Dice Ortega y
Gasset a propósito del liberalismo: "El liberalismo es el principio de
derecho político según el cual el poder público, no obstante ser omnipotente,
se limita a sí mismo y procura, aun a su costa, dejar hueco en el Estado que él
impera para que puedan vivir los que ni piensan ni sienten como él, es decir,
como los más fuertes, como la mayoría. El liberalismo -conviene hoy recordar
esto- es la suprema generosidad: es el derecho que la mayoría otorga a la
minoría y es, por lo tanto, el más noble criterio que ha sonado en el planeta.
Proclama la decisión de convivir con el enemigo: más aún, con el enemigo débil.
Era inverosímil que la especie humana hubiese llegado a una cosa tan bonita,
tan paradójica, tan elegante, tan acrobática, tan antinatural. Por eso, no debe
sorprender que prontamente parezca esa misma especie resuelta a abandonarla. Es
un ejercicio demasiado difícil y complicado para que se consolide en la
tierra" (José Ortega y Gasset, "La rebelión de las masas",
México, 1937, pp. 81-82). Este liberalismo tiene necesidad de organizar el
Estado de la forma más conveniente para los intereses de la burguesía y para
poder realizar la libertad individual. Ha de ser un Estado garantista. Hay dos
formas de hacerlo históricamente: la república presidencialista (EE.UU.) y las
monarquías y repúblicas parlamentarias (Europa Occidental). Dentro de Europa
Occidental hay una gran diferencia entre el parlamentarismo británico y el
continental, "La diferencia esencial entre la teoría inglesa y la continental
sobre el parlamentarismo, está basada en el distinto desarrollo real: el
sistema representativo inglés estuvo plenamente formado antes de que los
antagonismos sociales se convirtieran en amenaza política para la dominación
burguesa. En el Continente, en cambio, la burguesía todavía estaba luchando
contra el feudalismo y el absolutismo cuando el proletariado ya comenzó a
formular sus reivindicaciones políticas frente a la burguesía." Friederum
Karsch y Ursula Schmiederer, "Evolución funcional del poder legislativo"
En "Abendroth y Lenk eds. "Introducción a la ciencia política",
Barcelona, Anagrama, 1971, pp. 202-203.
Al
igual que la burguesía inventó el liberalismo, inventó asimismo el
parlamentarismo, hijo natural de aquél. El parlamentarismo es un régimen
político en el cual el Parlamento es el poder supremo y nombra a los miembros
del gobierno. El parlamento es la institución central de iure y de
facto en el liberalismo clásico y en el Estado liberal. Según Locke, no se
trata de un equilibrio de poderes, sino del poder supremo del Parlamento. Ello
duró hasta 1870 aproximadamente. A Partir de tal fecha hasta 1945 ha atravesado
un período de crisis y transición y desde 1945 ha conocido otra nueva
metamorfosis: el Estado de partidos cuando el Parlamento, la máxima institución
del Estado parlamentario de iure ya no lo es de facto. Esta
última forma del parlamentarismo conoce ahora una grave crisis. No hay que
pasar por alto que desde 1870 el poder ejecutivo ha ido adquiriendo un poder y
un protagonismo políticos crecientes. La transición del capitalismo de libre
competencia al de monopolio puede compararse con la transición del
parlamentarismo clásico liberal representativo de sufragio censitario al
parlamentarismo de partidos de masas y sufragio universal. Es más, hay una
correspondencia puntual entre ambas transiciones.
La victoria de la
burguesía sobre l´Ancien Régime, el feudalismo y la disgregación de la nobleza
como clase política dominante, afianzó el parlamentarismo. A ello se sumaba la
aparición de una teoría política racionalista que partía de la primacía de la
ley y de un poder ejecutivo que procuraba limitar las normas aprobadas por
mayorías representativas o reducirlas a meras leyes generales. Pero desde que
el Estado adquiere crecientes funciones sociales y la administración tiene cada
vez mayor expansión, ya no puede mantenerse la ficción de que el gobierno sólo
aplica normas, ya que, cada vez con mayor frecuencia, éstas se contraponen al
principio de que las leyes deban ser pocas y generales. En el Estado social
proliferan leyes particulares para los detalles más nimios que no son más que
concesiones o privilegios particulares para los distintos grupos sociales. Por
ello, no ha de extrañar la considerable merma que ha experimentado la soberanía
del parlamento desde 1945. Ello ha sido paralelo a la gran erosión que sufrió
el parlamentarismo clásico liberal representativo por el avance del sufragio
universal y la constitución de partidos obreros. Ello hizo que los partidos se
convirtieran en los elementos de actuación política y social. Además, no hay
que olvidar que el parlamento sólo garantiza a la burguesía el equilibrio de
intereses mientras la clase antagonista no tenga acceso a dicho foro de
discusión. Recuérdese el conflicto registrado por la llamada Reform Bill
inglesa de 1829.
