofía que conviven con otros profesores de filosofía. Es obvio que esta situación es la que hace posible el cultivo, cada vez más refinado, de un saber de especialistas, que es, o tiene que ser, eminentemente doxográfico-filológico, precisamente para que el «ensimismamiento» pueda mantenerse y alimentarse con las realizaciones propias (que, de otro modo, desde luego, no se producirían).»{6} Como dice Bueno, «la estructura de la Universidad impide realmente la filosofía, precisamente porque no hay una doctrina».{7} Por ello es por lo que a Gustavo Bueno no le importaría que se cerraran las Facultades de Filosofía y que empezara una nueva era de la Historia de la Filosofía en la que los filósofos no fueran profesores universitarios de filosofía. ¿Quién formaría a los profesores de filosofía de instituto? Respuesta: Academias para formar opositores y la lectura del temario de oposición por parte de los opositores. Ahí están los libros y las obras de la filosofía clásica a disposición del público. Sí es viable la desaparición de la Facultad de Filosofía y la conservación de la filosofía en el bachillerato. También hay otras asignaturas en bachillerato que no tienen su correspondiente facultad y sin embargo existen y funcionan. Por lo demás, las discusiones filosóficas realmente importantes tienen lugar en las tertulias radiofónicas, televisivas o periodísticas en internet o en papel, esto es, al margen de las Facultades de Filosofía. Los verdaderos filósofos son los periodistas hoy en día.
En la Facultad de Filosofía no se enseña filosofía ni se filosofa, a decir tanto de Schopenhauer como de Gustavo Bueno. Según Schopenhauer porque es incompatible la funcionarización de la filosofía con la filosofía y según Bueno porque en la Universidad se hace filología o doxografía en vez de cultivar la filosofía. Puede haber funcionarios filósofos de bachillerato, pero no debiera haberlos de una Facultad de Filosofía.
Felipe Giménez Pérez
Arturo Schopenhauer y Gustavo Bueno sobre la filosofía universitaria
Η ατιμ ια φιλοσοφια δι α ταυτα προσπεπτωκεν, οτι ουκ κατ αξιαν αυτης απτονται ου γαρ νοθους εδει απτεσθαι, αλλα γνησιους
«El descrédito se ha abatido sobre la filosofía (…) porque no se la cultiva dignamente; pues no deben cultivarla los bastardos, sino los bien nacidos.» Platón, Republica, Libro VII.
«El descrédito se ha abatido sobre la filosofía (…) porque no se la cultiva dignamente; pues no deben cultivarla los bastardos, sino los bien nacidos.» Platón, Republica, Libro VII.
1. Arturo Schopenhauer
Parece que sintagmas tales como «Filosofía», «Filosofía académica» y «Filosofía universitaria» no son equivalentes y no coinciden ni en cuanto intensión ni en cuanto extensión. Schopenhauer fue el primer filósofo que se declaró ateo y el primero que analizó y crítico con lucidez el fenómeno de la filosofía universitaria. También Gustavo Bueno ha enjuiciado en los últimos quince años con dureza a la filosofía universitaria, sobre todo, a la filosofía universitaria española. Es interesante señalar que los dos únicos filósofos de los que yo tenga noticia, han filosofado negativamente acerca de la relación entre la filosofía y la universidad sean Schopenhauer y Gustavo Bueno.Decía Kant en La contienda de las facultades que: «Cualquier Universidad ha de contar, pues, con un Departamento semejante, es decir, con una Facultad de Filosofía. Con respecto a las tres Facultades superiores ésta sirve para controlarlas, prestándoles un gran servicio con ello, puesto que todo depende de la verdad (condición primera y esencial del saber en general); sin embargo, la utilidad que las Facultades superiores prometen al gobierno con tal motivo sólo tiene un valor de segundo orden.»{1} Esto significa que una universidad para ser universidad, para merecer tal nombre, debe contar con una Facultad de Filosofía.
En Sobre la filosofía universitaria{2}, una de las obras que componen Parerga und Paralipomena, la última obra grande de Schopenhauer, se ataca con ferocidad la filosofía universitaria.
Los filósofos universitarios viven de la filosofía, no para la filosofía. Tienen familia, mujer e hijos y deben ganar dinero para su familia. La filosofía es para ellos algo secundario, «pues su auténtico celo estriba en adquirir con honor unos honrados ingresos para ellos mismos, incluso para la mujer y los niños, y disfrutar asimismo de cierta consideración ante la gente» (pág. 49). El profesor universitario de filosofía se convierte en un hombre asalariado. Los profesores universitarios se convierten pues en «negociantes de cátedras, contratados por fines políticos, que han de vivir con la mujer y los niños de la filosofía, y cuyo lema es por tanto: «primum vivere, deinde philosophare» (pág. 57). Se trata de la vieja lucha entre los que viven para un asunto y los que viven de un asunto.
