martes, 23 de agosto de 2016

Gustavo Bueno. El ontólogo materialista

Nos ha dejado el mayor filósofo español de todos los tiempos, pero yo añadiría que el mayor filósofo del siglo XX. Sólo es parangonable Gustavo Bueno (1924-2016) con Platón, Aristóteles, Santo Tomás de Aquino y Kant. Se ha convertido pues en un clásico contemporáneo en nuestro presente y de nuestro presente.

            Era materialista, sí, pero era materialista no monista, sino pluralista no mecanicista, emergentista ni materialista dialéctico soviético al modo del Diamat. Era otra cosa distinta. El siglo XX fue el siglo del materialismo hispano: Ferrater Mora (1912-1991), Mario Bunge (1919-) y finalmente el más grande, el gigante Gustavo Bueno (1924-2016).

            El materialismo filosófico de Gustavo Bueno no era una filosofía reduccionista. Hundía sus raíces en Platón, particularmente en su concepto de symploké. Ni todo está unido con todo ni todo está desconectado de todo. Las cosas son mucho más complejas. Por ello la conciencia filosófica es esencialmente materialista, porque tiene que reconocer la symploké. Posteriormente, 1995, admitió Bueno una conciencia filosófica idealista.

La ontología materialista distingue entre dos planos.

I. La ontología general, cuyo contenido es la Idea de materia ontológico

general (M) definida positivamente como pluralidad radical (partes extra

partes) y codeterminación.

II. La ontología especial, cuya realidad positiva son tres géneros de

materialidad, que constituyen el campo de variabilidad empírico

trascendental del mundo (Mi), es decir, Mi = M1, M2, M3. Esta arquitectura

trimembre recuerda la tripartición ontológico especial de Wolff (Mundo,

Alma y Dios) de la que nos distancia históricamente la crítica ejecutada por

Kant en su Dialéctica Trascenental y la subsiguiente sustitución, en el

idealismo alemán, por una estructura bimembre (Filosofía de la

Naturaleza/Filosofía del Espíritu) que, aunque modificada, sigue

perviviendo en el marxismo (Dialéctica de la Naturaleza/Dialéctica de la

Historia).

En el plano ontológico-general se niega todo cosmismo mundanista, que

abriga la idea metafísica del universo como una omnitudo realitatis ordenada en

la que “todo lo racional es real y todo lo real es racional”. Puesto que M es una

pluralidad infinita, el materialismo niega tanto el monismo como el holismo

armonista. A su vez, en el plano de la ontología especial se afirma la

inconmensurabilidad de los tres géneros de materialidad, tesis que se opone a

todo formalismo, entendiendo por tal las doctrinas reduccionistas que pretenden

explicar íntegramente algún genero en términos de otro. Las variedades

algebraicas del formalismo (primario, terciario, secundario, etc.) se

corresponden con los géneros de materialidad.

Por M1 (primer género de materialidad) entendemos todas las entidades

constitutivas del mundo físico exterior, tales como rocas, organismos, campos

electromagnéticos, explosiones nucleares, edificios o satélites artificiales.

M2 (segundo género de materialidad) connota todos los fenómenos

subjetivos de la vida interior etológica, psicológica e histórica, tales como un

dolor de muelas, una conducta de acecho o una estrategia bélica.

M3 (tercer género de materialidad) comprende todos los objetos abstractos

tales como el espacio proyectivo reglado, las rectas paralelas, el conjunto infinito

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de los números primos, la Langue de Saussure o las relaciones morales

contenidas en el imperativo categórico de Kant. Por supuesto, los contenidos de

M3 se ejercitan en conexión con los contenidos de M1 y M2, pero las tres

materialidades son heterogéneas e inconmensurables entre sí.

Las relaciones entre la materia ontológico-general y los tres géneros de

materialidad son complejas, dialécticas y circulares, pues M no consiste en la

suma de los Mi, ni se distribuye entre ellos como un género en sus especies o un

todo en sus partes, sino que se constituye regresivamente a partir de las

contradicciones constatadas entre las partes de Mi por medio de su trituración y

autodestrucción efectivas. Así pues, en tanto que producto del regressus desde

“lo que hay”, la Idea de Materia es una idea límite, crítica, negativa (la negación