La teoría política
liberal de la burguesía partía de la base de que se conseguiría el bienestar
general como resultante de las fuerzas conflictivas existentes en el
Parlamento. En los parlamentos burgueses había una gran coincidencia entre
todos los diputados, pues, debido al sufragio censitario, los representantes lo
eran de las diversas formas de propiedad. Las discrepancias eran mínimas, pues
se aceptaba la base: la propiedad privada en sus diversas formas. Había una
esfera social homogénea en los parlamentos burgueses liberales. La filosofía
burguesa liberal del laissez faire pudo permanecer desde el principio
libremente como ideología política dominante dentro del parlamentarismo, al
igual que se sobreentendía la tesis de que el capitalismo era la culminación de
la racionalidad económica. El sufragio universal modificó la situación al
irrumpir en los parlamentos los partidos obreros. Esto provocó un progresivo
reforzamiento del poder ejecutivo para poder hacer frente con mayor eficacia el
avance del movimiento obrero. El parlamentarismo ha sido considerado por los
marxistas como un instrumento de dominio de las clases burguesas y sus normas
formales y procedimiento se han mostrado extraordinariamente adaptables a las necesidades
de tal dominio. Desde 1945, el parlamentarismo se ha adaptado a la situación
social y política mundial constituyéndose en Estado de partidos oligárquicos
constitucionalizando los partidos políticos todos los países capitalistas
europeos con excepción de Gran Bretaña. Sólo el régimen presidencialista de los
Estados Unidos y el régimen colegial suizo -con su ejecutivo cronológicamente
limitado- ofrecen, aún hoy, una alternativa diferente de democracia burguesa
formal.
Se ha producido en
los regímenes parlamentarios partitocráticos de 1945 para acá una progresiva
fusión entre la mayoría parlamentaria y el gobierno y parte del poder judicial.
La vinculación entre el gobierno y la fracción mayoritaria del parlamento ha
disuelto la tripartita división de poderes. El parlamento ha ido vaciándose de
contenido y de capacidad de control del ejecutivo. La decodificación es un
ejemplo de ello. Tal proceso es debido al creciente desplazamiento del poder
del parlamento al gobierno y por la actividad reglamentaria del gobierno. El
poder ejecutivo tiene facultades legisladoreas y la potestad reglamentaria.
Además, la constitucionalización de los partidos, junto con la ley electoral
proporcional favorece el poder de las oligarquías partidarias que nombran los
candidatos y luego controlan el gobierno, el parlamento y algunas veces,
incluso gran parte del poder judicial. Podemos decir para describir la
situación de hoy que 1) el moderno parlamentarismo de partido ha volatilizado
la división de poderes:
"En el momento
actual, el esquema clásico de la separación de poderes ha sido derogado en su
mayor parte, y sólo se conserva como esquema organizativo.
Ya no es posible
delimitar claramente el poder legislativo y la administración. Ambas llegan a
confundirse por varias causas:
1) el legislador
faculta a la administración a establecer normas,
2) el mismo
legislador toma medidas detalladas acerca de un asunto actual (disposiciones),
3) mediante la
renuncia a toda normación, el legislador deja en manos de la administración la
regulación de una cuestión (cláusula general de contenido indefinido).
Por último, la
administración de la justicia no sólo se ocupa de dar su veredicto en los
litigios, sino que también se ocupa de la legislación y la administración. Los
tribunales constitucionales realizan funciones legislativas y de dictaminación
política a través de su facultación para decidir acerca del carácter
obligatorio de las leyes" Jörg Kammler, "El Estado social" en
Abendroth y Lenk eds. "Introducción a la ciencia política",
Barcelona, 1971, p. 110.