Además, si el profesor de filosofía es funcionario del Estado, tendrá que servir al Estado. En fin, no podrán enseñar doctrinas contrarias al Estado ni a la religión nacional. Por ello, la devoción exigida a los funcionarios sustituirá a la erudición que tengan. Hay que buscar la verdad, no luchar por una plaza de profesor universitario.» He buscado la verdad y no una plaza de profesor: en ello radica la razón última entre yo y los denominados filósofos postkantianos. Con el tiempo, se reconocerá esto cada vez más» (pág. 50). Entonces en la universidad los profesores de filosofía no buscan la verdad, practican la sofística. No se hace verdadera filosofía.
Como bien dice Gustavo Bueno en 1999{3} y Schopenhauer subraya especialmente en Sobre la filosofía universitaria, hay que decir que «En primer lugar encontramos que, en todos los tiempos, muy pocos filósofos han sido profesores de filosofía y que relativamente menos profesores de filosofía han sido filósofos; por ello se podría decir que, así como los cuerpos idioeléctricos no son conductores de la electricidad, tampoco los filósofos son profesores de filosofía.»{4} Además, para la verdad según Schopenhauer es indispensable la atmósfera de la libertad. Para ser filósofo hay que tener una extraña naturaleza, una inclinación anormal al saber puro y desinteresado. Así, «la primera condición para las creaciones reales y auténticas en la filosofía, así como en la poesía y en las bellas artes, es una inclinación completamente anormal que presupone, contra la regla de la naturaleza humana y en el lugar de la aspiración subjetiva al provecho de la propia persona, una aspiración plenamente objetiva, dirigida a una creación extraña a la persona y, precisamente por ello, muy acertadamente denominada excéntrica, aspiración que ha veces ha sido ridiculizada también como algo quijotesco» (pág. 61). Según Schopenhauer trabajar por un salario es incompatible con la búsqueda de la verdad. La filosofía ha de ser buscada por sí misma y no por el provecho económico que de ella pueda sacarse. «Que la filosofía no es apropiada para ganarse el pan, ya lo puso de relieve Platón en sus descripciones de los sofistas, a las que contrapuso la de Sócrates; del modo más gracioso, con una comicidad insuperable, describió la actividad y el éxito de aquella gente al comienzo del Protágoras. El ganar dinero con la filosofía constituyó entre los antiguos la señal que distinguía a los sofistas de los filósofos. La relación de los sofistas con los filósofos resulta, por consiguiente, completamente análoga a la que se da entre las muchachas que se han entregado por amor y las rameras pagadas.» (págs. 63-64).
La filosofía universitaria está al servicio del Estado. Si se busca una filosofía objetiva, que sea una verdadera filosofía, ha de buscarla fuera de la universidad. «Incluso me inclino cada vez más a la opinión de que resultaría saludable para la filosofía si dejara de ser un oficio y nunca más apareciera en la vida civil representada por los profesores.» (pág. 67).
El filósofo universitario es un incapaz para la filosofía. Es penoso ver a alguien incapacitado para filosofar, intentar sin embargo filosofar. «Pues es penoso oír cantar a los roncos o ver danzar a los paralíticos, pero es insoportable escuchar a las mentes limitadas que filosofen.» (pág. 69).
La universidad se atribuye en cuestiones de filosofía la última palabra. «Estos señores, en vista de que ya viven de la filosofía, se tornan entonces tan atrevidos que se denominan filósofos y también se figuran por ello que les corresponde la última palabra y la decisión final en los asuntos de la filosofía: incluso se vuelven tan osados que al final convocan congresos de filósofos (una «contradictio in adjecto», pues los filósofos raramente están en el mundo en número dual y, casi nunca, en número plural) y acuden después en tropel para deliberar sobre el bien de la filosofía.» (págs. 93-94).
Schopenhauer no cree en la filosofía profesional, la filosofía como oficio, la filosofía universitaria. Por tanto, «mantengo como deseable que toda instrucción de ésta en la universidad se limite rigurosamente a las exposiciones de la lógica, en cuanto ciencia completa y cabalmente demostrable, y de una historia de la filosofía completamente sucinta, (succincte), impartida y cursada en un semestre, desde Tales hasta Kant, con lo que, a consecuencia de su brevedad y carácter sinóptico, permitiría el menor margen de libertad posible a las opiniones propias de los señores profesores y desempeñaría únicamente el papel de hilo conductor para los futuros estudios.» (pág. 109).