de que la Materia se agote en cualquier determinación positiva), de la que sólo

tenemos un conocimiento negativo (que no es lo mismo que la negación de todo

conocimiento). Porque la negación dialéctica brota en la relación de la materia

cósmica consigo misma, cuando esa suerte de relación reflexiva y

autocontextual alcanza ella misma la forma de una contradicción. Este proceso,

cuyas resonancias neoplatónicas no ocultamos, implica la presencia de una

conciencia o Ego trascendental (E), por cuya mediación se ejercitan

autocontextualmente, tanto el regressus destructivo desde las apariencias

ontológico-especiales, como el progressus constructivo hacia la symploké

dialéctica o hacia el establecimiento de las legalidades racionales de los

diferentes géneros. La instancia E juega un papel esencial, pues supone un límite

infranqueable, “trascendental”, que la crítica regresiva no puede rebasar, so pena

de nihilismo o escepticismo. Pero, además, hay un privilegio de la corporeidad

humana de E, a cuya escala se ajusta el mundo, consecuente con el

materialismo, hasta el extremo de llegar a convertirla en punto de articulación

entre los distintos géneros de materialidad.

José Ferrater Mora.

Otro pensador que formula una filosofía materialista es José Ferrater

Mora. Ferrater, en explícita confrontación con Moulines, persiste en el

empeño de formular conjeturas respecto del mundo, que se pueden agrupar

bajo el rótulo de materialismo, si por éste entendemos “una concepción según

la cual:

a) lo que hay precisamente es el mundo material.

b) el mundo material tiene rasgos que permiten el autoensamblaje de

algunos de sus componentes para formar organismos;

c) muchos (si no todos) de los organismos se comportan socialmente;

d) algunos de los comportamientos sociales dan origen a

comportamientos y a productos culturales;

e) dentro de los productos culturales figuran métodos que aspiran a servir de criterios para determinar la racionalidad y, en un último extremo

(posiblemente inalcanzable) la universalidad de la conducta y el

conocimiento” (De la materia a la razón).

El materialismo de Ferrater es emergentista, evolucionista, continuista,

realista crítico desde el punto de vista epistemológico, empirista y racionalista

a la vez, relativista, integracionista y sistémico. Es un pensamiento pluralista

que estratifica la realidad en cuatro niveles: físico, orgánico, social y cultural,

entre los que se establecen relaciones de continuidad.

Mario Bunge.

Por su parte Mario Bunge desarrolla una ontología de carácter

materialista, que integra en su seno una concepción materialista de la vida, una

teoría materialista de la mente y una concepción materialista de la cultura,

basadas todas en la idea de que “todo ente material es cambiable cuando

menos en lo que se refiere a su posición respecto de otros entes materiales”

(Materialismo y ciencia). Esta idea última de posibilidad de cambio es lo

común a todos los conceptos de materia que se han ido dando a lo largo de la

historia. Para Bunge, el materialismo no es una filosofía única, sino una

familia de ontologías que tienen en común la tesis de que “cuanto existe

realmente es material”, o la tesis inversa de que “los objetos inmateriales tales

como las ideas carecen de existencia independiente de las cosas materiales

tales como cerebros”.

El materialismo de Bunge caracteriza un objeto material como aquel

que puede estar por lo menos en dos estados, de modo que puede saltar de uno

a otro; y su idea de materia coincide con “el conjunto de todos los objetos

materiales o entes”. Dado que la materia para Bunge es un conjunto, es decir,

un objeto abstracto, no existe de la manera en que existen los objetos

materiales y no es material a su vez. Para Bunge la realidad es idéntica con la

materia; es decir, los únicos objetos reales son los materiales.

Este materialismo es un monismo substancial (sólo hay una substancia)

pero es un pluralismo de propiedades. En ese sentido se podrá relacionar con

la versión óntica del materialismo, en la cual una única energía dinámica da

lugar a diferentes propiedades, según las diversas configuraciones que adopta.

Es un materialismo emergentista, y distingue varios niveles de entes, en

concreto cinco: físico, químico, biológico, social y técnico.

La ontología materialista defendida por el filósofo argentino ha sido

expuesta y formalizada en dos volúmenes (el III y el IV) de su Tratado de

Filosofía Básica, y presenta las siguientes características:

a) es exacta (todo concepto es exacto o exactificable);

b) sistemática (toda hipótesis pertenece a un sistema hipotéticodeductivo);

c) científica (toda hipótesis es compatible con la ciencia contemporánea);

d) dinamicista (todo ente es cambiable);

e) sistémica (todo ente es un sistema o un componente de algún

sistema);

f) emergentista (todo sistema posee propiedades que no poseen sus

componentes);

g) evolucionista (toda emergencia original es una etapa de algún

proceso evolutivo).

Con esta ontología materialista, Bunge pretende superar los defectos de

las ontologías materialistas vigentes hasta ahora, que son inexactas,

metafóricas,

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