2). La existencia
de partidos políticos vacía de contenido político al parlamento en el
parlamentarismo del Estado de partidos:
"Con la
transformación de la democracia liberal-representativa en una democracia de
partidos gubernamentales de masas, el parlamento pierde todo su significado
original. Antaño, como órgano de una opinión pública burguesa y crítica de la
sociedad burguesa, el parlamento servía tanto para la fundamentación
legislativa del poder como para el control crítico de la praxis del poder.
Pero, puesto que bajo las condiciones de la sociedad industrial del capitalismo
desarrollado la opinión pública puede reivindicar menos que nunca el rango de
un correctivo crítico y políticamente eficaz del ejercicio del poder,
desaparece la función del parlamento como foro de discusión políticamente
decisivo para convertirse en un foro de manifestación, esto es: "en un
lugar...en donde se dan cita los delegados militantes de los partidos para dar
constancia de unas decisiones que ya han sido tomadas con anterioridad en los
comités o los congresos de los partidos". En lo que se refiere a la
dirección del poder ejecutivo, el parlamento queda relegado cada vez más por la
administración y por otro lado por los partidos y las asociaciones. El poder
legislativo pasa en gran medida a manos del gobierno y de la burocracia
dirigida por él, dado que la inmensa mayoría de los proyectos de ley los
propone e impone el mismo gobierno. En esta situación, la fracción mayoritaria
constituye el "poder ejecutivo legislador". Por consiguiente, el
gobierno, la fracción mayoritaria y la burocracia estatal forman una unidad
política, que tiene en cuenta la importancia real de los partidos y rompe el
marco institucional del parlamento", p. 111 op. cit.
Hoy el
parlamentarismo es un tipo de gobierno con partidos partidos parlamentariamente
responsables ante ellos mismos, que está caracterizado por las siguientes notas
institucionales y sociales:
1. Existe una
estrecha relación entre el ejecutivo y el legislativo, que se agrega al derecho
de los diputados a ser ministros (compatibilidad).
2. El jefe del
gobierno y los ministros cuentan con apoyo del Parlamento.
3. El gobierno
tiene obligación de dimitir si la mayoría parlamentaria le retira la confianza
(responsabilidad parlamentaria del gobierno).
4. El Parlamento
tiene derecho a controlar el gobierno por medio de interpelaciones y a crear
comités de investigación y encuesta, sesiones informativas y otras medidas de
control para conseguir la información necesaria.
5. El Parlamento
nombra al jefe del gobierno y lo ratifica por una votación de investidura.
6. Existe el
derecho de disolución de las Cámaras por parte del jefe del gobierno o del jefe
del Estado.
7. Existen
partidos políticos como elementos indispensables del sistema político que
vinculan Gobierno y Parlamento.
8. Un cierto grado
de homogeneidad política y de comportamiento solidario en el gabinete sirve
como condición para el funcionamiento del sistema parlamentario.
9. El sistema de
gobierno parlamentario hace depender de la confianza del Parlamento al Gobierno
y asegura la homogeneidad de éste y de la mayoría parlamentaria.
10. El jefe del
gobierno tiene una posición preeminente, tal como se da en la mayoría de los
sistemas modernos.
11. Existe una
oposición constitucional, que tiene gran importancia política.
12. La ley
electoral es proporcional y de listas cerradas, completas y bloquedas
confeccionadas por los partidos.
