Stultorum infinitus est numerus. Esta es una mera constatación empírica de hechos contundentes. La tontería se manifiesta en conductas y en pensamientos, en noemas. Los pensamientos pueden ser erróneos, absurdos, pero existir sin embargo y las ideas falsas se siguen de las falsas con la misma necesidad y rigor que las ideas verdaderas se siguen de las ideas falsas y de las verdaderas. Las ideas falsas se pueden asentar y resultan entonces muy difíciles de desahuciar de los entendimientos simples, comunes del vulgo. No en vano, el vulgo piensa con el estómago y no es capaz de discernir entre lo verdadero y lo falso más allá del principio de verificación.
Una de las ideologías más influyente en nuestros días en algunas capas sociales degradadas, degeneradas de los países capitalistas opulentos occidentales es la ideología animalista. Resulta que les ha dado a algunos descerebrados por proteger a los animales, querer a los animales, vestirles, llevarles a peluquerías, a la discoteca, ponerles la televisión y otras exquisiteces decadentes y cursis. La cosa va más allá aún. Han decidido no comer carne, preocuparse de que las jaulas sean cómodas, de que su nivel de vida mejore, que no se experimente con ellos, que no haya corridas de toros, prohibir la caza, que no haya nada que los lastime. El siguiente paso ha sido atacar a otra especie animal, el homo sapiens sapiens y desear su extinción a mayor gloria de los bondadosos y benéficos animales. Llegan a asesinar, atacar, golpear, insultar, molestar, amenazar a los ciudadanos que van a los toros, que los defienden, quieren prohibir todo lo que ellos consideran bárbaro. Se han convertido en un grupo de fanáticos que cometen el error de considerar a los animales no humanos como personas, como ciudadanos, como sujetos morales y políticos.
Ya los nazis iban por ahí: querían prohibir el tabaco, los malos tratos a los animales, la caza, la experimentación con ellos. Los nazis eran animalistas y ecologistas. El animalismo tiene unas evidentes raíces nazis. Lo natural, lo biológico, como centro de la política. También las feministas van por ahí así como los movimientos políticos de maricones y bolleras, los transmaricabollos en afortunada expresión neolingüística de los perrofláuticos de este año 2012. Cuando se borran las fronteras entre lo biológico y lo político, se politiza la biología y se biologiza la política. Cuando se borran las fronteras entre hombres y animales, el hombre se animaliza y los animales se humanizan. Los nazis hicieron eso: a los judíos los trataron peor que a animales y a los animales los trataron como personas. Cayeron en la barbarie. Ahora resurgen con fuerza los planteamientos nazis con otras envolturas ideológicas y políticas.
Los hombres tienen derecho a hacer lo que quieran con su entorno, con los animales y con su existencia. No hay un Dios por encima de nosotros para juzgarnos como especie. Debemos obrar en exclusivo interés humano, antropocéntrico y preocuparnos del eje circular, humano y poner los otros ejes al servicio de los intereses de la especie humana y dejarnos de majaderías antitaurinas y respetar al pueblo, que ama a los toros y que es feliz con ellos. Quien sea animalista que sepa que está equivocado pero que no moleste a los demás hombres, que también somos animales.
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