2. Gustavo Bueno
La filosofía universitaria lo que hace según Gustavo Bueno no es otra cosa que realizar un análisis doxográfico o filológico-histórico de la filosofía clásica o contemporánea. En la universidad no se hace filosofía entendida como análisis del presente desde el presente. «Consideradas así las cosas podríamos concluir que las Universidades, y sus secciones de filosofía en particular, no son, por paradójico que esto resulte, los recintos en los cuales pueda decirse que vive la filosofía crítica del presente.»{5} En la universidad, sobre todo, en la española, no se enseña siquiera filosofía metafísica. La filosofía universitaria es una muestra sobresaliente de gnosticismo filosófico, de la existencia de la filosofía con implantación gnóstica.
Es que la filosofía universitaria no se ocupa del presente desde el presente. Acaso por eso Gustavo Bueno no vería mal el cierre de las facultades de filosofía existentes en España, al igual que Manuel Sacristán (1925-1985) propugnó ya en 1968 una solución similar aunque por otras razones diferentes a las de Gustavo Bueno.
La filosofía debe mantenerse en el Bachillerato, no en la Universidad. La filosofía académica no debe confundirse con la filosofía universitaria. «La filosofía universitaria, que en modo alguno debe confundirse con la filosofía académica, tiende, por estructura, a ser una filosofía «de profesores para profesores». Y ello debido a que el público que acude a sus aulas es, en su inmensa mayoría, un público formado por futuros profesores que, aun cuando no vayan a dedicarse a la Universidad, sin embargo está formándose en un ambiente en el cual las exposiciones, los análisis, los debates, las publicaciones, se mantienen en el círculo de los profesores de filosofía que conviven con otros profesores de filosofía. Es obvio que esta situación es la que hace posible el cultivo, cada vez más refinado, de un saber de especialistas, que es, o tiene que ser, eminentemente doxográfico-filológico, precisamente para que el «ensimismamiento» pueda mantenerse y alimentarse con las realizaciones propias (que, de otro modo, desde luego, no se producirían).»{6} Como dice Bueno, «la estructura de la Universidad impide realmente la filosofía, precisamente porque no hay una doctrina».{7} Por ello es por lo que a Gustavo Bueno no le importaría que se cerraran las Facultades de Filosofía y que empezara una nueva era de la Historia de la Filosofía en la que los filósofos no fueran profesores universitarios de filosofía. ¿Quién formaría a los profesores de filosofía de instituto? Respuesta: Academias para formar opositores y la lectura del temario de oposición por parte de los opositores. Ahí están los libros y las obras de la filosofía clásica a disposición del público. Sí es viable la desaparición de la Facultad de Filosofía y la conservación de la filosofía en el bachillerato. También hay otras asignaturas en bachillerato que no tienen su correspondiente facultad y sin embargo existen y funcionan. Por lo demás, las discusiones filosóficas realmente importantes tienen lugar en las tertulias radiofónicas, televisivas o periodísticas en internet o en papel, esto es, al margen de las Facultades de Filosofía. Los verdaderos filósofos son los periodistas hoy en día.
En la Facultad de Filosofía no se enseña filosofía ni se filosofa, a decir tanto de Schopenhauer como de Gustavo Bueno. Según Schopenhauer porque es incompatible la funcionarización de la filosofía con la filosofía y según Bueno porque en la Universidad se hace filología o doxografía en vez de cultivar la filosofía. Puede haber funcionarios filósofos de bachillerato, pero no debiera haberlos de una Facultad de Filosofía.
Notas
{1} Kant, La contienda de las facultades, Versión castellana de Roberto Rodríguez Aramayo, CSIC, Editorial Debate, Madrid 1992, págs. 10-11, Werke, VII, 28.
{2} Arthur Schopenhauer, Sobre la filosofía universitaria, Traducción, introducción y apéndices de Francisco Jesús Hernández y Dobón, Valencia 1989, 158 páginas.
{3} Gustavo Bueno & Juan Bautista Fuentes Ortega, «La filosofía hoy» [1999], El Catoblepas, 2:16, 2002.
{4} Arthur Schopenhauer, Sobre la filosofía universitaria, op. cit., pág. 60.
{5} Gustavo Bueno, ¿Qué es la filosofía?, Pentalfa, 2ª edición ampliada, Oviedo, 1995, pág. 63.
{6} Gustavo Bueno, El sentido de la vida, Pentalfa Ediciones, Oviedo 1996, pág 10.
{7} Gustavo Bueno, «La filosofía hoy» [1999], El Catoblepas, 2:16, 2002.
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