El parlamentarismo
tiene dos etapas históricas: la inicial (s. XVIII-XIX) y la del Estado de
partidos a partir de 1945. El parlamentarismo liberal clásico era, como hemos
dicho antes, socialmente homogéneo y en los parlamentos se producía la
discusión racional enfrentando argumentos. Era fácil convencer al adversario,
puesto que lo que se enfrentaban eran representantes de una misma clase
poseedora, diversos tipos de propiedad. Lo razonable imperaba en el viejo
parlamentarismo. El sufragio censitario era condición de ello. La ley electoral
era mayoritaria. No existían partidos. Los diputados eran independientes. Desde
1870 la introducción del sufragio universal y la irrupción de partidos obreros
ha alterado la esencia del parlamentarismo. Lo que ha ocurrido desde entonces
es que el parlamentarismo clásico representativo censitario ha sido sustituido
por el parlamentarismo del Estado de partidos con sufragio universal
domesticado. La ley electoral mayoritaria ha sido sustituida por la ley
electoral proporcional. Desde 1945 se han constitucionalizado los partidos
políticos. Los partidos políticos se han convertido en instituciones de derecho
público y reconocidas como instrumentos políticamente necesarios para la
participación del pueblo. En el Estado social de derecho o de bienestar
posterior a 1945 los partidos han incrementado su poder notablemente. El
parlamentarismo, oligárquico por naturaleza ha mudado su oligarquización al
introducir los partidos como oligarquías organizadas de forma disciplinada
estricta. El Estado de partidos es una oligarquía corrupta por la destrucción
de la separación de poderes del Estado debido a su existencia. Los partidos
integran los poderes del Estado, suprimiendo así la democracia formal. El
partido gobernante domina el poder ejecutivo, el legislativo, el constitucional
y gran parte del judicial. Los partidos son incontrolables e irresponsables
políticamente. Si a ello se añade su carácter oligárquico, llegamos a la
conclusión de que el parlamentarismo de partidos actual equivale a corrupción.
El parlamento sólo representa a la clase política que se reparte el poder en
cuotas aprobadas plebiscitariamente en unas elecciones en las que el elector lo
que hace es adherirse a un dirigente político, a un número reducido de
oligarcas partidarios. La evolución de los partidos ha ido limitando las atribuciones
del parlamento. Los sistemas electorales proporcionales y los partidos
determinan el funcionamiento del sistema parlamentario actual. Son los partidos
los elementos de la soberanía popular, de la "voluntad general" que
controlan a los diputados a través de las fracciones parlamentarias. Ellos
forman la voluntad política del país. El régimen parlamentario se ha convertido
en una oligarquía de partidos y se ha modificado en una dirección degenerativa.
El sistema parlamentario hoy desconoce la división de poderes de facto.
Antes los diputados no eran responsables ante sus electores. Ahora los
diputados son responsables ante sus partidos o fracciones parlamentarias, no
son responsables ante sus electores y los partidos tampoco. Los partidos
políticos son los verdaderos dueños de las instituciones parlamentarias.
A esto hay que
añadir que el parlamento ha perdido poder porque un gran número de decisiones
se adoptan previamente fuera de él por parte de los partidos, patronal y
sindicatos y gobierno. Los partidos tienen sus centros decisorios fuera del
parlamento. Los partidos nos muestran su poder político en el hecho de que
pasan prácticamente por alto el esquema de la separación de los poderes del
Estado.
Hoy los Estados de
bienestar burgueses con libertades adoptan dos formas básicas de gobierno: la
presidencialista, con estricta división de poderes, y la parlamentaria. En el
parlamentarismo la división de poderes se disuelve por el nombramiento del
gobierno por parte del Parlamento y por la existencia de partidos de estructura
interna oligárquica. Los Estados parlamentarios son Estados de partidos. Los
regímenes burgueses europeos occidentales son regímenes de partidos. Son ellos
los sostenedores del Estado. Dominan el poder legislativo mediante las fracciones
parlamentarias. Ninguna república parlamentaria puede responder plenamente a
los postulados de la teoría de la división de poderes, por lo cual, podríamos
hablar a lo sumo de la existencia de libertades públicas, pero no de libertades
políticas. El parlamentarismo es la negación de la democracia, tanto formal
como material.
Por lo demás,
hablar de "democracia liberal", "democracia parlamentaria"
es un auténtico disparate. Es como decir "círculo cuadrado".
"Tomando como ejemplo a Inglaterra, queda claramente de manifiesto que
parlamentarismo y democracia no son idénticos. Porque una forma parlamentaria
de la legislación, del control y de la formación del gobierno no tiene nada que
ver con la democracia, mientras la mayoría de la población activa queda
excluida de toda participación en el parlamento, tanto por obstáculos como la
limitación del sufragio, como por el impedimento práctico del sufragio
pasivo." Origen y desarrollo de los partidos políticos" por F.
Neumann, en K. Lenk y W. Abendroth eds. "Introducción a la ciencia
política" Barcelona, Anagrama, 1971, p. 262.
