Este año de 2016 tuvieron lugar en Oviedo los vigésimoprimeros Encuentros de Filosofía de Oviedo. El tema fue el de las transiciones democráticas.
Una transición es un cambio. Aquí se entiende un cambio en la sociedad política. Puede ser un cambio sustancial, nacimiento y corrupción o un cambio accidental, cualitativo, cuantitativo y espacial. También entendemos que puede ser un cambio de la sociedad política en su cuerpo político, en su capa basal, conjuntiva o cortical. También el cambio puede ser de oligarquía a democracia, de democracia a oligarquía, de democracia a democracia y de oligarquía a oligarquía. Todas estas transiciones políticas pueden ser consideradas democráticas lato sensu, puesto que todo gobierno necesita la obediencia del pueblo, de los grupos que integran la sociedad civil. No hay mando si no hay obediencia. Toda transición podría considerarse entonces como democrática, pero también podría ser considerada como oligarquía, puesto que el autogobierno de la sociedad política es imposible, es utópico. Siempre gobiernan unos sobre otros y es que la política es el dominio del hombre por el hombre. Estas consideraciones previas eran las que yo quería dejar sentadas en mi intervención y no sé si lo conseguí y en qué medida lo logré. Entonces las transiciones democráticas pueden ser consideradas oligárquicas y las transiciones oligárquicas pueden ser consideradas a su vez como democráticas según se ponga el acento en el grupo de poder o élite política o en el asentimiento tácito o expreso del vulgo en el Estado.
El resto de los ponentes se centró en la transición política española de 1975 a 1978 de la que salió el Régimen de 1978 en el que aún vivimos. Yo preferí hablar de Septimio Severo y de la transición política que supuso su reinado.
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