El concepto de
democracia nada tiene que ver, inicialmente, con los partidos. Nada tiene que
ver con el parlamento. "la afirmación de que el vínculo más importante
conocido por la Historia, que la democracia ha contraído, es el que la enlaza
al liberalismo, no constituye una verdad incontrovertible", Gerhard
Leibholz, "Conceptos fundamentales de la política y de teoría de la
constitución", Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1964, p. 130. El
que haya sufragio universal no significa que haya democracia. El
parlamentarismo es una forma histórica de dominio burgués y está más bien en
consonancia con la ideología liberal de la que es su realización más consumada:
"El parlamentarismo... presupone generalizada aceptación del ideario
liberal" Von Mises, "Liberalismo", p. 206 de la edición española
en Unión Editorial. Este autor añade que el parlamentarismo ejemplifica en su
institución parlamentaria el espíritu liberal de "egoísmo racional" e
individualismo radical: "Vemos, en tales asambleas parlamentarias,
multitud de partidos, los cuales, a su vez, hállanse subdivididos en múltiples
grupúsculos que, si bien ante el exterior forman frente unido, en el seno
partidista atácanse mutuamente con no menos furor que aquel con que combaten a
sus adversarios. Cada partido y cada sector del mismo considéranse patrón
exclusivo de algún determinado interés que se propone hacer triunfar cueste lo
que cueste. Procuran obtener del erario público lo más posible para los
suyos." p. 207 op. cit.
Joseph Schumpeter
es uno de los grandes ideólogos del parlamentarismo. Afirma que lo que él llama
"democracia", esto es, el parlamentarismo para entendernos, no es
otra cosa que un mecanismo procedimental para elegir las diversas élites
políticas que constituyen los gobiernos. Las elecciones no son más que un acto
de adhesión a la élite gobernante o de adhesión a otra nueva élite, un acto de
renovación o sustitución de la élite gobernante. En última instancia el elector
al votar se adhiere al sistema parlamentario. Los electores no tienen el poder.
Eligen al que ha de adoptar las decisiones. Ellos no adoptan decisión alguna.
"el papel del pueblo es el de producir un gobierno...el método democrático
es el mecanismo institucional para alcanzar decisiones políticas en las cuales
unos individuos adquieren el poder de decidir por medio de una lucha
competitiva por el voto del pueblo". Joseph Schumpeter, Capitalism,
Socialism and Democracy, 20 ed. 1947, p. 269. Los ciudadanos se limitan a elegir entre los políticos o miembros de la
casta política de la oligarquía de partidos cuando llegan las elecciones.
Igual que hay un
mercado libre económico liberal, hay asimismo un mercado libre político
liberal. El parlamentarismo es el mercado libre político desde el punto de
vista de la ideología liberal. Los consumidores políticos son soberanos porque
pueden elegir entre las diversas mercancías políticas que se les ofrecen. Desde
un punto de vista económico los empresarios y los consumidores son
maximizadores racionales de su propio provecho y actúan en circunstancias de
libre competencia. Desde un punto de vista político los partidos políticos y
los votantes son maximizadores racionales y actúan en circunstancias de libre
competencia política con el resultado de una distribución óptima de energías y
bienes políticos. El mercado político democrático está en un equilibrio óptimo
de insumos y productos, de las energías y recursos que los votantes introducen
en él y de las compensaciones que obtienen de él. Igual que en el mercado
económico hay un equilibrio, también lo hay en el mercado político (Mc
Pherson).
Lo más realista es
considerar que el mercado está dominado por oligopolios ya sean económicos o
políticos.
Según G. Leibholz,
ideólogo alemán del Estado de partidos, uno de cuyos más logrados ejemplos es
la República Federal de Alemania con su Grundgesetz de 1949 impuesta por los
aliados occidentales en plena guerra fría y aún en vigor, modelo junto con la
constitución italiana de 1947 de la constitución española de 1978, el Estado de
partidos es la "manifestación racionalizada de la democracia
plebiscitaria". Esto es considerado por él como una especie de sucedáneo
de la democracia directa: "Como la voluntad de la mayoría de la ciudadanía
activa se identifica en la democracia plebiscitaria con cada deseo colectivo
del pueblo, así, en una democracia de un Estado de partidos que funciona
normalmente, la voluntad de cada partido mayoritario en el gobierno y en el
Parlamento se identifica con la "volonté générale" (Leibholz, Der
Strukturwandel der modernen Demokratie, Karlsruhe, 1952, p. 17). Según esta
afirmación, el parlamento pierde su carácter originariamente representativo y
se convierte en un recinto "en el que los mandatarios de los partidos
comprometidos se reúnen para registrar después...decisiones ya tomadas".
El propio
Leibholz, reconoce el peligro que corren las libertades burguesas en el Estado
de Partidos: "El peligro que la libertad corre a manos del Poder
legislativo en los regímenes de democracia a base de partidos políticos es un
peligro especial; un peligro que supera con mucho, al que en las comunidades
políticas le puede venir a la libertad de otros órganos rectores." p. 15,
"Problemas fundamentales de la democracia moderna", Madrid, 1971,
Instituto de Estudios Políticos.
El parlamentario
representa al Estado ante el elector o bien representa al partido ante el
elector. Se debe al partido, a la fracción parlamentaria. Debe ratificar
decisiones y acuerdos adoptados fuera del parlamento: "en nuestros días ya
no son los parlamentos legisladores aquellas instituciones representativas en
las que los diputados, sin otra coacción que la de la conciencia y el prestigio
propios, seguros de la confianza de sus electores, tomaban sus decisiones
políticas y acordaban sus leyes con los ojos puestos en el interés general del
pueblo; en la realidad política, y a pesar de que en la Ley Fundamental se
proclame la devoción a la democracia representativa parlamentaria, se han
convertido más bien en centros en los que los diputados, bajo la coacción del
Partido -posible en las más variadas formas, incluso algunas nada violentas-,
llegan a sentirse en un laberinto de compromisos, que se reflejan luego de modo
decisivo en sus discursos y votaciones, de suerte que su efectivo papel se
reduce al de unos delegados de partido, asistentes a los Plenos parlamentarios
para obtener en ellos la sanción de acuerdos adoptados fuera de allí." op.
cit. p. 27.
El partido es el
sujeto político por excelencia del Estado parlamentario de partidos. "En
él desempeñan los partidos la función de unidades protagonistas de la acción
política, encargadas de organizar y reunir en grupos capaces de actuación
política a los millones de ciudadanos activos que hayan alcanzado la mayoría de
edad política." op. cit. p. 28.
Leibholz es
grandemente contradictorio. A la vez que reconoce que el Parlamento pierde su
carácter representativo y se pierde la independencia del diputado de todo
mandato imperativo, habla de que este régimen es democrático: "Consecuente
con este democrático Estado de partidos, el Parlamento tiene que perder cada
vez más el que fuera su peculiar carácter representativo, al paso que aumenta
el número de los diputados incapaces de mantenerse a la altura de la
tradicional exigencia moral, de tomar libremente sus decisiones, y en los
asuntos de primera importancia, adoptar, en las sesiones plenarias del
Parlamento, actitudes discrepantes respecto de los partidos y de las
fracciones."
op. cit. p. 28.
Sin embargo, no hay que olvidar que Leibholz es un ferviente partidario del
Estado de partidos hasta tal punto que postula su extensión y consolidación.
Por ello no es de extrañar que afirme que "sería de desear que la
constitucionalización de los partidos se hiciese más frecuente de lo que hasta
ahora ha sido". op. cit. p. 121.
Este
parlamentarismo de partidos está íntimamente conectado con la existencia de una
ley electoral que favorece la existencia de partidos oligárquicos. Es la ley
electoral proporcional como por lo demás reconoce el propio Leibholz. Es
menester reconocer entonces "la íntima conexión que existe entre el
derecho electoral moderno y los fundamentos del parlamentarismo representativo;
tomando este principio como punto de partida, señalaremos luego, allí donde las
organizaciones partidistas imperan en la vida política, el cambio fundamental
de orientación que ha sufrido actualmente el derecho electoral en los Estados
partidistas precisamente y de un modo particular durante los últimos decenios".
"Conceptos fundamentales de la política y de teoría de la
constitución", Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1964, p. 58.
El parlamentarismo
no por contar con sufragio universal adquiere caracteres democráticos. Además,
la burguesía ha conseguido domesticar al proletariado, neutralizando así la
potencial peligrosidad del sufragio universal para sus intereses de clase:
"No creo exagerado decir que la principal función que ha desempeñado de
hecho el sistema de partidos en las democracias occidentales desde el comienzo
del sufragio democrático ha sido suavizar las aristas de los conflictos de
clase temidos o probables, o, si se prefiere, moderar y aquietar un conflicto
de intereses de clase con objeto de proteger las instituciones de la propiedad
existentes y el sistema de mercado contra todo ataque eficaz". p. 81 C.B.
Macpherson,. "La democracia liberal y su época", Madrid, 1987.
La existencia de
un electorado de masas requiere partidos nacionales bien organizados fuera de
las fracciones parlamentarias. Hacen falta buenas máquinas electorales. El
único medio de acceder al Parlamento en el Estado de partidos es a través de
las oligarquías partidarias. La dirección del partido no es democrática y
controla a los diputados imponiéndoles una férre disciplina de voto amenazando
con la expulsión del partido. Los diputados sólo representan a la clase
política, a los jefes de los partidos. Por tanto, en el caso de la fracción
parlamentaria mayoritaria, es el gobierno el que controla a su través el
parlamento. A pesar de su vaciamiento de poder, el Parlamento cumple con
importantes funciones en la tarea de mantenimiento del statu quo del
sistema parlamentario de partidos: "es evidente la creciente pérdida de
control de los Parlamentos sobre los hechos y decisiones políticas. Sin
embargo, la evidente pérdida de centralidad del Parlamento no debe ocultarnos
que, simultáneamente, esta institución se configura, en el conjunto del Estado,
con nuevas e importantes dimensiones." Enrique Olivas, "Problemas de
legitimación en el Estado social", ed. Trotta, Madrid, 1991, p. 18. El
parlamento tiene así una función simbólica, ideológica, ritual diríamos para
crear consenso político. No olvidemos que según Montesquieu, la virtud de la
oligarquía es el consenso. Esto sirve para cohesionar el orden social.
"Tendencialmente, el legislativo aparece como un importante subsistema de
intervención y corrección de las disfunciones sociales: tiende a garantizar la
producción social del consenso en el sentido de la dirección política". p.
18. op. cit. Los diputados representan a los partidos, esto es, al Estado ante
el electorado, "en efecto, han de explicar a éste, a la gente, las
dificultades de la labor de gobierno o la complejidad de determinado proyecto
de ley a un grupo de interés afectado por el mismo". op. cit. pp. 20-21.
Por otro lado,
siguiendo con la analogía con el mercado económico, conforme a tal analogía del
mercado en el sistema económico, el sistema de partidos elitistas y
competitivos produce un equilibrio óptimo de la oferta y la demanda de las
mercancías políticas y aporta una cierta soberanía del consumidor. El mercado
no es democrático, favorece a quienes tienen mayor poder adquisitivo. El
régimen parlamentario de partidos conduce a la apatía política de los
ciudadanos al ver éstos que carecen de toda libertad política para elegir a sus
representantes y gobernantes, así como para destituirlos. Esto es originado por
la estructura antidemocrática de los partidos de masas burocratizados y
organizados como máquinas para ganar elecciones. Los partidos tienen efectos
desmovilizadores y despolitizadores, tanto en la esfera política como en la
social. Así los partidos son "instrumentos de la formación de la voluntad
del pueblo, pero no en manos del pueblo, sino de aquellos que dominan el
aparato del partido", Jürgen Habermas, Student und Politik, p. 31. El
mercado político es oligopólico, conduce a la oligarquía partitocrática. A
semejanza de los oligopolios económicos surgen oligopolios políticos. En un
mercado oligopólico la demanda no es autónoma, no es un dato independiente. El
sistema de partidos del parlamentarismo es una competencia entre élites. Ellas
son la fuerza motriz y las que formulan las cuestiones.
Respecto a las
elecciones, como quiera que tales procedimientos no sirven para elegir entre
varias alternativas concretas, podemos decir que generan una ficción de
representación y nada tienen que ver con la democracia. En el sistema de
partidos, la jornada electoral significa la adhesión o el asentimiento al
sistema oligárquico. Por lo demás, en el parlamentarismo, los partidos se
parecen cada vez más entre sí. Además hay que tener en cuenta a la hora de
valorar el parlamentarismo, su estructura oligárquica y su ejercicio del
clientelismo. Tales procesos electorales carecen de todo contenido político.
"En la práctica éstas ya no permiten una decisión entre varias
alternativas concretas concretas, por lo que los resultados de las elecciones
ya no pueden valorarse apenas como producto de la formación democrática de la
voluntad popular. La autodeterminación del pueblo, cuya formulación y
realización debería ser la meta de los partidos, se reduce en medida creciente
a la posibilidad de poder elegir distintas personas "colocadas" ante
el pueblo a modo de "personalidades", con el fin de hacer olvidar la
ausencia de contenido político en las elecciones" Jörg Kammler, "El
Estado social", en Abendroth y Lenk, eds. "Introducción a la ciencia
política" pp. 119-120. Por eso, ya Kelsen se refirió al parlamento como la
ficción de la representación.
Por su parte, Carl
Schmitt ha sido el gran crítico del parlamentarismo en el siglo XX. Su escrito
"Sobre la contradicción del parlamentarismo y la democracia".
incluido dentro de otro más extenso: "Situación histórico-intelectual del
parlamentarismo de hoy", 1923, sostiene el mismo diagnóstico que hemos ido
presentando desde el comienzo de este artículo, aunque añade otras notas no
menos interesantes que conviene reseñar para comprender la esencia del
parlamentarismo así como su evolución y degradación contemporánea, aunque
nosotros sostenemos que tan oligárquico era el parlamentarismo clásico como el
actual, variando sólo la forma que ha adoptado tal sistema político de
dominación clasista de la burguesía.
Para Carl Schmitt
la discusión y la publicidad son la base del parlamentarismo. También queda
claro para él que no son lo mismo parlamentarismo que democracia.
En el
parlamentarismo clásico liberal el diputado no está sometido por mandato
imperativo y es independiente tanto de sus votantes como de su partido.
En su época
Schmitt constata la degradación del parlamentarismo, describiendo a los
diputados como depredadores. Lo cual coincide con la imagen que tiene el
liberalismo del hombre como individuo que persigue sus propios fines sin el
menor escrúpulo: "en algunos Estados, el parlamentarismo ya ha llegado
hasta el punto de que todos los asuntos públicos se han convertido en objeto de
botines y compromisos entre los partidos y sus seguidores, y la política, lejos
de ser el cometido de una élite, ha llegado a ser el negocio, por lo general
despreciado, de una, por lo general despreciada, clase." op. cit., p. 7 de
la traducción española en Tecnos, Madrid, 1990.
Según Schmitt, lo
que hay en su tiempo, ya no es parlamentarismo. Nosotros diríamos que es el
parlamentarismo clásico degradado. La crisis del parlamentarismo de la que
habla Carl Schmitt es la crisis del clásico pero tal crisis es análoga a la del
parlamentarismo del Estado de partidos que ahora, en los 90 atravesamos en
Europa Occidental. Algunos rasgos de tal crisis por Schmitt reseñada son de
plena actualidad y perfectamente aplicables al Estado oligárquico de partidos.
Lo que ha ocurrido desde Schmitt ha sido una huida hacia delante del
parlamentarismo en un intento por sobrevivir.
El Estado actual,
a decir de Schmitt, es un conglomerado heterogéneo y amorfo de diversos
elementos incompatibles entre sí. Para Schmitt queda claro que el
parlamentarismo nada que ver tiene con la democracia. Parlamentarismo y
democracia forman una unidad precaria: "La fe en el parlamentarismo, en un
gouvernment by discussion, es propia de las ideas del liberalismo. No es propia
de la democracia. Es preciso separar ambos, democracia y liberalismo, a fin de
comprender la heterogénea construcción que constituye la moderna democracia de
masas". op. cit. p. 12.
La representación
proporcional y el sistema de listas rompen la relación antaño existente entre
el votante y su representante. La obligatoriedad de la disciplina de voto
dentro de cada fracción parlamentaria hacen que el parlamentarismo poco tenga
que ver con la democracia. El parlamento no es representativo de los
ciudadanos, sino de los partidos. Las decisiones importantes se adoptan en
reuniones secretas de los jefes de los partidos. En el Parlamento, los diputados
se limitan a ratificar y aprobar acuerdos adoptados fuera por los partidos.
En el
parlamentarismo clásico la verdad se origina por la libre competencia de las
opiniones en una discusión pública. Sistema representativo no es igual a
democracia: "lo esencial del parlamento es la deliberación pública de
argumento y contraargumento, el debate público y la discusión pública,
parlamenta, sin tener en cuenta automáticamente la democracia." p. 43.
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